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Este día pensarás en los beneficios divinos, para dar gracias al
Señor por ellos y encenderte más en el amor de quien tanto bien te
hizo. Y aunque estos beneficios sean innumerables, más puedes tú,
a lo menos, considerar estos cinco más principales, conviene a
saber: de la Creación, Conservación, Redención, Vocación,
con los otros beneficios particulares y ocultos.
Y primeramente, cuando al beneficio de la creación, considera con
mucha atención lo que eras antes que fueses criado, y lo que Dios
hizo contigo, y te dio, ante todo merecimiento, conviene a saber:
ese cuerpo con todos sus miembros y sentidos, y esa tan excelente
ánima, con aquellas tres tan notables potencias, que son
entendimiento, memoria y voluntad. Y mira bien que darte esta tal
ánima fue darte todas las cosas, pues ninguna perfección hay en
alguna criatura que el hombre no la tenga en su manera, por donde
parece que darnos esta pieza sola fue darnos de una vez todas las cosas
juntas.
Cuando al beneficio de la conservación, mira cuán colgado está todo
tu ser de la Providencia divina; cómo no vivirías un punto, ni
darías un paso, si no fuese por Él; cómo todas las cosas del mundo
crió para tu servicio: la mar, la tierra, las aves, los peces, los
animales, las plantas, hasta los mismos ángeles del cielo.
Considera con esto la salud que te da, las fuerzas, la vida, el
mantenimiento, con todos los otros socorros temporales. Y, sobre
todo esto, pondera mucho las miserias y desastres en que cada día ves
caer los otros hombres, en los cuales pudieras tú también haber
caído si Dios, por su piedad, no te hubiera preservado.
Cuanto al beneficio de la redención, puedes considerar dos cosas: la
primera, cuántos y cuán grandes hayan sido los bienes que nos dio
mediante el beneficio de la redención; y la segunda, cuántos y cuán
grandes hayan sido los males que padeció en su cuerpo y ánima
santísima, para ganarnos estos bienes; y para sentir más lo que
debes a este Señor por lo que por ti padeció, puedes considerar
estas cuatro principales circunstancias en el misterio de su Sagrada
Pasión, conviene a saber: quién padece, qué es lo que padece,
por quién padece y por qué causa lo padece. ¿Quién padece?
Dios.
¿Qué padece? Los mayores tormentos y deshonras que jamás se
padecieron. ¿Por quién padece? Por criaturas infernales y
abominables, y semejantes a los mismos demonios en sus obras. ¿Por
qué causa padece? No por su provecho ni por nuestro merecimiento,
sino por las entrañas de su infinita caridad y misericordia.
Cuanto al beneficio de la vocación, considera primeramente cuán
grande merced de Dios fue hacerte cristiano, y llamarte a la fe por
medio del bautismo y hacerte también participante de los otros
sacramentos. Y si después de este llamamiento, perdida ya la
inocencia, te sacó de pecado, y volvió a su gracia, y te puso en
estado de salud, ¿cómo te podrás alabar por este beneficio? ¡Qué
tan grande misericordia fue aguardarte tanto tiempo y sufrirte tantos
pecados, y enviarte tantas inspiraciones, y no cortarte el hilo de la
vida como se cortó a otros en ese mismo estado; y, finalmente,
llamarte con tan poderosa gracia que resucitases de muerte a vida y
abrieses los ojos a la luz! ¡Qué misericordia fue, después de ya
convertido, darte gracia para no volver al pecado, y vencer al enemigo
y perseverar en lo bueno! Éstos son los beneficios públicos y
conocidos: otros hay secretos, que no los conoce sino el que los ha
recibido, y aun otros hay tan secretos, que el mismo que los recibió
no los conoce, sino sólo aquel que los hizo. ¡Cuántas veces
habrás en este mundo merecido por tu soberbia, o negligencia, o
desagradecimiento, que Dios te desamparase, como habrá desamparado a
otros muchos por alguna de estas causas, y no lo ha hecho! ¡Cuántos
males, y ocasiones de males, habrá prevenido el Señor con su
providencia deshaciendo las redes del enemigo, y acortándole los
pasos, y no dando lugar a sus tratos y consejos! ¡Cuántas veces
habrá hecho con cada uno de nosotros aquello que él dijo a San Pedro
(Lc.22,31): Mira que Satanás andaba muy negociado para
aventaros a todos como a trigo, mas yo he rogado por ti, que no
desfallezca tu fe! Pues, ¿quién podrá saber esos secretos sino
Dios? Los beneficios Positivos, bien los puede a veces conocer el
hombre, mas los privativos, que no consisten en hacernos bienes, sino
en librarnos de males, ¿quién los conocerá? Pues así por éstos,
como por los otros, es razón que demos siempre gracias al Señor, y
que entendamos cuán alcanzados andamos de cuenta, y cuánto más es lo
que le debemos que lo que le podemos pagar, pues aún no lo podemos
entender.
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