Domingo 2 de Adviento A - Preparen los caminos del Señor: Preparemos en Familia, como Iglesia doméstica, la Acogida de la Palabra de Dios proclamada durante la celebración de la Misa dominical
Leamos la biblia con la Iglesia
Recursos adicionales para la prepración
Falta un dedo: Celebrarla
1. 1 Primera Lectura: Is 11, 1-10
¿Alguna vez ha ido a ver a la adivina? ¿Medio en broma y medio en serio mira usted su horóscopo de la semana o del día? ¿Le han leído las cartas? Contestando afirmativamente se encuentra usted en buena compañía porque muchos, muchísimos contemporáneos suyos hacen lo mismo. Usted estaba buscando seguridad. Uno se siente mucho más seguro cuando sabe lo que va a pasar. Cuando uno toma decisiones quisiera conocer todas las posibles consecuencias. ¿Por qué Dios no nos ha dado la posibilidad de prever el futuro?
Pues, no lo sé. Lo que sí puedo asegurar es que lo hace porque nos ama. ¿Cómo así? Puedo repetir la profunda verdad que Dios es amor, por lo tanto… Para muchos esto no es suficiente. Y eso especialmente cuando miramos una verdad que nos da miedo: la muerte. Si usted supiera cuándo va a morir ¿qué haría? ¿Se sentiría tranquilo/a? ¿No comenzaría a vivir más bien toda su vida en función de esa fecha o de este acontecimiento futuro? Esto puede ser algo muy bueno porque todo tendría un valor especial precisamente por su relación con ese acontecimiento. Sin embargo, sospecho que más bien iríamos por el camino equivocado. Sería difícil de aceptar las cosas como vienen o a las personas por su propio valor y esto por el simple hecho de estar nerviosos ya que nos dificultaría hacerlo. Estando nervioso ¿acaso puede enhebrar un hilo con tranquilidad o meditar con serenidad? Si esto lo causa un nerviosismo cualquiera ¿qué efecto tendría el conocimiento de la fecha de nuestra muerte? La consecuencia no sería más bien que el mundo se convertiría en un zoológico de acomplejados, histéricos o cínicos. ¿Se acuerda? Comamos y bebamos que mañana moriremos.
Con todo, Dios nos predice el futuro. ¡Si, lo hace! Tenemos páginas y páginas de la Biblia donde Dios nos habla de lo que va a suceder. Ahora bien, si se pone a leer el apocalipsis de San Juan se va desilusionar, se llevará a un chasco como quien dice. Es que se le dice el futuro y no se lo dice, es decir, las predicciones no están acompañadas de una explicación de cómo esto se aplica concretamente en su vida. Sin embargo, le tiene mucho que enseñar precisamente para esta su vida.
Había una vez una persona que encontró una profecía que se refería a su casa familiar. Decía que en la casa, que era muy antigua, alguien encontraría un tesoro escondido. Los tesoros están generalmente escondidos ¿verdad? Su nieto le pidió permiso de romper muros y pisos para encontrarlo. No encontró nada. Muchos años más tarde cuando el último miembro de la familia y había muerto la casa pasó a otras manos. El nuevo inquilino adquirió uno de estos aparatos que detectan metales. Reviso la casa y encontró el tesoro. Lo único que tenía que hacer es quitar un ladrillo.
¿La moraleja? Quizás ustedes sacarán una moraleja distinta. A mí me parece que describe admirablemente a las personas que se portan como los primeros propietarios: son las personas que van a las adivinas y leen el horóscopo, ese es su manera de buscar. En realidad no creen. Sólo el que tiene el aparato que detecta, se encontraba el tesoro escondido. Lean con calma la primera lectura del domingo y descubrirán que aquellos que van a adivinas y leen los horóscopos no creen lo que se dice ahí. Están buscando que le digan si van a ganar el premio mayor de la lotería o si se fracturarán una pierna. Pero no encontrarán nada sino palabras bonitas, nada más. En cambio, aquel que tiene este “aparato que detecta” - yo lo llamaría fe- encontrará el tesoro escondido: habrá un mundo de paz y de amor y de solidaridad y de fraternidad. Así sabemos perfectamente cuál será nuestro destino. Y es más, conoceremos los medios, el camino y recibiremos además el privilegio de colaborar responsablemente. Así que lean lentamente y con fe. Dios cumplirá su palabra. Lo lindo es que muchas veces hay sorpresas porque Dios hace las cosas de manera distinta de lo que nos imaginamos los mortales. Realmente es la fe que nos hace leer de manera distinta la Biblia y la historia de nuestra vida. Es que miramos con los ojos de Dios. Podremos decir: “Todo lo ha hecho bien”.
1. 2 Segunda Lectura: Rom 15.4-9
En esta lectura de un trozo de la carta de San Pablo a los romanos descubriremos otro ingrediente necesario con el cual hay que leer las Escrituras como también a todas las profecías: paciencia y esperanza. Muchas veces los cristianos somos como niños que se dirigen a Dios diciendo: “Papá, dame, dame…” Y si no somos escuchados en el acto armamos una “pataleta”. Los cristianos necesitamos saber esperar, tener paciencia que es las ciencia de Dios, la ciencia de la paz. Cuando la espera es larga las Escrituras nos consuelan porque nos reafirman de 1000 maneras y modos que Dios cumple con su palabra. Santa Mónica ha rezado casi 30 años para que el libertino de de su hijo Agustín se convirtiera. El pueblo de Israel ha esperado muchos siglos para que venga el Mesías. Los profetas, los sabios se han quejado, han rezado, han clamado al cielo. Pero también han experimentado el consuelo de Dios durante su vida. Es que su palabra ha preparado el camino, su palabra ha preparado los corazones.
La lectura de San Pablo va en esta misma dirección. Estamos participando activamente en el cumplimiento de la promesa de Dios. ¡Recuerden la primera lectura! La paz, la unión prometida Cristo nos la ha dado como semilla y nosotros la tenemos sembrarla , es decir, vivir y poner en práctica con la gracia de Dios cada día de nuestra vida y también en nuestra comunidad y familias. Entonces unánimes, a una voz, alabaremos a Dios. Estamos comprobando el adviento aquí y ahora. Nuestra fe es signo de que Cristo nos ha escogido, es un regalo de Dios y ofrecemos nuestra cooperación responsable. ¿Sabrá dar las gracias a Dios después de leer esta lectura?
1. 3 Evangelio: Mt 3, 1-12
Se dan muchas profecías. Ayer leí que un ex monje secuestró un avión para forzar al Papa para que publicara la tercera profecía de Fátima (ya se ha publicado esta profecía). Todo el mundo teme que tiene que ver con el fin del mundo. Si uno se fija en los otros dos mensajes de Fátima uno se da cuenta que hay una constante, la misma que ocurre en todas las profecías del Antiguo Testamento y en las de Cristo mismo: siempre hay una invitación a la conversión. San Juan Bautista no es la excepción. También él, sin tergiversaciones, exige a la gente buena - fariseos saduceos - la conversión. Es más fácil pagar a la adivina o comprar una revista con el horóscopo. La conversión, empero, toca lo más íntimo del corazón. Sospecho que es por ello que las profecías de las Escrituras no encuentran la aceptación de las muchedumbres. Son demasiado exigentes. Leeremos el Evangelio y aplicaremos las palabras de San Juan Bautista a nosotros mismos. Sentiremos en nuestra propia carne lo de “médico sánate a ti mismo”. Con todo, en nuestra propia vida, se ha manifestado que la profecía de San Juan Bautista se ha cumplido. Cristo ha venido y nos ha bautizado con El espíritu Santo. El tiempo del adviento en nuestra vida, por lo tanto, podría y debería ser una manifestación cada vez más clara del Espíritu de Dios porque eliminaremos las barreras de la autosuficiencia de manera que sea retirada el hacha del juicio de nuestra existencia y luego el fuego de Dios nos puede purificar. Es increíble que Dios permita que el cumplimiento de su profecía dependa en mucho de nosotros, los hombres. Adviento es un tiempo donde el reino de Dios está a disposición de aquellos que quieren arrebatar el reino de Dios, que quieren entrar por la puerta estrecha (cf. Lc 13, 24).
No sé si le ha sucedido olvidarse de una fecha importante, como por ejemplo del cumpleaños de alguien de la familia. No sé si le ha pasado lo del señor que ordena en la florería una docena de rosas para su mujer con ocasión del aniversario de bodas. Cuando le preguntan: “¿Para cuándo es la fecha?”, Contestó hosca mente: “¡Ayer!”
Hay cristianos que quisieran vivir su vida sin estas “interrupciones y detallitos”, como los llaman. Piensan que basta trabajar y cumplir con su deber para con la familia. Que por lo demás se les deje en paz. No ven mucha utilidad en celebrar fiestas ni tiempos litúrgicos, a no ser que traiga un día de descanso o una oportunidad de tomar unos tragos con los amigos.
Cierto señor, haciendo reminiscencias de su vida y recordando las fechas olvidadas durante 30 años de matrimonio, dijo: “A veces estaba yo molesto por los aniversarios y por el lío que me armaba mi esposa cuando los olvidaba. Sin embargo, poco a poco me he dado cuenta que estas pequeñeces, como yo solía llamarlas, son muy importantes. Me han enseñado que más importancia tiene la persona que el más pingüe negocio. Las fiestas y atenciones son para la vida como el aceite para el motor: todo camina suavemente. La vida es más feliz”.
El adviento quiere enseñar que lo más importante son las personas, más importantes que su trabajo, señor, más importantes que sus obligaciones sociales, señora. Para que haya unión y comprensión en el hogar es menester medir con una barra muy distinta de la que utiliza la sociedad de consumo. La verdadera unión y comprensión necesita de la medida de Dios. ¿Cómo aprender a medir con la medida de Dios? Leer la Biblia, orar, meditar, reflexionar en familia. Si sabe escuchar irá de sorpresa en sorpresa: usted mismo/a descubrirá que puede ser mucho más generoso/a de lo que es ahora. Descubrirá que las cosas incómodas de la vida, asumidas con fe, se convierten en fuente de bendición. ¿Cómo así? Muy sencillo: es que estará midiendo con la vara de Dios. Dios sabe lo que les conviene.
Adviento es, por ende, esta bendita y santa rutina de recordar, re-actualizar de manera siempre nueva lo que Dios ha hecho por nosotros y sigue haciendo cada día. Adviento significa estar abiertos cada día más a la acción de Dios. Adviento significa aplicar con decisión la medida de Dios y cortar radicalmente lo que no está hecho a esta medida. ¡Ánimo! El tiempo de adviento culminará en Navidad.
2. 2 Reflexionemos con los hijos
Como quien no persigue nada especial, hable a sus hijos: “Había una vez un padre de familia (una madre de familia) que estaba dando vueltas y vueltas a un asunto. Pensaba: ¡Qué lindo sería poder sentarme en familia, y leer con todos la Biblia, conversar con todos sobre lo leído. Y todos prestan atención y participan. Pero tengo miedo. A lo mejor se ponen a jugar, o se ríen, o no prestan atención y no participan. Así me sentiré como un/a tonto/a. ¿Qué le aconsejarían ustedes? ¿De qué debería cuidarse?
Y bellamente toda la familia está reflexionando cómo organizar bien y cómo participar apasionadamente en las reuniones semanales de adviento. Cierto, cuando los hijos son mayores, hay que utilizar otro lenguaje.
Antes de despedirse para subir al cielo Jesús hizo una promesa, una profecía que se ha cumplido: “Yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28, 20). Todos los días podemos experimentar su presencia cuando estamos participando en la eucaristía. Todas las demás promesas del Señor también se cumplirán. Cuando termina la consagración, el pueblo de Dios contesta a la invocación del sacerdote: “Este es el Sacramento de nuestra fe”, con las palabras: “Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección, ven, Señor Jesús”. Y la presencia del señor en su palabra y en la eucaristía es la respuesta inmediata.
- Se han preparado cuatro velas (muchas familias arman una corona de adviento) y en cada uno de los cuatro domingos (u otro día de la semana si parece más conveniente), se enciende una vela adicional y se realiza una breve celebración de adviento en familia. Se lee un Evangelio, se da una breve explicación y aplicación del texto y se entabla un diálogo breve sobre lo oído y se termina con una oración y un canto.
- Al comenzar el adviento se arma el pesebre, pero sin figuras. Cerca se coloca una cajita con pajitas o algodones. Los niños (y los adultos), cuando juzgan haber hecho algo más de lo acostumbrado por amor a Dios o a los demás, tienen el derecho de colocar una pajita o un algodón en el pesebre. Así preparan el lecho del Niño Dios. Se les anima de colocar la paja o el algodón sin que los demás se lo vean porque es un secreto para con Dios solamente.
- Se estimula a los miembros de la familia a que asuman un propósito especial de adviento que sirva para prepararse a la venida del Hijo de Dios. Cuando se reza con los niños la oración de la noche, se les recuerda el propósito de adviento. Hay familias que se reúnen al comienzo del adviento para tomar un propósito de adviento en común además del que se ha asumido personalmente.
- Se pueden comprar (o fabricar)almanaques de adviento que traen para cada día una lectura, un pensamiento o una figurita para para colorear o recortar. Así cada día estamos esperando al Señor
Dios creando y conservando el universo por su Palabra (cf. Jn 1, 3) ofrece a los hombres en la creación un testimonio perene de sí mismo (cf. Rom 1, 19-20). Queriendo además abrir el camino de la salvación sobrenatural, se reveló desde el principio a nuestros primeros padres. Después de su caída, los levantó a la esperanza de la salvación (cf. Gén 3, 15), con la promesa de la redención. Después cuidó continuamente del género humano, para dar la vida eterna a todos los que buscan la salvación con la perseverancia en las buenas obras (cf. Rom 2, 6-7). Al llegar el momento, llamó a Abrahán para hacerle padre de un gran pueblo (cf. Gén 12, 2-3). Después de la edad de los patriarcas, instruyó a dicho pueblo por medio de Moisés y los profetas, para que se lo reconociera a El cómo Dios único y verdadero, como padre providente y justo, y juez, y para que esperara al Salvador prometido. De este modo fue preparando a través de los siglos el camino del Evangelio. (Vaticano II Constitución Dei Verbum, 3)
6. Leamos la Biblia con la Iglesia
Segunda semana de adviento
Lunes: Is 35, 1-10; Sl 84; Lc 5, 17-26
Martes: Is 40, 1-11; Sl 95; Mt 18, 14-22
Miércoles: Is 40, 25-31; Sl 102; Mt 11, 28-30
Jueves: Is 41, 13-20; Sl 144; Mt 11, 11-15
Viernes: Is 48, 17-19; Sl 1; Mt 11, 16-19
Sábado: Eclo 48, 1-4. 9-11; Sl 79; Mt 17, 10-13
Oración de la esperanza
Cielos y tierra pasarán, pero tus palabras no pasarán, Señor. Se cumplirá tu promesa que vendrás para llevar a los hombres a la felicidad de tu reino. Concédenos esperarte con las lámparas encendidas. Danos la fe y la confianza en tu infinita misericordia. Así iremos al encuentro cuando te vienes sobre las nubes con majestad y gloria. Que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén