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VIII. Providencia de Dios y dominio del mundo por el hombre

SAN Juan Pablo II
9 Catequesis sobre la Providencia de Dios


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La Providencia divina es el Amor de Dios que actúa en todo momento

 
VIII. Providencia de Dios y dominio del mundo por el hombre (18.VI.86)
1. La verdad sobre la Divina Providencia aparece como el punto de convergencia de tantas verdades contenidas en la afirmación: 'Creo en Dios Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra'. Por su riqueza y continua actualidad había de ocuparse de esta verdad todo el magisterio del Concilio Vaticano II, que lo hizo de modo excelente. Efectivamente, en muchos documentos conciliares encontramos una referencia apropiada a esta verdad de fe, que está presente de un modo particular en la Constitución Gaudium et spes. Ponerlo de relieve significa hacer una recapitulación actual de las catequesis precedentes sobre la Divina Providencia.

2. Como es sabido, la Constitución Gaudium et spes afronta el tema; La Iglesia y el mundo actual. Sin embargo, desde los primeros párrafos se ve claramente que tratar este tema sobre la base del magisterio de la Iglesia no es posible sin remontarse a la verdad revelada sobre la relación de Dios con el mundo, y en definitiva a la verdad de la Providencia Divina.

Leemos pues: 'El mundo que el Concilio tiene presente es el de todos los hombres; el mundo que los cristianos creen fundado y conservado por el amor del Creador, mundo esclavizado bajo la servidumbre del pecado, pero liberado por Cristo crucificado y resucitado, roto el poder del demonio, para que se transforma según el propósito divino y llegue a su consumación' (Gaudium et spes 2).

Esta 'descripción' afecta a toda la doctrina de la Providencia, entendida bien como plan eterno de Dios en la creación, bien como realización de este plan en la historia, bien como sentido salvífico y escatológico del universo, y especialmente del mundo humano según la 'predestinación en Cristo', centro y quicio de todas las cosas. En este sentido se toma con otros términos la afirmación dogmática del Conc. Vaticano I: 'Todo lo que Dios ha creado lo conserva y lo dirige con su Providencia 'extendiéndose de un confín a otro con poder y gobernando con suavidad todas las cosas'. 'Todas las cosas están desnudas y descubiertas ante sus ojos' incluso las que existirán por libre iniciativa de las criaturas' (Cons. Dei Filius). Más especificamente, desde el punto de partida, la Gaudium et spes enfoca una cuestión relativa a nuestro tema e interesante para el hombre de hoy: cómo se compaginan el 'crecimiento' del reino de Dios y el desarrollo (evolución) del mundo. Sigamos ahora las grandes lineas de tal exposición, puntualizando las afirmaciones principales.

Providencia amorosa de Dios

 

3. En el mundo visible el protagonista del desarrollo histórico y cultural es el hombre. Creado a imagen y semejanza de Dios, conservado por El en su ser y guiado con amor paterno en la tarea de 'dominar' las demás criaturas, el hombre, en cierto sentido, es, para sí mismo, 'providencia'. 'La actividad humana individual y colectiva o el conjunto ingente de esfuerzos realizados por el hombre a lo largo de los siglos para lograr mejores condiciones de vida, considerado en sí mismo, responde a la voluntad de Dios: creado el hombre a imagen de Dios, recibió el mandato de gobernar el mundo en justicia y santidad, sometiendo así la tierra y cuanto en ella se contiene y de orientar a Dios la propia persona y el universo entero, reconociendo a Dios como Creador de todo, de modo que con el sometimiento de todas las cosas al hombre sea admirable el nombre de Dios en el mundo' (Gaudium et spes 34).

Con anterioridad, el mismo documento conciliar había dicho: 'No se equivoca el hombre al afirmar su superioridad sobre el universo material y al considerarse no ya como partícula de la naturaleza o como elemento anónimo de la ciudad humana. Por su interioridad es, en efecto, superior al universo entero, a estas profundidades retorna cuando entra dentro de su corazón donde Dios aguarda, escrutador de los corazones, y donde él personalmente bajo la mirada de Dios, decide su propio destino' (Gaudium et spes 14).

4. El desarrollo del mundo hacia órdenes económicos y culturales que responden cada vez más a las exigencias integrales del hombre es una tarea que entra de lleno en la vocación del mismo hombre a dominar la tierra. Por eso también los éxitos reales de la actual civilización científica y técnica, así como los de la cultura humanística y los de la 'sabiduría' de todos los siglos, entran en el ámbito de la 'providencia' de la que el hombre participa por actuación del designio de Dios sobre el mundo. Bajo esta luz el Concilio ve y reconoce el valor y la función de la cultura y del trabajo de nuestro tiempo. Efectivamente, en la Constitución Gaudium et spes se describe la nueva condición cultural y social de la humanidad con sus notas distintivas y sus posibilidades de avance tan rápido que suscita estupor y esperanza (Cfr. Gaudium et spes 53-54). El Concilio no duda en dar testimonio de los admirables éxitos del hombre reconduciéndolos al marco del designio y mandato de Dios y uniéndose además con el Evangelio de fraternidad predicado por Cristo: 'En efecto, el hombre, cuando con sus manos o ayudándose de los recursos técnicos cultiva la tierra para que produzca frutos y llegue a ser una morada digna de toda la familia humana, y cuando conscientemente interviene en la vida de los grupos sociales, sigue el plan mismo de Dios, manifestado a la humanidad al comienzo de los tiempos: somete la tierra y perfecciona la creación al mismo tiempo que se perfecciona a sí mismo. Más aún, obedece al gran mandamiento de Cristo de entregarse al servicio de sus hermanos' (Gaudium et spes 57; cfr.63).

Providencia de Dios

 
5. El Concilio no cierra tampoco los ojos a los enormes problemas concernientes al desarrollo del hombre de hoy, tanto en su dimensión de persona como de comunidad. Sería una ilusión creer poderlos ignorar, como sería un error plantearnos de forma impropia o insuficiente, pretendiendo absurdamente hacer menospreciar la referencia necesaria a la Providencia y a la voluntad de Dios. Dice el Concilio: 'En nuestros días, el género humano, admirado de sus propios descubrimientos y de su propio poder, se formula con frecuencia preguntas angustiosas sobre la evolución presente del mundo, sobre el puesto y la misión del hombre en el universo, sobre el sentido de sus esfuerzos individuales y colectivos, sobre el destino último de las cosas y de la humanidad' (Gaudium et spes 3). Y explica: 'Como ocurre en casos de crecimiento repentino, esta transformación trae consigo no leves dificultades. Así, mientras el hombre amplía extraordinariamente su poder, no siempre consigue someterlo a su servicio. Quiere conocer con profundidad creciente su intimidad espiritual, y con frecuencia se siente más incierto que nunca de sí mismo. Descubre paulatinamente las leyes de la vida social y duda sobre la orientación que a ésta se debe dar' (Gaudium et spes 4). El Concilio habla expresamente de 'contradicciones y desequilibrios' generados por una 'evolución rápida y realizada desordenadamente' en condiciones socioeconómicas, en las costumbres, en la cultura, como también en el pensamiento y en la conciencia del hombre, en la familia, en las relaciones sociales, en las relaciones entre los grupos, las comunidades y las naciones, con consiguientes 'desconfianzas y enemistades, conflictos y anarquías, de las que el mismo hombre es a la vez causa y victima' (Cfr. Gaudium et spes 8-10). Y finalmente el Concilio llega a la raíz cuando afirma: 'Los desequilibrios que fatigan al hombre moderno están conectados con ese otro desequilibrio fundamental que hunde sus raíces en el corazón del hombre' (Gaudium et spes 10).

6. Ante esta situación del hombre en el mundo de hoy, aparece totalmente injustificada la mentalidad según la cual el 'dominio' que él se atribuye es absoluto y radical, y puede realizarse en una total ausencia de referencia a la Divina Providencia. Es una vana y peligrosa ilusión construir la propia vida y hacer del mundo el reino de la propia felicidad exclusivamente con las propias fuerzas. Es la gran tentación en la que ha caído el hombre moderno, olvidando que las leyes de la naturaleza condicionan también la civilización industrial y post-industrial (Cfr. Gaudium et spes 26-27). Pero es fácil ceder al deslumbramiento de una pretendida autosuficiencia en el progresivo 'dominio' de las fuerzas de la naturaleza, hasta olvidarse de Dios o ponerse en su lugar. Hoy esta pretensión llega a algunos ambientes en forma de manipulación biológica, genética, psicológica que si no está regida por criterios de la ley moral (y consiguientemente orientada al reino de Dios) puede convertirse en el predominio del hombre sobre el hombre, con consecuencias trágicamente funestas. El Concilio, reconociendo al hombre de hoy su grandeza, pero también su limitación, en la legítima autonomía de las cosas creadas (Cfr. Gaudium et spes 36), le ha recordado la verdad de la Divina Providencia que viene al encuentro del hombre para asistirle y ayudarle. En esta relación con Dios Padre, Creador y Providente, el hombre puede redescubrir continuamente el fundamento de su salvación.

La Providencia divina


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