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El mayor trabajo que padecen las personas que se dan a la oración, es
la falta de devoción que muchas veces en ella sienten; porque cuando
ésta no falta, ninguna cosa hay más dulce ni más fácil que orar.
Por esta razón (ya que habemos tratado de la materia de la oración y
del modo que en ella se podrá tener), será bien tratemos ahora de
las cosas que ayudan a la devoción y también de las que la impiden, y
de las tentaciones más comunes de las personas devotas y de algunos
avisos que para este ejercicio serán necesarios. Mas primero hará
mucho al caso declarar qué cosa sea devoción, porque sepamos antes
qué tal sea la joya por que militamos.
Devoción, dice Santo Tomás, es una virtud, la cual hace al
hombre pronto y hábil para toda virtud y le despierta y facilita para
el bien obrar. La cual definición manifiestamente declara la
necesidad y utilidad grande de esta virtud, porque en ella está
encerrado más de lo que algunos pueden pensar.
Para lo cual es de saber que el mayor impedimento que tenemos para bien
vivir es la corrupción de la naturaleza que nos vino por el pecado, de
la cual procede una grande inclinación que tenemos para el mal y una
grande dificultad y pesadumbre para el bien; estas dos cosas nos hacen
dificultosísimo el camino de la virtud, siendo ella de suyo la cosa
más dulce, más hermosa, más amable, más honrosa del mundo. Pues
contra esa dificultad y pesadumbre proveyó la Divina Sabiduría de
convenientísimo remedio, que es la virtud y socorro de la devoción;
porque así como el viento cierzo esparce las nubes y deja el cielo
sereno y descombrado, así la verdadera devoción sacude de nuestra
ánima toda esta pesadumbre y dificultad, y la deja por entonces
habilitada y desembarazada para todo bien, porque esta virtud es de tal
manera virtud, que también es un especial don del Espíritu Santo,
un rocío del cielo, un socorro y visitación de Dios alcanzado por la
oración, cuya condición es pelear contra esta dificultad y
pesadumbre, despedir esta tibieza, dar esta prontitud, henchir el
ánima de buenos deseos, alumbrar el entendimiento, esforzar la
voluntad, encender el amor de Dios, apagar las llamas de los malos
deseos, causar hastío del mundo y aborrecimiento del pecado, y de dar
al hombre por entonces otro fervor, otro espíritu y otro esfuerzo y
aliento para bien obrar. De manera, que así como Sansón, cuando
tenía cabellos, tenía mayores fuerzas que todos los otros hombres del
mundo y, cuando éstos le faltaban, era tan flaco como todos los
otros, así lo es también el ánima del cristiano, cuando tiene esta
devoción; y cuando flaca, no la tiene. Esto es, pues, lo que
Santo Tomás quiso significar en aquella definición, y ésta es sin
duda la mayor alabanza que se puede decir de esta virtud, que siendo
una sola, es como un estímulo y aguijón de todas las otras; y por
esto, el que de verdad desea caminar por el camino de las virtudes, no
vaya sin estas espuelas, porque nunca podrá sacar de harona a su mala
bestia, si va sin ellas.
De lo dicho parece claro qué cosa sea la verdadera y esencial
devoción: porque no es devoción aquella ternura de corazón o
consolación que sienten algunas veces los que oran, sino esta
prontitud y aliento para bien obrar, de donde muchas veces acaece
hallarse lo uno sin lo otro, cuando el Señor quiere probar los
suyos. Verdad es que de esta devoción y prontitud muchas veces nace
aquella consolación; y, por el contrario, esta misma consolación y
gusto espiritual acrecienta la devoción esencial, que es aquella
prontitud y aliento para bien obrar. Y por esta causa los siervos de
Dios pueden, con mucha razón, desear y pedir estas alegrías y
consolaciones, no por el gusto que en ellas hay, sino porque son causa
de acrecentamiento de esta devoción que nos habilita para bien obrar,
como lo significó el Profeta cuando dijo (Ps.118,32): Por
el camino de los mandamientos, Señor, corrí, cuando dilataste mi
corazón; conviene saber, con la alegría de tu consolación, que fue
causa de esta ligereza. Pues de los medios por do se alcanza esta
devoción, pretendemos ahora aquí tratar, y porque con esta virtud
andan juntas todas las otras que tienen especial familiaridad con
Dios, por eso tratar de los medios por do se alcanza la perfecta
oración y contemplación, y las consolaciones del Espíritu Santo,
y el amor de Dios y la sabiduría del cielo, y aquella unión de
nuestro espíritu con Dios, que es el fin de toda la vida espiritual y
es, finalmente, tratar de los medios por donde se alcanza el mismo
Dios en esta vida, que es aquel tesoro del Evangelio y aquella
preciosa margarita por cuya posesión el sabio mercader alegremente se
deshizo de todas las cosas. Por donde parece que ésta es una
altísima Teología, pues aquí se enseña el camino para el sumo
bien, y paso por paso se arma una escalera para alcanzar el fruto de la
felicidad, según que en esta vida se puede alcanzar.
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