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1. Podría acerca de lo dicho haber una duda, y es si los
aprovechantes, que es a los que Dios comienza a poner en esta
noticia sobrenatural de contemplación de que habemos hablado, por
el mismo caso que la comienzan a tener, no hayan ya para siempre
de aprovecharse de la vía de meditación y discurso y formas
naturales.
A lo cual se responde que no se entiende que los que comienzan a
tener esta noticia amorosa en general, nunca hayan ya de procurar
de tener meditación, porque a los principios que van aprovechando,
ni está tan perfecto el hábito de ella que, luego que ellos
quieran, se puedan poner en el acto de ella, ni, por lo semejante,
están tan remotos de la meditación, que no puedan meditar y
discurrir algunas veces naturalmente como solían, por las formas y
pasos que solían, hallando allí alguna cosa de nuevo; antes a
estos principios, cuando por los indicios ya dichos echan de ver
que no está el alma empleada en aquel sosiego y noticia, habrán
menester aprovecharse del discurso, hasta que vengan en ella a
adquirir el hábito que habemos dicho en alguna manera perfecto,
que será cuando todas las veces que quieren meditar, luego se
quedan en esta noticia y paz sin poder hacer ni tener gana de
hacerlo, como habemos dicho. Porque, hasta llegar a este tiempo,
que es ya de aprovechados en esto, ya hay de lo uno, ya de lo
otro, en diferentes tiempos.
2. De manera que muchas veces se hallará el alma en esta amorosa
pacífica asistencia sin obrar nada con las potencias, esto es,
acerca de actos particulares, no obrando activamente, sino sólo
recibiendo; y muchas habrá menester ayudarse blanda y
moderadamente del discurso para ponerse en ella. Pero, puesta el
alma en ella, ya habemos dicho que el alma no obra nada con las
potencias; que entonces antes es verdad decir que se obra en ella
y que está obrada la inteligencia y sabor, que no que obre ella
alguna cosa, sino solamente tener advertencia el alma con amar a
Dios, sin querer sentir ni ver nada. En lo cual pasivamente se le
comunica Dios, así como al que tiene los ojos abiertos, que
pasivamente sin hacer el más que tenerlos abiertos, se le comunica
la luz. Y este recibir la luz que sobrenaturalmente se le infunde,
es entender pasivamente, pero dícese que no obra, no porque no
entienda, sino porque entiende lo que no le cuesta su industria,
sino sólo recibir lo que le dan, como acaece en las iluminaciones
e ilustraciones o inspiraciones de Dios.
3. Aunque aquí libremente recibe la voluntad esta noticia general
y confusa de Dios, solamente es necesario, para recibir más
sencilla y abundantemente esta luz divina, que no se cure de
entreponer otras luces más palpables de otras luces o formas o
noticias o figuras de discurso alguno, porque nada de aquello es
semejante a aquella serena y limpia luz. De donde, si quisiere
entonces entender y considerar cosas particulares, aunque más
espirituales fuesen, impediría la luz limpia y sencilla general
del espíritu, poniendo aquellas nubes en medio, así como al que
delante de los ojos se le pusiese alguna cosa en que, tropezando
la vista, se le impidiese la luz y vista de adelante.
4. De donde se sigue claro que, como el alma se acabe de purificar
y vaciar de todas las formas e imágenes aprehensibles, se quedará
en esta pura y sencilla luz, transformándose en ella en estado de
perfección, porque esta luz nunca falta en el alma; pero, por las
formas y velos de criatura con que el alma está velada y
embarazada, no se le infunde. Que, si quitase estos impedimentos y
velos del todo, como despues se dirá, quedándose en la pura
desnudez y pobreza de espíritu, luego el alma, ya sencilla y pura,
se transforma en la sencilla y pura sabiduría, que es el Hijo de
Dios; porque faltando lo natural al alma enamorada, luego se
infunde de lo divino, natural y sobrenaturalmente, porque no se de
vacío en la naturaleza.
5. Aprenda el espiritual a estarse con advertencia amorosa en
Dios, con sosiego de entendimiento, cuando no puede meditar,
aunque le parezca que no hace nada. Porque así, poco a poco, y muy
presto, se infundirá en su alma el divino sosiego y paz con
admirables y subidas noticias de Dios, envueltas en divino amor. Y
no se entremeta en formas, meditaciones e imaginaciones, o algún
discurso, porque no desasosiegue al alma y la saque de su contento
y paz, en lo cual ella recibe desabrimiento y repugnancia. Y si,
como habemos dicho, le hiciere escrúpulo de que no hace nada,
advierta que no hace poco en pacificar el alma y ponerla en
sosiego y paz, sin alguna obra y apetito, que es lo que Nuestro
Señor nos pide por David (Sal. 45, 11), diciendo: Vacate, et
videte quoniam ego sum Deus; como si dijera: Aprended a estaros
vacíos de todas las cosas, es a saber, interior y exteriormente, y
vereis cómo yo soy Dios.
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