Cuánto se oponen al Espíritu de Dios los placeres y bienes del mundo.
REVELACIÓN 31

Oh dulcísimo Señor Jesucristo, dijo santa Brígida, Creador de todas las cosas. ¡Ojalá conocieran y entendieran estos el calor de tu Espíritu Santo, porque entonces apetecerían más las cosas del cielo, y abominarían con mayores veras las de la tierra.
Y entonces me respondieron en el espíritu: Sus excesos y ociosidad se oponen a las visitas del Espíritu Santo; porque sus comilonas, embriagueces y bullicio con los amigos, estorban que el Espíritu Santo les comunique su dulzura, ni se cansen de los deleites del mundo. La demasía de oro, plata, vestidos, vajillas, haciendas y censos impide que el Espíritu de mi amor inflame y encienda sus corazones. La demasía de criados, caballos y otros animales para su regalo, se opone a que el Espíritu Santo se acerque a ellos, y aun es causa de que se alejen de ellos sus ángeles de guarda, y se les acerquen los demonios que son sus traidores. Así, pues, no conocen esa dulzura y comunicación con que yo, que soy Dios, visito a las almas santas y a mis amigos.