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1. La fe dicen los teólogos que es un hábito del alma cierto y
oscuro. Y la razón de ser hábito oscuro es porque hace creer
verdades reveladas por el mismo Dios, las cuales son sobre toda
luz natural y exceden todo humano entendimiento sin alguna
proporción.
De aquí es que, para el alma, esta excesiva luz que se le da de fe
le es oscura tiniebla, porque lo más priva (y vence) lo menos, así
como la luz del sol priva otras cualesquier luces, de manera que
no parezcan luces cuando ella luce, y vence nuestra potencia
visiva, de manera que antes la ciega y priva de la vista que se le
da, por cuanto su luz es muy desproporcionada y excesiva a la
potencia visiva. Así, la luz de la fe, por su grande exceso,
oprime y vence la del entendimiento, la cual sólo se extiende de
suyo a la ciencia natural; aunque tiene potencia para la
sobrenatural, para cuando Nuestro Señor la quisiere poner en acto
sobrenatural.
2. De donde ninguna cosa, de suyo, puede saber sino por vía
natural; lo cual es sólo lo que alcanza por los sentidos, para lo
cual ha de tener los fantasmas y las figuras de los objetos
presentes en sí o en sus semejantes, y de otra manera, no; porque,
como dicen los filósofos: ab obiecto et potentia paritur notitia,
esto es: del objeto presente y de la potencia nace en el alma la
noticia. De donde, si a uno le dijesen cosas que el nunca alcanzó
a conocer ni jamás vio semejanza de ellas, en ninguna manera le
quedaría más luz de ellas que si no se las hubiesen dicho.
Pongo ejemplo: si a uno le dijesen que en cierta isla hay un
animal que el nunca vio, si no le dicen de aquel animal alguna
semejanza que el haya visto en otros, no le quedará más noticia ni
figura de aquel animal que antes, aunque más le esten diciendo de
el.
Y por otro ejemplo más claro se entenderá mejor. Si a uno que
nació ciego, el cual nunca vio color alguno, le estuviesen
diciendo cómo es el color blanco o el amarillo, aunque más le
dijesen, no entendería más así que así, porque nunca vio los tales
colores ni sus semejanzas, para poder juzgar de ellos; solamente
se le quedaría el nombre de ellos, porque aquello púdolo percibir
con el oído; mas la forma y figura no, porque nunca la vio.
3. De esta manera es la fe para con el alma, que nos dice cosas
que nunca vimos ni entendimos en sí ni en sus semejanzas, pues no
la tienen. Y así, de ella no tenemos luz de ciencia natural, pues
a ningún sentido es proporcionado lo que nos dice; pero sabemoslo
por el oído, creyendo lo que nos enseña, sujetando y cegando
nuestra luz natural. Porque, como dice San Pablo (Rm. 10, 17),
fides ex auditu, como si dijera: la fe no es ciencia que entra por
ningún sentido, sino sólo es consentimiento del alma de lo que
entra por el oído.
4. Y aun la fe excede mucho más de lo que dan a entender los
ejemplos dichos; porque, no solamente no hace noticia, y ciencia,
pero, como habemos dicho, priva y ciega de otras cualesquier
noticias y ciencia, para que puedan bien juzgar de ella. Porque
otras ciencias con la luz del entendimiento se alcanzan; mas esta
de la fe sin la luz del entendimiento se alcanza, negándola por la
fe, y con la luz propia se pierde, si no se oscurece. Por lo cual
dijo Isaías (7, 9): Si non credideritis, non intelligetis, esto
es: Si no creyeredes, no entendereis.
Luego claro está que la fe es noche oscura para el alma, y de esta
manera la da luz; y cuanto más la oscurece más luz la da de sí,
porque cegando la (da) luz, según este dicho de Isaías (7, 9):
Porque si no creyeredes, (no entendereis), esto es, no tendreis
luz. Y así fue figurada la fe por aquella nube que dividía los
hijos de Israel y a los egipcios al punto de entrar en el Mar
Bermejo, de la cual dice la sagrada Escritura (Ex. 14, 20) que era
nubes tenebrosa et illuminans noctem; quiere decir que aquella
nube era tenebrosa y alumbradora a la noche.
5. Admirable cosa es que, siendo tenebrosa, alumbrase la noche;
esto era porque la fe, que es nube oscura y tenebrosa para el alma
-la cual es tambien noche, pues, en presencia de la fe, de su luz
natural queda privada y ciega-, con su tiniebla alumbra y da luz a
la tiniebla del alma. Porque así convenía que fuese semejante al
maestro el discípulo (Lc. 6, 40). Porque el hombre que está en
tiniebla no podía convenientemente ser alumbrado sino por otra
tiniebla, según nos lo enseña David (Sal. 18, 3), diciendo: Dies
diei eructat verbum et nox nocti indicat scientiam; quiere decir:
El día rebosa y respira palabra al día, y la noche muestra ciencia
a la noche. Que, hablando más claro, quiere decir: el día, que es
Dios, en la bienaventuranza, donde ya es de día, a los
bienaventurados ángeles y almas que ya son día, les comunica y
pronuncia la Palabra, que es su Hijo, para que le sepan y le
gocen. Y la noche, que es la fe, en la iglesia militante, donde
aún es de noche, muestra ciencia a la Iglesia y, por consiguiente,
a cualquiera alma, la cual le es noche, pues está privada de la
clara sabiduría beatifica; y en presencia de la fe, de su luz
natural está ciega.
6. De manera que lo que de aquí se ha de sacar es que la fe,
porque es noche oscura, da luz al alma, que está a oscuras, porque
se venga a verificar lo que tambien dice David (Sal. 138, 11) a
este propósito, diciendo: Nox illuminatio mea in deliciis meis,
que quiere decir: La noche será mi iluminación en mis deleites; lo
cual es tanto como decir: en los deleites de mi pura contemplación
y unión con Dios, la noche de la fe será mi guía. En lo cual
claramente da a entender que el alma ha de estar en tiniebla para
tener luz para este camino.
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