Lesbianismo: Diario de Terapia de Emma III - Adolescencia, cuando el corazón se confundió
Presentación del Diario de la Terapia
El Diario:
- 1. Ponte en mi piel
- 2. Mi infancia
- 4. La tristeza del AMS (Atracción al
Mismo Sexo)
- 5. Cómo y por qué la empecé (la terapia)
6. Recuparando mi vida
Referencia: Elena Lorenzo Rego, ReL
http://elenalorenzo.com/
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Cuando cumplí los 13 años, mi cuerpo empezó a cambiar, supongo que eran
cosas de la edad. Las hormonas circulaban por mi torrente sanguíneo haciendo
su trabajo, así que mi cuerpo se mostraba mucho más femenino que de pequeña
y la idea de ser un niño dejó de obsesionarme tanto, pero siguió estando
presente en mis sueños.
La atracción hacia las chicas de mi alrededor era muy real, sobretodo me
gustaban chicas mayores que yo que me hacían sentir especial. Me acuerdo que
en ese tiempo cayeron en mis manos algunas revistas pornográficas que le
dieron a mis pensamientos un exceso de información que no necesitaban.
Empecé a tener problemas con la masturbación (sé que mucho adolescentes se
masturban y no lo consideran un problema, pero en mi caso sí lo era porque
lo necesitaba todos los días, o varias veces al día y era como una droga).
Durante ese tiempo, mi nivel de percepciones se dañó enormemente. Siempre
pensaba que la gente no me aceptaba como era, que no querían estar conmigo…
Tenía un buen grupo de amigas pero yo siempre pensaba que no encajaba, que
en algún momento me iban a “echar de su grupo”. Era muy doloroso para mí.
Además de esto, el ambiente en casa no ayudaba mucho a que la atracción por
el mismo sexo que yo estaba experimentando (AMS) dejase de forjar en mi
interior. En casa las peleas entre mis padres eran casi diarias, mi padre
debido a su enfermedad se había vuelto muy agresivo y a veces nos insultaba,
y varias veces llegó a sacarme a la calle por discusiones. En esos días yo
pasaba horas fuera de mi casa, sin saber muy bien que me iba a encontrar al
volver a casa.
Mi madre empezó a refugiarse en mí, a buscar consuelo en mí. Me contaba sus
problemas matrimoniales, me decía que los hombres eran malos, que mira como
era mi padre, que todos eran iguales. El derrame cerebral que sufrió mi
padre no era una excusa para ella. Mi cabeza y mi corazón se volvieron duros
ante estas palabras, trataba de protegerla en las peleas con mi padre, y
siempre me ponía de su parte.
Estas son algunas causas también de mi AMS. Durante esos años, pasó algo
inesperado. Un primo de mi padre, salió del armario, y se declaró
públicamente gay, nos presentó a su novio en la familia. Mi padre hacía
muchos chistes a sus espaldas pero cuando estaba delante le trataba con
fingido respeto. Así que empecé a darme cuenta que lo que me pasaba a mí, no
era tan raro o poco común. En mi casa se decía, que el primo de mi padre
tenía algún tipo de enfermedad, no mental, pero sí algún tipo de patología
hormonal que le hacía ser así y que le gustasen los hombres. El primo de mi
padre saltaba de una relación a otra, tenía problemas con las drogas y a
veces pasaban largas temporadas sin saber nada de él.
A los 16 años sabía de sobra que me gustaban las mujeres, aunque alguna vez
también me fijaba en chicos, sabía que era homosexual y en ese momento pensé
que yo también tendría algún tipo de patología hormonal.
Esos años antes de la universidad, no fueron agradables. Las chicas me
obsesionaban, empecé a cambiar muchas cosas de mi personalidad, dejé de ser
yo misma para agradar a los demás, me convertí en la protectora de mi madre,
y de cualquier mujer que estuviese en problemas. Mi corazón se confundió y
pensé que no había vuelta atrás. No me sentía cómoda entre mujeres, tampoco
entre los hombres. Siempre con envidias, y con un sentimiento de
inferioridad muy grande.
A veces, besaba algunos chicos de mi clase o estando de fiesta, pero yo no
sentía nada, solo dolor en mi corazón…pero yo quería que me gustasen.
Cuando yo era adolescente, las nuevas tecnologías comenzaban a tomar forma,
pero nada que ver con las múltiples opciones que hay ahora. No todos los
adolescentes teníamos móvil o internet en casa. Por lo que no podía
investigar más sobre el tema. En ese tiempo, el silencio se convirtió en mi
“mejor” compañero. Pero es un silencio que duele.
Mis amigos/as que ahora son tan tolerantes o modernos con el tema de los
gays y las lesbianas, en nuestra adolescencia hacían muchos comentarios
despectivos. He conocido a otras personas que han pasado por lo mismo que
yo. Es lo que Elena llama el estigma social de la homosexualidad, y que te
hunde más.
Hubiese agradecido mucho haber escuchado otra cosa en mi adolescencia
diferente a “estás enferma” si eres homosexual, o la única solución es que
lo vivas en silencio, o no hay nada que hacer con esos sentimientos, o si
tienes suerte como el primo de mi padre puede que “parezcas feliz” entrando
y saliendo de una relación. Hubiese agradecido que alguien me hubiese dicho
que había una terapia que podía ayudarme.