Quinta semana: Consagración a la Santísima Trinidad
Día 29: Consagración de preocupaciones personales adicionales
33 Pasos con María a Jesús para preparar la entrega de nuestra vida a Cristo por manos de Nuestra Señora del Sagrado Corazón de Jesús
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén
Oración: "Espíritu Santo, amor del Padre y del Hijo, se tú mi inspiración en todo lo que debo pensar, hablar, realizar y en todo como debo hablar, lo que debo escribir y donde debo guardar silencio, para hacer visible tu gloria y contribuir a la salvación de los hombres y de mi propia santidad. Amen (Cardenal Verdier)
Lectura bíblica: "De ahí que también por nuestra parte no cesemos de dar gracias a Dios porque, al recibir la Palabra de Dios que os predicamos, la acogisteis, no como palabra de hombre, sino cual es en verdad, como Palabra de Dios, que permanece operante en vosotros, los creyentes" (1 Ts 2, 13).
Pensamiento de un Santo: "Dios mío, eterna Trinidad, ¿qué regalo más grande podrías dar sino a ti mismo? Bien sobre todos los bienes, hermosura sobre todas las hermosuras. Abismo del amor" (beata Isabel de la santísima Trinidad)
Meditación: Si realmente nos hemos encontrado con Cristo y hemos decidido cambiar nuestra vida, entonces concentremos todo nuestro anhelo con una decisión radical y libre, la de renunciar a todo aquello que no sirve para la gloria de Dios. Esta etapa decisiva y fundamental de nuestra conversión provoca en el cielo una gran alegría (cfr. Lc 15, 7). Sin embargo, eso no es suficiente para lograr lo que llama San Basilio "la semejanza con Dios". Para ello es necesario que también las demás dimensiones de nuestra vida entren en conversión: el carácter, el estilo de vida, hasta nuestro subconsciente… esta es la evangelización que entra en lo más profundo de nuestro ser.
Para ello la virgen María es un modelo porque ella fue "el molde de Dios" en el cual Jesús "el hombre Dios" fue moldeado. Esto lo enseña San Agustín. Por eso de su parte ella puede ayudar a formar al hombre para que sea cada vez más imagen de Dios. Por eso no dudemos de consagrarle todo lo que requiere todavía en nosotros una transformación para que algún día podamos decir junto con San Pablo: "No vivo yo si no es Cristo quien vive en mi" (Gal 2, 20).
Este proceso se lleva adelante paso a paso durante toda la vida y a veces puede ser muy doloroso porque uno sufre si no puede ser perfecto al instante. Requerimos mucha paciencia y humildad. Viviremos felices y en una gran paz cuando en la paz reconocemos nuestra debilidad y nuestras imperfecciones. Cuando lo hemos consagrado todo, entonces el poder de Dios se desplegará en medio de nuestra debilidad (cfr. 2 Cor 12, 9).
Pensamientos del Papa Juan Pablo II: "He ahí tu madre". Jesús dice esto a cada uno de ustedes, mis queridos amigos. También a ustedes les suplica de "llevar a su casa" a María como madre, ya que al acogerla en "lo que es de ustedes", ella desempeña su servicio materno educándolos, formándolos hasta llegar a la plena estatura de Cristo" (Mensaje para la Jornada Mundial de la Juventud 2003). La virgen María logre que ustedes generosamente respondan al llamado del Señor y alegremente y fielmente se aferren a su misión cristiana.
¡Cuántos jóvenes han escuchado en el transcurso de los siglos esta invitación y cuantos también lo hacen en nuestros días! Jóvenes del tercer siglo, ¡no tengan miedo de entregar su vida como respuesta perfecta a Cristo! Sólo él puede cambiar la vida y la historia del mundo (Juan Pablo II, XVIII. Jornada Mundial de la Juventud 2003).
Profundizando: Puedes escribir a la Madre de Dios una carta en la cual enumeras todo lo que todavía le quieres consagrar mencionando especialmente aquellas cosas que te preocupan en primer lugar. Coloca esta carta en un lugar especial (por ejemplo, debajo una estatua de la Madre de Dios o detrás de una imagen o icono). Siempre de nuevo puedes volver a ello, repetir tu consagración y meditar sobre el efecto que la consagración ya ha realizado en tu vida.
Misterio del Santo Rosario en las intenciones de la Madre de Dios
Oración consagratoria: Tú lo sabes, Virgen María, que en mi persona hay espacios a los cuales no admito a nadie; hoy día quisiera que tú lleves allí la luz de Dios. Quiero entrar en tu escuela. Quiero consagrarte todo lo que es para mí como un tesoro escondido, todas las dimensiones dentro de mí que se encuentran en la sombra, todo lo que no puedo ver, todo lo que sí quisiera también esconder delante de los demás. Quisiera ser santo/a y por eso quiero aceptar lo que Jesús en la cruz me ha ofrecido: te acepto como mi madre y que abro todo lo mío para que tú me guíes, para que tú me conduzcas, para que tú me formes en todas las cosas.
Nuestra Señora del Sagrado Corazón, ruega por nosotros.
QUINTA SEMANA - CONSAGRACIÓN A LA SANTÍSIMA TRINIDAD
Día 29: Consagración de preocupaciones personales adicionales
Día 30: Consagración al Espíritu Santo