Lesbianismo: Diario de Terapia de Emma VIII: ¿Una mentora?
Presentación del Diario de la Terapia
El Diario:
- 1. Ponte en mi piel
- 2. Mi infancia
- 4. La tristeza del AMS (Atracción al
Mismo Sexo)
- 5. Cómo y por qué la empecé (la terapia)
6. Recuparando mi vida
- 7. A pesar de las dudas hay un progreso
Referencia: Elena Lorenzo Rego, ReL
http://elenalorenzo.com/
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Unos meses antes de conocer a Elena me había leído el libro de Richard Cohen
"Comprender y sanar la homosexualidad", ahí describe los pasos a seguir en
la terapia. Siempre tuve algunos miedos hacia ciertas cosas que decía en
este libro y una de ellas es la parte en la que habla de los mentores.
¿Y por qué tenía miedo?
Pues claramente porque en algún momento sabía que no iba a poder hacer la
terapia sola, no íbamos a poder ser sólo Elena y yo y se iba a descubrir el
“pastel”.
Si lees el libro de Richard Cohen, verás que la parte de buscar un mentor él
lo llama: La restauración del amor.
Para alguien como yo que crecí sin una buena vinculación con mi madre, en
quien las percepciones juegan malas pasadas, en quien la autoestima no era
del todo sana, en quien el contacto físico con las mujeres es mitad
excitante y mitad doloroso; la mentora era y es esencial.
Me llevó cierto tiempo ver quién podría ser mi mentora. Consideré contárselo
a alguna amiga pocos años mayor que yo para que ella fuese mi mentora.
Pensaba en mujeres que me consolasen y en las que existía un poco de
obsesión, lógicamente esto no era muy buena idea. Comprendí que mi mentora
tenía que estar fuera del “área de riesgo” en lo referente a mi atracción.
Elena fue insistente en el tema de encontrar una mentora. Yo intentaba no
tocar ese tema en las sesiones, pero a partir del tercer mes era palpable
que lo necesitaba. Le dije que conocía a una mujer idónea para que fuese mi
mentora. Era muy persona cercana conmigo, me doblaba la edad por lo que yo
no corría el riesgo de que me atrajese. La conocía desde hacía más de 5
años, estaba casada era madre de 4 hijos, era discreta y comprensiva, yo ya
le había pedido consejo anteriormente. Me sentía muy valorada por ella y nos
teníamos un cariño sano.
Era la persona idónea. Así que le mentí a Elena, le dije que ya se lo había
dicho y que ya tenía mentora.
El problema es que yo estaba convencida de que en el momento en que le
contase a "mi mentora" sobre mi atracción hacia las mujeres, dejaría de
verme a mí y me pondría la “etiqueta” que a veces parece que representamos.
Las mentiras no solucionan nada.
Hubo un gran “atasco” en la terapia porque yo no daba ese paso. Por algo es
importante confiar en tu terapeuta, ella sabe qué pasos te viene bien dar en
cada momento.
Finalmente, decidí armarme de valor y buscar a esta mujer para que fuera mi
mentora. ¡Me costó tres meses dar ese paso!
No te voy a mentir, para mí no fue fácil dar ese paso pero encontré una
profunda comprensión por su parte. No hizo preguntas, estaba totalmente
abierta a escucharme y solo lo que yo estuviese dispuesta a contarle.
Imagínate lo que es llevar un gran peso en tu corazón y sentir como se
afloja, la tensión desaparece y hay paz en tu vida. Es una sensación
maravillosa.
La verdad nos hace libres.
Para mí fue un gran paso hablar de mi atracción con una mujer (que no fuese
mi terapeuta, claro!). A big step!
En mi mentora he encontrado un amor maternal que me sana, no hay erotización
en nuestra relación, puedo llorar con ella cuando las cosas me cuestan.
Solamente el saber que “está ahí” para mí es más que suficiente. También he
recibido muchas frases de afirmación por su parte que me han ayudado mucho
para crecer en mi autoestima. Un sencillo “te quiero” me cambia un día.
Mi mentora no es una experta en sexualidad ni muchísimo menos, pero sí ha
empezado a leer varios libros sobre AMS. Se implica conmigo y poco a poco
voy recorriendo mi camino, reconstruyendo mi identidad perdida.