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1. Por lo que atrás queda dicho, en alguna manera se da a entender
lo que aquí entendemos por unión del alma con Dios, y por eso se
entenderá aquí mejor lo que dijeremos de ella. Y no es ahora mi
intento tratar de las divisiones de ella ni de sus partes, porque
sería nunca acabar si ahora me pusiese a declarar cuál sea la
unión del entendimiento, y cuál según la voluntad, y cuál tambien
según la memoria, y cuál la transeúnte, y cuál la permanente en
las dichas potencias; y luego cuál sea la total transeúnte y
permanente según las dichas potencias juntas. De eso a cada paso
iremos tratando en el discurso, ahora de lo uno, ahora de lo otro,
pues ahora no hace al caso para dar a entender lo que aquí habemos
de decir de ellas, y muy mejor se dará a entender en sus lugares,
cuando, yendo tratando de la misma materia, tengamos el ejemplo
vivo junto al entendimiento presente, y allí se notará y entenderá
cada cosa y se juzgará mejor de ella.
2. Ahora sólo trato de esta unión total y permanente según la
sustancia del alma y sus potencias en cuanto al hábito oscuro de
unión; porque en cuanto al acto, despues diremos, con el favor
divino, cómo no puede haber unión permanente en las potencias en
esta vida, sino transeúnte.
3. Para entender, pues, cuál sea esta unión de que vamos tratando,
es de saber que Dios, en cualquiera alma, aunque sea la del mayor
pecador del mundo, mora y asiste sustancialmente. Y esta manera de
unión siempre está hecha entre Dios y las criaturas todas, en la
cual les está conservando el ser que tienen; de manera que si de
esta manera faltase, luego se aniquilarían y dejarían de ser. Y
así, cuando hablamos de unión del alma con Dios, no hablamos de
esta sustancial, que siempre está hecha, sino de la unión y
transformación del alma con Dios, que no está siempre hecha, sino
sólo cuando viene a haber semejanza de amor. Y, por tanto, esta se
llamará unión de semejanza, así como aquella, unión esencial o
sustancial; aquella, natural; esta, sobrenatural; la cual es
cuando las dos voluntades, conviene a saber, la del alma y la de
Dios, están en uno conformes, no habiendo en la una cosa que
repugne a la otra. Y así, cuando el alma quitare de sí totalmente
lo que repugna y no conforma con la voluntad divina, quedará
transformada en Dios por amor.
4. Esto se entiende, no sólo lo que repugna según el acto, sino
tambien según el hábito. De manera que no sólo los actos
voluntarios de imperfección le han de faltar, mas los hábitos de
esas cualesquier imperfecciones ha de aniquilar. Y por cuanto toda
cualquier criatura, todas las acciones y habilidades de ellas no
cuadran ni llegan a lo que es Dios, por eso se ha de desnudar el
alma de toda criatura y acciones y habilidades suyas, conviene a
saber: de su entender, gustar y sentir, para que, echado todo lo
que es disímil y disconforme a Dios, venga a recibir semejanza de
Dios, no quedando en ella cosa que no sea voluntad de Dios; y así
se transforma en Dios.
De donde, aunque es verdad que, como habemos dicho, está Dios
siempre en el alma dándole y conservándole el ser natural de ella
con su asistencia, no, empero, siempre la comunica el ser
sobrenatural. Porque este no se comunica sino por amor y gracia,
en la cual no todas las almas están; y las que están, no en igual
grado, porque unas están en más, otras en menos grados de amor. De
donde a aquella alma se comunica Dios más que está más aventajada
en amor, lo cual es tener más conforme su voluntad con la de Dios.
Y la que totalmente la tiene conforme y semejante, totalmente está
unida y transformada en Dios sobrenaturalmente.
Por lo cual, según ya queda dado a entender, cuanto una alma más
vestida está de criaturas y habilidades de ella, según el afecto y
el hábito, tanto menos disposición tiene para la tal unión, porque
no da total lugar a Dios para que la transforme en lo
sobrenatural. De manera que el alma no ha menester más que
desnudarse de estas contrariedades y disimilitúdines naturales,
para que Dios, que se le está comunicando naturalmente por
naturaleza, se le comunique sobrenaturalmente por gracia.
5. Y esto es lo que quiso dar a entender san Juan (1, 13) cuando
dijo: Qui non ex sanguinibus, neque ex voluntate carnis, neque ex
voluntate viri, sed ex Deo nati sunt; como si dijera; Dio poder
para que puedan ser hijos de Dios, esto es, se puedan transformar
en Dios, solamente aquellos que no de las sangres, esto es, que no
de las complexiones y composiciones naturales son nacidos, ni
tampoco de la voluntad de la carne, esto es, del albedrío de la
habilidad y capacidad natural, ni menos de la voluntad del varón;
en lo cual se incluye todo modo y manera de arbitrar y
comprehender con el entendimiento. No dio poder a ningunos de
estos para poder ser hijos de Dios, sino a los que son nacidos de
Dios, esto es, a los que, renaciendo por gracia, muriendo primero
a todo lo que es hombre viejo (cf. Ef. 4, 22), se levantan sobre
sí a lo sobrenatural, recibiendo de Dios la tal renacencia y
filiación, que es sobre todo lo que se puede pensar. Porque, como
el mismo san Juan (3, 5) dice en otra parte: Nisi quis renatus
fuerit ex aqua, et Spiritu Sancto, non potest videre regnum Dei;
quiere decir: El que no renaciere en el Espíritu Santo, no podrá
ver este reino de Dios, que es el estado de perfección. Y renacer
en el Espíritu Santo en esta vida, es tener un alma simílima a
Dios en pureza, sin tener en sí alguna mezcla de imperfección, y
así se puede hacer pura transformación por participación de unión,
aunque no esencialmente.
6. Y para que se entienda mejor lo uno y lo otro, pongamos una
comparación. Está el rayo del sol dando en una vidriera. Si la
vidriera tiene algunos velos de manchas o nieblas, no la podrá
esclarecer y transformar en su luz totalmente como si estuviera
limpia de todas aquellas manchas y sencilla. Antes tanto menos la
esclarecerá cuanto ella estuviere menos desnuda de aquellos velos
y manchas, y tanto más cuanto más limpia estuviere. Y no quedará
por el rayo, sino por ella; tanto, que, si ella estuviere limpia y
pura del todo, de tal manera la transformará y esclarecerá el
rayo, que parecerá el mismo rayo y dará la misma luz que el rayo.
Aunque, a la verdad, la vidriera, aunque se parece al mismo rayo,
tiene su naturaleza distinta del mismo rayo: mas podemos decir que
aquella vidriera es rayo de luz por participación. Y así, el alma
es como esta vidriera, en la cual siempre está embistiendo o, por
mejor decir, en ella está morando esta divina luz del ser de Dios
por naturaleza, que habemos dicho.
7. En dando lugar el alma (que es quitar de sí todo velo y mancha
de criatura, lo cual consiste en tener la voluntad perfectamente
unida con la de Dios, porque el amar es obrar en despojarse y
desnudarse por Dios de todo lo que no es Dios) luego queda
esclarecida y transformada en Dios, y le comunica Dios su ser
sobrenatural de tal manera, que parece el mismo Dios y tiene lo
que tiene el mismo Dios. Y se hace tal unión cuando Dios hace al
alma esta sobrenatural merced, que todas las cosas de Dios y el
alma son unas en transformación participante. Y el alma más parece
Dios que alma, y aun es Dios por participación; aunque es verdad
que su ser naturalmente tan distinto se le tiene del de Dios como
antes, aunque está transformada, como tambien la vidriera le tiene
distinto del rayo, estando de el clarificada.
8. De aquí queda ahora más claro que la disposición para esta
unión, como decíamos, no es el entender del alma, ni gustar, ni
sentir, ni imaginar de Dios ni de otra cualquiera cosa, sino la
pureza y amor, que es desnudez y resignación perfecta de lo uno y
de lo otro sólo por Dios; y cómo no puede haber perfecta
transformación si no hay perfecta pureza; y cómo según la
proporción de la pureza será la ilustración, iluminación y unión
del alma con Dios, en más o en menos; aunque no será perfecta,
como digo, si del todo no está perfecta, y clara y limpia.
9. Lo cual tambien se entenderá por esta comparación. Está una
imagen muy perfecta con muchos y muy subidos primores y delicados
y sutiles esmaltes, y algunos tan primos y tan sutiles, que no se
pueden bien acabar de determinar por su delicadez y excelencia. A
esta imagen, el que tuviere menos clara y purificada vista, menos
primores y delicadez echará de ver en la imagen; y el que la
tuviere algo más pura, echará de ver más primores y perfecciones
en ella; y si otro la tuviere aún más pura, verá aun más
perfección; y, finalmente, el que más clara y limpia potencia
tuviere, irá viendo más primores y perfecciones; porque en la
imagen hay tanto que ver, que, por mucho que se alcance, queda
para poderse mucho más alcanzar de ella.
10. De la misma manera podemos decir que se han las almas con Dios
en esta ilustración o transformación. Porque, aunque es verdad que
un alma, según su poca o mucha capacidad, puede haber llegado a
unión, pero no en igual grado todas, porque esto es como el Señor
quiere dar a cada una. Es a modo de como le ven en el cielo, que
unos ven más, otros menos; pero todos ven a Dios y todos están
contentos, porque tienen satisfecha su capacidad.
11. De donde, aunque acá en esta vida hallemos algunas almas con
igual paz y sosiego en estado de perfección, y cada una este
satisfecha, con todo eso, podrá la una de ellas estar muchos
grados más levantada que la otra y estar igualmente satisfechas,
por cuanto tienen satisfecha su capacidad. Pero la que no llega a
pureza competente a su capacidad, nunca llega a la verdadera paz y
satisfacción, pues no ha llegado a tener la desnudez y vacío en
sus potencias, cual se requiere para la sencilla unión.
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