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1. Muy grandes son los provechos que se siguen al alma en no
querer aplicar vanamente el gozo de la voluntad a este genero de
bienes.
Porque, cuanto a lo primero, se libra de caer en muchas
tentaciones y engaños del demonio, los cuales están encubiertos en
el gozo de las tales buenas obras, como lo podemos entender por
aquello que se dice en Job (40, 16), es a saber: Debajo de la
sombra duerme, en lo secreto de la pluma y en los lugares húmedos.
Lo cual dice por el demonio, (porque en la humedad del gozo y en
lo vano de la caña, esto es, de la obra vana, engaña al alma. Y
engañarse por el demonio) en este gozo escondidamente no es
maravilla, porque, sin esperar a su sugestión, el mismo gozo vano
se es el mismo engaño, mayormente cuando hay alguna jactancia de
ellas en el corazón, según lo dice bien Jeremías (49, 16),
diciendo: Arrogantia tua decepit te. Porque ¿que mayor engaño que
la jactancia? Y de esto se libra el alma purgándose de este gozo.
2. El segundo provecho es que hace las obras más acordadas y
cabalmente. A lo cual, si hay pasión de gozo y gusto en ellas, no
se da lugar; porque, por medio de esta pasión del gozo, la
irascible y concupiscible andan tan sobradas, que no dan lugar al
peso de la razón, sino que ordinariamente anda variando en las
obras y propósitos, dejando unas y tomando otras, comenzando y
dejando sin acabar nada; porque, como obra por el gusto, y este es
variable, y en unos naturales mucho más que en otros, acabándose
este, es acabado el obrar y el propósito, aunque sea cosa
importante. De estos, el gozo de su obra es el ánima y fuerza de
ella: apagado el gozo, muere y acaba la obra, y no perseveran.
Porque de estos son de quien dijo Cristo (Lc. 8, 12) que reciben
la palabra con gozo y luego se la quita el demonio, porque no
perseveren. Y es porque no tenían más fuerza y raíces que el dicho
gozo. Quitarles y apartarles, pues, la voluntad de este gozo, es
causa de perseverancia y de acertar. Y así, es grande este
provecho, como tambien es grande el daño contrario. El sabio pone
sus ojos en la sustancia y provecho de la obra, no en el sabor y
placer de ella; y así, no echa lances al aire, y saca de la obra
gozo estable sin tributo del sinsabor.
3. El tercero es divino provecho, y es que apagando el gozo vano
en estas obras, se hace pobre de espíritu, que es una de las
bienaventuranzas que dice el Hijo de Dios (Mt. 5, 3), diciendo:
Bienaventurados los pobres de espíritu, porque suyo es el reino de
los cielos.
4. El cuarto provecho es que el que negare este gozo, será en el
obrar manso, humilde y prudente; porque no obrará impetuosa y
aceleradamente, empujado por la concupiscible e irascible del
gozo, ni presuntuosamente, afectado por la estimación que tiene de
su obra, mediante el gozo de ella; (ni incautamente, cegado por el
gozo).
5. El quinto provecho es que se hace agradable a Dios y a los
hombres y se libra de la avaricia, y gula, y acedia espiritual, y
de la envidia espiritual, y de otros mil vicios.
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