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1. El daño tercero que se sigue al alma por vía de las
aprehensiones naturales de la memoria, es privativo, porque la
pueden impedir el bien moral y privar del espiritual.
Y para decir primero cómo estas aprehensiones impiden al alma el
bien moral, es de saber que el bien moral consiste en la rienda de
las pasiones y freno de los apetitos desordenados; de lo cual se
sigue en el alma tranquilidad, paz, sosiego y virtudes morales,
que es el bien moral. Esta rienda y freno no la puede tener de
veras el alma no olvidando y apartando cosas de sí, de donde le
nacen las aficiones. Y nunca le nacen al alma turbaciones si no es
de las aprehensiones de la memoria; porque, olvidadas todas las
cosas, no hay cosa que perturbe la paz ni que muevan los apetitos,
pues, como dicen, lo que el ojo no ve, el corazón no lo desea.
2. Y de esto cada momento sacamos experiencia, pues vemos que,
cada vez que el alma se pone a pensar alguna cosa, queda movida y
alterada, o en poco o en mucho, acerca de aquella cosa, según es
la aprehensión: si pesada y molesta, saca tristeza (u odio, etc.);
si agradable, saca apetito y gozo, etc. De donde, por fuerza ha de
salir despues turbación en la mudanza de aquella aprehensión; y
así, ahora tiene gozos, ahora tristezas, ahora odio, ahora amor, y
no puede perseverar siempre de una manera, que es el efecto de la
tranquilidad moral, si no es cuando procura olvidar todas las
cosas. Luego claro está que las noticias impiden mucho en el alma
el bien de las virtudes morales.
3. Y que tambien la memoria embarazada impida el bien espiritual,
claramente se prueba por lo dicho; porque el alma alterada que no
tiene fundamento de bien moral, no es capaz, en cuanto tal, del
espiritual, el cual no se imprime sino en el alma moderada y
puesta en paz.
Y, allende de esto, si el alma hace presa y caso de las
aprehensiones de la memoria, como quiera que el alma no puede
advertir más que una cosa, si se emplea en cosas aprehensibles,
como son las noticias de la memoria, no es posible que este libre
para lo incomprehensible, que es Dios; porque, (como siempre
habemos dicho), para que el alma vaya a Dios antes ha de ir no
comprehendiendo que comprehendiendo; hase de trocar lo conmutable
y comprehensible por lo inconmutable e incomprehensible.
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