La Regla de los Cuatro Padres: Serapión, Macario, Pafnucio y el otro Macario
Introducción[1]
La Regla de los Cuatro Padres: Serapión, Macario, Pafnucio y el otro
Macario, no es de origen egipcio, como parecerían indicarlo los nombres de
los cuatro autores mencionados. Es un documento de origen latino cuyos
autores han adoptado seudónimos griegos. Tampoco se trata de cuatro Padres,
sino de tres, pues los dos Macarios son una misma persona.
¿Quiénes son, entonces, los autores de esta Regla anónima y enigmática?
Mucho se ha investigado al respecto, como también acerca de su origen y
fecha de composición. El P. Adalberto de Vogüé ha demostrado con mucho
acierto que se trata de la Carta de fundación de Lérins. Este monasterio fue
fundado (entre 400 y 410) por Honorato, miembro de una importante familia
gala de senadores y cónsules quien, junto con su hermano Venancio abrazó la
vida monástica. Huyendo de la popularidad viajó a Oriente, pero después de
muchas dificultades regresó a su tierra natal. En Fréjus, ciudad episcopal
del sud de la Galia fue recibido con alegría por Leoncio[2], quien le pidió
que fundara allí un monasterio. Pero Honorato que prefería la soledad,
decidió instalarse en la pequeña y pintoresca isla de Lérins, habitada en
esa época por ermitaños. Allí fundó un monasterio que iba a desempeñar un
papel muy importante en la historia del monacato de Occidente.
La Regla de los Cuatro Padres es una obra colectiva, sinodal. Con ocasión de
la fundación de Lérins se reunieron gran número de monjes y prelados.
Honorato, Leoncio de Fréjus y Caprasio[3], expusieron principios normativos
para la organización de la vida cenobítica en sendos discursos, y firmaron
el documento con seudónimos egipcios[4]. Uno de ellos pronunció dos
discursos. La Regla consta, pues, de cuatro secciones. A éstas se añadió
posteriormente un Apéndice. Algunos manuscritos consideran este Apéndice
como un capítulo aparte.
Es una obra breve -seis veces más breve que la Regla de san Benito- y
arcaica. El estilo y el vocabulario son muy primitivos. No hay nombre para
designar al superior. Se lo llama: qui praeest, el que preside.
Asimismo el contenido es sumamente sencillo. Es una comunidad que está como
a la búsqueda de sus observancias. Pero estos monjes tienen una noción muy
clara acerca de su objetivo, y también acerca de la necesidad de la gracia
divina para alcanzarlo. A este respecto es notable el brevísimo y decisivo
Preámbulo, en el que los autores imploran el don del Espíritu Santo[5].
I. El primer discurso es el de Serapión. Los monjes pasarán de la dispersión
a la vida común. Esta decisión responde a un doble motivo: uno de orden
práctico -la existencia de “monstruos”, a saber de serpientes- pero se basa
sobre todo en la palabra de Dios. Cita el comienzo del Salmo 132, que canta
la alegría de los hermanos que viven unidos, y la conocida frase del Salmo
67: “El Señor hace habitar en una casa a los que viven unánimes”. La feliz
reunión de ambos textos tiene un hondo contenido teológico. Serapión expresa
su decidida intención de basar su enseñanza en la Sagrada Escritura. Y esta
orientación se manifiesta a lo largo de toda la Regla. Luego establece el
principio fundamental del cenobitismo: unidad basada en la obediencia a uno
solo.
II. A continuación Macario habla sobre las cualidades del superior, haciendo
hincapié en la bondad y la firmeza[6], sobre la formación de los postulantes
y la acogida de los huéspedes.
III. El discurso de Pafnucio es ante todo práctico: ayunos, horario de la
comunidad, lectura y trabajo manual, servicio mutuo, el mayordomo, el
cuidado de los útiles, de trabajo. Son interesantes las semejanzas de este
pasaje con la Regla de san Benito. A las disposiciones sobre el trabajo
manual siguen dos citas bíblicas que advierten contra la murmuración. Han
sido insertadas aquí con toda intención. En efecto, en los monasterios de
Galia no se practicaba el trabajo manual, que estaba reservado a los
siervos. La observancia de Lerins, 3 horas de lectura y 6 horas de trabajo
manual, realizado bajo obediencia, fue una verdadera revolución. Era natural
que esta observancia pudiera resultar muy costosa, especialmente a los
monjes provenientes de familias nobles. Sin embargo el renombre que adquirió
el monasterio desde los primeros años de su existencia, demuestra la
sabiduría de aquella decisión. Cuántos monjes se santificaron en Lérins
mediante esa vida sencilla de oración y trabajo, cuántos grandes obispos
salieron de entre sus filas.
IV. El segundo discurso de Macario trata acerca de dos casos particulares
referentes a la hospitalidad: la recepción de los monjes extranjeros y de
los clérigos.
La Regla termina con algunas indicaciones generales sobre las faltas y
sanciones. Aun no existe una visión de conjunto acerca de la corrección.
La Regla de los Cuatro Padres, como ya apuntamos, tuvo gran difusión.
También hemos aludido a sus puntos de contacto con la Regla de san Benito.
Nos llevaría muy lejos extendernos sobre este terna, digno de ser estudiado
más a fondo. Mencionemos, a modo de ejemplo, la frase: “Deo vacentur”
(dedíquense a Dios), que aparece dos veces en la Regla de los 4 Padres[7];
no se encuentra en la Regla del Maestro, pero san Benito la repetirá varías
veces en su Regla[8].
La Regla de los Cuatro Padres atrae principalmente por su piedad, limpidez y
profundidad. Se respira en ella un clima de oración, un deseo sincero de
buscar a Dios y cumplir Su voluntad, Es muy hermosa la serena exhortación
conclusiva a “observar”y “guardar fielmente” estos preceptos.
[1] Por la Hna. Bernarda Bianchi di Cárcano (+),
osb. Monasterio Nuestra Señora de la Esperanza (Rafaela, Santa Fe,
Argentina); publicada en Cuadernos Monásticos n. 69 (1984), pp. 259-266.
[2] Leoncio de Fréjus, hermano de Castor, a quien
Casiano dedicó las Instituciones.
[3] Anciano asceta.
[4] Posteriormente otros escritores de Lérins
también firmaron sus obras con seudónimos egipcios.
[5] El Espíritu Santo esta mencionado dos veces
en el discurso de Serapión (II,3,7).
[6]Cf. RB 2,24.
[7]IX,6; X,10.
[8] Cf. RB 48.