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1. Creo se va ya dando a entender algo cómo la fe es oscura noche
para el alma y cómo tambien el alma ha de ser oscura o estar a
oscuras de su luz para que de la fe se deje guiar a este alto
termino de unión. Pero para que eso el alma sepa hacer, convendrá
ahora ir declarando esta oscuridad que ha de tener el alma algo
más menudamente para entrar en este abismo de la fe. Y así, en
este capítulo hablare en general de ella, y adelante, con el favor
divino, ire diciendo más en particular el modo que se ha de tener
para no errar en ella ni impedir a tal guía.
2. Digo, pues, que el alma, para haberse de guiar bien por la fe a
este estado, no sólo se ha de quedar a oscuras según aquella parte
que tiene respecto a las criaturas y a lo temporal, que es la
sensitiva e inferior, de que habemos ya tratado sino que tambien
se ha de cegar y oscurecer tambien según la parte que tiene
respecto a Dios y a lo espiritual, que es la racional y superior,
de que ahora vamos tratando. Porque, para venir un alma a llegar a
la transformación sobrenatural, claro está que ha de oscurecerse y
trasponerse a todo lo que contiene su natural, que es sensitivo y
racional; porque sobrenatural eso quiere decir, que sube sobre el
natural; luego el natural abajo queda.
Porque, como quiera que esta transformación y unión es cosa que no
puede caer en sentido y habilidad humana, ha de vaciarse de todo
lo que puede caer en ella perfectamente y voluntariamente, ahora
sea de arriba, ahora de abajo, según el afecto, digo, y voluntad,
en cuanto es de su parte; porque a Dios, ¿quien le quitará que el
no haga lo que quisiere en el alma resignada, aniquilada y
desnuda?
Pero de todo se ha de vaciar como sea cosa que puede caer en su
capacidad, de manera que, aunque más cosas sobrenaturales vaya
teniendo, siempre se ha de quedar como desnuda de ellas y a
oscuras, así como el ciego, arrimándose a la fe oscura, tomándola
por guía y luz, y no arrimándose a cosa de las que entiende, gusta
y siente e imagina. Porque todo aquello es tiniebla, que la hará
errar; y la fe es sobre todo aquel entender y gustar y sentir e
imaginar. Y si en esto no se ciega, quedándose a oscuras
totalmente, no viene a lo que es más, que es lo que enseña la fe.
3. El ciego, si no es bien ciego, no se deja bien guiar del mozo
de ciego, sino que, por un poco que ve, piensa que por cualquiera
parte que ve, por allí es mejor ir, porque no ve otras mejores; y
así puede hacer errar al que le guía y ve más que el, porque, en
fin, puede mandar más que el mozo de ciego. Y así, el alma, si
estriba en algún saber suyo o gustar o saber de Dios, como quiera
que ello, aunque más sea, sea muy poco y disímil de lo que es Dios
para ir por este camino, fácilmente yerra o se detiene, por no se
querer quedar bien ciega en fe, que es su verdadera guía.
4. Porque eso quiso decir tambien san Pablo (Heb. 11, 6), cuando
dijo: Accedentem ad Deum oportet credere quod est; quiere decir:
Al que se ha de ir uniendo a Dios, convienele que crea su ser.
Como si dijera: el que se ha de venir a juntar en una unión con
Dios no ha de ir entendiendo ni arrimándose al gusto, ni al
sentido, ni a la imaginación, sino creyendo su ser, que no cae en
entendimiento, ni apetito, ni imaginación, ni otro algún sentido,
ni en esta vida se puede saber; antes en ella lo más alto que se
puede sentir y gustar, etc., de Dios, dista en infinita manera de
Dios y del poseerle puramente. Isaías (54, 4) y san Pablo (1 Cor.
2, 9) dicen: Nec oculus vidit, nec auris audivit, neque in cor
hominis ascendit, quae praeparavit Deus iis qui diligunt illum;
que quiere decir: lo que Dios tiene aparejado para los que le
aman, ni ojo jamás lo vio, ni oído lo oyó, ni cayó en corazón ni
pensamiento de hombre. Pues, como quiera que el alma pretenda
unirse por gracia perfectamente en esta vida con aquello que por
gloria ha de estar unida en la otra (lo cual, como aquí dice san
Pablo, no vio ojo, ni oyó oído, ni cayó en corazón de hombre en
carne) claro está que, para venir a unirse en esta vida con ello
por gracia y por amor perfectamente, ha de ser a oscuras de todo
cuanto puede entrar por el ojo, y de todo lo que se puede recibir
con el oído, y se puede imaginar con la fantasía, y comprehender
con el corazón, que aquí significa el alma.
Y así, grandemente se estorba una alma para venir a este alto
estado de unión con Dios cuando se ase a algún entender, o sentir,
o imaginar, o parecer, o voluntad, o modo suyo, o cualquiera otra
cosa u obra propia, no sabiendose desasir y desnudar de todo ello.
Porque, como decimos, a lo que va, es sobre todo eso, aunque sea
lo más que se puede saber o gustar; y así, sobre todo se ha de
pasar al no saber.
5. Por tanto, en este camino el entrar en camino es dejar su
camino, o, por mejor decir, es pasar al termino; y dejar su modo,
es entrar en lo que no tiene modo, que es Dios; porque el alma que
a este estado llega, ya no tiene modos ni maneras, ni menos se ase
ni puede asir a ellos. Digo modos de entender, ni de gustar, ni de
sentir, aunque en sí encierra todos los modos, al modo del que no
tiene nada, que lo tiene todo; porque, teniendo ánimo para pasar
de su limitado natural interior y exteriormente, entra en límite
sobrenatural que no tiene modo alguno, teniendo en sustancia todos
los modos. De donde el venir aquí es el salir de allí, y de aquí y
de allí saliendo de sí muy lejos, de eso bajo para esto sobre todo
alto.
6. Por tanto, trasponiendose a todo lo que espiritual y
naturalmente puede saber y entender, ha de desear el alma con todo
deseo venir a aquello que en esta vida no puede saber ni caer en
su corazón, y dejando atrás todo lo que temporal y espiritualmente
gusta y siente y puede gustar y sentir en esta vida, ha de desear
con todo deseo venir a aquello que excede todo sentimiento y
gusto. Y, para quedar libre y vacía para ello, en ninguna manera
ha de hacer presa en cuanto en su alma recibiere espiritual o
sensitivamente, como declararemos luego, cuando esto tratemos en
particular, teniendolo todo por mucho menos. Porque, cuanto más
piensa que es aquello que entiende, gusta e imagina, y cuanto más
lo estima, ahora sea espiritual, ahora no, tanto más quita del
supremo bien y más se retarda de ir a el. Y cuanto menos piensa
que es lo que puede tener, por más que ello sea, en respecto del
sumo bien, tanto más pone en el y le estima, y, por el
consiguiente, tanto más se llega a el. Y de esta manera, a
oscuras, grandemente se acerca el alma a la unión por medio de la
fe, que tambien es oscura, y de esta manera la da admirable luz la
fe. Cierto que, si el alma quisiese ver, harto más presto se
oscurecería acerca de Dios que el que abre los ojos a ver el gran
resplandor del sol.
7. Por tanto, en este camino, cegándose en sus potencias, ha de
ver luz, según lo que el Salvador dice en el Evangelio (Jn. 9, 39)
de esta manera: In iudicium veni in hunc mundum: ut qui non
vident, videant, et qui vident caeci fiant, esto es: Yo he venido
a este mundo para juicio; de manera que los que no ven vean, y los
que ven, se hagan ciegos. Lo cual, así como suena, se ha de
entender acerca de este camino espiritual: que el alma, conviene
saber, que estuviere a oscuras y se cegare en todas sus luces
propias y naturales, verá sobrenaturalmente, y la que a alguna luz
suya se quisiere arrimar, tanto más cegará y se detendrá en el
camino de la unión.
8. Y para que procedamos menos confusamente, pareceme será
necesario dar a entender en el siguiente capítulo que cosa sea
esto que llamamos unión del alma con Dios; porque, entendido esto,
se dará mucha luz en lo que de aquí adelante iremos diciendo; y
así entiendo viene bien aquí el tratar de ella como en su propio
lugar. Porque, aunque se corta el hilo de lo que vamos tratando,
no es fuera de propósito, pues en este lugar sirve para dar luz en
lo mismo que se va tratando; y así, servirá el capítulo
infrascrito como de parentesis, puesto entre una misma entimema,
pues luego habemos de venir a tratar en particular de las tres
potencias del alma respecto de las tres virtudes teologales acerca
de esta segunda noche.
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