La tradición sobre San Clemente de Roma
Existen muy pocos detalles históricos sobre la vida de Clemente de Roma.
La tradición afirma que nació en Roma aproximadamente en el año 35 d.C.
y que acompañó al Apóstol Pablo en algunos de sus viajes y labores
misioneras. Otros le han atribuido la escritura de la Epístola a los
Hebreos. Sin embargo, se tiene poca información sólida al respecto.
Por otro lado, existen evidencias que sugieren que Clemente reemplazó al
Apóstol Pedro o a su sucesor como líder de la naciente iglesia de la
ciudad de Roma. Ireneo de Lyon (130-202) lo cita como contemporáneo de
los apóstoles y cuenta que él mismo fue testigo de la predicación de
Clemente. Eusebio de Cesarea (265-339), el famoso historiador cristiano,
data su liderazgo en la iglesia de Roma del 92 al 101 d.C., e identifica
a Clemente de Roma como el mismo Clemente mencionado en Filipenses 4:3.
De la misma manera, Eusebio cita la Carta a los Corintios de Clemente y
dice sobre ella que es una “epístola grande y maravillosa” y que “es
leída desde tiempos antiguos hasta nuestros días en las iglesias”.
Ireneo de Lyon.
La obra de Clemente romano
En cuanto a su obra, Clemente de Roma ha sido considerado como el autor
de la famosa carta (no canónica) a la Iglesia de Corinto antes
mencionada. Este documento es probablemente el más importante del siglo
primero que no hizo parte del Nuevo Testamento. La Carta fue escrita con
el objetivo de resolver una controversia entre los corintios contra los
líderes de su iglesia. Se ha datado la Carta a los Corintios de Clemente
entre el año 95 y 96 d.C, es decir, por la misma época en la que Juan
escribió el Apocalipsis. En su carta, al igual que Juan, Clemente apela
constantemente al Antiguo Testamento, así como a la literatura judía de
su tiempo.
Las particularidades de esta carta al usar tanto la retórica griega como
el pensamiento y la tradición judía, hacen pensar que Clemente tenía un
trasfondo judío pero una importante educación helenística también. Por
lo tanto, es probable que Clemente fuera un judío, parte de esta
abundante comunidad de idioma griego que vivía en Roma y que había
abrazado el cristianismo.
Copia de la introducción de la Carta de Clemente a
los corintios en idiomas griego y latín.
Aunque la carta ha sido atribuida principalmente a Clemente, en realidad la
misma epístola se presenta como un mensaje de “La Iglesia de Dios que habita
como forastera en Roma, a la Iglesia de Dios que habita como forastera en
Corinto...” Pero ya nosotros estamos familiarizados con otras cartas a los
corintios, las que hacen parte del Nuevo Testamento. Aunque parezca
irracional, la iglesia de Corinto al parecer no había resuelto del todo los
conflictos y contiendas con las que Pablo trató en sus cartas. Clemente dice
al respecto:
Nos referimos, carísimos, a la sedición, extraña y ajena a los
elegidos de Dios, abominable y sacrílega, que unos cuantos sujetos,
gentes arrojadas y arrogantes, han encendido hasta tal punto de
insensatez, que vuestro nombre, venerado y celebradísimo y digno del
amor de todos los hombres, ha venido a ser gravemente ultrajado.
(Primera epístola de Clemente 1.1; BAC 65:177-78)
En los primeros 19 capítulos, la Carta deja claro que la Iglesia de
Corinto, antes conocida por su fe y virtud, se ha vuelto a la envidia
que la ha llevado a los problemas que intenta resolver esta epístola.
Para exhortarlos, Clemente usa el ejemplo de Caín y Abel, y luego cita
varios ejemplos de situaciones de envidia en el antiguo Testamento:
Ya veis, hermanos, cómo la emulación y envidia produjeron un fratricidio. A causa de la envidia, nuestro padre Jacob tuvo que huir de la presencia de su hermano Esaú. La envidia hizo que José fuera perseguido hasta punto de muerte y llegara hasta la esclavitud. La envidia obligó a Moisés a huir de la presencia de Faraón, rey de Egipto... Por la envidia, Aarón y María hubieron de acampar fuera del campamento. La envidia hizo bajar vivos al Hades a Datán y Abiram, por haberse rebelado contra el siervo de Dios, Moisés. Por emulación no solo tuvo David que sufrir envidia de parte de los extranjeros, sino que fue perseguido por Saúl, rey de Israel. (Primera epístola de Clemente 4.7-13; BAC 65:181)
Clemente de Roma representado en un mosaico del siglo XI en la Catedral
de Santa Sofía en Kiev, Ucrania.
Posteriormente, Clemente hace uso de algunos argumentos muy similares a los
que podemos encontrar en Hebreos 11, el famoso pasaje de la fe, para motivar
a los destinatarios corintios de la Carta a la obediencia y a una fe
hospitalaria. Él escribe:
La carta también aborda temas como la Trinidad, la justificación por la
fe y la disciplina eclesial. Pero lo más importante es que esta carta
parece haber dado los frutos esperados en la iglesia de Corinto, como lo
citan Hegesipo (110-180) y Dionisio posteriormente. Hegesipo atestiguó
sobre la fe, la unidad y el fervor de la iglesia de Corinto por el año
155.
Su legado
Esta carta alcanzó un estatus casi canónico y fue considerada como un
documento muy importante para muchas iglesias de los siglos III y IV. La
fama de Clemente llegó a ser tan grande que muy pronto se le empezaron a
asignar otros escritos, como una posible Segunda epístola a los
Corintios, y las dos Cartas a las vírgenes, que realmente datan del
siglo III. Esta obra ha sido descartada ya que, más que una carta, se
trata de una homilía cuyo origen data muy probablemente de unas décadas
después de la muerte de Clemente de Roma.
Numerosos escritos que hablan sobre Clemente muestran el gran respeto
por él en la iglesia primitiva. A él se le atribuye la transmisión a la
iglesia de las ordenanzas de los apóstoles a través de las
Constituciones apostólicas. Clemente de Roma falleció en el año 99 d.C.
es probable que su sentencia y muerte se hayan dado durante la
persecución del emperador Trajano. Junto a Ignacio de Antioquía (35-108)
y a Policarpo de Esmirna (69-155), Clemente es un personaje clave en la
historia del cristianismo primitivo. Su vida y su obra reflejan la forma
en la que la iglesia posterior a los apóstoles avanzó y se desarrolló.
Cortesía Giovanny Gómez Pérez, bitcom