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Agora será bien que tratemos en particular de cada una de estas partes
susodichas, y primero de la preparación que es primera de todas.
Puesto en el lugar de la oración de rodillas, o en pie, o en cruz,
o postrado, o sentado si de otra manera no pudiese estar, hecha
primero la señal de la cruz, recogerá su imaginación y apartarla ha
de todas las cosas de esta vida, levantará su entendimiento arriba,
considerando que lo mira Nuestro Señor. Y estará allí con aquella
atención y reverencia como que realmente le tuviese presente, y con un
general arrepentimiento de sus pecados (si es la oración de la
mañana) dirá la confesión general, y si es la oración de la
noche, examinará su conciencia de todo lo que aquel día ha pensado,
hablado, obrado y oído, y del olvido que de Nuestro Señor ha
tenido, y doliéndose de los defectos de aquel día y de todos los de
la vida pasada, y humillándose delante de la Divina Majestad ante
quien está, dirá aquellas palabras del santo Patriarca
(Gen.19,27): Hablaré a mi Señor, aunque sea polvo y
ceniza, y luego dirá aquellos versos del salmo (Ps.122,1):
A ti levanté mis ojos, que moras en los cielos. Así como los ojos
de los siervos están puestos en las manos de sus senores, y como los
ojos de la sierva en las manos de su señora, así están puestos
nuestros ojos en Nuestro Señor, esperando que haya misericordia de
nosotros.
Ten misericordia de nosotros, Señor, ten misericordia de nosotros,
Gloria Patri, etc. Y porque no somos, Señor, poderosos para
pensar cosa buena de nuestra parte, sino que toda nuestra suficiencia
es de Dios, ni nadie puede invocar dignamente el nombre de jesús sino
con favor del Espíritu Santo. Por tanto, Ven, oh dulcísimo
Espíritu, y envía dende el cielo los rayos de tu luz. Ven, oh
Padre de los pobres. Ven, oh dador de las lumbres. Ven, lumbre de
las corazones. Ven, consolador muy bueno y dulce huésped de nuestra
ánima y dulce refrigerio de ella. En el trabajo, su descanso; en el
ardor del estío, su templanza, y en las lágrimas, su consuelo. Oh
luz beatísima, hinche lo íntimo del corazón de tus fieles V.
Emitte spiritum tuum, et creabuntur. R. Et renovabis faciem
terrae. Oratio. Deus qui corda fidelium, etc.
Dicho esto, suplicará luego a nuestro Señor que le dé gracia para
que esté allí con aquella atención y devoción, y con aquel
recogimiento interior, y con aquel temor y reverencia que conviene para
estar ante tan soberana Majestad, y que así gaste aquel tiempo de la
oración, que salga de ella con nuevas fuerzas y aliento para todas las
cosas de su servicio, porque la oración que no pare luego este fruto
muy imperfecta es y muy de bajo valor.
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