El Evangelio de San Marcos
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Capítulo 1
PRINCIPIO del
evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios.
Como está
escrito en Isaías el profeta: He aquí yo envío á mi mensajero delante de tu faz,
Que apareje tu camino delante de ti.
Voz del que
clama en el desierto: Aparejad el camino del Señor; Enderezad sus veredas.
Bautizaba
Juan en el desierto, y predicaba el bautismo del arrepentimiento para remisión
de pecados.
Y salía á Él
toda la provincia de Judea, y los de Jerusalem; y eran todos, bautizados por Él
en el río de Jordán, confesando sus pecados.
Y Juan andaba
vestido de pelos de camello, y con un cinto de cuero alrededor de sus lomos; y
comía langostas y miel silvestre.
Y predicaba,
diciendo: Viene tras mí el que es más poderoso que yo, al cual no soy digno de
desatar encorvado la correa de sus zapatos.
Yo á la
verdad os he bautizado con agua; mas Él os bautizará con Espíritu Santo.
Y aconteció
en aquellos días, que Jesús vino de Nazaret de Galilea, y fué bautizado por
Juan en el Jordán.
Y luego,
subiendo del agua, vió abrirse los cielos, y al Espíritu como paloma, que
descendía sobre Él.
Y hubo una
voz de los cielos que decía: Tú eres mi Hijo amado; en ti tomo contentamiento.
Y luego el
Espíritu le impele al desierto.
Y estuvo allí
en el desierto cuarenta días, y era tentado de Satanás; y estaba con las
fieras; y los ángeles le servían.
Mas después
que Juan fué encarcelado, Jesús vino á Galilea predicando el evangelio del
reino de Dios,
Y diciendo:
El tiempo es cumplido, y el reino de Dios está cerca: arrepentíos, y creed al
evangelio.
Y pasando
junto á la mar de Galilea, vió á Simón, y á Andrés su hermano, que echaban la
red en la mar; porque eran pescadores.
Y les dijo Jesús:
Venid en pos de mí, y haré que seáis pescadores de hombres.
Y luego,
dejadas sus redes, le siguieron.
Y pasando de
allí un poco más adelante, vió á Jacobo, hijo de Zebedeo, y á Juan su hermano,
también ellos en el navío, que aderezaban las redes.
Y luego los
llamó: y dejando á su padre Zebedeo en el barco con los jornaleros, fueron en
pos de Él.
Y entraron en
Capernaum; y luego los sábados, entrando en la sinagoga, enseñaba.
Y se
admiraban de su doctrina; porque les enseñaba como quien tiene potestad, y no
como los escribas.
Y había en la
sinagoga de ellos un hombre con espíritu inmundo, el cual dió voces,
Diciendo:
¡Ah! ¿qué tienes con nosotros, Jesús Nazareno?
¿Has venido á destruirnos?
Sé quién eres, el Santo de Dios.
Y Jesús le
riñó, diciendo: Enmudece, y sal de Él.
Y el espíritu
inmundo, haciéndole pedazos, y clamando á gran voz, salió de Él.
Y todos se
maravillaron, de tal manera que inquirían entre sí, diciendo: ¿Qué es esto?
¿Qué nueva doctrina es ésta, que con potestad aun á los espíritus inmundos
manda, y le obedecen?
Y vino luego
su fama por toda la provincia alrededor de Galilea.
Y luego saliendo
de la sinagoga, vinieron á casa de Simón y de Andrés, con Jacobo y Juan.
Y la suegra
de Simón estaba acostada con calentura; y le hablaron luego de ella.
Entonces
llegando Él, la tomó de su mano y la levantó; y luego la dejó la calentura, y
les servía.
Y cuando fué
la tarde, luego que el sol se puso, traían á Él todos los que tenían mal, y
endemoniados;
Y toda la
ciudad se juntó á la puerta.
Y sanó á
muchos que estaban enfermos de diversas enfermedades, y echó fuera muchos
demonios; y no dejaba decir á los demonios que le conocían.
Y
levantándose muy de mañana, aun muy de noche, salió y se fué á un lugar
desierto, y allí oraba.
Y le siguió
Simón, y los que estaban con Él;
Y hallándole,
le dicen: Todos te buscan.
Y les dice:
Vamos á los lugares vecinos, para que predique también allí; porque para esto
he venido.
Y predicaba
en las sinagogas de ellos en toda Galilea, y echaba fuera los demonios.
Y un leproso
vino á Él, rogándole; é hincada la rodilla, le dice: Si quieres, puedes
limpiarme.
Y Jesús,
teniendo misericordia de Él, extendió su mano, y le tocó, y le dice: Quiero, sé
limpio.
Y así que
hubo Él hablado, la lepra se fué luego de aquél, y fué limpio.
Entonces le
apercibió, y despidióle luego,
Y le dice:
Mira, no digas á nadie nada; sino ve, muéstrate al sacerdote, y ofrece por tu
limpieza lo que Moisés mandó, para testimonio á ellos.
Mas Él
salido, comenzó á publicarlo mucho, y á divulgar el hecho, de manera que ya
Jesús no podía entrar manifiestamente en la ciudad, sino que estaba fuera en
los lugares desiertos; y venían á Él de todas partes.
Mar 1:1 Comienzo del Evangelio de Jesucristo,
Hijo de Dios.
Mar 1:2 Conforme está escrito en Isaías el profeta: Mira, envío mi mensajero
delante de ti, el que ha de preparar tu camino.
Mar 1:3 Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor,
enderezad sus sendas,
Mar 1:4 apareció Juan bautizando en el desierto, proclamando un bautismo de
conversión para perdón de los pecados.
Mar 1:5 Acudía a él gente de toda la región de Judea y todos los de Jerusalén, y
eran bautizados por él en el río Jordán, confesando sus pecados.
Mar 1:6 Juan llevaba un vestido de pie de camello; y se alimentaba de langostas
y miel silvestre.
Mar 1:7 Y proclamaba: «Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo; y no soy
digno de desatarle, inclinándome, la correa de sus sandalias.
Mar 1:8 Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo.»
Mar 1:9 Y sucedió que por aquellos días vino Jesús desde Nazaret de Galilea, y
fue bautizado por Juan en el Jordán.
Mar 1:10 En cuanto salió del agua vio que los cielos se rasgaban y que el
Espíritu, en forma de paloma, bajaba a él.
Mar 1:11 Y se oyó una voz que venía de los cielos: «Tú eres mi Hijo amado, en ti
me complazco.»
Mar 1:12 A continuación, el Espíritu le empuja al desierto,
Mar 1:13 y permaneció en el desierto cuarenta días, siendo tentado por Satanás.
Estaba entre los animales del campo y los ángeles le servían.
Mar 1:14 Después que Juan fue entregado, marchó Jesús a Galilea; y proclamaba la
Buena Nueva de Dios:
Mar 1:15 «El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y
creed en la Buena Nueva.»
Mar 1:16 Bordeando el mar de Galilea, vio a Simón y Andrés, el hermano de Simón,
largando las redes en el mar, pues eran pescadores.
Mar 1:17 Jesús les dijo: «Venid conmigo, y os haré llegar a ser pescadores de
hombres.»
Mar 1:18 Al instante, dejando las redes, le siguieron.
Mar 1:19 Caminando un poco más adelante, vio a Santiago, el de Zebedeo, y a su
hermano Juan; estaban también en la barca arreglando las redes;
Mar 1:20 y al instante los llamó. Y ellos, dejando a su padre Zebedeo en la
barca con los jornaleros, se fueron tras él.
Mar 1:21 Llegan a Cafarnaúm. Al llegar el sábado entró en la sinagoga y se puso
a enseñar.
Mar 1:22 Y quedaban asombrados de su doctrina, porque les enseñaba como quien
tiene autoridad, y no como los escribas.
Mar 1:23 Había precisamente en su sinagoga un hombre poseído por un espíritu
inmundo, que se puso a gritar:
Mar 1:24 «¿Qué tenemos nosotros contigo, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a
destruirnos? Sé quién eres tú: el Santo de Dios.»
Mar 1:25 Jesús, entonces, le conminó diciendo: «Cállate y sal de él.»
Mar 1:26 Y agitándole violentamente el espíritu inmundo, dio un fuerte grito y
salió de él.
Mar 1:27 Todos quedaron pasmados de tal manera que se preguntaban unos a otros:
«¿Qué es esto? ¡Una doctrina nueva, expuesta con autoridad! Manda hasta a los
espíritus inmundos y le obedecen.»
Mar 1:28 Bien pronto su fama se extendió por todas partes, en toda la región de
Galilea.
Mar 1:29 Cuando salió de la sinagoga se fue con Santiago y Juan a casa de Simón
y Andrés.
Mar 1:30 La suegra de Simón estaba en cama con fiebre; y le hablan de ella.
Mar 1:31 Se acercó y, tomándola de la mano, la levantó. La fiebre la dejó y ella
se puso a servirles.
Mar 1:32 Al atardecer, a la puesta del sol, le trajeron todos los enfermos y
endemoniados;
Mar 1:33 la ciudad entera estaba agolpada a la puerta.
Mar 1:34 Jesús curó a muchos que se encontraban mal de diversas enfermedades y
expulsó muchos demonios. Y no dejaba hablar a los demonios, pues le conocían.
Mar 1:35 De madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, se levantó, salió y fue
a un lugar solitario y allí se puso a hacer oración.
Mar 1:36 Simón y sus compañeros fueron en su busca;
Mar 1:37 al encontrarle, le dicen: «Todos te buscan.»
Mar 1:38 El les dice: «Vayamos a otra parte, a los pueblos vecinos, para que
también allí predique; pues para eso he salido.»
Mar 1:39 Y recorrió toda Galilea, predicando en sus sinagogas y expulsando los
demonios.
Mar 1:40 Se le acerca un leproso suplicándole y, puesto de rodillas, le dice:
«Si quieres, puedes limpiarme.»
Mar 1:41 Compadecido de él, extendió su mano, le tocó y le dijo: «Quiero; queda
limpio.»
Mar 1:42 Y al instante, le desapareció la lepra y quedó limpio.
Mar 1:43 Le despidió al instante prohibiéndole severamente:
Mar 1:44 «Mira, no digas nada a nadie, sino vete, muéstrate al sacerdote y haz
por tu purificación la ofrenda que prescribió Moisés para que les sirva de
testimonio.»
Mar 1:45 Pero él, así que se fue, se puso a pregonar con entusiasmo y a divulgar
la noticia, de modo que ya no podía Jesús presentarse en público en ninguna
ciudad, sino que se quedaba a las afueras, en lugares solitarios. Y acudían a él
de todas partes.
Capítulo 2
Y ENTRÓ otra
vez en Capernaum después de algunos días, y se oyó que estaba en casa.
Y luego se
juntaron á Él muchos, que ya no cabían ni aun á la puerta; y les predicaba la
palabra.
Entonces
vinieron á Él unos trayendo un paralítico, que era traído por cuatro.
Y como no
podían llegar á Él á causa del gentío, descubrieron el techo de donde estaba, y
haciendo abertura, bajaron el lecho en que yacía el paralítico.
Y viendo
Jesús la fe de ellos, dice al paralítico: Hijo, tus pecados te son perdonados.
Y estaban
allí sentados algunos de los escribas, los cuales pensando en sus corazones,
Decían: ¿Por qué
habla éste así? Blasfemias dice. ¿Quién puede perdonar pecados, sino solo Dios?
Y conociendo
luego Jesús en su espíritu que pensaban así dentro de sí mismos, les dijo: ¿Por
qué pensáis estas cosas en vuestros corazones?
¿Qué es más
fácil, decir al paralítico: Tus pecados te son perdonados, ó decirle:
Levántate, y toma tu lecho y anda?
Pues para que
sepáis que el Hijo del hombre tiene potestad en la tierra de perdonar los
pecados, (dice al paralítico):
A ti te digo:
Levántate, y toma tu lecho, y vete á tu casa.
Entonces Él
se levantó luego, y tomando su lecho, se salió delante de todos, de manera que
todos se asombraron, y glorificaron á Dios, diciendo: Nunca tal hemos visto.
Y volvió á
salir á la mar, y toda la gente venía á Él, y los enseñaba.
Y pasando,
vió á Leví, hijo de Alfeo, sentado al banco de los públicos tributos, y le
dice: Sígueme. Y levantándose le siguió.
Y aconteció
que estando Jesús á la mesa en casa de Él, muchos publicanos y pecadores
estaban también á la mesa juntamente con Jesús y con sus discípulos: porque
había muchos, y le habían seguido.
Y los
escribas y los Fariseos, viéndole comer con los publicanos y con los pecadores,
dijeron á sus discípulos: ¿Qué es esto, que Él come y bebe con los publicanos y
con los pecadores?
Y oyéndolo
Jesús, les dice: Los sanos no tienen necesidad de médico, mas los que tienen
mal. No he venido á llamar á los justos, sino á los pecadores.
Y los discípulos
de Juan, y de los Fariseos ayunaban; y vienen, y le dicen: ¿Por qué los
discípulos de Juan y los de los Fariseos ayunan, y tus discípulos no ayunan?
Y Jesús les dice:
¿Pueden ayunar los que están de bodas, cuando el esposo está con ellos? Entre
tanto que tienen consigo al esposo no pueden ayunar.
Mas vendrán
días, cuando el esposo les será quitado, y entonces en aquellos días ayunarán.
Nadie echa
remiendo de paño recio en vestido viejo; de otra manera el mismo remiendo nuevo
tira del viejo, y la rotura se hace peor.
Ni nadie echa
vino nuevo en odres viejos; de otra manera, el vino nuevo rompe los odres, y se
derrama el vino, y los odres se pierden; mas el vino nuevo en odres nuevos se
ha de echar.
Y aconteció
que pasando Él por los sembrados en sábado, sus discípulos andando comenzaron á
arrancar espigas.
Entonces los
Fariseos le dijeron: He aquí, ¿por qué hacen en sábado lo que no es lícito?
Y Él les
dijo: ¿Nunca leísteis qué hizo David cuando tuvo necesidad, y tuvo hambre, Él y
los que con Él estaban:
Cómo entró en
la casa de Dios, siendo Abiathar sumo pontífice, y comió los panes de la
proposición, de los cuales no es lícito comer sino á los sacerdotes, y aun dió
á los que con Él estaban?
También les
dijo: El sábado por causa del hombre es hecho; no el hombre por causa del
sábado.
Así que el
Hijo del hombre es Señor aun del sábado.
Mar 2:1 Entró de nuevo en Cafarnaúm; al poco tiempo
había corrido la voz de que estaba en casa.
Mar 2:2 Se agolparon tantos que ni siquiera ante la puerta había ya sitio, y él
les anunciaba la Palabra.
Mar 2:3 Y le vienen a traer a un paralítico llevado entre cuatro.
Mar 2:4 Al no poder presentárselo a causa de la multitud, abrieron el techo
encima de donde él estaba y, a través de la abertura que hicieron, descolgaron
la camilla donde yacía el paralítico.
Mar 2:5 Viendo Jesús la fe de ellos, dice al paralítico: «Hijo, tus pecados te
son perdonados.»
Mar 2:6 Estaban allí sentados algunos escribas que pensaban en sus corazones:
Mar 2:7 «¿Por qué éste habla así? Está blasfemando. ¿Quién puede perdonar
pecados, sino Dios sólo?»
Mar 2:8 Pero, al instante, conociendo Jesús en su espíritu lo que ellos pensaban
en su interior, les dice: «¿Por qué pensáis así en vuestros corazones?
Mar 2:9 ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: "Tus pecados te son perdonados",
o decir: "Levántate, toma tu camilla y anda?"
Mar 2:10 Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder de
perdonar pecados - dice al paralítico -:
Mar 2:11 "A ti te digo, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa."»
Mar 2:12 Se levantó y, al instante, tomando la camilla, salió a la vista de
todos, de modo que quedaban todos asombrados y glorificaban a Dios, diciendo:
«Jamás vimos cosa parecida.»
Mar 2:13 Salió de nuevo por la orilla del mar, toda la gente acudía a él, y él
les enseñaba.
Mar 2:14 Al pasar, vio a Leví, el de Alfeo, sentado en el despacho de impuestos,
y le dice: «Sígueme.» El se levantó y le siguió.
Mar 2:15 Y sucedió que estando él a la mesa en casa de Leví, muchos publicanos y
pecadores estaban a la mesa con Jesús y sus discípulos, pues eran muchos los que
le seguían.
Mar 2:16 Al ver los escribas de los fariseos que comía con los pecadores y
publicanos, decían a los discípulos: «¿Qué? ¿Es que come con los publicanos y
pecadores?»
Mar 2:17 Al oír esto Jesús, les dice: «No necesitan médico los que están
fuertes, sino los que están mal; no he venido a llamar a justos, sino a
pecadores.»
Mar 2:18 Como los discípulos de Juan y los fariseos estaban ayunando, vienen y
le dicen: «¿Por qué mientras los discípulos de Juan y los discípulos de los
fariseos ayunan, tus discípulos no ayunan?»
Mar 2:19 Jesús les dijo: «¿Pueden acaso ayunar los invitados a la boda mientras
el novio está con ellos? Mientras tengan consigo al novio no pueden ayunar.
Mar 2:20 Días vendrán en que les será arrebatado el novio; entonces ayunarán, en
aquel día.
Mar 2:21 Nadie cose un remiendo de paño sin tundir en un vestido viejo, pues de
otro modo, lo añadido tira de él, el paño nuevo del viejo, y se produce un
desgarrón peor.
Mar 2:22 Nadie echa tampoco vino nuevo en pellejos viejos; de otro modo, el vino
reventaría los pellejos y se echaría a perder tanto el vino como los pellejos:
sino que el vino nuevo, en pellejos nuevos.
Mar 2:23 Y sucedió que un sábado, cruzaba Jesús por los sembrados, y sus
discípulos empezaron a abrir camino arrancando espigas.
Mar 2:24 Decíanle los fariseos: «Mira ¿por qué hacen en sábado lo que no es
lícito?»
Mar 2:25 El les dice: «¿Nunca habéis leído lo que hizo David cuando tuvo
necesidad, y él y los que le acompañaban sintieron hambre,
Mar 2:26 cómo entró en la Casa de Dios, en tiempos del Sumo Sacerdote Abiatar, y
comió los panes de la presencia, que sólo a los sacerdotes es lícito comer, y
dio también a los que estaban con él?»
Mar 2:27 Y les dijo: «El sábado ha sido instituido para el hombre y no el hombre
para el sábado.
Mar 2:28 De suerte que el Hijo del hombre también es señor del sábado.»
Capítulo 3
Y OTRA vez
entró en la sinagoga; y había allí un hombre que tenía una mano seca.
Y le
acechaban si en sábado le sanaría, para acusarle.
Entonces dijo
al hombre que tenía la mano seca: Levántate en medio.
Y les dice:
¿Es lícito hacer bien en sábado, ó hacer mal? ¿salvar la vida, ó quitarla? Mas
ellos callaban.
Y mirándolos
alrededor con enojo, condoleciéndose de la ceguedad de su corazón, dice al
hombre: Extiende tu mano. Y la extendió, y su mano fué restituída sana.
Entonces
saliendo los Fariseos, tomaron consejo con los Herodianos contra Él, para
matarle.
Mas Jesús se
apartó á la mar con sus discípulos: y le siguió gran multitud de Galilea, y de
Judea.
Y de
Jerusalem, y de Idumea, y de la otra parte del Jordán. Y los de alrededor de
Tiro y de Sidón, grande multitud, oyendo cuán grandes cosas hacía, vinieron á
Él.
Y dijo á sus
discípulos que le estuviese siempre apercibida la barquilla, por causa del
gentío, para que no le oprimiesen.
Porque había
sanado á muchos; de manera que caían sobre Él cuantos tenían plagas, por
tocarle.
Y los
espíritus inmundos, al verle, se postraban delante de Él, y daban voces,
diciendo: Tú eres el Hijo de Dios.
Mas Él les
reñía mucho que no le manifestasen.
Y subió al
monte, y llamó á sí á los que Él quiso; y vinieron á Él.
Y estableció
doce, para que estuviesen con Él, y para enviarlos á predicar.
Y que tuviesen
potestad de sanar enfermedades, y de echar fuera demonios:
A Simón, al
cual puso por nombre Pedro;
Y á Jacobo,
hijo de Zebedeo, y á Juan hermano de Jacobo; y les apellidó Boanerges, que es,
Hijos del trueno;
Y á Andrés, y
á Felipe, y á Bartolomé, y á Mateo, y á Tomas, y á Jacobo hijo de Alfeo, y á
Tadeo, y á Simón el Cananita,
Y á Judas
Iscariote, el que le entregó. Y vinieron á casa.
Y agolpóse de
nuevo la gente, de modo que ellos ni aun podían comer pan.
Y como lo
oyeron los suyos, vinieron para prenderle: porque decían: Está fuera de sí.
Y los
escribas que habían venido de Jerusalem, decían que tenía á Beelzebub, y que
por el príncipe de los demonios echaba fuera los demonios.
Y habiéndolos
llamado, les decía en parábolas: ¿Cómo puede Satanás echar fuera á Satanás?
Y si algún
reino contra sí mismo fuere dividido, no puede permanecer el tal reino.
Y si alguna casa
fuere dividida contra sí misma, no puede permanecer la tal casa.
Y si Satanás
se levantare contra sí mismo, y fuere dividido, no puede permanecer; antes
tiene fin.
Nadie puede
saquear las alhajas del valiente entrando en su casa, si antes no atare al
valiente y entonces saqueará su casa.
De cierto os
digo que todos los pecados serán perdonados á los hijos de los hombres, y las
blasfemias cualesquiera con que blasfemaren;
Mas
cualquiera que blasfemare contra el Espíritu Santo, no tiene jamás perdón, mas
está expuesto á eterno juicio.
Porque
decían: Tiene espíritu inmundo.
Vienen
después sus hermanos y su madre, y estando fuera, enviaron á Él llamándole.
Y la gente
estaba sentada alrededor de Él, y le dijeron: He aquí, tu madre y tus hermanos
te buscan fuera.
Y Él les
respondió, diciendo: ¿Quién es mi madre y mis hermanos?
Y mirando á
los que estaban sentados alrededor de Él, dijo: He aquí mi madre y hermanos.
Porque
cualquiera que hiciere la voluntad de Dios, éste es mi hermano, y mi hermana, y
mi madre.
Mar 3:1 Entró de nuevo en la sinagoga, y había
allí un hombre que tenía la mano paralizada.
Mar 3:2 Estaban al acecho a ver si le curaba en sábado para poder acusarle.
Mar 3:3 Dice al hombre que tenía la mano seca: «Levántate ahí en medio.»
Mar 3:4 Y les dice: «¿Es lícito en sábado hacer el bien en vez del mal, salvar
una vida en vez de destruirla?» Pero ellos callaban.
Mar 3:5 Entonces, mirándoles con ira, apenado por la dureza de su corazón, dice
al hombre: «Extiende la mano.» El la extendió y quedó restablecida su mano.
Mar 3:6 En cuanto salieron los fariseos, se confabularon con los herodianos
contra él para ver cómo eliminarle.
Mar 3:7 Jesús se retiró con sus discípulos hacia el mar, y le siguió una gran
muchedumbre de Galilea. También de Judea,
Mar 3:8 de Jerusalén, de Idumea, del otro lado del Jordán, de los alrededores de
Tiro y Sidón, una gran muchedumbre, al oír lo que hacía, acudió a él.
Mar 3:9 Entonces, a causa de la multitud, dijo a sus discípulos que le
prepararan una pequeña barca, para que no le aplastaran.
Mar 3:10 Pues curó a muchos, de suerte que cuantos padecían dolencias se le
echaban encima para tocarle.
Mar 3:11 Y los espíritus inmundos, al verle, se arrojaban a sus pies y gritaban:
«Tú eres el Hijo de Dios.»
Mar 3:12 Pero él les mandaba enérgicamente que no le descubrieran.
Mar 3:13 Subió al monte y llamó a los que él quiso; y vinieron donde él.
Mar 3:14 Instituyó Doce, para que estuvieran con él, y para enviarlos a predicar
Mar 3:15 con poder de expulsar los demonios.
Mar 3:16 Instituyó a los Doce y puso a Simón el nombre de Pedro;
Mar 3:17 a Santiago el de Zebedeo y a Juan, el hermano de Santiago, a quienes
puso por nombre Boanerges, es decir, hijos del trueno;
Mar 3:18 a Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago el de Alfeo, Tadeo,
Simón el Cananeo
Mar 3:19 y Judas Iscariote, el mismo que le entregó.
Mar 3:20 Vuelve a casa. Se aglomera otra vez la muchedumbre de modo que no
podían comer.
Mar 3:21 Se enteraron sus parientes y fueron a hacerse cargo de él, pues decían:
«Está fuera de sí.»
Mar 3:22 Los escribas que habían bajado de Jerusalén decían: «Está poseído por
Beelzebul» y «por el príncipe de los demonios expulsa los demonios.»
Mar 3:23 El, llamándoles junto a sí, les decía en parábolas: «¿Cómo puede
Satanás expulsar a Satanás?
Mar 3:24 Si un reino está dividido contra sí mismo, ese reino no puede
subsistir.
Mar 3:25 Si una casa está dividida contra sí misma, esa casa no podrá subsistir.
Mar 3:26 Y si Satanás se ha alzado contra sí mismo y está dividido, no puede
subsistir, pues ha llegado su fin.
Mar 3:27 Pero nadie puede entrar en la casa del fuerte y saquear su ajuar, si no
ata primero al fuerte; entonces podrá saquear su casa.
Mar 3:28 Yo os aseguro que se perdonará todo a los hijos de los hombres, los
pecados y las blasfemias, por muchas que éstas sean.
Mar 3:29 Pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo, no tendrá perdón nunca,
antes bien, será reo de pecado eterno.»
Mar 3:30 Es que decían: «Está poseído por un espíritu inmundo.»
Mar 3:31 Llegan su madre y sus hermanos, y quedándose fuera, le envían a llamar.
Mar 3:32 Estaba mucha gente sentada a su alrededor. Le dicen: «¡Oye!, tu madre,
tus hermanos y tus hermanas están fuera y te buscan.»
Mar 3:33 El les responde: «¿Quién es mi madre y mis hermanos?»
Mar 3:34 Y mirando en torno a los que estaban sentados en corro, a su alrededor,
dice: «Estos son mi madre y mis hermanos.
Mar 3:35 Quien cumpla la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi
madre.»
Capítulo 4
Y OTRA vez
comenzó á enseñar junto á la mar, y se juntó á Él mucha gente; tanto, que
entrándose Él en un barco, se sentó en la mar: y toda la gente estaba en tierra
junto á la mar.
Y les
enseñaba por parábolas muchas cosas, y les decía en su doctrina:
Oid: He aquí,
el sembrador salió á sembrar.
Y aconteció sembrando,
que una parte cayó junto al camino; y vinieron las aves del cielo, y la
tragaron.
Y otra parte
cayó en pedregales, donde no tenía mucha tierra; y luego salió, porque no tenía
la tierra profunda:
Mas salido el
sol, se quemó; y por cuanto no tenía raíz, se secó.
Y otra parte
cayó en espinas; y subieron las espinas, y la ahogaron, y no dió fruto.
Y otra parte
cayó en buena tierra, y dió fruto, que subió y creció: y llevó uno á treinta, y
otro á sesenta, y otro á ciento.
Entonces les
dijo: El que tiene oídos para oir, oiga.
Y cuando
estuvo solo, le preguntaron los que estaban cerca de Él con los doce, sobre la
parábola.
Y les dijo: A
vosotros es dado saber el misterio del reino de Dios; mas á los que están
fuera, por parábolas todas las cosas;
Para que
viendo, vean y no echen de ver; y oyendo, oigan y no entiendan: porque no se
conviertan, y les sean perdonados los pecados.
Y les dijo:
¿No sabéis esta parábola? ¿Cómo, pues, entenderéis todas las parábolas?
El que
siembra es el que siembra la palabra.
Y éstos son
los de junto al camino: en los que la palabra es sembrada: mas después que la
oyeron, luego viene Satanás, y quita la palabra que fué sembrada en sus
corazones.
Y asimismo éstos
son los que son sembrados en pedregales: los que cuando han oído la palabra,
luego la toman con gozo;
Mas no tienen
raíz en sí, antes son temporales, que en levantándose la tribulación ó la
persecución por causa de la palabra, luego se escandalizan.
Y éstos son
los que son sembrados entre espinas: los que oyen la palabra;
Mas los
cuidados de este siglo, y el engaño de las riquezas, y las codicias que hay en
las otras cosas, entrando, ahogan la palabra, y se hace infructuosa.
Y éstos son
los que fueron sembrados en buena tierra: los que oyen la palabra, y la
reciben, y hacen fruto, uno á treinta, otro á sesenta, y otro á ciento.
También les
dijo: ¿Tráese la antorcha para ser puesta debajo del almud, ó debajo de la
cama? ¿No es para ser puesta en el candelero?
Porque no hay
nada oculto que no haya de ser manifestado, ni secreto que no haya de
descubrirse.
Si alguno
tiene oídos para oir, oiga.
Les dijo
también: Mirad lo que oís: con la medida que medís, os medirán otros, y será
añadido á vosotros los que oís.
Porque al que
tiene, le será dado; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado.
Decía más:
Así es el reino de Dios, como si un hombre echa simiente en la tierra;
Y duerme, y
se levanta de noche y de día, y la simiente brota y crece como Él no sabe.
Porque de
suyo fructifica la tierra, primero hierba, luego espiga, después grano lleno en
la espiga;
Y cuando el
fruto fuere producido, luego se mete la hoz, porque la siega es llegada.
Y decía: ¿A
qué haremos semejante el reino de Dios? ¿ó con qué parábola le compararemos?
Es como el
grano de mostaza, que, cuando se siembra en tierra, es la más pequeña de todas
las simientes que hay en la tierra;
Mas después
de sembrado, sube, y se hace la mayor de todas las legumbres, y echa grandes
ramas, de tal manera que las aves del cielo puedan morar bajo su sombra.
Y con muchas
tales parábolas les hablaba la palabra, conforme á lo que podían oir.
Y sin
parábola no les hablaba; mas á sus discípulos en particular declaraba todo.
Y les dijo
aquel día cuando fué tarde: Pasemos de la otra parte.
Y despachando
la multitud, le tomaron como estaba, en el barco; y había también con Él otros
barquitos.
Y se levantó
una grande tempestad de viento, y echaba las olas en el barco, de tal manera
que ya se henchía.
Y Él estaba en
la popa, durmiendo sobre un cabezal, y le despertaron, y le dicen: ¿Maestro, no
tienes cuidado que perecemos?
Y
levantándose, increpó al viento, y dijo á la mar: Calla, enmudece. Y cesó el
viento, y fué hecha grande bonanza.
Y á ellos
dijo: ¿Por qué estáis así amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe?
Y temieron
con gran temor, y decían el uno al otro. ¿Quién es éste, que aun el viento y la
mar le obedecen?
Mar 4:1 Y otra vez se puso a enseñar a orillas
del mar. Y se reunió tanta gente junto a él que hubo de subir a una barca y, ya
en el mar, se sentó; toda la gente estaba en tierra a la orilla del mar.
Mar 4:2 Les enseñaba muchas cosas por medio de parábolas. Les decía en su
instrucción:
Mar 4:3 «Escuchad. Una vez salió un sembrador a sembrar.
Mar 4:4 Y sucedió que, al sembrar, una parte cayó a lo largo del camino;
vinieron las aves y se la comieron.
Mar 4:5 Otra parte cayó en terreno pedregoso, donde no tenía mucha tierra, y
brotó en seguida por no tener hondura de tierra;
Mar 4:6 pero cuando salió el sol se agostó y, por no tener raíz, se secó.
Mar 4:7 Otra parte cayó entre abrojos; crecieron los abrojos y la ahogaron, y no
dio fruto.
Mar 4:8 Otras partes cayeron en tierra buena y, creciendo y desarrollándose,
dieron fruto; unas produjeron treinta, otras sesenta, otras ciento.»
Mar 4:9 Y decía: «Quien tenga oídos para oír, que oiga.»
Mar 4:10 Cuando quedó a solas, los que le seguían a una con los Doce le
preguntaban sobre las parábolas.
Mar 4:11 El les dijo: «A vosotros se os ha dado el misterio del Reino de Dios,
pero a los que están fuera todo se les presenta en parábolas,
Mar 4:12 para que por mucho que miren no vean, por mucho que oigan no entiendan,
no sea que se conviertan y se les perdone.»
Mar 4:13 Y les dice: «¿No entendéis esta parábola? ¿Cómo, entonces,
comprenderéis todas las parábolas?
Mar 4:14 El sembrador siembra la Palabra.
Mar 4:15 Los que están a lo largo del camino donde se siembra la Palabra son
aquellos que, en cuanto la oyen, viene Satanás y se lleva la Palabra sembrada en
ellos.
Mar 4:16 De igual modo, los sembrados en terreno pedregoso son los que, al oír
la Palabra, al punto la reciben con alegría,
Mar 4:17 pero no tienen raíz en sí mismos, sino que son inconstantes; y en
cuanto se presenta una tribulación o persecución por causa de la Palabra,
sucumben en seguida.
Mar 4:18 Y otros son los sembrados entre los abrojos; son los que han oído la
Palabra,
Mar 4:19 pero las preocupaciones del mundo, la seducción de las riquezas y las
demás concupiscencias les invaden y ahogan la Palabra, y queda sin fruto.
Mar 4:20 Y los sembrados en tierra buena son aquellos que oyen la Palabra, la
acogen y dan fruto, unos treinta, otros sesenta, otros ciento.»
Mar 4:21 Les decía también: «¿Acaso se trae la lámpara para ponerla debajo del
celemín o debajo del lecho? ¿No es para ponerla sobre el candelero?
Mar 4:22 Pues nada hay oculto si no es para que sea manifestado; nada ha
sucedido en secreto, sino para que venga a ser descubierto.
Mar 4:23 Quien tenga oídos para oír, que oiga.»
Mar 4:24 Les decía también: «Atended a lo que escucháis. Con la medida con que
midáis, se os medirá y aun con creces.
Mar 4:25 Porque al que tiene se le dará, y al que no tiene, aun lo que tiene se
le quitará.»
Mar 4:26 También decía: «El Reino de Dios es como un hombre que echa el grano en
la tierra;
Mar 4:27 duerma o se levante, de noche o de día, el grano brota y crece, sin que
él sepa cómo.
Mar 4:28 La tierra da el fruto por sí misma; primero hierba, luego espiga,
después trigo abundante en la espiga.
Mar 4:29 Y cuando el fruto lo admite, en seguida se le mete la hoz, porque ha
llegado la siega.»
Mar 4:30 Decía también: «¿Con qué compararemos el Reino de Dios o con qué
parábola lo expondremos?
Mar 4:31 Es como un grano de mostaza que, cuando se siembra en la tierra, es más
pequeña que cualquier semilla que se siembra en la tierra;
Mar 4:32 pero una vez sembrada, crece y se hace mayor que todas las hortalizas y
echa ramas tan grandes que las aves del cielo anidan a su sombra.»
Mar 4:33 Y les anunciaba la Palabra con muchas parábolas como éstas, según
podían entenderle;
Mar 4:34 no les hablaba sin parábolas; pero a sus propios discípulos se lo
explicaba todo en privado.
Mar 4:35 Este día, al atardecer, les dice: «Pasemos a la otra orilla.»
Mar 4:36 Despiden a la gente y le llevan en la barca, como estaba; e iban otras
barcas con él.
Mar 4:37 En esto, se levantó una fuerte borrasca y las olas irrumpían en la
barca, de suerte que ya se anegaba la barca.
Mar 4:38 El estaba en popa, durmiendo sobre un cabezal. Le despiertan y le
dicen: «Maestro, ¿no te importa que perezcamos?»
Mar 4:39 El, habiéndose despertado, increpó al viento y dijo al mar: «¡Calla,
enmudece!» El viento se calmó y sobrevino una gran bonanza.
Mar 4:40 Y les dijo: «¿Por qué estáis con tanto miedo? ¿Cómo no tenéis fe?»
Mar 4:41 Ellos se llenaron de gran temor y se decían unos a otros: «Pues ¿quién
es éste que hasta el viento y el mar le obedecen?»
Capítulo 5
Y VINIERON de
la otra parte de la mar á la provincia de los Gadarenos.
Y salido Él
del barco, luego le salió al encuentro, de los sepulcros, un hombre con un
espíritu inmundo,
Que tenía
domicilio en los sepulcros, y ni aun con cadenas le podía alguien atar;
Porque muchas
veces había sido atado con grillos y cadenas, mas las cadenas habían sido
hechas pedazos por Él, y los grillos desmenuzados; y nadie le podía domar.
Y siempre, de
día y de noche, andaba dando voces en los montes y en los sepulcros, é
hiriéndose con las piedras.
Y como vió á
Jesús de lejos, corrió, y le adoró.
Y clamando á
gran voz, dijo: ¿Qué tienes conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? Te conjuro
por Dios que no me atormentes.
Porque le
decía: Sal de este hombre, espíritu inmundo.
Y le
preguntó: ¿Cómo te llamas? Y respondió diciendo: Legión me llamo; porque somos
muchos.
Y le rogaba
mucho que no le enviase fuera de aquella provincia.
Y estaba allí
cerca del monte una grande manada de puercos paciendo.
Y le rogaron
todos los demonios, diciendo: Envíanos á los puercos para que entremos en
ellos.
Y luego Jesús
se lo permitió. Y saliendo aquellos espíritus inmundos, entraron en los
puercos, y la manada cayó por un despeñadero en la mar; los cuales eran como dos
mil; y en la mar se ahogaron.
Y los que
apacentaban los puercos huyeron, y dieron aviso en la ciudad y en los campos. Y
salieron para ver qué era aquello que había acontecido.
Y vienen á
Jesús, y ven al que había sido atormentado del demonio, y que había tenido la
legión, sentado y vestido, y en su juicio cabal; y tuvieron miedo.
Y les
contaron los que lo habían visto, cómo había acontecido al que había tenido el
demonio, y lo de los puercos.
Y comenzaron
á rogarle que se fuese de los términos de ellos.
Y entrando Él
en el barco, le rogaba el que había sido fatigado del demonio, para estar con
Él.
Mas Jesús no
le permitió, sino le dijo: Vete á tu casa, á los tuyos, y cuéntales cuán
grandes cosas el Señor ha hecho contigo, y cómo ha tenido misericordia de ti.
Y se fué, y
comenzó á publicar en Decápolis cuan grandes cosas Jesús había hecho con Él: y
todos se maravillaban.
Y pasando
otra vez Jesús en un barco á la otra parte, se juntó á Él gran compañía; y estaba
junto á la mar.
Y vino uno de
los príncipes de la sinagoga, llamado Jairo; y luego que le vió, se postró á
sus pies,
Y le rogaba
mucho, diciendo: Mi hija está á la muerte: ven y pondrás las manos sobre ella
para que sea salva, y vivirá.
Y fué con Él,
y le seguía gran compañía, y le apretaban.
Y una mujer
que estaba con flujo de sangre doce años hacía,
Y había
sufrido mucho de muchos médicos, y había gastado todo lo que tenía, y nada
había aprovechado, antes le iba peor,
Como oyó
hablar de Jesús, llegó por detrás entre la compañía, y tocó su vestido.
Porque decía:
Si tocare tan solamente su vestido, seré salva.
Y luego la
fuente de su sangre se secó; y sintió en el cuerpo que estaba sana de aquel
azote.
Y luego
Jesús, conociendo en sí mismo la virtud que había salido de Él, volviéndose á
la compañía, dijo: ¿Quién ha tocado mis vestidos?
Y le dijeron
sus discípulos: Ves que la multitud te aprieta, y dices: ¿Quién me ha tocado?
Y Él miraba
alrededor para ver á la que había hecho esto.
Entonces la
mujer, temiendo y temblando, sabiendo lo que en sí había sido hecho, vino y se
postró delante de Él, y le dijo toda la verdad.
Y Él le dijo:
Hija, tu fe te ha hecho salva: ve en paz, y queda sana de tu azote.
Hablando aún
Él, vinieron de casa del príncipe de la sinagoga, diciendo: Tu hija es muerta;
¿para qué fatigas más al Maestro?
Mas luego
Jesús, oyendo esta razón que se decía, dijo al príncipe de la sinagoga: No
temas, cree solamente.
Y no permitió
que alguno viniese tras Él sino Pedro, y Jacobo, y Juan hermano de Jacobo.
Y vino á casa
del príncipe de la sinagoga, y vió el alboroto, los que lloraban y gemían
mucho.
Y entrando,
les dice: ¿Por qué alborotáis y lloráis? La muchacha no es muerta, mas duerme.
Y hacían
burla de Él: mas Él, echados fuera todos, toma al padre y á la madre de la
muchacha, y á los que estaban con Él, y entra donde la muchacha estaba.
Y tomando la
mano de la muchacha, le dice: Talitha cumi; que es, si lo interpretares:
Muchacha, á ti digo, levántate.
Y luego la
muchacha se levantó, y andaba; porque tenía doce años. Y se espantaron de
grande espanto.
Mas Él les
mandó mucho que nadie lo supiese, y dijo que le diesen de comer.
Mar 5:1 Y llegaron al otro lado del mar, a la
región de los gerasenos.
Mar 5:2 Apenas saltó de la barca, vino a su encuentro, de entre los sepulcros,
un hombre con espíritu inmundo
Mar 5:3 que moraba en los sepulcros y a quien nadie podía ya tenerle atado ni
siquiera con cadenas,
Mar 5:4 pues muchas veces le habían atado con grillos y cadenas, pero él había
roto las cadenas y destrozado los grillos, y nadie podía dominarle.
Mar 5:5 Y siempre, noche y día, andaba entre los sepulcros y por los montes,
dando gritos e hiriéndose con piedras.
Mar 5:6 Al ver de lejos a Jesús, corrió y se postró ante él
Mar 5:7 y gritó con gran voz: «¿Qué tengo yo contigo, Jesús, Hijo de Dios
Altísimo? Te conjuro por Dios que no me atormentes.»
Mar 5:8 Es que él le había dicho: «Espíritu inmundo, sal de este hombre.»
Mar 5:9 Y le preguntó: «¿Cuál es tu nombre?» Le contesta: «Mi nombre es Legión,
porque somos muchos.»
Mar 5:10 Y le suplicaba con insistencia que no los echara fuera de la región.
Mar 5:11 Había allí una gran piara de puercos que pacían al pie del monte;
Mar 5:12 y le suplicaron: «Envíanos a los puercos para que entremos en ellos.»
Mar 5:13 Y se lo permitió. Entonces los espíritus inmundos salieron y entraron
en los puercos, y la piara - unos 2.0000 se arrojó al mar de lo alto del
precipicio y se fueron ahogando en el mar.
Mar 5:14 Los porqueros huyeron y lo contaron por la ciudad y por las aldeas; y
salió la gente a ver qué era lo que había ocurrido.
Mar 5:15 Llegan donde Jesús y ven al endemoniado, al que había tenido la Legión,
sentado, vestido y en su sano juicio, y se llenaron de temor.
Mar 5:16 Los que lo habían visto les contaron lo ocurrido al endemoniado y lo de
los puercos.
Mar 5:17 Entonces comenzaron a rogarle que se alejara de su término.
Mar 5:18 Y al subir a la barca, el que había estado endemoniado le pedía estar
con él.
Mar 5:19 Pero no se lo concedió, sino que le dijo: «Vete a tu casa, donde los
tuyos, y cuéntales lo que el Señor ha hecho contigo y que ha tenido compasión de
ti.»
Mar 5:20 El se fue y empezó a proclamar por la Decápolis todo lo que Jesús había
hecho con él, y todos quedaban maravillados.
Mar 5:21 Jesús pasó de nuevo en la barca a la otra orilla y se aglomeró junto a
él mucha gente; él estaba a la orilla del mar.
Mar 5:22 Llega uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y al verle, cae a
sus pies,
Mar 5:23 y le suplica con insistencia diciendo: «Mi hija está a punto de morir;
ven, impón tus manos sobre ella, para que se salve y viva.»
Mar 5:24 Y se fue con él. Le seguía un gran gentío que le oprimía.
Mar 5:25 Entonces, una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años,
Mar 5:26 y que había sufrido mucho con muchos médicos y había gastado todos sus
bienes sin provecho alguno, antes bien, yendo a peor,
Mar 5:27 habiendo oído lo que se decía de Jesús, se acercó por detrás entre la
gente y tocó su manto.
Mar 5:28 Pues decía: «Si logro tocar aunque sólo sea sus vestidos, me salvaré.»
Mar 5:29 Inmediatamente se le secó la fuente de sangre y sintió en su cuerpo que
quedaba sana del mal.
Mar 5:30 Al instante, Jesús, dándose cuenta de la fuerza que había salido de él,
se volvió entre la gente y decía: «¿Quién me ha tocado los vestidos?»
Mar 5:31 Sus discípulos le contestaron: «Estás viendo que la gente te oprime y
preguntas: "¿Quién me ha tocado?"»
Mar 5:32 Pero él miraba a su alrededor para descubrir a la que lo había hecho.
Mar 5:33 Entonces, la mujer, viendo lo que le había sucedido, se acercó
atemorizada y temblorosa, se postró ante él y le contó toda la verdad.
Mar 5:34 El le dijo: «Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz y queda curada de
tu enfermedad.»
Mar 5:35 Mientras estaba hablando llegan de la casa del jefe de la sinagoga unos
diciendo: «Tu hija ha muerto; ¿a qué molestar ya al Maestro?»
Mar 5:36 Jesús que oyó lo que habían dicho, dice al jefe de la sinagoga: «No
temas; solamente ten fe.»
Mar 5:37 Y no permitió que nadie le acompañara, a no ser Pedro, Santiago y Juan,
el hermano de Santiago.
Mar 5:38 Llegan a la casa del jefe de la sinagoga y observa el alboroto, unos
que lloraban y otros que daban grandes alaridos.
Mar 5:39 Entra y les dice: «¿Por qué alborotáis y lloráis? La niña no ha muerto;
está dormida.»
Mar 5:40 Y se burlaban de él. Pero él después de echar fuera a todos, toma
consigo al padre de la niña, a la madre y a los suyos, y entra donde estaba la
niña.
Mar 5:41 Y tomando la mano de la niña, le dice: «Talitá kum», que quiere decir:
«Muchacha, a ti te digo, levántate.»
Mar 5:42 La muchacha se levantó al instante y se puso a andar, pues tenía doce
años. Quedaron fuera de sí, llenos de estupor.
Mar 5:43 Y les insistió mucho en que nadie lo supiera; y les dijo que le dieran
a ella de comer.
Capítulo 6
Y SALIÓ de
allí, y vino á su tierra, y le siguieron sus discípulos.
Y llegado el
sábado, comenzó á enseñar en la sinagoga; y muchos oyéndole, estaban atónitos,
diciendo: ¿De dónde tiene éste estas cosas? ¿Y qué sabiduría es ésta que le es
dada, y tales maravillas que por sus manos son hechas?
¿No es éste
el carpintero, hijo de María, hermano de Jacobo, y de José, y de Judas, y de
Simón? ¿No están también aquí con nosotros, sus hermanas? Y se escandalizaban
en Él.
Mas Jesús les
decía: No hay profeta deshonrado sino en su tierra, y entre sus parientes, y en
su casa.
Y no pudo
hacer allí alguna maravilla; solamente sanó unos pocos enfermos, poniendo sobre
ellos las manos.
Y estaba
maravillado de la incredulidad de ellos. Y rodeaba las aldeas de alrededor,
enseñando.
Y llamó á los
doce, y comenzó á enviarlos de dos en dos: y les dió potestad sobre los
espíritus inmundos.
Y les mandó
que no llevasen nada para el camino, sino solamente báculo; no alforja, ni pan,
ni dinero en la bolsa;
Mas que
calzasen sandalias, y no vistiesen dos túnicas.
Y les decía:
Donde quiera que entréis en una casa, posad en ella hasta que salgáis de allí.
Y todos
aquellos que no os recibieren ni os oyeren, saliendo de allí, sacudid el polvo
que está debajo de vuestros pies, en testimonio á ellos. De cierto os digo que
más tolerable será el castigo de los de Sodoma y Gomorra el día del juicio, que
el de aquella ciudad.
Y saliendo,
predicaban que los hombres se arrepintiesen.
Y echaban fuera
muchos demonios, y ungían con aceite á muchos enfermos, y sanaban.
Y oyó el rey
Herodes la fama de Jesús, porque su nombre se había hecho notorio; y dijo: Juan
el que bautizaba, ha resucitado de los muertos, y por tanto, virtudes obran en
Él.
Otros decían:
Elías es. Y otros decían: Profeta es, ó alguno de los profetas.
Y oyéndolo
Herodes, dijo: Este es Juan el que yo degollé: Él ha resucitado de los muertos.
Porque el
mismo Herodes había enviado, y prendido á Juan, y le había aprisionado en la
cárcel á causa de Herodías, mujer de Felipe su hermano; pues la había tomado
por mujer.
Porque Juan
decía á Herodes: No te es lícito tener la mujer de tu hermano.
Mas Herodías
le acechaba, y deseaba matarle, y no podía:
Porque
Herodes temía á Juan, sabiendo que era varón justo y santo, y le tenía respeto:
y oyéndole, hacía muchas cosas; y le oía de buena gana.
Y venido un
día oportuno, en que Herodes, en la fiesta de su nacimiento, daba una cena á
sus príncipes y tribunos, y á los principales de Galilea;
Y entrando la
hija de Herodías, y danzando, y agradando á Herodes y á los que estaban con Él
á la mesa, el rey dijo á la muchacha: Pídeme lo que quisieres, que yo te lo
daré.
Y le juró:
Todo lo que me pidieres te daré, hasta la mitad de mi reino.
Y saliendo
ella, dijo á su madre: ¿Qué pediré? Y ella dijo: La cabeza de Juan Bautista.
Entonces ella
entró prestamente al rey, y pidió, diciendo: Quiero que ahora mismo me des en
un plato la cabeza de Juan Bautista.
Y el rey se
entristeció mucho; mas á causa del juramento, y de los que estaban con Él á la
mesa, no quiso desecharla.
Y luego el
rey, enviando uno de la guardia, mandó que fuese traída su cabeza;
El cual fué, y
le degolló en la cárcel, y trajo su cabeza en un plato, y la dió á la muchacha,
y la muchacha la dió á su madre.
Y oyéndolo
sus discípulos, vinieron y tomaron su cuerpo, y le pusieron en un sepulcro.
Y los
apóstoles se juntaron con Jesús, y le contaron todo lo que habían hecho, y lo
que habían enseñado.
Y Él les
dijo: Venid vosotros aparte al lugar desierto, y reposad un poco. Porque eran
muchos los que iban y venían, que ni aun tenían lugar de comer.
Y se fueron
en un barco al lugar desierto aparte.
Y los vieron
ir muchos, y le conocieron; y concurrieron allá muchos á pie de las ciudades, y
llegaron antes que ellos, y se juntaron á Él.
Y saliendo
Jesús vió grande multitud, y tuvo compasión de ellos, porque eran como ovejas
que no tenían pastor; y les comenzó á enseñar muchas cosas.
Y como ya
fuese el día muy entrado, sus discípulos llegaron á Él, diciendo: El lugar es
desierto, y el día ya muy entrado;
Envíalos para
que vayan á los cortijos y aldeas de alrededor, y compren para sí pan; porque
no tienen qué comer.
Y
respondiendo Él, les dijo: Dadles de comer vosotros. Y le dijeron: ¿Que vayamos
y compremos pan por doscientos denarios, y les demos de comer?
Y Él les
dice: ¿Cuántos panes tenéis? Id, y vedlo. Y sabiéndolo, dijeron: Cinco, y dos
peces.
Y les mandó
que hiciesen recostar á todos por partidas sobre la hierba verde.
Y se
recostaron por partidas, de ciento en ciento, y de cincuenta en cincuenta.
Y tomados los
cinco panes y los dos peces, mirando al cielo, bendijo, y partió los panes, y
dió á sus discípulos para que los pusiesen delante: y repartió á todos los dos
peces.
Y comieron
todos, y se hartaron.
Y alzaron de
los pedazos doce cofines llenos, y de los peces.
Y los que
comieron eran cinco mil hombres.
Y luego dió
priesa á sus discípulos á subir en el barco, é ir delante de Él á Bethsaida de
la otra parte, entre tanto que Él despedía la multitud.
Y después que
los hubo despedido, se fué al monte á orar.
Y como fué la
tarde, el barco estaba en medio de la mar, y Él solo en tierra.
Y los vió
fatigados bogando, porque el viento les era contrario: y cerca de la cuarta
vigilia de la noche, vino á ellos andando sobre la mar, y quería precederlos.
Y viéndole
ellos, que andaba sobre la mar, pensaron que era fantasma, y dieron voces;
Porque todos
le veían, y se turbaron. Mas luego habló con ellos, y les dijo: Alentaos; yo soy,
no temáis.
Y subió á
ellos en el barco, y calmó el viento: y ellos en gran manera estaban fuera de
sí, y se maravillaban:
Porque aun no
habían considerado lo de los panes, por cuanto estaban ofuscados sus corazones.
Y cuando
estuvieron de la otra parte, vinieron á tierra de Genezaret, y tomaron puerto.
Y saliendo
ellos del barco, luego le conocieron.
Y recorriendo
toda la tierra de alrededor, comenzaron á traer de todas partes enfermos en
lechos, á donde oían que estaba.
Y donde
quiera que entraba, en aldeas, ó ciudades, ó heredades, ponían en las calles á
los que estaban enfermos, y le rogaban que tocasen siquiera el borde de su
vestido; y todos los que le tocaban quedaban sanos.
Mar 6:1 Salió de allí y vino a su patria, y sus
discípulos le siguen.
Mar 6:2 Cuando llegó el sábado se puso a enseñar en la sinagoga. La multitud, al
oírle, quedaba maravillada, y decía: «¿De dónde le viene esto? y ¿qué sabiduría
es ésta que le ha sido dada? ¿Y esos milagros hechos por sus manos?
Mar 6:3 ¿No es éste el carpintero, el hijo de María y hermano de Santiago,
Joset, Judas y Simón? ¿Y no están sus hermanas aquí entre nosotros?» Y se
escandalizaban a causa de él.
Mar 6:4 Jesús les dijo: «Un profeta sólo en su patria, entre sus parientes y en
su casa carece de prestigio.»
Mar 6:5 Y no podía hacer allí ningún milagro, a excepción de unos pocos enfermos
a quienes curó imponiéndoles las manos.
Mar 6:6 Y se maravilló de su falta de fe. Y recorría los pueblos del contorno
enseñando.
Mar 6:7 Y llama a los Doce y comenzó a enviarlos de dos en dos, dándoles poder
sobre los espíritus inmundos.
Mar 6:8 Les ordenó que nada tomasen para el camino, fuera de un bastón: ni pan,
ni alforja, ni calderilla en la faja;
Mar 6:9 sino: «Calzados con sandalias y no vistáis dos túnicas.»
Mar 6:10 Y les dijo: «Cuando entréis en una casa, quedaos en ella hasta marchar
de allí.
Mar 6:11 Si algún lugar no os recibe y no os escuchan, marchaos de allí
sacudiendo el polvo de la planta de vuestros pies, en testimonio contra ellos.»
Mar 6:12 Y, yéndose de allí, predicaron que se convirtieran;
Mar 6:13 expulsaban a muchos demonios, y ungían con aceite a muchos enfermos y
los curaban.
Mar 6:14 Se enteró el rey Herodes, pues su nombre se había hecho célebre.
Algunos decían: «Juan el Bautista ha resucitado de entre los muertos y por eso
actúan en él fuerzas milagrosas.»
Mar 6:15 Otros decían: «Es Elías»; otros: «Es un profeta como los demás
profetas.»
Mar 6:16 Al enterarse Herodes, dijo: «Aquel Juan, a quien yo decapité, ése ha
resucitado.»
Mar 6:17 Es que Herodes era el que había enviado a prender a Juan y le había
encadenado en la cárcel por causa de Herodías, la mujer de su hermano Filipo,
con quien Herodes se había casado.
Mar 6:18 Porque Juan decía a Herodes: «No te está permitido tener la mujer de tu
hermano.»
Mar 6:19 Herodías le aborrecía y quería matarle, pero no podía,
Mar 6:20 pues Herodes temía a Juan, sabiendo que era hombre justo y santo, y le
protegía; y al oírle, quedaba muy perplejo, y le escuchaba con gusto.
Mar 6:21 Y llegó el día oportuno, cuando Herodes, en su cumpleaños, dio un
banquete a sus magnates, a los tribunos y a los principales de Galilea.
Mar 6:22 Entró la hija de la misma Herodías, danzó, y gustó mucho a Herodes y a
los comensales. El rey, entonces, dijo a la muchacha: «Pídeme lo que quieras y
te lo daré.»
Mar 6:23 Y le juró: «Te daré lo que me pidas, hasta la mitad de mi reino.»
Mar 6:24 Salió la muchacha y preguntó a su madre: «¿Qué voy a pedir?» Y ella le
dijo: «La cabeza de Juan el Bautista.»
Mar 6:25 Entrando al punto apresuradamente adonde estaba el rey, le pidió:
«Quiero que ahora mismo me des, en una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista.»
Mar 6:26 El rey se llenó de tristeza, pero no quiso desairarla a causa del
juramento y de los comensales.
Mar 6:27 Y al instante mandó el rey a uno de su guardia, con orden de traerle la
cabeza de Juan. Se fue y le decapitó en la cárcel
Mar 6:28 y trajo su cabeza en una bandeja, y se la dio a la muchacha, y la
muchacha se la dio a su madre.
Mar 6:29 Al enterarse sus discípulos, vinieron a recoger el cadáver y le dieron
sepultura.
Mar 6:30 Los apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían
hecho y lo que habían enseñado.
Mar 6:31 El, entonces, les dice: «Venid también vosotros aparte, a un lugar
solitario, para descansar un poco.» Pues los que iban y venían eran muchos, y no
les quedaba tiempo ni para comer.
Mar 6:32 Y se fueron en la barca, aparte, a un lugar solitario.
Mar 6:33 Pero les vieron marcharse y muchos cayeron en cuenta; y fueron allá
corriendo, a pie, de todas las ciudades y llegaron antes que ellos.
Mar 6:34 Y al desembarcar, vio mucha gente, sintió compasión de ellos, pues
estaban como ovejas que no tienen pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas.
Mar 6:35 Era ya una hora muy avanzada cuando se le acercaron sus discípulos y le
dijeron: «El lugar está deshabitado y ya es hora avanzada.
Mar 6:36 Despídelos para que vayan a las aldeas y pueblos del contorno a
comprarse de comer.»
Mar 6:37 El les contestó: «Dadles vosotros de comer.» Ellos le dicen: «¿Vamos
nosotros a comprar doscientos denarios de pan para darles de comer?»
Mar 6:38 El les dice: «¿Cuántos panes tenéis? Id a ver.» Después de haberse
cerciorado, le dicen: «Cinco, y dos peces.»
Mar 6:39 Entonces les mandó que se acomodaran todos por grupos sobre la verde
hierba.
Mar 6:40 Y se acomodaron por grupos de cien y de cincuenta.
Mar 6:41 Y tomando los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al
cielo, pronunció la bendición, partió los panes y los iba dando a los discípulos
para que se los fueran sirviendo. También repartió entre todos los dos peces.
Mar 6:42 Comieron todos y se saciaron.
Mar 6:43 Y recogieron las sobras, doce canastos llenos y también lo de los
peces.
Mar 6:44 Los que comieron los panes fueron 5.000 hombres.
Mar 6:45 Inmediatamente obligó a sus discípulos a subir a la barca y a ir por
delante hacia Betsaida, mientras él despedía a la gente.
Mar 6:46 Después de despedirse de ellos, se fue al monte a orar.
Mar 6:47 Al atardecer, estaba la barca en medio del mar y él, solo, en tierra.
Mar 6:48 Viendo que ellos se fatigaban remando, pues el viento les era
contrario, a eso de la cuarta vigilia de la noche viene hacia ellos caminando
sobre el mar y quería pasarles de largo.
Mar 6:49 Pero ellos viéndole caminar sobre el mar, creyeron que era un fantasma
y se pusieron a gritar,
Mar 6:50 pues todos le habían visto y estaban turbados. Pero él, al instante,
les habló, diciéndoles: «¡Animo!, que soy yo, no temáis.»
Mar 6:51 Subió entonces donde ellos a la barca, y amainó el viento, y quedaron
en su interior completamente estupefactos,
Mar 6:52 pues no habían entendido lo de los panes, sino que su mente estaba
embotada.
Mar 6:53 Terminada la travesía, llegaron a tierra en Genesaret y atracaron.
Mar 6:54 Apenas desembarcaron, le reconocieron en seguida,
Mar 6:55 recorrieron toda aquella región y comenzaron a traer a los enfermos en
camillas adonde oían que él estaba.
Mar 6:56 Y dondequiera que entraba, en pueblos, ciudades o aldeas, colocaban a
los enfermos en las plazas y le pedían que tocaran siquiera la orla de su manto;
y cuantos la tocaron quedaban salvados.
Capítulo 7
Y SE juntaron
á Él los Fariseos, y algunos de los escribas, que habían venido de Jerusalem;
Los cuales, viendo
á algunos de sus discípulos comer pan con manos comunes, es á saber, no
lavadas, los condenaban.
(Porque los
Fariseos y todos los Judíos, teniendo la tradición de los ancianos, si muchas
veces no se lavan las manos, no comen.
Y volviendo de
la plaza, si no se lavaren, no comen. Y otras muchas cosas hay, que tomaron
para guardar, como las lavaduras de los vasos de beber, y de los jarros, y de
los vasos de metal, y de los lechos.)
Y le preguntaron
los Fariseos y los escribas: ¿Por qué tus discípulos no andan conforme á la
tradición de los ancianos, sino que comen pan con manos comunes?
Y
respondiendo Él, les dijo: Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, como
está escrito: Este pueblo con los labios me honra, Mas su corazón lejos está de
mí.
Y en vano me
honra, Enseñando como doctrinas mandamientos de hombres.
Porque
dejando el mandamiento de Dios, tenéis la tradición de los hombres; las
lavaduras de los jarros y de los vasos de beber: y hacéis otras muchas cosas
semejantes.
Les decía
también: Bien invalidáis el mandamiento de Dios para guardar vuestra tradición.
Porque Moisés
dijo: Honra á tu padre y á tu madre, y: El que maldijera al padre ó á la madre,
morirá de muerte.
Y vosotros
decís: Basta si dijere un hombre al padre ó á la madre: Es Corbán (quiere
decir, don mío á Dios) todo aquello con que pudiera valerte;
Y no le
dejáis hacer más por su padre ó por su madre,
Invalidando
la palabra de Dios con vuestra tradición que disteis: y muchas cosas hacéis
semejantes á éstas.
Y llamando á
toda la multitud, les dijo: Oidme todos, y entended:
Nada hay
fuera del hombre que entre en Él, que le pueda contaminar: mas lo que sale de
Él, aquello es lo que contamina al hombre.
Si alguno
tiene oídos para oir, oiga.
Y apartado de
la multitud, habiendo entrado en casa, le preguntaron sus discípulos sobra la
parábola.
Y díjoles: ¿También
vosotros estáis así sin entendimiento? ¿No entendéis que todo lo de fuera que
entra en el hombre, no le puede contaminar;
Porque no
entra en su corazón, sino en el vientre, y sale á la secreta? Esto decía,
haciendo limpias todas las viandas.
Mas decía,
que lo que del hombre sale, aquello contamina al hombre.
Porque de
dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los
adulterios, las fornicaciones, los homicidios,
Los hurtos,
las avaricias, las maldades, el engaño, las desvergüenzas, el ojo maligno, las
injurias, la soberbia, la insensatez.
Todas estas
maldades de dentro salen, y contaminan al hombre.
Y
levantándose de allí, se fué á los términos de Tiro y de Sidón; y entrando en
casa, quiso que nadie lo supiese; mas no pudo esconderse.
Porque una
mujer, cuya hija tenía un espíritu inmundo, luego que oyó de Él, vino y se echó
á sus pies.
Y la mujer
era Griega, Sirofenisa de nación; y le rogaba que echase fuera de su hija al
demonio.
Más Jesús le
dijo: Deja primero hartarse los hijos, porque no es bien tomar el pan de los
hijos y echarlo á los perrillos.
Y respondió
ella, y le dijo: Sí, Señor; pero aun los perrillos debajo de la mesa, comen de
las migajas de los hijos.
Entonces le
dice: Por esta palabra, ve; el demonio ha salido de tu hija.
Y como fué á
su casa, halló que el demonio había salido, y á la hija echada sobre la cama.
Y volviendo á
salir de los términos de Tiro, vino por Sidón á la mar de Galilea, por mitad de
los términos de Decápolis.
Y le traen un
sordo y tartamudo, y le ruegan que le ponga la mano encima.
Y tomándole
aparte de la gente, metió sus dedos en las orejas de Él, y escupiendo, tocó su
lengua;
Y mirando al
cielo, gimió, y le dijo: Ephphatha: que es decir: Sé abierto.
Y luego
fueron abiertos sus oídos, y fué desatada la ligadura de su lengua, y hablaba
bien.
Y les mandó
que no lo dijesen á nadie; pero cuanto más les mandaba, tanto más y más lo
divulgaban.
Y en gran
manera se maravillaban, diciendo: Bien lo ha hecho todo: hace á los sordos oir,
y á los mudos hablar.
Mar 7:1 Se reúnen junto a él los fariseos, así
como algunos escribas venidos de Jerusalén.
Mar 7:2 Y al ver que algunos de sus discípulos comían con manos impuras, es
decir no lavadas,
Mar 7:3 - es que los fariseos y todos los judíos no comen sin haberse lavado las
manos hasta el codo, aferrados a la tradición de los antiguos,
Mar 7:4 y al volver de la plaza, si no se bañan, no comen; y hay otras muchas
cosas que observan por tradición, como la purificación de copas, jarros y
bandejas -.
Mar 7:5 Por ello, los fariseos y los escribas le preguntan: «¿Por qué tus
discípulos no viven conforme a la tradición de los antepasados, sino que comen
con manos impuras?»
Mar 7:6 El les dijo: «Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas, según está
escrito: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí.
Mar 7:7 En vano me rinden culto, ya que enseñan doctrinas que son preceptos de
hombres.
Mar 7:8 Dejando el precepto de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres.»
Mar 7:9 Les decía también: «¡Qué bien violáis el mandamiento de Dios, para
conservar vuestra tradición!
Mar 7:10 Porque Moisés dijo: Honra a tu padre y a tu madre y: el que maldiga a
su padre o a su madre, sea castigado con la muerte. Pero vosotros decís:
Mar 7:11 Si uno dice a su padre o a su madre: "Lo que de mí podrías recibir como
ayuda lo declaro Korbán - es decir: ofrenda -",
Mar 7:12 ya no le dejáis hacer nada por su padre y por su madre,
Mar 7:13 anulando así la Palabra de Dios por vuestra tradición que os habéis
transmitido; y hacéis muchas cosas semejantes a éstas.»
Mar 7:14 Llamó otra vez a la gente y les dijo: «Oídme todos y entended.
Mar 7:15 Nada hay fuera del hombre que, entrando en él, pueda contaminarle; sino
lo que sale del hombre, eso es lo que contamina al hombre.
Mar 7:16 Quien tenga oídos para oír, que oiga.»
Mar 7:17 Y cuando, apartándose de la gente, entró en casa, sus discípulos le
preguntaban sobre la parábola.
Mar 7:18 El les dijo: «¿Conque también vosotros estáis sin inteligencia? ¿No
comprendéis que todo lo que de fuera entra en el hombre no puede contaminarle,
Mar 7:19 pues no entra en su corazón, sino en el vientre y va a parar al
excusado?» - así declaraba puros todos los alimentos -.
Mar 7:20 Y decía: «Lo que sale del hombre, eso es lo que contamina al hombre.
Mar 7:21 Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen las intenciones
malas: fornicaciones, robos, asesinatos,
Mar 7:22 adulterios, avaricias, maldades, fraude, libertinaje, envidia, injuria,
insolencia, insensatez.
Mar 7:23 Todas estas perversidades salen de dentro y contaminan al hombre.»
Mar 7:24 Y partiendo de allí, se fue a la región de Tiro, y entrando en una casa
quería que nadie lo supiese, pero no logró pasar inadvertido,
Mar 7:25 sino que, en seguida, habiendo oído hablar de él una mujer, cuya hija
estaba poseída de un espíritu inmundo, vino y se postró a sus pies.
Mar 7:26 Esta mujer era pagana, sirofenicia de nacimiento, y le rogaba que
expulsara de su hija al demonio.
Mar 7:27 El le decía: «Espera que primero se sacien los hijos, pues no está bien
tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos.»
Mar 7:28 Pero ella le respondió: «Sí, Señor; que también los perritos comen bajo
la mesa migajas de los niños.»
Mar 7:29 El, entonces, le dijo: «Por lo que has dicho, vete; el demonio ha
salido de tu hija.»
Mar 7:30 Volvió a su casa y encontró que la niña estaba echada en la cama y que
el demonio se había ido.
Mar 7:31 Se marchó de la región de Tiro y vino de nuevo, por Sidón, al mar de
Galilea, atravesando la Decápolis.
Mar 7:32 Le presentan un sordo que, además, hablaba con dificultad, y le ruegan
imponga la mano sobre él.
Mar 7:33 El, apartándole de la gente, a solas, le metió sus dedos en los oídos y
con su saliva le tocó la lengua.
Mar 7:34 Y, levantando los ojos al cielo, dio un gemido, y le dijo: «Effatá»,
que quiere decir: «¡Abrete!»
Mar 7:35 Se abrieron sus oídos y, al instante, se soltó la atadura de su lengua
y hablaba correctamente.
Mar 7:36 Jesús les mandó que a nadie se lo contaran. Pero cuanto más se lo
prohibía, tanto más ellos lo publicaban.
Mar 7:37 Y se maravillaban sobremanera y decían «Todo lo ha hecho bien; hace oír
a los sordos y hablar a los mudos.»
Capítulo 8
EN aquellos
días, como hubo gran gentío, y no tenían qué comer, Jesús llamó á sus
discípulos, y les dijo:
Tengo
compasión de la multitud, porque ya hace tres días que están conmigo, y no
tienen qué comer:
Y si los
enviare en ayunas á sus casas, desmayarán en el camino; porque algunos de ellos
han venido de lejos.
Y sus
discípulos le respondieron: ¿De dónde podrá alguien hartar á estos de pan aquí
en el desierto?
Y les
pregunto: ¿Cuántos panes tenéis? Y ellos dijeron: Siete.
Entonces
mandó á la multitud que se recostase en tierra; y tomando los siete panes,
habiendo dado gracias, partió, y dió á sus discípulos que los pusiesen delante:
y los pusieron delante á la multitud.
Tenían
también unos pocos pececillos: y los bendijo, y mandó que también los pusiesen
delante.
Y comieron, y
se hartaron: y levantaron de los pedazos que habían sobrado, siete espuertas.
Y eran los
que comieron, como cuatro mil: y los despidió.
Y luego
entrando en el barco con sus discípulos, vino á las partes de Dalmanutha.
Y vinieron
los Fariseos, y comenzaron á altercar con Él, pidiéndole señal del cielo,
tentándole.
Y gimiendo en
su espíritu, dice: ¿Por qué pide señal esta generación? De cierto os digo que
no se dará señal á esta generación.
Y dejándolos,
volvió á entrar en el barco, y se fué de la otra parte.
Y se habían
olvidado de tomar pan, y no tenían sino un pan consigo en el barco.
Y les mandó,
diciendo: Mirad, guardaos de la levadura de los Fariseos, y de la levadura de
Herodes.
Y altercaban
los unos con los otros diciendo: Pan no tenemos.
Y como Jesús
lo entendió, les dice: ¿Qué altercáis, porque no tenéis pan? ¿no consideráis ni
entendéis? ¿aun tenéis endurecido vuestro corazón?
¿Teniendo
ojos no veis, y teniendo oídos no oís? ¿y no os acordáis?
Cuando partí
los cinco panes entre cinco mil, ¿cuántas espuertas llenas de los pedazos
alzasteis? Y ellos dijeron: Doce.
Y cuando los
siete panes entre cuatro mil, ¿cuántas espuertas llenas de los pedazos
alzasteis? Y ellos dijeron: Siete.
Y les dijo:
¿Cómo aún no entendéis?
Y vino á
Bethsaida; y le traen un ciego, y le ruegan que le tocase.
Entonces, tomando
la mano del ciego, le sacó fuera de la aldea; y escupiendo en sus ojos, y
poniéndole las manos encima, le preguntó si veía algo.
Y Él mirando,
dijo: Veo los hombres, pues veo que andan como árboles.
Luego le puso
otra vez las manos sobre sus ojos, y le hizo que mirase; y fué restablecido, y
vió de lejos y claramente á todos.
Y envióle á
su casa, diciendo: No entres en la aldea, ni lo digas á nadie en la aldea.
Y salió Jesús
y sus discípulos por las aldeas de Cesarea de Filipo. Y en el camino preguntó á
sus discípulos, diciéndoles: ¿Quién dicen los hombres que soy yo?
Y ellos
respondieron: Juan Bautista; y otros, Elías; y otros, Alguno de los profetas.
Entonces Él les
dice: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Y respondiendo Pedro, le dice: Tú
eres el Cristo.
Y les
apercibió que no hablasen de Él á ninguno.
Y comenzó á
enseñarles, que convenía que el Hijo del hombre padeciese mucho, y ser
reprobado de los ancianos, y de los príncipes de los sacerdotes, y de los
escribas, y ser muerto, y resucitar después de tres días.
Y claramente
decía esta palabra. Entonces Pedro le tomó, y le comenzó á reprender.
Y Él,
volviéndose y mirando á sus discípulos, riñó á Pedro, diciendo: Apártate de mí,
Satanás; porque no sabes las cosas que son de Dios, sino las que son de los
hombres.
Y llamando á
la gente con sus discípulos, les dijo: Cualquiera que quisiere venir en pos de
mí, niéguese á sí mismo, y tome su cruz, y sígame.
Porque el que
quisiere salvar su vida, la perderá; y el que perdiere su vida por causa de mí
y del evangelio, la salvará.
Porque ¿qué
aprovechará al hombre, si granjeare todo el mundo, y pierde su alma?
¿O qué
recompensa dará el hombre por su alma?
Porque el que
se avergonzare de mí y de mis palabras en esta generación adulterina y
pecadora, el Hijo del hombre se avergonzará también de Él, cuando vendrá en la
gloria de su Padre con los santos ángeles.
Mar 8:1 Por aquellos días, habiendo de nuevo
mucha gente y no teniendo qué comer, llama Jesús a sus discípulos y les dice:
Mar 8:2 «Siento compasión de esta gente, porque hace ya tres días que permanecen
conmigo y no tienen qué comer.
Mar 8:3 Si los despido en ayunas a sus casas, desfallecerán en el camino, y
algunos de ellos han venido de lejos.»
Mar 8:4 Sus discípulos le respondieron: «¿Cómo podrá alguien saciar de pan a
éstos aquí en el desierto?»
Mar 8:5 El les preguntaba: «¿Cuántos panes tenéis?» Ellos le respondieron:
«Siete.»
Mar 8:6 Entonces él mandó a la gente acomodarse sobre la tierra y, tomando los
siete panes y dando gracias, los partió e iba dándolos a sus discípulos para que
los sirvieran, y ellos los sirvieron a la gente.
Mar 8:7 Tenían también unos pocos pececillos. Y, pronunciando la bendición sobre
ellos, mandó que también los sirvieran.
Mar 8:8 Comieron y se saciaron, y recogieron de los trozos sobrantes siete
espuertas.
Mar 8:9 Fueron unos 4.000; y Jesús los despidió.
Mar 8:10 Subió a continuación a la barca con sus discípulos y se fue a la región
de Dalmanutá.
Mar 8:11 Y salieron los fariseos y comenzaron a discutir con él, pidiéndole una
señal del cielo, con el fin de ponerle a prueba.
Mar 8:12 Dando un profundo gemido desde lo íntimo de su ser, dice: «¿Por qué
esta generación pide una señal? Yo os aseguro: no se dará, a esta generación
ninguna señal.»
Mar 8:13 Y, dejándolos, se embarcó de nuevo, y se fue a la orilla opuesta.
Mar 8:14 Se habían olvidado de tomar panes, y no llevaban consigo en la barca
más que un pan.
Mar 8:15 El les hacía esta advertencia: «Abrid los ojos y guardaos de la
levadura de los fariseos y de la levadura de Herodes.»
Mar 8:16 Ellos hablaban entre sí que no tenían panes.
Mar 8:17 Dándose cuenta, les dice: «¿Por qué estáis hablando de que no tenéis
panes? ¿Aún no comprendéis ni entendéis? ¿Es que tenéis la mente embotada?
Mar 8:18 ¿Teniendo ojos no véis y teniendo oídos no oís? ¿No os acordáis de
Mar 8:19 cuando partí los cinco panes para los 5.000? ¿Cuántos canastos llenos
de trozos recogisteis?» «Doce», le dicen.
Mar 8:20 «Y cuando partí los siete entre los 4.000, ¿cuántas espuertas llenas de
trozos recogisteis?» Le dicen: «Siete.»
Mar 8:21 Y continuó: «¿Aún no entendéis?»
Mar 8:22 Llegan a Betsaida. Le presentan un ciego y le suplican que le toque.
Mar 8:23 Tomando al ciego de la mano, le sacó fuera del pueblo, y habiéndole
puesto saliva en los ojos, le impuso las manos y le preguntaba: «¿Ves algo?»
Mar 8:24 El, alzando la vista, dijo: «Veo a los hombres, pues los veo como
árboles, pero que andan.»
Mar 8:25 Después, le volvió a poner las manos en los ojos y comenzó a ver
perfectamente y quedó curado, de suerte que veía de lejos claramente todas las
cosas.
Mar 8:26 Y le envió a su casa, diciéndole: «Ni siquiera entres en el pueblo.»
Mar 8:27 Salió Jesús con sus discípulos hacia los pueblos de Cesarea de Filipo,
y por el camino hizo esta pregunta a sus discípulos: «¿Quién dicen los hombres
que soy yo?»
Mar 8:28 Ellos le dijeron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías; otros,
que uno de los profetas.»
Mar 8:29 Y él les preguntaba: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» Pedro le
contesta: «Tú eres el Cristo.»
Mar 8:30 Y les mandó enérgicamente que a nadie hablaran acerca de él.
Mar 8:31 Y comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre debía sufrir mucho y ser
reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser matado y
resucitar a los tres días.
Mar 8:32 Hablaba de esto abiertamente. Tomándole aparte, Pedro, se puso a
reprenderle.
Mar 8:33 Pero él, volviéndose y mirando a sus discípulos, reprendió a Pedro,
diciéndole: «¡Quítate de mi vista, Satanás! porque tus pensamientos no son los
de Dios, sino los de los hombres.»
Mar 8:34 Llamando a la gente a la vez que a sus discípulos, les dijo: «Si alguno
quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame.
Mar 8:35 Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su
vida por mí y por el Evangelio, la salvará.
Mar 8:36 Pues ¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si arruina su
vida?
Mar 8:37 Pues ¿qué puede dar el hombre a cambio de su vida?
Mar 8:38 Porque quien se avergüence de mí y de mis palabras en esta generación
adúltera y pecadora, también el Hijo del hombre se avergonzará de él cuando
venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles.»
Capítulo 9
(Mar 9:1) Les decía también: «Yo os aseguro que entre los aquí presentes hay
algunos que no gustarán la muerte hasta que vean venir con poder el Reino de
Dios.»
(Mar 9:2) Seis días después, toma Jesús consigo a Pedro, Santiago y Juan,
y los lleva, a ellos solos, aparte, a un monte alto. Y se transfiguró delante de
ellos,
9:3
(Mar 9:3) y sus vestidos se volvieron resplandecientes, muy blancos,
tanto que ningún batanero en la tierra sería capaz de blanquearlos de ese modo.
(Mar 9:4) Se les aparecieron Elías y Moisés, y conversaban con Jesús.
(Mar 9:5) Toma la palabra Pedro y dice a Jesús: «Rabbí, bueno es estarnos
aquí. Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para
Elías»;
(Mar 9:6) - pues no sabía qué responder ya que estaban atemorizados -.
(Mar 9:7) Entonces se formó una nube que les cubrió con su sombra, y vino
una voz desde la nube: «Este es mi Hijo amado, escuchadle.»
(Mar 9:8) Y de pronto, mirando en derredor, ya no vieron a nadie más que
a Jesús solo con ellos.
(Mar 9:9) Y cuando bajaban del monte les ordenó que a nadie contasen lo
que habían visto hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos.
(Mar 9:10) Ellos observaron esta recomendación, discutiendo entre sí qué
era eso de «resucitar de entre los muertos.»
(Mar 9:11) Y le preguntaban: «¿Por qué dicen los escribas que Elías debe
venir primero?»
(Mar 9:12) El les contestó: «Elías vendrá primero y restablecerá todo;
mas, ¿cómo está escrito del Hijo del hombre que sufrirá mucho y que será
despreciado?
(Mar 9:13) Pues bien, yo os digo: Elías ha venido ya y han hecho con él
cuanto han querido, según estaba escrito de él.»
(Mar 9:14) Al llegar donde los discípulos, vio a mucha gente que les
rodeaba y a unos escribas que discutían con ellos.
(Mar 9:15) Toda la gente, al verle, quedó sorprendida y corrieron a
saludarle.
(Mar 9:16) El les preguntó: «¿De qué discutís con ellos?»
(Mar 9:17) Uno de entre la gente le respondió: «Maestro, te he traído a
mi hijo que tiene un espíritu mudo
(Mar 9:18) y, dondequiera que se apodera de él, le derriba, le hace echar
espurnarajos, rechinar de dientes y le deja rígido. He dicho a tus discípulos
que lo expulsaran, pero no han podido.»
(Mar 9:19) El les responde: «¡Oh generación incrédula! ¿Hasta cuándo
estaré con vosotros? ¿Hasta cuándo habré de soportaros? ¡Traédmelo!»
(Mar 9:20) Y se lo trajeron. Apenas el espíritu vio a Jesús, agitó
violentamente al muchacho y, cayendo en tierra, se revolcaba echando
espumarajos.
(Mar 9:21) Entonces él preguntó a su padre: «¿Cuánto tiempo hace que le
viene sucediendo esto?» Le dijo: «Desde niño.
(Mar 9:22) Y muchas veces le ha arrojado al fuego y al agua para acabar
con él; pero, si algo puedes, ayúdanos, compadécete de nosotros.»
(Mar 9:23) Jesús le dijo: «¡Qué es eso de si puedes! ¡Todo es posible
para quien cree!»
(Mar 9:24) Al instante, gritó el padre del muchacho: «¡Creo, ayuda a mi
poca fe!»
(Mar 9:25) Viendo Jesús que se agolpaba la gente, increpó al espíritu
inmundo, diciéndole: «Espíritu sordo y mudo, yo te lo mando: sal de él y no
entres más en él.»
(Mar 9:26) Y el espíritu salió dando gritos y agitándole con violencia.
El muchacho quedó como muerto, hasta el punto de que muchos decían que había
muerto.
(Mar 9:27) Pero Jesús, tomándole de la mano, le levantó y él se puso en
pie.
(Mar 9:28) Cuando Jesús entró en casa, le preguntaban en privado sus
discípulos: «¿Por qué nosotros no pudimos expulsarle?»
(Mar 9:29) Les dijo: «Esta clase con nada puede ser arrojada sino con la
oración.»
(Mar 9:30) Y saliendo de allí, iban caminando por Galilea; él no quería
que se supiera,
(Mar 9:31) porque iba enseñando a sus discípulos. Les decía: «El Hijo del hombre
será entregado en manos de los hombres; le matarán y a los tres días de haber
muerto resucitará.»
(Mar 9:32) Pero ellos no entendían lo que les decía y temían preguntarle.
(Mar 9:33) Llegaron a Cafarnaúm, y una vez en casa, les preguntaba: «¿De
qué discutíais por el camino?»
(Mar 9:34) Ellos callaron, pues por el camino habían discutido entre sí
quién era el mayor.
(Mar 9:35) Entonces se sentó, llamó a los Doce, y les dijo: «Si uno
quiere ser el primero, sea el último de todos y el servidor de todos.»
(Mar 9:36) Y tomando un niño, le puso en medio de ellos, le estrechó
entre sus brazos y les dijo:
(Mar 9:37) «El que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me
recibe; y el que me reciba a mí, no me recibe a mí sino a Aquel que me ha
enviado.»
(Mar
9:38) Juan le dijo: «Maestro, hemos visto a uno
que expulsaba demonios en tu nombre y no viene con nosotros y tratamos de
impedírselo porque no venía con nosotros.»
cm dom.
9,38-43.45.47-48 -