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1. De entre las manos nos van saliendo las dudas, y así no podemos
correr, con la prisa que querríamos adelante. Porque, así como las
levantamos, estamos obligados a allanarlas necesariamente, para
que la verdad de la doctrina siempre quede llana y en su fuerza.
Pero este bien hay en estas dudas siempre, que, aunque nos impiden
el paso un poco, todavía sirven para más doctrina y claridad de
nuestro intento, como será la duda presente.
2. En el capítulo precedente habemos dicho cómo no es voluntad de
Dios que las almas quieran recibir por vía sobrenatural cosas
distintas de visiones o locuciones, etc. Por otra parte habemos
visto en el mismo capítulo y colegido de los testimonios que allí
se han alegado de la sagrada Escritura que se usaba el dicho trato
con Dios en la Ley Vieja y era lícito; y no sólo lícito, sino que
Dios se lo mandaba. Y, cuando no lo hacían, los reprehendía Dios,
como es de ver en Isaías (30, 2), donde reprehende Dios a los
hijos de Israel porque, sin preguntárselo a el primero, querían
descender en Egipto, diciendo: Et os meum non interrogastis, esto
es: No preguntasteis primero a mi misma boca lo que convenía. Y
tambien leemos en Josue (9, 14) que, siendo engañados los mismos
hijos de Israel por los gabaonitas, les nota allí el Espíritu
Santo esta falta, diciendo: Susceperunt ergo de cibariis eorum, et
os Domini non interrogaverunt, que quiere decir: Recibieron de sus
manjares, y no lo preguntaron a la boca de Dios. Y así vemos en la
divina sagrada Escritura que Moises siempre preguntaba a Dios, y
el rey David y todos los reyes de Israel, para sus guerras y
necesidades, y los sacerdotes y profetas antiguos, y Dios
respondía y hablaba con ellos y no se enojaba, y era bien hecho; y
si no lo hicieran, fuera mal hecho, y así es la verdad. ¿Por que,
pues, ahora en la Ley Nueva y de gracia no lo será como antes lo
era?
3. A lo cual se ha de responder que la principal causa por que en
la Ley de escritura eran lícitas las preguntas que se hacían a
Dios, y convenía que los profetas y sacerdotes quisiesen
revelaciones y visiones de Dios, era porque aún entonces no estaba
bien fundamentada la fe ni establecida la Ley evangelica, y así
era menester que preguntasen a Dios y que el hablase, ahora por
palabras, ahora por visiones y revelaciones, ahora en figuras y
semejanzas, ahora entre otras muchas maneras de significaciones,
porque todo lo que respondía, y hablaba, (y obraba), y revelaba,
eran misterios de nuestra fe y cosas tocantes a ella o enderezadas
a ella; que, por cuanto las cosas de fe no son del hombre sino de
boca del mismo Dios (las cuales por su misma boca habla, por eso
era menester que, como habemos dicho, preguntasen a la misma boca
de Dios); y por eso los reprehendía el mismo Dios, porque en sus
cosas no preguntaban a su boca para que el respondiese,
encaminando sus casos y cosas a la fe, que aún ellos no tenían
sabida, por no estar aún fundada. Pero ya que está fundada la fe
en Cristo y manifiesta la Ley evangelica en esta era de gracia, no
hay para que preguntarle de aquella manera, ni para que el hable
ya ni responda como entonces. Porque en darnos, como nos dio a su
Hijo, que es una Palabra suya, que no tiene otra, todo nos lo
habló junto y de una vez en esta sola Palabra, y no tiene más que
hablar.
4. Y este es el sentido de aquella autoridad con que comienza san
Pablo (Heb. 1, 12) a querer inducir a los hebreos a que se
aparten de aquellos modos primeros y tratos con Dios de la Ley de
Moises, y pongan los ojos en Cristo solamente, diciendo:
Multifariam multisque modis olim Deus loquens patribus in
prophetis: novissime autem diebus istis locutus est nobis in
Filio. Y es como si dijera: Lo que antiguamente habló Dios en los
profetas a nuestros padres de muchos modos y de muchas maneras,
ahora a la postre, en estos días nos lo ha hablado en el Hijo todo
de una vez. En lo cual da a entender el Apóstol que Dios ha
quedado como mudo y no tiene más que hablar, porque lo que hablaba
antes en partes a los profetas ya lo ha hablado en el todo,
dándonos al Todo, que es su Hijo.
5. Por lo cual, el que ahora quisiese preguntar a Dios, o querer
alguna visión o revelación, no sólo haría una necedad, sino haría
agravio a Dios, no poniendo los ojos totalmente en Cristo, sin
querer otra alguna cosa o novedad.
Porque le podría responder Dios de esta manera, diciendo: "Si te
tengo ya habladas todas las cosas en mi Palabra, que es mi Hijo, y
no tengo otra, ¿que te puedo yo ahora responder o revelar que sea
más que eso? Pon los ojos sólo en el, porque en el te lo tengo
todo dicho y revelado, y hallarás en el aún más de lo que pides y
deseas. Porque tú pides locuciones y revelaciones en parte, y si
pones en el los ojos, lo hallarás en todo; porque el es toda mi
locución y respuesta y es toda mi visión y toda mi revelación. Lo
cual os he ya hablado, respondido, manifestado y revelado,
dándoosle por hermano, compañero y maestro, precio y premio.
Porque desde aquel día que baje con mi Espíritu sobre el en el
monte Tabor, diciendo (Mt. 17, 5): Hic est Filius meus dilectus,
in quo mihi bene complacui, ipsum audite, es a saber: Este es mi
amado Hijo, en que me he complacido, a el oíd; ya alce yo la mano
de todas esas maneras de enseñanzas y respuestas y se la di a el.
Oídle a el, porque yo no tengo más fe que revelar, ni más cosas
que manifestar. Que, si antes hablaba, era prometiendo a Cristo; y
si me preguntaban, eran las (preguntas) encaminadas a la petición
y esperanza de Cristo, en que habían de hallar todo bien, como
ahora lo da a entender toda la doctrina de los evangelistas y
apóstoles. Mas ahora, el que me preguntase de aquella manera y
quisiese que yo le hablase o algo le revelase, era en alguna
manera pedirme otra vez a Cristo, y pedirme más fe, y ser falto en
ella, que ya está dada en Cristo. Y así, haría mucho agravio a mi
amado Hijo, porque no sólo en aquello le faltaría en la fe, mas le
obligaba otra vez a encarnar y pasar por la vida y muerte primera.
No hallarás que pedirme ni que desear de revelaciones o visiones
de mi parte. Míralo tú bien, que ahí lo hallarás ya hecho y dado
todo eso, y mucho más, en el.
6. Si quisieres que te respondiese yo alguna palabra de consuelo,
mira a mi Hijo, sujeto a mí y sujetado por mi amor, y afligido, y
verás cuántas te responde. Si quisieres que te declare yo algunas
cosas ocultas o casos, pon solos los ojos en el, y hallarás
ocultísimos misterios y sabiduría, y maravillas de Dios, que están
encerradas en el, según mi Apóstol (Col. 2, 3) dice: In quo sunt
omnes thesauri sapentiae et scientiae Dei absconditi, esto es: En
el cual Hijo de Dios están escondidos todos los tesoros de
sabiduría y ciencia de Dios. Los cuales tesoros de sabiduría serán
para ti muy más altos y sabrosos y provechosos que las cosas que
tú querías saber. Que por eso se gloriaba el mismo Apóstol (1 Cor.
2, 2), diciendo: Que no había el dado a entender que sabía otra
cosa, sino a Jesucristo, y a este crucificado. Y si tambien
quisieses otras visiones y revelaciones divinas o corporales,
mírale a el tambien humanado, y hallarás en eso más que piensas;
porque tambien dice el Apóstol (Col. 2, 9): In ipso habitat omnis
plenitudo divinitatis corporaliter; que quiere decir: En Cristo
mora corporalmente toda plenitud de divinidad".
7. No conviene, pues, ya preguntar a Dios de aquella manera, ni es
necesario que ya hable, pues, acabando de hablar toda la fe en
Cristo, no hay más fe que revelar ni la habrá jamás. Y quien
quisiere ahora recibir cosas algunas por vía sobrenatural, como
habemos dicho, era notar falta en Dios de que no había dado todo
lo bastante en su Hijo. Porque, aunque lo haga suponiendo la fe y
creyendola, todavía es curiosidad de menos fe. De donde no hay que
esperar doctrina ni otra cosa alguna por vía sobrenatural.
Porque la hora que Cristo dijo en la cruz: Consummatum est (Jn.
19, 30), cuando expiró, que quiere decir: Acabado es, no sólo se
acabaron esos modos, sino todas esotras ceremonias y ritos de la
Ley Vieja. Y así, en todo nos habemos de guiar por la ley de
Cristo hombre (y de su Iglesia y ministros, humana y visiblemente,
y por esa vía remediar nuestras ignorancias y flaquezas
espirituales; que para todo hallaremos abundante medicina por esta
vía. Y lo que de este camino saliere no sólo es curiosidad, sino
mucho atrevimiento. Y no se ha de creer cosa por vía sobrenatural,
sino sólo lo que es enseñanza de Cristo hombre) como digo, y de
sus ministros, hombres. Tanto, que dice san Pablo (Gl. 1, 8) estas
palabras: Quod si angelus decaelo evangelizaverit, praeterquam
quod evangelizavimus vobis, anathema sit, es a saber: Si algún
ángel del cielo os evangelizare fuera de lo que nosotros hombres
os evangelizáremos, sea maldito y descomulgado.
8. De donde, pues es verdad que siempre se ha de estar en lo que
Cristo nos enseñó, y todo lo demás no es nada ni se ha de creer si
no conforma con ello, en vano anda el que quiere ahora tratar con
Dios a modo de la Ley Vieja. Cuánto más que no le era lícito a
cualquiera de aquel tiempo preguntar a Dios, ni Dios respondía a
todos, sino sólo a los sacerdotes y profetas, que eran de cuya
boca el vulgo había de saber la ley y la doctrina. Y así, si
alguno quería saber alguna cosa de Dios, por el profeta o por el
sacerdote lo preguntaba, y no por sí mismo. Y si David por sí
mismo algunas veces preguntó a Dios, es porque era profeta, y aun,
con todo eso, no lo hacía sin la vestidura sacerdotal, como se ve
haberlo hecho en el primero de los Reyes (23, 9), donde dijo a
Abimelec sacerdote: Applica ad me ephod, que era una vestidura de
las más autorizadas del sacerdote, y con ella consultó con Dios.
Mas otras veces, por el profeta Natán y por otros profetas
consultaba a Dios. Y por la boca de estos y de los sacerdotes se
había de creer ser (de) Dios lo que se les decía, y no por su
parecer propio.
9. Y así, lo que Dios decía entonces, ninguna autoridad ni fuerza
les hacía para darle entero credito, si por la boca de los
sacerdotes y profetas no se aprobaba. Porque es Dios tan amigo que
el gobierno y trato del hombre sea tambien por otro hombre
semejante a el y que por razón natural sea el hombre regido y
gobernado, que totalmente quiere que las cosas que
sobrenaturalmente nos comunica no las demos entero credito ni
hagan en nosotros confirmada fuerza y segura, hasta que pasen por
este arcaduz humano de la boca del hombre. Y así siempre que algo
dice o revela al alma, lo dice con una manera de inclinación
puesta en la misma alma, a que se diga a quien conviene decirse; y
hasta esto, no suele dar entera satisfacción, porque no la tomó el
hombre de otro hombre semejante a el.
De donde en los Jueces (7, 911) vemos haberle acaecido lo mismo
al capitán Gedeón; que, con haberle Dios dicho muchas veces que
vencería a los madianitas, todavía estaba dudoso y cobarde,
habiendole dejado Dios aquella flaqueza, hasta que por la boca de
los hombres oyó lo que Dios le había dicho. Y fue, que, como Dios
le vio flaco, le dijo: Levántate y desciende del real; et cum
sudieris quod loquantur, tunc confortabuntur manus tuae, et
securior ad hostium castra descendes, esto es: Cuando oyeres allí
lo que hablan los hombres, entonces recibirás fuerzas en lo que te
he dicho y bajarás con más seguridad a los ejercitos de los
enemigos. Y así fue que, oyendo contar un sueño de un madianita a
otro, en que había soñado que Gedeón los había de vencer, fue muy
esforzado y comenzó a poner con grande alegría por obra la
batalla. Donde se ve que no quiso Dios que ese se asegurase, pues
no le dio la seguridad, sólo por vía sobrenatural, hasta que se
confirmó naturalmente.
10. Y mucho más es de admirar lo que pasó acerca de esto en
Moises, que, con haberle Dios mandado con muchas (razones) y
confirmándoselo con señales de la vara en serpiente y de la mano
leprosa, que fuese a libertar los hijos de Israel, estuvo tan
flaco y oscuro en esta ida, que, aunque se enojó Dios, nunca tuvo
ánimo para acabar de tener (fuerte) fe, en el caso para ir hasta
que le animó Dios con su hermano Aarón, diciendo (Ex. 4, 1415):
Aaron frater tuus levites scio quod eloquens sit: ecce ipse
egredietur in occursum tuum, vidensque te, laetabitur corde.
Loquere ad eum, et pone verba mea in ore eius, et ego ero in ore
tuo, et in ore illius, etcetera; lo cual es como si dijera: Yo se
que tu hermano Aarón es hombre elocuente; cata que el te saldrá al
encuentro y, viendote, se alegrará de corazón; habla con el, y
dile todas mis palabras, y yo sere en tu boca y en la suya, para
que cada uno reciba credito de la boca del otro.
11. Oídas estas palabras, Moises animóse luego con la esperanza
del consuelo del consejo que de su hermano había de tener. Porque
esto tiene el alma humilde, que no se atreve a tratar a solas con
Dios, ni se puede acabar de satisfacer sin gobierno y consejo
humano. Y así lo quiere Dios, porque en aquellos que se juntan a
tratar la verdad, se junta el allí para declararla y confirmarla
en ellos, fundada sobre razón natural, como dijo que lo había de
hacer con Moises y Aarón juntos, siendo en la boca del uno y en la
boca del otro.
Que por eso tambien dijo en el Evangelio (Mt. 18, 20) que: Ubi
fuerint duo vel tres congregati in nomine meo, ibi sum ego in
medio eorum; esto es: Donde estuvieren dos o tres juntos para
mirar lo que es más honra y gloria de mi nombre, yo estoy allí en
medio de ellos, es a saber: aclarando y confirmando en sus
corazones las verdades de Dios. Y es de notar que no dijo: Donde
estuviere uno solo, yo estoy allí, sino, por lo menos, dos: para
dar a entender que no quiere Dios que ninguno a solas se crea para
sí las cosas que tiene por de Dios, ni se confirme ni afirme en
ellas sin la Iglesia o sus ministros, porque con este solo no
estará el aclarándole y confirmándole la verdad en el corazón, y
así quedará en ella flaco y frío.
12. Porque de aquí es lo que encarece el Eclesiastes (4, 1012),
diciendo: Vae soli, quia cum ceciderit, non habet sublevantem se.
Si dormierint duo, fovebuntur mutuo: unus quomodo calefiet? et si
quispiam praevaluerit contra unum, duo resistent ei; que quiere
decir: ¡Ay del solo que cuando cayere no tiene quien le levante!
Si dos durmieren juntos, calentarse ha el uno al otro, es a saber,
con el calor de Dios, que está en medio; uno solo, ¿cómo
calentará?; es a saber: ¿cómo dejará de estar frío en las cosas de
Dios? Y, si alguno pudiere más y prevaleciere contra uno, esto es,
el demonio, que puede y prevalece contra los que a solas se
quieren haber en las cosas de Dios, dos juntos le resistirán, que
son el discípulo y el maestro, que se juntan a saber y a hacer la
verdad. Y hasta esto, ordinariamente se siente el solo tibio y
flaco en ella, aunque más la hayan oído de Dios; tanto, que con
haber mucho que san Pablo predicaba el Evangelio que dice el había
oído, no de hombre, sino de Dios, no pudo acabar consigo de dejar
de ir a conferirlo con san Pedro y los Apóstoles, diciendo (Gl. 2,
2): Ne forte in vanum currerem, aut cucurrissem, que quiere decir:
No por ventura corriese en vano o hubiese corrido; no teniendose
por seguro hasta que le dio seguridad el hombre. Cosa, pues,
notable parece, Pablo, pues el que os reveló ese Evangelio, ¿no
pudiera tambien revelaros la seguridad de la falta que podíades
hacer en la predicación de la verdad de el?
13. Aquí se da a entender claro cómo no hay de que asegurarse en
las cosas que Dios revela, sino es por el orden que vamos
diciendo; porque, dado caso que la persona tenga certeza, como san
Pablo tenía de su Evangelio, pues le había comenzado ya a
predicar, que aunque la revelación sea de Dios, todavía el hombre
puede errar acerca de ella (o) en lo tocante a ella. Porque Dios
no siempre, aunque dice lo uno, dice lo otro; y muchas veces dice
la cosa, y no dice el modo de hacerla, porque, ordinariamente,
todo lo que se puede hacer por industria y consejo humano no lo
hace el ni lo dice, aunque trate muy afablemente mucho tiempo con
el alma. Lo cual conocía muy bien san Pablo; pues, aunque sabía le
era revelado por Dios el Evangelio, le fue a conferir.
Y vemos esto claro en el Exodo (18, 2122), donde, tratando Dios
tan familiarmente con Moises, nunca le había dado aquel consejo
tan saludable que le dio su suegro Jetró, es a saber: que eligiese
otros jueces para que le ayudasen y no estuviese esperando el
pueblo desde la mañana hasta la noche. El cual consejo Dios
aprobó, y no se lo había dicho, porque aquello era cosa que podía
caber en razón y juicio humano. Acerca de las visiones y
revelaciones y locuciones que Dios, no las suele revelar Dios
porque siempre quiere que se aprovechen de este en cuanto se
pudiere, y todas ellas han de ser reguladas por este, salvo las
que son de fe, que exceden todo juicio y razón, aunque no son
contra ella.
14. De donde no piense alguno que, porque sea cierto que Dios y
los Santos traten con el familiarmente muchas cosas, por el mismo
caso le han de declarar las faltas que tiene acerca de cualquier
cosa, pudiendo el saberlo por otra vía. Y así, no hay que
asegurarse, porque, como leemos haber acaecido en los Actos de los
Apóstoles que, con ser san Pedro príncipe de la Iglesia y que
inmediatamente era enseñado de Dios, acerca de cierta ceremonia
que usaba entre las gentes erraba, y callaba Dios; tanto, que le
reprendió san Pablo, según el allí afirma diciendo: Cum vidissem,
quod non recte ad veritatem Evangeli ambularent, dixi coram
omnibus: Si tu iudaeus cum sis, gentiliter vivis, quomodo gentes
cogis iudaizare?; que quiere decir: Como yo viese, dice san Pablo,
que no andaban rectamente los discípulos según la verdad del
Evangelio, dije a Pedro delante de todos: Si siendo tú judío, como
lo eres, vives gentílicamente, ¿cómo haces tal ficción que fuerzas
a los gentiles a judaizar? (Gl. 2, 14). Y Dios no advertía esta
falta a san Pedro por sí mismo, porque era cosa que caía en razón
aquella simulación, y la podía saber por vía razonal.
15. De donde muchas faltas y pecados castigará Dios en muchos el
día del juicio, con los cuales habrá tenido acá muy ordinario
trato y dado mucha luz y virtud, porque, en lo demás que ellos
sabían que debían hacer, se descuidaron, confiando en aquel trato
y virtud que tenían con Dios. Y así, como dice Cristo en el
Evangelio (Mt. 7, 22), se maravillarán ellos entonces, diciendo:
Domine, Domine nonne in nomine tuo prophetavimus, et in nomine tuo
daemonia eiecimus, et in nomine tuo virtutes multas fecimus?, esto
es; Señor, Señor, ¿por ventura las profecías que tú nos hablabas
no las profetizamos en tu nombre (y en tu nombre echamos los
demonios), y en tu nombre no hicimos muchos milagros y virtudes? Y
dice el Señor que les responderá diciendo (Mt. 7, 23): Et tunc
confitebor illis, quia numquam novi vos: discedite a me omnes qui
operamini iniquitatem, es a saber: Apartaos de mí los obreros de
maldad, porque nunca os conocí. De estos era el profeta Balam y
otros semejantes, a los cuales aunque hablaba Dios con ellos y les
daba gracias, eran pecadores (Núm. 2224). Pero en su tanto
reprenderá tambien el Señor a los escogidos y amigos suyos, con
quien acá se comunicó familiarmente, en las faltas y descuidos que
ellos hayan tenido; de los cuales no era menester les advirtiese
Dios por sí mismo, pues ya por ley y razón natural que les había
dado se lo advertía.
16. Concluyendo, pues, en esta parte, digo y saco de lo dicho: que
cualquiera cosa que el alma reciba, de cualquier manera que sea,
por vía sobrenatural, clara y rasa, entera y sencillamente, ha de
comunicarla luego con el maestro espiritual. Porque, aunque parece
que no había para que dar cuenta ni para que gastar en eso tiempo,
pues con desecharlo y no hacer caso de ello ni quererlo, como
habemos dicho, queda el alma segura (mayormente cuando son cosas
de visiones o revelaciones u otras comunicaciones sobrenaturales,
que o son claras o va poco en que sean o no sean) todavía es muy
necesario, aunque al alma le parezca que no hay para que, decirlo
todo. Y esto por tres causas:
La primera, porque, como habemos dicho, muchas cosas comunica
Dios, cuyo efecto y fuerza y luz y seguridad, no la confirma del
todo en el alma hasta que, como habemos dicho, se trate con quien
Dios tiene puesto por juez espiritual de aquel alma, que es el que
tiene poder de atarla o desatarla y aprobar y reprobar en ella;
según lo habemos probado por las autoridades arriba alegadas y lo
probamos cada día por experiencia, viendo en las almas humildes
por quien pasan estas cosas, que, despues que las han tratado con
quien deben, quedan con nueva satisfacción, fuerza y luz y
seguridad. Tanto, que a algunas les parece que, hasta que lo
traten, ni se les asienta, ni es suyo aquello, y que entonces se
lo dan de nuevo.
17. La segunda causa es porque ordinariamente ha menester el alma
doctrina sobre las cosas que le acaecen, para encaminarla por
aquella vía a la desnudez y pobreza espiritual que es la noche
oscura. Porque si esta doctrina le va faltando, dado que el alma
no quiera las tales cosas, sin entenderse se iría endureciendo en
la vía espiritual y haciendose a la del sentido, acerca del cual,
en parte, pasan las tales cosas distintas.
18. La tercera causa es porque para la humildad y sujeción y
mortificación del alma conviene dar parte de todo, aunque de todo
ello no haga caso ni lo tenga en nada. Porque hay algunas almas
que sienten mucho en decir las tales cosas, por parecerles que no
son nada, y no saben cómo las tomará la persona con quien las han
de tratar; lo cual es poca humildad, y, por el mismo caso, es
menester sujetarse a decirlo. (Y hay otras) que sienten mucha
vergüenza en decirlo, porque no vean que tienen ellas aquellas
cosas que parecen de santos, y otras cosas que en decirlo sienten,
y, por eso, que no hay para que lo decir, pues no hacen ellas caso
de ello; y, por el mismo caso, conviene que se mortifiquen y lo
digan, hasta que esten humildes, llanas y blandas y prontas en
decirlo, y despues siempre lo dirán con facilidad.
19. Pero hase de advertir acerca de lo dicho que no, porque
habemos puesto tanto en que las tales cosas se desechen y que no
pongan los confesores a las almas en el lenguaje de ellas,
convendrá que las muestren desabrimiento los padres espirituales
acerca de ellas, ni de tal manera les hagan desvíos y desprecio en
ellas, que les den ocasión a que se encojan y no se atrevan a
manifestarlas, que será ocasión de dar en muchos inconvenientes si
les cerrasen la puerta para decirlas. Porque, pues, (como habemos
dicho), es medio y modo por donde Dios lleva las tales almas, no
hay para que estar mal con el ni por que espantarse ni
escandalizarse de el, sino antes con mucha benignidad y sosiego;
poniendoles ánimo y dándoles salida para que lo digan y, si fuere
menester, poniendoles precepto, porque, a veces, en la dificultad
que algunas almas sienten en tratarlo, todo es menester.
Encamínenlas en la fe, enseñándolas buenamente a desviar los ojos
de todas aquellas cosas, y dándoles doctrina en cómo han de
desnudar el apetito y espíritu de ellas para ir adelante, y
dándoles a entender cómo es más preciosa delante de Dios una obra
o acto de voluntad hecho en caridad, que cuantas visiones (y
revelaciones) y comunicaciones pueden tener del cielo, pues estas
ni son merito ni demerito; y cómo muchas almas, no teniendo cosas
de esas, están sin comparación mucho más adelante que otras que
tienen muchas.
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