Tratado de la Paciencia Capítulo 13: De la paciencia del alma a la paciencia del cuerpo
En fin, hasta aquí se ha tratado de una paciencia espiritual y uniforme,
constituida tan sólo en el alma; pero también la paciencia alcanza méritos
delante de Dios de muchísimas maneras por medio del cuerpo. Este tipo de
paciencia lo reveló el Señor por medio de la fortaleza de su cuerpo. Por
tanto, si el alma guía al cuerpo, con facilidad le comunica la paciencia
estableciéndola en él como en su morada. Pero, ¿qué clase de ganancias hará
la paciencia por medio del cuerpo´? En primer lugar, gana con la
mortificación de la carne, que es un sacrificio de humildad que aplaca a
Dios. Le ofrece al Señor el desaliño y la pobreza de la comida,
contentándose con un alimento sencillo y beber agua pura. Se enriquece si a
esto añade el ayuno, y cuando consigue acostumbrar el cuerpo a la penitencia
y a la modestia en el vestir.
Esta paciencia corporal hace recomendables las oraciones y asegura las
plegarias porque abre los oídos de Cristo, nuestro Dios, desvaneciendo su
severidad y provocando su clemencia. Así fue cómo aquel rey de Babilonia
-que por haber ofendido al Señor, viose privado durante siete años de la
forma humana (Daniel IV. 25-31)- ofreciendo la paciencia de su cuerpo
sacrificado por la penitencia y la sordidez, recuperó el reino y satisfizo a
Dios, que es lo que más deben desear los hombres. Pero más altos aún y más
dichosos grados de paciencia corporal hemos de indicar, como que ella eleva
a la santidad la continencia de la carne; sostiene a la viudez, conserva la
virginidad, y al voluntario eunuco lo levanta hasta el reino de los cielos
(Mal.. XIX 12). Todo lo cual nace de las fuerzas del alma; pero se
perfecciona en la carne, que con la ayuda de la paciencia triunfa finalmente
en las persecuciones. Y cuando aprieta la fuga 22, la carne lucha contra las
incomodidades de la huida; y cuando la cárcel oprime, la carne sufre las
cadenas, el cepo, la dureza del suelo, la privación de la luz y la falta de
lo necesario para la vida 23.
Y si la sacan para experimentar la felicidad del segundo bautismo 24
elevándola a la altura del divino trono, entonces nada la ayuda tanto como
la paciencia del cuerpo, pero si "el espíritu está pronto", sin la paciencia
"la carne es débil" (Mat., XXVI, 41). De esta manera ella es la salvación
para el espíritu y para la misma carne. Cuando el Señor afirmó de la carne
que era débil, entonces nos enseñó que era necesario fortalecerla con la
paciencia contra todo lo que sería inventado para castigar y arrancar la fe;
a fin de que con toda constancia pudiera tolerar los látigos, el fuego, la
cruz, las bestias y la espada, todo lo cual lo dominaron con el sufrimiento
los profetas y los apóstoles.