Por qué, esposa mía, te dejas llevar de sueños? Si son buenos, te alegras; y si son malos, te entristeces. ¿No te he dicho que el diablo es un envidioso, y que sin permiso de Dios no puede hacer más daño que una paja que está en el suelo? También te he dicho que es el padre y el inventor de la mentira, y que, para mejor engañar, mezcla lo verdadero con lo falso. Te aviso, pues, que el demonio nunca duerme, y siempre está dando vueltas a tu alrededor, para encontrar alguna ocasión de hacerte daño.
Por consiguiente, debes cuidar mucho de que no te engañe el demonio, el cual por la sutileza de su ciencia, colige lo interior por los impulsos exteriores. Y así, unas veces inspira en tu corazón cosas alegres, para que tengas una frívola alegría; otras veces te inspira cosas tristes, para que afligiéndote, omitas algo bueno, que hubieras podido hacer, y para que estés dolorida y miserable antes que te vengan la miseria y trabajos. Otras veces, a un corazón seducido y amigo de agradar al mundo, le inspira el demonio mil falsedades, por medio de las que son engañados muchos, según acontecía con los falsos profetas; y esto les sucede a los que aman alguna cosa más que a Dios.
Sucede, por tanto, que entre muchas mentiras suelen hallarse algunas verdades, porque el demonio jamás podría engañar, a no ser que con lo falso mezclase lo verdadero, como lo viste en aquel endemoniado, el cual, aunque confesaba que había un solo Dios, no obstante, sus impúdicos gestos y extrañas palabras mostraban que el demonio lo poseía y habitaba en él.
Y si me preguntas por qué consiento que mienta el demonio, te respondo que lo he permitido y lo permito por los pecados de los pueblos, que quisieron saber lo que Dios no quiso que supiesen, y deseaban prosperar en lo que Dios veía que no convenía para la salvación de ellos. Así, pues, por causa de los pecados permite Dios muchas cosas que no acontecerían, si el hombre no abusase de la gracia y de la razón. Mas aquellos Profetas que no deseaban otra cosa sino a Dios, ni quisieron hablar palabras de Dios sino por Dios, no eran engañados, porque hablaban y amaban la verdad.
Sin embargo, así como no todos los sueños han de ser creídos, de la misma manera no todos han de ser menospreciados; porque a veces aun a los malos les inspira Dios en sueños cosas buenas y les avisa su muerte, para que se corrijan de sus pecados; y otras ocasiones inspira también en sueños a los buenos cosas buenas, para que aprovechen más en el servicio de Dios.
Y así, cuando se te ofreciere algo de esto que llevo dicho, no inclines tu corazón, sino pésalo bien y consúltalo con varones sabios y espirituales, o échalo de ti como si no hubiera sucedido, porque quien se deleita con sueños, frecuentemente es engañado. Sé firme en la fe de la Santa Trinidad, que es lo que importa; ama a Dios de todo corazón; sé obediente tanto en lo próspero como en lo adverso; a nadie te antepongas en tu pensamiento, sino teme aun en lo que hagas bueno; no prefieras tu parecer al de los otros, y entrega toda tu voluntad en manos de Dios, con firme propósito de hacer lo que el Señor quiera; y entonces no tendrás que temer los sueños, y si fueren alegres, no los quieras ni los desees, a no ser que se interese la honra de Dios; y si fueren tristes no te acongojes, sino ponte del todo en manos de Dios.
Después le dijo la Virgen: Yo soy la Madre de misericordia, que cuando mi hija duerme, le preparo los vestidos; mientras el se está vistiendo, le aderezo la comida, y cuando está trabajando, le arreglo una corona y todo el bien que puede desear.
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