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sencillos actos de caridad que olvidamos con frecuencia
Recursos adicionales para la preparación
"Cada uno de nosotros Le interesa; Su amor Le impide ser indiferente a lo que nos sucede". Papa Francisco
1
Sonreír ¡Un cristiano siempre es alegre!
No nos damos cuenta pero cuando sonreímos aligeramos la carga a
quienes nos rodean. Cuando vamos por la calle, en el trabajo, en
la casa, en la universidad. La felicidad del cristiano es una
bendición para los demás y para uno mismo. ¡Quién tiene a Cristo
en su vida no puede estar triste!
2
Dar las gracias siempre (aunque no "debas" hacerlo).
Nunca te acostumbres a recibir porque lo necesitas o porque
tienes "derecho a". Todo lo recibes como un regalo, nada te "lo
deben" aunque hayas pagado por ello. Da siempre las gracias. Es
más feliz quien es agradecido.
3
Recordarle a los demás cuánto los amas.
Tú sabes que los amas ... ¿y ellos? Las caricias, los abrazos y
las palabras nunca sobran. Si Jesús no se hubiera hecho carne,
nosotros jamás habríamos entendido que Dios es Amor.
4
Saludar con alegría a esas personas que ves a diario.
Seguro es quien abre la puerta, quien limpia, quien contesta las
llamadas. Lo ves a diario y al saludarlo le recuerdas que es
importantísimo lo que hace. Tanto tu trabajo como el de él/ella
se hace más a gusto si le haces ver que es valioso para otros,
que su presencia cambia las cosas.
5
Escuchar la historia del otro, sin prejuicios, con amor.
¿Qué puede hacernos más humanos que saber escuchar? Cada
historia que te cuentan te une más con el otro: sus hijos, su
pareja, la jefa, el profesor, sus preocupaciones y alegrías ...
tú sabes que no sólo son palabras, son partes de su vida que
necesitan ser compartidas.
6
Detenerte para ayudar. Estar atento a quien te necesita.
¿Qué más podemos decir? No importa si es un problema de
matemáticas, una simple pregunta o alguien que tiene hambre
¡jamás sobra la ayuda! Todos necesitamos de los demás. Aunque
suelas ayudar, recuerda que tu también eres necesitado.
7
Levantarle los ánimos a alguien.
Sabes que no anda bien o nada bien y no sabes qué hacer. Decides
sacarle una sonrisa para hacerle saber que no todo es malo.
Siempre es bueno saber que hay alguien que te ama y que estará
siempre a pesar de las dificultades.
8
Celebrar las cualidades o éxitos de otro.
Solemos callarnos lo que nos gusta y nos alegra de los demás:
sus éxitos, sus cualidades, sus buenas actitudes. Simples frases
como "¡Felicidades!", "Me alegro mucho por ti" o "Ese color te
queda muy bien" le han hecho el día a tu compañero y nos ayudan
a vernos entre nosotros como Dios nos ve.
9
Corregir con amor, no callar por miedo.
Corregir es un arte. Muchas veces nos encontramos en situaciones
que no sabemos manejar. El mejor método es el amor. El amor no
sólo sabe corregir, sino que sabe perdonar, aceptar y seguir
adelante. No tengas miedo de corregir y ser corregido, eso es
una muestra que los demás apuestan por ti y quieren que seas
mejor.
10
Ayudar cuando se necesite para que otro descanse.
Esto se vive en las familias: cuando uno descansa otro trabaja.
Nada más hermoso que saber que alguien más ya comenzó a hacer
algo que necesitabas por ti o que siempre puedes pedir ayuda.
Cuando nos ayudamos mutuamente a llevar las responsabilides
diarias la vida es más llevadera.
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Seleccionar lo que no usas y regalarlo a quien lo necesita.
¿Te has imaginado alguna vez que tu playera favorita de cuando
tenías 17 años, ahora es la playera favorita de una adolescente
que no tiene mucho que ponerse? Si eres hermano mayor, lo sabes.
Por eso es bueno acostumbrarnos a valorar lo que tenemos y si
tenemos más de lo que necesitamos, regalarlo nos ensancha el
corazón y protege del frío a otro.
12
Tener buenos detalles con los que están cerca de ti.
Sabes lo que le gusta mejor que nadie, ¿por qué no aprovechar
eso? Nada se disfruta más que aquello que es dado con amor, él
se gana unos minutos de descanso y tú una sonrisa auténtica.
Salir de uno mismo y pensar en los demás siempre es mejor y
alegra el corazón.
13
Limpiar lo que uso en casa.
Si vives con tu familia o ya vives fuera de casa, sabes lo
importante que es recoger y limpiar lo que usas. Hay una voz
dentro de ti que te dice que deberías ayudar un poco más de lo
que quisieras... Y sorprendentemente te sientes muy bien de
hacerlo.
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Ayudar a los demás a superar obstáculos.
De chiquitos lo hacíamos, ¿porqué no hacerlo ahora? Ayudarle a
alcanzar el transporte, a cargar sus maletas, a cruzar la calle
o regalarle unas monedas para que pueda pagar. Esos detalles
nunca se olvidan. Eres el extraño que aún cree en la humanidad.
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Llamar por teléfono a tus padres.
Ahora tú vives solo, te mueves solo y quizá hasta tienes tu
propia familia. Sin embargo, tus padres aún se conmueven cuando
les haces saber que piensas en ellos. Estar atentos a lo que
necesitan o simplemente saber cómo están es algo que no te
cuesta mucho y es un gesto enorme de gratitud.
Luisa Restrepo