CAPÍTULO VI. DE LA PREPARACIÓN QUE SE REQUIERE PARA ANTES DE LA ORACIÓN

Agora será bien que tratemos en particular de cada una de estas partes susodichas, y primero de la preparación que es primera de todas.

Puesto en el lugar de la oración de rodillas, o en pie, o en cruz, o postrado, o sentado si de otra manera no pudiese estar, hecha primero la señal de la cruz, recogerá su imaginación y apartarla ha de todas las cosas de esta vida, levantará su entendimiento arriba, considerando que lo mira Nuestro Señor. Y estará allí con aquella atención y reverencia como que realmente le tuviese presente, y con un general arrepentimiento de sus pecados (si es la oración de la mañana) dirá la confesión general, y si es la oración de la noche, examinará su conciencia de todo lo que aquel día ha pensado, hablado, obrado y oído, y del olvido que de Nuestro Señor ha tenido, y doliéndose de los defectos de aquel día y de todos los de la vida pasada, y humillándose delante de la Divina Majestad ante quien está, dirá aquellas palabras del santo Patriarca (Gen.19,27): Hablaré a mi Señor, aunque sea polvo y ceniza, y luego dirá aquellos versos del salmo (Ps.122,1): A ti levanté mis ojos, que moras en los cielos. Así como los ojos de los siervos están puestos en las manos de sus senores, y como los ojos de la sierva en las manos de su señora, así están puestos nuestros ojos en Nuestro Señor, esperando que haya misericordia de nosotros.

Ten misericordia de nosotros, Señor, ten misericordia de nosotros, Gloria Patri, etc. Y porque no somos, Señor, poderosos para pensar cosa buena de nuestra parte, sino que toda nuestra suficiencia es de Dios, ni nadie puede invocar dignamente el nombre de jesús sino con favor del Espíritu Santo. Por tanto, Ven, oh dulcísimo Espíritu, y envía dende el cielo los rayos de tu luz. Ven, oh Padre de los pobres. Ven, oh dador de las lumbres. Ven, lumbre de las corazones. Ven, consolador muy bueno y dulce huésped de nuestra ánima y dulce refrigerio de ella. En el trabajo, su descanso; en el ardor del estío, su templanza, y en las lágrimas, su consuelo. Oh luz beatísima, hinche lo íntimo del corazón de tus fieles V. Emitte spiritum tuum, et creabuntur. R. Et renovabis faciem terrae. Oratio. Deus qui corda fidelium, etc.

Dicho esto, suplicará luego a nuestro Señor que le dé gracia para que esté allí con aquella atención y devoción, y con aquel recogimiento interior, y con aquel temor y reverencia que conviene para estar ante tan soberana Majestad, y que así gaste aquel tiempo de la oración, que salga de ella con nuevas fuerzas y aliento para todas las cosas de su servicio, porque la oración que no pare luego este fruto muy imperfecta es y muy de bajo valor.




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