Llamada de todos a la santidad, y los pequeños pasos que nos pueden ayudar a alcanzarla (Papa Francisco)
Catequesis del Santo Padre
en la audiencia general
19 de noviembre de 2014
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"Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Un gran don del Concilio Vaticano II ha sido el de haber recuperado una
visión de Iglesia fundada en la comunión, y de hacer entendido de nuevo
también el principio de la autoridad y de la jerarquía en esta perspectiva.
Este nos ha ayudado a entender mejor que todos los cristianos, en cuanto
bautizados, tienen igual dignidad delante del Señor y están unidos por la
misma vocación, que es la de la santidad. Ahora nos preguntamos: ¿en qué
consiste esta vocación universal a ser santos? ¿Y cómo podemos realizarla?
En primer lugar debemos tener muy presente que la santidad no es algo que
conseguimos nosotros, que obtenemos nosotros con nuestras cualidades y
nuestras capacidades. La santidad es un don, es el don que nos hace el Señor
Jesús, cuando nos toma consigo y nos reviste de sí mismo, nos hace como Él.
En la Carta a los Efesios, el apóstol Pablo afirma que "Cristo ha amado a la
Iglesia y se ha dado a sí mismo por ella, para hacerla santa". Así es,
realmente la santidad es el rostro más bello de la Iglesia, el rostro más
bello: es descubrirse de nuevo en comunión con Dios, en la plenitud de su
vida y de su amor. Se entiende, por tanto, que la santidad no es una
prerrogativa solamente de algunos: la santidad es un don que es ofrecido a
todos, ningún excluido, por lo que constituye el carácter distintivo de cada
cristiano.
Todo esto nos hace comprender que, para ser santos, no es necesario por
fuerza ser obispo, sacerdote o religioso… No ¡Todos estamos llamados a ser
santos! Muchas veces, antes o después, estamos tentados a pensar que la
santidad está reservada solamente a los que tienen la posibilidad de
despegarse de los quehaceres diarios, para dedicarse exclusivamente a la
oración. ¡Pero no es así! Alguno piensa que la santidad es cerrar ojos,
poner cara de estampita, así. No, no es esa la santidad. La santidad es algo
más grande, más profundo que nos da Dios.
Es más, es precisamente viviendo con amor y ofreciendo el propio testimonio
cristiano en las ocupaciones de cada día que estamos llamados a ser santos.
Y cada uno en las condiciones y en el estado de vida en el que se encuentra.
¿Eres consagrado, consagrada? Sé santo viviendo con alegría tu donación y tu
ministerio. ¿Estás casado? Sé santo amando y cuidando a tu marido o a tu
mujer, como Cristo ha hecho con su Iglesia. ¿Eres un bautizado no casado? Sé
santo cumpliendo con honestidad y competencia tu trabajo ofreciendo tiempo
al servicio de los hermanos 'Pero padre, yo trabajo en una fábrica, yo
trabajo como contable, siempre con los números, allí no se puede ser santo'.
¡Sí, se puede! Allí donde trabajas, puedes ser santo. Dios te da la gracia
para ser santo Dios se comunica contigo, siempre, en cualquier lugar se
puede ser santo. Abrirse a esta gracia que trabaja dentro y nos lleva a la
santidad. ¿Eres padre o abuelo? Sé santo enseñando con pasión a los hijos y
a los nietos a conocer y a seguir a Jesús. Y es necesaria mucha paciencia
para esto, para ser buen padre, o un buen abuelo, una buena madre, una buena
abuela, es necesaria mucha paciencia. Y en esta paciencia viene la santidad,
ejercitando la paciencia. ¿Eres catequista, educador o voluntario? Sé santo
convirtiéndote en signo visible del amor de Dios y de su presencia junto a
nosotros. Así es: cada estado de vida lleva a la santidad, siempre. En tu
casa, en la calle, en el trabajo, en la Iglesia, en ese momento, en el
estado de vida que tienes se ha abierto el camino a la santidad. No os
desaniméis de ir sobre este camino, es precisamente Dios quien te da la
gracia. Y lo único que pide el Señor es que estemos en comunión con Él y al
servicio de los hermanos
En este punto, cada uno de nosotros puede hacer un poco examen de
conciencia. Y ahora podemos hacerlo, cada uno se responde así mismo, dentro,
en silencio. ¿Cómo hemos respondido hasta ahora a la llamada del Señor a la
santidad? ¿Tengo ganas de hacerme un poco mejor, de ser más cristiano, más
cristiana? Este es el camino a la santidad. Cuando el Señor nos invita a ser
santos, no nos llama a algo pesado, triste. ¡Todo lo contrario! ¡Es la
invitación a compartir su alegría, a vivir y a ofrecer con alegría cada
momento de nuestra vida, haciéndolo convertirse al mismo tiempo en un don de
amor por las personas que están cerca de nosotros. Si comprendemos esto,
todo cambia y adquiere un significado nuevo, un significado hermoso,
comenzando por las pequeñas cosas de cada día. Un ejemplo: una señora va al
mercado a hacer la compra y encuentra a una vecina y empiezan a hablar y
después llegan los chismorreos. Y esta señora dice, no, yo no hablaré mal de
nadie. Esto es un paso a la santidad, esto te ayuda a ser más santo. Después
en tu casa, el hijo te pide hablar un poco de sus cosas fantasiosas, 'estoy
cansado, he trabajado mucho hoy'. Pero tú, acomódate y escucha tu hijo, que
lo necesita, te pones cómodo, le escuchas con paciencia. Esto es un paso a
la santidad. Después termina el día, estamos todos cansados, pero la
oración, hacemos la oración. Eso es un paso a la santidad. Después llega el
domingo, vamos a misa a tomar la comunión, a veces una cuando una confesión
que nos limpie un poco. Y después la Virgen, tan buena, tan hermosa, tomo el
rosario y la rezo. Esto es un paso a la santidad. Y tantos pasos a la
santidad, pequeños. Después voy por la calle veo un pobre, un necesitado, me
paro y le pregunto algo. Es un paso a la santidad. Pequeñas cosas. Son
pequeños pasos hacia la santidad. Cada paso a la santidad nos hará personas
mejores, libras del egoísmo y de la clausura en sí mismos, y abiertos a los
hermanos y a sus necesidades.
Queridos amigos, en la Primera Lectura de san Pedro se nos dirige esta
exhortación: "Cada uno viva según la gracia recibida, poniéndola al servicio
de los otros, como buenos administradores de una multiforme gracia de Dios.
Quien habla, lo haga como con palabras de Dios; quien ejercita un oficio, lo
haga con la energía recibida de Dios, para que en todo sea glorificado Dios
por medio de Jesucristo".
¡Es esta la invitación a la santidad! Acojámosla con alegría, y apoyémonos
los unos a los otros, porque el camino hacia la santidad no se recorre
solos, cada uno por su cuenta no puede hacerlo, sino que se recorre juntos,
en ese único cuerpo que es la Iglesia, amada y hecha santa por el Señor
Jesús.
Vamos adelante con valentía en este camino de la santidad".