Dom Columba Marmion OSB: Presentación e Índice de algunas Obras
Dom Columba Marmion (1858-1923), Biografía.
Obras
Oración en Cristo doc - en formato pdf
Presentación de la edición web
'Jesucristo vida del alma
Primera Parte:
Economía del plan divino
1. Plan divino de nuestra predestinación adoptiva en Jesucristo
2. Jesucristo, modelo único de toda perfección. Causa exemplaris
3. Jesucristo, autor de nuestra redención
4. Jesucristo, causa eficiente de toda gracia.
Causa efficiens
5. La Iglesia, cuerpo místico de Jesucristo
6. El Espíritu Santo, espíritu de Jesús
Segunda Parte:
Fundamento y doble aspecto de la vida cristiana
1. La fe en Jesucristo, fundamento de la
vida cristiana
2. El Bautismo, sacramento de adopción y de
iniciación, muerte y vida
3. Delicta quis intelligit?
¿Quién comprende el delito?
4. El sacramento y la virtud de la penitencia
Segunda Parte B:
El Cristianismo, religión de vida.
5. La verdad en la caridad
6. Nuestro progreso sobrenatural en Jesucristo
7. El sacrificio eucarístico
8. Panis vitæ
Pan de vida
Tercerca Parte:
La alabanza divina es parte esencial de
la misión santificadora que Cristo confía a la Iglesia
9. Vox Sponsæ (La Voz de la Esposa)
10. La oración
11. Amaos los unos a los otros
12. La Madre del Verbo encarnado
13. Coherederos de Cristo
Biografía
Dom Columba Marmion
(1858-1923)
Hijo de Irlanda
José Marmion nació el 1 de abril de 1858 en la Isla de los Santos, en un
ambiente impregnado de fe cristiana. Su padre era irlandés, y su madre
francesa. De esta doble ascendencia parte su naturaleza rica y compleja: muy
sensible, exuberante, lleno de jovialidad, pero impresionable; corazón
confiado, generoso, comprensivo, tenía el sentido y el gusto de la bondad;
inteligencia clara y penetrante, gozaba de la fe inquebrantable de sus
padres. En la medida en que Dios le había dotado, así también tendría sus
destinos sobre él.
Sacerdote
Hacia el fin de sus estudios secundarios en el Belvedere College, dirigido
por los Padres Jesuitas, se siente llamado al sacerdocio. A pesar de sentir
fuertemente la aspereza del sacrificio, se da a Dios con alegría y sin
reserva. Recibe la formación sacerdotal en el Seminario de Clonliffe, cerca
de Dublín, y luego en Roma, donde termina brillantemente sus estudios
teológicos. Es ordenado sacerdote en el Colegio Irlandés el 16 de junio de
1881. Reintegrado a su país, ejerce durante algunos años el ministerio
pastoral en su diócesis y enseña filosofía en Clonliffe. Dondequiera que va
se aprecia vivamente su celo ardiente y su abnegación a toda prueba.
Monje benedictino
Pero Dios le quería en otra parte. Como tantos otros antiguos monjes de su
raza, el presbítero José Marmion dejó su amada patria. Recibe el hábito
monástico y el nuevo nombre irlandés de Columba, en la abadía de Maredsous
(Bélgica). Monje ya, lo será totalmente durante toda su vida.
En la vida religiosa se distinguió por una constante fidelidad a la gracia,
una intensa piedad y una admirable solicitud por adquirir la perfecta
obediencia. El día de su profesión solemne, escribió en su diario íntimo:
"Abandono todas las cosas, todas mis inclinaciones, aún las más santas,
dejando enteramente la elección de mis ocupaciones a la obediencia,
sacrificando mis gustos y tomando solemnemente la resolución de emplear todo
el resto de mi vida, si la obediencia me lo ordena, en las acciones que
carecen de gusto para mí y por las que puedo sentir una gran repugnancia".
En 1899 fue enviado a la nueva abadía de Mont-César, en Lovaina; permaneció
allí diez años en calidad de prior y profesor de teología de los monjes
jóvenes, predicando al mismo tiempo muchos retiros a sacerdotes y a casas
religiosas. Entonces es cuando llega a su madurez, en la oración y el
ministerio de las almas, su doctrina espiritual tan humana, tan luminosa,
tan equilibrada, centrada en Jesucristo y la misericordiosa bondad del Padre
celestial: doctrina vivida antes de ser predicada, y predicada para ser
vivida. Apóstol lleno de celo, divulga con largueza su palabra tanto entre
sus hermanos como en el exterior: en Bélgica, en Francia, en Irlanda y en
Inglaterra. En Lovaina encuentra a Mons. Mercier, más tarde Cardenal, que le
honró desde entonces con su fiel amistad y le escogió como confesor. La
elocuencia de este gran monje, espontánea, simple, cordial, llena de humor y
de bondad, brotando de un corazón ardiente por Cristo y sus miembros,
arrebataba y elevaba los corazones. El Cardenal Mercier escribía un día de
Dom Marmion: "Hace tocar a Dios".
Abad de Maredsous
Elegido el 29 de septiembre de 1909 para la silla abacial de su Monasterio
de profesión, Dom Columba lo gobernó hasta su piadosa muerte, el 30 de enero
de 1923. Verdadero padre de sus monjes, fue ante todo para ellos un guía de
vida interior y doctor de los misterios de Cristo. De salud frágil y de
temperamento delicado, sintió vivamente las múltiples pruebas de estos trece
años de abadiado que fueron teatro de la guerra de 1914-1918. Gustaba
afirmar animosamente: "Trato de ir con una sonrisa al encuentro de todo lo
que me contraría".
El hombre de Dios
He aquí algunos pensamientos suyos, proyección de su vida profunda en
Cristo: "Creo en el amor del Padre, y deseo que en retorno, vea mi amor por
El en Jesucristo". "Siento cada vez más que no puedo nada sino en Dios. Amo
esta pobreza, y me apoyo sin temor en la bondad de nuestro Padre
Celestial..." "Encuentro a Cristo por todo y en todo... Soy tan pobre, tan
miserable en mí mismo y tan rico en El; a El toda la gloria para siempre".
"Como todos los días en el altar a Jesucristo, para tener la gracia de
dejarme comer también cada día por las almas. Ojalá Cristo sea glorificado
en mi destrucción, como lo ha sido por su sacrificio".
Irradiación espiritual
Dios que le había dotado tan ricamente de cualidades naturales, de luces y
gracias no quiso que su influencia espiritual se limitara a aquellos a
quienes pudiera llegar su palabra. Sus conferencias publicadas a partir del
1917, traducidas a más de diez lenguas, conocieron en seguida a través del
mundo un éxito inmenso que ha continuado desde entonces. Así ha podido él
revelar a los cristianos la auténtica e integral espiritualidad de la
Iglesia que se centra en el Señor Jesús y en sus misterios de salvación.
Buenos jueces no han dudado en reconocer en él un maestro de la vida
interior y un doctor de la adopción divina. El Papa Benedicto XV que
utilizaba personalmente sus libros, declaró en el curso de una audiencia al
mismo Dom Marmion, mostrándole sobre el estante de sus libros familiares,
Jesucristo, vida del alma... "Habéis escrito un hermoso libro". Y
dirigiéndose un día a Mons. Szepticky, arzobispo de Lemberg, le dijo: "Leed
esto, es la pura doctrina de la Iglesia". Pío XII, para celebrar el
centenario del nacimiento de Dom Marmion, escribía en 1958 en una carta:
"Las obras publicadas de este gran hijo de san Benito, tan notables por la
justeza de la doctrina, la claridad de su estilo, la profundidad y riqueza
del pensamiento, han sido una preciosísima aportación al tesoro de los
escritos espirituales de la Iglesia".
Hacia la beatificación
Este carisma de influencia larga y profunda que acompaña a la doctrina de
Dom Marmion, la impresión viva que dejó en numerosos testigos de su vida,
que proclaman haber encontrado en él un hombre de Dios, "un santo que era un
hombre" (según la feliz expresión de un sacerdote oyente de su predicación);
numerosos favores espirituales y temporales recibidos por su intercesión,
todo esto parecía evidenciar un designio especial de Dios. En consecuencia,
de todos los ámbitos del mundo y de todos los ambientes sociales, se ha
elevado un llamamiento al juicio oficial de la Iglesia sobre esta reputación
de santidad.
Su excelencia Mons. Charue, obispo de Namur, quiso aceptar la misión de
instruir la causa de Dom Columba Marmion. Así, los procesos diocesanos para
la beatificación del Siervo de Dios comenzaron en Namur el 7 de febrero de
1957, y terminaron en Maredsous el 20 de diciembre de 1961. Fue beatificado
el 3 de septiembre de 2000 por el Papa Juan Pablo II.
Dígnese el Espíritu Santo, el Espíritu de adopción de los hijos de Dios en
Jesucristo, cuyo misterio vivió el Beato de Dios tan intensamente y del
cual habló en forma tan espléndida, manifestar claramente con milagros su
valiosa intercesión cerca del Padre de las Misericordias.
Presentación de esta edición
En el árbol único de la Teología cristiana la Teología Espiritual
ha sido la rama última en nacer, sintetizando así en sí misma, en orden a la
vida espiritual, todos los demás conocimientos dogmáticos o morales,
litúrgicos, canónicos o históricos. En efecto, el papa Benedicto XV, en
1919, expresaba en una carta a la universidad Gregoriana su alegría por la
creación de una cátedra "dedicada a procurar una más profunda formación
religiosa del clero mediante el estudio científico y práctico de las
principales cuestiones concernientes a la perfección cristiana". El estudio
científico de la teología espiritual podría así "corregir aquel ascetismo
vago y sentimental o aquel erróneo misticismo" en el que fácilmente derivan
quienes no conocen suficientemente "los verdaderos principios de la vida
espiritual". La espiritualidad cristiana, por tanto, debe ser estudiada como
una "ciencia teológica", y concretamente "bajo la orientación y guía segura
del Aquinate, quien, como en las demás disciplinas sagradas, también en ésta
se manifiesta como el gran Doctor y gran Santo".
Poco después Pío XI, en la encíclica Studiorum duce (1923), daba rango
académico a este mismo planteamiento de la Teología espiritual,
encomendándola también a la orientación de Santo Tomás de Aquino. Y a lo
largo de nuestro siglo el Magisterio apostólico ha vuelto a insistir en
ocasiones importantes en la necesidad de arraigar siempre la Teología,
también por supuesto la Teología espiritual, en sus raíces bíblicas y
tradicionales, tomando precisamente como maestro a Santo Tomás. En cuanto a
la concreta orientación tomista de la teología católica recordaremos que ha
sido impulsada, por ejemplo, por el Concilio Vaticano II (OT 16, GE 10), por
la Sagrada Congregación para la Educación Católica (instrucción de 1976
sobre La formación teológica en los Seminarios, n.48) o por el mismo Código
de Derecho Canónico de 1983 (c.252).
Pues bien, los escritos de Dom Columba Marmion realizan maravillosamente
estos ideales de la Iglesia acerca de la teología espiritual. Por eso
escapan en buena medida a la erosión del tiempo, y guardan hoy una admirable
lozanía. Se trata de obras que están siempre iluminadas por el esplendor de
la sabiduría bíblica y patrística, litúrgica y conciliar, y que de Santo
Tomás reciben fórmulas tan profundas como bellas y precisas. Merecía, pues,
la pena reeditar estos escritos, ya que, por otra parte, son gratamente
asequibles a cualquier lector que tenga un mínimo de formación personal.
La presente edición de Jesucristo, vida del alma ha sido amablemente
autorizada por el actual abad de Maredsous, P. Nicolas Dayez. En vistas a
una futura biblioteca informatizada, hemos preferido incluir en el mismo
texto las citas bíblicas, y también otras notas de pie de página, señalando
éstas entre corchetes [...]. Por lo que se refiere a los textos originales
latinos, que Dom Marmion reproducía casi siempre al citar los textos
bíblicos o litúrgicos, o los Concilios, Padres y Doctores, nosotros los
hemos transcrito sólamente en aquellos pasajes que nos han parecido más
elegantes o significativos.