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1. Ahora nos conviene probar la segunda causa porque las visiones
y palabras de parte de Dios, aunque son siempre verdaderas en sí,
no son siempre ciertas cuanto a nosotros; y es por razón de sus
causas, en que ellas se fundan. Porque muchas veces dice Dios
cosas que van fundadas sobre criaturas y efectos de ellas, que son
variables y pueden faltar, y así, las palabras que sobre esto se
fundan tambien pueden ser variables y pueden faltar. Porque,
cuando una cosa depende de otra, faltando la una, falta tambien la
otra. Como si Dios dijese: "De aquí a un año tengo de enviar tal
plaga a este reino"; y la causa y fundamento de esta amenaza es
cierta ofensa que se hace a Dios en el reino: si cesase o variase
la ofensa, podrá cesar el castigo y era verdadera la amenaza,
porque iba fundada sobre la actual culpa, la cual, si durara, se
ejecutara.
2. Esto vemos haber acaecido en la ciudad de Nínive de parte de
Dios, diciendo (Jon. 3, 4): Adhuc quadraginta diebus, et Ninive
subvertetur; que quiere decir: De aquí a cuarenta días ha de ser
asolada Nínive. Lo cual no se cumplió porque cesó la causa de esta
amenaza, que eran sus pecados, haciendo penitencia de ellos; la
cual si no hicieran, se cumpliera. Tambien leemos en el libro 3º
de los Reyes (21, 21) que, habiendo hecho al rey Acab un pecado
muy grande, le envió Dios a prometer un grande castigo, siendo
nuestro padre Elías el mensajero, sobre su persona, sobre su casa
y sobre su reino. Y, porque Acab rompió las vestiduras de dolor, y
se vistió de cilicio y ayunó y durmió en saco y anduvo triste y
humillado, le envió luego a decir con el mismo profeta estas
palabras: Quia igitur humiliatus est mei causa, non inducam malum
in diebus eius, sed in diebus filii sui; que quiere decir: Por
cuanto Acab se ha humillado por amor de mí, no enviare el mal que
dije en sus días, sino en los de su hijo (21, 29). Donde vemos
que, porque mudó Acab el ánimo y afecto con que estaba, mudó
tambien Dios su sentencia.
3. De donde podemos colegir para nuestro propósito que, aunque
Dios haya revelado o dicho a un alma afirmativamente cualquiera
cosa, en bien o en mal, tocante a la misma alma o a otras, se
podrá mudar en más o en menos, o variar o quitar del todo, según
la mudanza o variación del afecto de la tal alma o causa sobre que
Dios se fundaba; y así, no cumplirse como se esperaba, y sin saber
por que muchas veces, sino sólo Dios. Porque aun muchas cosas
suele Dios decir y enseñar y prometer, no para que entonces se
entiendan ni se posean, sino para que despues se entiendan cuando
convenga tener la luz de ellas o cuando se consiga el efecto de
ellas; como vemos que hizo con sus discípulos, a los cuales decía
muchas parábolas y sentencias, cuya sabiduría no entendieron hasta
el tiempo que habían de predicarla, que fue cuando vino sobre
ellos el Espíritu Santo, del cual les había dicho Cristo (Jn. 14,
26) que les declararía todas las cosas que el les había dicho en
su vida. Y hablando san Juan (12, 16) sobre aquella entrada de
Cristo en Jerusalen, dice: Haec non cognoverunt discipuli eius
primum: sed quando glorificatus est Jesus, tunc recordati sunt
quia haec erant scripta de eo. Y así, muchas cosas de Dios pueden
pasar por el alma muy particulares que ni ella ni quien la
gobierna las entiendan hasta su tiempo.
4. En el libro primero de los Reyes (2, 30) tambien leemos que,
enojado Dios contra Helí, sacerdote de Israel, por los pecados que
no castigaba a sus hijos, le envió a decir con Samuel, entre otras
palabras, estas que se siguen: Loquens locutus sum, ut domus tua,
et domus patris tui, ministraret in conspectu meo, usque in
sempiternum. Verumtamen absit hoc a me. Y es como si dijera: Muy
de veras dije antes de ahora que tu casa y la casa de tu padre
había siempre de servirme de sacerdocio en mi presencia para
siempre. Pero este propósito muy lejos está de mí. No hare tal.
Que, por cuanto este oficio de sacerdocio se fundaba en dar honra
y gloria a Dios, y por este fin había Dios prometido darlo a su
padre para siempre, en faltando el celo a Helí de la honra de Dios
porque, como el mismo Dios se le envió a quejar, honraba más a sus
hijos que a Dios, disimulándoles los pecados por no los afrentar,
faltó tambien la promesa, la cual era para siempre si para siempre
en ellos durara el buen servicio y celo.
Y así, no hay que pensar que, porque sean los dichos y
revelaciones de parte de Dios, han infaliblemente de acaecer como
suenan, mayormente cuando están asidos a causas humanas, que
pueden variar, o mudarse o alterarse.
5. Y cuándo ellos están pendientes de estas causas Dios solo sabe,
que no siempre lo declara, sino dice el dicho o hace la revelación
y calla la condición algunas veces, como hizo a los ninivitas, que
determinadamente les dijo que habían de ser destruidos pasados
cuarenta días (Jon. 3, 4). Otras veces la declara, como hizo a
Roboán, diciendole (3 Re. 11, 38): Si tú guardares mis
mandamientos como mi siervo David, yo tambien sere contigo como
con el, y te edificare casa como a mi siervo David. Pero, ahora lo
declare, ahora no, no hay que asegurarse en la inteligencia,
porque no hay poder comprehender las verdades ocultas de Dios que
hay en sus dichos y multitud de sentidos. El está sobre el cielo y
habla en camino de eternidad; nosotros, ciegos, sobre la tierra, y
no entendemos sino vías de carne y tiempo. Que por eso entiendo
que dijo el Sabio (Ecli. 5, 1): Dios está sobre el cielo, y tú
sobre la tierra; por tanto, no te alargues ni arrojes en hablar.
6. Y dirásme, por ventura: Pues si no lo habemos de entender ni
entremeternos en ello, ¿por que nos comunica Dios esas cosas? Ya
he dicho que cada cosa se entenderá en su tiempo por orden del que
lo habló, y entenderlo ha quien el quisiere, y se verá que convino
así, porque no hace Dios cosa sin causa y verdad. Pero esto se
crea: que no hay acabar de comprehender sentido en los dichos y
cosas de Dios, ni que determinarse a lo que parece, sin errar
mucho y venir a hallarse muy confuso.
Esto sabían muy bien los profetas, en cuyas manos andaba la
palabra de Dios, a los cuales era grande trabajo la profecía
acerca del pueblo; porque, como (habemos) dicho, mucho de ello no
lo veían acaecer como a la letra se les decía. Y era causa de que
hiciesen mucha risa y mofa de los profetas; tanto, que vino a
decir Jeremías (20, 7): Búrlanse de mi todo el día, todos me mofan
y desprecian, porque ya ha mucho que doy voces contra la maldad y
les prometo destrucción, y hase hecho la palabra del Señor para mi
afrenta y burla todo el tiempo. Y dije: No me tengo de acordar de
el ni tengo más de hablar en su nombre. En lo cual, aunque el
santo profeta decía con resignación y en figura del hombre flaco
que no puede sufrir las vías y vueltas de Dios, da bien a entender
en esto la diferencia del cumplimiento de los dichos divinos, del
común sentido que suenan, pues a los divinos profetas tenían por
burladores, y ellos sobre la profecía padecían tanto, que el mismo
Jeremías en otra parte (Lm. 3, 47) dijo: Formido et laqueus facta
est nobis vaticinatio et contritio; que quiere decir: Temor y lazo
se nos ha hecho la profecía, y contradicción de espíritu.
7. Y la causa por que Jonás huyó cuando le enviaba Dios a predicar
la destrucción de Nínive fue esta, conviene a saber: el conocer la
variedad de los dichos de Dios acerca del entender de los hombres
y de las causas de los dichos. Y así, porque no hiciesen burla de
el cuando no viesen cumplida su profecía, se iba huyendo por no
profetizar; y así estuvo esperando todos los cuarenta días fuera
de la ciudad, a ver si se cumplía su profecía; y, como no se
cumplió, se afligió grandemente, tanto que dijo a Dios (Jon. 4,
2): Obsecro, Domine, numquid non hoc est verbum meum, cum adhuc
essem in terra mea? propter hoc praeoccupavi, ut fugerem in
Tharsis; esto es: Ruegote, Señor, ¿por ventura no es esto lo que
yo decía, estando en mi tierra? Por eso contradije, y me fui
huyendo a Tarsis. Y enojóse el santo, y rogó a Dios que le quitase
la vida.
8. ¿Que hay, pues, de que maravillarnos de que algunas cosas que
Dios hable y revele a las almas no salgan así como ellas las
entienden? Porque, dado caso que Dios afirme al alma o la
represente tal o tal cosa de bien o de mal para sí o para otra, si
aquello va fundado en cierto afecto o servicio u ofensa que
aquella alma o la otra entonces hacen a Dios, y de manera que, si
perseveran en aquello, se cumplirá, no por eso es cierto; pues no
es cierto el perseverar. Por tanto, no hay que asegurarse en su
inteligencia, sino en fe.
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