CANTAR DE LOS CANTARES -RESONANCIAS BIBLICAS: Presentación e Índice
Emiliano Jiménez Hernández
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y canta los cánticos de la Escritura,
pero mucho más feliz el que canta
y comprende el Cantar de los cantares.
ORIGENES
El Cantar de los cantares es un canto sublime al amor del hombre y la
mujer, como reflejo, imagen y signo del amor de Dios a los hombres. Es
un cancionero de bodas, que canta la belleza de la esposa y del esposo,
y la alegría de su amor. Lo que canta no es ciertamente el amor erótico
de un encuentro ocasional, sino el amor permanente, "más fuerte que la
muerte", el amor
matrimonial con todos sus encantos y todas las peripecias cotidianas de
un amor para siempre y sin vuelta atrás posible.
INDICE
PRESENTACION
a) Canto de amor
b) El Cantar de
los cantares como alegoría
c) El Cantar es cantar
d) Comentario del Cantar
PROLOGO
a) Los diez cánticos
b) Siete cantares
1. BESOS DE SU BOCA: 1,2-4
a) Lenguaje esponsal del cuerpo
b) Besos de la palabra
c) Cristo Palabra de Dios
d) Los dos Testamentos
e) El buen olor de Cristo
f) Tu Nombre es ungüento derramado
g) Cámara nupcial
2. NEGRA, PERO HERMOSA: 1,5-8
a) Geografía e historia del Cantar
b) Negra, pero hermosa
c) Casta meretriz
d) ¡Mi propia viña no he sabido guardar!
e) Tras las huellas
3.
MUTUA CELEBRACION DE LOS DOS: 1,9-2,7
a) Palabra celebrativa
b) A mi yegua te comparo
c) Tu cuello entre collares
d) ¡Palomas son tus ojos!
e) Narciso de Sarón
f) Manzano entre los árboles del bosque
g) En la bodega del amado
a) Lenguaje simbólico
b) ¡La voz de mi amado!
c) Como un joven cervatillo
d) Levántate, amada mía
e) Paloma mía
f) Las raposas
g) Mi amado es mío y yo soy suya
a) Del Aleluya al Maranathá
b) La noche oscura
c) Busqué al amor de mi alma
d) Me encontraron los centinelas
e) La alcoba de la que me concibió
6. ¿QUIEN ES ESA QUE SUBE DEL DESIERTO: 3,6-11 71
a) ¿Quién es ésa?
b) La columna de humo
c) La litera de Salomón
d) Los sesenta valientes
e) La tienda de Salomón
7. ¡QUE HERMOSA ERES, AMADA MIA!: 4,1-5,1
a) Celebración de la belleza de la amada
b) ¡Qué hermosa eres, amada mía, qué
hermosa!
c) Tu hablar es melodioso
d) Ven del Líbano
e) Panal que destila son tus labios
f) Jardín cerrado
8. AUSENCIA Y BUSQUEDA DEL AMADO: 5,2-8
a) Mientras dormía, mi corazón velaba
b) La voz del amado
c) La mano en la cerradura
d) Le busqué y no le hallé
e) Herida de amor
9. ¡ASÍ ES MI AMADO!: 5,9-6,3 105
a) Eres el más bello de los hombres
b) Su cabeza es oro finísimo
c) Sus ojos como palomas
d) Sus labios destilan mirra
e) Sus manos, aros de oro
f) Sus piernas, columnas de alabastro
g) Ven y lo verás
h) Yo soy para mi amado
10. ¡BENDITA TU ENTRE TODAS LAS MUJERES!: 6,4-7,11
a) ¡Qué hermosa eres, amada mía!
b) Unica es mi paloma
c) ¿Quién es ésa que asoma como el alba?
d) Bajé a mi nogueral
e) Danza de dos coros
f) ¡Qué hermosos son tus pies!
g) Subiré a la palmera
11. EL ESPIRITU Y LA NOVIA DICEN: ¡VEN!: 7,12-8,4
a) ¡Aleluya! ¡Maranathá!
b) ¡Ven, amado mío!
c) ¡Ay! ¡Si fueras mi hermano!
d) Apoyada en el amado
e) Debajo del manzano
f) Sello sobre el corazón
EPILOGO
a) Nuestra hermana pequeña
b) Mi viña está ante mí
c) Huye, amado mío
El Cantar de los cantares es un canto sublime al amor del hombre y la
mujer, como reflejo, imagen y signo del amor de Dios a los hombres. Es
un cancionero de bodas, que canta la belleza de la esposa y del esposo,
y la alegría de su amor. Lo que canta no es ciertamente el amor erótico
de un encuentro ocasional, sino el amor permanente, "más fuerte que la
muerte", el amor
matrimonial con todos sus encantos y todas las peripecias cotidianas de
un amor para siempre y sin vuelta atrás posible.
Este amor es el que se hace signo e imagen del amor de Dios. Es así
realmente como el Dios vivo ama a su pueblo y como Israel conoce y
recibe a su Señor: con esta novedad, con este asombro, con este vigor
insólito, como en el primer día de la creación, como el día del Mar
Rojo, de Pascua o del Bautismo. Lo mismo que nadie se instala en el amor
verdadero, tampoco hay rutina en la vida ante el Dios vivo. Todo es
nuevo, renovado sin cesar. Se comprende que el pueblo del éxodo y del
destierro nos haya transmitido este cántico de amor nunca rutinario y
siempre joven. ¡Así es como ama el Dios de la alianza, con esa pasión,
con esa impaciencia y con ese gozo!
El amor, en toda su belleza, como lo presenta el Cantar, es una
invitación a un amor matrimonial plenamente humano, reflejo del amor de
Dios, símbolo del amor de Cristo, que lo hace posible, pues tal amor
sólo se puede vivir iluminado y fundado en el único amor perfecto:
"Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor" (1Jn 4,8). Y
Dios, al principio, "creó al hombre a imagen suya, a imagen de Dios lo
creó, hombre y mujer los creó" (Gén 1,27). "Llamando al hombre a la
existencia por amor, lo ha llamado al mismo tiempo al amor. Dios, al
crear al hombre a su imagen, inscribe en la humanidad del hombre y de la
mujer la vocación del amor y de la comunión" (Familiaris consortio 11).
"Dios es unidad en la comunión. El hombre y la mujer, creados como
unidad de los dos, reflejan en el mundo la comunión de amor que se
da en Dios. Solamente así se hace comprensible la verdad de que Dios es
amor (1Jn 4,16)" (Mulieris dignitatem 7). Juan Pablo II, hablando de la
familia, concluye: "No hay en este mundo otra imagen más perfecta, más
completa de lo que es Dios: unidad, comunión. No hay otra realidad
humana que corresponda mejor al misterio de Dios". El hombre y la mujer
unidos en una sola carne son el sacramento primordial de Dios, reflejo
del amor trinitario y del amor incondicional de Dios al hombre. Es la
imagen de Dios, creada por el mismo.
Los profetas, boca de Dios, nos iluminan el misterio del amor de Dios, presentando su amor con el símbolo del amor del hombre y la mujer. El matrimonio es el signo e imagen de la alianza de Dios con su pueblo. Dios es el esposo que ama a Israel con un amor nupcial. En su experiencia conyugal, el profeta Oseas descubre y manifiesta el misterio del amor esponsal de Dios e Israel. El matrimonio de Oseas se ha convertido en signo e imagen de la alianza de Dios con su pueblo. El amor inquebrantable de Oseas a Gomer es un gesto elocuente del amor de Dios a Israel.
Este simbolismo nupcial del amor de Dios para con su pueblo lo repiten
Jeremías, Ezequiel e Isaías. El esposo del Cantar se identifica con
Yahveh que se dirige a su esposa Israel. El Cantar evoca la historia de
las relaciones de Dios con su pueblo orientada hacia el día de la
salvación. La cautividad de Babilonia, la liberación y el retorno a la
tierra constituyen el trasfondo del Cantar, que canta lo anunciado por
los profetas: "Me desposaré contigo para siempre" (Os 2,21); "lo mismo
que un joven se casa con su novia, también tu creador se casará contigo.
Y el gozo del esposo por la esposa lo sentirá tu Dios contigo" (Is
62,15), "Yahveh crea una novedad en la tierra: la mujer abraza al varón"
(Jr 31,22).
Después de la visión inicial de
El símbolo llega a su plenitud en el Nuevo Testamento. Lo mismo que
Dios, al principio, conduce la mujer al hombre, en la plenitud de los
tiempos, une a su Hijo con
Como hay un amor carnal, llamado eros, y quien ama según él siembra en la carne (Gál 6,8), así existe también un amor espiritual, llamado agape, y el hombre interior, al amar según él, siembra en el espíritu (Gál 6,8). El portador de la imagen del hombre terreno, según el hombre exterior, se mueve por el deseo y el amor terrenos; en cambio, el portador de la imagen del hombre celeste (1Cor 15,49) según el hombre interior se mueve por el amor celeste. Este amor viene de Dios, que es amor (1Jn 4,7-8); se ha manifestado en Jesucristo, que dice: "Salí del Padre y vine a estar en el mundo" (Jn 16,27s). Si este "amor permanece en nosotros, Dios permanece en nosotros" (1Jn 4,12), según la palabra del mismo Señor: "El Padre y yo vendremos a él y haremos morada en él" (Jn 14,23).
Y como Dios es amor y el Hijo, que procede de Dios, es también amor,
está exigiendo en nosotros algo semejante, de modo que nos unamos a El
con una especie de parentesco, de afinidad por amor, haciéndonos un solo
espíritu con Cristo, como esposo y esposa se unen en una sola carne. De
este amor habla el Cantar de los Cantares. En él arde y se inflama por
el Verbo de Dios el alma bienaventurada, y canta este cantar de bodas,
movida por el Espíritu Santo, por quien
Bajo esta luz se entiende la interpretación rabínica del Cantar:
alegoría del amor de Dios a su pueblo. Esta interpretación es recogida
por los Padres, vista en su culminación: el amor de Cristo a
b) El
Cantar de los cantares como alegoría
Las múltiples alusiones, que hay en el Cantar
a toda
El lugar del encuentro, tálamo de las bodas de la asamblea de Israel con
Dios, es el Templo, que acompaña toda la historia de Israel: primero es
el Tabernáculo erigido en el desierto, luego el Templo de Salomón, el
"segundo Templo" de Esdras y Nehemías y, finalmente, el Santuario
mesiánico, en el que la liturgia será totalmente agradable a Dios con su
"incienso de aromas de suavísimo perfume". Sólo en él llegará a plenitud
el amor y la unión entre Dios y su esposa.
La comunión nupcial del esposo y la esposa se consuma en la oración: la
bendición que desciende de Dios y la alabanza que sube del pueblo. La
oración hace a la esposa bella y amable a los ojos de Dios. La bendición
de Dios hace de ella la "perfecta paloma", de modo que, cuando abre su
boca con cantos de alabanza, destila dulzura como leche y miel. Dios
anhela oír su voz. Y como Dios anhela oír la voz de la esposa en la
oración, así la esposa anhela escuchar
El Cantar es un Midrás alegórico que prolonga los textos
nupciales de los profetas para conducirlos hacia el cumplimiento de la
alianza y de la plenitud del amor: el día en que Dios será conocido por
Israel y será verdaderamente amado, como anuncia el profeta Oseas. En la
interpretación rabínica, dada por el Targum y el Midrás,
el Cantar ofrece, versículo por versículo, la alegoría de toda la
historia del Israel, la pasada y la futura. Se dice en el Zohar: "Este
Cantar comprende toda
La historia de Israel es interpretada como un diálogo de amor entre
Dios y su pueblo. El Cantar se convierte en epopeya y epitalamio. El
esposo del Cantar es rey y pastor, correspondiendo a la figura del
pastor real que anuncia Ezequiel. El Cantar evoca los momentos concretos
de esa historia de amor y profetiza los acontecimientos futuros en que
ese mismo amor se va a manifestar. En el Midrás y en el Targum, al
precisar el momento histórico al que mejor se adecua cada palabra del
Cantar, la espera mesiánica adquiere un relieve singular. El deseo de la
restauración escatológica, llevada a cabo por el Mesías, se entiende
como una vuelta a la perfección de los orígenes. Por ello son tan
frecuentes las alusiones al Edén, con el canto a la belleza de los
árboles (1,17), de las flores (2,1), de sus frutos (2,5), de su "agua
viva" (4,12;7,3), de sus perfumes (4,13;7,9). El Cantar se impregna de
los frutos, olores y cantos del Edén, y también de la espera, el deseo,
el sobresalto y la admiración de Adán frente a Eva, de Dios frente a su
imagen: "Y vio Dios que era muy bueno cuanto había hecho" (Gén 1,31). El
Cantar celebra la gloria y llora los pecados de su pueblo, conjugando la
nostalgia del Edén perdido con la espera de la redención mesiánica. De
este modo, la historia se transforma en el canto de amor entre Dios y su
pueblo.
La historia pasada, los prodigios de Dios para con su pueblo
primogénito, en el Cantar, comentado por el Targum y el Midrás, se
transforman en signo y profecía de los días mesiánicos. Por eso, todo
tiende a esa espera; de este modo, la promesa del Mesías informa toda la
historia de la salvación, desde Moisés al último destierro; a Moisés ya
le fue revelado el Mesías e Israel en el destierro no hace sino escrutar
el tiempo de la redención. Sólo entonces los pobres serán consolados,
alzarán la cabeza de su humillación y se vestirán de púrpura (7,6).
Entonces se cantará en Israel el último cántico y callará la penúltima
alabanza, el Cantar de los Cantares. El Mesías está, pues, presente en
todo el Cantar como protagonista del último acontecimiento de la
historia de la salvación. El es el Rey al que, desde siempre, en el plan
de Dios, está reservado el dominio sobre Israel y sobre el mundo; el
reunificará a Israel reconduciéndolo al templo y quien enseñará a su
pueblo, de modo nuevo e infinitamente más dulce y eficaz, las palabras
de
Los Padres, apoyados en esta tradición rabínica, han leído el Cantar en
el mismo sentido, comenzando por Orígenes: "El esposo es Cristo, la
esposa es
Cristo dejó la casa del Padre para unirse a su esposa, haciéndose con
ella un solo espíritu (1Cor 6,17). "Grande misterio es éste, lo digo
respecto a Cristo y
Cuando Dios condujo la mujer a Adán, éste exclamó: "Esta sí que es hueso
de mis huesos y carne de mi carne. Por eso deja el hombre a su padre y a
su madre y se une a su mujer, y se hacen una sola carne" (Gén 2,22-23).
Pablo dice de Cristo y de
Hay que leer o mejor oír el Cantar dejando que broten las analogías que
evoca. Nos hallamos, más que ante unas palabras escritas, ante unas
voces que cantan. La palabra está modulada por la música del amor. En él
resuenan todas las modulaciones de la palabra oral en el encuentro de
los amantes, que se interpelan y se responden con todos los tonos de voz
que el amor sabe inventar. El cantar es cantar: "la música
callada, la soledad sonora en el silbo de los aires amorosos" (S. Juan
de
El cantar es un diálogo personal. Todo es expresión de un yo que
se dirige a un tú, o que evoca a ese tu en el interior
durante la ausencia. El oyente del Cantar está invitado a entrar con su
yo personal en diálogo con el tú, que le busca, le interpela,
desea su presencia o, con su ausencia, suscita el anhelo del encuentro.
El oyente es la amada, la hermana, la novia, la esposa, que celebra el
amor y anhela la comunión plena con el Amado. Quien no se sienta
"enferma de amor" (2,5) no gustará el encanto del Cantar.
Para penetrar en el misterio del Cantar, advierte Orígenes, es necesario
tener iluminados los ojos del corazón: "Aquellos que, en cuanto al
hombre interior, son aún de edad tierna e infantil y se nutren de la
leche de Cristo y no de comida sólida" (1Cor 3,2), y apenas han
comenzado a "bramar por la leche espiritual y sin engaño" (1Pe 2,2), no
pueden comprender estas palabras. Porque en las palabras del Cantar se
contiene la comida de la que dice el apóstol: "La comida sólida, por el
contrario, es de perfectos" (Hb 5,12); y esta comida exige que cuantos
escuchan, "para poder participar, tengan los sentidos ejercitados en
discernir el bien del mal" (Hb 5,14), "habiendo alcanzado el estado de
hombre adulto, la talla de la plenitud de Cristo" (Ef 4,13). Este hombre
espiritual tiene su propia comida, que es "el pan bajado del cielo" (Jn
6,33.41), y su bebida, que es el agua ofrecida por Jesús: "El que beba
del agua que yo le daré nunca más tendrá sed" (Jn 4,14).
Lo mismo dice San Gregorio Magno, uniendo el Evangelio de las bodas y el
Cantar: "Hemos de venir a estas santas bodas del Esposo y
Este comentario lo hago guiado, en primer lugar, por el olfato de los
rabinos de Israel, siguiendo sobre todo el Targum y el Midrás.
Y, en segundo lugar, sigo el rastro de los Padres de
Orígenes confiesa que, a veces, es difícil descubrir todos los
significados de las palabras de
Fray Luis de León reconoce que muchas veces la lengua no alcanza al
corazón cuando trata de expresar el entrañable amor de Cristo a su
Iglesia: "Bajo los amorosos requiebros explica el Espíritu Santo la
encarnación de Cristo y el entrañable amor que tuvo siempre a su
Iglesia". Este amor es el corazón del Cantar de los cantares. Amor
escondido bajo la corteza de la letra. Quien no ha gustado este amor de
Dios no rompe la corteza, quedándose como quien contempla un baile sin
escuchar la música que mueve los pies.
Gregorio de Nisa, sin embargo, nos anima: "Quienes emprenden un viaje
más allá del mar, movidos por la esperanza de una ganancia, cuando se
hallan en alta mar, elevan una oración a Dios, pidiéndole que un viento
suave y favorable hinche las velas y envista, según el deseo del
timonel, por la popa. Pues, si el viento sopla según sus deseos, es
agradable el mar, que espléndidamente se encrespa con sus plácidas olas,
mientras la nave se desliza con facilidad sobre las aguas. Ante los ojos
de todos fulguran las riquezas que esperan alcanzar, pues la bonanza del
mar es buen presagio de ello. Así a nosotros nos esperan grandes
riquezas, mediante esta navegación en la barca de
Orígenes nos exhorta con las palabras que dirigía a sus oyentes:
"Escucha el Cantar de los cantares y apresúrate a repetir con
No se trata, pues, de explicar intelectualmente el Cantar, sino de
hablarlo en nombre propio. La vocación cristiana consiste en ser esa
amada en la que se realiza el plan inicial de Dios. Cristo ha venido a
salvar a
Cantar de los cantares de Salomón
(1,1). En
El primer cántico lo entonó Adán cuando fue absuelto de su pecado, ya
que llegó el Sábado y lo defendió. Entonces Adán abrió su boca y dijo:
"Salmo, cántico para el día del Sábado" (Sal 92,1). El segundo cántico
lo cantó Moisés con lo hijos de Israel cuando Yahveh les abrió el Mar
Rojo: "Entonces Moisés y los hijos de Israel cantaron la alabanza" (Ex
15,1). El tercer cántico lo cantaron los hijos de Israel cuando les fue
dado el pozo de agua: "Entonces Israel cantó la alabanza" (Nú 21,17). El
cuarto cántico lo dijo Moisés, profeta, cuando le llegó el tiempo de
partir de este mundo. Con el canto amonestó a la casa de Israel, como
está escrito: "Escuchad, cielos, y hablaré" (Dt 32,1). El quinto cántico
lo entonó Josué cuando luchó contra Gabaón y el sol y la luna se pararon
treinta y dos horas,
cesando en su cántico. Josué pidió al sol que se callase y el sol dijo a
Josué: Y mientras yo calle, ¿quién dirá la alabanza del Santo? Josué le
respondió: Tú, calla, y seré yo quien diga un canto en tu lugar.
Entonces "Josué cantó la alabanza delante del Señor" (Jos 10,12). El
sexto cántico lo entonaron Barac y Débora el día en que el Señor puso a
Sísara y a su siervos en manos de los hijos de Israel: "Y Débora y Barac
cantaron la alabanza" (Jos 5,1). El séptimo cántico lo dijo Ana, cuando
le fue dado un hijo de parte del Señor: "Y Ana oró en profecía y dijo"
(1Sam 2,1). El octavo cántico lo entonó David, rey de Israel, por todos
los prodigios que el Señor había hecho en su favor: "David en profecía
cantó la alabanza delante del Señor" (2Sam 22,1).
El noveno cántico lo dijo Salomón, rey de Israel, en Espíritu Santo,
delante del Soberano de todo el mundo, el Señor (Cant 1,1). ¿Con qué se
puede comparar esto? Con un barril lleno de piedras preciosas y perlas,
cubierto con un cobertor de hilo y escondido en un rincón, sin que nadie
supiera lo que había dentro. Llegó uno y lo volcó y todos descubrieron
el tesoro. Es lo que hizo Salomón, cuyo corazón rebosaba sabiduría.
Cuando la santa inspiración se posó sobre él nos descubrió el tesoro
escondido en
R. Aqiba dijo "que toda la historia no vale lo que el día en que fue
compuesto el Cantar de los Cantares. ¿Por qué así? Porque si todos los
Escritos son santos, el Cantar de los Cantares es el Santo de los
Santos". Como el santo de los santos, el Cantar es una palabra
incandescente. El Cantar es como harina candeal, es el mejor de los
cantares, el más excelso, el más exquisito. En todas las canciones de
En el Zohar encontramos el elogio más sublime del Cantar: "Este
cántico lo profirió el rey Salomón cuando fue construido el Templo a
imagen del Templo celeste. Cuando el Templo inferior fue construido hubo
tal alegría ante el Santo como no la había habido desde el día en que
fue creado el mundo hasta aquel día. Entonces el mundo fue puesto sobre
su fundamento y todas las ventanas del cielo se abrieron de par en par
para irradiar luz; nunca antes hubo tanta alegría como la de aquel día;
entonces todos los seres del cielo y de la tierra entonaron un canto: el
Cantar de los cantares. Este himno de alabanza, santo de los santos,
comprende toda
También Orígenes indaga sobre los cantares de los que éste se dice ser
el Cantar: "Pienso que estos cantares son aquellos que desde
hacía tiempo se venían cantando por obra de los profetas y de los
ángeles, es decir, por los amigos del Esposo. En cambio éste es el
Cantar propio del Esposo a punto de recibir a su esposa. En él la esposa
no quiere ya que le canten los amigos del Esposo, sino que anhela las
palabras del Esposo en persona, presente ya cuando dice: Que me bese
con besos de su boca. Los demás cantares, que la ley y los profetas
cantaron, parecen haber sido cantados a la esposa todavía niña, cuando
aún no había pasado los umbrales de la edad madura, mientras que este
Cantar parece estar cantado a la esposa adulta, apta para el vigor
fecundante del varón. Por ello se dice de ella que es paloma única y
perfecta, y así, en cuanto esposa perfecta de un esposo perfecto, ha
concebido palabras de doctrina perfecta".
El primer cantar lo cantaron Moisés y los hijos de Israel cuando vieron
a los egipcios muertos en la orilla del mar; al ver la mano fuerte y el
tenso brazo del Señor entonaron: "Cantemos al Señor, pues gloriosamente
se ha cubierto de gloria" (Ex 15,1). Este canto lo cantará todo el que
haya sido liberado de la esclavitud de Egipto. Pero aún no puede cantar
el Cantar de los Cantares. Para ello, deberá antes caminar a pie enjuto
por en medio del mar, vivir todo lo que describen el Exodo y el
Levítico, ser incorporado al censo divino, entonando entonces el segundo
cantar junto al pozo de Zared (Nú 21,16)...[3]
Con todos estos cánticos la esposa va avanzando paso a paso hasta llegar
al tálamo del Esposo, "al lugar de la tienda admirable, hasta la casa de
Dios, entre gritos de júbilo y alabanza, entre el bullicio de gente en
fiesta" (Sal 41,5). De etapa en etapa, llega al tálamo mismo del Esposo,
para escuchar y cantar el Cantar de los Cantares.
Cantar de los cantares de Salomón.
Es el cantar de Salomón, a quien Dios colmó de su sabiduría (1Re
3,12;5,9-14). Quizás pienses, dice Gregorio de Nisa, que estoy hablando
de aquel Salomón nacido de Betsabé en Belén (1Re 3,4; 11,6-8). No, hay
otro Salomón, del que aquel era figura. También éste nació según la
carne en Belén del linaje de David (Rom 1,3); su nombre es paz y es el
verdadero Israel (Heb 7,2), el constructor del templo de Dios (1Re 5,19;
San Bernardo comenta: "Yo creo justa la designación de Cantar de los
cantares por ser fruto de todos los demás. Es un canto que inspira
sólo devoción y sólo enseña experiencia. No es un simple sonido de la
boca, sino júbilo del corazón; no es un retintín de los labios, sino una
pulsación de la alegría; es un acorde de voluntades y no sólo de voces.
No es allá fuera donde se oye, no es en la calle donde suena; tan sólo
lo oye aquella que lo canta; tan sólo aquel a quien se canta: la esposa
y el esposo. Es un canto de bodas y celebra el abrazo puro, encantador,
de corazones, el acorde de un arte de sentir y de vivir, su unísona y
recíproca tensión de amor. Es el canto apropiado para el que, bajo la
guarda y cuidado de Dios, ha llegado a la mayoría de edad, ha madurado
hasta la edad del matrimonio y está preparado para la unión nupcial con
el esposo celeste".
El Cantar de Salomón, el Pacífico, comienza con un signo de paz, con un
beso. Es el beso casto de los fieles, que han sido purificados por Cristo
del tumulto de las pasiones. Como canto nupcial, que celebra las dulzuras
inefables del amor de Cristo y
El Espíritu Santo, beso mutuo del Padre y el Hijo, es quien inspira el
Cantar y quien lo hace cantar a la esposa del Padre y del Hijo, a Israel y a
[2]
Las citas bíclicas corresponden al texto ampliado del Targum.
[3]
Así recorre Orígenes los seis cánticos, que para él, preceden al
Cantar de los Cantares, que es el séptimo
y perfecto Cantar.