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1. Asegúranse, como habemos dicho, algunos espirituales en tener
por buena la curiosidad que algunas veces usan en procurar saber
algunas cosas por vía sobrenatural, pensando que, pues Dios
algunas veces responde a instancia de ello, que es aquel buen
termino y que Dios gusta de el; como quiera que sea verdad que,
aunque les responde, ni es buen termino ni Dios gusta de el, antes
disgusta; y no sólo eso, mas muchas veces se enoja y ofende mucho.
La razón de esto es, porque a ninguna criatura le es lícito salir
fuera de los terminos que Dios la tiene naturalmente ordenados
para su gobierno. Al hombre le puso terminos naturales y
racionales para su gobierno; luego querer salir de ellos no es
lícito, y querer averiguar y alcanzar cosas por vía sobrenatural
es salir de los terminos naturales; luego es cosa no lícita; luego
Dios no gusta de ellos, pues de todo lo ilícito se ofende. Bien
sabía esto el rey Acab, pues que, aunque de parte de Dios le dijo
Isaías que pidiese una señal, no quiso hacerlo, diciendo (Is. 7,
12): Non petam, et non tentabo Dominum, esto es: No pedire tal
cosa y no tentare a Dios. Porque tentar a Dios es querer tratarle
por vías extraordinarias, cuales son las sobrenaturales.
2. Direis: Pues, si así es, que Dios no gusta, ¿por que algunas
veces responde Dios? Digo que (algunas veces responde el demonio;
pero las que responde Dios digo que es): por la flaqueza del alma
que quiere ir por aquel camino, porque no se desconsuele y vuelva
atrás, o por que no piense está Dios mal con ella y se sienta
demasiado, o por otros fines que Dios sabe, fundados en la
flaqueza de aquel alma, por donde ve que conviene, responde y
condesciende por aquella vía. Como tambien lo hace con muchas
almas flacas y tiernas en darles gustos y suavidad en el trato con
Dios muy sensible, según está dicho arriba; mas no porque el
quiera ni guste que con el se trate con ese termino ni por esa
vía. Mas a cada uno da, como habemos dicho, según su modo; porque
Dios es como la fuente, de la cual cada uno coge como lleva el
vaso, y a veces las deja coger por esos caños extraordinarios; mas
no se sigue por eso que es lícito (querer) coger el agua por
ellos, si no es al mismo Dios, que la puede dar cuándo, cómo y a
quien el quiere, y por lo que el quiere, sin pretensión de la
parte. Y así, como decimos, algunas veces condesciende con el
apetito y ruego de algunas almas, que porque son buenas y
sencillas, no quiere dejar de acudir por no entristecerlas, mas no
porque guste del tal termino.
3. Lo cual se entenderá mejor por esta comparación. Tiene un padre
de familia en su mesa muchos y diferentes manjares y unos mejores
que otros. Está un niño pidiendole de un plato, no del mejor, sino
del primero que encuentra; y pide de aquel porque el sabe comer de
aquel mejor que de otro. Y, como el padre ve que aunque le de del
mejor manjar no lo ha de tomar, sino aquel que pide, y que no
tiene gusto sino en aquel, porque no se quede sin su comida y
desconsolado, dale de aquel con tristeza. Como vemos que hizo Dios
con los hijos de Israel cuando le pidieron rey: se lo dio de mala
gana, porque no les estaba bien. Y así, dijo a Samuel (1 Sm. 8,
7): Audi vocem populi in omnibus quae loquuntur tibi: non enim te
abiecerunt, sed me; que quiere decir: Oye la voz de este tu pueblo
y concedeles el rey que te piden, porque no te han desechado a ti,
sino a mí, porque no reine yo sobre ellos. A la misma manera
condesciende Dios con algunas almas, concediendoles lo que no les
está mejor, porque ellas no quieren o no saben ir sino por allí. Y
así, tambien algunas alcanzan ternuras y suavidad de espíritu o
sentido, y dáselo Dios porque no son para comer el manjar más
fuerte y sólido de los trabajos de la cruz de su Hijo, a que el
querría echasen mano más que a otra alguna cosa.
4. Aunque querer saber cosas por vía sobrenatural, por muy peor lo
tengo que querer otros gustos espirituales en el sentido. Porque
yo no veo por dónde el alma que las pretende deje de pecar por lo
menos venialmente, aunque más buenos fines tenga y más puesta este
en perfección, y quien se lo mandase y consintiese tambien. Porque
no hay necesidad de nada de eso, pues hay razón natural y ley y
doctrina evangelica, por donde muy bastantemente se pueden regir,
y no hay dificultad ni necesidad que no se pueda desatar y
remediar por estos medios muy a gusto de Dios y provecho de las
almas.
Y tanto nos habemos de aprovechar de la razón y doctrina
evangelica, que, aunque ahora queriendo nosotros, ahora no
queriendo, se nos dijesen algunas cosas sobrenaturales, sólo
habemos de recibir aquello que cae en mucha razón y ley
evangelica. Y entonces recibirlo, no porque es revelación, sino
porque es razón, dejando aparte todo sentido de revelación; y aun
entonces conviene mirar y examinar aquella razón mucho más que si
no hubiese revelación sobre ella, por cuanto el demonio dice
muchas cosas verdaderas y por venir, y conformes a razón, para
engañar.
5. De donde no nos queda en todas nuestras necesidades, trabajos y
dificultades, otro medio mejor y más seguro que la oración y
esperanza que el proveerá por los medios que el quisiere. Y este
consejo se nos da en la sagrada Escritura (2 Par. 20, 12), donde
leemos que, estando el rey Josafat afligidísimo cercado de
enemigos, poniendose en oración, dijo el santo rey a Dios: Cum
ignoramus quod facere debeamus, hoc solum habemus residui, ut
oculos nostros dirigamus ad te. Y es como si dijera: Cuando faltan
los medios y no llega la razón a proveer en las necesidades, sólo
nos queda levantar los ojos a ti, para que tú proveas como mejor
te agradare.
6. Y que tambien Dios, aunque responda a las tales pretensiones
algunas veces, se enoje, aunque tambien queda dado a entender,
todavía será bueno probarlo con algunas autoridades de la sagrada
Escritura.
En el primer libro de los Reyes (28, 615) se dice que, pidiendo
el rey Saúl que le hablase el profeta Samuel que era ya muerto, le
apareció el dicho profeta; y con todo eso, se enojó Dios, porque
luego le reprehendió Samuel por haberse puesto en tal cosa,
diciendo: Quare inquietasti me, ut suscitarer?; esto es: ¿Por que
me has inquietado en hacerme resucitar?
Tambien sabemos que, no porque respondió Dios a los hijos de
Israel dándoles las carnes que pedían, se dejase de enojar mucho
contra ellos, porque luego les envió fuego del cielo en castigo,
según se lee en el Pentateuco (Núm. 11, 3233) y lo cuenta David
(Sal. 77, 3031) diciendo: Adhuc escae eorum erant in ore ipsorum,
et ira Dei descendit super eos; que quiere decir: Aún teniendo
ellos los bocados en sus bocas, descendió la ira de Dios sobre
ellos.
Y tambien leemos en los Números (22, 32) que se enojó Dios mucho
contra Balam profeta porque fue a los madianitas llamado por
Balac, rey de ellos, aunque dijo Dios que fuese porque tenía el
gana de ir y lo había pedido a Dios; porque, estando ya en el
camino, le apareció el ángel con la espada y le quería matar, y le
dijo: Perversa est via tua mihique contraria: Tu camino es
perverso y a mí contrario. Y por eso le quería matar.
7. De esta manera y de otras muchas condesciende Dios enojado con
los apetitos de las almas. De lo cual tenemos muchos testimonios
en la sagrada Escritura, y sin eso muchos ejemplos. Pero no son
menester en cosa tan clara. Sólo digo que es cosa peligrosísima,
más que sabre decir, querer tratar con Dios por tales vías y que
no dejará de errar mucho y hallarse muchas veces confuso el que
fuere aficionado a tales modos. Y esto, el que hubiere hecho caso
de ellos me entenderá por la experiencia. Porque allende de la
dificultad que hay en saber no errar en las locuciones y visiones
que son de Dios, hay ordinariamente entre ellas muchas que son del
demonio; porque comúnmente anda en el alma en aquel traje que anda
Dios con ella, poniendole cosa tan verosímil a las que Dios le
comunica, por injerirse el a vueltas, como el lobo entre el ganado
con pellejo de oveja (Mt. 7, 15), que apenas se puede entender.
Porque como dice muchas cosas verdaderas y conformes a razón y
cosas que salen verdaderas, puedense engañar fácilmente pensando
que, pues sale verdad y cierta en lo que está por venir, que no
será sino Dios. Porque no saben que es cosa facilísima, a quien
tiene clara la luz natural, conocer las cosas, o muchas de ellas,
que fueron o que serán, en sus causas. Y como quiera que el
demonio tenga esta lumbre tan viva, puede facilísimamente colegir
tal efecto de tal causa, aunque no siempre sale así, pues todas
las causas dependen de la voluntad de Dios.
8. Pongamos ejemplo: conoce el demonio que la disposición de la
tierra y aires y termino que lleva el sol, van de manera y en tal
grado de disposición, que necesariamente, llegado tal tiempo,
habrá llegado la disposición de estos elementos, según el termino
que llevan, a inficionarse, y así a inficionar la gente con
pestilencia, y en las partes que será más y en las que será menos.
Ve aquí conocida la pestilencia en su causa. ¿Que mucho es que,
revelando el demonio esto a una alma, diciendo: "De aquí a un año
o medio habrá pestilencia", que salga verdadero? Y es profecía del
demonio. Por la misma manera puede conocer los temblores de la
tierra, viendo que se van hinchiendo los senos de ella de aire, y
decir: "En tal tiempo temblará la tierra"; lo cual es conocimiento
natural; para el cual basta tener el ánimo libre de las pasiones
del alma, según lo dice Boecio por estas palabras: Si vis claro
lumine cernere verum, gaudia pelle, timorem spemque fugato, nec
dolor adsit, esto es: Si quieres con claridad natural conocer las
verdades, echa de ti el gozo y el temor, y la esperanza y el
dolor.
9. Y tambien se pueden conocer eventos y casos sobrenaturales en
sus causas acerca de la Providencia divina, que justísima y
certísimamente acude a lo que piden las causas buenas o malas de
los hijos de los hombres. Porque se puede conocer naturalmente que
tal o tal persona, o tal o tal ciudad, u otra cosa, llega a tal o
tal necesidad, o tal o tal punto, que Dios, según su providencia y
justicia, ha de acudir con lo que compete a la causa y conforme a
ella, en castigo o en premio o como fuere la causa; y entonces
decir: "En tal tiempo os dará Dios esto, o hará esto, acaecerá
esotro ciertamente". Lo cual dio a entender la santa Judit (11,
12) a Holofernes, la cual, para persuadirle que los hijos de
Israel habían de ser destruidos sin falta, le contó muchos pecados
de ellos primero y miserias que hacían, y luego dijo: Et, quoniam
hoc faciunt, certum est quod in perditionem dabuntur; que quiere
decir: Pues hacen estas cosas, está cierto que serán destruidos.
Lo cual es conocer el castigo en la causa, que es tanto como
decir: cierto está que tales pecados han de causar tales castigos
de Dios, que es justísimo. Y, como dice la Sabiduría divina (Sab.
11, 17): Per quae quis peccat, per haec et torquetur: En aquello o
por aquello que cada uno peca, es castigado.
10. Puede el demonio conocer esto, no sólo naturalmente, sino aun
de experiencia que tiene de haber visto a Dios hacer cosas
semejantes, y decirlo antes y acertar. Tambien el santo Tobías
conoció por la causa el castigo de la ciudad de Nínive; y así,
amonestó a su hijo, diciendo (14, 1213): Mira, hijo, en la hora
que yo y tu madre murieremos, sal de esta tierra, porque ya no
permanecerá. Video enim quod iniquitas eius finem dabit: Yo veo
claro que su misma maldad ha de ser causa de su castigo, el cual
será que se acabe y destruya. Todo lo cual tambien el demonio y
Tobías podían saber, no sólo en la maldad de la ciudad, sino por
experiencia, viendo que tenían los pecados del mundo por que Dios
le destruyó en el diluvio, y los de los sodomitas, que tambien
perecieron por fuego; aunque tambien Tobías lo conoció por
espíritu divino.
11. Y puede conocer el demonio que Pedro naturalmente (no) puede
vivir más de tantos años y decirlo antes. Y así otras muchas cosas
y de muchas maneras que no se pueden acabar de decir, ni aun
comenzar muchas, por ser intrincadísimas y sutilísimo el en
ingerir mentiras. Del cual no se pueden librar si no es huyendo de
todas revelaciones y visiones y locuciones sobrenaturales.
Por lo cual justamente se enoja Dios con quien las admite, porque
ve es temeridad del tal meterse en tanto peligro, y presunción y
curiosidad, y ramo de soberbia y raíz y fundamento de vanagloria,
y desprecio de las cosas de Dios, y principio de muchos males en
que vinieron muchos. Los cuales tanto vinieron a enojar a Dios,
que de propósito los dejó errar y engañar, y oscurecer el
espíritu, y dejar las vías ordenadas de la vida, dando lugar a sus
vanidades y fantasías, según lo dice Isaías (19, 14), diciendo:
Dominus miscuit in medio eius spiritum vertiginis: que es tanto
como decir: El Señor mezcló en medio espíritu de revuelta y
confusión, que en buen romance quiere decir espíritu de entender
al reves. Lo cual va allí diciendo Isaías llanamente a nuestro
propósito, porque lo dice por aquellos que andaban a saber las
cosas que habían de suceder por vía sobrenatural. Y, por eso, dice
que les mezcló Dios en medio espíritu de entender al reves. No
porque Dios les quisiese ni les diese efectivamente el espíritu de
errar, sino porque ellos se quisieron meter en lo que naturalmente
no podían alcanzar. Enojado de esto, los dejó desatinar, no
dándoles luz en lo que Dios no quería que se entremetiesen. Y así,
dice que les mezcló aquel espíritu Dios privativamente. Y de esta
manera es Dios causa de aquel daño, es a saber, causa privativa,
que consiste en quitar el su luz y favor; tan quitado, que
necesariamente vengan en error.
12. Y de esta manera da Dios licencia al demonio para que ciegue y
engañe a muchos, mereciendolo sus pecados y atrevimientos. Y puede
y se sale con ello el demonio, creyendole ellos y teniendole por
buen espíritu. Tanto, que, aunque sean muy persuadidos que no lo
es, no hay remedio de desengañarse, por cuanto tienen ya por
permisión de Dios, ingerido el espíritu de entender al reves; cual
leemos (3 Re. 22, 22) haber acaecido a los profetas del rey Acab,
dejándoles Dios engañar con el espíritu de mentira, dando licencia
al demonio para ello, diciendo: Decipies, et praevalebis;
egredere, et fac ita; que quiere decir: Prevalecerás con tu
mentira y engañarlos has; sal y (hazlo) así. Y pudo tanto con los
profetas y con el rey para engañarlos, que no quisieron creer al
profeta Miqueas, que les profetizó la verdad muy al reves de lo
que los otros habían profetizado. Y esto fue porque les dejó Dios
cegar, por estar ellos con afecto de propiedad en lo que querían
que les sucediese y respondiese Dios según sus apetitos y deseos;
lo cual era medio y disposición certísima para dejarlos Dios de
propósito cegar y engañar.
13. Porque así lo profetizó Ezequiel (14, 79) en nombre de Dios;
el cual, hablando contra el que se pone a querer saber por vía de
Dios curiosamente, según la variedad de su espíritu, dice: Cuando
el tal hombre viniere al profeta para preguntarme a mí por el, yo,
el Señor, le respondere por mí mismo, y pondre mi rostro enojado
sobre aquel hombre; y el profeta cuando hubiere errado en lo que
fue preguntado, ego, Dominus, decepi prophetam illum, esto es: Yo,
el Señor, engañe aquel profeta. Lo cual se ha de entender, no
concurriendo con su favor para que deje de ser engañado; porque
eso quiere decir cuando dice: Yo, el Señor, le respondere por mí
mismo, enojado; lo cual es apartar el su gracia y favor de aquel
hombre. De donde necesariamente se sigue el ser engañado por causa
del desamparo de Dios. Y entonces acude el demonio a responder
según el gusto y apetito de aquel hombre, el cual, como gusta de
ello, y las respuestas y comunicaciones son de su voluntad, mucho
se deja engañar.
14. Parece que nos habemos salido algo del propósito que
prometimos en el título del capítulo, que era probar cómo, aunque
Dios responde, se queja algunas veces. Pero, si bien se mira, todo
lo dicho hace para probar nuestro intento, pues en todo se ve no
gustar Dios de que quieran las tales visiones, pues da lugar a que
de tantas maneras sean engañados en ellas.
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