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1. Llamamos aquí noche a la privación del gusto en el apetito de
todas las cosas; porque, así como la noche no es otra cosa sino
privación de la luz, y, por el consiguiente, de todos los objetos
que se pueden ver mediante la luz, por lo cual se queda la
potencia visiva a oscuras y sin nada, así tambien se puede decir
la mortificación del apetito noche para el alma, porque,
privándose el alma del gusto del apetito en todas las cosas, es
quedarse como a oscuras y sin nada. Porque, así como la potencia
visiva mediante la luz se ceba y apacienta de los objetos que se
pueden ver, y, apagada la luz no se ven, así el alma mediante el
apetito se apacienta y ceba de todas las cosas que según sus
potencias se pueden gustar; el cual tambien apagado, o, por mejor
decir, mortificado, deja el alma de apacentarse en el gusto de
todas las cosas, y así se queda según el apetito a oscuras y sin
nada.
2. Pongamos ejemplo en todas las potencias. Privando el alma su
apetito en el gusto de todo lo que el sentido del oído puede
deleitar, según esta potencia se queda el alma a oscuras y sin
nada. Y privándose del gusto de todo lo que al sentido de la vista
puede agradar, tambien según esta potencia se queda el alma a
oscuras y sin nada. Y privándose del gusto de toda la suavidad de
olores que por el sentido del olfato el alma puede gustar, ni más
ni menos según esta potencia, se queda a oscuras y sin nada. Y
negando tambien el gusto de todos los manjares que pueden
satisfacer al paladar, tambien se queda el alma a oscuras y sin
nada. Y, finalmente, mortificándose el alma en todos los deleites
y contentamientos que del sentido del tacto puede recibir, de la
misma manera se queda el alma según esta potencia a oscuras y sin
nada. De manera que el alma que hubiere negado y despedido de sí
el gusto de todas las cosas, mortificando su apetito en ellas,
podremos decir que está como de noche, a oscuras, lo cual no es
otra cosa sino un vacío en ella de todos las cosas.
3. La causa de esto es porque, como dicen los filósofos, el alma,
luego que Dios la infunde en el cuerpo, está como una tabla rasa y
lisa en que no está pintado nada; y si no es lo que por los
sentidos va conociendo, de otra parte naturalmente no se le
comunica nada. Y así, en tanto que está en el cuerpo, está como el
que está en una cárcel oscura, el cual no sabe nada sino lo que
alcanza a ver por las ventanas de la dicha cárcel, y si por allí
no viese nada, no vería por otra parte. Y así, el alma, si no es
lo que por los sentidos se le comunica, que son las ventanas de su
cárcel, naturalmente por otra vía nada alcanzaría.
4. De donde, si lo que puede recibir por los sentidos ella lo
desecha y niega, bien podemos decir que se queda como a oscuras y
vacía; pues, según parece por lo dicho, naturalmente no le puede
entrar luz por otras lumbreras que las dichas. Porque, aunque es
verdad que no puede dejar de oír, y ver, y oler, y gustar, y
sentir, no le hace más al caso ni le embaraza más al alma, si lo
niega y lo desecha, que si no lo viese ni lo oyese, etc. Como
tambien el que quiere cerrar los ojos quedará a oscuras, como el
ciego, que no tiene potencia para ver. Y así, al propósito habla
David (Sal. 87, 16), diciendo: Pauper sum ego, et in laboribus a
iuventute mea; que quiere decir: Yo soy pobre y en trabajos desde
mi juventud. Llámase pobre, aunque está claro que era rico, porque
no tenía en la riqueza su voluntad, y así era tanto como ser pobre
realmente, mas antes, si fuera realmente pobre y de la voluntad no
lo fuera, no era verdaderamente pobre, pues el ánima estaba rica y
llena en el apetito.
Y por eso llamamos esta desnudez noche para el alma, porque no
tratamos aquí del carecer de las cosas, porque eso no desnuda al
alma si tiene apetito de ellas, sino de la desnudez del gusto y
apetito de ellas, que es lo que deja al alma libre y vacía de
ellas, aunque las tenga. Porque no ocupan al alma las cosas de
este mundo ni la dañan, pues no entra en ellas, sino la voluntad y
apetito de ellas que moran en ella.
5. Esta primera manera de noche, como despues diremos, pertenece
al alma según la parte sensitiva, que es una de las dos que arriba
dijimos, por las cuales ha de pasar el alma para llegar a la
unión.
Ahora digamos cuánto conviene al alma salir de su casa en esta
noche oscura de sentido para ir a la unión de Dios.
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