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1. Ya que habemos tratado de las aprehensiones que naturalmente
pueden en sí recibir y en ellas obrar con (su) discurso la
fantasía e imaginativa, conviene aquí tratar de las
sobrenaturales, que se llaman visiones imaginarias, que tambien,
por estar ellas debajo de imagen y forma y figura, pertenecen a
este sentido, ni más ni menos que las naturales.
2. Y es de saber que, debajo de este nombre de visiones
imaginarias, queremos entender todas las cosas que debajo de
imagen, forma, y figura y especie sobrenaturalmente se pueden
representar a la imaginación. Porque todas las aprehensiones y
especies que de todos los cinco sentidos corporales se representan
a el y en el hacen asiento por vía natural, pueden por vía
sobrenatural tener lugar en el y representársele sin ministerio
alguno de los sentidos exteriores. Porque este sentido de la
fantasía, junto con la memoria, es como un archivo y receptáculo
del entendimiento, en que se reciben todas las formas e imágenes
inteligibles: y así, como si fuese un espejo, las tiene en sí,
habiendolas recibido por vía de los cinco sentidos, o, como
decimos, sobrenaturalmente; y así las representa al entendimiento,
y allí el entendimiento las considera y juzga de ellas. Y no sólo
puede eso, mas aún puede componer e imaginar otras a la semejanza
de aquellas que allí conoce.
3. Es, pues, de saber que, así como los cinco sentidos exteriores
representan las imágenes y especies de sus objetos a estos
interiores, así sobrenaturalmente, como decimos, sin los sentidos
exteriores puede Dios y el demonio representar las mismas imágenes
y especies, y mucho más hermosas y acabadas. De donde, debajo de
estas imágenes muchas veces representa Dios al alma muchas cosas,
y la enseña mucha sabiduría; como a cada paso se ve en la sagrada
Escritura, como (vio) Isaías a Dios en su gloria debajo del humo
que cubría el templo y de los serafines que cubrían con las alas
el rostro y los pies (6, 24); Jeremías la vara que velaba (1,
11), Daniel multitud de visiones (7, 10), etc.
Y tambien el demonio procura con las suyas, aparentemente buenas,
engañar al alma, como es de ver en el de los Reyes (3 Re. 22, 11),
cuando engañó a todos los profetas de Acab, representándoles en la
imaginación los cuernos con que dijo había de destruir a los
asirios, y fue mentira. Y las visiones que tuvo la mujer de
Pilatos (Mt. 27, 19) sobre que no condenase a Cristo, y otros
muchos lugares. Donde se ve cómo, en este espejo de la fantasía e
imaginativa, estas visiones imaginarias acaecen a los aprovechados
más frecuentemente que las corporales exteriores. Estas, como
decimos, no se diferencian de las que entran por los sentidos
exteriores en cuanto imágenes y especies; pero, en cuanto al
efecto que hacen y perfección de ellas, mucha diferencia hay,
porque son más sutiles y hacen más efecto en el alma, por cuanto
son sobrenaturales y más interiores que las sobrenaturales
exteriores. Aunque no se quita por eso que algunas corporales de
estas exteriores hagan más efecto; que, en fin, es como Dios
quiere que sea la comunicación. Pero hablamos en cuanto es de
parte de ellas, por cuanto son más espirituales.
4. Este sentido de la imaginación y fantasía es donde
ordinariamente acude el demonio con sus ardides, ahora naturales,
ahora sobrenaturales; porque esta es la puerta y entrada para el
alma, y como habemos dicho, aquí viene el entendimiento a tomar y
dejar, como a puerta o plaza de su provisión. Y por eso siempre
Dios y tambien el demonio acuden aquí con sus joyas de imágenes y
formas sobrenaturales para ofrecerlas al entendimiento; puesto que
Dios no sólo se aprovecha de este medio para instruir al alma,
pues mora sustancialmente en ella, y puede por sí y por otros
medios.
5. Y no hay para que yo aquí me detenga en dar doctrina de
indicios para que se conozcan cuáles visiones serán de Dios y
cuáles no, y cuáles en una manera y cuáles en otra; pues mi
intento aquí no es ese, sino sólo instruir al entendimiento en
ellas, para que no se embarace e impida para la unión con la
divina Sabiduría con las buenas, ni se engañe en las falsas.
6. Por tanto, digo que, de todas estas aprehensiones y visiones
imaginarias y otras cualesquiera formas o especies, como ellas se
ofrezcan debajo de forma o imagen o alguna inteligencia
particular, ahora sean falsas de parte del demonio, ahora se
conozcan ser verdaderas de parte de Dios, el entendimiento no se
ha de embarazar ni cebar en ellas, ni las ha el alma de querer
admitir ni tener, para poder estar desasida, desnuda, pura y
sencilla, sin algún modo y manera, como se requiere para la unión.
7. Y de esto la razón es porque todas estas formas ya dichas
siempre en su aprehensión se representan, según habemos dicho,
debajo de algunas maneras y modos limitados, y la Sabiduría de
Dios, en que se ha de unir el entendimiento, ningún modo ni manera
tiene, ni cae debajo de algún límite ni inteligencia distinta y
particularmente, porque totalmente es pura y sencilla. Y como
quiera que, para juntarse dos extremos, cual es el alma y la
divina Sabiduría, será necesario que vengan a convenir en cierto
medio de semejanza entre sí, de aquí es que tambien el alma ha de
estar pura y sencilla, no limitada ni atenida a alguna
inteligencia particular, ni modificada con algún límite de forma,
especie e imagen. Que, pues Dios no cae debajo de imagen ni forma,
ni cabe debajo de inteligencia particular, tampoco el alma, para
caer en Dios, ha de caer debajo de forma e inteligencia distinta.
8. Y que en Dios no haya forma ni semejanza, bien lo da a entender
el Espíritu Santo en el Deuteronomio (4, 12), diciendo: Vocem
verborum eius audistis, et formam penitus non vidistis; que quiere
decir: Oísteis la voz de sus palabras, y totalmente no visteis en
Dios alguna forma. Pero dice que había allí tinieblas, y nube, y
oscuridad, que es la noticia confusa y oscura que habemos dicho,
en que se une el alma con Dios. Y luego más adelante (4, 15) dice:
Non vidistis aliquam similitudinem in die, qua locutus est vobis
Dominus in Horeb de medio ignis, esto es: No visteis vosotros
semejanza alguna en Dios en el día que os habló de medio del
fuego, en el monte Horeb.
9. Y que el alma no pueda llegar a lo alto de Dios, cual en esta
vida se puede, por medio de algunas formas y figuras, tambien lo
dice el mismo Espíritu Santo en los Números (12, 68), donde,
reprehendiendo Dios a Aarón y María, hermanos de Moises, porque
murmuraban contra el, queriendo darles a entender el alto estado
en que le había puesto de unión y amistad consigo, dijo: Si quis
inter vos fuerit propheta Domini in visione apparebo ei, vel per
somnium loquar ad illum. At (non) talis servus meus Moyses, qui in
omni domo mea fidelissimus est: ore enim ad os loquor ei, palam,
et non per aenigmata et figuras Dominum videt; que quiere decir:
Si entre vosotros hubiere algún profeta del Señor, aparecerle he
en alguna visión o forma o hablare con el entre sueños. Pero no
hay tal como mi siervo Moises, que en toda mi casa es fidelísimo y
hablo con el boca a boca, y no ve a Dios por comparaciones,
semejanzas y figuras. En lo cual se da a entender claro que en
este alto estado de unión que vamos hablando, no se comunica Dios
al alma mediante algún disfraz de visión imaginaria, o semejanza,
o figura, ni la ha de haber; sino que boca a boca, esto es,
esencia pura y desnuda de Dios, que es la boca de Dios en amor,
con esencia pura y desnuda del alma, que es la boca del alma en
amor de Dios.
10. Por tanto, para venir a esta unión de amor de Dios esencial,
ha de tener cuidado el alma de no se ir arrimando a visiones
imaginarias, ni formas, ni figuras, ni particulares inteligencias,
pues no le pueden servir de medio proporcionado y próximo para tal
efecto; antes le harían estorbo, y por eso las ha de renunciar y
procurar de no tenerlas. Porque, si por algún caso se hubiesen de
admitir y preciar, era por el provecho que las verdaderas hacen en
el alma y buen efecto. Pero para esto no es necesario admitirlas,
antes conviene, para mejoría, siempre negarlas. Porque estas
visiones imaginarias, el bien que pueden hacer al alma, tambien
como las corporales exteriores que habemos dicho, es comunicarle
inteligencia, o amor, o suavidad; pero para que causen este efecto
en ella, no es menester que ella las quiera admitir, porque, como
tambien queda dicho arriba, en ese mismo punto que en la
imaginación hacen presencia, la hacen en el alma e infunden a la
inteligencia y amor, o suavidad, o lo que Dios quiere que causen.
Y no sólo juntamente, pero principalmente, aunque no en el mismo
tiempo, hacen en el alma su efecto pasivamente, sin ser ella parte
para lo poder impedir aunque quisiese, como tampoco lo fue para lo
saber adquirir, aunque lo haya sido antes para se saber disponer.
Porque, así como la vidriera no es parte para impedir el rayo del
sol que da en ella, sino que pasivamente, estando ella dispuesta
con limpieza, la esclarece sin su diligencia u obra, así tambien
el alma, aunque ella quiera, no puede dejar de recibir en sí las
influencias y comunicaciones de aquellas figuras, aunque más las
quisiere resistir; porque a las infusiones sobrenaturales no las
puede resistir la voluntad negativa con resignación humilde y
amorosa, sino sola la impureza e imperfecciones del alma, como
tambien en la vidriera impiden la claridad las manchas.
11. Donde se ve claro que, cuanto más el alma se desnudare con la
voluntad y afecto de las aprehensiones de las manchas de aquellas
formas, imágenes y figuras en que vienen envueltas las
comunicaciones espirituales que habemos dicho, no sólo no se priva
de estas comunicaciones y bienes que causan, mas se dispone mucho
más para recibirlas con más abundancia, claridad y libertad de
espíritu y sencillez, dejadas aparte todas aquellas aprehensiones,
que son las cortinas y velos que encubren lo espiritual que allí
hay, y así ocupan el espíritu y sentido, si en ellas se quisiese
cebar, de manera que sencilla y libremente no se pueda comunicar
el espíritu; porque, estando ocupada con aquella corteza, está
claro que no tiene libertad el entendimiento para recibir
(aquellas formas). De donde, si el alma entonces las quiere
admitir y hacer caso de ellas, sería embarazarse y contentarse con
lo menos que hay en ellas, que es todo lo que ella puede
aprehender y conocer de ellas, lo cual es aquella forma e imagen y
particular inteligencia. Porque lo principal de ellas, que es lo
espiritual que se le infunde, no sabe ella aprehender ni entender,
ni sabe cómo es, ni lo sabría decir, porque es puro espiritual.
Solamente lo que de ellas sabe, como decimos, es lo menos que hay
en ellas a su modo de entender, que es las formas por el sentido.
Y por eso digo que pasivamente, sin que ella ponga su obra de
entender y sin saberla poner, se le comunica de aquellas visiones
lo que ella no supiera entender ni imaginar.
12. Por tanto, siempre se han de apartar los ojos del alma de
todas estas aprehensiones que ella puede ver y entender
distintamente (lo cual comunica en sentido y no hace fundamento y
seguro de fe), y ponerlos en lo que no ve ni pertenece al sentido,
sino al espíritu, que no cae en figura de sentido, que es lo que
la lleva a la unión en fe, la cual es el propio medio, como está
dicho. Y así, le aprovecharán al alma estas visiones en sustancia
para fe, cuando bien supiere negar lo sensible e inteligible de
ellas y usara bien del fin que Dios tiene en darlas al alma,
desechándolas. Porque, como dijimos de las corporales, no las da
Dios para que el alma las quiera tomar y poner su asimiento en
ellas.
13. Pero nace aquí una duda, y es: si es verdad que Dios da al
alma las visiones sobrenaturales, no para que ella las quiera
tomar, ni arrimarse a ellas, ni hacer caso de ellas, ¿para que se
las da, pues en ellas puede el alma caer en muchos yerros y
peligros, o por lo menos en los inconvenientes que aquí se
escriben para ir adelante, mayormente pudiendo Dios dar al alma y
comunicarle espiritualmente y en sustancia lo que le comunica por
el sentido mediante las dichas visiones y formas sensibles?
14. Responderemos a esta duda en el siguiente capítulo, y es de
harta doctrina y bien necesaria, a mi ver, así para los
espirituales como para los que los enseñan, porque se enseña el
estilo y fin que Dios en ellas lleva; el cual por no lo saber
muchos, ni se saben gobernar, ni encaminar a sí ni a otros en
ellas a la unión. Que piensan que, por el mismo caso que conocen
ser verdaderas y de Dios, es bueno admitirlas, y asegúranse en
ellas, no mirando que tambien en estas hallará el alma su
propiedad, y asimiento y embarazo, como en las cosas del mundo, si
no las sabe renunciar como a ellas. Y así les parece que es bueno
admitir las unas y reprobar las otras, metiendose a sí mismos y a
las almas en gran trabajo y peligro acerca del discernir entre la
verdad y falsedad de ellas. Que ni Dios les manda poner en ese
trabajo, ni que a las almas sencillas y simples las metan en ese
peligro y contienda; pues tienen doctrina sana y segura, que es la
fe, en que han de caminar adelante.
15. La cual no puede ser sin cerrar los ojos a todo lo que es de
sentido e inteligencia clara y particular. Porque, aun con estar
san Pedro tan cierto de la visión de gloria que vio en Cristo en
la transfiguración, despues de haberlo contado en su Epístola 2ª
canónica (1, 1718), no quiso que lo tomasen por principal
testimonio de firmeza, sino, encaminándolos a la fe, dijo (1, 19):
Et habemus firmiorem propheticum sermonem: cui benefacitis
attendentes, quasi lucernae lucenti in caliginoso loco, donec dies
elucescat, etc.; quiere decir: Y tenemos más firme testimonio que
esta visión del Tabor, que son los dichos y palabras de los
profetas que dan testimonio de Cristo, a las cuales haceis bien de
arrimaros, como a la candela que da luz en el lugar oscuro. En la
cual comparación, si quisieremos mirar, hallaremos la doctrina que
vamos enseñando. Porque, en decir que miremos a la fe que hablaron
los profetas, como "a candela que luce en lugar oscuro", es decir
que nos quedemos a oscuras, cerrados los ojos a todas esotras
luces, y que en esta tiniebla sola la fe, que tambien es oscura,
sea luz a que nos arrimemos. Porque si nos queremos arrimar a
esotras luces claras de inteligencias distintas, ya nos dejamos de
arrimar a la oscura, que es la fe, y nos deja de dar la luz en el
lugar oscuro que dice san Pedro; el cual lugar, que aquí significa
el entendimiento que es el candelero donde se asienta esta candela
de la fe, ha de estar oscuro "hasta que le amanezca" en la otra
vida "el día" de la clara visión de Dios, y en esta el de la
transformación y unión.
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