Domingo 12 del Tiempo Ordinario B - Lecturas y Catecismo: Preparemos con ellos la Acogida de la Palabra de Dios proclamada durante la celebración de la Misa dominical
Con las Lecturas Con el Catecismo
Recursos adicionales para la preparación
Año Litúrgico Patrístico
Comentarios de Sabios y Santos
Comentarios de Sabios y
Santos II
Iglesia del Hogar: Preparando en Familia
Catequesis preparatoria para los niños
Ejemplos que iluminan la participación
Recursos: Gráficos - Videos - Audios
¿Cómo acoger la Palabra de Dios?
Falta un dedo: Celebrarla
Las Lecturas del Domingo
Lectura del libro de Job 38, 1. 8-11
El Señor respondió a Job desde la tempestad,
diciendo:
¿Quién encerró con dos puertas al mar, cuando él
salía a borbotones del seno materno,
cuando le puse una nube por vestido y por
pañales, densos nubarrones?
Yo tracé un límite alrededor de él, le puse
cerrojos y puertas,
y le dije: «Llegarás hasta aquí y no pasarás;
aquí se quebrará la soberbia de tus olas».
Palabra de Dios.
SALMO Sal 106, 23-26. 28-31 (R.: 1)
R. ¡Den gracias al Señor, porque es bueno,
porque es eterno su amor!
O bien:
Aleluya.
Los que viajaron en barco por el mar,
para traficar por las aguas inmensas,
contemplaron las obras del Señor,
sus maravillas en el océano profundo. R.
Con su palabra desató un vendaval,
que encrespaba las olas del océano:
ellos subían hasta el cielo, bajaban al abismo,
se sentían desfallecer por el mareo. R.
Pero en la angustia invocaron al Señor,
y Él los libró de sus tribulaciones:
cambió el huracán en una brisa suave
y se aplacaron las olas del mar. R.
Entonces se alegraron de aquella calma,
y el Señor los condujo al puerto deseado.
Den gracias al Señor por su misericordia
y por sus maravillas en favor de los hombres. R.
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los cristianos
de Corinto 5, 14-17
Hermanos:
El amor de Cristo nos apremia, al considerar que
si uno solo murió por todos, entonces todos han muerto. Y Él murió por
todos, a fin de que los que viven no vivan más para sí mismos, sino para
aquel que murió y resucitó por ellos.
Por eso nosotros, de ahora en adelante, ya no
conocemos a nadie con criterios puramente humanos; y si conocimos a Cristo
de esa manera, ya no lo conocemos más así.
El que vive en Cristo es una nueva criatura: lo
antiguo ha desaparecido, un ser nuevo se ha hecho presente.
Palabra de Dios.
ALELUYA Lc 7, 16
Aleluya.
Un gran profeta ha aparecido en medio de nosotros
y Dios ha visitado a su pueblo.
Aleluya.
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 4, 35-41
Al atardecer de ese mismo día, Jesús dijo a sus
discípulos: «Crucemos a la otra orilla». Ellos, dejando a la multitud, lo
llevaron a la barca, así como estaba. Había otras barcas junto a la suya.
Entonces se desató un fuerte vendaval, y las olas
entraban en la barca, que se iba llenando de agua. Jesús estaba en la popa,
durmiendo sobre el cabezal.
Lo despertaron y le dijeron: «¡Maestro! ¿No te
importa que nos ahoguemos?»
Despertándose, Él increpó al viento y dijo al
mar: «¡Silencio! ¡Cállate!» El viento se aplacó y sobrevino una gran calma.
Después les dijo: «¿Por qué tienen miedo? ¿Cómo
no tienen fe?»
Entonces quedaron atemorizados y se decían unos a
otros: «¿Quién es este, que hasta el viento y el mar le obedecen».
Palabra del Señor.
Con el Catecismo de la Iglesia Católica entender y vivir la Palabra
En el libro de Job, se van desmontando uno a uno los argumentos con los que
los amigos de Job le habían atormentado. Los considera como personas que no
saben lo que dicen, ya que han pretendido entrar en un círculo que es
exclusivo de Dios.
La mención de la barca en medio de la tempestad es una clara alusión a la
Iglesia y los avatares que habría de sufrir en la historia. Pero, sobre
todo, había que subrayar la permanente presencia de Jesús en su favor.
San Mateo emplea el mismo término usado entre los profetas como turbación o
desasosiego en el seno de Israel para describir la tempestad. Puede
aplicarse a la Iglesia mediante el símil de la barca sacudida por las olas.
De vez en cuando llegan a nuestros oídos expresiones pesimistas y casi
apocalípticas, en relación con la Iglesia y hasta hay amenazas de
desmoronamiento por los pecados de los que la formamos. Es verdad que somos
pecadores, que damos una imagen distorsionada o deforme de la Iglesia. Pero
el mantenimiento en pie de la Iglesia no depende sólo de nosotros.
Probablemente habría que interpelar a los pronosticadores de calamidades con
la pregunta de Jesús: "¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?"
_ El Reino, objeto de los ataques de los poderes del mal:
"El Reino de Cristo, presente ya en su Iglesia, sin embargo, no está todavía
acabado ``con gran poder y gloria'' (Lc 21,27) con el advenimiento del Rey a
la tierra. Este Reino aún es objeto de los ataques de los poderes del mal a
pesar de que estos poderes hayan sido vencidos en su raíz por la Pascua de
Cristo. Hasta que todo le haya sido sometido, y ``mientras no haya nuevos
cielos y nueva tierra, en los que habite la justicia, la Iglesia peregrina
lleva en sus sacramentos e instituciones, que pertenecen a este tiempo, la
imagen de este mundo que pasa. Ella misma vive entre las criaturas que gimen
en dolores de parto hasta ahora y que esperan la manifestación de los hijos
de Dios'' (LG 48). Por esta razón los cristianos piden, sobre todo en la
Eucaristía, que se apresure el retorno de Cristo cuando suplican: ``Ven,
Señor Jesús''" (671).
_ Los cristianos y la venida del Reino:
"Mediante un vivir según Cristo, los cristianos apresuran la venida del
Reino de Dios, ``Reino de justicia, de verdad y de paz'' (MR, Prefacio de
Jesucristo Rey). Sin embargo, no abandonan sus tareas terrenas; fieles al
Maestro, las cumplen con rectitud, paciencia y amor" (2046; cf. 2610).
_ "Incluso aunque esta oración no nos hubiera mandado pedir el advenimiento
del Reino, habríamos tenido que expresar esta petición, dirigiéndonos con
premura a la meta de nuestras esperanzas. Las almas de los mártires, bajo el
altar, invocan al Señor con grandes gritos: ``¿Hasta cuándo, Dueño santo y
veraz, vas a estar sin hacer justicia por nuestra sangre a los habitantes de
la tierra?'' (Ap 6,10). En efecto, los mártires deben alcanzar la justicia
al fin de los tiempos. Señor, !apresura, pues, la venida de tu Reino!"
(Tertuliano, or. 5) (2817).
Temer por la Iglesia es no fiarse de la fuerza del Espíritu que Jesús nos
dio; temer por nosotros mismos es fiarse sólo de la gracia.