Macario el Alejandrino, Santo Presbítero y Abad, 19 de enero
| Fuente: misa_tridentina.t35.com
Martirologio Romano: Conmemoración de san Macario, llamado Alejandrino,
presbítero y abad en las montañas de Scete, en Egipto (s. V).
Este varón santísimo, aunque nació en Egipto, fue presbítero de Alejandría.
Hízose discípulo del gran Padre san Antonio abad, y salió tan perfecto, que
san Antonio le dijo que el Espíritu Santo había reposado sobre él, y que él
sería heredero de sus virtudes. Sabiendo que los monjes Tabemesioras no
comían en toda la Cuaresma cosa que hubiese llegado al fuego, él hizo lo
mismo por espacio de siete años.
Enviaron una vez a san Macario unas uvas muy frescas y sabrosas: tuvo ganas
de comer de ellas, mas para vencer aquel gusto y apetito no las quiso tocar;
antes las envió a otro monje que estaba enfermo; recibiólas éste con
agradecimiento, y por mortificarse tampoco las comió, sino enviólas a otro
monje; y en suma las uvas anduvieron de mano en mano por todos los monjes Y
volvieron a san Macario, el cual dio gracias al Señor por la virtud de todos
aquellos santos.
Para vencer el sueño que le estorbaba la oración, estuvo veinte noches sin
acostarse debajo de tejado; y viéndose una vez tentado del espíritu de la
fornicación, pasó seis meses desnudo en carnes en un lugar donde había
innumerables y grandes mosquitos, los cuales dejaron su cuerpo tan
lastimado, que parecía un leproso. Caminó veinte días por un desierto sin
comer bocado, y estando fatigado y desmayado le proveyó el Señor
milagrosamente de sustento. Una vez cavando en un pozo le mordió un áspid:
tomóle el santo en las manos e hízole pedazos sin recibir lesión alguna.
Acreditó nuestro Señor su santidad con el don de milagros, y entre muchos
enfermos que curó, vino a él un clérigo de misa, que estaba con un cáncer en
la cabeza, tan disforme, que se la comía toda; mas el santo monje puso las
manos sobre él, y le envió sano a su casa.
Siendo ya viejo, se fue disimulado al monasterio de San Pacomio, en el cual
vivían a la sazón mil y cuatrocientos monjes. Siete días tardaron en
recibirle, alegando que por su vejez no podría llevar los trabajos que
llevaban los jóvenes. Mas fue tal la austeridad de su vida, que espantó a
todos los religiosos, pareciéndoles que era más que hombre.
Finalmente, lleno de virtudes y merecimientos, murió de edad muy avanzada
por los años 394 de la era de Cristo, dejando a los monjes preciosísimos
documentos de altísima perfección. La vida de este santo la escribió
Paladio, que moró tres años con él en la soledad.