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1. Resta ahora dar algunos avisos para saber y poder entrar en
esta noche del sentido. Para lo cual es de saber que el alma
ordinariamente entra en esta noche sensitiva en dos maneras: la
una es activa; la otra, pasiva.
Activa es lo que el alma puede hacer y hace de su parte para
entrar en ella, de lo cual ahora trataremos en los avisos
siguientes.
Pasiva es en que el alma no hace nada, sino Dios la obra en ella,
y ella se ha como paciente. De la cual trataremos en el cuarto
libro, cuando habemos de tratar de los principiantes. Y porque
allí habemos, con el favor divino, de dar muchos avisos a los
principiantes, según las muchas imperfecciones que suelen tener en
este camino, no me alargare aquí en dar muchos; y porque tambien
no es tan propio de este lugar darlos, pues de presente sólo
tratamos de las causas por que se llama noche este tránsito, y
cuál sea esta, y cuántas sus partes.
Pero, porque parece quedaba muy corto y no de tanto provecho no
dar luego algún remedio o aviso para ejercitar esta noche de
apetitos, he querido poner aquí el modo breve que se sigue; y lo
mismo hare al fin de cada una de esotras dos partes o causas de
esta noche de que luego, mediante el Señor, tengo de tratar.
2. Estos avisos que aquí se siguen de vencer los apetitos, aunque
son breves y pocos, yo entiendo que son tan provechosos y eficaces
como compendiosos, de manera que el que de veras se quisiese
ejercitar en ellos, no le harán falta otros ningunos, antes en
estos los abrazará todos.
3. Lo primero, traiga un ordinario apetito de imitar a Cristo en
todas sus cosas, conformándose con su vida, la cual debe
considerar para saberla imitar y haberse en todas las cosas como
se hubiera el.
4. Lo segundo, para poder bien hacer esto, cualquiera gusto que se
le ofreciere a los sentidos, como no sea puramente para honra y
gloria de Dios, renúncielo y quedese vacío de el por amor de
Jesucristo, el cual en esta vida no tuvo otro gusto, ni le quiso,
que hacer la voluntad de su Padre, lo cual llamaba el su comida y
manjar (Jn. 4, 34).
Pongo ejemplo: si se le ofreciere gusto de oír cosas que no
importen para el servicio y honra de Dios, ni lo quiera gustar ni
las quiera oír. Y si le diere gusto mirar cosas que no le ayuden
(a amar) más a Dios, ni quiera el gusto ni mirar las tales cosas.
Y si en el hablar otra cualquier cosa se le ofreciere, haga lo
mismo; y en todos los sentidos, ni más ni menos, en cuanto lo
pudiere excusar buenamente; porque si no pudiere, basta que no
quiera gustar de ello, aunque estas cosas pasen por el.
Y de esta manera ha de procurar dejar luego mortificados y vacíos
de aquel gusto a los sentidos, como a oscuras. Y con este cuidado
en breve aprovechará mucho.
5. Y para mortificar y apaciguar las cuatro pasiones naturales,
que son gozo, esperanza, temor y dolor, de cuya concordia y
pacificación salen estos y los demás bienes, es total remedio lo
que se sigue, y de gran merecimiento y causa de grandes virtudes.
6. Procure siempre inclinarse:
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no a lo más fácil, sino a lo más dificultoso;
no a lo más sabroso, sino a lo más desabrido;
no a lo más gustoso, sino antes a lo que da menos gusto;
no a lo que es descanso, sino a lo trabajoso;
no a lo que es consuelo, sino antes al desconsuelo;
no a lo más, sino a lo menos;
no a lo más alto y precioso, sino a lo más bajo y despreciado;
no a lo que es querer algo, sino a no querer nada;
no andar buscando lo mejor de las cosas temporales, sino lo peor,
y desear entrar en toda desnudez y vacío y pobreza por Cristo de
todo cuanto hay en el mundo.
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7. Y estas obras conviene las abrace de corazón y procure allanar
la voluntad en ellas. Porque, si de corazón las obra, muy en breve
vendrá a hallar en ellas gran deleite y consuelo, obrando ordenada
y discretamente.
8. Lo que está dicho, bien ejercitado, bien basta para entrar en
la noche sensitiva. Pero, para mayor abundancia, diremos otra
manera de ejercicio que enseña a mortificar la concupiscencia de
la carne, y la concupiscencia de los ojos, y la soberbia de la
vida, que son las cosas que dice san Juan (1 Jn. 2, 16) reinan en
el mundo, de las cuales proceden todos los demás apetitos.
9. Lo primero, procurar obrar en su desprecio y desear que todos
lo hagan (y esto es contra la concupiscencia de la carne).
Lo segundo, procurar hablar en su desprecio y desear que todos lo
hagan (y esto es contra la concupiscencia de los ojos).
Lo tercero, procurar pensar bajamente de sí en su desprecio y
desear que todos lo hagan (tambien contra sí, y esto es contra la
soberbia de la vida).
10. En conclusión de estos avisos y reglas conviene poner aquí
aquellos versos que se escriben en la Subida del Monte, que es la
figura que está al principio de este libro, los cuales son
doctrina para subir a el, que es lo alto de la unión. Porque,
aunque es verdad que allí habla de lo espiritual e interior,
tambien trata del espíritu de imperfección según lo sensual y
exterior, como se puede ver en los dos caminos que están en los
lados de la senda de perfección. Y así, según ese sentido los
entenderemos aquí, conviene a saber, según lo sensual. Los cuales,
despues, en la segunda parte de esta noche, se han de entender
según lo espiritual.
11. Dice así:
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Para venir a gustarlo todo,
no quieras tener gusto en nada.
Para venir a poseerlo todo,
no quieras poseer algo en nada.
Para venir a serlo todo,
no quieras ser algo en nada.
Para venir a saberlo todo,
no quieras saber algo en nada.
Para venir a lo que no gustas,
has de ir por donde no gustas.
Para venir a lo que no sabes,
has de ir por donde no sabes.
Para venir a lo que no posees,
has de ir por donde no posees.
Para venir a lo que no eres,
has de ir por donde no eres.
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12. MODO PARA NO IMPEDIR AL TODO
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Cuando reparas en algo,
dejas de arrojarte al todo.
Porque para venir del todo al todo
has de negarte del todo en todo.
Y cuando lo vengas del todo a tener,
has de tenerlo sin nada querer.
Porque, si quieres tener algo en todo,
no tienes puro en Dios tu tesoro.
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13. En esta desnudez halla el espiritual su quietud y descanso,
porque, no codiciando nada, nada le fatiga hacia arriba y nada le
oprime hacia abajo, porque está en el centro de su humildad.
Porque, cuando algo codicia, en eso mismo se fatiga.
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