SAN PACOMIO, ABAD Y CONFESOR
por MOIMUNAN
Catequesis a propósito de un monje recoroso doc
Fiesta:14 de mayo
San Pacomio, abad y confesor
San Pacomio abad, padre y maestro de innumerables monjes y varón
perfectísimo, nació de padres gentiles en la Tebaida. Siendo ya de veinte
años se halló en la guerra que Constantino emperador hizo a Majencio,
tirano. Llegando una vez al puerto de Tebas, Pacomio, con una legión de
soldados hambrientos y fatigados de los trabajos y peligros de la mar,
fueron acogidos por los cristianos de aquel puerto, los cuales les visitaren
y les trajeron muchas cosas de comer remediando con incomparable desinterés
aquella gran necesidad que padecían. Se admiró Pacomio de lo que veía y
preguntó qué gente era aquella tan nueva para él: y como le respondiesen que
eran cristianos, alzó las manos al cielo y dijo: “Señor Dios, que criaste el
cielo y la tierra, yo te prometo servirte como cristiano”. Y desde aquel día
comenzó el santo capitán a resistir a la sensualidad, y terminada su milicia
se fue a la alta Tebaida donde moraban algunos siervos de Dios, por los
cules fue enseñado y bautizado. Era discípulo del santo anciano Palemón,
cuando yendo a la isla de Taberma el Señor le ordenó que edificase allí un
monasterio y le dio una tabla en que estaba escrita la Regla que había de
guardar. La vida de Pacomio fue perfectísima y como de hombre a quien Dios
había escogido para capitán y maestro de tantos monjes. No es fácil decir
las gloriosas victorias que alcanzó de los enemigos infernales. Le dio el
Señor dominio sobre las bestias feroces, y hasta los mismos cocodrilos del
Nilo le servían, y cuando quería pasar el Nilo, ellos le traspasaban de una
parte a otra. Tres años probaba a sus discípulos y no permitía que ninguno
aspirase al sacerdocio. Vino una hermana suya a visitarle, y no la quiso
ver, antes la envió a decir que estaba sano y que ella se volviese a su casa
si ya no quería dar de mano al mundo y mover con su ejemplo a otras mujeres.
Con estas palabras se compungió la hermana, y ofreció obedecer al hermano,
el cual le hizo hacer una casa apartada, que en breve fue monasterio de
perfectísimas monjas. Entrando una vez Pacomio a visitar un monasterio de
los que estaban a su cargo, vio que algunos muchachos subían a una higuera
grande para coger hijos sin licencia; y llegándose un poco más cerca,
advirtió que un demonio estaba sentado en lo alto de la higuera. A la mañana
siguiente se halló seca por la oración del santo. Le concedió el Señor el
don de lenguas para tratar en todas las lenguas a los extranjeros que venían
a él. Fundó Pacomio muchos monasterios donde vivían como ángeles unos siete
mil monjes. Finalmente cargado de años y de merecimientos, el bienaventurado
padre hizo juntar a sus religiosos y con un semblante amoroso les avisó que
el Señor lo llamaba, exhortándoles a amarse entrañablemente en Cristo, y
habiéndoles echado su bendición, dio su espíritu al Señor a la edad de
ciento diez años. Entre los monjes de aquel monasterio había uno llamado
Silvano, el cual antes de tomar el hábito había sido comediante, y de vida
(como los tales lo suelen ser) libre y disoluta; mas por las instrucciones
del santo fue espejo de Virtud y tuvo don de lágrimas, y al cabo de ocho
años santamente murió, y el santo vio su alma subir a los cielos acompañada
de muchos ángeles. Este caso has de admirar y con él te has de consolar,
entendiendo por él cómo lo que no puede dar de sí la naturaleza ni la
costumbre, que es segunda naturaleza, lo puede dar la gracia de Dios nuestro
Señor a los hombres de buena voluntad.
Reflexión:
Entre los monjes de aquel monasterio había uno llamado Silvano, el cual
antes de tomar el hábito había sido comediante, y de vida (como los tales lo
suelen ser) libre y disoluta; mas por las instrucciones del santo fue espejo
de Virtud y tuvo don de lágrimas, y al cabo de ocho años santamente murió, y
el santo vio su alma subir a los cielos acompañada de muchos ángeles. Este
caso has de admirar y con él te has de consolar, entendiendo por él cómo lo
que no puede dar de sí la naturaleza ni la costumbre, que es segunda
naturaleza, lo puede dar la gracia de Dios nuestro Señor a los hombres de
buena voluntad.
Oración:
Te rogamos, Señor, que nos recomiende la intercesión del bienaventurado
Pacomio, abad, para lograr por su patrocinio lo que no podemos alcanzar por
nuestros méritos. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Fuente: Flos Sanctorum, P. Francisco de Paula Morell, 1890
De La Puerta angosta