Yo soy, esposa mía, Creador de todos los espíritus buenos y malos. Yo soy también el que los rige y gobierna. Yo soy igualmente Creador de todos los animales y cosas que hay y que tienen vida, y asimismo de todo cuanto hay y no tiene vida. Así, pues, todo cuanto hay en el cielo, en la tierra y en el mar, todo hace mi voluntad y me obedece, a no ser el hombre.
Has de saber que hay hombres, que son como una nave que hubiese perdido el timón y el mástil, y anduviera vagando acá y acullá entre las olas del mar, hasta llegar a las playas, o sea la morada eterna de la muerte; en esta nave van los que están obcecados y se entregan a todos los placeres de la vida.
Otros hombres hay, que son como una nave que conserva todavía el mástil y el timón, y un áncora con dos cables; pero se ha perdido el áncora principal, y el timón está para romperse, si viene algún fuerte oleaje. Por consiguiente, hay que estar con precaución, porque mientras lleve timón la nave, cuenta con algún apoyo.
La tercera nave tiene todos sus pertrechos y jarcias, y está dispuesta a darse a la vela a la primera ocasión. En la seguna nave, el áncora principal que dije se había perdido, representa la doctrina de la religión, conducida y facilitada por la paciencia y por el fervor del amor divino. Mas ya ha sido desatada esta áncora, porque ha sido arrojada debajo de los pies la enseñanza de los mayores, y cada cual sigue y tiene por bueno lo que le conviene, y de esta manera va la nave fluctuando entre las olas.
La segunda áncora, la cual se conserva todavía sana, es el deseo de servir a Dios, y se encuentra atada con dos cables, que son, la fe y la esperanza; porque creen que soy Dios, y tienen en mí la esperanza de que quiero salvarlos, porque soy su timón, que mientras estuviere yo en la nave, no entran las olas, y hay cierto vínculo entre mí y ellos. Pero yo, Dios, me quedo en su nave, cuando nada aman como a mí, y en este caso los fijo como con tres clavos, que son: el temor, la humildad y la consideración de mis obras, pero si amaren algo más que a mí, entonces entra el agua de la disolución, se desprenden los clavos que son el temor, la humildad y la consideración de Dios; quiébrase el áncora de la buena voluntad, y rómpense los cables de la fe y de la esperanza. Mas resulta que los que van en esta nave, son demasiado inconstantes y se dirijen a parajes peligrosos. En la tercera nave que dije se hallaba dispuesta para darse a la vela, y en la que nada falta, van mis amigos.
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