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1. Por dos cosas dijimos que, aunque las visiones y locuciones de
Dios son verdaderas y siempre en sí ciertas, no lo son siempre
para con nosotros. La una es por nuestra defectuosa manera de
entenderlas, y la otra, porque las causas de ellas a veces son
variables. Las cuales dos cosas probaremos con algunas autoridades
divinas.
Cuanto a lo primero, está claro que no son siempre ni acaecen como
suenan a nuestra manera de entender. La causa de esto es porque,
como Dios es inmenso y profundo, suele llevar en sus profecías,
locuciones y revelaciones, otras vías, conceptos e inteligencias
muy diferentes de aquel propósito y modo a que comúnmente se
pueden entender de nosotros, siendo ellas tanto más verdaderas y
ciertas cuanto a nosotros nos parece que no. Lo cual (a) cada paso
vemos en la Sagrada Escritura; donde a muchos de los antiguos no
les salían muchas profecías y locuciones de Dios como ellos
esperaban, por entenderlas ellos a su modo, de otra manera, muy a
la letra. Lo cual se verá claro por estas autoridades.
2. En el Genesis (15, 7) dijo Dios a Abraham, habiendole traído a
la tierra de los cananeos: Tibi dabo terram hanc; que quiere
decir: Esta tierra te dare a ti. Y como se lo dijese muchas veces
y Abraham fuese ya muy viejo y nunca se la daba, diciendoselo Dios
otra vez, respondió Abraham y dijo (Gn. 15, 8): Domine, unde scire
possum quod possesurus sum eam?, esto es: Señor, ¿de dónde o por
que señal tengo de saber que la tengo de poseer? Entonces le
reveló Dios que no el en persona, sino sus hijos, despues de
cuatrocientos años, la habían de poseer. De donde acabó Abraham de
entender la promesa, la cual era en sí verdaderísima, porque,
dándola Dios a sus hijos por amor de el, era dársela a el. Y así,
Abraham estaba engañado en la manera de entender. Y si entonces
obrara según el entendía la profecía, pudiera errar mucho, pues no
era de aquel tiempo (y) los que le vieran morir sin dársela,
habiendole oído decir que Dios se la había de dar, quedaran
confusos y creyendo haber sido falso.
3. Tambien a su nieto Jacob, al tiempo que Jose, su hijo, le llevó
a Egipto por la hambre de Canaán, estando en el camino, le
apareció Dios y le dijo (Gn. 46, 34): Jacob, Jacob, noli timere,
descende in Aegyptum, quia in gentem magnam faciam te ibi. Ego
descendam tecum illuc, et inde adducam te revertentem; que quiere
decir: Jacob, no temas, desciende a Egipto, que yo descendere allí
contigo, y cuando de ahí volvieres a salir, yo te sacare,
guiándote. Lo cual no fue como a nuestra manera de entender suena;
porque sabemos que el santo viejo Jacob murió en Egipto, y no
volvió a salir vivo. Y era que se había de cumplir en sus hijos, a
los cuales sacó de allí despues de muchos años, siendoles el mismo
la guía del camino. Donde se ve claro que cualquiera que supiera
esta promesa de Dios a Jacob pudiera tener por cierto que Jacob,
así como había entrado vivo y en persona en Egipto por el orden y
favor de Dios, así sin falta, vivo y en persona había de volver a
salir de la misma forma y manera, pues le había Dios prometido la
salida y el favor en ella; y engañárase y maravillárase viendole
morir en Egipto y que no se cumplía como se esperaba. Y así,
siendo el dicho de Dios verdaderísimo en sí, acerca de el se
pudieran mucho engañar.
4. En los Jueces (20, 11 ss.) tambien leemos que, habiendose
juntado todas las tribus de Israel para pelear contra la tribu de
Benjamín, para castigar cierta maldad que entre ellos se había
consentido, por razón de haberles Dios señalado capitán para la
guerra, fueron ellos tan asegurados de la victoria, que, saliendo
vencidos y muertos de los suyos veintidós mil, quedaron muy
maravillados y puestos delante de Dios llorando todo aquel día, no
sabiendo la causa de la caída, habiendo ellos entendido la
victoria por suya. Y como preguntasen a Dios si volverían a pelear
o no, les respondió que fuesen y peleasen contra ellos. Los
cuales, teniendo ya esta vez por suya la victoria, salieron con
grande atrevimiento, y salieron vencidos tambien la segunda vez y
con perdida de diez y ocho mil de su parte. De donde quedaron
confusísimos, no sabiendo que se hacer, viendo que, mandándoles
Dios pelear, siempre salían vencidos, mayormente excediendo ellos
a los contrarios en número y fortaleza, porque los de Benjamín no
eran más de veinticinco mil y setecientos, y ellos eran
cuatrocientos mil. Y de esta manera se engañaban ellos en su
manera de entender, porque el dicho de Dios no era engañoso,
porque el no les había dicho que vencerían, sino que peleasen;
porque en estas caídas les quiso Dios castigar cierto descuido y
presunción que tuvieron, y humillarlos así. Mas cuando a la postre
les respondió que vencerían, así fue, aunque vencieron con harto
ardid y trabajo.
5. De esta manera y de otras muchas acaece engañarse las almas
acerca de las locuciones y revelaciones de parte de Dios, por
tomar la inteligencia de ellas a la letra y corteza. Porque, como
ya queda dado a entender, el principal intento de Dios en aquellas
cosas es decir y dar el espíritu que está allí encerrado, el cual
es dificultoso de entender. Y este es muy más abundante que la
letra y muy extraordinario y fuera de los límites de ella. Y así,
el que se atare a la letra, o locución, o forma, o figura
aprehensible de la visión, no podrá dejar de errar mucho y
hallarse despues muy corto y confuso, por haber guiádose según el
sentido en ellas y no dado lugar al espíritu en desnudez del
sentido. Littera, enim, occidit, spiritus autem vivificat, como
dice san Pablo (2 Cor. 3, 6), esto es: La letra mata y el espíritu
da vida. Por lo cual se ha de renunciar la letra, en este caso,
del sentido y quedarse a oscuras en fe, que es el espíritu, al
cual no puede comprehender el sentido.
6. Por lo cual, muchos de los hijos de Israel, porque entendían
muy a la letra los dichos y profecías de los profetas, no les
salían como ellos esperaban, y así las venían a tener en poco y no
las creían; tanto, que vino a haber entre ellos un dicho público,
casi ya como proverbio, escarneciendo de los profetas. De lo cual
se queja Isaías (28, 911), diciendo y refiriendo en esta manera:
Quem docebit Dominus scientiam? et quem intelligere faciet
auditum? ablactatos a lacte, avulsos ab uberibus. Quia manda,
remanda, manda, remanda; exspecta, reexpecta, exspecta,
reexspecta; modicum ibi, modicum ibi. In loquela enim labii et
lingua altera loquetur ad populum istum; quiere decir: ¿A quien
enseñará Dios ciencia? ¿Y a quien hará entender la profecía y
palabra suya? Solamente a aquellos que están ya apartados de la
leche y desarraigados de los pechos. Porque todos dicen -es a
saber, sobre las profecías-: promete y vuelve y vuelve luego a
prometer, espera y vuelve a esperar, espera y vuelve a esperar; un
poco allí; porque en la palabra de su labio y en otra lengua
hablará a este pueblo. Donde claramente da a entender Isaías que
hacían estos burla de las profecías y decían por escarnio este
proverbio de espera y vuelve luego a esperar, dando a entender que
nunca se les cumplía, porque estaban ellos asidos a la letra, que
es la leche de niños, y al sentido, que son los pechos que
contradicen la grandeza de la ciencia del espíritu. Por lo cual
dice: ¿A quien enseñará la sabiduría de sus profecías? ¿Y a quien
hará entender su doctrina, sino a los que ya están apartados de la
leche de la letra y de los pechos de sus sentidos? Que por eso
estos no la entienden sino según esa leche la corteza y letra y
esos pechos de sus sentidos, pues dicen: Promete y vuelve luego a
prometer, promete y vuelve a prometer, espera y vuelve a esperar,
etc. Porque en la doctrina de la boca de Dios y no en la suya, y
en otra lengua que en esta suya, los ha Dios de hablar.
7. Y así, no se ha de mirar en ello nuestro sentido y lengua
sabiendo que es otra la de Dios, según el espíritu de aquello muy
diferente de nuestro entender y dificultoso. Y eslo tanto, que aun
el mismo Jeremías, con ser profeta de Dios, viendo los conceptos
de las palabras de Dios tan diferentes del común sentido de los
hombres, parece que tambien alucina el en ellos y que vuelve por
el pueblo diciendo (4, 10): Heu, heu, heu, Domine Deus, ergone
decepisti populum istum et Ierusalem, dicens: Pax erit vobis, et
ecce pervenit gladius usque ad animam?; que quiere decir: ¡Ay, ay,
ay, Señor Dios!, ¿por ventura has engañado a este pueblo y a
Jerusalen, diciendo: Paz vendrá sobre vosotros, y ves aquí ha
venido cuchillo hasta el ánima? Y era que la paz que les prometía
Dios era la que había de haber entre Dios y el hombre por medio
del Mesías que les había de enviar, y ellos entendían de la paz
temporal. Y, por eso, cuando tenían guerras y trabajos, les
parecía engañarles Dios, acaeciendoles al contrario de lo que
ellos esperaban. Y así decían, como tambien dice Jeremías (8, 15):
Exspectavimus pacem, et non est bonum; esto es: Esperando habemos
paz, y no hay quien de paz. Y así, era imposible dejarse ellos de
engañar, gobernándose sólo por el sentido literal.
Porque ¿quien dejará de confundirse y errar si se atara a la letra
en aquella profecía que dijo David de Cristo (salmo 71, y en todo
lo que dice en el) donde dice: Et dominabitur a mari usque ad
mare, et a flumine usque ad terminos orbis terrarum (v. 8), esto
es: Enseñorearse ha desde un mar hasta otro mar y desde el río
hasta los terminos de la tierra; y en lo que allí tambien dice:
Liberabit pauperem a potente, et pauperem cui non erat adiutor (v.
12); que quiere decir: Liberará al pobre del poder del poderoso, y
al pobre que no tenía ayudador; viendole despues nacer en bajo
estado, y vivir en pobreza, y morir en miseria, y que no sólo
temporalmente no se enseñoreó de la tierra mientras vivió, sino
que se sujetó a gente baja, hasta que murió debajo del poder de
Poncio Pilato, y que no sólo a sus discípulos pobres no los libró
de las manos de los poderosos temporalmente, mas los dejó matar y
perseguir por su nombre.
8. Y era que estas profecías se habían de entender espiritualmente
de Cristo; según el cual sentido eran verdaderísimas; porque
Cristo no sólo era señor de la tierra sola, sino del Cielo, pues
era Dios. Y a los pobres que le habían de seguir, no sólo los
había de redimir y librar del poder del demonio, que era el
potente contra el cual ningún ayudador tenían, sino que los había
de hacer herederos del reino de los cielos. Y así hablaba Dios,
según lo principal, de Cristo y sus secuaces, que eran reino
eterno y libertad eterna; y ellos entendíanlo a su modo, de lo
menos principal, de que Dios hace poco caso, que era señorío
temporal y libertad temporal, lo cual delante de Dios ni es reino
ni libertad.
De donde, cegándose ellos de la bajeza de la letra y no
entendiendo el espíritu y verdad de ella, quitaron la vida a su
Dios y Señor, según San Pablo (Act. 13, 27) dijo en esta manera:
Qui enim habitabant Ierusalem et principes eius hunc ignorantes,
et voces prophetarum, quae per omne sabbatum leguntur, iudicantes
impleverunt; que quiere decir: los que moraban en Jerusalen y los
príncipes de ella no sabiendo quien era ni entendiendo los dichos
de los profetas, que cada sábado se recitan, juzgando, le
acabaron.
9. Y a tanto llegaba esta dificultad de entender los dichos de
Dios como convenía, que hasta sus mismos discípulos que con el
habían andado, estaban engañados; cual eran aquellos dos que
despues de su muerte iban al castillo de Emaús, tristes,
desconfiados y diciendo (Lc. 24, 21): Nos autem sperabamus quod
ipse esset redempturus Israel, esto es: Nosotros esperábamos que
había de redimir a Israel, y entendiendo ellos tambien que había
de ser la redención y señorío temporal. A los cuales, apareciendo
Cristo nuestro Redentor, reprendió de insipientes y pesados y
rudos de corazón para creer las cosas que habían dicho los
profetas (Lc. 24, 25). Y aún al tiempo que se iba al cielo,
todavía estaban algunos en aquella rudeza, y le preguntaron (Act.
1, 6), diciendo: Domine, si in tempore hoc restitues regnum
Israel?, esto es: Señor, haznos saber si has de restituir en este
tiempo al Reino de Israel.
Hace decir el Espíritu Santo muchas cosas en que el lleva sentido
[del] que entienden los hombres, como se echa de ver en lo que
hizo de decir a Caifás de Cristo: Que convenía que un hombre
muriese porque no pereciese toda la gente (Jn. 11, 50). Lo cual no
lo dijo de suyo; y el lo dijo y entendió a un fin, y el Espíritu
Santo a otro.
10. De donde se ve que, aunque los dichos y revelaciones sean de
Dios, no nos podemos asegurar en ellos, pues nos podemos mucho y
muy fácilmente engañar en nuestra manera de entenderlos; porque
ellos todos son abismo y profundidad de espíritu, y quererlos
limitar a lo que de ellos entendemos y puede aprehender el sentido
nuestro no es más que querer palpar el aire y palpar alguna mota
que encuentra la mano en el; y el aire se va y no queda nada.
11. Por eso, el maestro espiritual ha de procurar que el espíritu
de su discípulo no se abrevie en querer hacer caso de todas las
aprehensiones sobrenaturales, que no son más que unas motas de
espíritu, con las cuales solamente se vendrá a quedar y sin
espíritu ninguno; sino, apartándole de todas visiones y
locuciones, impóngale en que se sepa estar en libertad y tiniebla
de fe, en que se recibe la libertad de espíritu y abundancia, y,
por consiguiente, la sabiduría e inteligencia propia de los dichos
de Dios.
Porque es imposible que el hombre, si no es espiritual, pueda
juzgar de las cosas de Dios ni entenderlas razonablemente, y
entonces no es espiritual cuando las juzga según el sentido. Y
así, aunque ellas vienen debajo de aquel sentido, no las entiende.
Lo cual dice bien san Pablo (1 Cor. 2, 1415), diciendo: Animalis
autem homo non percipit ea quae sunt Spiritus Dei; stultitia enim
est illi, et non potest intelligere, quia de spiritualibus
examinatur. Spiritualis autem iudicat omnia; que quiere decir: El
hombre animal no percibe las cosas que son del espíritu de Dios,
porque son locura para el, y no puede entenderlas porque son ellas
espirituales; pero el espiritual todas las cosas juzga. "Animal
hombre" entiende aquí el que usa sólo del sentido; "espiritual",
el que no se ata ni guía por el sentido. De donde es temeridad
atreverse a tratar con Dios y dar licencia para ello por vía de
aprehensión sobrenatural en el sentido.
12. Y para que mejor se vea, pongamos aquí algunos ejemplos. Demos
caso que está un santo muy afligido porque le persiguen sus
enemigos, y que le responde Dios, diciendo: Yo te librare de todos
tus enemigos. Esta profecía puede ser verdaderísima y, con todo
eso, venir a prevalecer sus enemigos y morir a sus manos. Y así,
el que la entendiera temporalmente, quedara engañado, porque Dios
pudo hablar de la verdadera y principal libertad y victoria, que
es la salvación donde el alma está libre y victoriosa de todos sus
enemigos, mucho más verdaderamente y altamente que si acá se
librara de ellos. Y así, esta profecía era mucho más verdadera y
más copiosa que el hombre pudiera entender, (si la entendiera
cuanto a esta vida. Porque Dios siempre habla en sus palabras el
sentido más principal y provechoso), y el hombre puede entender a
su modo y a su propósito el menos principal, y así, quedar
engañado; como lo vemos en aquella profecía que de Cristo dice
David en el segundo salmo (v. 9), diciendo: Reges eos in virga
ferrea, et tamquam vas figuli confringes eos, esto es: Regirás
todas las gentes con vara de hierro, y desmenuzarlas has como a un
vaso de barro. En la cual habla Dios según el principal y perfecto
señorío, que es el eterno, el cual se cumplió; y no según el menos
principal, que era el temporal, el cual en Cristo no se cumplió en
toda su vida temporal.
13. Pongamos otro ejemplo. Está una alma con grandes deseos de ser
mártir. Acaecerá que Dios le responda diciendo: Tú serás mártir, y
le de interiormente gran consuelo y confianza de que lo ha de ser.
Y, con todo, acaecerá que no muera mártir, y será la promesa
verdadera. Pues ¿cómo no se cumplió así? Porque se cumplirá y
podrá cumplir según lo principal y esencial de ella, que será
dándole el amor y premio de mártir esencialmente; y así le da
verdaderamente al alma lo que ella formalmente deseaba y lo que el
la prometió. Porque el deseo formal del alma era, no aquella
manera de muerte, sino hacer a Dios aquel servicio de mártir y
ejercitar el amor por el como mártir. Porque aquella manera de
morir, por si no vale nada sin este amor, el cual (amor) y
ejercicio y premio de mártir le da por otros medios muy
perfectamente; de manera que, aunque no muera como mártir, queda
el alma muy satisfecha en que le dio lo que ella deseaba.
Porque tales deseos, cuando nacen de vivo amor, y otros
semejantes, aunque no se les cumpla de aquella manera que ellos
los pintan y los entienden, cúmpleseles de otra y muy mejor y más
a honra de Dios que ellos sabían pedir. De donde dice David (Sal.
9, 17): Desiderium pauperum exaudivit Dominus, esto es: El Señor
cumplió a los pobres su deseo. En los Proverbios (10, 24) dice la
Sabiduría divina: Desiderium suum iustis dabitur: A los justos
dárseles ha su deseo. De donde, pues vemos que muchos santos
desearon muchas cosas en particular por Dios y no se les cumplió
en esta vida su deseo, es de fe que, siendo justo y verdadero su
deseo, se les cumplió en la otra perfectamente. Lo cual, siendo
así verdad, tambien lo sería prometersele Dios en esta vida,
diciendoles: "Vuestro deseo se cumplirá"; y no ser en la manera
que ellos pensaban.
14. De esta y de otras maneras pueden ser las palabras y visiones
de Dios verdaderas y ciertas, y nosotros engañarnos en ellas, por
no las saber entender alta y principalmente y a los propósitos y
sentidos que Dios en ellas lleva. Y así, es lo más acertado y
seguro hacer que las almas huyan con prudencia de las tales cosas
sobrenaturales, acostumbrándolas, como habemos dicho, a la pureza
de espíritu en fe oscura, que es el medio de la unión.
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