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1. Antes que tratemos del propio y acomodado medio para la unión
de Dios, que es la fe, conviene que probemos cómo ninguna cosa
criada ni pensada puede servir al entendimiento de propio medio
para unirse con Dios, y cómo todo lo que el entendimiento puede
alcanzar, antes le sirve de impedimento que de medio, si a ello se
quisiese asir.
Y ahora, en este capítulo, probaremos esto en general, y despues
iremos hablando en particular, descendiendo por todas las noticias
que el entendimiento puede recibir de parte de cualquiera sentido
exterior e interior, y los inconvenientes y daños que puede
recibir de todas estas noticias interiores y exteriores, para no
ir adelante asido al propio medio, que es la fe.
2. Es, pues, de saber que, según regla de filosofía, todos los
medios han de ser proporcionados al fin, es a saber: que han de
tener alguna conveniencia y semejanza con el fin, tal que baste y
sea suficiente para que por ellos se pueda conseguir el fin que se
pretende. Pongo ejemplo: quiere uno llegar a una ciudad.
Necesariamente ha de ir por el camino, que es el medio que
empareja y junta con la misma ciudad. Otro ejemplo: hase de juntar
y unir el fuego en el madero. Es necesario que el calor, que es el
medio, disponga al madero primero con tantos grados de calor que
tenga gran semejanza y proporción con el fuego. De donde, si
quisiesen disponer al madero con otro medio que el propio, que es
el calor, así como con aire, o agua, o tierra, sería imposible que
el madero se pudiera unir con el fuego; así como tambien lo sería
llegar a la ciudad si no va por el propio camino que junta con
ella. De donde, para que el entendimiento se venga a unir en esta
vida con Dios, según se puede, necesariamente ha de tomar aquel
medio que junta con el y tiene con el próxima semejanza.
3. En lo cual habemos de advertir que, entre todas las criaturas
superiores ni inferiores, ninguna hay que próximamente junte con
Dios ni tenga semejanza con su ser. Porque, aunque es verdad que
todas ellas tienen, como dicen los teólogos, cierta relación a
Dios y rastro de Dios -unas más y otras menos, según su más
principal o menos principal ser-, de Dios a ellas ningún respecto
hay ni semejanza esencial, antes la distancia que hay entre su
divino ser y el de ellas es infinita, y por eso es imposible que
el entendimiento pueda dar en Dios por medio de las criaturas,
ahora sean celestiales, ahora terrenas, por cuanto no hay
proporción de semejanza.
De donde, hablando David (Sal. 85, 8) de las celestiales, dice: No
hay semejante a ti en los dioses, Señor; llamando dioses a los
ángeles y almas santas. Y en otra parte (Sal. 76, 14): Dios, tu
camino está en lo santo; ¿que dios grande hay como nuestro Dios?
Como si dijera: el camino para venir a ti, Dios, es camino santo,
esto es, pureza de fe. Porque ¿que dios habrá tan grande, es a
saber, que ángel tan levantado en ser y que santo tan levantado en
gloria será tan grande, que sea camino proporcionado y bastante
para venir a ti? Y hablando tambien el mismo David (Sal. 137, 6)
de las terrenales y celestiales juntamente, dice: Alto es el Señor
y mira las cosas bajas, y las cosas altas conoce desde lejos. Como
si dijera: siendo el alto en su ser, ve ser muy bajo el ser de las
cosas de acá abajo, comparándole con su alto ser; y las cosas
altas, que son las criaturas celestiales, velas y conócelas estar
de su ser muy lejos. Luego todas las criaturas no pueden servir de
proporcionado medio al entendimiento para dar en Dios.
4. Ni más ni menos, todo lo que la imaginación puede imaginar y el
entendimiento recibir y entender (en esta vida) no es ni puede ser
medio próximo para la unión de Dios. Porque, si hablamos
naturalmente, como quiera que el entendimiento no puede entender
cosa si no es lo que cabe y está debajo de las formas y fantasías
de las cosas que por los sentidos corporales se reciben, las
cuales cosas, habemos dicho, no pueden servir de medio, no se
puede aprovechar de la inteligencia natural. Pues, si hablamos de
la sobrenatural, según se puede en esta vida, de potencia
ordinaria no tiene el entendimiento disposición ni capacidad en la
cárcel del cuerpo para recibir noticia clara de Dios, porque esa
noticia no es de este estado, porque, o ha de morir, o no la ha de
recibir.
De donde, pidiendo Moises a Dios esa noticia clara, le respondió
que no le podía ver, diciendo: No me verá hombre que pueda quedar
vivo (Ex. 33, 20); por lo cual san Juan (1, 18) dice: A Dios
ninguno jamás le vio, ni cosa que le parezca. Que, por eso, san
Pablo (1 Cor. 2, 9) con Isaías (64, 4) dice: Ni le vio ojo, ni le
oyó oído, ni cayó en corazón de hombre. Y esta es la causa por que
Moises en la zarza, como se dice en los Actos de los Apóstoles (7,
32), no se atrevió a considerar, estando Dios presente; porque
conocía que no había de poder considerar su entendimiento de Dios
como convenía, conforme a lo que de Dios sentía. Y de Elías,
nuestro Padre se dice (3 Re. 19, 13) que en el monte se cubrió el
rostro en la presencia de Dios, que significa cegar el
entendimiento; lo cual el hizo allí, no se atreviendo a meter tan
baja mano en cosa tan alta, viendo claro que cualquiera cosa que
considerara y particularmente entendiera, era muy distante y
disímil a Dios.
5. Por tanto, ninguna noticia ni aprehensión sobrenatural en este
mortal estado le puede servir de medio próximo para la alta unión
de amor con Dios; porque todo lo que puede entender el
entendimiento, y gustar la voluntad, y fabricar la imaginación, es
muy disímil y desproporcionado, como habemos dicho, a Dios. Lo
cual todo lo dio a entender Isaías (40, 1819) admirablemente en
aquella tan notable autoridad, diciendo: ¿A que cosa habeis podido
hacer semejante a Dios? ¿O que imagen le hareis que se le parezca?
¿Por ventura podrá fabricar alguna escultura el oficial de hierro?
¿O el que labra el oro podrá fingirle con el oro, o el platero con
lañas de plata? Por el oficial del hierro se entiende el
entendimiento, el cual tiene por oficio formar las inteligencias y
desnudarlas del hierro de las especies y fantasías. Por el oficial
del oro entiende la voluntad, la cual tiene habilidad de recibir
figura y forma de deleite, causado del oro del amor. Por el
platero, que dice que no le figurará con las lañas de plata, se
entiende la memoria con la imaginación, lo cual bien propiamente
se puede decir que sus noticias y las imaginaciones que puede
fingir y fabricar son como lañas de plata. Y así, es como si
dijera: ni el entendimiento con sus inteligencias podrá (entender
cosa semejante a el, ni la voluntad podrá) gustar deleite y
suavidad que se parezca a la que es Dios, ni la memoria pondrá en
la imaginación noticias e imágenes que le representen. Luego,
claro está que al entendimiento ninguna de estas noticias le
pueden inmediatamente encaminar a Dios, y que, para llegar a el,
antes ha de ir no entendiendo que queriendo entender, y antes
cegándose y poniendo en tiniebla, que abriendo los ojos para
llegar más al divino rayo.
6. Y de aquí es que la contemplación por la cual el entendimiento
tiene más alta noticia de Dios llaman teología mística, que quiere
decir sabiduría de Dios secreta; porque es secreta al mismo
entendimiento que la recibe y por eso, la llama san Dionisio rayo
de tiniebla. De la cual dice el profeta Baruc (3, 23): No hay
quien sepa el camino de ella ni quien pueda pensar las sendas (de
ella. Luego claro está que el entendimiento se ha de cegar a todas
las sendas) que el puede alcanzar para unirse con Dios.
Aristóteles dice que de la misma manera que los ojos del
murcielago se han con el sol, el cual totalmente le hace
tinieblas, así nuestro entendimiento se ha a lo que es más luz en
Dios, que totalmente nos es tiniebla. Y dice más; que cuanto las
cosas de Dios son en sí más altas y más claras, son para nosotros
más ignotas y oscuras. Lo cual tambien afirma el Apóstol (1 Cor.
3, 19), diciendo: Lo que es alto de Dios, es de los hombres menos
sabido.
7. Y no acabaríamos a este paso de traer autoridades y razones
para probar y manifestar cómo no hay escalera con que el
entendimiento pueda llegar a este alto Señor entre todas las cosas
criadas y que pueden caer en entendimiento; antes es necesario
saber que, si el entendimiento se quisiese aprovechar de todas
estas cosas, o de algunas de ellas por medio próximo para la tal
unión, no sólo le serían impedimento, pero aun le serían ocasión
de hartos errores y engaños en la subida de este monte.
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