J. H. Newman de pastor anglicano a cardenal de la Iglesia católica
Nacido en el seno de una familia anglicana de banqueros, en Londres, el 21
de febrero de 1801, John Henry Newman experimentó a los 15 años una «primera
conversión», como él la llamaba. Concentró desde aquel momento sus
pensamientos sobre su alma y su Creador. En 1825, después de haber concluido
sus estudios en Oxford, fue ordenado sacerdote anglicano. Tres años después
era nombrado vicario de la Iglesia de Santa María, anexa a la Universidad de
Oxford.
En ese cargo, que mantuvo hasta 1843, cultivó amistad con personas cultas e
iluminadas de la Inglaterra de aquella época. Formó parte del «Movimiento de
Oxford» cuyo objetivo consistía en restituir a la Iglesia anglicana el
derecho a considerarse como parte de la Iglesia universal, al igual que la
Iglesia católica y las Iglesias ortodoxas, sin «romanizarla», pero
remontándola a la tradición de los padres de la Iglesia y de los grandes
teólogos.
Newman trató de hacer una interpretación católica de los 39 artículos de la
iglesia anglicana con su famoso «Tract 90» (los «Tracts» eran breves
tratados o artículos con los que los adherentes al Movimiento de Oxford
manifestaban su pensamiento). Ahora bien, tanto la Universidad de Oxford
como los obispos anglicanos rechazaron sus convicciones. De este modo, en
1842, se retiró a estudiar y a meditar en Littlemore. Después de años de
profunda reflexión, acompañada por la oración, el 9 de octubre de 1845
abrazó el catolicismo.
Tras un viaje a Roma, en 1847 fue ordenado sacerdote. Uno de sus principales
objetivos, entonces, fue demostrar a los ingleses que se puede ser buen
católico y ciudadano leal. No sólo tuvo que sufrir las críticas de los
anglicanos, sino también las de algunos católicos que consideraban poco
sincera su conversión. El Papa León XIII, reconociendo sus méritos, le creó
cardenal en 1879. Murió en Birmingham el 11 de agosto de 1890.
El 22 de enero de 1991, Juan Pablo II dio un importante impulso a su causa
de beatificación al reconocer sus virtudes heroicas.
Newman se interesó en sus obras por el saber teológico y humanista:
filosofía, patrística, dogmática, moral, exégesis, pedagogía e historia.
Para transmitir de manera eficaz su pensamiento utilizó varios géneros
literarios: el discurso, el tratado, la novela, la poesía, y la
autobiografía.
Carta papal sobre el gran converso del anglicanismo del siglo XIX
Juan Pablo II recuerda a John Henry Newman
CIUDAD DEL VATICANO, 27 feb 2001 (ZENIT.org).- Juan Pablo II ha querido
recordar el segundo centenario del nacimiento del cardenal John Henry
Newman, uno de los católicos ingleses más influyentes del siglo XIX,
convertido del anglicanismo, y lo propone como modelo a los cristianos de
inicios de milenio.
Según el Papa, Newman es un clásico en el sentido más propio de la palabra:
«Nació en una fecha específica, el 21 de febrero de 1801, en un lugar
específico, Londres, y en una familia específica. Pero la misión particular
que se le confió pertenece a todo tiempo y lugar».
El hoy venerable Newman vio la luz en el seno de una familia de banqueros.
Desde muy joven sintió una pasión por Dios y las cosas del espíritu que le
llevaron a ordenarse sacerdote en 1825 el seno de la comunidad eclesial en
la que había sido bautizado, la Iglesia anglicana.
Desempeñó su labor como pastor anglicano durante catorce años como vicario
de la Iglesia de Santa María, anexa a la Universidad de Oxford, punto de
encuentro de intelectuales ingleses de la época. De este modo adhirió al
«Movimiento de Oxford» con el objetivo de restituir a la Iglesia anglicana
el derecho a considerarse como parte de la Iglesia universal, al igual que
la Iglesia católica y las Iglesias ortodoxas.
Al tratar de hacer su propia interpretación de los 39 artículos de la
iglesia anglicana con su famoso «Tract 90» comenzó a descubrir la verdad en
la Iglesia católica, ganándose las críticas de la comunidad universitaria de
Oxford como por la misma Iglesia de Inglaterra. Tras retirarse en el
silencio de la oración y el estudio durante tres años, en 1945 abrazó
catolicismo, en cuyo seno fue ordenado sacerdote.
Su talla intelectual y su pasado anglicano hicieron de él un puente para la
comprensión del diálogo con la Iglesia y la sociedad de Inglaterra,
ofreciendo todavía hoy a través de sus numerosos escritos interesantes
sugerencias. El Papa León XIII, en reconocimiento de sus méritos, le creó
cardenal en 1879. Falleció en la misma ciudad de Birmingham el 11 de agosto
de 1890.
En su carta, publicada hoy por la Sala de Prensa de la Santa Sede, el Papa
se refiere a la época «tormentosa» en que tuvo que vivir Newman, «cuando las
antiguas certidumbres se tambaleaban y los creyentes se enfrentaban con la
amenaza del racionalismo de una parte y del fideísmo de otra. El
racionalismo rechazaba la autoridad y la trascendencia, mientras el fideísmo
resolvía los desafíos de la historia y las tareas de este mundo con una
dependencia mal entendida de la autoridad y del gobierno».
«En un mundo así, Newman estableció una síntesis memorable entre fe y
razón», uno de los argumentos que más han apasionado a Karol Wojtyla desde
su juventud y al que ha dedicado su última encíclica.
En particular, el Papa explica que, en su búsqueda personal, el futuro
cardenal tendría que afrontar el dolor y las tribulaciones, «que en lugar de
menoscabarle o aniquilarle, reforzaron paradójicamente su fe en el Dios que
le había llamado, y le confirmaron en la convicción de que Dios "no hace
nada en vano"».
De hecho, Newman tuvo que soportar tanto las críticas de católicos que
decían que no se había convertido realmente a la Iglesia católica como la de
anglicanos que obviamente no compartían su decisión.
El obispo de Roma concluye ofreciendo la gran lección de este inglés del
siglo pasado: «Al final, lo que resplandece en Newman es el misterio de la
Cruz del Señor, que fue el corazón de su misión, la verdad absoluta que él
contempló, la "cariñosa luz" que le guió en su vida».
El proceso de beatificación del cardenal Newman se encuentra en fase
avanzada. El 22 de enero de 1991 Juan Pablo II reconoció sus virtudes
heroicas. Esta carta es vista por algunos de los expertos como un nuevo
empujón del Santo Padre para atraer la atención de los católicos por una
figura que en algunos aspectos es indudablemente profética.
CARTA DEL SANTO PADRE JUAN
PABLO II
CON OCASIÓN DEL II CENTENARIO
DEL NACIMIENTO DEL CARDENAL NEWMAN
Al reverendísimo
Vincent NICHOLS
arzobispo de Birmingham
Con ocasión del II centenario del nacimiento del venerable siervo de Dios
John Henry Newman, me uno de buen grado a usted, a sus hermanos en el
episcopado de Inglaterra y Gales, a los sacerdotes del Oratorio de
Birmingham y a la multitud de personas que en todo el mundo alaban a Dios
por el don del gran cardenal inglés y por su perenne testimonio.
Reflexionando en el misterioso plan divino que se realizaba en su vida,
Newman llegó a la profunda y permanente convicción de que "Dios me ha creado
para que le preste un servicio determinado. Me ha encomendado una tarea que
no ha dado a ningún otro. Yo tengo mi misión" (Meditaciones y devociones).
Cuán verdadera nos parece ahora esta reflexión al considerar su larga vida y
la influencia que ha ejercido desde su muerte. Nació en un tiempo
particular, el 21 de febrero de 1801; en un lugar particular, Londres; y en
una familia particular, primogénito de John Newman y Jemima Fourdrinier.
Pero la misión particular que le encomendó Dios garantiza que John Henry
Newman pertenece a todas las épocas, a todos los lugares y a todos los
pueblos.
Newman nació en un tiempo agitado, que no sólo sufrió convulsiones políticas
y militares, sino también espirituales. Las antiguas certezas se
debilitaban, y los creyentes afrontaban, por una parte, la amenaza del
racionalismo, y, por otra, la del fideísmo. El racionalismo implicaba un
rechazo tanto de la autoridad como de la trascendencia, mientras que el
fideísmo alejaba a la gente de los desafíos de la historia y de las tareas
de este mundo, produciendo una dependencia deformada de la autoridad y de lo
sobrenatural. En ese mundo, Newman llegó finalmente a una notable síntesis
entre fe y razón, que eran para él "como las dos alas con las cuales el
espíritu humano se eleva hacia la contemplación de la verdad" (Fides et
ratio, Introducción; cf. ib., 74). La contemplación apasionada de la verdad
lo llevó a una aceptación liberadora de la autoridad, que tiene sus raíces
en Cristo, y al sentido de lo sobrenatural que abre la mente y el corazón
humanos a toda la gama de posibilidades reveladas en Cristo. "Guíame, luz
amable, en medio de la oscuridad que me envuelve, guíame tú", escribió
Newman en "El pilar de la nube". Para él Cristo era la luz en medio de
cualquier tipo de oscuridad. Para su tumba eligió como epígrafe: Ex umbris
et imaginibus in veritatem; al final del camino de su vida fue evidente que
Cristo era la verdad que había encontrado.
Pero la búsqueda de Newman estuvo marcada por el dolor. Cuando comprendió
plenamente la misión que Dios le había confiado, declaró: "Por tanto,
confiaré en él... Si estoy enfermo, mi enfermedad puede servirle; si estoy
perplejo, mi perplejidad puede servirle... Él no hace nada en vano... Puede
quitarme los amigos. Puede arrojarme entre desconocidos. Puede hacer que
sienta desolación, que mi corazón se deprima, que no vea claro el futuro.
Sin embargo, él sabe lo que hace" (Meditaciones y devociones).
Todas las pruebas que experimentó durante su vida, más que abatirlo o
destruirlo, paradójicamente fortalecieron su fe en el Dios que lo había
llamado, y robustecieron su convicción de que Dios "no hace nada en vano".
Por eso, al final, lo que resplandece en Newman es el misterio de la cruz
del Señor: este fue el centro de su misión, la verdad absoluta que
contempló, la "luz amable" que lo guió.
Al mismo tiempo que damos gracias a Dios por el don del venerable John Henry
Newman en el II centenario de su nacimiento, le pedimos que este guía seguro
y elocuente en nuestra perplejidad sea también un poderoso intercesor en
todas nuestras necesidades ante el trono de la gracia.
Oremos para que pronto la Iglesia pueda proclamar oficial y públicamente la
santidad ejemplar del cardenal John Henry Newman, uno de los paladines más
distinguidos y versátiles de la espiritualidad inglesa.
Con mi bendición apostólica.
Vaticano, 22 de enero de 2001
Fue beatificado en 2010, en una ceremonia que presidió el Papa Benedicto XVI
en el Reino Unido.
Puede consultarse más información sobre el cardenal Newman en
http://www.newmanreader.org