Domingo 17 del Tiempo Ordinario B - Catequesis preparatoria para niños: preparemos la Acogida de la Palabra de Dios proclamada durante la celebración de la Misa Dominical
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Jn 6, 1-15
Catequesis
Nota: Se cuenta el relato con mucha vivacidad. Si ihay tiempo puede
realizarse una representación.
El Pan de Cristo
El siguiente es el relato verídico de un hombre llamado Víctor.
Al cabo de meses de encontrarse sin trabajo, se vio obligado a recurrir a la
mendicidad para sobrevivir, cosa que detestaba profundamente.
Una fría tarde de invierno se encontraba en las inmediaciones de un club
privado cuando observó a un hombre y su esposa que entraban al mismo. Víctor
le pidió al hombre unas monedas para poder comprarse algo de comer.
-
Lo siento, amigo, pero no tengo nada de cambio -replicó éste.
La mujer, que oyó la conversación, preguntó:
-
¿Qué quería ese pobre hombre?
-
Dinero para una comida. Dijo que tenía hambre -respondió su marido.
-
Lorenzo, no podemos entrar a comer una comida suntuosa que no necesitamos y
¡Dejar a un hombre hambriento aquí afuera!
-
Hoy en día hay un mendigo en cada esquina! Seguro que quiere el dinero para
beber. Contestó él.
La mujer dijo: - ¡Yo tengo un poco de cambio! Le daré algo.
Aunque Víctor estaba de espaldas a ellos, oyó todo lo que dijeron,
avergonzado, quería alejarse corriendo de allí, pero en ese momento oyó la
amable voz de la mujer que le decía: Aquí tiene unas monedas. Consígase algo
de comer, aunque la situación está difícil, no pierda las esperanzas. En
alguna parte hay un empleo para usted. Espero que pronto lo encuentre.
-
¡Muchas gracias, señora! Me ha dado usted ocasión creer y confiar para
comenzar de nuevo y me ha ayudado a cobrar ánimo. Jamás olvidaré su
gentileza.
-
Estará usted comiendo El Pan de Cristo! Compártalo -dijo ella con una cálida
sonrisa dirigida más bien a un hombre y no a un mendigo.
Víctor sintió como si una descarga eléctrica le recorriera el cuerpo,
encontró un lugar barato donde comer, gastó la mitad de lo que la señora le
había dado y resolvió guardar lo que le sobraba para otro día, comería el
pan de Cristo dos días. Una vez más, aquella descarga eléctrica corría por
su interior. ¡El Pan de Cristo! ¡Un momento! -pensó-. No puedo guardarme el
pan de Cristo solamente para mí mismo.
Le parecía estar escuchando el eco de un viejo himno que había aprendido en
la escuela dominical. En ese momento pasó a su lado un anciano.
Quizás ese pobre anciano tenga hambre -pensó-. Tengo que compartir el pan de
Cristo.
-
Oiga -exclamó Víctor-. ¿Le gustaría entrar y comerse una buena comida?
El viejo se dio vuelta y lo miró incrédulo.
-
¿Habla usted en serio, amigo? El hombre no daba crédito a su buena fortuna
hasta que se sentó a una mesa cubierta con un hule y le pusieron delante un
plato de guiso caliente.
Durante la cena, Víctor notó que el hombre envolvía un pedazo de pan en su
servilleta de papel.
-
¿Está guardando un poco para mañana? -le preguntó.
-
No, no. Es que hay un chico que conozco por donde suelo frecuentar, la ha
pasado mal últimamente y estaba llorando cuando lo dejé, tenía hambre. Le
voy a llevar el pan.
El Pan de Cristo! Recordó nuevamente las palabras de la mujer y tuvo la
extraña sensación de que había un tercer Convidado sentado a aquella mesa. A
lo lejos las campanas de una iglesia parecían entonar a los dos el viejo
himno que le había sonado antes en la cabeza. Los dos hombres llevaron el
pan al niño hambriento, que comenzó a engullírselo. De golpe se detuvo y
llamó a un perro, un perro perdido y asustado.
-
Aquí tienes, perrito. Te doy la mitad -dijo el niño. El Pan de Cristo
alcanzará también para ti. El niño había cambiado totalmente de semblante.
Se puso de pie y comenzó a vender el periódico con entusiasmo.
-Hasta luego -dijo Víctor al viejo-. En alguna parte hay un empleo para
usted. Pronto dará con el. No desespere.
-¿Sabe? -su voz se tornó en un susurró-. Esto que hemos comido es el Pan de
Cristo. Una señora me lo dijo cuando me dio aquellas monedas para comprarlo.
El futuro nos depara algo bueno!
Al alejarse el viejo, Víctor se dio vuelta y se encontró con el perro que le
olfateaba la pierna. Se agachó para acariciarlo y descubrió que tenía un
collar que llevaba grabado el nombre del dueño y su dirección. Víctor
recorrió el largo camino hasta la casa del dueño del perro y llamó a la
puerta. Al salir éste y ver que había encontrado a su perro, se puso
contentísimo, de golpe la expresión de su rostro se tornó seria. Estaba por
reprocharle a Víctor que seguramente había robado el perro para cobrar la
recompensa, pero no lo hizo, Víctor ostentaba un cierto aire de dignidad que
lo detuvo.
En cambio dijo:
- En el periódico vespertino de ayer ofrecí una recompensa. ¡Aquí tiene!
Víctor miró el billete medio aturdido.
- No puedo aceptarlo -dijo quedamente-. Solo quería hacerle un bien al
perro.
- Téngalo! Para mi lo que usted hizo vale mucho más que eso, ¿le interesará
un empleo? Venga a mi oficina mañana, me hace mucha falta una persona
íntegra como usted.
Al volver a emprender Víctor la caminata por la avenida, aquel viejo himno
que recordaba de su niñez volvió a sonarle en el alma, se titulaba: ’Parte
el Pan de Vida’...
-
’No os canséis de dar, pero no deis las sobras, dad hasta sentirlo, hasta
que duela’. Que el Señor nos conceda la gracia de tomar nuestra cruz y
seguirlo, aunque duela.
(ROMERO, F., Recursos Oratorios, Editorial Sal Terrae, Santander, 1959, p.
486)
Aplicación
Se reflexiona con los niños cómo poder compartir el pan de Cristo en la
familia, en el colegio, con los amigos, etc.
Queremos ayudar
a que los niños, por medio de la catequesis dominical, puedan
compenetrarse de la Palabra de Dios proclamada durante la Misa Dominical
Parroquial. De
ningún modo queremos dar
pie al terrible malentendido como si pretendiéremos colaborar en sustituir
la Misa Dominical de la Comunidad Parroquial con una Misa para Niños.
Tenemos una
seria acusación al
respecto.