LAS CATEQUESIS BAUTISMALES DE SAN CIRILO DE JERUSALÉN
II: Invitación a la conversión
XIX Mistagógica I: EL SENTIDO DE LOS
RITOS BAUTISMALES REALIZADOS I
XX Mistagógica II: EL SENTIDO DE LOS
RITOS BAUTISMALES REALIZADOS II
XXI Mistagógica III: LA UNCIÓN CON
EL CRISMA
XXII Mistagógica IV: EL CUERPO Y LA
SANGRE DEL SEÑOR
XXIII Mistagógica V: LA CELEBRACION
DE LA EUCARISTIA
PROTOCATEQUESIS
Procatequesis, o palabra previa a las catequesis, de nuestro santo Padre
Cirilo, arzobispo de Jerusalén
1. Ya exhaláis, los que habéis de ser iluminados (1), el olor de la
felicidad. Son ya flores de mayor calidad las que buscáis para tejer las
coronas celestes. Ya despedís la fragancia del Espíritu Santo. Estáis ya en
el vestíbulo del palacio real: ¡Ojalá seáis también introducidos por el
mismo Rey! Brotaron ya las flores de los árboles: esperemos que se dé
también el fruto maduro.
Anteriormente habéis dado el nombre (2), ahora se os llama a la milicia.
Tened en las manos las lámparas para salir a buscar a la esposa: tenéis el
deseo de la ciudad celeste, el buen propósito y la lógica esperanza. Pues es
veraz el que dijo: «A los que aman a Dios todo les contribuye al bien»(3).
Pues Dios es generoso para hacer el bien y, por lo demás, espera la sincera
voluntad de cada uno; por eso añade el Apóstol: «A aquellos que han sido
llamados según su designio». Cuando existe un propósito sincero, hace que
seas llamado; pero si sólo tienes dispuesto el cuerpo, pero estás ausente
con la mente, perderás el tiempo.
No ir al bautismo sólo por curiosidad
2. Al bautismo se acercó también en cierta ocasión Simón Mago, pero no se
sintió iluminado: y realmente bañó su cuerpo en el agua, pero no dejó que el
Espíritu iluminase su corazón; el cuerpo bajó a la piscina; pero el alma no
quedó sepultada con Cristo ni resucitó juntamente con él. Pongo este caso
como ejemplo para que tú no caigas. Pues todo esto les sucedía a ellos en
imagen (4) y ha sido escrito para enseñanza de los que viven hasta el día de
hoy. Que nadie de vosotros se vuelva intrigante con las cosas de la gracia
para que no le turbe ningún germen de amargura. Que nadie de vosotros entre
diciendo: veamos qué hacen los fieles; una vez dentro, veré lo que hacen.
¿Es que crees que verás sin que tú seas visto? ¿O es que piensas que te
enterarás de lo que allí se hace, pero que Dios no escrutará tu corazón?
Entrar al banquete con el vestido apropiado
3. Se cuenta en los evangelios que alguien fue a curiosear en unas bodas,
pero entró con un vestido inapropiado, se acomodó y comió. El esposo lo
había permitido. Pero al ver las vestiduras blancas de todos, lo oportuno
hubiera sido vestirse del mismo modo. Y realmente tomaba los mismos
alimentos que los demás, pero se diferenciaba en el vestido y en la
intención. Entonces el esposo, aunque magnánimo, era hombre de criterio. Y
al dar una vuelta contemplando a cada uno de los comensales, ponía su
atención no en el hecho de que comían sino en el modo de comportarse. Al ver
a un extraño vestido con traje que no era de fiesta, le dijo: «Amigo, ¿cómo
has entrado hasta aquí?»(5) ¿Con qué vestido? ¿con qué conciencia? Pase que
el portero no te lo haya prohibido por la liberalidad del dueño. Pásese
también por alto que ignorabas con qué vestido era preciso entrar al
banquete. Pero, una vez dentro, viste los vestidos resplandecientes de los
comensales. ¿No debías haber aprendido de tus propias observaciones? ¿No
debiste entrar del modo adecuado para poder salir también adecuadamente?
Pero entraste de manera intempestiva y fuiste también intempestivamente
expulsado. (El dueño) ordena a sus servidores: «Atadlo de pies», pues con
ellos entró temerariamente; «atadlo de las manos», con las que no supo
ponerse un vestido resplandeciente, y «arrojadlo a las tinieblas
exteriores», pues es indigno del banquete nupcial. Ves lo que le sucedió a
aquel hombre; mira, pues, con cautela por tus cosas.
Disponerse rectamente
4. De hecho nosotros somos ministros de Cristo y acogemos a cualquiera y,
haciendo las veces de portero, franqueamos la entrada. Puede ser que entres
con un alma de pecador manchada en fango. Entraste, fuiste admitido, tu
nombre quedó inscrito ¿Te das cuenta del aspecto venerable de
La misma Iglesia purificará tu intención
5. Es posible que te guíe también otro pretexto. Alguna vez sucede que un
hombre viene aquí para granjearse el amor de una mujer o algo semejante: y
también puede decirse lo mismo a la inversa. Igualmente, tal vez es el
siervo el que ha querido agradar a su amo, o un amigo a su amigo. Pero
acepto la atracción de este cebo y te acojo, aunque vengas con una intención
torcida, con la buena esperanza de que te salves. Acaso no sabías a dónde
venías ni cuál era la red que te cogía. Caíste en las redes de
6. CATECUMENO: Considera con qué dignidad te regala Jesús.
Te llamaban catecúmeno porque en ti resonaba el eco de una campana exterior:
oías en esperanza, pero no veías(8), oías los misterios, pero sin
comprenderlos; oías las Escrituras, aunque sin entender su profundidad. Ya
no es necesario hacer que nada resuene en tus oídos, pues sólo existe el
sonido interior a ti: pues el Espíritu que habita en ti (9) hace de tu
corazón una morada divina.
Cuando oigas lo que está escrito de los misterios, entenderás lo que
ignorabas. Y no creas que lo que recibirás es de escaso valor. Pues siendo
tú un hombre miserable, será Dios quien te pondrá nombre. Escucha a Pablo
cuando dice: «Fiel es Dios» (10). Oye el otro pasaje de
Sólo hay un bautismo
7. No es posible recibir el bautismo (14) una segunda o tercera vez, pues si
así fuese, se podría decir: lo que salió mal una vez, lo arreglaré en otra
ocasión. Pues si una vez salió mal, la cosa no admite arreglo (15), pues
«uno es el Señor, una es la fe y único el bautismo» (16). Sólo los herejes
son bautizados de nuevo cuando en realidad no se hubiese dado este bautismo.
Buena disposición te ánimo
8. Pero Dios pide de nosotros otra cosa que una buena disposición de ánimo.
No digas: ¿Cómo se me perdonarán los pecados? Te respondo: con que quieras y
creas. ¿Qué hay que sea más sencillo que esto? Pero si tus labios expresan
el deseo, pero no lo expresa tu corazón, sábete que el que puede juzgar es
conocedor de los corazones. Abandona desde este día toda maldad; que no
profieras palabras gruesas con tu lengua; que no peque más tu ojo ni vague
tu pensamiento entre realidades vanas.
Perseverancia en las catequesis
9. Estén prontos tus pies para las catequesis. Recibe con buen ánimo los
exorcismos: al ser insuflado o exorcizado, que ello te sirva para la
salvación. Piensa que el oro es algo infecto y adulterado, mezclado con
diversas materias como el cobre, el hierro y el plomo (17). Lo que deseamos
es oro solo, pero sin el fuego no puede ser expurgado de los elementos
ajenos mezclados con él: así, el alma no puede ser purificada sin los
exorcismos, que son de origen divino y deducidos de las Escrituras. Tu
rostro fue cubierto con un velo para que tu mente pudiese estar más atenta y
para que tu mirada dispersa no hiciese que también se distrajese tu corazón.
Pero aunque los ojos estén velados, nada impide que los oídos reciban la
ayuda de la salvación. Pues como los que expurgan el oro soplando al fuego
con finos instrumentos funden el oro que está dentro del crisol, y al avivar
la llama consiguen mejores resultados (18), así los exorcizados expulsan su
temor gracias al Espíritu divino y hacen revivir su alma alojada en su
cuerpo como en un crisol. De ese modo huye el diablo hostil, pero se asienta
la salvación y permanece la esperanza de una vida eterna. El alma, liberada
del pecado, obtiene la salvación. Permanezcamos, pues, en la esperanza,
hermanos; esforcémonos y esperemos para que el Dios de todas las cosas,
viendo el propósito de nuestra mente, nos limpie de los pecados, nos permita
esperar lo mejor de nuestras cosas y nos conceda una saludable penitencia.
Dios es el que ha llamado y tú el que has sido llamado.
10. Persevera en las catequesis
Aunque nuestra oratoria posterior será más amplia, que tu ánimo no decaiga
nunca. Pues recibirás armas contra los poderes enemigos; recibirás armas
contra los herejes, los judíos, los samaritanos y los gentiles. Tienes
múltiples enemigos: recibe dardos múltiples, pues contra muchos habrás de
luchar; has de aprender cómo vencer al griego, cómo luchar contra el hereje,
contra el judío y contra el samaritano (19). Las armas están preparadas, y
está plenamente dispuesta la espada del Espíritu (20). Las manos deben
luchar valerosamente para combatir la batalla del Señor, para vencer a las
potestades que se oponen, para que permanezcas invicto de todas las
asechanzas de los herejes.
La exposición será progresiva
11. Pero te doy un consejo. Aprende lo que se diga y guárdalo para siempre.
No creas que éstas son las homilías acostumbradas: son de calidad y dignas
de fe. Pero si en ellas hay en un día determinado algo que no se dice, lo
aprenderemos al día siguiente. Pero la doctrina, ordenadamente expuesta,
acerca del bautismo de la regeneración (21), ¿cuándo se transmitirá otra vez
si hoy se descuida? Piensa que es tiempo de plantar árboles; si no cavamos y
penetramos hasta el fondo, ¿cuándo será posible plantar otra vez de modo
correcto lo que ya en una ocasión se ha plantado mal? Piensa que la
catequesis es un edificio; si no cavamos y ponemos los cimientos, y si no se
traba ordenada y adecuadamente la estructura de la casa, de modo que nada
quede suelto o cortado y el edificio se convierta en ruinas, todo el trabajo
realizado será inútil. Conviene poner ordenadamente una piedra junto a otra
y situar un ángulo frente a otro; al suprimir los salientes, surgirá un
edificio proporcionado. Del mismo modo, te traemos hasta aquí como las
piedras de la ciencia: habrá que oír lo que se refiere al Dios vivo; lo que
se refiere al juicio; es necesario oír acerca de Cristo y acerca de la
resurrección. Se dicen también ordenadamente otras muchas cosas que ahora
(22) se mencionan de modo disperso, pero que se expondrán en su lugar
adecuado. Estas cosas debes entenderlas unitariamente, relacionando en la
memoria afirmaciones anteriores y posteriores. En caso contrario, el
arquitecto construirá bien, pero el edificio será frágil y a punto de caer.
Guardar el secreto de lo que se escucha
12. Cuando se dé una catequesis, si un catecúmeno te pregunta qué han dicho
los doctores, no cuentas nada al exterior (23). Es el misterio y la
esperanza de la vida futura lo que te transmitimos. Guárdale el secreto a
aquél que te da sus dones. Que nadie te diga nunca: ¿qué mal te causa esto
si también yo lo habré de aprender? Porque también los enfermos suelen pedir
vino; pero si se les da cuando no se debe, se les ocasiona un delirio, con
lo que se origina un doble mal: muere el enfermo y se critica al médico. Lo
mismo sucede al catecúmeno que oye de quien tiene fe en los misterios: el
delirio lo padece el catecúmeno (pues al no conocer lo que ha oído, lo
denigra haciéndolo objeto de burla), pero a la vez el fiel es condenado como
traidor. Tú ya estás en la divisoria (24); procura no hablar de modo
temerario. No es que lo que se dice sea indigno de ser contado, sino que
ciertas cosas no deben ser confiadas a algunos. También tú fuiste
catecúmeno, y no te contaba lo que yo aquí decía; cuando conozcas por tu
experiencia la sublimidad de lo que se enseña, entonces entenderás
claramente que los catecúmenos no deben oír todavía todo eso.
Estar atentos a todos los detalles
13. Todos los que os habéis inscrito habéis sido engendrados como hijos e
hijas de una misma madre (25). Cuando entréis poco antes del momento de los
exorcismos, hable cada uno de vosotros lo referente a la piedad. Y mirad si
falta alguno de vosotros. Cuando se te invita a un banquete, ¿es que no
esperarás a quien está invitado juntamente contigo? Y si tienes un hermano,
¿acaso no buscarás lo que es bueno para ese hermano? No indagues después lo
que no te atañe, ni te intereses por lo que sucede en la ciudad o en el
pueblo, ni por lo que hacen el emperador, el obispo o el presbítero. Mira
hacia arriba: es lo que pide tu «kairós» (26). ¡Basta ya; sabed que yo soy
Dios! (27). Si ves a algunos fieles ociosos y libres de preocupaciones, es
porque se sienten seguros, son conscientes de lo que han recibido y tiene la
gracia consigo. Tú estás todavía en la duda de si serás o no admitido; no
imites a los despreocupados (28), pues no debes abandonar el temor.
14. Cuando se haga el exorcismo, mientras se acercan los que han de
recibirlo, estén juntos los hombres con los hombres y las mujeres con las
mujeres. Hago referencia con esto al arca de Noé, en la cual estaban Noé y
sus hijos, su mujer y las mujeres de sus hijos (29). Y aunque una era el
arca, con su puerta cerrada, todo se dispuso con decencia. Igualmente,
aunque la iglesia esté cerrada y todos vosotros dentro, esté todo separado
para que estén los hombres con los hombres y las mujeres con las mujeres, de
modo que lo que quiere ser ayuda para la salvación no se convierta en
ocasión de perdición. Pues aunque sea hermoso sentarse unos junto a otros,
debe quedar lejos el peligro de turbación. Y entonces, sentados los hombres,
tengan algún libro útil en las manos. Que uno lea y el otro escuche. Si no
tienen libro, uno ore y el otro hable algo útil. Esté también agrupado el
conjunto de las vírgenes, que deben salmodiar o leer, pero en silencio:
deben hablar los labios, pero no debe llegar la voz a oídos ajenos. No
tolero que la mujer hable en la asamblea (30). y la casada actúe también de
modo semejante: que ore y mueva sus labios, pero no se oiga su voz, imitando
lo dicho por Samuel de que del alma estéril brote la salvación de Dios
benévolos(31), pues a eso es a lo que se refiere Samuel.
Mantener el interés
15. Veré el interés de cada hombre y la piedad de cada mujer. Inflámese la
mente de piedad, puesto que cada alma será moldeada. Humíllese y macháquese
la dureza de la infidelidad, despréndanse las escorias superfluas del hierro
quedando sólo lo que es puro: que se pierda la herrumbre para que aparezca
el material noble. Que Dios os muestre en alguna ocasión aquella noche y las
tinieblas convertidas en luz de las que se dice: «Ni la misma tiniebla es
tenebrosa para ti, y la noche es luminosa como el día» (32). A cada uno de
vosotros se le abrirá entonces la puerta del paraíso (33). Entonces gozaréis
de las aguas llenas de fragancia y que os traen a Cristo. Que percibáis
entonces la llamada de Cristo y la fuerza de las realidades divinas (34).
Mirad ya ahora hacia arriba con los ojos abiertos de la mente: contemplad en
vuestro ánimo los coros de los ángeles, al Padre señor de todas las cosas en
su trono, al Hijo unigénito sentado con él a su derecha y al Espíritu
presente junto a ellos, y a los tronos y dominaciones como siervos. E
imaginad que cada uno de vosotros ya haya conseguido la salvación. Vuestros
oídos lo habrán escuchado: desead oír aquella voz hermosa con que os
aclamarán los ángeles al recibir vosotros la salvación: «¡Dichoso el que es
perdonada su culpa, y le queda cubierto su pecado! (35). Entraréis entonces
como astros de
Exhortación al proceso en el que se va a entrar
16. Y realmente es algo grande el bautismo de que hablamos: rescate de los
cautivos, perdón de los pecados, muerte del pecado, nuevo nacimiento del
alma, vestidura luminosa, santo sello imborrable(36), vehículo al cielo,
delicias del paraíso, medio para el reino, don de la adopción como hijos.
Por lo demás, ten en cuenta que el dragón observa junto al camino a quienes
pasan: procura que no te muerda por tu infidelidad; él ve a los muchos que
se salvan y busca a quien devorar (37). Te acercas al Padre de los espíritus
(38), pero es necesario pasar por aquel dragón. ¿Cómo le evitarás? Calza tus
pies con el celo por el evangelio de la paz (39), para que, aunque te clave
el diente, no te hiera: ten la fe en tu interior y una esperanza firme.
Cálzate bien para que entres hasta el Señor, aunque el acceso esté ocupado
por el enemigo (40). Prepara tu corazón para recibir la enseñanza y para la
participación en los santos misterios. Ora frecuentemente para que Dios te
regale con los misterios celestes e inmortales, y no le dejes ni de día ni
de noche. Y cuando el sueño se aparte de tus ojos, que tu mente se ocupe en
la oración. Si ves que algún torpe pensamiento asalta tu alma, que te ayude
la idea del juicio, que te recordará la salvación; ten ocupada tu mente en
aprender para que olvide los pensamientos depravados. Si ves a alguien
diciéndote: ¿Entrarás allí para bajar al agua? ¿Acaso no tiene baños la
nueva ciudad? (41), sábete que el dragón marino maquina estas cosas contra
ti(42); no atiendas a las voces de quienes te hablen, sino al Dios que
actúa(43). Guarda tu alma para que no puedas ser cogido por artimañas, de
modo que, manteniéndote en la esperanza, llegues a ser heredero de la
salvación eterna.
17. En verdad anunciamos y enseñamos estas cosas en cuanto hombres: no
construyáis este edificio nuestro con heno, pajas y rastrojos, para evitar
sufrir daño si llega a arder. Haced la obra con oro, plata y piedras
preciosas (44). Yo te lo digo, pero es a ti a quien toca poner manos a la
obra, que es Dios quien debe rematarla. Afirmemos nuestra mente, pongamos en
tensión nuestra alma, preparemos el corazón: nos va en ello la vida, pues
esperamos las realidades eternas (45). Pero poderoso es Dios (que ha
escrutado vuestros corazones y ha percibido quién es veraz y quién es falso)
como para proteger al sincero y hacer fiel al hipócrita y al simulador. Pues
Dios puede hacer fiel al infiel con tal de mostrarle el corazón.
Que sea él quien borre el protocolo que existe contra vosotros (46) y que se
olvide de vuestros anteriores delitos, alistándoos en
NOTAS
[1] Se prefiere la traducción «iluminandos», los que han de ser iluminados,
por responder al sentido de la ex- presión griega, ser traducción literal de
la versión latina y referirse de hecho a quienes con el bautismo en la
próxima Pascua habrían de recibir la máxima iluminación de su vida. La
expresión es frecuente entre los Padres para designar a quienes recibirían
en pocas semanas (por ejemplo, en la siguiente Pascua) el bautismo.
[2] Referencia a la inscripción del nombre, requisito previo al comienzo de
las catequesis cuaresmales sobre el credo.
[3] Cf
[4]
[5]
[6]
[7] Cl
[8] El original griego es más expresivo, pero la traducción necesariamente
ha de traicionar el sentido exacto. El griego «catecúmeno» viene del también
griego «echos», eco. En realidad, semánticamente, catecúmeno es aquél en
quien se hace resonar un eco. Catequesis, sustantivo abstracto, es la acción
de que algo resuene en el interior del oyente. La resonancia es aquí la del
anuncio del mensaje de la salvación en Jesucristo.
[9] Cf.
[10] Cf I Cor 1,10.
[11]
[12] Sal 82,6.
[13] Como «oportunidad» se traduce kairós; el tiempo oportuno de la
salvación (Cf.
[14] Bautismo, griego aquí loutrón, lavado.
[15] Con todo esto la afirmación fundamental es que el bautismo no puede
repetirse.
[16] Ef 4,5
[17] Cf. Ez 22,18.
[18] Cf catequesis 16, n. 18; cf infra, núm. 15.
[19] Las cuatro clases de enemigos representan maneras diferentes de
oponerse religiosamente o ideológicamente a la verdad del Evangelio.
[20] Cf
[21] peri toû loutroû tês palingenesías, liter. «acerca del lavado de la
regeneración» o, quizá incluso mejor, acerca del «nuevo nacimiento» o del
«nuevo ser dado a luz». Por primera vez en las catequesis se afirma que el
bautismo es un lavatorio en el que el hombre nace de nuevo.
[22] En las homilías de costumbre mencionadas más arriba.
[23] Cf. cat. 5,12 y cat. 6,29. Cirilo considera que es muy distinta la
situación del catecúmeno y del iluminando. Se trata, de acuerdo con lo que
se dijo en la introducción, de una etapa diferente, pues en el plazo que va
desde el comienzo de la cuaresma hasta el tiempo pascual fueron pronunciadas
estas catequesis, que intentan proporcionar una vivencia (y un conocimiento)
de los misterios más íntimos de la fe. La imposición de no contar nada fuera
no hace más que poner en práctica la disciplina del arcano. En el fondo se
admite que incluso quien está comenzando a ser catequizado de cara a la
iniciación cristiana, no es capaz de asimilar vitalmente en este momento lo
que será el contenido de las catequesis de esta última cuaresma y del tiempo
pascual.
[26] Cf. más arriba, nota 13, Cf. además sobre el kairós los vocabularios y
manuales de teología bíblica.
[27] Sal 26,11 .
[28] Cirilo es plenamente consciente de que el que dejará de ser catecúmeno
y pasará al grupo de los que tienen fe es mucho lo que se está jugando. Una
vez que uno es «fiel» (tiene fe), puede descansar en esa fe. Pero el que no
ha recibido el bautismo no debe vivir en la despreocupación. La edición de
Migne PG 33,354, nota 9, comenta: «No culpa Cirilo a los fieles porque estén
sin preocupaciones. Dice solamente que, una vez recibido el bautismo, están
ya libres de la preocupación que acerca de su futuro debe existir en el
todavía no bautizado».
[29] Cf Gén 7,9.
[30] Cf
[31] Referencia al episodio de la súplica de Ana, I Sam I, 10 ss.
[32] Sal 139,12.
[33] Vid., cat. 19, n. 9.
[34] Vid. cat. 3, núms.
[35] Sal 32,1. Cf Sal 65, 3b-4: «Hasta ti toda carne viene con sus obras
culpables; nos vence el peso de nuestras rebeldías, que tú las borras».
[36] Por «sello» se traduce la expresión griega sfragis, de donde los
teólogos deducirán más tarde la doctrina del «carácter» sacramental, que
expresa, aplicado al bautismo y con los matices propios de este sacramento,
que quien se hace bautizar es propiedad de aquel que le ha sellado,
Jesucristo. Con el «carácter» se expresa también una garantía de la
salvación recibida en el bautismo. Cf al respecto, además de los tratados
sobre los sacramentos del bautismo, confirmación y orden, también los
diccionarios bíblicos: art. Sello, en X. LEON-DUFOUR, Vocabulario de
teología bíblica, Barcelona, ed. revisada, 1973, 841-842.
[37] Cf.
[38] Hebr 12,9 contrapone, todo el versículo, la situación anterior al
encuentro con Jesucristo, que supuso el comienzo del catecumenado, y la
nueva realidad en que se está a punto de entrar al culminar la iniciación
cristiana: «Además, teníamos a nuestros padres según la carne, que nos
corregían, y les respetábamos. ¿No nos someteríamos mejor al Padre de los
espíritus para vivir?» Cf Núm 27,16;
[39] Cf. Ef 6,15 (y su contexto).
[40] Cf. cat. 1, núm. 5.
[41] Se refiere a baños públicos construidos entonces recientemente en la
ciudad de Jerusalén. En cualquier caso, la pregunta está pensada como una
posible burla hacia el candidato al bautismo de parte de quienes pensaran
que, no siendo el bautismo nada superior a los baños humanos, la ciudad
tenia mejores instalaciones que las piscinas bautismales de las iglesias. La
expresión supone el bautismo de inmersión.
[42] Sin entrar ahora en mayores detalles, cf, sobre «el dragón marino», las
alusiones de Is 27,1, Jb 3,8, Apoc 12,3 (donde el «gran Dragón rojo» es
referencia a Satanás). Cf. también Gén 3,15, en el contexto del primer
anuncio del Evangelio. Por eso la afirmación aquí de Cirilo lleva adjunto el
anuncio de un Dios en definitiva victorioso frente al diablo como enemigo
personal del hombre.
[43] Cf. cat. 3, n. 3; cat., 17, n. 35.
[44] Cf.
[45] Cf. cat. 1, n. 5.
[46] Cf
[47] Cf. lo dicho en nota 36.
[48] La edición de las catequesis en PG 33 contiene un nota final «al
lector», cuyo texto señala: «Estas catequesis a los que han de ser
iluminados muéstralas a los que han de recibir el bautismo y a los que ya lo
recibieron. Pero no se las entregues en modo alguno a los catecúmenos y a
los que no sean cristianos, pues en caso contrario habrás de dar cuenta a
Dios. Y si sacas copia de un ejemplar de las mismas, hazlo como en la
presencia de Dios» (PG 33, 365-366)
CATEQUESIS I: INVITACIÓN AL BAUTISMO
Pronunciada en Jerusalén, contiene una introducción a los que se aproximan
al bautismo. El punto de partida es Is 1.16: "Lavaos, purificaos, quitad de
delante de mis ojos las fechorías de vuestras almas"(1).
Dios os aguarda
Sois ya discípulos de la nueva Alianza y partícipes de los misterios de
Cristo, ahora por vocación, pero dentro de poco también como un don: haceos
un corazón nuevo y un espíritu nuevo(2) para que se alegren los moradores
del cielo. Pues si, como dice el evangelio, «habrá alegría por un solo
pecador que se convierte» (3), ¿cuánto más no moverá a la alegría a los
habitantes del cielo la salvación de tantas almas? Habiendo entrado por un
camino ancho y hermoso, recorred cautelosamente la senda de la piedad. Pues
el unigénito Hijo de Dios está plenamente dispuesto para vuestra redención y
señala: «Venid todos los que estáis cansados y agobiados y yo os
aliviaré»(4). Los que lleváis el pernicioso vestido de vuestras ofensas(5) y
estáis oprimidos por las cadenas de vuestros pecados, escuchad la voz del
profeta que dice: «Lavaos, purificaos, quitad de delante de mis ojos las
maldades de vuestra alma»(6), de modo que os aclame el coro de los ángeles:
«Dichoso el que es perdonado de su culpa, y le queda cubierto su pecado»(7).
Los que habéis encendido hace poco por primera vez las lámparas de la fe(8),
sostenedlas en las manos sin que se apaguen, para que aquel que en otro
tiempo abrió por la fe el paraíso al ladrón en este santísimo monte del
Gólgota(9) os conceda también a vosotros cantar el cántico nupcial.
Nuevo nacimiento desde el pecado al hombre nuevo
2. Si alguno es ahora esclavo del pecado, prepárese mediante la fe para la
regeneración liberadora de la adopción filial. Y abandonada la funesta
servidumbre de los pecados, una vez dedicado al dulce servicio del Señor
será juzgado digno de disfrutar la herencia del reino celestial. Desvestíos
por medio de la confesión del hombre viejo, que se corrompe por las
concupiscencias del error, para revestiros del hombre nuevo, que se renueva
por el conocimiento de aquel que le creó(10). Recibid por la fe las arras
del Espíritu(11) para que podáis ser recibidos en las moradas eternas(12).
Acercaos (a recibir) el sello espiritual para que podáis ser reconocidos
favorablemente por vuestro dueño(13). Seréis contados en la santa y fiel
grey de Cristo a fin de que, como en otro tiempo fuisteis separados a su
derecha, ahora consigáis la vida eterna que se os ha preparado. Quienes
sufren todavía la aspereza de su pecados (como la de una piel con vello), se
quedarán en pie a la izquierda, puesto que todavía no han tenido acceso a la
gracia de Dios, que se da por medio de Cristo en el lavatorio de la
regeneración. Pero no me refiero a la regeneración de los cuerpos, sino al
nuevo nacimiento del alma por el Espíritu. Pues los cuerpos son engendrados
por padres visibles, pero las almas vuelven a nacer de nuevo por la fe; ya
que «el Espíritu sopla donde quiere» (Jn 3,8)(14). Si se te considera digno,
te será licito oír: «Bien, siervo bueno y fiel» (Mt 25, 21), lo que sucederá
cuando tu conciencia no te pueda acusar en absoluto de simulación.
Aprestarse a escuchar a Dios
3. Si alguno de los que están aquí cree que podrá tentar a la gracia de
Dios, se engaña a sí mismo e ignora la fuerza de las cosas. Ten, hombre, un
ánimo sincero y libre de engaño por causa de aquel que escruta corazones y
entrañas (cf. Sal 7,10;
Del catecumenado a los frutos de la fe
4. No recibes armas corruptibles sino espirituales. Serás introducido en un
paraíso racional, recibiendo un nuevo nombre que antes no tenías (probable
alusión a Apoc 2, 7b, 17c)(18). Antes eras catecúmeno, ahora serás llamado
fiel(19). Eres trasplantado a buenos olivares, desde un olivo silvestre a un
buen olivo (cf.
Reconocer los pecados para cambiar de vida
5. El tiempo presente es tiempo de confesión. Confiesa todo lo que hiciste,
de palabra o de obra, tanto de noche como de día. Reconócelo en el tiempo
aceptable, y recibe el tesoro celestial en el día de la salvación (cf.
Perdón de los demás y fidelidad en la asistencia a las asambleas
6. Si tienes algo contra alguien, perdónale. Vas a recibir el perdón de los
pecados: es necesario que también tú perdones a quien pecó contra ti. De
otro modo, ¿cómo te atreverías a decirle al Señor: Perdóname mis muchos
pecados cuando tú ni siquiera unas pocas cosas perdonas a quien es consiervo
tuyo (Mt 18, 23-35)? Manifiesta interés en las sinaxis22, y no sólo ahora
cuando los miembros del clero te exigen ese interés, sino también una vez
que hayas recibido la gracia. Pues si ello es bueno y laudable antes de que
la recibas, ¿dejará de ser bueno después de que se haya otorgado? Si antes
de que estuvieses injertado había que regarte y cuidarte con esmero, ¿no era
esto mucho mejor una vez plantado? Sostén el combate por tu propia alma,
sobretodo en estos días. Alimenta tu alma con la lectura espiritual, pues un
banquete espiritual te ha preparado el Señor. Di tú también con el salmista:
«El Señor es mi pastor, nada me faltará: él me ha colocado en la tienda, en
el aprisco. Hacia las aguas de reposo me conduce, y conforta mi alma» (Sal
23, 1-3). Con ello se alegrarán a la vez los ángeles y el mismo Cristo, el
gran sumo sacerdote, viendo confirmado el propósito de vuestra voluntad,
ofreciéndoos él también a todos vosotros, dirá al Padre: «Henos aquí a mí y
a los hijos que Dios me ha dado» (Is 8,18 y Hebr 2, 13), y os custodiará a
todos vosotros como agradables a él. A él la gloria y el poder por los
siglos de los siglos. Amén.
NOTAS
[1] Por estas palabras introductorias y por el contenido mismo, se observa
que la presente catequesis es una invitación al bautismo.
[2] Ez 18,31b.
[3] Lc. 15,31.
[4]
[5] Cf. Procatequesis, n. 3; cat. 15, n, 25.
[6] De nuevo Is 1,16.
[7] Sal 32,1. Se trata de un característico salmo penitencial.
[8] Procat., 1, ya señalaba: «Tened en las manos las lámparas para ir a
buscar a la esposa». A ese mismo hecho hace alusión otra vez la presente
catequesis; los catecúmenos que en breve habrían de recibir el bautismo
llevaban lámparas encendidas.
[9] Cf Lc 23,43.
[10] Cf Ef 4,22-25;
[11] Cf 2. Cor 5,5.
[12] C£ Lc 16,9.
[13] Cf. Procatequesis, nota 36. Cf. cat. 15, núm. 25.
[14] En las frecuentes alusiones concretas, ahora a
[15] También puede traducirse por «las medidas».
[16] Vid. cat. 3, núm. 1.
[17] En esta misma catequesis, núm. 2, se ha hecho, ya mención de este
«sello espiritual...». También se ha hecho mención de la anterior nota 36 y
de cat. 15, núm. 21. No se volverá a insistir más sombre esto, únicamente,
recordar que la ed. de Migne, PG 33,373 vuelve a mencionar la semejanza
entre el «sello» y el «carácter del bautismo» con las marcas impresas en los
ganados para distinguir quiénes eran sus dueños, o también con las señales
grabadas con hierro candente en los soldados. Una cierta tosquedad en la
comparación permite hacer entender de modo bastante plástico que el
bautizado será ahora siervo sólo de Cristo.
[18] Se reproduce aquí íntegra la nota que inserta la mencionada edición de
PG 33, col. 374; «"Serás introducido en un nuevo paraíso racional,
recibiendo un nuevo nombre". No me resisto apenas a pensar que aquí se alude
a dos pasajes del Apocalipsis, c, II, v. 7: «Al vencedor le daré a comer del
leño de la vida, que está en el paraíso de mi Dios», y v. 17: «Al vencedor
le daré una piedrecita blanca, y grabado en la piedrecita, un nombre nuevo».
Pues aunque Cirilo no utiliza el libro del Apocalipsis como canónico,
mencionó en sus catequesis algunas de sus afirmaciones. Afirma que al
bautizado se le ha de abrir el paraíso, cat. 13,9, cuando, hechas las
renuncias mirando desde el poniente y vuelto hacia el oriente, hace un pacto
con Cristo. Pero es injertado en el verdadero olivo que es Cristo cuando es
ungido antes del bautismo con el aceite exorcizado, cat. 20, n. 3. En Cristo
somos, por último, injertados como en una viña cuando por el bautismo
comulgamos (cat. 19, n. 7) con su muerte y su sepultura (por la que se ha
plantado en la tierra la vid verdadera, cat. 14, n. 11)».
[19] Cf Procat., n. 4; cat. 5, n. 1.
[20] Cf en esta catequesis, núm. 6, protocat., núm. 17.
[21] Cf. Procat., núm. 16.
[22] Asambleas o reuniones sagradas.
CATEQUESIS II:
INVITACIÓN A
Pronunciada en Jerusalén, trata sobre la conversión y el perdón de los
pecados, y acerca del enemigo. La lectura de base es de Ezequiel 18, 20b-21:
Al justo se le imputará su justicia y al malvado su maldad. En cuanto al
malvado, si se aparta de todos los pecados que ha cometido, observa todos
mis preceptos y practica el perpetua. derecho y la justicia, vivirá sin
duda, no morirá»(1).
Realidad del pecado
1. Realidad temible es el pecado y gravísima enfermedad del alma es la
iniquidad: le secciona los nervios y además la dispone al fuego eterno. La
maldad se da cuando hay delectación libre, un germen que lleva
voluntariamente al mal. Ya el profeta señala con claridad que el pecado se
comete de modo espontáneo y libre: «Yo te había plantado de la cepa selecta,
toda entera de simiente legítima. Pues ¿cómo te has mudado en sarmiento de
vid bastarda?» (Jer 2, 21). La plantación es buena, pero el fruto es malo,
malo por la libre voluntad: el que plantó está libre de culpa, pero la viña
será aniquilada por el fuego; plantada para el bien, produjo el mal por su
propio deleite. Pues, según el Eclesiastés, «Dios hizo sencillo al hombre,
pero él se complicó con muchas razones» (Ecl 7, 29). Y el Apóstol dice:
«Hechura suya somos, creados... en orden a las buenas obras» (Ef 2, 10).
Pues siendo bueno el creador, creó «en orden a las buenas obras», pero la
creatura se volvió al mal por su propio arbitrio. Grave mal es, según esto,
el pecado. Pero no es irremediable: es grave para quien permanece en él.
Pero es fácil de sanar a aquel que lo rechaza en la conversión. Imagínate
que alguien tiene fuego en sus manos. Sin duda se abrasará mientras retenga
el carbón, pero si lo arroja fuera de sí, suprime la causa de su quemadura.
Pero si alguien piensa que no se quema al pecar, a ese tal le dice
El origen del pecado en el interior del hombre
2. Pero dirá alguno ¿Qué es el pecado? ¿Es un animal, un ángel o un demonio?
¿Qué es lo que lo produce?(2). Atiende bien: no es un enemigo que te invada
desde fuera, sino algo que brota de ti mismo. «Miren de frente tus ojos»
(Prov 4, 25) y no experimentarás la pasión. Ten lo tuyo, no te apoderes de
lo ajeno y no existirá en ti la rapiña. Acuérdate del juicio y no existirán
en ti la fornicación ni el adulterio ni el homicidio ni nada que sea
pecaminoso. Pero si te olvidas de Dios, comenzarás a pensar en el mal y a
realizar lo ilícito.
El diablo y el pecado
3. Pero no sólo tú eres origen y autor de lo que haces: hay también un
depravado instigador, el diablo(3). El tienta a todos, pero no puede con los
que no consienten. Por ello dice el Eclesiastés: «Si el espíritu del que
tiene poder se abate sobre ti, no abandones tu puesto»(4). Cierra tu puerta
y hazlo huir lejos de ti para que no te cause daño. Pero si das entrada con
indiferencia al pensamiento libidinoso, oponiéndose a tu ánimo, plantará en
ti sus raíces, atará tu mente y te arrastrará hasta la cueva de los
malvados. Y si acaso dices: Soy fiel, no podrán conmigo los malos deseos,
aunque frecuentemente los tenga en mi ánimo. ¿Ignoras tal vez que la raíz
que permanece tiempo ligada a la piedra acaba siempre rompiéndola? No
aceptes siquiera el germen, porque hará añicos tu fe. Arranca de raíz el mal
antes de que florezca, no sea que, actuando negligentemente desde un
comienzo, tengas luego que pensar en el fuego (cf.
4. Causante primero del pecado es el diablo, origen de la maldad. Esto no lo
he dicho yo, sino el Señor: «Porque el diablo peca desde el principio»(5).
Antes que él nadie pecó. Pero no pecó por fuerza de la naturaleza(6), como
si hubiese estado obligado al pecado (en ese caso, habría incurrido en
pecado quien le hubiese hecho tal), sino que, creado bueno, se convirtió en
diablo tomando nombre de su actuación(7). Pues, habiendo sido arcángel(8),
se le ha llamado posteriormente diablo (o calumniador, Satanás),
habiéndosele considerado después así en virtud de la cosa misma. Satanás es,
pues, lo mismo que adversario (9). Las pruebas no las aporto yo, sino el
profeta Ezequiel: «Eras el sello de una obra maestra y corona de hermosura,
engendrado en el paraíso divino» (Ez 28, 12 var.). Y poco más abajo: «Fuiste
perfecto en tu conducta desde el día de tu creación, hasta el día en que se
halló en ti iniquidad» (28, 15)(10). Esto no te vino de fuera, sino que tú
mismo engendraste el mal. Poco más abajo señala la causa: «Tu corazón se ha
pagado de tu belleza, has sido herido por la muchedumbre de tus pecados, sí,
por tus pecados. Yo te he precipitado en tierra» (28, 17 var.). Lo mismo
dice el Señor en el Evangelio en el mismo sentido: «Veía a Satanás caer del
cielo como un rayo» (Lc 10, 18). Ya ves la consonancia entre ambos
Testamentos. Al caer aquél, arrastró a muchos consigo. A quienes le siguen
les sugiere malos deseos, de lo que se siguen el adulterio, la fornicación y
cualquier clase de mal. Por causa suya fue expulsado nuestro primer padre
Adán del paraíso y cambió éste, del que brotaban frutos admirables, por una
tierra que le ofrecía espinas.
Esperanza para el pecador
5. Entonces, dirá alguno, ¿hemos perecido engañados? ¿no habrá salvación
alguna? Caímos, ¿podremos levantarnos? (Jer 8, 4). Hemos quedado ciegos
¿podremos recuperar la vista? Estamos cojeando, ¿no hay esperanza de que
caminemos correctamente alguna vez? Diré en resumidas cuentas: ¿No podremos
alzarnos después de haber caído? (cf. Sal 41, 9) ¿Es que acaso quien
resucitó a Lázaro, con hedor ya de cuatro días (Jn 11,39), no te resucitará
vivo también a ti? Quien derramó su preciosa sangre por nosotros nos
liberará del pecado para que no claudiquemos de nosotros mismos (cf. Ef 4,
19)(11), hermanos, cayendo en un estado de desesperación. Mala cosa es no
creer en la esperanza de la conversión. Quien no espera la salvación acumula
el mal sin medida; pero el que espera la curación, fácilmente es
misericordioso consigo mismo. Igualmente el ladrón que no espera que se le
haga gracia llega hasta la insolencia; pero, si espera el perdón, a menudo
termina por hacer penitencia. Si incluso una serpiente puede mudar la piel,
¿no depondremos nosotros el pecado? También la tierra que produce espinas se
vuelve feraz si se la cultiva con cuidado: ¿Acaso podremos obtener nosotros
de nuevo la salvación? La naturaleza es, pues, capaz de recuperación, pero
para ello es necesaria la aceptación voluntaria.
Misericordia y amor de Dios hacia el pecador
6. Dios ama a los hombres, y no en escasa medida. No digas tú entonces: He
sido fornicario y adúltero, he cometido grandes crímenes, y ello no sólo una
vez sino con muchísima frecuencia. ¿Me perdonará, o más bien se olvidará de
mí? Escucha lo que dice el salmista: «¡Qué grande es tu bondad, Señor!» (Sal
31, 20). Tus pecados acumulados no vencen a la multitud de las misericordias
de Dios. Tus heridas no pueden más que la experiencia del médico supremo.
Entrégate sencillamente a él con fe; indícale al médico tu enfermedad; di tú
también con David: «Sí, mi culpa confieso, acongojado estoy por mi pecado»
(Sal 38,19). Y se cumplirá en ti lo que también se dice: «Y tú has perdonado
la malicia de mi corazón» (Sal 32, 5)(12).
7. ¿Quieres ver el amor de Dios al hombre tú, que hace poco que vienes a las
catequesis? ¿Quieres contemplar la benignidad de Dios y la enormidad de su
paciencia? Mira el caso de Adán. Es el primer hombre que Dios creó, y pecó:
¿no pudo advertirle de que a continuación moriría? Pero mira lo que hace el
Dios que tanto ama a los hombres. Lo arroja del paraíso (pues por el pecado
no era digno de vivir allí). Y lo coloca en cualquier lugar fuera de allí
(cf. Gén 3,24), para que, al ver de dónde ha caído y a dónde ha sido
arrojado, consiga luego la salvación mediante la conversión. Caín, primer
hombre dado a la luz, se convirtió en fratricida; maquinador del mal, autor
y causante de asesinatos, y primer envidioso, quitó después de en medio a su
hermano. ¿A qué pena se le condena?: «Vagabundo y errante serás en la
tierra» (Gén 4, 12). Grande fue el pecado, pero leve el castigo.
8. Y ésta fue verdaderamente la clemencia de Dios, pero pequeña todavía con
respecto a lo que siguió. Pues piensa en lo que sucedió en tiempo de Noé.
Pecaron los gigantes y la maldad se extendió grandemente sobre la tierra
(cf. Os 4, 2)(13). Por ella se provocó el diluvio: en el año quinientos
profirió Dios su amenaza (cf. Gén 6, 13)(14). ¿No crees que la benignidad de
Dios se extendió durante cien años cuando se podía haber infligido el
castigo al momento? Todo lo alargó para dar lugar a la conversión. ¿Acaso no
ves la bondad de Dios? Ni siquiera aquellos hombres, si hubiesen recobrado
entonces el buen sentido, habrían notado que les faltaba la clemencia
divina.
La bondad de Dios es mayor que el pecado
9. Hablemos ahora de aquellos que se han salvado a través de la conversión.
Habrá entre las mujeres quien diga: soy una prostituta, he sido adúltera,
manché mi cuerpo con toda clase de lujuria. ¿Qué posibilidad existe de
salvación? Observa, mujer, el caso de Rahab, que también para ti hay
salvación. Pues si la que se dedicaba a la prostitución abierta y
públicamente obtuvo su salvación mediante la conversión, ¿acaso quien abusó
de su cuerpo alguna vez antes de haber recibido la gracia no obtendrá la
salvación por la penitencia y el ayuno? Date cuenta de cómo se salvó, pues
simplemente dijo: «Yahveh, vuestro Dios, es Dios arriba en los cielos y
abajo en la tierra» (Jc 2, 11)(15). No se atrevía por pudor a decir que era
suyo. Pero si deseas recibir el testimonio recogido en las Escrituras acerca
de su salvación, tienes escrito en los Salmos: «Cuento a Rahab y a Babilonia
entre los que me conocen» (Sal 87, 4). Grande es la benignidad de Dios, que
en las Escrituras hace memoria incluso de las meretrices. Y no dice
simplemente «cuento a Rahab y a Babilonia», sino que añadió lo de «entre los
que me conocen». Así pues, los hombres y mujeres pueden obtener la salvación
mediante la conversión.
10. Y aunque todo el pueblo hubiese pecado, ello no supera a la benignidad
divina. El pueblo había fabricado un becerro, pero Dios no se arrepintió de
su clemencia. Negaron los hombres a Dios, pero Dios no se negó a sí mismo
(cf.
El ejemplo de la conversión de David
11. Pero si lo deseas, te presentaré también otros ejemplos que se refieren
a nosotros: piensa en el bienaventurado David, claro ejemplo de conversión.
Gravemente pecó cuando, después de acostarse, paseó en las horas de la tarde
por la terraza mirando descuidadamente y cayendo en su debilidad humana (cf.
12. Pero el bienaventurado David, a pesar de haber oído lo de que «Dios ha
perdonado tu pecado», no descuidó hacer penitencia aunque fuese rey, sino
que, en lugar de la púrpura, se vistió de saco, y se sentaba no en asientos
de oro, sino sobre ceniza y en el suelo18. Pero no sólo se sentaba en la
ceniza, sino que también se alimentaba de ella, como dice él mismo: «El pan
que como es la ceniza» (Sal 102, 10). Su ojo lujurioso lo colmó de lágrimas,
según dice: «Baño mi lecho cada noche, inundo de lágrimas mi cama» (Sal 6,
7). Cuando los príncipes le exhortaban a que probase el pan, no asintió y
continuó su ayuno hasta el séptimo día (2 Sam 12, 17-20). Si el rey se
manifestaba así, ¿no harás lo mismo tú que eres un simple particular?
Después de la rebelión de Absalón, al ofrecérsele (al rey) diversos caminos
para la huida, eligió hacerlo a través del monte de los Olivos (2 Sam 15,
23), como invocando en su mente al Libertador, que desde aquí había de
ascender a los cielos(18)(19). Y como le hiriese Semeí con duras
maldiciones, respondió: «Dejadlo»(20), pues sabía que a quien perdona se le
dará el perdón(21).
Otros ejemplos de penitencia
13. Ves que es cosa buena el confesar. Y ves que es la salvación para los
que se convierten. También Salomón había caído (I Re 11, 4), pero, ¿cuál es
la razón de decir: «Después hice penitencia»(22)? También Ajab, rey de
Samaria era un malvado adorador de ídolos, de notoria maldad, asesino de
profetas, impío, codicioso de campos y viñas ajenas (I Re 20-21). Pero
cuando hizo perecer a Nabot por instigación de Jezabel, y una vez llegado el
profeta Elías que quiso amenazarle, rasgó sus vestidos y se vistió de saco.
¿Qué dice entonces el Dios misericordioso a Elías?: «¿Has visto cómo Ajab se
ha humillado en mi presencia?» (I Re 21, 29), como queriendo calmar el genio
del profeta inclinándolo hacia el penitente. Y dice: «No traeré el mal en
vida suya» (ibid.; para todo el episodio, cf.
14. En otra ocasión estaba en pie Jeroboam ofreciendo sobre un altar
sacrificios a los ídolos: su mano sufrió una parálisis por haber mandado
apresar al profeta que le recriminaba. Pero al experimentar por sí mismo la
potestad de aquel hombre, exclamó: «Aplaca, por favor, el rostro de Yahvé tu
Dios» (1 Re 13,6; cf. 13, 1ss). Y en virtud de esta palabra le fue
restablecida totalmente la mano. Pero si un profeta curó a Jeroboam, ¿acaso
no podrá Cristo liberarte sanándote de tus pecados? También Manasés cometió
numerosos crímenes: fue el que hizo matar a Isaías, se contaminó con todo
género de idolatrías y llenó a Jerusalén de muertes de inocentes (2 Re 21,
16). Pero, conducido cautivo a Babilonia, por la experiencia de su propio
mal utilizó la medicina de la conversión. Pues dice
Confiar en la posibilidad de la conversión. Ezequías
15. No desconfíes sin motivo de la fuerza de la conversión. ¿Quieres saber
realmente la fuerza que tiene la penitencia? ¿Quieres conocer a fondo esta
fortísima espada de la salvación y aprender el valor que tiene la
confesión?(24). Por la conversión aniquiló Ezequías a ciento ochenta y cinco
mil enemigos (2 Re 19, 35). Y esto es realmente admirable, pero es poco en
comparación con el hecho de haber cambiado mediante la conversión la
sentencia divina que ya había sido pronunciada contra él. Pues Isaías le
había dicho en su enfermedad «Da órdenes acerca de tu casa, porque vas a
morir y no vivirás» (2 Re 20, 1). Y no había, pues, expectativas, una vez
que el profeta había dicho «vas a morir». Sin embargo, no revocó Ezequías su
conversión, acordándose de lo que está escrito: «Por la conversión y calma
seréis liberados» (Is 30, 15)(25). Se volvió a la pared y elevando desde el
lecho su mente al cielo (el grosor de las paredes no podía impedir sus
devotas preces), exclamó: «¡Señor, acuérdate de mí!» (cf. Is 38, 3), como si
dijera: «Para mi salud me basta que te acuerdes de mí, tú que no estás
sometido al tiempo, sino que has creado las leyes de la vida. La razón de
nuestra vida no está en el origen ni el tamaño de cada uno de los astros,
como algunos sueñan, sino que eres tú quien rige la vida y su duración según
los planes de tu voluntad». A causa del anuncio del profeta (cf. Is 38, 1 )
había perdido (Ezequías) la esperanza de vivir, pero el tiempo de su vida le
fue prorrogado en quince años, de lo que se le ofreció como signo el
retroceso del sol (38, 8). El sol volvió atrás por Ezequías. E igualmente
llegó a faltar el sol a causa de Cristo, no retrocediendo sino
apagándose(26), mostrando así la diferencia entre Ezequías y Jesús. Pero si
aquel pudo anular la sentencia de Dios, ¿no podrá Jesús conceder el perdón
de los pecados? Apártate de ellos y llóralos en tu alma; cierra las puertas
y ora para que te sean perdonados (cf.
Los tres jóvenes y Nabucodonosor
16. Pero si no crees, piensa en lo que les sucedió a Ananías y a sus
compañeros. ¿Cuántos sextarios de agua(28) se necesitaban para apagar una
llama que se elevaba hasta los cuarenta y nueve codos (Dan 3, 47)? Pero
donde más alta era la llama, allí se derramó la fe como si fuese un río, y
señalaban el remedio de los males: «Eres justo en todo lo que nos has
hecho... Sí, pecamos, obramos inicuamente» (Dan 3, 27, 29). Y la penitencia
disolvió las llamas. Pero si desconfías de que la conversión pueda apagar el
fuego de la gehenna, aprende de lo que les sucedió a Ananías y a sus
compañeros. Aunque algún oyente agudo podrá decir: «Dios los liberó entonces
justamente». Puesto que no quisieron dar culto al ídolo, les concedió Dios
la fuerza y el poder. Y como verdaderamente fue así, pasaré ahora a otro
ejemplo de conversión.
17. ¿Qué opinión tienes acerca de Nabucodonosor? ¿No has oído por las
Escrituras que fue sanguinario y fiero como un león? ¿No has oído que sacó
los huesos de los reyes de sus sepulcros para arrojarlos al aire? (cf.
18. Has visto la magnitud de los crímenes. Vuélvete ahora a la clemencia de
Dios. Era (Nabucodonosor) como una fiera: vivía de modo solitario y tenía
que ser golpeado para ser domesticado. Tenía las garras de un león, con las
cuales agarraba a los santos, y las crines de los leones. Era, en efecto, un
león rápido y rugiente. Comía heno como el buey y era como un jumento que no
sabía quien le había dado el reino(30). Su cuerpo se cubrió de rocío, pero
no creyó al ver el fuego apagado por ese mismo rocío. ¿Y que es lo que
sucedió?: «Al cabo del tiempo fijado, yo, Nabucodonosor, levanté los ojos al
cielo... y bendije al Altísimo, alabando y exaltando al que vive
eternamente» (Dan 4, 31). Cuando reconoció al Altísimo y dirigió a Dios
estas palabras de su ánimo agradecido, se arrepintió de sus acciones
confesando su propia debilidad. Dios le restituyó entonces el honor del
reino.
Exhortación final
19. ¿Qué, pues? A Nabucodonosor, que tantos males había hecho, Dios le dio,
al haber confesado, el perdón y el reino: y a ti, si te conviertes, ¿no te
dará el perdón de los pecados y el reino de los cielos, si te conduces
dignamente? Dios es clemente, pronto en perdonar y tardo para la venganza.
Así pues, que nadie desespere de su propia salvación. Pedro, el príncipe de
los apóstoles, negó tres veces al Señor ante una sierva cualquiera. Pero,
tocado por el arrepentimiento, lloró amargamente: al llorar, manifiesta la
conversión íntima del corazón; y por ello no sólo recibió el perdón por su
negación, sino que también conservó la dignidad de Apóstol.
20. Hay, pues, hermanos, multitud de pecadores que se convirtieron y
consiguieron la salvación, confesad también vosotros ardientemente al Señor
para que recibáis el perdón de los pecados precedentes y, hechos dignos del
don celestial, podáis heredar el reino de los cielos con todos los santos,
en Cristo Jesús, a quien sea la gloria por los siglos de los siglos.
Amén(31)
NOTAS
[1] El tema de la catequesis es la conversión que se requiere antes del
bautismo. La catequesis exhorta a la penitencia que pide el artículo del
Credo «un único bautismo de conversión para el perdón de los pecados». Cf.
sobre este particular la cat. 18, núm. 22. Es necesario también señalar que
en ciertos códices se dice «trata sobre la conversión y el perdón de los
pecados», pero en la explicación frontal del tema no se añade «acerca del
enemigo», es decir, el diablo. Realmente el examen de la catequesis aclara
que el tema es esencialmente la conversión y el perdón de los pecados, no
siendo el diablo aquí más que un tema secundario.
[2] Cf cat. 4, núm. 21.
[3] Cat. 4, núms.
21, 24.
[4] Ecl. 10, 4, que completa el consejo con las palabras: «que la flema
libra de graves yerros». Es la versión de
[5] En realidad la frase no es del Evangelio, sino de
[6] Probablemente, al negar la posibilidad de pecar «por fuerza (mejor, «por
necesidad») de la naturaleza», como si el pecado fuese una exigencia
ontológica del ser del diablo, está pensando Cirilo en la afirmación al
respecto extendida entre gnósticos y maniqueos (cf. PG 33, 386, nota 8).
[7] La palabra griega diábolos, significa «calumniador», «detractor»,
«acusador», funciones que realiza sobre y contra el hombre.
[8] Esta idea del origen angélico del diablo se repite también en Cirilo,
por ejemplo, en cat. 8, n. 4.
[9] Variante también posible: «Satanás significa pues diablo» (o
calumniador). De hecho, en las versiones griegas de
[10] El oráculo profético se refiere propiamente a la caída del rey de Tiro.
En realidad, el pasaje entero, Ez 28, 1-19, es un poema-oráculo contra
aquel. Una nota de
[11] Esta versión de Ef 4, 19, es más próximo a la traducción que hace
[12] Todo el Salmo 32 es importante como expresión del perdón tras el
reconocimiento del pecado. El versículo 5, completo, señala: «Mi pecado te
reconocí, y no oculté mi culpa; dije: "Me confesaré a Yahveh de mis
rebeldías". Y tu absolviste mi culpa, perdonaste mi pecado».
[13] A la iniquidad extendida sobre Israel, según Oseas, hace aquí
referencia la edición de PG 33, 391, nota 62. Pero más bien habría que
pensar en Gén. 6, 1-4, pasaje sobre el que tiene un indudable valor
sintético la nota general de
[14] La mención del año «quinientos» y «seiscientos» se refiere a años de la
vida de Noé, si se toman al pie de la letra Gén 5, 32 y 7, 6.
[15] Comentario de este versículo: «Rajab se ha salvado por su fe, Hb 11,
31, y justificado por sus obras, Sant 2,25. Esta extranjera, que con su fe y
su caridad consigue la salvación de toda su casa, se ha convertido entre los
Padres en imagen de
[16] Sobre la difícil afirmación de Cirilo acerca del pecado de los ángeles,
cf. PG 33, 394-395.
[17] Esas palabras no son propiamente de
[18] Interpretación de
[19] Cirilo hace aquí alusión a Lc 24, 50-51,
[20] Más exactamente: «Dejadle que maldiga, pues se lo ha mandado Yahvé» (2
Sam 16, 11).
[21] Cf. de hecho
[22] La frase es traducción tanto del original griego como de la versión
latina. Parece hacer referencia a
[23] Es una traducción judía la que menciona esta forma de martirio de
Isaías, aunque los datos no son plenamente seguros.
[24] La «confesión» mencionada aquí es la confesión de fe. Debe tenerse en
cuenta que tras la «entrega», traditio del Símbolo de la fe tiene que venir
la «confesión» de fe en la «devolución» o redditio del Credo. Cirilo se
refiere a la fuerza que tiene la confesión de la fe en el camino que conduce
a la iniciación cristiana.
[25] Por otra parte, la enfermedad, la curación y el subsiguiente cántico de
acción de gracias de Ezequías aparece también en Is 38.
[26] Sobre Ezequías cf. también Eclo 48, 26. En el caso de Jesús, cf. el
oscurecimiento del sol en Mc 15, 33 par.
[27] El tema al que se apunta sigue siendo la confesión de fe que se hará en
la devolución del credo.
[28] Sextario: medida de capacidad equivalente a poco más de medio litro en
nuestro sistema de medidas.
[29] Cf. una descripción general en
[30] Es la afirmación de que el poder viene de Dios. Cf. cat. 8, n. 5. Sobre
el tema, en el Nuevo Testamento, cf.Jn 19, 11 y
[31] Las ediciones de las catequesis de Cirilo de Jerusalén, presentan con
frecuencia un segundo ejemplar de esta segunda catequesis, deducido de los
códices existentes y en parte a base de conjeturas sobre los mismos (por
ejemplo, PG 33,407-424). No se ha creído aquí necesario ofrecer ninguna de
esas versiones, porque son variantes que probablemente se deben a que están
transcritas en ocasiones diferentes en que se pudo pronunciar la misma
catequesis sobre la conversión.
CATEQUESIS III: EL BAUTISMO
Pronunciada en Jerusalén, trata sobre el bautismo. Toma pie de
Os encamináis hacia el bautismo
1. «¡Aclamad cielos, y exulta, tierra!» (Is 49, 13) por aquellos a los que
habrá que asperger con el hisopo y que serán purificados con el hisopo
intelectual por la fuerza de aquel que en su pasión aceptó el hisopo y la
caña (cf.
Estar bien dispuestos
2. Por tanto, hijos de la justicia, dirigid vuestro modo de obrar a Juan,
que exhorta diciendo: «Rectificad el camino del Señor» Un 1, 23). Quitad
todos los impedimentos y tropiezos para encaminaros derechos a la vida
eterna. Por la fe sincera del alma preparaos unos vasos limpios para recibir
al Espíritu Santo. Comenzad a lavar vuestros vestidos mediante la conversión
para que, llamados al tálamo del esposo, seáis hallados limpios. Pues el
esposo llama a todos sin distinción, ya que se trata de una gracia abundante
(2). Todos son reunidos por la llamada en voz alta de quienes hacen el
anuncio(3), pero él discierne después quiénes entran en esta boda que ya
estaba prefigurada(4). Que no suceda ahora que alguno de los que dieron el
nombre oiga aquello de: «Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin traje de boda?»
(Mt 22,12). Ojalá se os conceda a todos vosotros oír: «¡Bien, siervo bueno y
fiel!; en lo poco has sido fiel, al frente de lo mucho te pondré; entra en
el gozo de tu señor!» (Mt 25,21). Pues hasta ahora os quedabais fuera de la
puerta; que ahora podáis decir todos: «El Rey me ha introducido en sus
mansiones» (Cant 1,3). «Exulta mi alma en mi Dios, porque me ha revestido de
ropas de salvación y con la túnica de la alegría. Me ha puesto, como un
esposo, una diadema, como la novia se adorna con sus aderezos» (Is
61,10)(5). Para que el alma de todos vosotros sea encontrada «sin que tenga
mancha ni arruga ni cosa parecida, sino que sea santa e inmaculada» (Ef
5,27). No me refiero a antes de que consigáis la gracia (pues habéis sido
llamados precisamente a recibir el perdón de los pecados), sino a que,
cuando la gracia se os conceda, no haya nada condenable en vuestra
conciencia que se oponga al bautismo.
Estar preparados
3. Pues se trata de una gran cosa, hermanos, y a ella debéis acercaros con
singular cuidado. Póngase cada uno de vosotros ante Dios en presencia de las
miríadas de los muchos ejércitos de los ángeles. El Espíritu Santo sellará
vuestras almas, pues habréis de ser seleccionados para la milicia del gran
rey(6) . Preparaos, pues, y estad dispuestos, no revestidos de blanquísimos
vestidos materiales, sino de un alma penetrada por la piedad(7). No te
acerques a este lavatorio como si fuera pura y simplemente agua, sino por
atención a la gracia del Espíritu Santo, que se otorga conjuntamente con el
agua. Pues los dones que se ofrecen en los altares de los gentiles, al no
ser otra cosa que lo que son por naturaleza, quedan contaminados por la
invocación de los ídolos. Pero, en nuestro caso, el agua, al invocarse sobre
ella al Espíritu Santo, a Cristo y al Padre, adquiere la fuerza de la
santidad(8).
Renacer en el cuerpo y el alma por el agua y el Espíritu
4. Al estar el hombre compuesto de alma y cuerpo, la purificación es doble:
incorpórea para la parte no corporal, corporal para el cuerpo. Pues a la vez
que el agua limpia al cuerpo, así el Espíritu sella el alma, para que,
asperjados, con el corazón a través del Espíritu y, lavados por el agua,
también con el cuerpo tengamos acceso a Dios (9). El descenderá al agua. Por
eso no debes fijarte en la pobreza del elemento material, pues habrás de
recibir con eficacia la salvación: sin ambas cosas no puedes recibir la
salvación. No soy yo quien lo dice, sino el señor Jesucristo, que es quien
tiene la potestad sobre este asunto, pues él dice: «El que no nazca de
nuevo»(10), añadiendo «de agua y de Espíritu, no puede entrar en el reino de
Dios» (Jn 3,5). Tampoco posee perfectamente la gracia quien es bautizado con
agua, pero no recibe el Espíritu Santo. Incluso si alguien, estando
instruido en las obras de las virtudes, no recibe el sello a través del
agua, tampoco entrará en el reino de los cielos(11). Esta afirmación parece
atrevida, pero no es mía, pues es Jesús quien la ha pronunciado: la prueba
para ella tómala tú de
La salvación a través del agua, en la historia de Israel
5. Pero si alguien desea saber por qué razón se da la gracia a través del
agua, y no por algún otro elemento, lo averiguará examinando las Escrituras.
Ciertamente es gran cosa el agua, el más hermoso de los cuatro elementos
fundamentales del mundo(13). Pues la morada de los ángeles es el cielo; pero
los cielos se componen de agua, la tierra es la sede del hombre y también la
tierra ha brotado de las aguas: formada antes de la constitución en seis
días de todas las cosas creadas, «el espíritu de Dios aleteaba sobre las
aguas» (Gén 1, 2). Principio del mundo es el agua y principio de los
evangelios es el Jordán. La liberación del Faraón tuvo lugar para Israel a
través del mar: la liberación de los pecados la obtiene el mundo por el
lavatorio del agua en la palabra de Dios (cf. Ef 5, 26). Donde quiera que se
establece una alianza entre quienes sea, allí interviene el agua. Fue
después de un diluvio cuando se sancionó la alianza con Noé (Gén 9, 9). La
alianza con Israel se abordó desde el monte Sinaí, pero con lana escarlata e
hisopo (Hebr 9, 19; cf.
La figura de Juan el Bautista
6. El bautismo es el fin de
La predicación de Juan
7. Juan bautizaba en el Jordán y toda Jerusalén se acercaba hasta él gozando
de las primicias de los bautismos(16). Es en Jerusalén donde tienen su
comienzo todos los bienes. Sabed vosotros, jerosolimitanos, cómo los que se
acercaban se dejaban bautizar por él. «Confesando sus pecados», dice (Mt 3,
6). Primeramente mostraban sus heridas, y después él aplicaba la medicina,
confiriendo a los que creían el rescate del fuego eterno. Si quieres que se
te demuestre que el bautismo de Juan libraba de la amenaza del fuego, óyele
a él mismo: «Raza de víboras, ¿quién os ha enseñado a huir de la ira que os
amenaza? (Mt 3, 7). No seas, pues, víbora. Pero si has sido alguna vez raza
de víbora, despójate—está queriendo decir—de tu primitiva condición
pecadora. Pues si una serpiente, al sentir la angustia del envejecimiento,
cambia su piel y, renovándose, se rejuvenece con un nuevo cuerpo, también tu
debes entrar por la puerta estrecha (Mt 7, 13-14) mediante el ayuno que te
libra de la perdición. Despójate del hombre viejo con sus obras (Col 3, 9b)
y di aquello del Cantar de los Cantares: «Me he quitado mi túnica, ¿cómo
ponérmela de nuevo?». Pero tal vez hay entre vosotros algún simulador al
acecho del favor de los hombres, que simule piedad pero no crea de corazón,
sino que más bien imita la hipocresía de Simón Mago. Ese no viene hasta aquí
para recibir la gracia, sino para husmear qué se le va a dar. Escuche
también éste a Juan: «Ya está puesta el hacha a la raíz de los árboles. Todo
árbol que no dé buen fruto será cortado y arrojado al fuego» (Mt 3, 10).
Suprime la simulación, pues el juez es inexorable.
Dar frutos de conversión
8. ¿Qué es, pues, lo que hay que hacer? ¿Cuáles son los frutos de la
penitencia? «El que tenga dos túnicas, que las reparta con el que no tiene»
(Lc 3,11 )(17) y «el que tenga para comer, que haga lo mismo». ¿Deseas
disfrutar de la gracia del Espíritu Santo, y no te consideras digno de los
que son pobres en alimentos sensibles? ¿Quieres las cosas grandes y no te
comunicas en las pequeñas? Aunque hayas sido publicado y te hayas dado a la
fornicación, ten esperanza en la salvación. «Los publicanos y las rameras
llegan antes que vosotros al Reino de Dios» (Mt 21, 31). De ello es testigo
también Pablo cuando dice: «Ni los impuros, ni los idólatras, etc...,
heredarán el Reino de Dios. Y tales fuisteis algunos de vosotros. Pero
habéis sido lavados, habéis sido santificados» (I Cor 6, 9-11). No dice:
«Algunos habéis sido», sino «esto habéis sido». Se puede perdonar el pecado
cometido por ignorancia, pero será condenando quien persevere en el mal.
Bautismo «en Espíritu Santo y fuego»
9. Para una mayor alabanza del bautismo tengo que referirme ya al mismo Hijo
de Dios, pues de los hombres no puedo ya decir nada. Grande es realmente
Juan, pero no si se le compara al Señor. Fuerte es su palabra, pero no en
comparación con la palabra del Verbo. ¿Qué es un ilustre portavoz en
comparación al rey? Bueno es quien bautiza en agua, pero ¿qué es en
comparación con quien bautiza en Espíritu Santo y fuego? (Mt 3, 11). En
Espíritu Santo y fuego bautizó el Salvador a los apóstoles cuando «de
repente vino del cielo un ruido como el de una ráfaga de viento impetuoso,
que llenó toda la casa en la que se encontraban. Se les aparecieron unas
lenguas como de fuego que se repartieron y se posaron sobre cada uno de
ellos; quedaron todos llenos del Espíritu Santo» (Hech 2, 2-4).
El martirio puede ser bautismo
10. Si alguno no recibe el bautismo, no obtiene la salvación. Sólo se
exceptúan los mártires que, incluso sin el agua, reciben el reino. Pero el
que salvó al mundo mediante la cruz dejó brotar sangre y agua de su costado
traspasado (Jn 19, 34), para que unos, en tiempos de paz, fuesen bautizados
con el agua, mientras otros, en épocas de persecución, fuesen bautizados con
su propia sangre. Pues también el Salvador dio al martirio el nombre de
bautismo al decir: «¿Podéis beber el cáliz que yo voy a beber, o ser
bautizados con el bautismo con que yo voy a ser bautizado?» (Mc 10, 38)(18).
Y realmente los mártires confiesan, convertidos en «espectáculo para el
mundo, los ángeles y los hombres» (
El bautismo de Jesús
11. Jesús santificó el bautismo cuando él fue bautizado. Si el Hijo de Dios
se hizo bautizar, ¿quién podrá despreciar el bautismo sin faltar a la
piedad? Pues no fue bautizado Jesús para recibir el perdón de los pecados
(pues estaba libre del pecado), sino que, a pesar de ello, fue bautizado
para otorgar la gracia y la dignidad Divina a quienes se bautizan. Pues «así
como los hijos participan de la sangre y de la carne, participó él también
de las mismas» (Hebr 2, 14), para que, hechos partícipes de su presencia
corporal, también tuviésemos parte en su gracia: para eso se hizo bautizar
Jesús, para que por ello la consiguiésemos, por la comunión en la misma
realidad, junto con el honor de la salvación. Según el libro de Job, había
una bestia en las aguas capaz de engullir el Jordán con su boca (cf.
También tú descenderás al agua del bautismo
12. Desciendes al agua llevando los pecados, pero el alma queda sellada por
la invocación de la gracia. Ello te libra de ser absorbido por la bestia
salvaje. Has descendido muerto en tus pecados, pero asciendes vivificado en
la justicia (Rm 6, 11). Si has sido injertado en una muerte semejante a la
del Salvador, también serás considerado digno de su resurrección (Rm 6, 5).
Pues Jesús murió tomando sobre sí todos los pecados del mundo para, tras
aniquilar el pecado, resucitarte en la justicia. También tú, descendiendo al
agua, y sepultado en cierto modo en ella como él estuvo en el sepulcro, eres
resucitado caminando en novedad de vida.
El bautismo te dará la fuerza para la lucha
13. Después, cuando Dios te haya concedido aquella gracia, te hará posible
luchar contra las potestades contrarias. Así como él, después del bautismo,
fue tentado durante cuarenta días. Y no porque no pudiese salir antes
vencedor, sino porque quería hacer todas las cosas ordenada y sucesivamente.
También tú, antes del bautismo, temías encontrarte con tus adversarios. Pero
después que has recibido la gracia, confiado en las armas de la justicia,
lucha ahora y, si quieres, anuncia el Evangelio.
Jesús comienza tras el bautismo su tarea de evangelización
14. Jesucristo era Hijo de Dios. Sin embargo, no evangelizaba antes de
recibir el bautismo. Si el mismo Señor administraba los momentos con un
cierto orden, ¿acaso debemos nosotros, que somos siervos, atrevernos a algo
fuera de ese orden? Jesús comenzó su predicación cuando «descendió sobre él
el Espíritu Santo en forma corporal, como una paloma» (Lc 3, 22). No quiere
decir que Jesús fuese el primero en verlo (pues lo conocía antes de que
apareciese en forma corporal). Lo importante era entonces que lo viese Juan.
Pues dice: «Yo no le conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me
dijo: Aquel sobre quien veas que baja el Espíritu y se queda sobre él, ése
es...» (Jn 1, 33)(21). Y también sobre ti, si tienes una piedad sincera,
descenderá el Espíritu Santo y la voz del Padre descenderá desde lo alto
sobre ti; no, «Este es mi Hijo» (Mt 3, 17), sino «Ese ha sido hecho ahora
hijo mío»(22). Sólo de él (Jesús) se ha dicho: «En el principio existía
Convertirse para hacerse bautizar y recibir el don del Espíritu Santo
15. Prepara, pues, el receptáculo de tu alma para que seas hecho hijo de
Dios, y ciertamente heredero de Dios, coheredero de Cristo (Rm 8, 17). Lo
conseguirás si te preparas para lograrlo: acercándote por la fe para
conseguir una firme convicción, dejando a un lado el hombre viejo. Pues se
te perdonará todo el mal que hayas hecho, la fornicación, el adulterio o
cualquier otra clase de maledicencia y pecado. ¿Qué mayor pecado que haber
crucificado a Cristo? Pues también esto lo expía el bautismo. Pues al
acercase aquellos tres mil que habían crucificado al Señor, les hablaba
Pedro(23) y, cuando preguntaron: «¿Que hemos de hacer, hermanos?» (Hech 2,
37), nos advertiste, oh Pedro, de nuestra ruina, diciendo: «Matasteis al
Jefe que lleva a la vida» (Hech 3, 15). ¿Qué emplasto se colocará en la
herida? ¿Cómo se limpiará tanta suciedad? ¿Cuál será la salvación para tanta
perdición? Respondió él: «Convertíos y que cada uno de vosotros se haga
bautizar en el nombre de Jesucristo, para remisión de vuestros pecados; y
recibiréis el don del Espíritu Santo» (Hech 2, 38). ¡Oh inenarrable
clemencia de Dios! No esperan salvación alguna, pero se les agracia con el
don del Espíritu Santo. Ya ves qué poder tiene el bautismo. Si alguno de
vosotros crucificó a Cristo con palabras blasfemas, o si alguno por
ignorancia lo negó ante los hombres o si, finalmente, alguno por sus malas
acciones hizo que se maltratase la verdad, ese tal conviértase y tenga
esperanza, pues la gracia permanece activa.
Confianza en la misericordia de Dios
16. «Confía, Jerusalén: el Señor suprimirá tus pecados» (Sof 3, 14-15)(24).
«El Señor limpiará la inmundicia de sus hijos e hijas, con viento justiciero
y viento abrasador» (Is 4, 4). Derramará sobre vosotros agua pura y seréis
purificados de todo vuestro pecado (cf. Ez 36, 25). Llegarán hasta vosotros
los coros angélicos y dirán: «¿Quién es ésta que sube del desierto, apoyada
en su amado?» (Cant 8, 5). El alma que antes era esclava cuenta ahora al
Señor como su amado. Y éste, al recibirla, exclamará: ¡Qué bella eres, amada
mía, qué bella eres!... tus dientes, un rebaño de ovejas de esquileo» (Cant
4, 1, 2), ello como confesión que ha brotado del dictado de la conciencia. Y
también se dice: «Todos los partos serán dobles» (Cant 4, 2), porque se
trata de una doble gracia: me refiero a que se consigue por el agua y el
Espíritu, y se anuncia en la antigua y en la nueva Alianza. Haga Dios que
todos vosotros, realizando este ayuno(25) y teniendo bien en cuenta lo que
se dice, «fructificando en toda obra buena» (Col 1, 10), manteniéndoos en
pie ante el Esposo con corazón irreprensible, consigáis el perdón de los
pecados de parte de Dios, a quien sea la gloria con el Hijo y en el Espíritu
Santo por los siglos. Amén.
NOTAS
[1] Cirilo parece estar aludiendo al conocimiento que Cristo tiene de lo
íntimo del hombre y, por consiguiente, el conocimiento que de sí mismo y de
los demás tiene el que se acerca a Cristo de modo tan íntimo como puede
serlo a través del bautismo. En esta línea es útil recordar I Cor 2, quizá
especialmente 2, 10-16: «Porque a nosotros nos lo ha revelado Dios por medio
del Espíritu; y el Espíritu todo lo sondea, hasta las profundidades de Dios.
En efecto, ¿qué hombre conoce lo íntimo del hombre sino el espíritu del
hombre que está en él? Del mismo modo, nadie conoce lo íntimo de Dios, sino
el Espíritu de Dios. Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo,
sino el Espíritu que viene de Dios, para conocer las gracias que Dios nos ha
otorgado, de las cuales también hablamos, no con palabras aprendidas de
sabiduría humana, sino aprendidas del Espíritu, expresando realidades
espirituales en términos espirituales. El hombre naturalmente no capta las
cosas del Espíritu de Dios; son necedad para él. Y no las puede conocer,
pues sólo espiritualmente pueden ser juzgadas. En cambio, el hombre de
espiritu lo juzga todo; y a él nadie puede juzgarle. Porque "¿quién conoció
la mente del Señor para instruirle!" (Is 40, 13). Pero nosotros tenemos la
mente de Cristo».
[2] El bautismo es considerado aquí como gracia (cháris) o don.
[3] La expresión griega habla de «anunciadores» o, mejor, «pregoneros» (la
versión latina habla de pracconum), refiriéndose expresamente a quienes
anuncian el kerygma (megalofónon kerykon toné).
[4] Vid. procat., núm. 3.
[5] Se tiene en cuenta el texto mismo de las catequesis.
[6] Téngase en cuenta lo dicho ya varias veces sobre el «Carácter», referido
al bautismo y a la confirmación (o ambos sacramentos a la vez). Para la
comprensión de toda la frase debe incluirse también el hecho de que el
«carácter» con el que se podía «sellar» en una tropa a los soldados era
expresión del compromiso de un soldado con su señor. En la patrística
latina, en la que Tertuliano pone definitivamente en circulación el término
sacramentum, este término proviene originariamente, con un importante matiz
religioso, del compromiso juridico-militar contraído por el soldado con su
jefe.
[7] Cf. cat. 4, núm. 18.
[8] Probablemente se está refiriendo Cirilo a la bendición del agua previa a
la administración propiamente dicha del bautismo. Puede referirse también
simplemente al hecho central de la colación del bautismo en el nombre del
Padre, del Hijo y del Espíritu, pero es tal vez más probable lo anterior.
[9] Cf Hebr 10,22; «... Acerquémonos con sincero corazón, en plenitud de fe,
purificados los corazones de conciencia mala y lavados los cuerpos con agua
pura».
[10]
[11] Cf el caso, sin embargo, del bautismo de los mártires en el núm. 10 de
la presente catequesis.
[12] El razonamiento de Pedro había sido previamente (10,47): «¿Acaso puede
alguno negar el agua del bautismo a éstos que han recibido el Espíritu Santo
como nosotros?». En esta acción de Pedro es también el sello del bautismo el
que reafirma el buen camino en que se encuentra Cornelio, lo cual ya había
quedado atestiguado por el descenso del Espíritu sobre él y su gente. Todo
el episodio y sus consecuencias es el bautismo de los primeros cristianos
procedentes de la gentilidad , en Hch 10,1-11,18. Un cierto parecido guarda
el episodio más tardío de Hch 19, 1 -7.
[13] Mención de la concepción filosófica, muy extendida en la antigüedad y
ya vulgarizada más que auténticamente defendida en la época de las
catequesis de Cirilo, según la cual son cuatro los elementos del mundo
(aire, agua, tierra y fuego). La cuestión es para el dogma cristiano
prácticamente irrelevante mientras no lleve a la negación del elemento
espiritual del hombre. Alusión a elementos fundamentales del mundo se
encuentra en cat. 9, núm. 5. Evidentemente, en ésta y en otras afirmaciones
la concepción cosmológica del mundo es antigua. Lo decisivo, no obstante, en
las imágenes de Cirilo es el simbolismo del agua bautismal que se expone
inmediatamente a continuación.
[14] Alusión también, según el relato de Éxodo, al rito de lo que seria
[15] Éx 40,7: «Pondrás la pila entre
[16] Se prefiere dejar el plural «de los bautismos» del original, pues ayuda
a comprender la sustancial diferencia entre el «bautismo de conversión» de
Juan (Lc 3,2), que se queda más bien en los límites de lo simbólico, y la
novedad de la eficacia del bautismo de Jesús. Pero sería un error desconocer
la importancia real del bautismo de Juan.
[17] El mismo Cirilo hace aquí, como si se trátese de una nota, la siguiente
observación: «Creíble era aquel maestro, puesto que era el primero en
practicar lo que enseñaba y no hacia lo que le prohibía su conciencia».
[18] Como recuerda la nota de
[19] Cf Ez 29,3, donde se menciona a «Faraón, rey de Egipto, gran cocodrilo,
recostado en medio de sus Nilos» (la imagen se prolonga en los versículos
siguientes; cf. Ez 32, 1ss.). Los textos de Ezequiel evocan la victoria en
el agua sobre Satanás. Desde ese punto «las cabezas machacadas del dragón»
pueden interpretarse como la victoria sobre el diablo que se consigue a
través del agua bautismal.
[20] Cf. la descripción del Leviatán en
[21] Cirilo no transcribe completo
[22] Vid. más abajo cat. 11l,9.
[23] Los «tres mil» es mención de Hech 2,41. Pero la aseveración de que
éstos «habían crucificado al Señor» supone las afirmaciones de Hch 2,23;
«... Vosotros le matasteis clavándole en la cruz por mano de los impíos».
[24] La versión que se da de Sof responde a la forma como Cirilo cita al
profeta.
[25] Se trata del ayuno de los cuarenta días de
CATEQUESIS IV: LOS DIEZ DOGMAS
Pronunciada en Jerusalén, trata de los «diez dogmas». Se parte de
Finalidad: la catequesis sobre los dogmas es necesaria para evitar la
desorientación
1. El vicio imita a la virtud y la cizaña pretende pasar por trigo, porque
en el aspecto es ciertamente semejante al trigo, pero los entendidos la
distinguen por el gusto. También el diablo se transforma en ángel de luz (2
Cor 11, 14), no para volver a donde estuvo (pues su corazón es inflexible
como un yunque, sin posibilidad de un nuevo arrepentimiento), sino para
envolver en la niebla de la ceguera y en el pestilente estado de la
incredulidad a quienes llevan una vida semejante a la de los ángeles. Muchos
van como lobos vestidos de oveja, pero con uñas y dientes de otra clase:
vestidos de piel suave, disfrazándose con tal aspecto ante los sencillos,
arrojan por sus dientes el mortal veneno de la impiedad. Por eso nos es
necesaria la gracia para observar con mirada vigilante y aguda, no sea que,
comiendo cizaña en lugar de trigo, caigamos en el vicio por ignorancia o
que, creyendo que es oveja quien es lobo, nos convirtamos en su presa. Como
también podría ser que, tomándolo por un ángel bienhechor, cuando es en
realidad el diablo artífice de la ruina, seamos devorados por él. Pues «está
rondando como león rugiente, buscando a quien devorar», como dice
Además de las buenas obras, se requieren creencias correctas
2. Pues la piedad consta de dos cosas, los sagrados dogmas y las buenas
obras: ni es agradable a Dios la doctrina sin buenas acciones, ni Dios
acepta las obras separadas de las creencias religiosas. ¿Qué utilidad tiene
el recto sentir acerca de Dios si se fornica deshonestamente? Y, a la
inversa, ¿de qué sirve obrar con pudor —lo que en sí es correcto si luego se
blasfema impíamente? Por consiguiente, es de gran valor el conocimiento que
se pueda tener de los dogmas. Para ello es necesario tener una mente
vigilante, como quiera que hay quienes obtienen su botín por medio de la
filosofía y vanas falacias (Col 2, 8). Los gentiles seducen a diversas
realidades mediante un hablar suave, pues «miel destilan los labios de la
meretriz» (Prov 5, 3). Y quienes provienen de la circuncisión engañan a
quienes se les acercan con falsas interpretaciones de la sagrada Escritura
(cf. Tit 1, 10-11), comentándola desde su infancia hasta su vejez y
envejeciendo en la ignorancia de la realidad (cf.
Se procederá ordenadamente
3. Pero antes de transmitiros aquello que pertenece a la fe, creo que haré
bien enunciando en un breve compendio los temas fundamentales de las
verdades necesarias, no sea que por las muchas cosas que hay que decir o por
la misma duración de toda la santa Cuaresma pierdan la memoria del conjunto
quienes entre vosotros tengan una mente más sencilla. Enumerando ahora por
capítulos, no olvidaremos lo que después se ha de tratar más ampliamente.
Llévenlo con paciencia los que tienen hábitos mentales más perfectos y unos
sentidos más ejercitados en la distinción entre el bien y el mal, pues oirán
un exordio muy simple y una introducción suave, para que a la vez obtengan
provecho aquellos que necesitan de la catequesis y quienes ya tienen ciencia
se alegren de recuperar en su memoria lo que ya sabían.
ACERCA DE DIOS (dogma I)
5. El Padre de Nuestro Señor Jesucristo no está circunscrito a un lugar ni
es menor que el cielo, pero los cielos son obra de sus dedos (cf. Sal 8, 4)
y toda la tierra se contiene en su puños. Está a la vez en el interior y
fuera de todas las cosas. Y no creas que el sol le supera a él en
luminosidad o es siquiera igual. Pues quien hizo el sol debe ser sin
comparación mucho mayor y luminoso(6). Tiene conocimiento previo de las
cosas futuras y es más potente que todas ellas, todo lo sabe y todo lo hace
según su voluntad: no está sujeto a la sucesión de las cosas ni a lo que
marcan los astros, al azar o a la necesidad del hado. Es perfecto en todas
las cosas y posee por igual toda clase de virtud. Ni disminuye ni se
agranda, sino que se mantiene siempre igual y del mismo modo. Ha preparado
castigo a los pecadores y la corona a los justos.
6. Ahora bien, puesto que muchos se han apartado de modos diversos del único
Dios: algunos hicieron Dios al sol para permanecer sin Dios durante la
noche; otros a la luna para no tener Dios durante el día; otros hicieron
Dios a otras partes del mundo; algunos a las artes y otros a los alimentos o
a sus pasiones. Unos enfermaron por el amor de las mujeres, otros
consagraron a Venus una imagen solemnemente colocada y, bajo esta apariencia
visible, prestaron adoración a los vicios y afectos de su alma. Hubo
quienes, atónitos ante el fulgor del oro, juzgaron que éste y otros
materiales eran dioses(7) . Pero si alguno graba bien en su interior la
doctrina de que Dios es el principio único y cree en él de corazón, impedirá
el atropello y el ímpetu de los vicios de la idolatría y del error de los
herejes(8). Por tanto, pon por la fe este primer dogma (9) en tu alma.
ACERCA DE CRISTO (dogma II)
7. Cree también en el solo y único Hijo de Dios, nuestro Señor Jesucristo,
Dios engendrado de Dios, engendrado como vida de la vida, como luz de luz,
semejante en todo al Padre(10), que no comenzó a existir en el tiempo, sino
que fue engendrado desde la eternidad antes de todos los siglos y antes de
todo lo que se pueda pensar. El es la sabiduría, el poder de Dios y la
justicia en persona(11), y está sentado a la derecha del Padre antes de
todos los siglos. Pues no fue coronado por Dios, como algunos pensaron
después de su pasión ni se sentó a su derecha como premio a su paciencia. En
realidad tiene la dignidad regia desde el comienzo de su existencia (aunque
ha sido engendrado desde toda la eternidad): siendo Dios, su sabiduría y su
potestad, se sienta junto al Padre, como ya se ha dicho; reina juntamente
con el Padre y lo gobierna todo con él. Nada absolutamente le falta de la
dignidad divina(12) y tiene un conocimiento perfecto de aquel por quien ha
sido engendrado como él es a su vez conocido por quien le engendró (cf.
8. Pero no separes al Hijo del Padre ni creas, al relacionarlos, en una
«filio-paternidad» como mezcla de uno y otro. Cree, en cambio, en que es el
Hijo unigénito de Dios, Dios-Palabra antes de todos los siglos(13). Pero no
es palabra que, una vez pronunciada, se perdió en el aire ni semejante a las
palabras que carecen de consistencia sólida y propia: es
9. Cree también que el unigénito Hijo de Dios descendió del cielo a la
tierra por causa de nuestros pecados, asumiendo nuestra humanidad, sujeta a
las mismas debilidades a las que nosotros estamos sometidos; que nació de
una santa Virgen, y por obra del Espíritu Santo. Esta humanidad la asumió,
no según una apariencia o mediante algún tipo de ficción, sino de modo
verdadero. Ni a través de una virgen, como arrastrado a lo largo de un
canal, sino habiéndose encarnado verdaderamente desde ella (y verdaderamente
alimentado de ella con leche), comiendo y bebiendo además verdaderamente
como nosotros. Porque si la asunción de la naturaleza humana fue un fantasma
(y un engaño visual), también la salvación habría sido un engaño. (Doble era
Cristo: hombre en lo que podía verse, y Dios en lo que quedaba oculto)(15).
En cuanto hombre, comía verdaderamente como nosotros, pues experimentaba
estados corporales semejantes a los nuestros; pero, en cuanto Dios,
alimentaba con cinco panes a cinco mil hombres (Mt 14, 17-21). En cuanto
hombre, murió verdaderamente, pero en cuanto Dios llamó a la vida a un
muerto ya de cuatro días (Jn 11, 39-44). Como Dios, caminó también
tranquilamente sobre las aguas.
ACERCA DE
10. Fue verdaderamente crucificado por nuestros pecados(16). Pero si quieres
negarlo, te convencerá este conocido lugar, este dichoso Gólgota en el que
estamos congregados por causa del que fue clavado en la cruz: todo el orbe
está lleno de los pedazos en que ha sido cortado el leño de la cruz. Pero no
fue crucificado por sus pecados, sino para que fuésemos liberados de los
nuestros propios. Fue entonces despreciado por los hombres, golpeado como
hombre con bofetadas (Mt 26, 27). pero la creación lo reconoció como Dios,
pues, al ver el sol a Dios sujeto a la ignominia, se ocultó temeroso no
pudiendo soportar el espectáculo (Lc 23, 45).
La sepultura
11. Se le colocó, como hombre, en un monumento en la roca (Mt 27, 60), pero
las piedras, al temblar, se resquebrajaron (Mt 27, 51). Descendió al sheol,
para rescatar allí a los justos(17). ¿Querías acaso, te pregunto, que los
vivos gozasen de la gracia de Dios sin ser muchos de ellos santos? ¿Que no
consiguiesen la libertad quienes estaban prisioneros largo tiempo desde
Adán? El profeta Isaías anunció con voz excelsa muchas cosas acerca de él.
¿No querías, pues, que el rey los liberase descendiendo con su anuncio? Allí
estaban David, Samuel y todos los profetas. E incluso el mismo Juan, que
decía por sus enviados: «¿Eres tú el que ha de venir, o debemos esperar a
otro?» (Mt 11, 3). ¿No desearías que, descendiendo, liberase a esos hombres?
12. Pero quien había descendido a los infiernos(18), subió de nuevo. Y
Jesús, que había sido sepultado, resucitó verdaderamente al tercer día. Si
alguna vez te sientes vejado por los judíos, replícales recordándoles que
Jonás salió de la ballena al cabo de tres días (Jon 2,1,11;
13. Una vez que Jesús terminó el curso de sus sufrimientos y liberó a los
hombres de sus pecados, ascendió en una nube (Hech 1, 9) recogido de nuevo
en los cielos; los ángeles estaban junto al que ascendía y los apóstoles
contemplaban. Pero si alguien desconfía de lo que decimos, crea en virtud y
por el poder de las cosas que ahora se ven. Pues cuando los reyes mueren,
pierden con la vida su poder, pero Cristo crucificado es adorado por todo el
orbe(21). Anunciamos a un crucificado y tiemblan los demonios. Muchos han
sido en las diversas épocas clavados a una cruz. Pero ¿acaso hizo huir al
demonio la invocación de algún otro crucificado que no fuese él?
14. Por consiguiente, no nos avergoncemos de la cruz de Cristo y, si ves a
alguien que la esconda, haz tú con ella la señal en tu frente para que los
demonios, viendo el signo regio, huyan lejos aterrados(22). Haz este signo
al comer y al beber, cuando te sientes, te acuestes y te levantes, al hablar
y cuando estés andando; en una palabra, en toda circunstancia. Pues aquel
que aquí fue crucificado, está ahora arriba en los cielos(23). Pues si,
después de crucificado y sepultado, se hubiese quedado en el sepulcro, tal
vez habría que ruborizarse; pero el que fue clavado en el Gólgota a la cruz,
desde la tumba mirando al Oriente en el monte de los Olivos (Zac 14, 4)
ascendió en el monte al cielo (Lc 24,50-51; Hech 1, 12: «Desde el monte
llamado de los Olivos»). Descendiendo de la tierra a los infiernos(24) y
vuelto de allí hasta nosotros, retornó desde nosotros de nuevo al cielo,
aclamándole el Padre y diciendo: «Siéntate a mi derecha hasta que ponga a
tus enemigos por escabel de tus pies» (Sal 110,1).
EL JUICIO VENIDERO (dogma VI)
15. Este Jesucristo que ascendió vendrá de nuevo del cielo, no de la tierra.
He dicho «no de la tierra», pues de la tierra sí han de venir en este tiempo
muchos anticristos (cf. I
EL ESPÍRITU SANTO (dogma VII)
16. Cree también en el Espíritu Santo y piensa de él lo que has aceptado del
Padre y del Hijo, y no según los que enseñan cosas erróneas sobre él(26).
Aprende por tanto que este Espíritu Santo es uno y, además, indiviso y
omnipotente. Al realizar muchas cosas, no obstante, no se divide. Conoce los
misterios, todo lo escruta, hasta las profundidades de Dios; descendió sobre
el Señor Jesucristo en forma de paloma (cf. Lc 3, 22), había estado actuante
en la ley y los profetas, pero también ahora sella tu alma con ocasión del
bautismo(27): de su santidad necesita ahora toda la naturaleza racional y,
si alguien se atreviere a blasfemar contra él, no se le perdonará ni en este
mundo ni en el venidero (Mc 3, 29 par.). Juntamente con el Padre y el Hijo
posee el honor y la gloria de la divinidad; también de él necesitan los
tronos y las dominaciones, los principados y las potestades(28). Pues sólo
hay un Dios, Padre de Cristo; y hay un solo Señor Jesucristo, Hijo único de
Dios; y un solo Espíritu Santo, que todo lo santifica y lo deifica, y que
habló en
17. Ten siempre esta señal en tu mente, pues a ella se le está anunciando
todo esto de modo sumario; pero si Dios lo permite, todo lo explicaremos más
ampliamente, según nuestras fuerzas, demostrándolo según las Escrituras.
Pues, acerca de los divinos y santos misterios de la fe, no debe
transmitirse nada sin las Sagradas Escrituras, ni deben aducirse de modo
temerario cosas simplemente probables y apoyadas en argumentos construidos
con palabras artificiosas. Y no creas, pues, que voy a proceder de este
modo, sino probando por las Escrituras lo que te anuncio. Pues esta fe, a la
cual debemos nuestra salvación, no recibe su fuerza de los comentarios y las
disputas, sino de la demostración por medio de
SOBRE EL ALMA (dogma VIII)
18. Tras el conocimiento de esta venerable, gloriosa y santísima fe, debes
conocerte también a ti mismo: ¿Quién eres tú?(29). Como hombre, tú has sido
hecho compuesto de alma y cuerpo y, según se ha dicho poco antes(30), el
mismo Dios es autor de tu alma y de tu cuerpo. Debes saber también que
tienes un alma libre que es obra maestra de Dios, hecha a imagen de su
creador: inmortal por causa de Dios que le confiere la inmortalidad; un ser
vivo dotado de razón y libre de la corrupción por causa de quien le otorgó
todo ello; con capacidad de hacer lo que desee.
Pues tú no pecas por la posición de los astros cuando naciste(31) ni te ves
enredado en la fornicación de modo fatal, ni tampoco, según deliran algunos,
te fuerza la conjunción de los astros a caer en la lascivia contra tu
voluntad. ¿Por qué, al no querer reconocer tus propios males, atribuyes tu
culpa a los astros inocentes? Y no me hables, después de todo esto, de los
astrólogos, pues dice de ellos
20. El alma es inmortal. Y son semejantes todas las almas: tanto de los
hombres como de las mujeres. Sólo son diferentes los miembros de los
cuerpos. No existe una clase de almas pecadoras por naturaleza y otras que
actúen debidamente, pues todas actúan según su voluntad y el albedrío de
cada una, mientras no hay diversidad en la sustancia de las almas y es
semejante en todas ellas.
En fin, me doy cuenta de que he dicho muchas cosas y que se nos está pasando
el tiempo. Pero, ¿qué deberá anteponerse a la salvación? ¿No serás capaz de
esforzarte un poco para obtener fuerzas frente a los herejes? ¿Y no quieres
conocer los desvíos del camino para no caer, por imprudencia, en el
precipicio? Quienes estas cosas te enseñan, no piensan obtener la más mínima
ganancia con que tú las aprendas. Y tú, que eres el que las aprendes, ¿no
deberás acoger de buen grado la multitud de cosas que se dicen?
21. El alma es libre y dueña de sí misma. El diablo puede ciertamente
sugerir, pero no puede forzarla a actuar privándola de la voluntad. Cuando
viene a ti el pensamiento de la fornicación, si quieres, lo admites, pero no
si lo rechazas. Pues si tuvieras necesariamente que fornicar, ¿por qué
motivo habría preparado Dios la gehenna? Si por naturaleza hace lo recto, y
no libremente, ¿con qué fin habría dispuesto Dios premios inefables? Mansa
es la oveja, pero nunca ha sido coronada por su mansedumbre, puesto que esa
mansedumbre no le viene por determinación de su voluntad, sino por su modo
de ser.
SOBRE EL CUERPO (dogma IX)
22. Ya has oído, querido, bastantes cosas acerca del alma; si puedes,
escucha ahora también acerca del cuerpo. Y no pienses lo que algunos dicen
de que el cuerpo no lo ha hecho Dios, y creen que el alma habita en él como
en un recipiente que le es ajeno, inclinándose por tal motivo a la práctica
de la fornicación33. ¿Qué es lo que ellos recriminan al cuerpo admirable?
¿Qué es lo que le falta de decencia y armonía? ¿Qué es lo que carece de
estética en su estructura? ¿No deberán caer en la cuenta tanto de la
espléndida configuración de los ojos como de la posición oblicua de los
oídos, para poder oír sin dificultad, o del olfato capaz de distinguir
olores o también los aromas suaves, o en la doble capacidad de la lengua
para gustar de las cosas y para poder hablar, sin olvidar la capacidad
pulmonar para respirar el aire sin cesar? ¿Quién dio al corazón su
movimiento continuo? ¿Quién anudó los nervios a los huesos de modo tan
sabio? ¿Quién asignó una parte del alimento a la reparación de las fuerzas
de la naturaleza, destinando otra a la defecación, haciendo cubrir
pudorosamente las partes menos nobles? ¿Quién es el que hizo que la débil
naturaleza humana pudiese perpetuarse mediante una sencilla unión?
23. Y no me digas que el cuerpo es causa del pecado(33)(34). Pues si el
cuerpo es la causa del pecado, ¿por qué no pecan los muertos? Coloca una
espada a la derecha de un hombre que haya muerto hace poco, no matará a
nadie. Ya pueden desfilar, ante un joven recientemente muerto toda clase de
hermosuras; no experimentará ninguna lascivia. ¿Por qué? Porque el cuerpo no
peca por sí mismo; es el alma quien peca por medio del cuerpo. El cuerpo es
como el instrumento del alma, como si fuese vestido y su abrigo: se hace
inmundo si es ella la que lo mueve a la fornicación; pero si se une a un
alma santa, se convierte en templo del Espíritu Santo. Y no lo digo esto yo,
sino el apóstol Pablo: «¿No sabéis que vuestro cuerpo es santuario del
Espíritu Santo, que está en vosotros?» (I Cor 6, 19). Respeta, por tanto, tu
cuerpo como templo del Espíritu Santo. No manches tu carne con la
fornicación; no ensucies este vestido tuyo hermosísimo. Pero si lo
ensuciaste, lávalo ahora por la penitencia: hazlo mientras todavía hay
tiempo.
24. En lo referente a la castidad, ponga atención sobre todo el orden de los
monjes y de las vírgenes(35), que viven en el mundo una vida semejante a la
de los ángeles, pero escuche también todo el pueblo de
25. Tampoco debes, si cumples perfectamente el deber de la castidad,
engreírte frente a los que, unidos en matrimonio, siguen un inferior estado
de vida. Como dice el Apóstol, «tened todos en gran honor el matrimonio, y
el lecho conyugal sea inmaculado» (Hebr 13, 4). Además, tú que vives
íntegramente la castidad, ¿acaso no has nacido de padres casados? No porque
poseas oro, desprecies la plata, sino que posean esperanza plena también los
que viven legítimamente en matrimonio, puesto que no viven licenciosamente
su unión en la pasión y el desenfreno, sino de acuerdo con lo que debe ser,
concediéndose a veces tiempos para dedicarse a la oración (cf. I Cor 7, 5);
estos tales ofrecen sus cuerpos puros, juntamente con su vestimenta, en las
asambleas de
26. No hay que reprobar, defendiendo un matrimonio único, a quienes se
deciden por segundas nupcias. Pues aunque la continencia es cosa hermosa y
admirable tampoco hay que ignorar la debilidad de la carne, lo que se puede
remediar con un segundo matrimonio. El Apóstol dice, en efecto: (A los
débiles y a las viudas) «bien les está quedarse como yo. Pero si no pueden
contenerse, que se casen; mejor es casarse que abrasarse» (I Cor 7, 8-9). Y
deséchese todo lo demás, la fornicación, el adulterio y toda clase de
lascivia; pero consérvese el cuerpo puro para el Señor, para que también el
Señor respete el cuerpo. Nútrasele (al cuerpo) con alimentos para vivir y
dénsele los cuidados adecuados, pero no para que se entregue a los placeres.
Sobre los alimentos
27. Estas deben ser vuestras normas sobre los alimentos; de hecho hay muchos
que tienen problemas con esa cuestión. Pues unos se manejan sin problemas
con lo sacrificado a los ídolos, otros se abstienen, por razones de práctica
de la vida ascética, de algunas de las cosas ofrecidas y condenan a quienes
las comen(36), y así se mancha de modos diversos el alma de algunos con
respecto a los alimentos (I Cor 8, 7), al ignorar las causas válidas para
comer o abstenerse. Ayunamos de vino y nos abstenemos de carnes, no porque
por motivos religiosos los aborrezcamos, sino en la expectativa de la
gratuidad, de modo que, despreciando lo sensible, gocemos del banquete
espiritual y verdadero. De modo también que, sembrando ahora en lágrimas,
recojamos la cosecha de la alegría en el mundo venidero (cf. Sal 126, 5-6).
No despreciéis, por tanto, a los que comen, pues toman alimento por la
debilidad de sus cuerpos; tampoco reprendas a los que toman un poco de vino
por su estómago y sus frecuentes enfermedades(37), ni los condenes como
pecadores; tampoco odies las carnes, pues algunos tales había conocido el
Apóstol cuando decía que «prohíben el matrimonio y el uso de alimentos que
Dios creó para que fueran comidos con acción de gracias por los creyentes»
(I Tim 4, 3). Por consiguiente, si tú te abstienes de estas cosas, no lo
hagas como si fuese abominable, pues si así fuese no obtendrías la gracia;
más bien déjalas, aun siendo buenas, por lo más auténtico que se te propone,
que es mucho mejor.
28. Evita totalmente comer lo que fue ofrecido a los ídolos, pues no se
trata de que lo diga yo actualmente, sino que de tales alimentos se
preocuparon los mismos Apóstoles y, en aquella época, incluso Santiago,
obispo de esta Iglesia; pues los apóstoles y presbíteros escribieron una
epístola a todos los gentiles con la finalidad de que se abstuviesen primera
y principalmente de lo inmolado, pero también de la sangre y de lo ahogado
(Hech 15,
Sobre el vestido
29. Lleva un vestido sencillo, y no como ornato sino para cubrirte lo
necesario; no para deleitarte con molicie, sino para calentarte en invierno
y cubrir pudorosamente tu cuerpo; pero no caigas en la complicación
innecesaria del vestido, con el pretexto de que te has de cubrir, o en
cualquier otra necedad.
SOBRE
30. De este cuerpo usa, por favor, moderadamente; sábete que habrás de ser
resucitado de entre los muertos para ser juzgado precisamente con ese
cuerpo(38)(39). Pero si te viniere cualquier pensamiento de desconfianza,
como si ello no pudiese suceder, juzga por otras cosas tuyas que tampoco
parecen reales. Pues tú mismo, dime, piensa dónde estabas hace cien años o
más. Y, si partiste de ser una realidad tan pequeña y vil, ¿cómo es que has
llegado a tal desarrollo con tal armonía de tu figura externa? El que hizo
que existiera lo que no existía anteriormente, ¿acaso no podrá resucitar a
lo que ya fue y murió? El que cada año, en favor nuestro, levante el trigo
que, sembrado, perece y se pudre, ¿tendrá dificultad en resucitarnos a
nosotros mismos por quienes él mismo resucitó? Ves cómo los árboles se
mantienen ahora durante tantos meses sin fruto y sin hojas; pero todos
ellos, pasado el invierno, recobran la vida tras haber estado como muertos.
¿No seremos nosotros, mucho más y mucho más fácilmente, llamados de nuevo a
la vida? La vara de Moisés se transformó, por voluntad de Dios, en algo muy
diferente de ella misma, en una serpiente. ¿No podrá, pues, el hombre caído
en la muerte ser restituido a sí mismo?
31. No hagas caso de los que dicen que no resucita este cuerpo, pues
resucitará. Testigo de ello es Isaías cuando dice: «Resucitarán los muertos,
y se levantarán los que están en los sepulcros» (Is 26, 19)(40) y, según
Daniel: «Muchos de los que duermen en el polvo de la tierra se despertarán,
unos para la vida eterna, otros para el oprobio, para el horror eterno» (Dan
12, 2).
Por lo demás, la resurrección es para todos los hombres, pero no será para
todos igual. Pues todos recibiremos cuerpos eternos, pero no todos iguales.
Los justos lo recibirán para unirse eternamente al coro de los ángeles, y
los pecadores para sufrir eternamente las penas por sus pecados.
El bautismo
32. Por todo lo cual, el Señor, por su bondad para con los hombres, les
concedió a éstos la conversión del bautismo, para que, arrojando la mayor
parte del peso de los pecados, e incluso todo el lastre (cf. Hebr 12, 1),
por la obtención del sello por medio del Espíritu Santo lleguemos a ser
herederos de la vida eterna. Pero, puesto que ya antes hablamos
suficientemente acerca del bautismo, pasemos ahora a los temas de
instrucción que quedan.
LAS SAGRADAS ESCRITURAS (dogma XI)
33. Todo esto nos lo enseñan las Escrituras de la antigua y de la nueva
Alianza, inspiradas por Dios. Uno mismo es el Dios de ambas alianzas, que en
la antigua preanunció que Cristo se manifestaría en la nueva y que nos
condujo por
34. Después que murió Alejandro, rey de los Macedonios, dividido su reino en
cuatro principados, Babilonia, Macedonia, Asia y Egipto, uno de los que
reinaron en Egipto, Ptolomeo Filadelto, príncipe estudiosísimo de las
letras, hacía acopio de libros de cualesquiera lugares. Oyó hablar a su
bibliotecario Demetrio Falereo sobre las Escrituras de
35. Lee, pues, los veintidós libros, pero no quieras saber nada de los
apócrifos. Medita y estudia sólo aquellos, que son los que en
36. Los Evangelios del Nuevo Testamento son sólo cuatro, pues los demás son
apócrifos y perjudiciales. También los maniqueos escribieron un «Evangelio
según Tomás» que, revestido del buen olor de la denominación de «Evangelio»,
corrompió las almas de la gente más sencilla. Acepta también los Hechos de
los doce Apóstoles y, además, las siete epístolas católicas de Santiago,
Pedro, Juan y Judas. Por fin, lo que sirve a todos de señal y es obra última
de los discípulos: las catorce epístolas de Pablo. Todo lo demás déjese
fuera, en un segundo plano. Todo aquello que no se lee en las Iglesias,
tampoco lo leas privadamente, como ya oíste(49). Pero de todo esto ya es
suficiente.
37. Huye de toda maquinación diabólica y no creas al dragón caído, que por
propia voluntad mudó en otra su naturaleza buena; es capaz de persuadir a
quienes consientan en ello, pero no puede quitar a nadie su libertad.
Tampoco hagas caso de las predicciones de los astrólogos ni a quienes
observan las aves, como asimismo tampoco escuches a cualquiera ni a las
imaginativas adivinaciones de los griegos. A los filtros mágicos, los
encantamientos y las perniciosas evocaciones de los muertos ni siquiera les
prestes oído. Apártate de toda clase de intemperancia, y no te des a la gula
ni ames la voluptuosidad. Mantente por encima de toda avaricia y usura. No
asistas a los espectáculos de los gentiles. No utilices nunca amuletos en
caso de enfermedad. No frecuentes ninguna taberna puerca o sórdida. Tampoco
practiques la religiosidad samaritana o judía, pues para algo superior te
liberó Jesucristo. Mantente alejado de toda observancia del Sábado y no
consideres puros o limpios a alimentos que de por sí son indiferentes. pero
sobre todo odiarás todas las reuniones de los herejes infractores; pon todos
los medios para favorecer tu alma con los ayunos, las limosnas y las
lecturas de los oráculos divinos para que, por la temperancia y la guarda de
los sagrados dogmas, goces, por el tiempo que te quede de vivir en la carne,
de la única salvación, la cual se otorga por el bautismo. Y así, adscrito
por Dios Padre al ejército celestial, merezcas también la corona del cielo:
en Jesucristo nuestro Señor, a quien sea la gloria por los siglos de los
siglos. Amén.
NOTAS
[1] El título de la catequesis expresa perfectamente su contenido, pues se
trata de exponer nuclearmente diez «contenidos» de la fe, que pueden
enunciarse así: Dios, Cristo, nacimiento virginal, la cruz, la resurrección,
la segunda venida de Cristo, el Espíritu Santo, el alma, el cuerpo, la
resurrección del hombre, las sagradas Escrituras. En esta enumeración, el
tema de
[2] El original griego habla de la «enseñanza (didaskalia) de la fe» en lo
cual se hace «exégesis». En último término, ésta y las siguientes catequesis
se apoyan, en cuanto a sus contenidos, en el «Símbolo», el Credo en el que
se agrupan las afirmaciones de la fe «objetiva».
[3] Como «verdad» acerca de Dios se ha traducido aquí la palabra griega
«dogma».
[4] O «ingénito», sin origen en momento determinado alguno.
[5] Quizá es útil recordar aquí
[6] Vid, las poéticas expresiones de Is 40,12.
[7] Por la descripción detallada y drástica del pecado, este pasaje recuerda
la que Pablo hace en
[8] Toda esta insistencia en que Dios es el único recuerda el credo bíblico
contenido en el «Escucha, Israel» de
[9] Se continúa utilizando la terminología adoptada al principio del punto
2.
[10] «Semejante en todo», homoíon katá pánta. El término "homoíon'' se
encontró en el núcleo de la condena del arrianismo por el concilio de Nicea,
no demasiados años antes de ser pronunciadas las presentes catequesis La
precisión del credo niceno al respecto consiste en señalar que Jesucristo es
de la misma naturaleza, «consustancial» (homoousion v no homoioousion con el
Padre). Cirilo no parece hacerse aquí eco exacto -sin ponerla tampoco en
duda- de la fórmula de Nicea. Sin embargo, que la doctrina de Cirilo es
acorde con la enseñanza del concilio lo prueba el resto del punto 7.
[11] En la persona de Jesús están porque son subsistentes en la unicidad de
su persona la sabiduría, el poder, e incluso la justicia de Dios. Como
«justicia» emplea Cirilo el conocido término paulino de dikaiosyne.
[12] Es fórmula claramente antiarriana.
[13] Cf. catequesis 11, n. 10.
[14] En la catequesis 11.
[15] Las palabras que se acaban de transcribir en el último paréntesis no se
encuentran en todos los códices.
[16] La insistencia en la realidad de la crucifixión está presente por todas
partes en las catequesis de Cirilo. Esta insistencia es aún más comprensible
en la ciudad en la que habían tenido lugar los acontecimientos de
[17] El oyente de las catequesis está aquí ante la afirmación de lo que el
credo y la dogmática llamarán el «descenso a los infiernos». En la
afirmación del descenso a los infiernos debe distinguirse entre la
expresión, como modo de hablar, de la materialidad de un «descenso» a las
regiones inferiores de la tierra (con lo que se utiliza como imagen la del
sheol judío) y lo que se quiere realmente expresar: la liberación de Cristo
es eficaz para los hombres de cualquier época. Ello se expresa mediante la
afirmación de que todos estuvieron «esperando» físicamente. Pero el tema,
pues, es la universalidad de la redención. En el Nuevo Testamento se expresa
bellamente todo esto en /1P/03/18ss.
[18] Téngase en cuenta que infierno viene de «inferior». En todo esto no se
trata de una afirmación sobre el estado de condenación, sino sobre la
universalidad del valor de la muerte de Cristo. Ver lo dicho en la nota 17.
[19] La afirmación, en sentido pasivo, de resucitar no indica que Jesús no
fuese agente activo de su propia resurrección, sino que ésta se produce en
unión con el Padre. Por eso es exacta la afirmación de Hch 3,15 de que «Dios
le resucitó (a Jesús) de entre los muertos». Se trata de una confirmación
más de la unión de Jesús con el Abba, el Padre. Para una profundización de
la unión de Jesús y el Padre, cf. los estudios publicados por J. Jeremías,
especialmente Abba. El mensaje central del Nuevo Testamento, Salamanca 1981.
[20] El texto original y la versión latina del mismo emplean la palabra
«Asunción», pero el contenido se refiere a lo que en
[21] Cf. cat. 13, núms. 3, 36, 39.
[22] Cat. 13, núm. 16.
[23] Cat. 13, núm. 4.
[24] Vid. más arriba, nota 17.
[25] Probablemente es una alusión al hecho de que, hasta la época de Cirilo
de Jerusalén, la historia de las herejías ha tenido ya tiempo de escribir en
el cristianismo algunas de sus páginas.
[26] Con lo cual Cirilo afirma la identidad de naturaleza del Espíritu Santo
con el Padre y el Hijo.
[27] El momento del bautismo es presentado por el texto original como un
kairós, es decir, como una oportunidad salvífica. Por otra parte, el empleo
del verbo «sellar» (de nuevo, sfragidsein) remite a lo que anteriormente se
señaló varias veces sobre la teología del «carácter», referido tanto al
bautismo como al don del Espíritu y a la confirmación. Cf. Procatoquesis,
nota 36.
[28] Al aplicar al Espíritu Santo todo lo que se dice del Hijo, se le
atribuye lógicamente también a aquél lo que se dice sobre el triunfo y la
supremacía de Cristo en Col I,16 y Ef 1,2. También en esto se observa que,
si bien Cirilo de Jerusalén no es, propiamente hablando, creativo en
teología trinitaria, es al menos un buen testigo de la misma.
[29] El tema ya se mencionó en la catequesis 3, núm. 4.
[30] Ibid.
[31] En este, como en otros momentos, las catequesis se manifiestan contra
la astrología y la creencia en los horóscopos.
[32] Vid. cat. 6, núms. 27, 28.
[33] El autor quiere defender, con razón, la dignidad del cuerpo, procurando
evitar que una justa valoración del alma, lo más específico y característico
del hombre creado, redunde en detrimento de la realidad somática del hombre.
La enseñanza posterior de la unidad sustancial de alma y cuerpo explicará
todo esto con mayor claridad, además del mejor conocimiento que hoy día se
tiene de la antropología neotestamentaria con sus conceptos de soma, psyché,
etc., especialmente en las cartas de Pablo. Sobre todo esto puede
consultarse con provecho el estudio de F.P. FIORENZA y J.-B. METZ, El hombre
como unidad de cuerpo y alma, Mysterium Salutis II/2, Madrid 1970, 661-715.
El interés del presente párrafo de la catequesis está centrado especialmente
en defender que, puesto que el cuerpo es una realidad del hombre con
dignidad plena, «no es para la fornicación, sino para el Señor, y el Señor
para el cuerpo» (I Cor 6,13).
[34] Probable alusión al maniqueísmo que, entendiendo mal la relación entre
alma y cuerpo, colocó en éste, entendiéndolo peyorativamente como materia
innoble, la causa o la ocasión exclusiva del pecado.
[35] La institución de los «continentes», de los monjes y de las vírgenes es
ya muy apreciada en
[36] Explicando el problema (Rm 14, 1-15, 13; I Cor 8; 10,14-33), Pablo, aun
teniendo el criterio de que no importa comer carne previamente sacrificada a
los ídolos, quiere que se respeten por todos las opiniones de cada uno. Cf.
p. ej.,
[37] La frase está tomada del caso en realidad diferente de
[38] Cirilo parece considerar la importancia que para su época tienen
todavía las prescripciones de la asamblea de Jerusalén. Ésta (Hech 15, 5-35)
se reunió para resolver si la adopción de la circuncisión y de
[39] Vid. cat. 18, núm. 9.
[40] Se respeta la versión de Cirilo, aunque otras versiones de
[41] La frase, en labios de Jesús, es: «No penséis que he venido a abolir
[42] Libros bíblicos no auténticos, aunque la expresión se aplica
especialmente a los llamados «evangelios apócrifos». Se trata de libros no
aceptados en el canon bíblico.
[43] Los «setenta y dos» intérpretes son comúnmente conocidos en números
redondos, como «Los Setenta». Los datos, sobre ellos y su trabajo, son en
gran parte legendarios en la forma como se explican en el párrafo 34 de la
catequesis. No se puede precisar el número de traductores y se debe admitir
que seguramente en la época en que se hizo la traducción en el reinado de
Tolomeo II, rey de Egipto entre el 285 y el
[44] El célebre faro se construyó en la época de Tolomeo II.
[45] En la clasificación griega y en la cristiana antigua, adaptada también
por la versión de San Jerónimo, los libros de Samuel y de los Reyes reciben
el nombre de «Libros de los Reinos».
[46] Aquí, Esdras y Nehemías.
[47] Los doce profetas menores.
[48] La «Carta de Jeremías» se encuentra en Bar 6.
[49] Libros bíblicos son los que «se leen» en las comunidades cristianas, es
decir, la norma o el «canon» que se utiliza para saber que un libro forma
parte de
CATEQUESIS V:
Pronunciada en Jerusalén, sobre «la fe». El punto de partida es Hebr 11,
1-2: «La fe es garantía de lo que se espera; la prueba de las realidades que
no se ven. Por ella fueron alabados nuestros mayores»(1).
El paso del orden de los catecúmenos al de los fieles
1. La grandeza de la dignidad que Dios os ha otorgado al haceros pasar del
orden de los catecúmenos al de los fieles la expresa el apóstol Pablo al
decir: «Fiel es Dios, por quien habéis sido llamados a la comunión con su
hijo Jesucristo» (I Cor 1, 9). Pero, si a Dios se le llama «fiel», también
tú recibes este calificativo al haber crecido en dignidad. Pues así como a
Dios se le llama bueno, justo, omnipotente (además de señor de todo) y
creador de todas las cosas, también se le llama «fiel». Piensa, por tanto, a
qué dignidad eres promovido, puesto que habrás de participar de este
apelativo divino.
2. Aquí se busca si hay alguno entre vosotros que ya sea fiel en lo íntimo
de su conciencia(2). Pues, «un hombre fiel, ¿quién lo encontrará?» (Prov 20,
6). No se trata de que me descubras tu conciencia, pues has de ser juzgado
en circunstancias humanas, sino de que muestres la sinceridad de tu fe al
Dios que escruta los riñones y los corazones (cf. Sal 7, 10) y «conoce los
pensamientos del hombre» (Sal 94, 13). Gran cosa es ciertamente un hombre
fiel, y es más rico que todos los ricos aunque se encuentre privado de todas
las riquezas(3), y todo ello precisamente por el hecho de despreciarlas.
Pues los que son ricos en lo exterior, aunque posean muchas cosas, son
torturados por su pobreza interior: cuantas más cosas reúnen, más les
mortifica el deseo de poseer lo que les falta. Pero el hombre fiel -y esto
es lo más admirable- es rico en su pobreza sabiendo que lo único necesario
es vestirse y alimentarse y, contento con ello (I Tim 6, 8), desprecia las
riquezas.
La fe genera comunión y confianza y es expresión de ellas
3. Tampoco hay que pensar que el prestigio de la fe sólo se da entre quienes
nos amparamos bajo el nombre de Cristo, sino que todo lo que se hace en el
mundo, incluso por parte de quienes están lejos de
Fuerza de la fe en situaciones diversas
¿Hay acaso algo más terrible que el diablo? Pues contra él no tenemos otra
clase de armas que la fe (cf.
La fe en la historia de Abraham, Padre de las naciones
5. Muy ampliamente podría hablarse de la fe y nunca habría tiempo suficiente
para terminar de hablar de ella. Pero, de las figuras de la antigua Ley, nos
bastará con Abraham, puesto que hemos sido adoptados como hijos también por
su fe (cf.
6. Veamos ahora cómo Abraham fue padre de muchas naciones. Claramente lo es
de los judíos, según la descendencia de la carne. Pero si, al explicar la
profecía, atendiéramos a la descendencia carnal, nos veríamos obligados a
entender equivocadamente el oráculo; pues no es, según la carne, padre de
todos nosotros. Sin embargo, el ejemplo de su fe nos hizo a todos hijos de
Abraham (cf.
De nuevo, la fuerza de la fe
7. Si guardamos esta fe, nos veremos libres de la condenación y adornados de
todo género de virtudes. Pues la fe tiene poder para mantener a los hombres
andando sobre las aguas. Pedro era un hombre semejante a nosotros, formado
de carne y sangre y que se alimentaba con los mismos alimentos. Pero cuando
Jesús le dijo: «Ven», por la fe «se puso a caminar sobre las aguas» (Mt. 14,
29-31), teniendo sobre ellas en la fe un cimiento más firme que cualquier
otro; el peso del cuerpo era suprimido por la agilidad de la fe. Y mientras
creyó, anduvo con paso firme sobre las aguas; pero cuando dudó, comenzó a
hundirse (14, 30). Al alejarse y disminuir poco a poco la fe, era arrastrado
hacia el fondo. Cuando Jesús se dio cuenta de la dificultad, él, que es
capaz de curar las aflicciones íntimas del alma, exclamó: «Hombre de poca
fe, ¿por qué dudaste?» (14, 31). Y con la fuerza de él, que le cogió la mano
derecha, con lo que recobró la fe, llevado de esta mano por el Señor,
continuó como antes andando sobre las aguas. Indirectamente habla de esto
último el Evangelio cuando señala: «Subieron a la barca...» (14, 32). No
dice que Pedro subiera después de nadar, sino que nos insinúa que el espacio
que recorrió hasta Jesús lo hizo andando y, tras recorrerlo de nuevo, subió
a la barca.
8. La fe tiene tanta energía como para no sólo salvar a quien cree, sino
para que se salven unos por la fe de otros. Pues no tenía fe aquel
paralítico de la ciudad de Cafarnaún, pero sí tenían fe quienes lo
transportaban o introdujeron a través del tejado. El alma del enfermo sufría
juntamente con el cuerpo la enfermedad. No creas que temo que él me acuse,
pues el mismo Evangelio dice: «Viendo Jesús», no la fe de él, sino «la fe de
ellos, dice al paralítico: Levántate»(12). Los que lo llevaban (al
paralítico) eran quienes creían y la curación sobrevino al que estaba
paralítico(13).
Algunos se han salvado por la fe de otros
9. ¿Quieres conocer todavía con mayor seguridad que algunos se salvan por la
fe de otros?: Murió Lázaro y habían pasado un día, un segundo día y un
tercero; al muerto se le habían debilitado los nervios y la putrefacción ya
hacía mella en el cuerpo. ¿Cómo podía creer un muerto de cuatro días y
suplicar para sí un libertador? Pero lo que en vida le faltó al difunto, lo
suplieron sus hermanas. Pues una de ellas, al llegar el Señor, se inclinó a
sus pies y, cuando él dijo: «¿Dónde lo habéis puesto?» y ella respondió: «Ya
hiede de cuatro días», él exclamó: «Si crees, verás la gloria de Dios» (Jn
11, 17 ss). Es como si dijera: haz tú las veces del muerto en lo que
respecta a la fe. Y tanto pudo la fe de las hermanas como para sacar al
muerto de las fauces del hades. Así, pues, teniendo fe unos por otros,
pudieron resucitar muertos. Y tú, teniendo fe para ti mismo, ¿no sacarás un
provecho mucho mayor? Pero si no tienes ninguna fe, o la tienes escasa,
clemente es el Señor para volverse propicio hacia ti cuando te conviertes.
Con sencillez y de corazón, di simplemente: «Creo, Señor, ayuda a mi
incredulidad» (Mc 9, 23). Pero si crees que tienes fe, aunque todavía de
modo imperfecto, es necesario que tú también digas con los Apóstoles:
«Señor, auméntanos la fe» (cf. Lc 17, 5). Pues ya tienes algo en ti, pero
recibirás algo de lo mucho que en él se contiene.
La fe «objetiva» junto con la fe como actitud
10. Por su nombre la fe es única, pero es en realidad de dos clases. Hay una
clase de fe que se refiere a los dogmas, que incluye la elevación y la
aprobación del alma con respecto a algún asunto. Ello reporta utilidad para
el alma, como dice el Señor: «El que escucha mi Palabra y cree en el que me
ha enviado, tiene vida eterna y no incurre en juicio» (Jn 5, 24) y, además:
«El que cree en él (en el Hijo), no es juzgado» (Jn 3, 18), «sino que ha
pasado de la muerte a la vida» (Jn 5, 24)(14). ¡Oh gran bondad de Dios para
con los hombres! Los justos agradaron a Dios con el trabajo de muchos años.
Pero lo que ellos consiguieron esforzándose en un servicio a Dios durante
largo tiempo, esto te lo concede a ti Jesús en el estrecho margen de una
sola hora. Si crees que Jesucristo es Señor (Cf.
Los carismas que brotan de la fe
11. Pero hay otra clase de fe, que es dada por Cristo al conceder ciertos
dones. «Porque a uno se le da por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro,
palabra de ciencia según el mismo Espíritu; a otro, fe, en el mismo
Espíritu; a otro, carismas de curaciones...» (1 Cor 12, 8, 9). Esta fe, dada
como una gracia por el Espíritu, no es sólo dogmática, sino que crea
posibilidades que exceden las fuerzas humanas. Pero quien tenga esta fe,
dirá «a este monte: "Desplázate de aquí allá", y se desplazará» (Mt 17, 20).
Y cuando alguno, al decir esto mismo, «crea que va a suceder lo que dice» «y
no vacile en su corazón» (Mc 11, 23), recibirá aquella gracia. De esta fe se
dice: «Si tuviereis fe como un grano de mostaza» (Mt 17, 20). Pues el grano
de mostaza es de un volumen muy reducido, pero dotado de una fuerza como
fuego y, sembrado en un espacio estrecho, hace crecer grandes ramas y se
desarrolla, pudiendo albergar a las aves del cielo (cf.
La confesión de la fe en el Símbolo
12. Al aprender y confesar la fe(16), debes abrazar y guardar como tal sólo
la que ahora te es entregada por
Os encargo de que esta fe la recibáis como un viático para todo el tiempo de
vuestra vida y que, fuera de ella, no recibáis ninguna otra: aunque nosotros
mismos sufriésemos un cambio, y hablásemos cosas contrarias a lo que ahora
enseñamos o aunque un ángel contrario, transformado en ángel de luz (cf.
La fe que ahora estáis oyendo con palabras sencillas, retenedla en vuestra
memoria; considera cuando sea oportuno, a la luz de las Sagradas Escrituras,
el contenido de cada una de sus afirmaciones. Esta suma de la fe no ha sido
compuesta por los hombres arbitrariamente, sino que, seleccionadas de toda
En este momento parece entregar Cirilo el Símbolo, pero se transcribe al
terminar totalmente la catequesis y aparte. El Símbolo jerosolimitano no se
encuentra directamente en el texto de las catequesis.
Guardar celosamente la fe que se entrega en el Símbolo
13. Vigilad piadosamente que en ninguna parte el enemigo asalte a ninguno
por estar pasivo o perezoso; que ningún hereje corrompa nada de lo que os ha
sido entregado. Porque la fe(20) es como plata que os habíamos prestado y
que se devuelve al prestamista. Pero Dios os pedirá razón del depósito. Os
«conjuro», como dice el Apóstol, «en presencia de Dios, que da vida a todas
las cosas, y de Jesucristo, que ante Poncio Pilato rindió tan solemne
testimonio, a que conservéis sin mancha esta fe que os ha sido entregada
hasta
«Manifestación que a su debido tiempo hará ostensible el Bienaventurado y
único Soberano, el Rey de los reyes y el Señor de los señores, el único que
posee inmortalidad, que habita en una luz inaccesible, a quien no ha visto
ningún ser humano ni le puede ver. A él el honor y el poder por siempre.
Amén». (1 Tim 6, 15-16)
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SÍMBOLO JEROSOLIMITANO
La fe santa y apostólica, entregada a los que han de ser iluminados para que
la confiesen(1).
I. Creemos(2) en un solo Dios(3), Padre(4) todopoderoso(5), autor del cielo
y de la tierra(6), de todo lo visible y lo invisible(7).
II. Y en un solo Señor Jesucristo, Hijo único de Dios (8), nacido del Padre
y Dios verdadero antes de todos los siglos, por quien todo fue hecho (9)
III. Que vino en cerne(10) y se hizo hombre de una Virgen y por obra del
Espíritu Santo(11).
IV. Fue crucificado y sepultado(12).
V. Resucitó al tercer día(13).
VI. Y ascendió a los cielos y está sentado a la derecha del Padre(14).
VII Y ha de venir en gloria(15) a juzgar a vivos y muertos(16): su reino no
tendrá fin(17).
VIII. Y en el Espíritu Santo Paráclito(18), que habló por los profetas(19).
IX Y en un bautismo de conversión(20) para el perdón de los pecados.
X. Y en
XI. Y en la resurrección de la carne(22).
XII. Y en la vida eterna(23).
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NOTAS
[1] Este Símbolo de la fe o Credo está deducido de distintos lugares de las
catequesis de Cirilo. Es el resultado de la elaboración que se explica en
Migne PG 33, 533-535. Sobre los avatares redaccionales de la presente
versión, cf ibid., 523-531. La denominación de «apostólica» manifiesta que
los contenidos de la fe que aquí se expresan coinciden, aunque la
formulación pueda parecer distinta, con los que los apóstoles predicaron. Se
respetan también aquí las citas bíblicas añadidas en Migne, salvo algún
retoque secundario.
[2] Cf
[3] Is 45, 18;
[4]
[5] Por ej.,
[6] Cf. Sal 136. Gén 1, 1-2,25 contiene los dos relatos clásicos de la
creación.
[7] Cf. Col I,16.
[8]
[9] Especialmente ilustrativo es
[10]
[11] Cf Lc 1, 35.
[12] Cf
[13] Aparte de los relatos evangélicos, cf.
[14] Mc 16, 19. Cf Hech 1,9.
[15]
[16] Cf.
[17] Cf. Lc 1, 32.
[18]
[19]
[20] El sentido de «un bautismo» es en estos credos antiguos el de «un
único» o «un solo bautismo». La idea que con esta unicidad se expresa es que
el bautismo no puede recibirse más que una vez, aunque se hubiere caído
posteriormente en la herejía. Fue un grave problema de
[21] Las llamadas «cuatro notas» o características de
[22] De nuevo, I Cor 15.
[23] La expresión «vida eterna», aplicada a la vida del mundo futuro,
aparece con frecuencia en el NT: por ejemplo,
NOTAS
[1] El tema de esta catequesis suele definirse como «sobre la fe y el
símbolo», pero con frecuencia se le llama «Sobre la fe». Un símbolo en uso
en
[2] Cf.
[3] Prov. 17,ó, según la versión de los Setenta
[4] Las lineas que siguen tienen como objetivo más directo explicar que
también existe una fe humana, en los contratos, etc., que es utilizada aquí
para dar una idea explicativa de lo que puede ser la fe en el ámbito
cristiano. Todo el resto del párrafo 3 deja entrever, por otra parte, con
bastante claridad la conciencia de distinción que existe entre el cristiano
y los que viven fuera de
[5] Doctrinas filosóficas, religiones, sectas, etc.
[6] Cf. Is 7, 9, versión de los Setenta. Sobre la dificultad del versículo,,
es muy útil, de modo resumido, la nota de
[7] Vid. procat, n. 10, y cat. 16, n. 19.
[8] Sobre el tema de la justificación por la fe es determinante, dentro del
canon neotestamentario, la amplísima exposición de Pablo en Rom (el núcleo
de la carta es tal vez 3, 21-32) y Gál. La exposición de Sant 2, 14-26
necesita una adecuada exégesis y es, en parte, una respuesta a las
exageraciones de ciertos seguidores de Pablo para quienes serian
innecesarias las obras de vida eterna, necesaria manifestación de la fe que
en rigor, es la única realidad que justifica al hombre. Sobre el tema son
muy interesantes los trabajos de O.H. Pesch y F. Mussner contenidos en la
exposición de la dogmática Mysterium Salutis, t. IV/2, Madrid 2 1984
[9] Gén 15, 6: «Y creyó él en Yahvé, el cual se lo reputó por justicia».
[10]
[11] Toda la concepción de Pablo sobre la fe de Abraham tiene relación con
el proceso de fe del cristiano. Si se atiende a
[12]
[13] No todos los códices parecen atribuir el párrafo 8 al texto de las
catequesis de Cirilo de Jerusalén, sino, al menos en parte del párrafo, a un
comentario de Cirilo de Alejandría al cuarto evangelio. Pero aquí se
transcribe el párrafo siguiendo el estado del texto tal como aparece en PG
33, 515 (cf ibid, nota 1). si se toman al pie de la letra Gén 5, 32 y 7,6.
[14] Cuando Cirilo ha indicado que «hay una clase de fe que se refiere a los
dogmas», esa fe está concebida como el acto por el que quien cree se pone
confiadamente en manos de Dios y acepta todo lo que él manifiesta, además de
que le confía su existencia. Este segundo aspecto queda subrayado por las
tres citas del evangelio de Juan que aparecen poco más abajo. En el párrafo
11 se entenderá por fe, aunque emparentado con la anterior, más bien el
hecho de que Dios reparte gratuitamente sus dones para bien de todos. Estos
y otros aspectos brotan del tronco único de la fe.
[15] El lenguaje de la catequesis parece como si diese a entender que los
carismas, tal vez por lo que a menudo tienen de extraordinario, son como
«más difíciles» y como si dependiesen de Dios en mayor medida que la «fe
dogmática». Naturalmente, esto necesitaría mayor precisión de lenguaje.
[16] Aquí por «la fe» debe entenderse el Credo o símbolo de la fe que debe
memorizarse para la redditio o devolución.
[17] La prohibición de la escritura material del Credo, insistida con
frecuencia en los primeros siglos del cristianismo, se hacia para evitar que
cayese en manos paganas. El contenido del credo formaba parte también de la
disciplina del arcano y tampoco debía mostrarse siquiera a los catecúmenos,
considerados aquí como tales quienes no habían llegado a las catequesis
sobre el Símbolo.
[18] «Anatema», puede significar «diana de maldición». Cirilo añade «para
vosotros» (:«... sea anatema para vosotros»). Pablo insiste machaconamente
en la idea en 1,9.
[19] Puede entenderse también «enseñanza de la fe», con lo que parece
entenderse claramente que el credo y la dogmática son fuente de enseñanza,
didaskalia, de la fe.
[20] Puede entenderse tal vez «el Símbolo de fe» o el Credo, pero quizá más
bien la proclamación del Credo como profesión de la fe que se ha llegado a
tener.
[21] Cita de sobre todo
CATEQUESIS VI:
EL SEÑORIO DEL DIOS UNICO
Pronunciada en Jerusalén, «sobre la monarquía de Dios» (o el señorío del
Dios único), basándose en el «Creo en un solo Dios», pero tratando «acerca
también de las herejias». La lectura es de Is 45, 16, 17 (LXX): «Renovaos
conmigo, ¡oh islas! Israel será salvado por Yahvé con salvación perpetua. No
quedaréis abochornados ni afrentados nunca jamás».
Glorificación conjunta de Padre, Hijo y Espíritu Santo
1. Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo (2 Cor 1, 3). Bendito
también su Hijo Unigénito (Rm 9, 5). Cada vez que se piensa en «Dios», se
piensa en el «Padre», para celebrar de modo indiviso la glorificación del
Padre y del Hijo juntamente con el Espíritu Santo. Pues no tiene una gloria
el Padre y otra el Hijo, sino una única e idéntica (y juntamente con el
Espíritu Santo). Y es que realmente se trata del Hijo unigénito del Padre de
modo que, cuando es glorificado el Padre, comunica también al Hijo,
juntamente con él, la gloria. Pues si la gloria del Hijo brota del honor del
Padre(1), a su vez, al ser glorificado el Hijo, se honra con el máximo honor
al Padre de tanta bondad.
Alabanza al Dios único
2. Pero si la mente entiende las cosas muy rápidamente, la lengua procede
laboriosamente con las palabras y con el enunciado de proposiciones
intermedias. También el ojo abarca de un golpe un numeroso coro de astros,
pero cuando alguien quiere explicar cuál es el lucero de la mañana, cuál el
de la tarde o cuál cada uno de ellos, necesita de muchas palabras. Del mismo
modo abarca el pensamiento, en un velocísimo instante, la tierra, el mar y
todos los confines del mundo; pero lo que se expresa en un instante no se
expresa más que con palabras muy amplias. Y todo esto que acabamos de
exponer es un gran ejemplo, aunque todavía pobre y débil. Pues de Dios no
decimos lo que se debe, sino lo que cada uno conoce, aunque es lo que la
naturaleza humana percibe y cuanto puede soportar nuestra debilidad. Pues no
decimos qué es Dios, sino que inocentemente confesamos que nos falta un
detallado conocimiento acerca de él; pues en lo que respecta a Dios es gran
ciencia confesar la ignorancias. Por tanto, «Cantad conmigo al Señor,
cantemos juntos a su nombre» (Sal 34, 4), todos juntos, pues no basta que
cante uno solo. Incluso, aunque nos reunamos todos a la vez, tampoco basta
para lo que hemos de hacer. Y no me refiero sólo a los que estáis aquí, pues
incluso, aunque estuviesen juntos todos los miembros de
Alabanza a Dios desde la pequeñez del hombre
3. Grande y honorable era Abraham, pero grande para los hombres. Y cuando se
acercó a Dios, dijo ingenuamente confesando la verdad: «Soy tierra y ceniza»
(Gén 18, 27) (3). Y no dijo «tierra», callándose a continuación, para que no
pareciese que se estaba refiriendo a algo grande, sino que añadió «y ceniza»
para dar a entender algo con poca solidez y fácil de disolver. ¿Hay acaso
algo más débil y endeble que la ceniza? Compara, por ejemplo, la ceniza con
una casa, y la casa con una ciudad, la ciudad con una provincia, la
provincia con el territorio de los romanos y el territorio de los romanos
con el mundo entero y, por último, toda la tierra, con todos sus detalles,
con el cielo que la envuelve en su regazo: en proporción al cielo, la tierra
es como el centro de una rueda comparada con toda la extensión de ésta. Tal
es la comparación entre la tierra y el cielo. Pero, además, el cielo que
observamos es el primero, que tiene menos importancia que el segundo, y éste
menos que el tercero. Estos son los que
4. Quien intente hablar de lo referente a Dios, exponga en primer lugar los
límites de la tierra. Habitas la tierra, pero desconoces los límites de esta
tierra que es tu domicilio: ¿cómo podrás entender a su autor debidamente en
tu interior? Ves las estrellas, pero no a su autor. Enumera primeramente
aquellas que puedes ver y entonces conocerás al invisible, al que «cuenta el
número de las estrellas, y llama a cada una por su nombre» (Sal 147, 4). El
agua recientemente caída en unas fuertes lluvias nos puso perdidos; cuenta
ahora las gotas caídas en esta ciudad. Pero no digo ya en esta ciudad:
cuenta, si puedes, las que cayeron en tu tejado durante una hora. No, no
puedes: reconoce tu impotencia. De ahí aprenderás el poder de Dios: «El
atrae(5) las gotas de agua» (Job 36, 27), las que se derraman en todo el
orbe y no sólo en este sino en todo tiempo. Obra de Dios es el sol,
realmente algo grande, pero mínimo si se le compara con todo el cielo. Pues
mira en primer lugar hacia el sol y busca después, con más curiosidad, al
Señor. «No busques lo que es más profundo ni investigues lo que es más
fuerte que tú: limítate a conocer lo que se te ha mandado» (Ecl 3, 22 LXX).
El Hijo y el Espíritu Santo conocen al Padre y lo revelan
6. Alguno dirá: ¿Acaso no está escrito: «Los ángeles (de los niños) ven
siempre el rostro de mi Padre que está en los cielos» (cf.
Sólo hay Dios único, eterno e infinito. Propiedades de Dios
7. Para nuestra piedad nos basta una sola cosa, saber que tenemos a Dios: el
Dios único, el Dios que existe desde la eternidad, sin variación alguna en
sí mismo, ingénito, más fuerte que ningún otro y a quien nadie expulsa de su
reino. Se le designa con múltiples nombres, todo lo puede y permanece
invariable en su sustancia. Y no porque se le llame bueno, justo,
omnipotente, «Dios de los ejércitos»(8) , es por ello variable y diverso,
sino que, siendo uno y el mismo, realiza innumerables operaciones divinas. Y
no tiene más de alguna parte y menos de otra, sino que en todas las cosas es
semejante a sí mismo. No es grande sólo en la bondad, pero inferior en la
sabiduría, sino que es semejante en sabiduría y bondad. Tampoco es que en
parte vea y en parte esté privado de visión, sino que todo lo ve, todo lo
oye y todo lo entiende. No es que, como nosotros, comprenda en parte las
cosas y en parte las ignore: este modo de hablar es blasfemo e indigno de la
personalidad divina. Conoce previamente lo que existe, es santo y ejerce su
poder sobre todo; es mejor, mayor y más sabio que todas las cosas. No se le
puede señalar principio ni forma ni figura. Pues «no habéis oído nunca su
voz, ni habéis visto nunca su rostro», dice
Errores acerca de Dios
8. Muchos se imaginaron muchas cosas, pero todos erraron. Algunos pensaron
que el fuego es Dios (cf. Sab 13, 2), otros que Dios es como un hombre alado
por aquello que está escrito: «Escóndeme a la sombra de tus alas» (Sal 17,
8)(11). Se han olvidado de nuestro Señor Jesucristo unigénito que,
refiriéndose a sí mismo, clama de modo idéntico a Jerusalén: «¡Cuántas veces
he querido reunir a tus hijos, como una gallina reúne a sus pollos bajo sus
alas, y no has querido!» (Mt 23, 37). Pues al indicar con el nombre de las
alas el poder de alguien que protege, éstos, en un malentendido y cayendo en
los hábitos humanos, valoraron al modo humano al que es inescrutable. Otros
no dudaron en señalarle siete ojos, por aquello que está escrito: «Los siete
ojos del Señor, mirando sobre toda la tierra» (Zac 4, 10, LXX); pero si los
siete ojos le estuviesen puestos alrededor de manera diferente, Dios vería
las cosas en parte, pero no totalmente. Pero decir esto de él sería blasfemo
e insultante. Pues se ha de creer que Dios es perfecto en todo, según
aquella palabra del Salvador: «Vuestro padre celestial es perfecto» (Mt 5,
48): perfecto en el ver, perfecto en su poder, perfecto en su grandeza,
perfecto en su conocimiento previo, perfecto en la bondad, perfecto en la
justicia, perfecto en la benignidad: no limitado a un lugar, sino autor de
los lugares; existente en todos los lugares, pero no circunscrito a ninguno.
«Los cielos son mi trono» -y el que destaca es aquel que está sentado- «y la
tierra el estrado de mis pies» (Is 66, 1; cf. Hech 7, 49). Su poder llega,
sin embargo, hasta las regiones inferiores de la tierra.
La grandeza de Dios, fuente y origen por medio de Cristo de toda la realidad
9. El es el único que está presente en todas partes, viendo todo,
comprendiendo todo, construyéndolo todo por medio de Cristo. Pues «todo se
hizo por él, y sin él nada se hizo de cuanto existe» (Jn 1,3; cf.
Diversos tipos de idolatría
10. Siendo Dios, por consiguiente, tan grande, e incluso más todavía(12);
siendo, pues, tan inmenso el Dios bueno y grande, no se arredra el hombre al
decir a una piedra esculpida por él: «Tú eres mi dios» (Is 44, 17)(13).
¡Gran ceguera, que desde tanta majestad cayó en tan gran indignidad y
vileza!» Árbol que Dios hizo, crecido con las lluvias y que luego, quemado
por el fuego, se convierte en ceniza; y a esto, digo, le llaman dios,
mientras se desprecia al Dios verdadero. Ha florecido la perversidad de la
idolatría. Incluso el gato, el perro y el lobo han sido adorados como si
fuesen Dios; y también el león, devorador de los hombres, ha sido adorado en
lugar del Dios que tanto los ama. También han sido adorados la serpiente y
el dragón, émulos de aquel que nos arrojó del paraíso, mientras el que creó
el paraíso ha sido despreciado. Incluso —vergüenza da decirlo, pero lo diré—
algunos han adorado a la cebolla. El vino ha sido dado para alegrar el
corazón del hombre (cf. Sal 104, 15). Pues bien, en lugar de Dios se adora a
Baco(14). El trigo lo hizo Dios diciendo: «Produzca la tierra vegetación:
hierbas que den semillas y árboles frutales que den fruto, de su especie,
con su semilla dentro, sobre la tierra» (Gén 1, 111 )(15), con la intención
de que el pan fortaleciese el corazón del hombre. ¿Por qué, pues, se ha
adorado a Ceres? También el fuego se enciende hasta hoy mediante el choque
de dos piedras. ¿Por qué, pues, se considera a Vulcano creador del fuego?
Idolatría, politeísmo y errores sobre Dios
11. ¿Y de dónde viene el error de los griegos de admitir una pluralidad de
dioses? Dios es incorpóreo. ¿De dónde, pues, se imputan estupros y
adulterios a los que ellos llaman dioses?(16). No menciono las
transmutaciones de Júpiter en un cisne; y me ruborizo al referirme a las
transformaciones en oro, pues los ungidos son indignos de Dios. Por convicto
de adulterio se ha tenido al dios de los griegos, pero, si lo es, no se le
llame Dios. Cuentan también, de aquellos a quienes llaman sus dioses, sus
muertes, sus descalabros y sus fulminaciones. ¿Ves en qué ha ido a parar
tanta majestad? ¿No fue real el motivo por el que descendió del cielo el
Hijo de Dios para sanar tanta herida? ¿Fue acaso en vano la venida del Hijo
para conocer al Padre? Sabes qué es lo que movió al Hijo único para
descender desde la diestra del Padre. Se despreciaba al Padre y hubo que
enmendar el error por medio del Hijo. Pues fue conveniente que él, por quien
todo fue hecho, ofreciese todas las cosas al Señor de todo. Había que curar
la herida. ¿Y qué podía ser más grave que esta enfermedad por la que se daba
culto a una piedra como si fuese Dios?(17).
Dios nos libre del error
35. Pero Dios nos guarde de semejante error. Y os pague por vuestra
enemistad con el dragón, para que, como ellos están al acecho de vuestro
talón, también vosotros aplastéis su cabeza (cf. Gén 3, 15). Acordaos de lo
que se os dice. ¿Qué acuerdo puede haber de nuestras cosas con las suyas?
¿Cómo pueden compararse luz y tinieblas, o la seriedad y la santidad de
36. Estás agregado a las ovejas: huye de los lobos; no te apartes de
NOTAS
[1] Probable préstamo de
[2] Los términos en que se expresa aquí Cirilo no son excesivamente
precisos, pero se mueve en el ámbito de lo que a veces se califica como
«teología negativa», a la vista de que de Dios sabemos más lo que no es que
lo que es. En cualquier caso, la afirmación fundamental quiere ser ahora
esta: puesto que de Dios es infinitamente más lo que no sabemos que lo que
podemos expresar, es bueno para el hombre confesar sus limites en el
conocimiento de Dios, es decir, las mismas limitaciones del oficio
teológico.
[3] En el texto original griego, «tierra», más bien que polvo, que seria tal
vez mejor versión bíblica. Pero «tierra» es más adecuado para la
continuación del discurso de Cirilo.
[4] El apóstol Pablo, refiriéndose a sus experiencias personales, relata en
[5] En el texto de Cirilo, «numera» o «cuenta» en vez de «atrae» lo que se
adapta mejor a lo que se expone.
[6] Al lector le podrían surgir aquí ciertas dudas de si Cirilo admite con
seguridad, o en qué medida, lo que la fe de
[7] Por supuesto, visión intuitiva o directa de Dios no significa que
ninguna criatura, tampoco los ángeles, captan todo lo que Dios es.
[8] «Dios de los ejércitos»: se traduce así aquí la expresión «Sabaoth»,
transcrita del hebreo por Cirilo en el mismo texto griego, como en la
liturgia latina se conservó, hasta la reforma litúrgica del Vat. II, la
expresión «Dominus Deus Sabaoth» («Señor Dios de los ejércitos»), pero que
tiene su origen en la visión de Isaías en su vocación (Is 6, 3).
[9]
[10] Cf cat. 9, núm. 1.
[11] Mientras que la identificación de Dios con el fuego es una
representación pagana (piénsese, por ejemplo, en la imagen de Vulcano), la
súplica de Sal 17, 8 no es más que la expresión poética de una súplica de
protección a Dios.
[12] Aquí, entre paréntesis, como en nota, apostilla Cirilo: «Pues no seria
capaz de hablar cuanto exige la dignidad del asunto ni aun cuando
transformara en lengua toda mi persona; e incluso ni aunque se reunieran
todos los ángeles hablarían de acuerdo con esa dignidad».
[13] Cf. toda la sátira contra la idolatría (Is 44, 9-20) en el precioso
marco de la elección y bendición de Israel por el Dios único, creador y
señor de la historia (todo Is 44 en el «Libro de la consolación de Israel» o
«Deuteroisaís»).
[14] Mitológico Dios del vino y de la embriaguez.
[15] Aunque se prefiere, como de ordinario, la versión de
[16] La concepción frecuentemente antropomórfica de los dioses paganos lleva
a menudo la consecuencia de que se les atribuyen acciones y pasiones que
sólo son pensables en una concepción prácticamente materialista de la
divinidad.
[17] Entre los párrafos 12 y 33 de la catequesis, Cirilo expone bajo la
denominación genérica de «herejías» toda una serie de concepciones
aberrantes de la naturaleza del único Dios. Se centra, tal vez con excesiva
prolijidad, en la descripción de las desviaciones religiosas del
maniqueísmo, especialmente en la concepción dualista que éste tiene de la
divinidad. El detalle de la exposición de Cirilo es perfectamente explicable
en una sociedad en la que el maniqueísmo había tenido y tenía una gran
influencia, pero puede resultar más difícilmente comprensible para el Iector
actual. A modo de ejemplo, se transcriben aquí, en la nota, el párrafo 12,
parte del 13 y el 34. Pero en el cuerpo del texto se pasa directamcnte a los
párrafos 35 y 36, con los que la catequesis concluye.
[18] Se expresa así una desconfianza grande en la conversión de quienes han
sido maniqueos, que con frecuencia envolvieron su conversión en una notable
falta de sinceridad, en declaraciones ambiguas e incluso la mentira y el
perjurio.
[19] La primera parte de la cita acomodada de
CATEQUESIS VII:
DIOS PADRE
Pronunciada en Jerusalén, sobre la palabra «Padre» del Símbolo. La lectura
de base es de la epístola a los Efesios: «Por eso doblo mis rodillas ante el
Padre, de quien toma nombre toda paternidad en el cielo y en la tierra» (Ef
3,14-15)(1)
Transición al nuevo tema: Dios Padre
1. El día de ayer os hablamos suficientemente del señorío del único Dios(2).
Digo «suficientemente» y no lo que pedía la dignidad del tema, pues llegar
hasta ahí es totalmente imposible a la naturaleza mortal; en cuanto nos fue
concedido a nuestra debilidad, perseguimos, apoyados en la fe, las erróneas
desviaciones de los herejes sin Dios. Una vez expulsada su basura,
pernicioso veneno para las almas, y reteniendo sus hechos en la memoria, no
nos sentimos como heridos sino que concebimos un mayor odio hacia ellos.
Pero volvamos ahora a nosotros mismos y acojamos los dogmas saludables de la
verdadera fe, uniendo a la dignidad del Dios único la prerrogativa paterna y
creyendo en un único Dios Padre. No se debe creer simplemente en un Dios
único: acojamos también piadosamente al Padre de su único Hijo nuestro Señor
Jesucristo.
La afirmación de que Dios es Padre de Cristo, más allá de la imagen de Dios
en los judíos
2. Y es por razón de los judíos por lo que hemos de sentir estas cosas más
sublimes. Pues ellos admiten en sus enseñanzas que sólo hay un único Dios (a
pesar de que a veces lo han negado mediante el culto a los ídolos). Pero no
lo aceptan como Padre de nuestro Señor Jesucristo. Con lo cual son de sentir
contrario a sus propios profetas, que afirman en
Centrarse en que Dios es Padre de Cristo
3. Pero los judíos son a menudo víctimas, y ello voluntariamente, de la
enfermedad de la incredulidad según los pasajes aducidos u otros de
Un solo Dios, pero Dios Padre y Dios Hijo
4. Pues el nombre de Padre, por su misma denominación, fija en el ánimo a la
vez el conocimiento del Hijo, del mismo modo que también quien pronunció el
nombre del Hijo ha tenido inmediatamente también la idea del Padre: pues el
Padre es Padre del Hijo, y el Hijo es Hijo del Padre. Por tanto, que nadie
por el hecho de que decimos «en un solo Dios, Padre todopoderoso; creador
del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible», y porque
después añadimos: «y en un solo Señor Jesucristo», sospeche alevosamente que
es posterior en lugar y orden al cielo y a la tierra. Por consiguiente,
antes de llamar Dios a cada uno de ellos, hemos hablado del Padre, pero de
modo que, a la vez que pensamos en el Padre, en el mismo acto pensemos en el
Hijo. Y entre el Hijo y el Padre no existe ninguna otra realidad
intermedia(6).
Dios es por naturaleza Padre de Cristo desde toda la eternidad
5. De manera abusiva se considera padre de muchas cosas a Dios, pero por
naturaleza y en verdad es Padre de su Hijo único nuestro Señor Jesucristo. Y
no es que haya llegado a ser Padre en el transcurso del tiempo, sino que
existe eternamente como Padre de su Hijo unigénito. Pues no ha sucedido que,
no teniendo anteriormente descendencia, haya llegado después a ser Padre,
sino que Dios tiene toda la dignidad paterna anteriormente a toda sustancia
y a todo sentido, antes de los tiempos y de todos los siglos. Y la tiene en
mayor medida que todos los demás títulos. No ha recibido la paternidad de un
modo pasivo(7) o por una mutación de sí mismo; no por un añadido o por
ignorancia; tampoco porque haya fluido algo de sí ni porque se haya hecho
más pequeño o haya sufrido alteración. Pues «toda dádiva buena y todo don
perfecto viene de lo alto, desciende del Padre de las luces, en quien no hay
cambio ni sombra de rotación» (Sant 1, 17)(8). El Padre, perfecto, engendró
perfecto al Hijo entregándole todo a quien engendró: «Todo me ha sido
entregado por mi Padre» (Mt 11, 27), y el Padre es honrado por el Hijo
único; pues «yo, dice el Hijo, honro a mi Padre» (Jn 8, 49) y, además: «...
como yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor»
(Jn 15, 10). Decimos así, pues, a una con el Apóstol: «¡Bendito sea el Dios
y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de las misericordias y Dios de
todo consuelo!» (2 Cor 1, 3), y aquello de «doblo mis rodillas ante el
Padre, de quien toma nombre toda paternidad en el cielo y en la tierra» (Ef
3, 14-15). Lo glorificamos juntamente con su único Hijo(9), reconociendo a
Cristo Jesús como Señor «para gloria de Dios Padre» (c. Flp 2, 11).
El Dios vivo del Evangelio
6. Adoramos así, pues, al Padre de Cristo, hacedor del cielo y de la tierra,
Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, en cuyo honor fue construido
primeramente aquel templo y ahora este, situado en la parte opuesta(10). No
nos apoyaremos(11) en los herejes que separan totalmente el Antiguo
Testamento del Nuevo, sino que escucharemos a Cristo cuando dice en el
templo: «¿No sabíais que yo debía estar en las cosas que miran al servicio
de mi Padre?» (Lc 2, 49) o lo de «Quitad esto de aquí. No hagáis de
Por su bondad nos ha hecho Dios hijos suyos como adoptivos
7. Pero para que nadie por simpleza o por astuta maldad atribuya a Cristo la
misma dignidad que a otros hombres justos, por lo que él mismo dice: «Subo a
mi Padre y vuestro Padre» (Jn 20, 17), será bueno prevenirle de que un mismo
nombre de «Padre» tiene distintos significados. Dándose cuenta de lo cual,
dijo con cautela: «Voy a mi Padre y a vuestro Padre». Y no dijo «a nuestro
Padre», sino que hizo la distinción anterior, señalando primeramente lo que
es propio suyo, «a mi Padre», que lo era por naturaleza. Y entonces añadió
«y vuestro Padre», que lo era por adopción(12). Pues aunque nos concedió,
especialmente en las súplicas, decir; «Padre nuestro, que estás en los
cielos» (Mt 6, 9 par.), le llamamos así por benignidad suya, pues no le
llamamos Padre porque hayamos sido engendrados por él de modo natural en el
cielo, sino que, trasladados de la esclavitud a la adopción, nos ha sido
concedido con bondad inefable por gracia del Padre, por el Hijo y el
Espíritu Santo.
8. Pero quien quiera llegar a saber por qué llamamos «Padre» a Dios oiga al
gran pedagogo que es Moisés, que dice: «¿No es él tu padre, el que te creó,
el que te hizo y te fundó?» (Dt 32)(13); y al profeta Isaías: «Pues bien,
Yahvé, tú eres nuestro Padre; nosotros la arcilla, y tú nuestro alfarero, la
hechura de tus manos todos nosotros» (Is 64, 7). El don del profeta explicó
con toda claridad (o la gracia, hablando por el profeta) que, si le llamamos
Padre, es por gracia y adopción de Dios.
9. Y para que sepas con más cuidado que no sólo se llama «padre» en las
Escrituras al que lo es por naturaleza, escucha a Pablo: «Pues aunque hayáis
tenido diez mil pedagogos en Cristo, no habéis tenido muchos padres. He sido
yo quien, por el Evangelio, os engendré en Cristo Jesús» (I Cor 4, 15). No
porque les hubiese engendrado según la carne, sino porque los había
instruido y los había regenerado por el Espíritu. Por eso era Pablo padre de
los corintios. Oye también a Job cuando dice: «Era el padre de los pobres»
(29, 16), llamándose a sí mismo padre, no porque hubiese engendrado a todos,
sino porque los había tomado a su cuidado. Que también el Hijo unigénito de
Dios, cuando fue clavado en la cruz según la carne, viendo a María, madre de
su propia carne, y a Juan, el predilecto de sus discípulos, le dijo a éste:
«Ahí tienes a tu madre»; y a María: «Ahí tienes a tu hijo» (Jn 19, 26-27),
hacia el que ella en lo sucesivo había de mostrar su caridad. Con las cuales
palabras se vio claro indirectamente lo dicho por Lucas: «Su padre y su
madre estaban admirados» (Lc 2, 33). De tales palabras se apoderan los
herejes cuando enseñan que él nació de un hombre y una mujer. Igualmente
María es llamada madre de Juan por la caridad(14), no porque lo hubiese
engendrado. Así también José es llamado padre de Cristo, y no por razón de
generación (pues «no la conocía hasta que ella dio a luz un hijo» (Mt 1,
25), sino por el cuidado puesto en alimentarlo y educarlo.
Más explicaciones de la paternidad de Dios hacia los hombres
10. Esto, por consiguiente, se os ha dicho a vosotros de paso como
advertencia. Pero añadamos también otro testimonio para mostrar que Dios es
llamado en sentido amplio padre de los hombres. Pues en Isaías se dice
refiriéndose a Dios: «Porque tú eres nuestro Padre, que Abraham no nos
conoce, ni Israel nos recuerda» (Is 63, 15)(15) ¿Puede aducirse todavía algo
más? Cuando dice el salmo: «Padre de los huérfanos y tutor de las viudas es
Dios en su santa morada» (68, 60). ¿Acaso no es a todos manifiesto que,
cuando a Dios se le llama padre de los huérfanos, si éstos perdieron poco
antes a sus padres, no es porque Dios los haya engendrado, sino porque toma
a su cargo el cuidado y la defensa de los mismos? De los hombres, por
consiguiente, como queda dicho, es padre sólo en un sentido amplio. Pues
Dios es, por naturaleza, sólo padre de los hombres, aunque de Cristo lo es
antes de los tiempos, como él mismo dice: «Ahora, Padre, glorifícame tú,
junto a ti, con la gloria que tenía a tu lado, antes que el mundo existiese»
(Jn 17, 5).
11. Creemos, pues en un solo Dios Padre, irrastreable e indescriptible. A él
no lo ha visto hombre alguno; sólo «el Hijo único lo ha contado» (Jn 1, 18),
pues «aquel que ha venido de Dios, ése ha visto al Padre» (Jn 6, 46). Los
ángeles en el cielo ven continuamente su rostro (cf.
12. Pero al llegar a este punto de nuestro discurso, estimulado por el
recuerdo de lo que poco antes decía de que a Dios se le llama Padre de los
hombres, me sorprende en gran medida la ingratitud de los hombres, pues, en
su inefable bondad, Dios ha querido ser llamado padre de los hombres: quien
está en los cielos, padre de los que habitan en el mundo; el autor de los
siglos, padre de los que viven en el tiempo; el que «abarcó con su palmo la
dimensión de los cielos» (Is 40, 12) es padre de los que habitan la tierra
como saltamontes (cf. Is 40, 22). Pero el hombre, abandonando a su padre del
cielo, ha dicho al leño: «Tú eres mi padre», y a la piedra: «Tú me has
engendrado». Y por lo tanto, según me parece, es a la naturaleza humana a la
que habla el salmo: «Olvida a tu pueblo y la casa de tu padre» (Sal 45, 11),
el padre a quien elegiste y a quien hiciste llamar para tu perdición.
El diablo, padre de la mentira. La paternidad divina
13. Y no sólo a los leños y a las piedras, sino al mismo Satanás, que pierde
a las almas, eligieron algunos como padre. A ellos decía el Señor
increpándoles: «Vosotros hacéis las obras de vuestro padre» (Jn 8, 41), es
decir, del diablo, que no es padre de los hombres por naturaleza, sino a
causa del engaño. Pues al modo como Pablo, a causa de la enseñanza piadosa
que les había transmitido a los Corintios, es llamado padre de los mismos (1
Cor 4, 15), así también el diablo es llamado padre de quienes se van con él
(cf. Sal 50, 18) por propia voluntad. No toleraremos, pues, a quienes
torcidamente interpretan aquello de «en esto se reconocen los hijos de Dios
y los hijos del Diablo» (I
Confianza en Dios Padre
14. Conociendo pues, esto, caminemos según el espíritu, para llegar a ser
dignos de la adopción divina. «Pues todos los que son guiados por el
espíritu de Dios son hijos de Dios» (Rm 8, 14). Pues de nada nos serviría
haber conseguido el nombre de cristianos, si a ello no siguen las obras, no
sea que tal vez se nos diga aquello: «Si sois hijos de Abraham, haced las
obras de Abraham» (Jn 8, 39). Pues si llamamos Padre a quien juzga sin
acepción de personas según las obras de cada uno, pasemos el tiempo temiendo
por nuestra vida, sin amar «al mundo ni lo que hay en el mundo. Si alguien
ama al mundo, el amor del Padre no está en él» (1
Amor a Dios y amor a los padres
15. Y honrando a nuestro Padre celestial, sigamos los pasos de «nuestros
padres según la carne» (Hebr 12, 9), como manifestó abiertamente el Señor en
El deber de piedad para con los padres
16. La primera virtud de los cristianos es la piedad, honrar a los
padres(17), remunerar los trabajos de quienes nos dieron la vida y
procurarles con el mayor afán lo que les sea de ayuda. Pues, por mucho que
les demos, nunca podremos darles la vida como ellos nos la dieron a
nosotros. De modo que, al disfrutar ellos de la alegría que les
proporcionamos (cf. Ecclo 3, 3 es), nos fortalezcan a su vez con las
bendiciones que el suplantador Jacob obtuvo astutamente (cf. Gén 27, 36). Y
el Padre celestial, aceptando gratamente nuestra buena voluntad, nos haga
dignos de que resplandezcamos como el sol en el Reino del Padre (cf.
NOTAS
[1] La expresión traducida por «paternidad» quizá es literalmente más bien
«lo engendrado por un Padre», y en este sentido podría tal vez entenderse
como «familia» o «descendencia».
[2] De hecho el tema ha sido también algo así como lo que los dogmáticos
llaman De Deo uno, es decir, el tratado dogmático sobre Dios en cuanto Dios
único. Pero la anterior catequesis trató acerca de Dios con intención de
rebatir todo lo referente al dualismo maniqueo, razón por la que se
produjeron las abundantes digresiones mencionadas. Desde la presente
catequesis hasta
[3] Sal 2, 7 debe verse en su contexto y en relación con otros pasajes de
[4] Sal 89, 27-28, versículos que también se interpretan en sentido
cristológico.
[5] La versión que se ofrece del versículo es la correspondiente al texto
griego.
[6] Estas explicaciones de Cirilo son un claro esfuerzo, características de
la tradición patrística desde el concilio de Nicea (año 325) y Atanasio, por
expresar simultáneamente la unidad de Dios, tal como se vio en la catequesis
anterior, pero al mismo tiempo la pluralidad trinitaria, Padre, Hijo y
Espíritu, en la unidad divina sustancial, en la que en el párrafo que acaba
de terminar Padre e Hijo gozan de exactamente igual dignidad. Las catequesis
de Cirilo se convierten así en una transmisión exacta de la fe objetiva de
[7] No «ha sido hecho» Padre, es decir, no ha recibido de nadie la
paternidad ni tampoco ha llegado a ella a través de ninguna evolución.
[8] El Padre es calificado así como Dios de los astros, pero en él no se dan
las variaciones y las rotaciones que se dan en el firmamento.
[9] De nuevo añade Cirilo entre paréntesis como si fuese una nota: «Pues
"todo el que niega al Hijo tampoco posee al Padre") y, a su vez: 'Quien
confiesa al Hijo posee también al Padre' (I
[10] Alusión al lugar del templo en el que Cirilo está pronunciando la
catequesis
[11] Al exponer la cuestión de que aquí se trata.
[12] Lo inaudito de la relación que en el cristianismo se establece entre el
hombre y Dios reside en que el hombre puede llamar a Dios «Padre», pues,
aunque no es hijo de Dios por naturaleza, sí lo es en Cristo por adopción.
La expresión de Jesús, en
[13] Conviene recordar que todo
[14] «Por la caridad» por la que se le ha encargado tener hacia Juan actitud
de madre.
[15] En
[16] Cf. cat. 4, núm. 20.
[17] Cf., para toda la frase,
CATEQUESIS VIII:
OMNIPOTENCIA Y PROVIDENCIA DE DIOS
Pronunciada en Jerusalén, sobre lo de «todopoderoso'' (que todo lo tiene
bajo su poder). La lectura es de Jeremías: «El Dios grande, el Fuerte, cuyo
nombre es Yahvé Sebaot, grande en designios y rico en recursos...
(32,18-19)(1).
Tema fundamental: la omnipotencia de Dios, Padre providente
1. Por el hecho de que creemos en un solo Dios, rechazamos todo error acerca
de una pluralidad de dioses, sirviéndonos de estas armas frente a los
gentiles y frente a toda la resistencia de los herejes. Pero al añadir «un
solo Dios Padre», luchamos contra los que provienen de la circuncisión, que
niegan al Hijo Unigénito de Dios. Pues, como se dijo en el día de ayer,
antes incluso de que expliquemos lo que se refiere a nuestro Señor
Jesucristo, simplemente por haber dicho Padre, ya quisimos indicar que es
Padre del Hijo. Así, del mismo modo que entendimos que existe Dios, pensemos
también que tiene un Hijo. Pero a esto añadimos ahora que es todopoderoso
(que todas las cosas las tiene bajo su poder). Esto lo afirmamos por causa
de los gentiles, de los judíos y de los herejes.
Dios, presente y activo en todo
2. Pues algunos de los gentiles dijeron que Dios es el alma del mundo.
Otros, por su parte, dijeron que sólo sobre los cielos tiene potestad, pero
ésta no alcanza hasta la tierra. Algunos también, arrastrados por un error
semejante, pervirtiendo el sentido de «Oh Yahvé, en los cielos tu amor,
hasta las nubes tu verdad» (Sal 35,5)(2), circunscribieron a las nubes y al
cielo la providencia de Dios, pero enajenando de Dios lo que hay en la
tierra. Se olvidaron del salmo: «Si hasta los cielos subo, allí estás tú, si
en el sol me acuesto, allí te encuentras» (Sal 139,8). Pues si nada hay más
allá del cielo, y puesto que el infierno está por debajo de la tierra, sin
duda que el que gobierna lo de más abajo alcanza también la tierra.
Diversos aspectos del poder de Dios
3. Pero los herejes, por otra parte, como se ha dicho anteriormente, no
conocieron a un Dios único omnipotente. Pues omnipotente es el que domina
sobre todas las cosas y todo lo tiene sujeto a su poder. Y quienes dicen que
(Dios) es señor del alma, pero no del cuerpo, afirman con ello que ninguna
de las dos realidades es perfecta, pues cada una de las dos carece de la
otra. Y si alguien tiene potestad sobre el alma, pero no sobre el cuerpo, ¿a
título de qué sería omnipotente? ¿Y dónde estaría la omnipotencia del que
dominara sobre los cuerpos, pero no sobre los espíritus? Sin embargo, es
cierto que Dios declara convictos a aquellos de quienes dice: «Temed más
bien a Aquel que puede llevar a la perdición alma y cuerpo en la gehenna»
(Mt 10,28). Pues si no tiene potestad sobre ambos, ¿cómo pudo el Padre de
nuestro Señor Jesucristo someter a uno y otro al suplicio? ¿Y cómo podrá,
invadiendo un cuerpo ajeno a su potestad, entregarlo a la gehenna si antes
no ata al fuerte para saquear su ajuar?(3).
Dios ejerce su dominio aún permitiendo la acción del diablo
4. Pero la divina Escritura y los dogmas de la verdad han conocido a un Dios
único, el cual tiene muchas cosas sometidas al imperio de su poder, pero
muchas cosas las permite porque quiere(4). Pues también ejerce su dominio
sobre los adoradores de ídolos, pero los soporta por su paciencia; a los
herejes que le rechazan también los tiene bajo su poder, pero los tolera con
su longanimidad. También tiene sometido al diablo, pero lo acepta con su
tolerancia. Y no sufre por impotencia como si se le venciese (a Dios). Pues,
desde siempre, también (el diablo) estuvo entre las criaturas de Dios, que
no fue quien le engañó -ello sería algo indigno- sino otros ángeles, que
también son criaturas. Le permitió, sin embargo, vivir por dos razones: para
que, al vencerlo, se sintiese afectado por una mayor vergüenza y para que
los hombres recibiesen la corona(5). ¡Oh providencia de Dios llena de
sabiduría, que asumió aquélla perversa voluntad para otorgar la salvación a
quienes creyeran. Cuando se sirvió de la intención hostil de los hermanos de
osé para la realización de sus planes, permitiendo que vendiesen a su
hermano por odio, de ello tomó ocasión para constituir en gobernador a quien
él quería(6). De modo semejante concedió luchar con el diablo para que
fuesen coronados los vencedores; así, conseguida la victoria, el diablo,
vencido por quienes son inferiores a él, se cubriría de mayor vergüenza. Los
hombres, en cambio, quedarían ennoblecidos de modo insigne tras haber
vencido a quien en otro tiempo había sido arcángel.
Dios reina también sobre el hombre pecador
5. Nada, pues, se encuentra sustraído al poder de Dios. De él dice
Recto uso del dinero
6. Las riquezas, el oro y la plata no son del diablo como algunos
piensan(9). «Del hombre fiel es todo el mundo de las riquezas, pero el que
no lo es no tiene siquiera un óbolo»(10). Pero nadie es más infiel que el
diablo, como claramente lo dijo Dios por medio del profeta: ¡«Mía es la
plata y mío el oro!» (Ag 2, 8), «y se lo doy a quien quiero» (Lc 4, 6). Lo
único que debes hacer es usar bien de ello. No debes criticar más el dinero.
Pero cuando tú utilizas mal algo que es bueno sin querer culpar a tu propia
administración, diriges tu queja impíamente contra el creador. «Tuve hambre
y me disteis de comer» (Mt 25, 35): no hay duda de que fueron vuestras
propias riquezas. «Estuve desnudo y me cubristeis» (Mt 25, 36): en ello
intervino vuestro dinero. ¿Quieres saber que las riquezas pueden ser la
puerta del reino de los cielos?: «Vende lo que tienes, dáselo a los pobres y
tendrás un tesoro en el cielo» (Mt 19, 21).
Lo que se posee es de por sí bueno (11)
7. Estas cosas las he dicho a causa de los herejes, que condenan al anatema
las propiedades, el dinero y los cuerpos. Pues ni deseo que seas esclavo de
las riquezas ni, por otra parte, que las mires como enemigas, pues te han
sido dadas por Dios como ayuda. Por consiguiente, no vayas diciendo de vez
en cuando que el dinero es del diablo, pues aunque (éste) diga: «Todo esto
te daré porque a mí me ha sido entregado» (Lc 4, 6), alguno puede, sin
embargo, refutar incluso esas palabras, puesto que no puede creerse a un
mentiroso. Quizá, sin embargo, amilanado ante el poder de quien estaba
presente, dijo la verdad, puesto que no afirma: «Todo esto te daré porque es
mío», sino «porque a mí me ha sido entregado». No usurpó la propiedad, sino
que declaró una encomienda y una simple administración a él confiada.
Oportunamente se preguntan los intérpretes si mintió o dijo la verdad.
Conclusión: el poder del Señor Dios
8. Por tanto, sólo hay un único Dios Padre omnipotente, a quien muchos
herejes se han atrevido a atacar con improperios: no han sentido temor de
injuriar al Señor de los ejércitos que se sienta sobre los querubines(12).
Han osado infamar con blasfemias al Señor Adonai(13), no se arredraron de
afrentarle con ellas a aquel a quien las voces de los profetas celebran como
Dios todopoderoso. Tú, en cambio, adora al único Dios todopoderoso, Padre de
nuestro Señor Jesucristo(14). Huye del error del politeísmo; escapa también
de cualquier herejía y di, según lo del libro de Job: «Yo por mí a Dios
recurriría, expondría a Dios mi causa. El es autor de obras grandiosas e
insondables, de maravillas sin número» (Job 5, 8-9), y aquello de «el honor
proviene del Todopoderoso»(15), a quien sea la gloria por los siglos de los
siglos. Amén.
NOTAS
[1] Para la comprensión de esta catequesis conviene tener en cuenta el
ambiente intelectual y religioso circundante: se hacen las distintas
afirmaciones en contra de los maniqueos, que subrayan la maldad intrínseca
al menos de una parte de la creación, y también en contra de los arrianos,
que ponen en duda la igualdad, en cuanto a naturaleza y dignidad, del Padre,
el Hijo y el Espíritu Santo. Téngase en cuenta, además, que la afirmación
que se hace de que Dios es «todopoderoso» tiene en el original griego el
sentido semántico de aquel «que domina sobre todas las cosas» (pantocrátor),
lo cual facilita a su vez la relación entre omnipotencia y providencia de
Dios.
[2] Cf. también Sal 57, 11 y 108, 5.
[3] Vid. Mc 3, 27 par.: «Pero nadie puede entrar en casa del fuerte y
saquear su ajuar, si no ata primero al fuerte; entonces podrá saquear su
casa». El texto evangélico, difícil de interpretar, debe entenderse desde su
contexto: el diablo, aún armado de su propia fortaleza, puede ser vencido en
el hombre por el poder de Dios, de modo que al fuerte -en esta caso, el
diablo- se le arrebata la presa (cf. Is 49, 24-25). Todo esto, sin embargo,
parece quedar como forzado en el texto de Cirilo, que en cualquier caso
aplica el pasaje a la realidad de la omnipotencia de Dios.
[4] Con ello se distingue claramente entre lo que es voluntad de Dios y lo
que éste simplemente permite. Lo que Dios permite sin ser objeto de su
voluntad puede existir tanto en el campo de lo físicamente existente
(incluyéndose aquí, por tanto, también el mal físico: enfermedad, etc.) como
en el del mal moral (por ejemplo, cuando Dios permite el pecado individual o
de unos hombres contra otros). En este caso, sin que Dios lo quiera, lo
permite o tolera, conociendo él en el misterio de sus designios cómo podrá
servirse para bien de los hombres del mal que él no ha querido. La bondad de
Dios es por naturaleza incompatible con una supuesta voluntad suya del mal.
Esta es originariamente la pregunta que da origen a la Teodicea.
[5] La corona de la victoria a sus méritos.
[6] Vid. toda la historia de José en
[7] Esta afirmación de que Hijo y Espíritu Santo están colocados fuera del
resto de la realidad sierva es tal vez intencionadamente antiarriana, pues
con ella se trata de afirmar la igualdad en dignidad de Padre, Hijo y
Espíritu Santo, sin que ninguno de estos dos esté sometido o subordinado al
Padre.
[8] Vid. más adelante cat. X, núm. 9.
[9] Se condena aquí un rigorismo que considera malas las riquezas en sí
mismas.
[10] Moneda de un valor muy inferior a una peseta. La frase está tomada de
[11] Al menos ésta es una de las cuestiones expuestas en este núm. 7. Aunque
se relativizan las riquezas de modo total, no se las condena por sí mismas,
con lo cual está Cirilo muy lejos de lo que en la historia de la Iglesia
serán siempre los movimientos cátaros, etc.
[12] Cf. Is 6,2-3 (mención de «serafines»); Sal 80, 2.
[13] La fórmula Adonai es sobre todo para dirigirse a Dios: «¡Señor mío!»
(cf. Gén. 18, 3).
[14] La fórmula es de
[15] La edición de PG 33, 635 remite aquí a
CATEQUESIS IX:
DIOS CREADOR DE TODAS LAS COSAS
Pronunciada en Jerusalén sobre lo de «creador del cielo y de la tierra, de
todo lo visible y lo invisible». La lectura es de Job: «¿Quién es este que
empaña mi proyecto, reteniendo las palabras en su corazón y creyendo
esconderse de mi?» (Jb 38, 2 LXX)(1).
No se puede ver a Dios directamente en esta vida
1. No es posible ver a Dios con los ojos de la carne: pues lo que es
incorpóreo no puede entrar con estos ojos. Esto lo testificó también el
mismo Hijo unigénito de Dios al decir: «A Dios nadie lo ha visto jamás».
Pues aunque alguien interpretase lo que está escrito en Ezequiel como si
éste tuviese una visión directa, escuche lo que dice
Conocimiento a Dios a través de las criaturas
2. No se nos ha dado conocer la naturaleza divina con ojos corporales; pero
por las obras de Dios podemos alcanzar una idea de su poder, según lo que
dice Salomón: «Pues de la grandeza y hermosura de las criaturas se llega,
por analogía, a contemplar a su Autor» (Sab 13, 5)(4). No dice simplemente
que por las criaturas se deduzca al creador, sino que añadió: por analogías.
Pues Dios parece tanto mayor a cada uno cuanto mayor sea la contemplación de
las criaturas adquirida por el hombre. Y cuanto más ha sometido a su propio
ánimo a la contemplación, mayores son el conocimiento y la imagen que tiene
del mismo Dios.
No es posible comprender plenamente a Dios
3. ¿Quieres conocer que no es posible llegar a abarcar toda la naturaleza de
Dios? Aquellos tres jóvenes que iban camino del fuego exclamaban celebrando
a Dios con alabanzas: «Bendito tú, que sondeas los abismos, que te sientas
sobre querubines» (Dan 3, 55). Y ahora te pregunto: «Dime cuál es la
naturaleza de los querubines y piensa entonces cómo es aquel que se sienta
sobre ellos». Por su parte, el profeta Ezequiel, en cuanto era posible, hizo
una descripción de los mismos diciendo: «Tenían cada uno cuatro caras» (Ez
1, 6): el primero, de hombre; el segundo, de león; el tercero, de águila; el
último, de toro (cf. Ez 1, 10). También «cada uno tenía seis alas» (Is 6, 2)
y ojos por todas partes, y avanzaban como sobre una rueda en cuatro
direcciones (cf. Ez 10, 11-12). Sin embargo, incluso tras esta descripción
del profeta, no podemos llegar por la lectura a comprenderlo todo. Pues si
no podemos comprender siquiera el trono que ha descrito, ¿cómo podremos
abarcar al Dios invisible e inefable que en él se sienta? Es ciertamente
imposible escrutar de modo íntimo la naturaleza de Dios, pero sí se puede
tributar gloria y honor al que conocemos por sus obras.
De nuevo, la verdadera relación entre Dios Padre y Dios Hijo
4. Estas cosas se os dicen a vosotros del modo consecutivo y ordenado de la
fe(5)(6). Y puesto que decimos: «Creemos en un solo Dios, Padre
todopoderoso, creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo
invisible», recordamos así que él es el Padre de nuestro señor Jesucristo y
que es el mismo que hizo el cielo y la tierra. De este modo quedamos
protegidos frente a las desviaciones de los herejes ajenos a Dios, que se
han atrevido a injuriar al sapientísimo creador de todo este mundos: ven con
los ojos de la carne, pero están privados de la comprensión de la mente.
Sabiduría previsora de Dios al crear
5. ¿Qué es lo que tienen que criticar en esta obra máxima de Dios? Se
deberían haber sentido llenos de estupor al contemplar las curvaturas
celestes, adorando así a quien puso el cielo como bóveda y de la naturaleza
fluida de las aguas formó la sustancia del cielo. Pues dijo Dios: «Haya un
firmamento en medio de las aguas» (Gén 1, 6). Una sola vez lo dijo Dios y se
mantiene sin caerse. El cielo es agua, pero son de fuego los seres clavados
en él, el sol, la luna y las estrellas. Pero, ¿cómo se mueven en el agua
estos seres ígneos?(7)(8) Si a alguno le vienen dudas a causa de las
naturalezas contrarias del fuego y del agua, acuérdese del fuego que, en
tiempo de Moisés, ardió en medio del granizo (cf.
El admirable orden del universo, de las estaciones y del mundo
6. Entonces, ¿qué? ¿No habrá que admirarse de la construcción del sol? Pues,
apareciendo con la modestia de una vasija, contiene una enorme energía:
apareciendo por el Oriente, emite luz hasta el Occidente. Decía el salmista
describiendo sus salidas matutinas: «Y él, como un esposo que sale de su
tálamo» (Sal 19). Con dulzura se describía así el modo a la vez esplendoroso
y suave como comienza a derramar su luz sobre los hombres. Y cuando el sol
se encuentra en pleno centro del día, a menudo huimos de él por el excesivo
calor, pero en su salida ha alegrado a todos cuando hace su aparición como
«el esposo». Considera la posición del sol, que es plenamente la adecuada,
si bien no la ha establecido él mismo, sino el que con su mandato determinó
su curso. En verano se encuentra en su máxima altura, los días se hacen más
largos, dando oportunidad a los hombres para sus trabajos. En invierno, sin
embargo, limita su carrera, de modo que la época del frío no se prolongue
sino que las noches, haciéndose más largas, sirvan de ayuda a los hombres
para su descanso y para que la tierra produzca sus frutos. Mira también cómo
los días se suceden unos a otros en el orden adecuado: se alargan en verano
y en invierno se acortan, pero en la primavera y el otoño se hacen
agradables los días con una duración semejante; e igualmente hacen las
noches. De todos ellos dice el salmista: «El día al día comunica el mensaje,
y la noche a la noche transmite la noticia» (Sal 19, 2). Es como si clamaran
ante unos herejes que no quieren oír y, en medio de su orden admirable,
dijeran que no hay otro Dios que el que creó y dispuso los confines del
mundo poniéndolo todo en orden.
El sabio ritmo del día y de la noche
7. Que nadie haga mención de quienes dicen que uno es el creador de la luz y
otro el de las tinieblas(9). Recuerde las palabras de Isaías: «Yo (Yahvé)
modelo la luz y creo la tiniebla» (Is 45, 7). ¿Por qué, pues, te encolerizas
con éstas? ¿Por qué soportas tan mal el tiempo que te ha sido dado como
descanso? El siervo no conseguiría de sus señores descanso alguno de sus
trabajos si las tinieblas de la noche no le trajesen la tregua. ¿Y cómo es
que con tanta frecuencia, fatigados del trabajo del día, es por la noche
como nos rehacemos? Y el que el día anterior se dio a sus trabajos, por la
mañana aparece robusto y ágil por el descanso nocturno. ¿Y qué mejor que la
noche para conducir a la sabiduría? Pues en ella meditamos muy a menudo en
lo que se refiere a Dios; en ella nos dedicamos a la lectura y la
contemplación de los divinos oráculos. ¿Cuándo se esfuerza nuestra mente con
mayor tenacidad en entonar los salmos o en derramar nuestras súplicas?(10).
¿No es acaso cuando es de noche? ¿Y cuándo, si no en la noche, recordamos
con más frecuencia nuestros pecados? No admitamos por tanto, perversamente,
que existe otro autor para las tinieblas, pues la experiencia demuestra que
también ellas son buenas y muy útiles.
La luz de las estrellas, el sol y la luna
8. Convendría que éstos (los mencionados) se asombraran y admirasen no sólo
de la grandeza del sol y de la luna, sino también de las ordenadas danzas y
el libre movimiento de las estrellas, al que nada perturba mientras cada una
de ellas aparece en el momento oportuno. Y cómo unas son signo del verano y
otras del invierno: unas indican el comienzo de la siembra y otras el de la
época de la navegación. Y es precisamente el navegante, que se mueve en las
inmensidades de extensas olas, el que dirige su barco mediante la
observación de las estrellas. De todo esto dice señaladamente
Advierte también de qué modo tan hermoso nos va dando Dios la luz del día
poco a poco. Pues no vemos que el sol salga de modo repentino, sino que
primeramente aparece una luz limitada para que, preparándose las pupilas,
puedan captar la fuerza cada vez mayor de los rayos solares. Considera
también cómo mitiga las tinieblas nocturnas con la suavidad del resplandor
de la luna.
Dios, Señor de los elementos y fenómenos naturales
9. ¿Quién es el padre de la lluvia? ¿Quién hizo las gotas del rocío? ¿Quién
concentró el vapor en las nubes ordenando que sostuviesen el agua de las
tormentas? ¿Y acaso no hace acercarse desde el norte a nubes vestidas de un
aéreo resplandor, mientras según los momentos va haciendo cambiar su aspecto
y su forma en figuras distintas del mundo o de cualquier otro género? ¿Quién
hay que pueda numerar con conocimiento de causa a las nubes? Sobre ello se
dice en el libro de Job: «¿Quién tiene pericia para contar las nubes? ¿Quién
inclina los odres de los cielos?» (Job 38, 37). Y aquello otro: «El cuenta a
las nubes con su sabiduría» (26, 8 LXX) y las nubes no son «un velo opaco»
para él (cf.
Variedad de la creación
10. Ante esto, ¿qué habrá que hacer? ¿Habrá que proferir insultos contra el
Hacedor del mundo o habrá más bien que adorarlo? Y no hablo de las cosas
ocultas de su sabiduría. Quisiera más bien que contemplaras la primavera,
reteniendo la variedad de sus flores que todas son iguales y a la vez
distintas: el púrpura de la rosa y la excelsa blancura del lirio. Pues,
aunque ambos proceden de la misma lluvia y del mismo suelo, ¿quién es el que
las hace distintas y las construye? Quisiera también que consideraras qué
habilidad del único artífice es la que hace que árboles de la misma clase
sirvan a veces para dar sombra y a veces para desparramarse en frutos
diversos. Una parte de la vid se destina a la quema, otra a convertirse en
renuevos, otra en follaje, otra en horquillas y, por fin, una última en
uvas. Asómbrate también, en una caña, de la amplitud del espacio que su
autor puso entre sus nudos. En un mismo terreno salen serpientes, jumentos,
árboles, alimentos, oro, plata, cobre, hierro, piedra. Una es la sustancia
de las aguas, y salen de ellas las especies de los peces y de las aves, de
manera que unos nadan en el agua mientras las aves vuelan en el aire.
La inmensidad del mar, dominada por el Creador
11. «Ahí está el mar, grande y de amplios brazos, y en él, el hervidero
innumerable de animales, grandes y pequeños» (Sal 104, 25). ¿Quién podrá
exponer la hermosura de los peces que ahí viven? ¿Quién la magnitud de los
cetáceos o la naturaleza de los animales anfibios que viven tanto en la
tierra árida como en el agua? ¿Quién puede exponer la profundidad y la
hondura del mar o el inmenso ímpetu de las olas? Se mantiene, sin embargo,
dentro de los límites que le ha fijado quien le dijo: «Llegarás hasta aquí,
no más allá..., aquí se romperá el orgullo de tus olas» (Job 38, 11).
Explica claramente el mandato que se le ha impuesto el hecho de que las
olas, al retirarse, dejan una línea visible en las orillas. A los que la ven
se les indica así que el mar no habrá de pasar de los límites establecidos.
El vuelo excelso de las aves
12. ¿Quién puede captar la naturaleza de las aves del cielo? ¿Cómo es que
unas poseen una lengua experta en el canto, mientras otras poseen una gran
variedad de colores en sus plumas y algunas, como las aves de presa, se
mantienen, en medio del vuelo, inmóviles en el aire? Pues es por mandato de
Dios por lo que «el halcón emprende el vuelo, despliega sus alas hacia el
sur» (Job 9, 26). ¿Qué hombre percibe cómo «se remonta el águila» a «las
alturas» (39, 27). Pues si con toda tu capacidad de pensar no puedes darte
cuenta de cómo las aves se elevan a lo alto, ¿cómo podrás entonces abarcar
con tu mente al autor de todas las cosas?
Diversidad y enseñanzas del mundo animal
13. ¿Quién ha llegado a saber simplemente los nombres de todas las fieras?
¿Y quién se ha dado cuenta de la naturaleza de cada una de ellas y de su
fuerza? Pero si ni siquiera conocemos sus nombres, ¿cómo podremos abarcar a
su autor? Uno fue el precepto de Dios, por el que dijo: «Produzca la tierra
animales vivientes de cada especie: bestias, sierpes y alimañas terrestres
de cada especie» (Gén 1, 24). Por un único mandato brotaron, como de una
única fuente, las diversas clases de animales: la mansísima oveja, el león
carnicero. Por su parte, movimientos diversos de animales irracionales
reflejan una variedad de inclinaciones humanas: la zorra, por ejemplo,
expresa la perfidia humana; la serpiente, a los que hieren a sus amigos con
dardos venenosos; el caballo que relincha, a jóvenes voluptuosos(12). Sin
embargo, la hormiga diligente sirve para estimular al negligente y al
perezoso. Pues cuando alguien, en su juventud, vive en la desidia y el ocio,
los mismos animales irracionales le estimulan según el mismo reproche que
recoge
Cualidades diversas de animales salvajes
14. ¿Acaso, pues, no es el Creador digno de toda alabanza? ¿O es que, porque
tú no conozcas la naturaleza de todas las cosas, han de ser por ello
inútiles los seres creados? ¿Puedes, quizá, llegar a conocer las cualidades
de todas las hierbas? ¿O eres capaz de aprender qué utilidad tiene lo que
proviene de cualquier animal? Pues es cierto que incluso de las víboras
venenosas proceden ciertos antídotos para la salud de los mortales. Pero me
dirás: las serpientes son cosa horrenda. Teme al Señor y no podrá hacerte
daño. El escorpión cobra fuerza al picar: teme al Señor y no te picará. El
león está sediento de sangre: teme al Señor —como en cierta ocasión Daniel
(Dan 6, 23)— y (el león) permanecerá tranquilo junto a ti. Realmente son de
admirar las fuerzas de los mismos animales: unos clavan con el aguijón,
mientras la fuerza de otros reside en sus dientes; los hay que luchan con
sus garras; la fuerza, por último, del basilisco reside en su mirada. Por
las diversas cualidades de su obra puedes, pues, comprender la capacidad del
Creador.
La misma maravilla del cuerpo humano
15. Pero hay otra cosa que desconoces: hay algo muy distinto entre ti mismo
y los animales que están fuera de ti, porque tú puedes entrar dentro de ti
mismo y conocer por tu propia naturaleza al Creador. Pues, ¿qué es lo que
hay en tu cuerpo que sea digno de reprensión? Practica la continencia y nada
en tus miembros será malo. En un principio Adán está desnudo en el paraíso
juntamente con Eva. Por sus miembros, desde luego, no era digno del oprobio
ni del rechazo. Por tanto, causa del pecado no son los miembros, sino
aquellos que se sirven mal de ellos(14). Sabio es, sin embargo, el que creó
los miembros. ¿Quién es el que preparó el hueco del útero para la
procreación de los hijos? ¿Quién dio vida en él al feto inanimado? ¿Quién
realizó la conexión de los nervios y los huesos y los rodeó con la piel y la
carne? ¿Quién ha hecho que, nada más nacer, el niño tome la leche de los
pechos de su madre como de su fuente? ¿Cómo se convierte el infante en niño
y el niño en joven, más tarde en hombre y, por último, ese mismo se vuelve
anciano, sin que además nadie sea capaz de advertir que sea en momentos
precisos cuando esos cambios se producen? ¿Cómo se convierte una parte del
alimento en sangre, otra parte se integra en la propia carne y otra parte se
desecha? ¿Quién es el que hace que el corazón se mueva con movimiento
continuo? ¿Quién tan sabiamente protegió la suavidad de los ojos con el
movimiento de los párpados? Pues ciertamente los grandes libros de los
médicos apenas trataron suficientemente de la admirable estructura de los
ojos. ¿Quién hizo la distribución de la respiración por todo el cuerpo? Ves
ahí, oh hombre, la sabiduría del autor que todo lo hizo(15).
Conclusión: Dios desde sus obras
16. Nuestras palabras ya han explicado todo esto con bastante amplitud,
aunque pasando por alto muchas cosas y dejando también otras más, sobre todo
de carácter incorpóreo e invisible, para que odies a quienes injurian al
sabio y buen artífice. Y por lo que se ha dicho y leído, que tú mismo podrás
recordar y meditar, entenderás de modo análogo, por la magnitud y belleza de
las criaturas, al autor de las mismas (cf. de nuevo Sab 13, 5). Doblando
piadosamente tu rodilla ante el autor de todas las cosas, sensibles y
racionales, visibles e invisibles, con expresión de agradecimiento, de
recuerdo y de bendición, alabarás a Dios con los labios y el corazón
diciendo: «¡Cuán numerosas tus obras, Yahvé! Todas las has hecho con
sabiduría» (Sal 104, 24). A ti el honor, la gloria y la magnificencia ahora
y por lo siglos de los siglos. Amén.
NOTAS
[1] Las palabras de Dios son una queja, desde la sabiduría del Creador,
contra la petulancia del hombre.
[2] Tampoco en esta ocasión tiene desperdicio la nota de
[3] El ángel Gabriel.
[4] Sab 13, 1-9 es uno de los más conocidos pasajes bíblicos que exponen la
posibilidad de llegar a Dios a través de las criaturas, fruto de la potencia
divina. Conviene recordar que, aunque Pablo utiliza relativamente poco este
modo de argumentar, son muy conocidas sus indicaciones al respecto en
[5] Más literal: «análogamente» o «de modo análogo», con lo que, empleando
Cirilo un término abstracto de corte filosófico, no se establece simple
igualdad o identidad entre Dios y las criaturas, sino analogía, que la
tradición filosófica cristiana tan bien ha sabido distinguir de la
univocidad y de la equivocidad ontológica.
[6] Se refiere al orden en que se encuentran las afirmaciones del Credo.
[7] Al reafirmar la realidad de Dios como «Padre de nuestro Señor
Jesucristo», insistiendo una vez más, al mismo tiempo, en que es creador de
todo, se hace resaltar otra vez la enseñanza cristológica y trinitaria de
Nicea.
[8] Conviene señalar, a la hora de entender lo que la catequesis de Cirilo
enseña sobre la creación, que una cosa es la afirmación fundamental
contenida en los dos relatos de la creación del libro del Génesis (en 1,1-2,
4a y 2, 4b-25) de que el mundo no tiene su origen en si mismo, sino en Dios,
y otra cuestión distinta es el modo como se hace la descripción del universo
en esos mismos capítulos y, en general, en los autores antiguos, bíblicos o
extrabíblicos, o en los mismos autores cristianos de la antigüedad. La
exposición del universo, como es el caso también de Cirilo, pone en el
centro a la tierra y no al sol. El sol, la luna y las estrellas, en este
mismo cuadro, son poco más que meros adornos muy interesantes del «cosmos».
Sin embargo, esto no invalida en absoluto la afirmación bíblica fundamental,
que también lo es aquí de Cirilo como de toda la tradición cristiana: el
universo debe su origen a algo más grande y distinto de él, a lo cual
llamamos «Dios».
[9] De nuevo, los maniqueos, y de nuevo alusión a su concepción de la lucha
eterna entre los dos principios también eternos y antagónicos del bien y del
mal.
[10] Puede ser una simple alusión a la facilidad ambiental de dirigirse a
Dios en la oración y en el silencio de la noche, pero es también muy
probable que Cirilo tenga en su mente las vigilias de oración, frecuentes en
las iglesias palestinas de su época (cf. PG 33, 646, nota 7).
[11] Tit 3, 9 recomienda expresamente que se eviten las «discusiones necias,
genealogías»; tal vez a cuestiones parecidas se refiere la advertencia de
[12] De manera algo lejana, podría haber aquí una alusión a Jr 5, 8 y su
contexto.
[13] Refiriéndose a la comparación con la actividad de las abejas.
[14] Tras la descripción de la caída, señala Gén 3, 7 que «entonces se les
abrieron a entrambos los ojos, y se dieron cuenta de que estaban desnudos; y
cosiendo hojas de higuera se hicieron unos ceñidores». La intención evidente
del texto sagrado es hacer presente que es precisamente por el pecado que
está en el hombre por lo que éste se siente tentado a hacer mal uso de toda
la realidad creada, incluyendo en ella su propio cuerpo. Pero ni su cuerpo
ni sus miembros son de por si malos.
[15] Desde casi el comienzo de este núm. 15 («¿qué es lo que hay en tu
cuerpo que sea digno de reprensión?...»), existe una variante del texto
transmitido, contenida en el códice de una supuesta homilía de San Basilio.
Por el interés de la variante, se traduce también en la presente nota de
acuerdo con el texto ofrecido por PG 33, 655-658: «¿ Qué es lo que se ha
plasmado en tu cuerpo que sea reprensible? Sal a decirlo. Modera tu
pensamiento nada malo saldrá de tus miembros. Cada uno de ellos ha sido
hecho para nuestro uso. Guía tu reflexión hacia la piedad y sigue los
mandatos divinos, pues ningún miembro peca cuando actúa o se somete en el
ámbito de las cosas para las que ha sido hecho. Si no lo quieres, tu ojo no
mira depravadamente ni el oído escucha lo que no le conviene; tampoco la
mano se apodera de nada indebidamente ni los pies se encaminan a la
injusticia; ni tomas afecto a lo ajeno ni fornicas ni deseas la mujer de tu
prójimo. Suprime del corazón los pensamientos desviados. Date cuenta de cómo
fuiste hecho por Dios y darás más gracias a quien te formó. De entrada, Adán
estaba desnudo mientras se deleitaba en el paraíso, pero, al recibir el
mandato y no guardarlo, extendió indebidamente su mano (no porque la
voluntad estuviese en la mano, sino porque, con el deseo de su ánimo, alargó
su mano hasta donde no debía). Así cayó en la desobediencia privándose de
los bienes de que disfrutaba. Del mismo modo, los miembros no son causa de
pecado para quienes se sirven de ellos sino que lo es el que el ánimo se
sienta indebidamente inducido, según lo dicho por el Señor: "Porque del
corazón salen las intenciones malas, asesinatos, adulterios, fornicaciones"
(Mt 15, 19) y otras cosas semejantes, para todo lo cual querrías servirte de
tus miembros cuando habían sido admirablemente puestos al servicio del alma
y colocados como siervos de la razón. Debes regirlosy gobernarlos por la
acción de la piedad. Refrénalos con el temor de Dios. Somételos dóciles con
el deseo de la templanza y del ayuno, y nunca se alzarán contra ti
ejerciendo su tiranía: más bien te guardarán llevándote a una gran victoria
contra el diablo, mientras esperas la inmarcesible y eterna corona de la
victoria...». Esta variante, sin embargo, no parece anular el texto que
continúa tras la nota 14.
CATEQUESIS X:
UN SOLO SEÑOR JESUCRISTO
Sobre aquello de «Y en un solo Señor Jesucristo». Se parte del pasaje de
El Hijo, puerta para llegar al Padre
1. Aquellos a quienes se ha enseñado a creer en «un solo Dios, Padre
todopoderoso», deben creer también en el Hijo unigénito. Pues «todo el que
niega al Hijo tampoco posee al Padre» (I
Es en el Hijo en quien se cumplen los designios de Dios
2. Si alguien, por consiguiente, quiere ser piadoso para con Dios, adore al
Hijo; de otro modo, el Padre no admitirá su culto. El Padre exclamó desde el
cielo diciendo: «Este es mi Hijo amado, en quien me complazco» (Mt 3, 17).
En el Hijo se complugo el Padre. Si tú no encuentras también en él tu
complacencia, no tendrás la vida. No te dejes arrastrar por los judíos, que
mala y astutamente dicen, sí, que hay un solo Dios. Pero, junto a este
reconocimiento de que sólo hay un Dios, reconoce a la vez que existe un Hijo
único de Dios. No he sido yo el primero en decir esto, sino que acerca de la
persona del Hijo dice el salmista: «Voy a anunciar el decreto de Yahvé: El
me ha dicho: "Tú eres mi Hijo: yo te he engendrado hoy"» (Sal 2, 7)(2). No
atiendas, pues, a lo que dicen los judíos, sino a lo que hablan los
profetas. ¿Te asombras de que desprecien las voces de los profetas cuando
ellos mismos los lapidaron y entregaron a la muerte?
Diversas denominaciones de Cristo en
3. Tú cree «en un solo Señor Jesucristo, Hijo unigénito de Dios». Decimos
«un solo Señor Jesucristo», porque es una filiación única; decimos «único»,
para que su actividad múltiple, que se expresa mediante nombres diversos, no
te lleve a hablar impíamente de hijos diversos. Se le llama «puerta» (Jn 10,
7), pero no pienses, por esta denominación, que se trata de una puerta de
madera, sino racional, viva y que se da cuenta de quiénes pasan. Se le llama
«camino» (Jn 14, 6), pero no porque sea pisado por los pies, sino porque
conduce hasta el Padre. Se le llama «oveja», pero no desprovista de razón,
sino que por su preciosa sangre limpia al mundo de sus pecados: es llevada
ante el esquilador y sabe cuándo conviene guardar silencio (cf. Hech 8, 32;
vid. Is 53, 7-8). Pero esta misma oveja cambia a la vez su nombre por el de
pastor cuando dice: «Yo soy el buen pastor» (Jn10, 11)(3). Es oveja por su
humana naturaleza, pero es pastor por el amor a los hombres que muestra su
divinidad. Pero, ¿quieres saber cómo nos referimos a ovejas racionales? Dice
el Salvador a los apóstoles: «Mirad que yo os envío como ovejas en medio de
lobos» (Mt 10, 16). También se le llama «león» (cf. Gén 49, 9)(4), pero no
porque sea devorador de hombres, sino que con tal denominación se muestra la
dignidad regia de la propia naturaleza y su propio vigor en el que puede
confiar. Se le llama también león en oposición al «adversario, el Diablo»,
que «ronda como león rugiente, buscando a quién devorar» (I Pe 5, 8). Pues
viene el Salvador, no mudando su mansedumbre natural, sino como el poderoso
león de la tribu de Judá (cf. Apoc 5, 5), trayendo la salvación a los que
creen y aplastando al adversario. Se le llama «piedra», no inanimada ni
tampoco extraída con manos humanas (cf.
Más denominaciones de Cristo
4. Se le llama «Cristo»(6), aunque no ha sido consagrado por manos humanas,
sino ungido por el Padre para un sacerdocio eterno superior a las cosas de
los hombres (cf. Hech 4,27). Se le cuenta entre los que han muerto, pero sin
permanecer entre los muertos(7), como todos los demás en el Hades (cf. Hech
2, 31), sino el único libre entre los que murieron. Se le llama «Hijo del
hombre» (Mt 16, 13); no como cada uno de nosotros, que hemos tenido nuestro
nacimiento en esta tierra, sino como quien ha de venir sobre las nubes a
juzgar a los vivos y a los muertos (Mt 24, 30)(8). Se le llama «Señor», no
de manera abusiva, como a los «señores» que hay entre los hombres, sino como
quien tiene un poder natural y eterno(9). Se le llama «Jesús» con nombre
apropiado(10), que hace referencia a su labor como médico(11). Se le
proclama «Hijo»(12), que no ha llegado a serlo por adopción, sino que por
naturaleza ha sido engendrado Son muchas realmente las denominaciones de
nuestro Salvador. Pero que esta multitud de nombres no te haga pensar en una
multitud de hijos. Y que no pienses, a causa de los errores de los herejes,
que dicen que uno es el Cristo, pero otro es Jesús, y otra es la puerta, y
así sucesivamente. Frente a todo ello te previene la recta fe: en un solo
Señor Jesucristo. Aunque las distintas denominaciones sean muchas, bajo
ellas es una única realidad lo que se entiende.
Jesucristo, Salvador y Señor
5. El actúa como Salvador diversamente según las circunstancias de cada uno.
Para quienes necesitan de la alegría, él es la viña (cf.
Cristo, siempre en unión con el Padre
6. «Cristo Señor»(14) es aquel que «nació en la ciudad de David»(15). ¿Y
quieres saber que Cristo el Señor está con el Padre ya antes de hacerse
hombre(16), de modo que lo que se dice no lo aceptes sólo por la fe, sino
que tengas también una prueba desde el Antiguo Testamento? Busca el primero
de los libros, el Génesis, donde dice Dios: «Hagamos al ser humano», no dice
a mi imagen, sino «a nuestra imagen» (Gén 1, 26). Y después de que Adán fue
hecho, dice: «Creó, pues, Dios al ser humano a imagen suya» (1, 27). No
restringió, pues, la dignidad divina a sólo el Padre, sino que también se
refirió conjuntamente al Hijo, declarando así que el hombre no es
simplemente obra de Dios, sino también de nuestro Señor Jesucristo, que
también es verdadero Dios. Este mismo es el Señor, que coopera con el Padre,
como lo hizo también en el asunto de Sodoma, según lo dicho por
Cristo, aparecido a Moisés
7. Y para que sepas que es él mismo el que se apareció a Moisés, acepta este
testimonio de Pablo: «Pues bebían de la roca espiritual que les seguía; y la
roca era Cristo» (I Cor 10, 4) y, además (refiriéndose a Moisés): «Por la
fe, salió de Egipto» (Hebr 11, 27), poco después de haber dicho: «estimando
como riqueza mayor que los tesoros de Egipto el oprobio de Cristo» (Hebr 11,
26)(18). Y Moisés le dice: «Déjame ver, por favor, tu gloria» (Ex 33, 18).
¿Acaso no ves que también entonces los profetas veían a Cristo, aunque en la
medida en que eran capaces de ello? «Déjame que te vea», clamaba Moisés.
Pero Dios le dice: «No puede verme el hombre y seguir viviendo» (Ex 33, 20).
Por consiguiente, puesto que nadie podría ver el rostro de la divinidad,
adoptó el rostro del hombre para que, viéndolo, viviésemos(19). Pero cuando
quiso mostrarlo con brillo, es decir, cuando su rostro «resplandeció como el
sol», «los discípulos cayeron rostro a tierra llenos de miedo» (Mt 17, 2-6).
Por consiguiente, si al brillar el rostro de su cuerpo no lo hacía cuanto
podía sino cuanto eran capaces de soportarlo los discípulos, ¿cómo podría
nadie mirar a la majestad de la divinidad? «Grande es, Moisés, lo que
deseas», dice el Señor. «Doy mi aprobación, sin embargo, a tu deseo no
saciado. "Haré también esto que me acabas de pedir" (Ex 33, 17), en la
medida en que tú puedes captarlo.» «Mira, hay un lugar junto a mí; tú te
colocarás sobre la peña. Y al pasar mi gloria, te pondré en una hendidura de
la peña y te cubriré con mi mano hasta que yo haya pasado. Luego apartaré mi
mano, para que veas mis espaldas; pero mi rostro no se puede ver» (Ex 33,
21-23)(20).
La presencia de Cristo entre los israelitas, invocada por Moisés
8. Guarda con firmeza, a causa de los Judíos, todo lo que voy a decir. Pues
era nuestro propósito mostraros que, junto al Padre, se encontraba el Señor
Jesucristo. Porque dice el Señor a Moisés: «Yo haré pasar ante tu vista toda
mi bondad y pronunciaré delante de ti el nombre de Yahvé» (Ex 33, 19). El
que es el Señor en persona, ¿a quién llama Señor?(21). Ves cómo, aunque de
modo oscuro enseñó la piadosa doctrina acerca del Padre y el Hijo. Y además,
en las palabras que siguen se encuentra escrito(22) «Descendió Yahvé en
forma de nube y se puso allí junto a él. Moisés invocó el nombre de Yahvé.
Yahvé pasó por delante de él y exclamó: "Yahvé, Yahvé, Dios misericordioso y
clemente, tardo a la cólera y rico en amor y fidelidad, que mantiene su amor
por millares, que perdona la iniquidad, la rebeldía y el pecado, pero no los
deja impunes; que castiga la iniquidad de los padres en los hijos y en los
hijos de los hijos hasta la tercera y cuarta generación"». Después, según lo
que sigue, Moisés, cayendo en tierra de rodillas y adorando al Padre ante el
Señor, a quien llamaba, dice: «Dígnese mi Señor venir de en medio de
nosotros» (Ex 34, 5-9, para todo en conjunto).
Cristo es, como el Padre, Señor de todo
9. Tienes así una primera demostración. Admite otra que es evidente. «Dijo
el Señor a mi Señor: "Siéntate a mi derecha"» (Sal 110, 1). El Señor dice
estas cosas al Señor, no al siervo(23). Pero se trata del Señor de todas las
cosas, de su propio Hijo al que todo se lo sometió (cf.
Más sobre el señorío de Cristo
10. Por consiguiente, el Hijo de Dios es «Señor». Señor nacido en Belén de
Judá, según las palabras del ángel a los pastores: «Os anuncio una gran
alegría...: os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el
Cristo Señor» (Lc 2, 10-11). Del cual, en otro lugar, dice uno de los
Apóstoles: «El ha enviado su Palabra a los hijos de Israel, anunciándoles
Aarón y Josué, figuras de Cristo sacerdote y salvador
11. Jesucristo es llamado así con un doble vocablo: Jesús, porque otorga la
salvación; Cristo, porque posee el sacerdocio(27). Dándose cuenta
perfectamente de la situación, el divino profeta Moisés llamó con estos
nombres a dos hombres escogidísimos: a Ausés, sucesor suyo en la jefatura,
al que llamó Jesús cambiándole el nombren, y a su propio hermano Aarón,
añadiéndole el nombre de Ungido(28); de esta manera, por medio de estos dos
hombres eximios, representaba la potestad regia y la potestad pontifical que
habían de estar unidas en el Jesucristo único que habría de venir. Pues
Cristo es sumo pontífice a semejanza de Aarón(29), si es verdad aquello de
que «tampoco Cristo se apropió la gloria del Sumo Sacerdocio, sino que la
tuvo de quien le dijo: ... Tú eres sacerdote para siempre, a semejanza de
Melquisedec» (Hebr 5, 5-6). Y en muchas cosas fue imagen de él, Josué, hijo
de Nun(30), pues la jefatura sobre el pueblo tuvo su comienzo en el
Jordán(31), donde también Cristo comenzó a evangelizar una vez recibido el
bautismo (Mt 3, 13). El hijo de Nun hizo doce partes de toda la herencia
(Jos 14, 1-5) y Jesús envió a doce apóstoles de la verdad como predicadores
a todo el mundo (Mt. 10). Como imagen (de Jesús), protegió él (Josué) a la
prostituta que había creído (Jos 2,1 ss; 6,17 cf. Hebr 11, 31). Pero el
verdadero(32) exclama: «En verdad os digo que los publicanos y las rameras
llegan antes que vosotros al Reino de Dios» (Mt 21, 31). Ante el clamor de
la alegría, aunque aquello sólo era imagen, se derrumbaron las murallas de
la ciudad de Jericó (Jos 6, 20), y por la palabra de Jesús: «No quedará aquí
piedra sobre piedra» (Mt 24, 2), cayó lo que a nosotros se opone, el templo
de los judíos. Y no porque la sentencia de Jesús fuese causa del derrumbe,
sino que esta ca��da la provocó el pecado de los impíos.
Jesús, Salvador, llamado así por el ángel
12. Único es el Señor Jesucristo, nombre admirable indirectamente anunciado
por los profetas. Pues dice el profeta Isaías: «Mira que viene tu salvación;
mira, su salario le acompaña» (Is 62, 11)(33). Pero Jesús, en hebreo,
significa «salvador»; sin embargo, la gracia otorgada a los profetas,
previendo el torcido sentimiento de los judíos hacia la destrucción del
Señor, les ocultó la verdadera denominación para que no pudiesen,
conociéndolo demasiado pronto, estar al acecho contra él de manera más
insidiosa. Pero Jesús fue llamado claramente de ese modo, no por todos, sino
por el ángel, que no vino por su iniciativa, sino por la autoridad de Dios,
y dijo a José: «No temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado
en ella es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por
nombra Jesús» (Mt 1, 20-21). Y al dar razón de este nombre, añadió de modo
inmediato: «Porque él salvará a su pueblo de sus pecados» (1, 21b). Pero has
de entender cómo puede tener un pueblo quien todavía no ha nacido, y es que
en realidad ya existía antes de nacer. Esto es lo que de su persona dice el
profeta: «Yahvé desde el seno materno me llamó: desde las entrañas de mi
madre recordó mi nombre» (Is 49, 1)(34). Por eso predijo el ángel que habría
de ser llamado Jesús. Como también deben entenderse de las insidias de
Herodes estas palabras: «En la sombra de su mano me escondió» (Is 49, 2).
El Salvador que sana
13. Así pues, «Jesús» significa en hebreo «salvador», y en la lengua griega,
«el que sana». En realidad él es médico de las almas y los cuerpos, y
sanador de los espíritus: cura a los que están ciegos en sus ojos sensibles,
pero lleva también la luz a las mentes: es médico(36) de los que están
visiblemente cojos, y dirige también los pies de los pecadores a la
conversión cuando dice al paralítico: «No peques más» (Jn 5, 14) y: «Toma tu
camilla y anda» (5, 8)(36). Pues ya que a causa del pecado del alma había
sido entregado el cuerpo a la parálisis, sanó primero el alma para llevar
también después la medicina al cuerpo. Por tanto, si la mente de alguien
está agarrotada por la enfermedad de los pecados, tiene ahí médico. Pero si
alguien es de poca fe, dígale: «Ayuda a mi incredulidad» (Mc 9, 23). Y si
alguien está plagado de enfermedades corporales, no desconfíe, sino
acérquese, que también recibirá remedio, y reconozca que Jesús es el Mesías.
Eternidad e inmutabilidad del sacerdocio de Cristo
14. Los judíos conceden que Jesús es algo más, pero niegan que sea el
Mesías. Por ello dice el Apóstol: «¿Quién es el mentiroso sino el que niega
que Jesús es el Cristo (1
Pese a los anuncios, Cristo fue rechazado
Universalidad del cristianismo
16. Este Jesucristo es el «Sumo Sacerdote de los bienes futuros» (Hebr 9, 1
1), que por la largueza de su divinidad nos comunicó a todos su mismo
nombre. Cuando alguien es rey, no comunica a los demás la denominación de su
dignidad regia. Pero Jesús, el Cristo, Hijo de Dios, se dignó denominarnos
con el nombre de cristianos. Verdaderamente, dirá alguno, se trata de algo
nuevo. Este nombre de «cristianos» no se había oído anteriormente, y a veces
se despierta oposición a las cosas nuevas simplemente por el hecho de ser
nuevas. De esto trató el profeta al decir: «A sus siervos les dará un nombre
nuevo tal que quien desee ser bendecido en la tierra deseará serlo en el
Dios del Amén...» (Is 65, 15-16)(43). Preguntemos a los judíos: ¿servís a
Dios o no? Mostradme, si acaso, vuestro nuevo nombre. Pues en tiempo de
Moisés y de los demás profetas erais llamados judíos e israelitas, e
igualmente después del retorno de Babilonia y hasta nuestros días. ¿Tenéis
acaso un nuevo nombre? Pero nosotros, sirviendo al Señor, tenemos un nombre
nuevo: y es realmente nuevo, nombre nuevo que «será bendecido sobre la
tierra»: este nombre ha arrebatado toda la tierra, como quiera que los
judíos están limitados a los confines de una sola región, pero los
cristianos están extendidos por todo el mundo. Lo que ellos anuncian es el
nombre del Hijo unigénito de Dios.
Pablo, anunciador del Evangelio tras haber perseguido a los cristianos
17. ¿Quieres saber que los apóstoles conocieron y anunciaron el nombre de
Cristo, y que más bien tuvieron en sí mismos al mismo Cristo? Pablo dice a
sus oyentes: «... ya que queréis una prueba de que habla en mí Cristo» (2
Cor 13, 3). Pablo anuncia a Cristo diciendo: «No nos predicamos a nosotros
mismos, sino a Cristo Jesús como Señor, y a nosotros como siervos vuestros
por Jesús» (2 Cor 4, 5). Pero, ¿quién es el que así habla? El que
anteriormente era perseguidor. ¡Oh gran milagro! El que antes fue
perseguidor anuncia ahora a Cristo. ¿Y por qué razón? ¿Ganado por el dinero?
Pero no había nadie que lo persuadiese con tales artes. ¿O acaso lo había
visto personalmente en la tierra y actuaba impulsado por reverencia y pudor?
En realidad ya había marchado al cielo. El (Pablo) había partido como
perseguidor y, luego de tres días en Damasco, el que se dedicaba a perseguir
se convierte en su pregonero (Hech 9, 1-25). ¿En virtud de qué? Algunos
citan testigos de su casa para cosas familiares, pero yo te he traído como
testigo a quien antes había sido enemigo. ¿Todavía tienes dudas? Grande es
ciertamente el testimonio de Pedro y Juan, pero podría considerarse con
cierta sospecha, pues eran familiares (de Cristo). Pero cuando quien antes
era enemigo ahora afronta la muerte en favor del mismo asunto, no hay ya
lugar para dudar acerca de la verdad.
Conversión de Pablo a Jesucristo. Fecundidad de su actividad escritora
18. Mientras se habla de estas cosas, sorprende gratamente el admirable
designio del Espíritu Santo de que fuesen muy escasas en número las cartas
de los demás, pero concedió a Pablo, que anteriormente había sido
perseguidor, que escribiese catorce. Y no es que restringiese esa gracia en
Pedro y Juan, como si fuesen menores. Nada de eso, sino que para afirmar la
autoridad indudable de la doctrina, a quien antes había sido enemigo y
perseguidor le concedió escribir ampliamente para que así tuviésemos todos
una fe cierta. Ciertamente todos se asombraban de Pablo y decían: «¿No es
éste el que en Jerusalén perseguía encarnizadamente a los que invocaban ese
nombre, y no ha venido aquí con el objeto de llevárselos a todos a los sumos
sacerdotes?» (Hech 9, 21). «No os asombréis», dice Pablo, sé que para mí «es
duro dar coces contra el aguijón» (Hech 26, 14)(44). Sé que «no soy digno de
ser llamado apóstol, por haber perseguido a
Innumerables testimonios y testigos de Cristo
19. Queridos, hay muchos testimonios acerca de Cristo(45). Desde el cielo
testifica el Padre acerca del Hijo (cf.
Con tantos testigos la fe se hace evidente
20. Muchos, diversos y diferentes son los testigos. ¿Se rehusará, pues, la
fe a un Mesías comprobado por tantos testimonios? Si alguien, por
consiguiente, no ha creído ya antes, crea ahora; pero si ya creyó, reciba un
mayor incremento de fe: creyendo en nuestro Señor Jesucristo, sepa de quién
recibe la forma de llamarla. Has sido llamado cristiano: que no sea
blasfemado por tu causa nuestro Señor Jesucristo, Hijo de Dios, sino que tus
buenas obras resplandezcan ante los hombres, para que los hombres que las
vean glorifiquen en Cristo Jesús, Señor nuestro, al Padre que está en los
cielos (Mt 5, 16), a quien sea la gloria ahora y por lo siglos de los
siglos. Amén.
NOTAS
[1] Las catequesis dan ahora un importante giro hacia la persona de
Jesucristo haciendo ver que es en él en quien se cumplen las mismas
Escrituras de
[2] Cf. sobre la interpretación cristológica de este salmo el final de la
nota anterior. Pero es todo el salmo el que debe entenderse
cristológicamente, especialmente por lo que se refiere al drama de la pasión
y al señorío mesiánico. Eso es lo que explica su frecuentísima utilización
en los escritos del Nuevo Testamento.
[3] Para toda la alegoría del Buen Pastor cf Jo 10, 1-21.
[4] Con ello se admite la interpretación cristológica del «león de Judá»: el
Mesías tenía que ser, y Jesús lo es de hecho, de la tribu de Judá. Cf. el
importante texto de Apoc 5, 5: «No llores; mira, ha triunfado el León de la
tribu de Judá, el Retoño de David; el podrá abrir el libro y sus siete
sellos».
[5]
[6] «Christós» es un adjetivo verbal griego, que significa «ungido» y
traduce el hebreo «Mesías», del mismo significado. Cuando
[7] Apoc 1, 18; Jesús, al manifestarse, se presenta como «el que vive;
estuve muerto, pero ahora estoy vivo por los siglos de los siglos».
[8]
[9] Cf más abajo, núms. 5 y ss.
[10] Cf.
[11] Cf. más abajo, núms. 11 y 13.
[12] El tema se expone en una gran parte de la cat. 11.
[13] Vid. cat. 11, núm. 22.
[14] Según lo dicho en la nota 6, la traducción podría ser «el Mesías
Señor».
[15] Lc 2, 11; «Os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador que es
el Cristo Señor».
[16] Es el tema de la preexistencia del Hijo y su misma igualdad de
naturaleza divina con el Padre lo que ahora se aborda.
[17] Gén 19, 24. El hecho de mencionarse dos veces a Yahvé, el Señor, lo
interpreta Cirilo como una referencia conjunta a Padre e Hijo.
[18] Es realmente curioso, pero al tiempo extremadamente importante, que,
por ejemplo, en el citado Hebr 11, 26 pero también en otros textos
anteriores o que seguirán, se ponen en relación con el acontecimiento Cristo
numerosos textos del Antiguo Testamento. Esto contribuye a una auténtica
unificación cristocéntrica de
[19] Cf. toda la catequesis 12 sobre la encarnación de Cristo.
[20] El texto de la catequesis ha parafraseado en algunos momentos las
frases citadas del Éxodo.
[21] El razonamiento es semejante al de
[22] Según nuestro conocimiento actual de la situación redaccional se trata,
de acuerdo con la cita que se aduce, de versículos anteriores del Éxodo.
[23] Cf. cat. 7, núm. 2.
[24] Se rechaza así la imagen subordinacionista del Hijo (un ser sometido al
Padre como si no fuese de su misma naturaleza) y, sobre todo se excluye la
idea adopcionista, la del Hijo como si Jesús hubiese llegado a ser adoptado
como Hijo en algún momento de su historia (por ejemplo, en el bautismo en el
Jordán). Una vez más se deja aquí sentir el influjo aclaratorio del concilio
de Nicea acerca de la igualdad de naturaleza entre el Padre y el Hijo.
[25] En ocasiones los Padres de
[26] La nota de la que tomaba pie la catequesis.
[27] El nombre de Jesús, salvador, es hebreo. Cristo, del griego christós,
ungido. El griego es traducción del hebreo Messiáh, castellanizado
«Mesías»). La función sacerdotal de Cristo es resaltada de modo especial en
este párrafo 11.
[28] «Ausés» es una transcripción probablemente errónea de «Nave», forma con
que a veces se ha transcrito a su vez el nombre de Nun, el padre de Josué
(cf. Jos 1,1: «Josué, hijo de Nun y ayudante de Moisés»). Teniendo en cuenta
que en algunas versiones griegas de
[29] Sobre la investidura sacerdotal de Aarón y sus hijos, cf
[30] En el texto griego original se lee «Jesús de Nave» (cf. lo expuesto en
nota 28), aunque con las variantes «hijo de Nave» o «Jesús, hijo de Nave».
[31] El paso del Jordán por el pueblo es el primer episodio notable del
liderazgo de Josué (cf Jos 3-4).
[32] Aquel a quien la imagen se refiere, Jesús.
[33] La versión de Cirilo, más apropiada a sus propósitos didácticos y
apoyándose en los LXX, personifica la frase: «Mira que viene tu salvador.
Pero, en cualquiera de las versiones, el oráculo de Isaías puede contener
una referencia cristológica.
[34] Is 49, 1 contiene el comienzo del segundo de los cantos del Siervo de
Yahvé, anteriormente mencionados. Cirilo aplica las frases transcritas a
Jesús en el instante mismo de la encarnación, por el anuncio del ángel, en
el seno de María.
[35] Conforme la etimoligía hebrea es clara, la griega, es mucho más
discutible, puesto que no existe relación entre el griego lesous,
transcripción del hebreo, y el también griego iatrós, médico, de origen
diferente.
[36] Cf. CIRILO DE JERUSALEN, Homilía in paralyticum iuxta piscinam
iacentem, núms. 13, 17, 18 (PG 33, 1.145-1.148, 1.149-1.152).
[37] Desde el sentido estricto de las palabras, el «sacerdocio» y la palabra
«sacerdote» sólo se dicen de Cristo en el Nuevo Testamento. El sacerdocio de
Cristo es único, como única es también la acción salvífica por la que Dios
ha rescatado a los hombres de su situación «de una vez por todas», según la
repetida y central insistencia de la carta a los Hebreos (cf. Hebr 7, 27).
Esta afirmación coincide también con la de que Cristo es el único mediador
(I Tim 2, 5). Para la designación de distintos grados del ministerio
ordenado, el Nuevo Testamento utiliza más bien las expresiones de
«episcopos», presbítero y diácono.
[38] Probable alusión a alguna homilía de la que no hay transcripción o al
menos no se conserva.
[39] Cf. Hebr 5, 5-6: «De igual modo, tampoco Cristo se apropió de la gloria
del Sumo Sacerdocio, sino que la tuvo de quien le dijo: Hijo mio eres tú; yo
te he engendrado hoy (cf Sal 2, 7). Como también dice en otro lugar: Tú eres
sacerdote para siempre, a semejanza de Melquisedec» (Sal 110, 4). En un
mismo párrafo se unen, pues, la generación y el sacerdocio eternos del Hijo.
[40] Cf. cat. 11, núms.
[41] El párrafo, de razonamiento algo complejo, habla de la certeza de la
salvación apoyada en el doble motivo de que Dios hizo una promesa al padre
de la fe, Abraham (Gén. 12, 1 ss). Pero también Abraham «recibió la señal de
la circuncisión como sello» (Rm 4, 11, cf
[42] Como una de las expresiones más compendiosas de esta afirmación, cf
[43] Al transcribir la cita de Is, se ha preferido la versión de
[44] El «no os asombréis» no pertenece al texto de los Hechos, sino que es
redaccional.
[45] Cf. como testimonio acerca de la muerte y resurrección lo que se recoge
en cat. 13, n. 38 s. y en cat. 14, no. 22-23.
[46] «Continente» es el nombre dado en la antigüedad cristiana a los que
practicaban en castidad la continencia por el Reino de los Cielos.
[47] Juan Bautista pertenece todavía a la antigua Alianza, pero es precursor
del Mesías, que desea ser bautizado por él (Mt 3, 13) Lc 7, 28 sitúa
perfectamente a Juan en su puesto en la historia de la salvación: «Os digo
(en boca de Jesús): Entre los nacidos de mujer no hay ninguno mayor que
Juan; sin embargo, el más pequeño en el Reino de Dios es mayor que él».
[48] Probable alusión algo literaria a Hech 1, 9.
[49] Cristo.
CATEQUESIS XI:
EL HIJO UNIGENITO DE DIOS
Sobre las palabras (del Símbolo): «Hijo unigénito de Dios, nacido del Padre,
Dios verdadero antes de todos los siglos, por quien todo fue hecho». Se
parte de Hebr 1,1 ss: «Muchas veces y de muchos modos habló Dios en el
pasado a nuestros Padres por medio de los Profetas; en estos últimos tiempos
nos ha hablado por medio del Hijo...»(1).
1. Con lo que ayer os dijimos se explica suficientemente, por nuestra parte,
que esperamos en Jesucristo. Pero no hay que creer en Jesucristo en un modo
simple y vulgar, ni hay que aceptarlo como a uno cualquiera de los muchos
que, de modo abusivo, han sido llamados «Cristos»>. Ellos eran «cristos»
como tipo e imagen, pero es éste el verdadero Cristo, que no fue escogido de
entre los hombres y promovido al sacerdocio, sino que recibió del Padre
eterno la dignidad sacerdotal. Por eso la fe nos advierte que no pensemos
que se trata de uno cualquiera de los «cristos» (ungidos) corrientes: a la
confesión de fe se añade que creemos «en un solo Señor Jesucristo, hijo
único de Dios».
Hijo de Dios Padre por naturaleza
2. Cuando oyes hablar del Hijo, no pienses en la adopción, sino en un Hijo
por naturaleza, Hijo Unigénito que no tiene ningún otro hermano. Por eso se
le llama Unigénito, porque no tiene ningún hermano en la dignidad de la
deidad y en la generación paterna. Pero no le llamamos Hijo de Dios por
nuestro propio impulso, sino porque el Padre mismo le dio el nombre de Hijo,
y es verdadero el nombre que los padres ponen a los hijos.
Pedro, en nombre de los apóstoles, reconoce a Jesús como Hijo de Dios
3. Nuestro Señor Jesucristo se revistió en aquel entonces de la naturaleza
humana, pero esto era desconocido de muchos. Cuando él, sabiendo que se
ignoraba, lo quería enseñar, reuniendo a los discípulos les preguntaba:
«¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?» (Mt 16,13). No buscaba
una gloria efímera, sino que deseaba decirles la verdad para que no
sucediese que, estando ellos conviviendo con el Hijo unigénito de Dios, y
Dios mismo, le despreciasen como a un simple hombre. Cuando ellos dicen:
«... unos, que Elías; otros, que Jeremías» (16,14), es como si les
respondiera: tienen excusa los que no lo saben pero vosotros, que sois
apóstoles y curáis leprosos en mi nombre, expulsáis demonios y devolvéis a
muertos a la vida, debéis saber quién es aquel por quien realizáis esas
maravillas. Cuando todos se mostraban reticentes (pues esta realidad excedía
las fuerzas humanas), Pedro, príncipe de los apóstoles y supremo predicador
de
Hijo en todo semejante al Padre
4. Cuando se le llama Hijo, no pienses que se trata de una exageración, sino
que es hijo verdaderamente, por naturaleza, sin un comienzo. No ha pasado de
la servidumbre a la adopción, sino que es Hijo engendrado desde toda la
eternidad, mediante un proceso de generación inescrutable e inabarcable. De
un modo semejante, cuando oyes hablar de «primogénito» (cfr. Hebr 1,6), no
lo entiendas al modo humano, pues los hombres tienen además otros hermanos,
y en algún lugar está dicho: «Israel es mi hijo, mi primogénito» (Ex 4,22).
Pero así como Rubén fue despojado de su honor de primogénito de Jacob por
haberse introducido en el lecho de su padres, también Israel crucificó al
Hijo arrojándolo de la viña de Dios Padre (Mt 21,39 ss)4. Y a otros
Generación eterna del Hijo
5. Cuando oigas el Evangelio que dice: «Libro de la generación de
Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham» (Mt 1,1), entiende esto en lo
referente a la carne. Pues es realmente hijo de David para siempre, pero es
Hijo de Dios antes de todos los siglos y sin un principio7. Y asumió
realmente lo que no tenía8, pero lo que tiene lo tiene desde la eternidad
como engendrado del Padre. Tiene dos padres: uno, David, según la carne; el
otro, según la divinidad, Dios Padre. Aquello que tiene de David está
sometido al tiempo, puede constatarse y es un linaje que se puede detallar,
pero lo que procede de la divinidad no está sometido al tiempo ni al
espacio, ni tiene una ascendencia de la que se pueda dar cuenta:«De su
ascendencia, ¿quién se preocupa?»9. Dios es espíritu, y lo que es espíritu
se engendra espiritualmente, de modo incorpóreo sin que pueda rastrearse
linaje alguno. El mismo Hijo dice del Padre: «El me ha dicho: "Tú eres mi
Hijo; yo te he engendrado hoy..."» (Sal 2,7). Ese «hoy» no expresa algo
reciente, sino eterno. Es un «hoy» sin tiempo, antes de todos los siglos:
«... Desde el seno antes de la aurora te he engendrado» (Sal 110,3, versión
clásica griega).
Creer en el Hijo de Dios
6. Cree, por tanto, en Jesucristo Hijo de Dios vivo, Hijo unigénito, según
el Evangelio, que dice: «Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo
único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida
eterna» (Jn 3,16). Y, a su vez: «El que cree en él (el Hijo) no es juzgado»
(3,18), sino que ha «pasado de la muerte a la vida» (I
El Padre engendra al Hijo en la suma perfección 10
7. Por consiguiente, el Hijo de Dios lo es por naturaleza y no por adopción,
engendrado por el Padre. Pero el que ama al que le engendró ama también a
quien él ha engendrado. Pero quien desprecia al engendrado por él transmite
su afrenta a su progenitor. Y cuando oigas hablar de que Dios engendra, no
andes pensando en la generación corporal, ni pienses en una reproducción que
entraña corrupción, no sea que vayas a caer en la impiedad. «Dios es
espíritu» (Jn 4,24) y su generación es espiritual; pues los cuerpos, por su
parte, engendran cuerpos y en la generación corporal debe haber un
transcurso de tiempo.
Sin embargo, en la generación del Hijo desde el Padre no hay ningún
intervalo temporal. Además, cuando se engendra algo, es engendrado como
realidad imperfecta; sin embargo, el Hijo de Dios ha sido engendrado como
perfecto: existiendo en la actualidad, existe desde el principio, nació sin
un comienzo. De ese modo nacemos nosotros, pasando después de la ignorancia
infantil al uso de razón: imperfecto es, oh hombre, tu nacimiento, aunque se
produce un crecimiento mediante sucesivos añadidos. Pero en el caso que nos
ocupa no pienses nada semejante ni te venga a la mente debilidad alguna del
progenitor, (como si dijeses): engendró a alguien imperfecto que, pasando el
tiempo, logró la perfección. Al progenitor lo acusas de debilidad al decir
que lo que después fue concedido por el transcurso del tiempo no se había
dado, según tu parecer, desde el principio.
8. No creas, por tanto, que se trata de una generación humana ni semejante a
como Abraham engendró a Isaac. Pues Abraham no engendró a Isaac porque
quisiese, sino porque alguien distinto a él se lo concedió. Cuando es Dios y
Padre el que engendra, no hay en ello ignorancia ni tampoco deliberación. Y
decir que no sabía lo que engendraba es una impiedad grandísima. Decir
también que estaba sopesando las circunstancias y que luego comenzó a ser
padre es también impiedad de la misma categoría: pues no es que Dios
existiese primeramente sin hijos y que después, en un momento determinado,
llegase a ser padre, sino que siempre ha tenido al Hijo. Lo engendró, no al
modo como los hombres generan a los hombres, sino como lo conoció únicamente
él, el que lo engendró antes de todos los siglos como Dios verdadero.
9. Al ser, pues, el verdadero Dios Padre, engendró un Hijo, Dios verdadero,
semejante a él. Y no como los maestros tienen discípulos, es decir, tampoco
al modo como Pablo dice a algunos: «He sido yo quien, por el Evangelio, os
engendró en Cristo Jesús» (I Cor 4,15). Pues quien no era hijo por
naturaleza ha llegado a serlo como discípulo. Pero en el caso que nos ocupa
se trata de un hijo por naturaleza, de un verdadero hijo. Tampoco como
vosotros, los que vais a ser iluminados, sois hechos ahora hijos de Dios;
pues también vosotros sois hechos hijos, pero en adopción por gracia, según
lo que está escrito: «A todos los que lo recibieron les dio poder de hacerse
hijos de Dios, a los que creen en su nombre. Ellos no nacieron de sangre, ni
de deseo de carne, ni de deseo de hombre, sino que nacieron de Dios» (Jn I,
12-13)11. Y nosotros nacemos ciertamente del agua y del Espíritu (cf.
10. El Padre no engendró al Hijo como la mente genera en los hombres la
palabra. Pues en nosotros la mente es algo subsistente, pero la palabra que
se pronuncia se pierde en el aire. Nosotros hemos sabido, sin embargo, que
Cristo nació no simplemente como una palabra que se pronuncia, sino como
Palabra subsistente y viva, no proferida y difundida con los labios, sino
engendrada desde el Padre eterno de modo inefable y con una sólida
subsistencia12. «En el principio existía
11. Lo engendró el Padre, pero no como alguno lo entendió, sino como él solo
sabe15. Pues no nos abrevemos a explicar cómo lo ha engendrado. Sólo podemos
hablar de cómo no ha sido dicha generación. Es cierto que el Hijo procede
del Padre, aunque también toda la naturaleza engendrada o creada. «Pregunta
a la tierra y te lo dirá» (Job 12,8 hebr.). Aunque interrogues a todas la
cosas que hay sobre la tierra, no te lo podrán decir. Y es que el globo
terráqueo no puede explicar quién es su modelador ni su artífice. Y no sólo
la tierra lo ignora, sino que también el sol lo desconoce. Pues el sol fue
creado el cuarto día sin saber qué había sido creado en los tres días
anteriores. Pero quien desconoció lo que se hizo en los tres días anteriores
a él, no puede evidentemente decir quien fue el autor. Tampoco lo dirá el
cielo, pues éste fue puesto por Cristo, por voluntad del Padre, como si
fuese una humareda. Tampoco los cielos de los cielos ni las aguas que están
sobre los cielos serán quienes lo cuenten. ¿Por qué, pues, te lamentas, oh
hombre, de no saber lo que los mismos cielos ignoran? Y no son sólo los
cielos los que ignoran esta generación, sino que incluso no lo saben las
criaturas angélicas. Si alguien -suponiendo que fuese posible- subiese al
primer cielo y, al observar el lugar de los ángeles que allí habitan16,
acercándose, preguntase cómo Dios ha engendrado a su Hijo, tal vez le
respondería: Más arriba los hay mayores y más altos que nosotros.
Pregúntales a ellos. Sube hasta el segundo y tercer cielo: alcanza, si es
que puedes, hasta los tronos y dominaciones, y también los principados y las
potestades. Si alguien llegara hasta allí —es imposible—, renunciarían a
describirlos, puesto que ni siquiera los habrían explorado.
12. Siempre me he asombrado de la curiosidad de algunos que, opinando
temerariamente de cuestiones religiosas, caen en la impiedad. Piensan que
los tronos y las dominaciones, creados por Cristo, y además los principados
y las potestades17 están sin descubrir, y así intentan averiguar al Creador
con mayor curiosidade18. Dime en primer lugar, tú que eres muy atrevido, qué
diferencia hay entre trono y dominación. Busca entonces las cosas que atañen
a Cristo. Dime qué es un «principado» y una «potestad» o qué es un «poder» y
un ángel. Indaga entonces con curiosidad al Creador, pues «todo se hizo por
él» (cf.
13. No te dé vergüenza confesar tu ignorancia cuando en ella tienes algo de
común con los ángeles19. Sólo quien engendró conoce a quien engendró, y el
que por él ha sido engendrado conoce a su progenitor. Y el que ha engendrado
sabe lo que ha engendrado. Y el Santo Espíritu de Dios da testimonio en
14. Creemos, por consiguiente, en el Hijo unigénito de Dios, nacido del
Padre como Dios verdadero21. Pues un Dios verdadero no engendra un dios
falso, como ya se ha dicho. Ni engendró tras haber deliberado consigo mismo,
sino que lo hizo desde la eternidad de un modo mucho más rápido, como es
lógico, que nuestras palabras y nuestro pensamiento. Pues nosotros, cuando
hablamos en el tiempo, empleamos tiempo, pero, cuando se habla del poder
divino, el acto de engendrar está fuera del tiempo. Y, como se ha dicho muy
a menudo, no es que llevara al Hijo de la no existencia al ser, ni al que no
era lo recibió en adopción; sino que el Padre, que existía desde la
eternidad, engendró eterna e inenarrablemente a su Hijo único, que no tenía
ningún otro hermano. Tampoco se trata de dos principios, sino que cabeza del
Hijo es el Padre22, que es el principio único. Así pues, el Padre engendró
al Hijo como Dios verdadero, llamado «Emmanuel», que, entendiéndolo bien, se
traduce como «Dios con nosotros» (cf.
15. ¿Quieres darte cuenta de que es Dios el que ha nacido del Padre y que
después se ha hecho hombre? Escucha al profeta: «Este es nuestro Dios,
ningún otro es comparable a él. El descubrió el camino entero de la ciencia,
y se lo enseñó a su siervo Jacob, y a Israel su amado. Después apareció ella
en la tierra, y entre los hombres convivió» (Bar 3,36-38). ¿Crees que Dios,
después de
16. ¿Quieres que se te ofrezca también un tercer testimonio de la divinidad
de Cristo? Oye a Isaías que dice: «Los productos de Egipto, el comercio de
Kush... vendrán a ti y tuyos serán»; y poco después: «Ante ti se postrarán y
te suplicarán: "Sólo en ti hay Dios, no hay ningún otro, no hay más dioses".
De cierto que tú eres un Dios oculto, el Dios de Israel, salvador» (Is
45,14-15)24. Ves a Dios Hijo que tiene en sí mismo a Dios Padre. Sólo le
falta decir lo que dijo en los Evangelios: «Yo estoy en el Padre y el Padre
está en mí» (Jn 14,11). No dice «yo soy el Padre», sino «yo estoy en el
Padre y el Padre está en mí». Y, a su vez, no dijo: «Yo y el Padre soy uno»,
sino «Yo y el Padre somos uno» (Jn 10,30), para que ni los separemos a uno
del otro, ni hagamos mezcla de Padre e Hijo. «Uno», porque es una la
dignidad de la divinidad, puesto que es Dios quien engendró a Dios. «Uno»
por la prerrogativa del Reino, pues no es que sobre unas cosas reine el
Padre y sobre otras el Hijo, como si éste, a semejanza de Absalón25, se
alzase contra el Padre. En realidad, el Hijo reina sobre las mismas cosas
sobre las que reina el Padre. Son «uno» también porque no hay disonancia
alguna o separación, pues no son unos los deseos del Padre y otros los del
Hijo. «Uno» porque no son unas las obras de Cristo y otras las del Padre. El
ordenamiento de todas las cosas es unitario, ya que el Padre ha actuado a
través del Hijo: «Pues él habló y así fue; él ordenó y fueron creados» (Sal
148,5 LXX), dice el salmista. Pero el que dice, dice a quien oye; y quien
manda, manda a quien está presente.
17. El Hijo es, por tanto, verdadero Dios, teniendo en sí mismo al Padre,
pero no transformado en el Padre: pues tampoco se hizo hombre el Padre, sino
el Hijo—digámoslo en verdad y libremente. No padeció por nosotros el Padre,
sino que el Padre envió al que padeció por nosotros. Ni tampoco digamos
nunca: «Había un tiempo en el cual no existía el Hijo»26. Tampoco admitamos
una filio-paternidad, sino que avancemos por el camino regio sin desviarnos
a la izquierda o a la derecha. Ni, creyendo honrar al Hijo, le llamemos a
éste Padre ni, pensando en tributar honor al Padre, creamos que el Hijo es
una de las cosas creadas. Más bien el Padre único sea adorado a través del
Hijo único, sin que se «distribuya» la adoración. Predíquese un Hijo único,
sentado a la derecha del Padre antes de los siglos, que no ha recibido en el
tiempo esto de sentarse con el Padre tras el sufrimiento y como resultado de
una evolución, sino que lo posee desde la eternidad.
18. «El que ve al Hijo, ve al Padre»27. Pues en todo es semejante el Hijo a
quien lo engendró: vida que procede de vida, luz de luz, poder de poder,
Dios de Dios. En nada son diferentes las características de la divinidad en
el Hijo, y quien ha sido considerado digno de ver la divinidad del Hijo ha
sido llevado con ello a gozar del Padre. Este modo de hablar no es mío, sino
del Hijo unigénito: «¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros y no me
conoces, Felipe? El que me ha visto a mí ha visto al Padre» (Jn 14,9)29. Y,
para decirlo más compendiosamente, debemos evitar tanto separar como
confundir: no digas nunca que el Hijo es ajeno al Padre ni aceptes a quienes
dicen que el Padre es a veces Padre y a veces Hijo: son afirmaciones
extrañas e impías, no testimonios de
19. Pero para que no creas que se trata de una paternidad igual tanto para
el Hijo como para las demás criaturas, en las frases que siguen hizo una
distinción. Pues no dijo: «Subo a nuestro Padre», de modo que se dedujese
una comunidad de las creaturas con el Unigénito; sino que dice: «mi Padre y
vuestro Padre». De un modo, mío, por naturaleza; y de otro modo, vuestro,
por adopción. Y, a su vez: «A mi Dios y a vuestro Dios». De una forma, Padre
mío por vínculo natural y como Hijo unigénito; de otra forma, vuestro como
criaturas. Por consiguiente, el Hijo de Dios es verdadero Dios, engendrado
de modo inefable antes de todos los siglos. Os repito a menudo todo esto
para que se os grabe bien en vuestra mente. Cree ciertamente que Dios tiene
un Hijo, pero no tengas mayor curiosidad en el cómo, pues si lo indagas no
encontrarás respuesta. No te ensalces a ti mismo, no sea que caigas.
Entrégate simplemente a la meditación de lo que se te confía. Dime quién es
en realidad el que engendró y te darás cuenta entonces de qué engendró. Si
con el pensamiento no puedes abarcar la naturaleza del que engendra, no
escrutes con impaciencia quién es el engendrado.
20. Para la piedad te basta saber que dijimos que Dios tiene un Hijo único:
un Hijo engendrado por naturaleza, que no comenzó a existir cuando nació en
Belén, sino antes de todos los siglos. Escucha, en efecto, al profeta
Miqueas, que dice: «Mas tú, Belén Efratá, aunque eres la menor entre las
familias de Judá, de ti me ha de salir aquél que ha de dominar en Israel, y
cuyos orígenes son de antigüedad, desde los días de antaño» (Miq 5,1). No
pongas tu atención, por tanto, en aquél que entonces nació en Belén, sino
adora al que desde la eternidad ha sido engendrado por el Padre. No toleres
a quien diga que el Hijo comenzó a existir en algún momento del tiempo, sino
que debes reconocer que el Padre es principio sin tiempo, un principio que
nada tiene que ver con un Hijo temporal, inabarcable, él por su parte sin
principio: en suma el Padre30, fuente del río de la justicia, del Unigénito,
a quien engendró como el sólo sabe. ¿Quieres saber que nuestro Señor
Jesucristo es también rey eterno? Escúchalo otra vez cuando dice: «Vuestro
padre Abraham se regocijó pensando en ver mi Día; lo vio y se alegró» (Jn
8,56). Pero al endurecerse los judíos ante esto, les dijo algo todavía más
duro: «Antes de que Abraham existiera, Yo Soy» (8,58). Y, a su vez, dice al
Padre: «Ahora, Padre, glorifícame tú, junto a ti, con la gloria que tenía a
tu lado antes que el mundo fuese» (Jn 17,5). Claramente lo dijo: Antes que
el mundo fuese, yo tenía gloria junto a ti. Y dice a su vez: «... me has
amado antes de la creación del mundo» (17, 24).
21. Creamos, por consiguiente, «en un solo Señor Jesucristo, Hijo único de
Dios, que nació del Padre como Dios verdadero antes de todos los siglos, y
por el cual "todo se hizo" (Jn 1,3)»: «los Tronos, las Dominaciones, los
Principados, las Potestades, todo fue creado por él» (Col 1,16), y ninguna
de las cosas creadas está sustraída a su poder. Enmudezca toda herejía que
hable de diversos agentes y autores del mundo; conténgase la lengua que
azota con blasfemias a Cristo Hijo de Dios; callen quienes dicen que el sol
es el Cristo, pues él no es este sol brillante, sino el artífice del sol;
enmudezcan quienes dicen que el mundo es obra de los ángeles, pues pretenden
invadir lo que es prerrogativa del Hijo único. Tanto las cosas visibles como
invisibles, los tronos y dominaciones (cf.
22. Querría aducir un ejemplo de lo que se dice, aunque sé que es un ejemplo
débil. Pues, ¿cuál de las cosas visibles puede ser un ejemplo idóneo de la
invisible potestad divina? Adúzcase, sin embargo, como un ejemplo débil,
puesto por un débil a los débiles. Es, pongamos por caso, como si un rey que
tiene un hijo que también es rey juntamente con él, y deseando fundar una
ciudad, pone ante él una maqueta de la ciudad que ha de construir. El hijo,
con la maqueta, llevará a su término el proyecto. Del mismo modo, cuando el
Padre quiso hacer todas las cosas, el Hijo fue quien lo realizó todo en
obediencia al Padre, de modo que esa obediencia preserva incólume para el
Padre la libertad de su poder supremo, pero el Hijo tiene el dominio sobre
las cosas que ha hecho: de ese modo ni queda rebajado el dominio del Padre
sobre las cosas que ha hecho ni el Hijo obtiene poder sobre cosas hechas por
otro, sino sobre las que él mismo ha fundado. Pues no fueron los ángeles
quienes fundaron el mundo -de ello ya se ha hablado31-, sino el Hijo
unigénito engendrado, como dijimos, antes de todos los siglos. Por él todo
fue hecho, sin excluir nada de su actividad creadora. Y todo sea dicho hasta
aquí por nosotros por la gracia de Cristo.
23. Volviendo ahora a la confesión de fe, concluyamos ya estas palabras.
Todo lo hizo Cristo, los ángeles, los arcángeles, las dominaciones y los
tronos. No es que el Padre careciese del poder suficiente para crear por sí
mismo, sino que quiso que el Hijo reinase sobre las cosas que había hecho,
mostrándole el ordenamiento de las cosas que habían de ser creadas. Pues
dice el Unigénito tributando honor a su Padre: «El Hijo no puede hacer nada
por su cuenta, sino lo que ve hacer al Padre; lo que hace él, eso también lo
hace igualmente el Hijo» (Jn 5,19). Y a su vez: «Mi Padre trabaja hasta
ahora, y yo también trabajo» (Jn 5,17). No existe contradicción entre las
actuaciones de ambos. «Todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío» (Jn
17,10), dice el Señor en el Evangelio. Esto puede conocerse con claridad,
tanto desde el Antiguo como desde el Nuevo Testamento. Pues el que dice:
«Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza» (Gén 1,26), es que se
estaba dirigiendo a alguien que estaba a todas luces presente. Pero quien
más claramente habla (en este sentido) es el salmista, que dice: «El lo
dijo, y existió; él lo mandó, y fueron creados»32, como si el Padre mandase
y dijese, y el Hijo todo lo ejecutase según sus deseos. Esto lo dijo, en
sentido místico, también Job: «El sólo desplegó los Cielos y holló la
espalda de
24. Cristo es, por consiguiente, Hijo unigénito de Dios y autor del mundo.
Pues «en el mundo estaba, y el mundo fue hecho por él» (Jn 1,10). Y «vino a
su casa» (1,11), como nos enseña el Evangelio. Cristo no es autor, en unión
con el Padre, sólo de las cosas que se ven, sino también de las que no se
ven. Pues «en él, según el Apóstol, fueron creadas todas las cosas, en los
cielos y en la tierra, las visibles y las invisibles, los Tronos, las
Dominaciones, los Principados, las Potestades: todo fue creado por él y para
él, él existe con anterioridad a todo, y todo tiene en él su consistencia»
(Col 1,16-17). Incluso si te refieres a los siglos35, el autor de éstos, en
obediencia al Padre, es también Jesucristo, pues «en estos últimos tiempos
nos ha hablado por medio del Hijo a quien instituyó heredero de todo, por
quien también hizo los mundos» (Hebr 1,2). Al cual sea la gloria, el honor y
el poder, con el Padre y el Espíritu Santo, ahora y siempre, y por los
siglos de los siglos. Amén.
NOTAS
[1] Hasta Hebr 1, 4 el texto reza: «... a quien constituyó heredero de todo,
por quien también hizo los mundos; el cual siendo resplandor de su gloria e
impronta de su sustancia, y el que sostiene todo con su palabra poderosa,
después de llevar a cabo la purificación de los pecados, se sentó a la
diestra de
[2] Cf. cat. 16, núm. 13.
[3] El evangelio de Mateo, que distribuye de un modo casi didáctico sus
diversas secciones, coincide con Mc y Lc en que este episodio de la
«profesión de fe» es como una piedra miliar en medio de la narración
evangélica. Han disminuido los contactos de Jesús con las masas que le han
estado siguiendo en el primer periodo de su actividad pública, pero
[4] Cf. Gén. 49, 4, que hace alusión al incesto mencionado en 35, 22.
[5] El paralelismo parece literariamente algo forzado. La comparación, sin
embargo, parece establecerse entre Rubén, que ha actuado mal con su padre, e
Israel, que según la parábola de los viñadores homicidas, ha rechazado al
Hijo enviado por el Padre (cf
[6] Según la aplicación que de este texto hace
[7] No es que comenzara a ser Hijo de Dios en un momento determinado, sino
que lo es desde siempre.
[8] La naturaleza humana y la debilidad humana de la carne en la
«encarnación» (cf
[9] La frase, adaptada de Is 53, 8, responde bien al curso de las ideas de
Cirilo, pero se adapta mal al texto hebreo profético, que más bien
expresando el rechazo del Siervo, debe traducirse: «de sus contemporáneos,
¿quién se preocupa?». Cf. la nota correspondiente de
[10] La catequesis desarrolla de aquí al final, con una extraordinaria
prolijidad, todo lo que puede decirse sobre la generación eterna del Hijo
por el Padre. También se menciona, por ejemplo, la intervención del Hijo en
la creación de los ángeles, los Tronos, Dominaciones, etc., y, en general de
acuerdo con
[11] De
[12] Se traduce como subsistencia el griego «hypóstasis» (que equivaldría al
término latino filosófico «suppositum»). Es algo así como «lo que sub-yace
en el fondo» e indica una idea de consistencia propia, que es lo que ha
permitido la distinción de tres hipóstasis o sub-sistencias en Dios y que en
la tradición latina occidental han sido denominadas personas. Así se habla
de tres personas distintas en Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo.
[13] Ef 4, 10 debe verse en el contexto de al menos 4, 7-10 (o 7-13), como
la acción de Cristo repartiendo sus dones al descender a la miseria humana y
retornar a la gloria del Padre. Un examen atento de todo el texto permite
relacionar la encarnación y la redención de los hombres con el
enriquecimiento gratuito de éstos a través de los dones y carismas.
[14]
[15] Vid. la nota anterior.
[16] Además de dar por válida la imagen del universo que considera real una
pluralidad de cielos, se entiende aquí como un supuesto que los ángeles
habitarían los distintos niveles de ese firmamento. Son formas de hablar en
las que la afirmación válida es que no se conoce ni nadie sabe cómo se da
exactamente la generación del Hijo por el Padre.
[17] Cf. para esto (también en el anterior núm. 11)
«El es Imagen de Dios invisible,
Primogénito de toda la creación,
porque en él fueron creadas todas las cosas,
en los cielos y en la tierra,
las visibles y las invisibles,
los Tronos, las Dominaciones, los Principados, las Potestades:
todo fue creado por él y para él,
él existe con anterioridad a todo
y todo tiene en él su consistencia».
Vid. Ef 1, 10: «volver a hacer que todo tenga a Cristo por cabeza»
(anakefalaiósasthai, re-capitulari);
[18] Cirilo parece acusarles de oscuras especulaciones que no aclaran la
sencillez del acto creador de Dios en Cristo.
[19] Cf cat. 6, núm. 6.
[20] Vid. más arriba el párr. 7, cat. 10, núm. 9.
[21] Como Dios verdadero es una expresión claramente antiarriana para
subrayar la identidad de naturaleza entre el Hijo y el Padre. Más detalles
en PG, 33,708, nota 3.
[22] Cf. I Cor 11,3: «... y la cabeza de Cristo es Dios».
[23] Cf. Is 7,14.
[25] Para la historia de Absalón, cf.
[26] Esta expresión es típicamente arriana. Se encuentra transmitida por
Atanasio y expresaría el comienzo de la existencia del Hijo en el tiempo.
Con ello se defendería una inferioridad del Hijo al Padre y, en último
término, una subordinación a él. Una exposición de la complicada historia de
la cristología, en P. SMULDERS, Desarrollo de la cristología en la historia
de los dogmas y en el Magisterio eclesiástico, en Mysterium Salutis, t. III,
Madrid 1980, esp. 344 ss.
[27] Es tal vez una adaptación de
[28] Cf. la nota anterior. Vale la pena de nuevo tener en cuenta el contexto
fuertemente cristocéntrico representado por
[29] Cf. ibid.: «... para los llamados, lo mismo judíos que griegos, un
Cristo, fuerza de Dios y sabiduría de Dios». En
[30] En la tradición teológica y en el Magisterio eclesiástico, el Padre ha
sido llamado «principio sin principio», mientras que el Hijo ha sido
calificado como «principio de principio». Ver, por ejemplo,
[31] Se ha hecho alusión a ello en el núm. 21.
[32] El «hagamos» de Gén 1,26 se interpreta como del agente plural Padre e
Hijo, y en la cita que aquí se hace se entiende «él lo mandó» como que el
Padre «mandó» al Hijo que crease. En cualquier caso se entienden ambos
textos como una intervención directa del Hijo en la creación, que es lo que
aquí interesa a Cirilo subrayar.
[33] Posiblemente quiere decir Cirilo: el mismo Jesús que, en los
evangelios, camina sobre el agua del mar (Mt 14,25 par) es el que había
intervenido también en la creación de los cielos.
[34] Dirigiéndose irónicamente al hombre.
[35] La expresión puede traducirse por «los siglos», literalmente «eones»,
de acuerdo con el griego. Puede, por tanto, designar también las «edades»
del mundo, las eras y las épocas.
CATEQUESIS XII:
Pronunciada en Jerusalén, sobre lo de «se encarnó y se hizo hombre». Se
parte del pasaje de Isaías: «Volvió Yahvé a hablar a Ajaz diciendo: "Pide
para ti una señal de Yahvé tu Dios..." (7, 10-11), y: "He aquí que una
doncella está encinta y va a dar a luz un hijo, y le pondrá por nombre
Emmanuel"» (7, 14), etc.(1)
El Hijo de Dios se ha hecho hombre
1. Como alumnos de la pureza y discípulos de la prudencia, celebremos con
labios castos al Dios nacido de
No rechazar a aquél en quien se cumple la profecía de la encarnación
2. Pero los judíos, cuando rechazan a aquel que ha venido, esperan a aquel
que ha de venir con dureza: ellos repudiaron a Cristo, pero acogerán,
inducidos a error, al impostor que venga. Así se hará verdadera la palabra
del Salvador: «Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibís; si otro
viene en su propio nombre, a ése le recibiréis» (Jn 5, 43). Sería estupendo
hacer esta pregunta a los judíos: ¿dice verdad o mentira el profeta Isaías
cuando señala que el Emmanuel nacerá de una virgen? (cf. Is 7, 14). No es de
extrañar que lo acusen de mentiroso, pues es costumbre para ellos no sólo
acusar a los profetas de mentir, sino incluso lapidarlos. Ahora bien, si el
profeta dijo la verdad, señalad quién es el Emmanuel. Más todavía: el que ha
de venir, y al que esperáis, ¿ha de nacer de una virgen o no? Si no nace de
una virgen argüís al profeta de falsedad. Y si esperabais que ello sucediera
en el futuro, ¿por qué lo rechazáis cuando ya se ha cumplido?
Verdadera humanidad plena y concepción virginal de Cristo
3. De su error serán sacados los judíos cuando lo permitan(5), y será
glorificada
Haremos frente a las objeciones
4. Pero tú acuérdate de las cosas que ayer se dijeron sobre la divinidad.
Cree que el Hijo unigénito de Dios es el que a su vez ha nacido de
El Hijo asumió la carne de la más excelente de las criaturas
5. Preguntémonos, en primer lugar, por qué vino Jesús. Y no repares en mis
razonamientos, a los que quizá podría contradecirse mediante sofismas. Ahora
bien, si no aceptas los testimonios de los profetas acerca de cada una de
estas cosas, no creerás en lo que digamos. Si no aprendes por las Escrituras
lo referente a
Este no se había atrevido a acercarse al hombre a causa de su tuerza, pero
sí, por ser más débil, se dirigió a la mujer cuando ésta todavía era virgen.
Fue después de su salida del paraíso cuando «conoció el hombre a Eva, su
mujer» (Gén 4, 1 ) .
El pecado se había extendido por la tierra
6. Sus sucesores en la progenie humana fueron Caín y Abel, y Caín fue el
primer homicida. Más tarde tuvo lugar el diluvio a causa de la
multiplicación de la maldad de los hombres(13). Un fuego del cielo cayó
sobre los habitantes de Sodoma a causa de su impiedad (cf. Gén 19). En
épocas posteriores Dios eligió a Israel, pero también éste cayó en la
perversión y el pueblo elegido quedó herido de muerte: Moisés se encontraba
en el monte ante Dios, y el pueblo, en lugar de a Dios, adoró a un becerro
(Ex 32, 1-6). Mientras que en la ley de Moisés se decía: «No cometerás
adulterio» (Ex 20, 14), un hombre se atrevió a pecar entrando en un lugar de
prostitución (cf. Núm 25, 1-9). Posteriormente a Moisés, fueron enviados
profetas que cuidasen de Israel. Pero cuando éstos traían la medicina, se
lamentaban vencidos por la fuerza de la enfermedad, de tal manera que alguno
de ellos clamaba: «¡Ay de mí, que ha desaparecido de la tierra el fiel, no
queda un justo entre los hombres!» (Miq 7, 2); o también: «Todos están
descarriados, en masa pervertidos. No hay quien haga el bien, ni uno
siquiera» (Sal 14, 3). Y, a su vez: «Tiene pleito Yahvé con los habitantes
de esta tierra, pues no hay fidelidad ni amor, ni conocimiento de Dios en
esta tierra; sino perjurio y mentira, asesinato y robo, adulterio y
violencia, sangre que sucede a sangre» (Os 4, 1-2). Y: «Sacrificaban sus
hijos y sus hijas a los demonios» (Sal 106, 37). Se ocupaban con hechicerías
sagradas y con la vanidad de sus vergüenzas. Así dice: «Sobre ropas
empeñadas se acuestan junto a cualquier altar» (Am 2, 8; cf.
Gravedad del pecado
7. Muy grande era la herida de la humanidad. Desde los pies hasta la cabeza
nada había íntegro en ella. No había lugar ni para una gasa ni para aceite
ni para unas vendas. Después, entre lamentos y fatigas, decían los profetas:
«¿Quién traerá de Sión la salvación de Israel?» (Sal 14, 7). Y, por otra
parte: «Esté tu mano sobre el hombre de tu diestra, sobre el hijo de Adán
que para ti fortaleciste, ya no volveremos a apartarnos de ti». (Sal 80,
18-19a). Y otro profeta suplicaba diciendo: «¡Yahvé, inclina tus cielos y
desciende!» (Sal 144, 5). Las heridas de los hombres son más fuertes que
nuestros remedios. «Han derribado tus altares y han pasado a espada a tus
profetas» (1 Re 19, 10). No es posible evitar el mal; para evitarlo, haces
falta tú(14).
Dios viene a los hombres, aunque no se le acoja
8. El Señor escuchó esta súplica de los profetas: el Padre no se desentendió
de nuestra estirpe en camino hacia la destrucción y envió desde el cielo a
su Hijo como Señor y como médico. Dice uno de los profetas: «Enseguida
vendrá a su Templo —el lugar donde lo lapidasteis— el Señor a quien vosotros
buscáis» (Mal 3, 1)(15). Después, oyendo esto otro de los profetas, le dice:
«Si anuncias que Dios viene para la salvación, ¿hablas de modo oculto?»:
«Súbete a un alto monte, alegre mensajero para Sión; clama con voz poderosa,
alegre mensajero para Jerusalén, clama sin miedo. Di a las ciudades de Judá:
"Ahí está vuestro Dios. Ahí viene el Señor Yahvé con poder"» (Is 40, 9-10).
Pero, por otra parte, el Señor mismo dice: «He aquí que yo vengo a morar
dentro de ti, oráculo de Yahvé. Muchas naciones se unirán a Yahvé aquel día»
(Zac 2, 14-15). Pero los israelitas rechazaron la salvación que les ofrecí:
«Vengo a reunir a todas las naciones y lenguas» (Is 66, 18), pero «vino a su
casa, y los suyos no lo recibieron» (Jn 1, 11). Y, cuando vienes, ¿qué es lo
que les das a los gentiles: «Vengo a reunir a todas las naciones... Pondré
en ellos señal» (Is 66,18-19). Pues, por mi combate en la cruz, a cada uno
de mis soldados les daré una señal para tenerla en la frente(16), y otro
profeta dijo: «El inclinó los cielos y bajó, un espeso nublado debajo de sus
pies» (Sal 18, 10). Pero el que bajó de los cielos permaneció ignorado de
los hombres.
Estaba previsto el nacimiento del Mesías
9. En otro momento, Salomón, oyendo a su padre David hablar de estas cosas,
tras haber construido aquel templo admirable, y viendo de lejos al que tenía
que venir a él, dice: «¿Es que verdaderamente habitará Dios con los hombres
sobre la tierra?» (1 Re 8, 27). La respuesta de David, en un salmo dedicado
a Salomón, era afirmativa: «Caerá como rocío sobre el vellón» (Sal 72,
6)(17). Rocío, a causa de su origen celeste; sobre el vellón, por tratarse
de la humanidad. Y el rocío cae sobre el vellón silenciosamente, de modo
semejante a como los Magos, ignorantes del misterio de
Signos de humildad del Mesías victorioso
10. ¿Y quién es el que vino? Dice en lo que sigue(18): «Durará tanto como el
sol, como la luna de edad en edad» (Sal 72, 5). Dice a su vez otro de los
profetas: «¡Exulta sin freno, hija de Sión, grita de alegría, hija de
Jerusalén! He aquí que viene a ti tu rey, justo él y victorioso» (Zac 9, 9).
Muchos son los reyes. ¿A quién te refieres, profeta? Danos una señal que no
tengan los otros reyes. Si te refieres a un rey vestido de púrpura, ya hay
otros que tienen este privilegio en el vestido. Si se trata de que está
rodeado de una escolta de soldados o que va sentado en carros dorados,
también estos distintivos los tienen otros. Danos un signo propio de este
rey cuya venida anuncias. Responde el profeta diciendo: «He aquí que viene a
ti tu rey: justo él y victorioso, humilde y montado en un asno, en un
pollino, cría de asna» (ibid.), pero no en carros. Aquí está la señal única
y singular del rey que llega(19). Jesús es el único entre los reyes que,
montando un asna que todavía no ha llevado ninguna carga, entra en Jerusalén
entre aclamaciones como un rey. ¿Y qué hace este rey al llegar?: «Y tú en la
sangre de la alianza sacaste a los prisioneros del lago que no tenía agua»
(Zac 11, 11).
En el mismo lugar donde se dan las catequesis fue crucificado el Mesías
11. Era, desde luego, verosímil que fuese sentado en un pollino. Pero darnos
más bien un signo acerca de sobre qué se apoya este rey que ahora viene. No
ofrezcas un signo que esté lejos de la ciudad, no sea que no nos demos
cuenta. Muéstranos un signo muy visible a los ojos para que, incluso estando
en la ciudad, lo veamos aquí mismo. A esto responde el profeta diciendo: «Se
plantarán sus pies aquel día en el monte de los Olivos que está enfrente de
Jerusalén, al oriente» (Zac 14, 4). ¿Acaso hay alguien que no vea este
lugar, aun estando dentro de la ciudad?(20).
Los signos mesiánicos de los milagros y del juicio de los ancianos del
pueblo
12. Tenemos dos signos, pero queremos ver un tercero. Di qué ha de hacer el
Señor cuando venga. Dice otro profeta: «Mirad que vuestro Dios viene
vengador, es la recompensa de Dios, él vendrá y os salvará. Entonces se
despegarán los ojos de los ciegos, y los oídos de los sordos se abrirán.
Entonces saltará el cojo como ciervo, y la lengua del mudo lanzará gritos de
júbilo» (Is 35, 4-6). Dígasenos también otro testimonio. Dices, profeta, que
ha de venir el Señor realizando signos como nunca se habían hecho (cf.
Alusión al miedo a ver a Dios directamente
13. Al leer esto los judíos, no se dan cuenta; los oídos de su corazón se
han cerrado para no oír. Pero creamos nosotros en Jesucristo «que vino en la
carne y se hizo hombre» y al que, de otro modo, no lo hubiéramos podido
percibirá(21). Al no poder nosotros ver a Dios como él es ni gozar de él, se
hizo lo que nosotros somos para que tuviésemos así la capacidad de
disfrutarlo. Pues si no tenemos capacidad para ver perfectamente el sol, que
fue hecho el cuarto día, ¿podremos ver a Dios, su autor? El Señor descendió
en el fuego sobre el monte Sinaí, pero el pueblo no soportaba verlo, sino
que «dijeron a Moisés: Habla tú con nosotros, que podremos entenderte, pero
que no hable Dios con nosotros, no sea que muramos» (Ex 20, 19). Y, por otra
parte: «¿Qué hombre ha oído como nosotros la voz del Dios vivo hablando de
en medio del fuego, y ha sobrevivido? (Dt 5, 2). Pues si oyes la voz de
Dios, él está llamando a la muerte(22) y, si te das cuenta de que es Dios
mismo, ¿cómo no habrá de atraer él la muerte? ¿De qué te asombras «si el
mismo Moisés dijo: "Espantado estoy y temblando"» (Hebr 12, 31)(23)?
Dios se hace hombre para ser mejor entendido
14. ¿Qué querrías, pues? ¿Que aquel que vino para la salvación se convierta
para nosotros en causa de muerte porque no podríamos soportar su presencia?
¿No será mejor que él adapte su gracia a nuestra capacidad? Daniel no
soportaba la presencia del ángel, y tú, ¿soportarías la visión directa de
los ángeles del Señor? Cuando se apareció Gabriel, cayó al suelo Daniel (cf.
El Hijo se hace carne para salvar al hombre
15. Pero hay también otra razón. Cristo vino para ser bautizado y santificar
así el bautismo. Vino para obrar milagros andando sobre las aguas del mar
(cf.
La encarnación es el cumplimiento de
16. Pero, ¿acaso Cristo se hizo hombre en vano? ¿Son nuestras enseñanzas
fruto de la charlatanería y falacias del ingenio humano? ¿Es que no son las
Sagradas Escrituras nuestra salvación? ¿Es que no lo son las predicciones de
los profetas? Se me ha encomendado que este depósito(27) lo guarde inmóvil y
que nadie te mueva de él. Cree que Dios se ha hecho hombre. Y realmente se
demostró que fue posible que él se hiciese hombre. Y si los judíos rechazan
creer más allá de su propia fe, pongámonos de acuerdo con ellos en esto:
¿Qué anunciamos de nuevo cuando decimos que Dios se ha hecho hombre si
vosotros mismos decís que Abraham dio hospedaje al Señor (cf. Gén 18, 3).
¿Predicamos de modo insolente cuándo Jacob dice: «He visto a Dios cara a
cara, y tengo la vida salva» (Gén 32, 31). El mismo Señor que comió con
Abraham (Gén 18, 8) es el que comió con nosotros. ¿Qué decimos, pues, de
inusual? Tenemos también dos testigos que en el monte Sinaí estuvieron junto
al Señor: Moisés estuvo en la hendidura de la roca (Ex 33, 21-23) y Elías
también en la entrada de la cueva (I Re 19, 9). Ambos estuvieron presentes
cuando él se transfiguró en el monte Tabor y señalaban a los discípulos la
partida que él habría de realizar en Jerusalén (Lc 9, 30-31)(28). La
encarnación fue posible, como anteriormente se demostró. Sobran ahora más
demostraciones, que pueden dejarse a la curiosidad de los estudiosos.
El Salvador vino durante la dominación romana en Palestina
17. Por lo demás, os habíamos prometido que en nuestras palabras daríamos
cuenta del lugar y el tiempo de la venida del Salvador. Y no debemos
terminar como reos de una falsa promesa, sino que deberemos despedirnos de
vosotros dejándoos suficientemente protegidos como candidatos de
Todo sucederá en los días de un gran imperio
18. Pero buscas también otro testimonio acerca de la época. El (el Señor) me
ha dicho: «Tú eres mi hijo; yo te he engendrado hoy» (Sal 2, 7). Y, un poco
más abajo: «Con cetro de hierro los quebrantarás»(31). Dije ya en otra
ocasión que se llama vara de hierro al imperio Romano(32). En lo que queda
de él podemos reflexionar a propósito de Daniel. Pues, describiendo e
interpretando a Nabucodonosor la imagen de la estatua, le explica también
toda la visión de la misma (Dn 2, 27-45; cf. 46-49) y anuncia que la piedra,
que se ha desprendido del monte «sin intervención de mano alguna» (3, 34),
dominará sobre todo el orbe. Habla también con toda claridad de este modo:
«En tiempo de estos reyes, el Dios del cielo hará surgir un reino que jamás
será destruido, y este reino no pasará a otro pueblo» (3, 44)(33).
Más detalles sobre la época de la venida del Mesías
19. Pero buscamos una exposición todavía más clara de la época de su venida.
De hecho, al hombre se le induce difícilmente a creer -no cree en lo que se
le dice- si no logra abiertamente un cálculo exacto de años. ¿Cuáles son,
pues, las circunstancias de la época y la época misma? Cuando ya no hay
reyes oriundos de Judá, después reinará el extranjero Herodes. Dice, pues,
el ángel que habla a Daniel (y anótame ahora lo que diga): «Entiende y
comprende: Desde el instante en que salió la orden de volver a construir
Jerusalén, hasta un Príncipe Mesías, siete semanas y sesenta y dos semanas»
(Dan 9, 25)(34). Sesenta y nueve semanas de años son cuatrocientos ochenta y
tres. Afirma, por consiguiente, que cuatrocientos ochenta y tres años
después de la reconstrucción de Jerusalén, y cuando ya no haya jefes
propios, vendrá entonces un rey extranjero en cuya época nacerá el Mesías.
Darío el Medo edificó Jerusalén(35) en el sexto año de su reinado (Esdr 6,
15)(36), en el primero de la olimpíada griega sexagésimo sexta. Entre los
griegos se llama olimpíada a los juegos que suelen hacerse cada cuatro años.
Ello era a causa del día que se consigue cada cuatro años sumando los restos
de horas que cada año deja sobrantes el movimiento solar. Herodes era rey en
la olimpíada ciento ochenta y seis, año cuarto. Por tanto, desde la
olimpíada sesenta y seis hasta la ciento ochenta y seis con ciento veinte
olimpíadas y un poco más. Y estas ciento veinte olimpíadas hacen un total de
cuatrocientos ochenta años. Los otros tres años que faltan, necesarios para
completar el número de semanas, caben en el intervalo que hay entre el
primero y el cuarto año. Por consiguiente, ya tienes una demostración a
partir de
Detalles sobre el lugar
20. Pero escucha ya el lugar de la promesa. Dice Miqueas: «Mas tú, Belén
Efratá, aunque eres la menor entre las familias de Judá, de ti me ha de
salir aquel que ha de dominar en Israel, y cuyos orígenes son de antigüedad,
desde los días de antaño» (Miq 5, 1)(38). Por lo que respecta a los lugares,
siendo de Jerusalén como eres, ya sabes lo que está escrito en el salmo 132:
«Mirad: hemos oído de ella que está en Efratá(39), ¡la hemos encontrado en
los Campos del Bosque!» (Sal 132, 6). Pues hasta hace pocos años se trataba
de un lugar poblado de bosque. Has oído, por otro lado, a Habacuc, que dice
al Señor: «¡En medio de los años hazla revivir, en medio de los años dala a
conocer!» (Hab 3, 2). ¿Y cuál será, oh profeta, el signo de que el Señor
viene?: «En medio de dos vidas lo conocerás». Con esto alude claramente al
Señor: cuando vengas en la carne, vivirás y morirás; pero, al resucitar de
entre los muertos, vivirás de nuevo. Pero, ¿de qué parte de la región de
Jerusalén ha de venir?, ¿del oriente o del ocaso, del aquilón o del sur?
Dínoslo detalladamente. Responde con toda claridad y dice: «Viene Dios de
Temán» —pero por Temán se entiende el Sur(40)—, «el Santo del monte Farán,
con sombras y nubes»(41), lo cual lo dijo el salmista en idéntico sentido:
«¡La hemos encontrado en los Campos del Bosque!» (Sal 132, 6).
Nacimiento virginal
21. Después preguntamos de quién vendrá y cómo vendrá. Esto nos lo enseña
Isaías: «He aquí que una virgen(42) está encinta y va a dar a luz un hijo, y
le pondrá por nombre Emmanuel» (Is 7, 14). Los judíos, que desde antiguo
suelen rechazar la verdad, argumentan contra esto y dicen que no está
escrito virgen, sino muchacha. Pero, aunque yo conceda esto, encuentro que
la verdad se encuentra preguntándose: si una virgen es violada y grita
pidiendo auxilio, ¿lo hace después o antes de ser violada? Por consiguiente,
si en algún lugar dice
El signo ofrecido a Ajaz no se refiere a su hijo Ezequías, sino a una
virgen, en el futuro
22. Pero los judíos replican: lo que se dijo a Ajaz se refería a Ezequías.
Leamos
Pero lo que he de decir es una evidencia mayor en contra de los judíos(45).
Isaías hablaba de todo esto cuando era rey Ajaz, que lo fue durante
dieciséis años, período en el que tuvo lugar este oráculo profético. La
contradicción de los judíos la refuta su sucesor, el rey Ezequías, hijo de
Ajaz, que tenía veinticinco años al acceder al trono (2 Re 18, 2). Pero
puesto que la profecía fue hecha en el período de los dieciséis años(46), es
al menos nueve años antes de la profecía cuando nació Ezequías de Ajaz. No
hay necesidad, por tanto, de que la profecía se refiera a aquel que ya había
nacido incluso antes de que su padre Ajaz comenzase a reinar. Además Isaías
no dice que una virgen «estuvo» encinta, sino —como predicción— que lo
«estará».
El linaje de David es eterno
23. Ya hemos visto con claridad que Cristo nace de una virgen. Ahora habrá
que explicar cómo es esta virginidad. «Juró Yahvé a David, y no se
arrepentirá: "El fruto de tu seno asentaré en tu trono» (Sal 132, 11), y
también: «Estableceré su estirpe para siempre, y su trono como los días de
los cielos» (89, 30). Y, además: «Una vez he jurado por mi santidad: ¡A
David no he de mentir! "Su estirpe durará por siempre, y su trono como el
sol ante mí, por siempre se mantendrá como la luna, testigo fiel en el
cielo"» (Sal 89, 36-38). Ves que se habla de Cristo, no de Salomón, pues el
trono de éste no permaneció como el sol. Pero si alguien estuviese en
desacuerdo porque Cristo no se sentó en el trono de madera de David,
recordémosle esta sentencia: «En la cátedra de Moisés se han sentado los
escribas y los fariseos» (Mt 23, 2). No se refiere a una cátedra de madera,
sino a la autoridad doctrinal. No busques tampoco el trono de David en uno
de madera, sino en la potestad regia. Como testigos de esto acepta a los
niños que aclamaban: «¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en
nombre del Señor!» (Mt 21, 9). También los ciegos dicen: «¡Ten piedad de
nosotros, Hijo de David!» (Mt 9, 27). Y Gabriel anuncia con claridad a
María: «El Señor Dios le dará el trono de David, su padre» (Lc 1, 32). Y
Pablo: «Acuérdate de Jesucristo, resucitado de entre los muertos,
descendiente de David, según mi evangelio» (2 Tim 2, 8). Y, al principio de
la epístola a los Romanos, dice: «Nacido del linaje de David según la carne»
(Rm 1, 3). Acoge, por tanto, al que ha nacido de David, de acuerdo con la
profecía: «Aquel día la raíz de Jesé(47) que estará enhiesta para estandarte
de pueblos, los gentiles la buscarán» (Is 11, 10).
24. Pero los judíos se enfurecen fuertemente por estas cosas. Esto lo había
previsto también Isaías al decir: «Serán para la quema, pasto del fuego.
Porque una criatura nos ha nacido, un hijo se nos ha dado» (Is 9, 4-5). Date
cuenta de que primeramente era Hijo de Dios y que luego nos ha sido dado.
Poco más abajo dice: «Su paz no tendrá fin» (9, 6). Los romanos terminan con
ellos mismos, pero el reino del Hijo de Dios no tiene un final. Tuvieron un
final los persas y los medos. Pero no tiene un final el Hijo de Dios. Y
luego sigue: «... sobre el trono de David y sobre su reino, para restaurarlo
y consolidarlo» (ibid.). De David surgió, pues,
Se insiste en el nacimiento virginal
25. Convenía, pues, que aquel que es purísimo y maestro de la pureza
surgiese de un tálamo puro. Pues si todo el que junto con Jesús tiene el
sacerdocio se abstiene de mujeres(48), ¿cómo iba a nacer Jesús de un hombre
y una mujer? «Sí, tú del vientre me sacaste —se dice en los Salmos—, me
diste confianza a los pechos de mi madre» (Sal 22, 10). Pon atención a «del
vientre me sacaste»: con ello se significa que él salió y nació del útero y
de la carne de una virgen, pero sin obra de varón, de una manera distinta a
la de aquellos que nacen según la ley nupcial.
Es la carne del hombre lo que Dios asume
26. No teme asumir la carne de unos miembros de los que él es el artífice.
Pero, ¿quién es el que nos dice esto? El Señor dice a Jeremías: «Antes de
haberte formado yo en el seno materno, te conocía, y antes que nacieses te
tenía consagrado» (Jer 1, 5). Y quien, al hacer a los hombres, tocaba sus
miembros sin avergonzarse de ello, ¿se avergonzará de crear, a causa de sí
mismo, esta santa carne que es el manto de su divinidad? Es Dios quien en el
útero, hasta el día de hoy, da forma a los fetos humanos, de acuerdo con lo
escrito en Job: «¿No me vertiste como leche y me cuajaste como queso? De
piel y de carne me vestiste y me tejiste de huesos y de nervios» (Job 10,
10-11). Nada hay abominable en la hechura del hombre mientras no la manche
por el adulterio y la lascivia. El que hizo a Adán hizo también a Eva; con
las manos divinas fueron hechos tanto el hombre como la mujer. Ninguno de
los miembros del cuerpo fue hecho desde un principio abominable. Callen,
pues, todos los herejes que acusan a los cuerpos y a quien los hizo(49).
Nosotros, en cambio, recordaremos la sentencia de Pablo: «¿No sabéis que
vuestro cuerpo es santuario del Espíritu Santo, que está en vosotros»? (1
Cor 6, 19). Además, el profeta predijo acerca de la persona de Jesús: «Mi
carne es de ellos» (Os 9,12 LXX)(50). Y, en otro lugar, está escrito: «Por
eso él los abandonará hasta el tiempo en que dé a luz la que ha de dar a
luz» (Miq 5, 2)(51). ¿Y cuál será el signo de ésta?: «Dará a luz y el resto
de sus hermanos volverá a los hijos de Israel». ¿Y cuáles son las arras
nupciales de
Contra las objeciones de los griegos
27. Pero nos perturban tanto los griegos como los judíos, diciendo que fue
imposible que el Mesías naciese de una virgen. Tapemos, en primer lugar, la
boca a los griegos por sus fábulas. Quienes sostenéis que unas piedras que
se arrojan pueden transformarse en hombres(52), ¿cómo decís que es imposible
que una virgen dé a luz? Quienes fabuláis que una hija nació de un
cerebro(53), ¿afirmáis que un hijo no puede salir del útero de una virgen?
Quienes afirmáis, falsamente, que Baco salió del muslo de Júpiter, como si
fuese un útero preñado, ¿cómo es que rechazáis nuestra verdad? Lo que digo
es indigno del presente auditorio. Pero esto lo decimos para que rechaces a
los griegos, que con sus fábulas se desmienten a sí mismos.
El parto de Sara y otros prodigios con Moisés y Aarón hacen comprender el
milagro de la concepción virginal
¿Qué trabajo es más difícil, oh judíos, que una virgen dé a luz o que una
vara se convierta en un ser vivo? Confesad que, en tiempos de Moisés, una
vara rígida tomó aspecto de serpiente que causaba miedo al mismo Moisés. De
modo que el que antes sostenía la vara huía después de ella como de un
dragón, pues realmente lo era, pero en realidad huía, no por aquello que
sostenía sino de pavor ante el que había provocado el cambio(54). Si, pues,
de la vara salían unos ojos que podían ver, ¿no puede nacer, si Dios quiere,
un niño de un útero virginal?
Y no menciono ahora que la vara de Aarón produjo en una sola noche (cf. Núm
17, 23) lo que otros árboles producen en el espacio de muchos años. Pues,
¿quién ignora que una vara desprovista de corteza, aunque se la plante en
medio de un río, no germinará jamás? Pero Dios no está al servicio de los
árboles, sino que es autor de la naturaleza. Y una vara sin frutos, seca y
sin corteza floreció, germinó y dio nueces como fruto (cf. ibid.). Y aquel
que concedió a la vara —ante un sacerdocio que sólo era tipo, es decir,
figura de otro(55)— fruto más allá de su capacidad, ¿no habría de conceder
el parto a una virgen en razón del verdadero sumo sacerdote?
También es milagroso el nacimiento de Eva
29. Todos estos ejemplos son muy notables. Sin embargo, los judíos los
discuten. Y no asienten a estos ejemplos de la vara si no se les convence
mediante partos admirables del mismo género y no naturales. Pregúntales,
pues, de ese modo: ¿de quién nació Eva al principio? ¿Qué madre la hizo si
carecía de ella? Pero
La misma creación del hombre es un milagro
30. Pero hay otro ejemplo mucho mejor. Aunque parezca asombroso que unos
cuerpos se generan de otros, es, sin embargo, posible. Y más asombroso es
que el hombre se haga del polvo de la tierra(57). Y todavía es más admirable
que de una masa de lodo aparezcan los párpados y la luz de los ojos, y que
de un poco de barro nazcan la solidez de los huesos, la suavidad de los
pulmones y las diversas clases de miembros. Todo eso es admirable. Y que un
barro que ha cobrado vida recorra el mundo por cualquier lugar y edifique, y
que enseñe y hable, realice trabajos fabriles o haga tareas de gobierno,
todo ello es digno de admiración. Por tanto, judíos ignorantes, ¿de dónde ha
salido Adán? ¿Acaso no ha moldeado Dios su figura admirable tomando polvo de
la tierra? ¿Qué, pues? Si el lodo se transforma en ojo, ¿no engendrará una
virgen a un hijo? Lo que al juicio humano parece más imposible se convierte,
sin embargo, en realidad. ¿Y no habrá de realizarse lo que por sí mismo es
posible?
Desposada sin haber roto su virginidad
31. Hagamos memoria, hermanos, de estas glorias y usémoslas como armas
arrojadizas. No sigamos a los que enseñan heréticamente una venida de Cristo
sólo en apariencia o discutible58. Rechacemos también a quienes dicen que el
nacimiento del Salvador tuvo lugar de un hombre y una mujer, que se han
atrevido a decir que ha sido engendrado de José y María, basándose en
aquello que está escrito: «Tomó consigo a su mujer» (Mt 1, 24). Recordemos a
Jacob, que, antes de tomar a Raquel, dijo a Labán: «Dame a mi mujer» (Gén
29, 21). Como aquélla antes de sancionar las nupcias ya era llamada esposa
de Jacob simplemente por haber quedado prometida con él, así también María
fue llamada esposa de José a causa del desposorio. Observa el modo cuidadoso
de hablar del Evangelio al decir: «Al sexto mes fue enviado por Dios el
ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen
desposada con un hombre llamado José» (Lc 1, 26). Y, a su vez, cuando se
habla del empadronamiento y de que José subió para empadronarse, ¿qué dice
Los múltiples testigos frente a la herejía
32. Te asombras de lo que ha sucedido. Pero también estaba asombrada la
misma que lo engendró. Pues a Gabriel le dice: «¿Cómo será esto, puesto que
no conozco varón?». Y él responde: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el
poder del Altísimo te cubrirá con su sombra por eso el que ha de nacer será
santo y será llamado Hijo de Dios» (cf. Lc 1, 34-35). Es una concepción pura
e incontaminada. Pues donde sopla el Espíritu Santo, desaparece toda mancha.
El nacimiento virginal del Unigénito en la carne está exento de impureza. Y
si los herejes están en contra de esta verdad, los convencerá de ella el
Espíritu Santo tras el enojo del poder del Altísimo que cubrió a
Es verdadero hombre el que ha nacido de
Elogio de la castidad
33. Ante el testimonio de Dios, juntamente con el del Espíritu Santo y con
las palabras de Cristo: «¿Por qué queréis matarme (Jn 7, 19), a mí, que soy
un hombre que os ha dicho la verdad (cf. 8, 46b)?», enmudezcan los herejes
que están en contra de su humanidad. Pues le contradicen al decir él:
«Palpadme y ved que un espíritu no tiene carne y huesos como veis que yo
tengo» (Lc 24, 39). Sea adorado el Señor nacido de
Dignidad de la castidad y de la virginidad
34. Corramos todos por la gracia de Dios la carrera de la castidad, «los
jóvenes y las doncellas, los ancianos junto con los niños» (Sal 148, 12), no
siguiendo la lascivia, sino alabando el nombre de Cristo. No ignoremos la
gloria de la pureza, pues se trata de una superioridad angélica y de una
tarea que va más allá del hombre: respetemos los cuerpos, que en su momento
lucirán como el sol. No manchemos con tan bajas pasiones un cuerpo tan
digno. El pecado es algo pequeño y que sólo dura un tiempo limitado, pero su
oprobio se prolonga por una eternidad de años. Los que siguen la pureza son
ángeles que caminan por la tierra. Las vírgenes tienen parte con María
Virgen. Elimínese todo adorno llamativo, toda mirada peligrosa y cualquier
vestido y perfume que arrastren a las bajas pasiones. En cuanto a todos, el
perfume sea la oración, el olor de las buenas obras y la santificación de
los cuerpos, para que el Señor nacido de
NOTAS
[1] Se profundiza en la presente catequesis en la confesión de la divinidad
y la humanidad de Cristo. Se ven asimismo cumplidas en Cristo las profecías
de la antigua Alianza. La concepción virginal de Cristo, sobre la que se
habla con mucha amplitud, da pie a Cirilo para alabar también la virginidad,
el celibato y la vida monástica.
[2] Esta extraña expresión se refiere a Cristo.
[3] Alusión a la ingestión integra del cordero pascual, figura de Cristo,
según
[4] En la persona de Jesús.
[5] La concepción virginal de Cristo se abordó ya en la cat. 4, núm. 9.
[6] La expresión «de modo total» parece referirse a que ni siquiera podría
decirse que la humanidad de Cristo sea más que aparente. La opinión herética
según la cual la humanidad de Jesús sería sólo una apariencia se ha
calificado en la historia de la teología cristiana con el término técnico
«docetismo» (de «dokein», parecer o aparecer). El docetismo, en sus diversas
variantes, se manifestó entre gnósticos y valentinianos. No es ajena a él la
teología de Apolinar de Laodicea, que niega el alma humana de Jesús y señala
que las funciones intelectuales de éste radicarían sólo en su divinidad.
Otras variantes del docetismo perviven en el monofisismo, que se mantuvo
largo tiempo pese a ser condenado en Calcedonia (a. 451). De este modo, a la
inversa de la negación, en el arrianismo, de que Jesús sea Dios como el
Padre, en las concepciones docetas no se afirma una humanidad plena de
Jesús. Fue el concilio de Constantinopla el que, en el año 381, siguiendo
los pasos de Nicea, afirmó solemnemente la realidad humana plena de
Jesucristo. En la presente catequesis, al ser el tema la encarnación de
Cristo, Cirilo se mueve en la línea trazada posteriormente por el Concilio
de Constantinopla. Por otra parte, la confesión de que la concepción de
Cristo fue virginal fue tema especialmente del concilio de Efeso, en el año
431, aunque
[7] Es decir, que el hombre Jesús habría llegado, en un momento determinado,
a ser Hijo de Dios ---sin haberlo sido antes.
[8] Esta especie de supuesta «evolución» del hombre Jesús hasta llegar a ser
Hijo de Dios es contraria a los múltiples datos del Nuevo Testamento,
especialmente San Juan, acerca de que desde siempre el Hijo había estado
junto al Padre. Son en esta línea muy importantes las cartas y el evangelio
de Juan. De este último, incluso por su mismo planteamiento literario, es
decisivo el llamado «prólogo» (Jn 1, 1-18). Además, toda la realidad del
«Abba», ya mencionada, las parábolas sobre el Padre que envía el Hijo (cf.,
por ej., Mc 12, 1-12 par.), o las explicaciones paulinas sobre el plan
divino de salvación (Gál 4,4 ss; vid. Ef 1, 3 ss).
[9] Refiriéndose a
[10] Pues el testimonio de
[11] La afirmación de la bondad de lo creado, de modo general, en Gén 1,
31a, pero la afirmación se había hecho repetidamente en los vv. 10, 12, 18,
25.
[12] Es corriente, en la tradición cristiana, considerar la imagen y
semejanza de Dios en el hombre en la espiritualidad de éste, es decir, en el
carácter espiritual del alma humana. Cirilo lo ha descrito así expresamente
en la cat. 4, núm. 18.
[13] En general, en los capítulos 1-11 del libro del Génesis, antes del
comienzo de la historia de Abraham, no se está ante relatos que tengan un
valor histórico que deba tomarse al pie de la letra. Anteriormente ya se
habló, por ejemplo, de la imagen del mundo que subyace a los relatos de la
creación y que no hay inconveniente en rechazar como tal imagen cf. cat. IX,
nota 8). Pero, como entonces se indicó, ello no impide señalar lo que de
fondo se quiere afirmar: el mundo proviene de la acción creadora de Dios,
que todo lo ha querido hacer bueno (cf la nota 11 de esta catequesis),
aunque el hombre, y la creación entera, han sido desde el comienzo víctimas
del pecado. Sobre esto es interesante recordar
[14] Referido a Dios. Se expresa un sentimiento de impotencia ante el mal y
el pecado. Cf., con respecto a este último,
[15] Sobre intentos de lapidación de Jesús, cf.Jn 8, 29; 10, 31.
[16] La cruz, como señal del combate cristiano.
[17] El salmo 72, efectivamente dedicado a Salomón, traza los rasgos del rey
ideal, justo, etc. En este sentido, también Salomón es figura del Mesías, de
modo que la interpretación tradicional cristiana del salmo lo entiende como
descripción de Cristo.
[18] El mismo salmo 72, pero se trata en realidad del versículo anterior.
[19] Más abajo, en el núm. 17, se insistirá en que este rey mesiánico llega
sobre una humilde borrica. Para el cumplimiento de estas palabras, cf
[20] Recuérdese una vez más que el lugar en que Cirilo está catequizando, el
Calvario, está en su época incluido en el interior de la ciudad de
Jerusalén. Cirilo pide en su catequesis un signo que pueda entenderse desde
el lugar del Calvario en el que se encuentran él y sus oyentes.
[21] Es decir, la encarnación ayuda a percibir mejor a Dios.
[22] Reproduce aquí Cirilo lo que piensa que es la creencia espontánea de
los hombres, semejante a la del israelita.
[23] Posible referencia a
[24] Estas palabras no parecen ser texto bíblico.
[25] Si hubieran conocido la sabiduría de Dios, «una sabiduría de Dios,
misteriosa, escondida, destinada por Dios desde antes de los siglos para
gloria nuestra, desconocida de todos los príncipes de este mundo...» (1 Cor
2, 7-8a).
[26] «Los que ya había devorado, son, con toda probabilidad, los justos del
Antiguo Testamento. No sólo Cristo no fue «devorado» por el diablo en la
muerte, sino que tampoco lo fueron los justos del Antiguo Testamento. Cf.
más abajo, cateq. 14, núms. 17 y 19.
[27] El «depósito» de la fe, como algo que debe ser conservado es algo en lo
que se insiste en las cartas pastorales. Cf.
[28] La línea de argumentación de Cirilo es ésta; cuando el Señor se hizo
presente en el Sinaí, Moisés y Elías estuvieron junto a él en el monte. Es
normal que en el momento de
[29] Las palabras están puestas en boca de Dios. Hch 3, 22 lee: «El Señor
Dios os suscitará...», y Hech 7, 37 prefiere: «Dios os suscitará...».
[30] «Rindan homenaje las naciones» los gentiles. El texto va a ser
utilizado por Cirilo, en un razonamiento algo complejo, para explicar que
los gentiles recibieron lo que en buena parte los judíos no quisieron
aceptar.
[31] Una vez más, con
[32] Todavía existente, en la época de las catequesis de Cirilo, incluso en
la rama de Occidente, aunque debilitado. El imperio romano occidental se
mantendría, en decadencia constante, hasta el año 476.
[33] Las palabras de Daniel se refieren propiamente a la caída del imperio
de Nabucodonosor, pero, en un sentido semejante, la catequesis de Cirilo las
aplica aquí a que el cristianismo se hace fuerte en la caída del imperio
Romano.
[34] El «Príncipe Mesías» se entiende aquí inequívocamente de Cristo. Para
la interpretación del texto y del número de años de que se habla cf., además
de los comentarios exegéticos a Dn, las citas de
[35] Hizo terminar la reconstrucción.
[36] Según el dato completo de Esd 6, 15, la fecha de terminación de este
templo fue el I de abril del año
[37] El mismo Daniel habla de la oscuridad de su lenguaje, lo cual pone al
lector en guardia contra cálculos excesivamente exactos de fechas.
[38] En
[39] «Ella» se refiere al arca de la alianza. El salmo, compuesto quizá para
el aniversario del traslado del arca (cf.
[40] Lo que parece que interesa al discurso de Cirilo es la ubicación al sur
de Jerusalén, donde de hecho se encuentra Belén, el lugar de nacimiento de
Jesús.
[41]
[42] Se prefiere dejar la traducción «virgen», que ha sido más usual en
[43] Cirilo se esfuerza en mostrar que expresiones como «muchacha», «joven
prometida», etc., se aplican a los casos de mujeres vírgenes.
[44]
[45] Cirilo añade aquí una vez más, entre paréntesis, como si fuera una
nota: «Sé que me he extendido mucho y que se cansarán los oyentes. Pero
quisiera que aceptes lo prolijo de mis palabras, pues estas cosas se dicen
por Cristo y no deben ser despreciadas».
[46] Es decir, la profecía fue hecha durante el reinado de Ajaz.
[47] Padre de David.
[48] Se presupone el celibato ministerial.
[49] Entran aquí todos los movimientos heréticos influenciados por el
maniqueísmo. Más tarde, en
[50] El texto bíblico es diferente. Leído así, sin embargo, frecuentemente
por los Padres, que lo refieren a Cristo. Para detalles, cf PG 33, 719, nota
1.
[51] Vid. la nota de
[52] Alusión a fábulas diversas de contenido mitológico.
[53] La diosa Atenea, surgida totalmente armada de la cabeza de Zeus.
[54] Cirilo ha dado rienda suelta a su imaginación acerca de la vara de
Moisés, pero eso le es útil como término de comparación para ensalzar la
concepción virginal de Cristo.
[55] El sacerdocio definitivo de Jesucristo, propio de la nueva Alianza.
[56] En realidad es claro que el hombre y la mujer se necesitan mutuamente
para la procreación. La manera de expresarse Cirilo, lógicamente no
«científica», le es útil a él para expresar una vez más la iniciativa
absoluta de Dios en la concepción virginal de Cristo.
[57] Gén 2, 7, en el contexto del segundo relato de la creación. Sobre el
carácter «histórico» de estos relatos sin que esa dificultad afecte al valor
de sus afirmaciones sobre la acción creadora de Dios ya se trató era cat.
IX, nota 8.
CATEQUESIS XIII:
CRISTO CRUCIFICADO Y SEPULTADO
Pronunciada en Jerusalén, sobre lo de «crucificado y sepultados». La lectura
es de Isaías: «¿Quién dio crédito a nuestra noticia? Y el brazo de Yahvé, ¿a
quién se le reveló?» (53,1). Y, en lo que sigue: «Como un cordero al
degüello era llevado» (53,7), etc.(1).
1. En cualquier acción de Cristo se gloría
Jesús ha rescatado a todos los hombres
2. No te asombre que haya sido redimido el orbe entero. Pues no era un
simple hombre, sino el unigénito Hijo de Dios, el que moría por esta causa.
Ciertamente, el pecado de un único hombre, Adán, pudo introducir la muerte
en el mundo. Pero si por la caída de uno reinó la muerte en el mundo, ¿por
qué no habrá de reinar mucho más por la justicia de uno sólo?(2). Y si en
aquel momento, a causa del leño del que (nuestros padres) comieron, fueron
expulsados del paraíso (cf. Gén 3, 22-24), ¿acaso los que crean no habrán de
entrar ahora, por el leño de Jesús, mucho más fácilmente en el paraíso? Si
el primer hombre, hecho de la tierra, trajo a todos la muerte, ¿acaso quien
lo hizo de la tierra (Gén 2,7), siendo él mismo la vida (Jn 15, 5 ss), no le
dará vida eterna? Si Pinjás, inflamado de celo, matando al autor del delito,
aplacó la ira de Dios (cf. Núm 25, 7-11), Jesús, sin matar a nadie, sino
entregándose a sí mismo como rescate (I Tim 2, 6), ¿acaso no deshará la
cólera contra los hombres (cf.
En el absurdo de la cruz, y más siendo Jesús inocente, está la salvación
3. Que no nos dé vergüenza la cruz del Salvador, e incluso gloriémonos en
ella. Pues la palabra de la cruz es escándalo para los judíos y necedad para
los gentiles, pero para nosotros es salvación (cf. I Cor 1, 18-25). «Es una
necedad para los que se pierden; más para los que se salvan —para nosotros—
es fuerza de Dios» (1, 18). Pues, como se ha dicho(3), no se trataba de un
simple hombre que moría en favor nuestro, sino de Dios, el Hijo de Dios
hecho hombre. Pero entonces el cordero muerto, según la enseñanza de Moisés,
arrojaba lejos al Exterminador(4). Ahora bien, el Cordero de Dios que quita
el pecado del mundo (Jn 1, 29), ¿acaso no liberará mucho más de los pecados?
También la sangre de una oveja irracional mostraba la salud. ¿Y la sangre
del Unigénito no traerá la salvación en una mayor medida? Si alguno no cree
en la fuerza del crucificado, interrogue a los mismos demonios(5). Y si
alguien no cree en las palabras, dé crédito a las cosas claras. Son muchos
los que han sido crucificados en todo el orbe, pero ante ninguno de ellos
sienten pavor los demonios. Pero ante Cristo, crucificado por nosotros, se
aterrorizan los demonios cuando simplemente ven el signo de la cruz, porque
aquellos otros crucificados fueron muertos por sus propios pecados, pero él
por los de los demás. El es «el que no cometió pecado, y en cuya boca no se
halló engaño» (I Pe 2, 22; cf. Is 53, 9). No era Pedro quien decía esto, lo
que podría despertar la sospecha de que quisiera ser grato al maestro, sino
que quien lo había dicho era Isaías, que no había estado corporalmente
presente (ante Jesús), pero en espíritu había previsto su venida en carne.
Pero, ¿por qué aduzco sólo el testimonio del profeta? Cuenta entre los
testigos al mismo Pilatos, que sentenció sobre él diciendo: «No he hallado
en este hombre ninguno de los delitos de que le acusáis» (Lc 23, 14). Y
cuando se lo entregó, lavando sus manos, dijo: «Inocente soy de la sangre de
este justo» (Mt 27, 24)(6). Y hay también otro testigo de la inocencia de
Jesús, el ladrón que fue primero al paraíso, que increpaba a su compañero y
decía: «Nosotros con razón, porque nos lo hemos merecido con nuestros
hechos; en cambio, éste nada malo ha hecho (Lc 23, 41), pues tú y yo
estuvimos en su juicio»(7).
Realidad de la crucifixión
4. Así pues, Jesús padeció realmente por todos los hombres. La cruz no es
ninguna ficción, pues en ese caso también la redención sería algo fingido.
La muerte no fue algo aparente, sino una realidad indiscutible. Si no fuese
así, la salvación sería una fábula sin más. Si la muerte hubiese sido sólo
aparente, tendrían razón quienes decían: «Señor, recordamos que ese impostor
dijo cuando aún vivía: "A los tres días resucitaré"» (Mt 27, 63). La pasión
fue, pues, real: fue verdaderamente crucificado, y no nos avergonzamos de
ello; fue crucificado y no lo negamos. Más bien me glorío en ello cuando lo
digo. Pues si ahora lo niego, argüirá en mi contra el Gólgota que tenemos
aquí tan próximo(8). Argüirá en contra mía el madero de la cruz, que a
trozos pequeños ha sido distribuido desde ese lugar a todo el mundo.
Confieso la cruz una vez que he conocido la resurrección. Pues si no hubiese
ido más allá de la cruz, tal vez no lo habría confesado y la hubiese
escondido juntamente con el maestro. Pero, puesto que la resurrección ha
seguido a la cruz, no me da vergüenza proclamarla(9).
Condenado sin pecado alguno
5. Fue crucificado él, que, como todos, vivió en la carne, pero no con
pecados semejantes. Pues no fue llevado a la muerte por la avidez de
riquezas, pues era un maestro en la pobreza y en la renuncia a los bienes.
No fue condenado por su pasión libidinosa, él que dijo claramente: «Todo el
que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su
corazón» (Mt 5, 28). A nadie golpeó o hirió con soberbia, sino que a quien
le golpeaba le mostró la otra mejilla (5, 39). Y no despreciaba
Voluntariamente fue a la pasión sin rehuirla
6. ¿Quieres persuadirte más de que vino por voluntad propia a la pasión?
Todos los demás, que ignoran su destino, mueren de mala gana, pero él
predijo de su propia pasión: «El Hijo del hombre va a ser entregado para ser
crucificado» (Mt 26, 2). ¿Sabes por qué él, que amaba a los hombres, no
rehusó la muerte? Para que el mundo no se perdiese por sus pecados. «Mirad
que subimos a Jerusalén, y el Hijo del hombre será entregado y será
crucificado» (vid.
El Mesías sufriente, nueva enseña ante los gentiles
7. Pero los judíos están en contra, siempre preparados para la contradicción
y tardos para creer. Por eso decía el profeta que se ha leído(15): «Señor,
¿quién ha dado crédito a nuestra predicación?» (Is 53, 1). Creen los persas,
pero no creen los hebreos. «Los que ningún anuncio recibieron de él, le
verán, y los que nada oyeron, comprenderán» (Rm 15, 21, tomado de Is 52,
15). Y los que reflexionan sobre ello, rechazarán aquello en lo que piensan.
Nos replican y dice: ¿Es que acaso sufre Dios? ¿Y no hubo fuerzas humanas
mayores que la misma fuerza del Señor? Leed las Lamentaciones: quejándose de
vosotros Jeremías, escribió en ellas cosas verdaderamente dignas de
lamentar. Vio vuestra perdición y contempló vuestra caída. Se lamentaba de
Escuchar y averiguar los testimonios de
8. Pero como ellos nos contradicen de múltiples maneras, vamos, aunque sea
brevemente, a exponer, con la gracia del Señor, algunos testimonios de la
pasión. Porque todo lo que atañe a Cristo ha quedado escrito: nada es
ambiguo ni ha quedado nada sin consignar; todo ha quedado escrito en los
testimonios de los profetas, y no en tablas de piedra, sino claramente
descrito por el Espíritu Santo. Así pues, cuando oyeres el relato evangélico
sobre las acciones de Judas, ¿acaso no debes prestar atención a este
testimonio? Oíste que el costado de Cristo fue atravesado por una lanza. ¿No
deberás examinar que también eso está escrito? (Jn 19, 24-37). Oíste que fue
crucificado en el huerto. ¿No deberás comprobar que eso ha quedado escrito?
(Jn 19, 41). Oíste que fue vendido en treinta monedas de plata. ¿No
escucharás al profeta que habló de ello (cf.
Datos sobre la traición de Judas
9. Busquemos, por consiguiente, los testimonios acerca de la pasión de
Cristo. Hemos decidido no hacer una exposición puramente contemplativa de
las Escrituras, sino más bien convencernos, mediante datos ciertos, de
aquellos que creemos. Antes recibiste los testimonios acerca de la venida de
Jesús(21). También está escrito que caminó sobre el mar (Sal 77, 20: «¡Por
el mar iba tu camino!»;Job 9, 8b: «Holló la espalda de
10. Escucha, pues, también acerca de las treinta monedas de plata: «Yo les
dije: "Si os parece bien, dadme mi jornal; si no, dejadlo"» (Zac 11, 12), y
lo que sigue(24) . A mí me debéis(25) la gracia de la curación de los ciegos
y de los cojos. Y es otra la que recibo: en lugar de agradecimiento,
ultraje; en lugar de adoración, injuria. Ves cómo
11. Pero intento suprimir aquí una aparente ambigüedad(26). Pues quienes
rechazan a los profetas argumentan que el profeta dice: «Los eché en la casa
de Yahvé, en el horno» (Zac 11, 13). Y el Evangelio, en cambio: «Las vieron
por el Campo del Alfarero» (Mt 27, 10). Pero atiende a cómo ambas cosas son
verdad. Los judíos, es decir, aquellos que entonces eran príncipes de los
sacerdotes, al ver que Judas se arrepentía y exclamaba: «Pequé entregando
sangre inocente» (27, 4), replican: «A nosotros, ¿qué? Tu verás» (ibid.).
¿Nada tiene que ver con vosotros, que lo crucificasteis? Que vea el que
recibió y devolvió el dinero del crimen. ¿Y nada tendréis que ver quienes lo
habéis hecho? Después dicen entre sí: «No es lícito echarlas en el tesoro de
las ofrendas, porque son precio de sangre» (27, 6). Vuestra boca os condena,
puesto que el precio es abominable y abominable es también el crimen: si
cumples la justicia crucificando a Cristo, ¿por qué no aceptas el precio?
Pero nos preguntábamos: ¿Cómo es que no hay desacuerdo entre el evangelio
que dice «Campo del Alfarero» y el profeta que menciona «el horno»? En
realidad, no sólo disponen de horno quienes trabajan el oro ni sólo quienes
trabajan con monedas, sino que también los alfareros tienen un horno para el
barro. Separan la tierra más fina y la más espesa, colando la que se
utilizará para separarla de los guijarros y escogiendo abundante material
moldeable, lo amasan a continuación preparando así lo que se habrá de cocer.
¿De qué, pues, te asombras si el evangelio habla, con mayor claridad, del
«Campo del Alfarero», al tiempo que el profeta pronunció su profecía de modo
enigmático, siendo así que las profecías se contienen a menudo en enigmas?
El juicio y los escarnios de Jesús
12. «Entonces le prendieron, se lo llevaron y le hicieron entrar en casa del
Sumo Sacerdote» (Lc 22, 54). ¿Quieres saber y ver que también esto está
escrito? Dice Isaías: «¡Ay de aquellos que deliberaron depravadamente entre
sí diciendo: maniatemos al justo, porque nos resulta incómodo» (Is 3, 9-10
LXX). Ciertamente: «¡Ay de aquellos!». Veamos esto. Isaías fue partido en
dos, pero el pueblo recibió después la salud. Jeremías fue arrojado al lodo
de la cisterna (38,6), pero así se curó la herida de los judíos, porque, al
ser un pecado contra un hombre, era más leve. Pero los judíos no pecaron
contra un hombre, sino contra Dios hecho hombre. «¡Ay de ellos!». Pero,
«maniatemos al justo», decíamos. ¿No podrá desatarse a sí mismo, replicará
alguno, el que libró a Lázaro de las ataduras de una muerte ya de cuatro
días? (Jn 11, 39-44) y el que dejó libre a Pedro de las cadenas de hierro de
la prisión (Hech 12, 7). Los ángeles se encontraban dispuestos diciendo:
«Rompamos sus coyundas» (Sal 2, 3)(27), aunque se abstienen de la violencia
porque Dios quiso sufrir esto. Fue conducido también a juicio entre los
ancianos (Mt 26, 57). De ello tenía ya un testimonio: «Yahvé demanda en
juicio a los ancianos de su pueblo y a sus jefes» (Is 3, 14).
13. Pero al interrogarle el Sumo Sacerdote, se indigna al oír la verdad (Mt
26, 62-63) y uno de los peores de sus servidores le da una bofetada. Aquel
rostro, que en otro momento había resplandecido como el sol (Mt 17, 2),
soportó que unas manos inicuas lo quebrasen, y otros se acercaban escupiendo
al rostro de quien mediante la saliva había curado al ciego de nacimiento
(Jn 9, 6). «¿Así pagáis a Yahvé, pueblo insensato y necio?» (Dt 32, 6). Y el
profeta, asombrado, dice: «¿Quién dio crédito a nuestra noticia?» (Is 53,
1)(28). Es cosa realmente increíble que Dios, el Hijo de Dios y el brazo de
Yahvé(29) estén expuestos a estas cosas. Pero, para que los que se salvan no
rehúsen creer en esto, el Espíritu Santo lo predice de la persona de Cristo
cuando éste exclama (pues él era el que entonces hablaba y más tarde se hizo
presente): «Ofrecí mis espaldas a los que me golpeaban» (Is 50,6)(30). Y
Pilatos, una vez flagelado, lo entregó para ser crucificado (Mc 15, 15):
«Ofrecí... mis mejillas a los que mesaban mi barba. Mi rostro no hurté a los
insultos y salivazos» (Is 50, 6). Como si dijera: previendo que me habían de
golpear, ni siquiera torcí la mejilla levemente. ¿Cómo fortalecería a los
discípulos ante la muerte que debía arrostrar por la verdad si yo mismo me
aterrorizaba por ella? Yo había dicho: «El que ama su vida, la pierde» (Jn
12, 25). Si yo amase la vida, ¿cómo daría lecciones sin hacer lo que enseño?
Por consiguiente, él, siendo Dios, soportó sufrir estas cosas de parte de
los hombres para que nosotros los hombres no nos avergonzásemos luego de
sufrir de los hombres cosas tales por su causa. Ves que estas cosas han sido
ampliamente predichas por los profetas. Pero, como antes dije, muchos
testimonios de
Ante Pilato y Herodes
14. Maniatado llegó de Caifás hasta Pilato. ¿Acaso no estaba también esto
previamente escrito? «Y, atándolo, lo llevaron como presente al rey Jarim»
(Os 10,7 LXX)(31). Pero alguno de vosotros argüirá molesto: «Pilato no era
rey (omitiendo además bastantes otros detalles). ¿Cómo, pues, «atándolo, lo
llevaron como presente al rey Jarim»? Pero lee el Evangelio: «Al oír Pilato
que él era de Galilea, ... le remitió a Herodes»(32). Herodes era entonces
rey y se encontraba en Jerusalén (cf. Lc 23, 7). Y observa la aplicada
diligencia del profeta, pues dice que fue enviado en lugar de regalos,
porque «aquel día Herodes y Pilato se hicieron amigos, pues antes estaban
enemistados» (Lc 23, 12). Era oportuno que el que había de llevar la paz a
la tierra y cielo pacificase, como primeros de todos, a quienes a él le
condenaban. Pues era el mismo Señor, «que reconcilia los corazones de los
príncipes de la tierra» (Job 12, 24)(33). Acepta las precisiones y el
testimonio auténtico de los profetas.
Más sobre el juicio de Jesús
15. Admira al Señor a quien juzgan. Aceptó ser llevado por los soldados y
que diesen vueltas a su alrededor mientras Pilatos estaba «sentado en el
tribunal» (Mt 27, 19). El, que está sentado a la derecha del Padre, estaba
en pie mientras era juzgado. El pueblo por él liberado de la tierra de
Egipto, y tantas otras veces de otros lugares, vociferaba contra él:
«¡Crucifícalo, crucifícalo!» (Jn 19, 6). ¿Por qué así, oh judíos? Ante esto,
el profeta exclama estupefacto: «¿Contra quién abrís la boca y sacáis la
lengua?» (Is 57, 4). El Señor mismo relata en los profetas: «Se ha portado
conmigo mi heredad como un león en la selva: me acosaba con sus voces; por
eso la aborrecí» (Jer 12, 8). No la expulsé yo, sino que ellos me expulsaron
a mí. Por eso digo consecuentemente: «He abandonado mi casa»(34).
La actitud del Siervo durante el juicio
16. Juzgado, callaba, de modo que Pilato estaba padeciendo y decía: «¿No
respondes nada? ¿Qué es lo que estos atestiguan contra ti?» (Mt 26, 62). No
porque conociera al que estaba siendo juzgado, sino porque temía qué
significado tendría para él el sueño de su mujer (Mt 27, 19). Y Jesús
callaba. Dice el salmista: «Soy como hombre que no oye, ni tiene réplica en
sus labios» (Sal 38, 15). Y, además: «Mas yo como un sordo soy, no oigo,
como un mudo que no abre la boca» (38, 14; cf. Is 53-7). También esto lo has
oído, si recuerdas.
17. Pero los soldados a su alrededor se burlan de él. El Señor es para ellos
objeto de escarnio y de él se hace mofa. «Me ven y menean su cabeza» (Sal
109, 25). Se vislumbra el reino en imagen: se burlan, pero doblan su rodilla
(Mt 27, 29); unos soldados lo clavan a la cruz, pero antes le colocan un
manto de púrpura (27, 28) y una corona sobre su cabeza. ¿De qué es, sino de
espinas? (27, 29). Es proclamado rey de todo por los soldados. También fue
oportuno que Jesús fuese coronado en figura por los soldados, de manera que
por eso dice
La maldición de la higuera
18. Adán recibió la condena: «Maldito sea el suelo por tu causa... Espinas y
abrojos te producirá» (Gén 3, 17-18). Por eso tomó sobre sí Jesús las
espinas, para deshacer la maldición; y por eso fue sepultado en tierra, para
que la tierra que había sido maldecida recibiese bendición en lugar de
maldición. En el momento del primer pecado, se ciñeron unas hojas de higuera
(Gén 3-7). Por eso Jesús puso fin a los signos con una higuera. Pues, cuando
tenía que marchar a la pasión, hirió a la higuera con una maldición (cf.
Jeremías, imagen de Jesús despreciado
19. Una vez que nos hemos acercado a las cosas del paraíso, admiro
ciertamente la verdad de las figuras(36). En el paraíso se produjo la caída,
y en el huerto la salvación; del árbol vino el pecado, pero hasta el
árbol(37) llegó el pecado; a la tarde, cuando el Señor iba caminando,
buscaron escondite (Gén 3, 8), y es por la tarde cuando el ladrón es
introducido por el Señor en el paraíso (Lc 23, 43). Pero alguno me dirá:
piensa, a ver si me puedes mostrar por los profetas el leño de la cruz, pues
no asentiré si no me muestras un testimonio profético. Pues bien, escucha a
Jeremías y convéncete: «Y yo que estaba como cordero manso llevado al
matadero, sin saber...» (Jer 11, 19). Lee, además, esta pregunta que, como
dije, hace Jesús: «¿No sabéis que dentro de dos días es
La salvación desde el leño de la cruz
20. Esta figura la ilustró Moisés crucificando a la serpiente, para que
quien hubiera sido mordido por una serpiente viva, al mirar la serpiente de
bronce, consiguiese, por creer, la salvación (Núm 21, 4-9). Y si la
serpiente de bronce crucificada concede la salvación, ¿no otorgará la
salvación el Hijo de Dios clavado a la cruz? Por un leño viene siempre la
salvación. En tiempos de Noé, por un arca de madera se conservó la vida (Gén
7, 23). Y cuando Moisés extendió su vara sobre el mar, que se retiró por
reverencia hacia el que lo tocaba (Ex 14, 16-21). Y si Moisés tanto pudo con
su cayado, ¿será ineficaz la cruz del Salvador? Dejo a un lado, en honor a
la brevedad, otras muchas figuras. Sin embargo, volvió dulce el agua en su
momento (Ex 15,25), y del costado de Cristo brotó el agua en el madero (Jn
19, 34)(41).
Más sobre el agua y la sangre del costado
21. El primero de los signos de Moisés es el agua y la sangre. Y este
primero de todos fue el último de los signos de Jesús. En primer lugar,
Moisés transformó el río en sangre (Ex 7, 20) y Jesús, por último, hizo
brotar desde el costado agua con sangre. Quizá a causa de las dos voces, de
una parte la de quien le juzgaba, y de otra la de quienes cruelmente
gritaban. O, quizá, por causa de los que creyeran o de los incrédulos. Pues
mientras Pilato decía: «Soy inocente», otros vociferaban: «su sangre sobre
nosotros...» (Mt 27, 24-25). Ambas cosas brotaron de su costado: el agua,
quizá en referencia al juez, y la sangre teniendo en cuenta a los que
gritaban. Pero también puede entenderse así: la sangre para los judíos, el
agua para los cristianos. Para aquellos, insidiosos, la condenación por la
sangre derramada; para ti, que ahora crees, la salvación por el agua. Nada
ha sucedido en vano. Nos han transmitido los intérpretes de
Gloriarse en la cruz
22. Pero si alguien profundiza más, encontrará también otras causas, aunque
baste lo dicho tanto por la escasez de tiempo como por no cansar vuestros
oídos, aunque nunca se debe experimentar cansancio de oír los triunfos del
Señor, sobre todo, en este Gólgota tres veces santo, pues algunos sólo oyen,
pero nosotros también vemos y tocamos(45). Que nadie se canse. Con la misma
cruz toma las armas contra los adversarios. Haz de la fe en la cruz el
estandarte contra los contradictores. Cuando tengas que discutir sobre la
cruz contra los que no creen, haz antes con la mano la señal de la cruz y
callará el enemigo. No te avergüences de confesar la cruz. Pues en ella se
glorían los ángeles diciendo: «Sé que buscáis a Jesús, el Crucificado» (Mt
28, 5). ¿Es que acaso no podías, oh ángel, decir: «Sé a quien buscáis, a mi
Señor». Pero «yo, dice sin embargo con confianza, lo he conocido
crucificado». La cruz es, pues, triunfo y no ignominia.
En el Crucificado está la salvación
23. Por lo demás volvamos a lo que queríamos mostrar por los profetas. El
Señor fue crucificado y has recibido los testimonios. Ves el lugar del
Gólgota... (46). Aclamas asintiendo a lo que se dice: mira de no negarlo en
alguna ocasión en época de persecución. Que la cruz no sea para ti alegría
sólo en tiempo de paz: ten la misma fe en época de persecución, que no
ocurra que seas amigo de Jesús en tiempo de paz y enemigo en tiempo de
dificultades. Ahora recibes el perdón de tus pecados y las gracias generosas
del regalo espiritual del Rey. Cuando estalle la guerra, combate
esforzadamente por tu rey. Jesús, que nada había pecado, ha sido crucificado
por ti. ¿Y no te dejarás tú crucificar por aquel que por ti fue clavado a la
cruz? No eres tú quien da la gracia, pues primero la recibiste tú. Lo que
haces es devolverla pagando la deuda al que en el Gólgota fue crucificado
por ti. Pero Gólgota significa «Lugar de
Otros detalles de
24. Cristo fue, pues, crucificado por nosotros. El juicio se celebró de
noche y en un ambiente frío, motivo por el que encendieron unas brasas (Jn
18, 18). Fue crucificado a la hora tercia (Mc 15, 25). Desde la hora sexta
hubo tinieblas hasta nona (Mt 27, 45). Y de nuevo hubo luz desde la hora
nona. ¿Acaso también estas cosas están escritas? Busquemos. Dice, pues,
Zacarías: «Aquel día no habrá ya luz, sino frío y hielo (por aquello de que
Pedro se calentaba). Un día único será, conocido sólo de Yahvé» (Zac 14,
6-7). ¿Qué pasa? ¿No conoció acaso otros días? Pero «éste es el día que hizo
Yahvé» (Sal 118, 24), el de la paciencia del Señor, «conocido sólo de Yahvé;
no habrá día y luego noche» (Zac 14, 7). ¿Cuál es el enigma que narra el
profeta? Aquel día no consta de día y noche. ¿Cómo lo llamaremos? El
Evangelio lo interpreta con su narración. «No habrá día». Pues el sol no
brilló, como acostumbra, de oriente a occidente, sino que desde la hora
sexta hasta la hora nona hubo tinieblas a mitad del día. Hubo, pues,
tinieblas de por medio. Pero Dios había llamado a las tinieblas «noche». Por
tanto, no había distinción entre día y noche: ni la luz era total, de modo
que se llamase «día», ni podía llamarse «noche» porque todo fuese tinieblas,
sino que el sol brilló después de nona. Esto lo anuncia el profeta, pues
después que dijo «no habrá día y luego noche» (14, 7), añade: «a la hora de
la tarde habrá luz» (ibid.). ¿Te das cuenta de lo acertado de la palabra de
los profetas y de la verdad de las cosas predichas?
25. Pero, ¿quieres saber exactamente la hora en que el sol se oscureció,
hora quinta, octava o décima? Díselo claramente, oh profeta, a los judíos
incrédulos: ¿Cuándo se ocultó el sol? Dice, en efecto, el profeta Amós:
«Sucederá aquel día —oráculo del Señor Yahvé— que yo haré ponerse el sol a
medio-día» (se hicieron tinieblas desde la hora sexta), «y en plena luz del
día cubriré la tierra de tinieblas» (Am 8, 9). ¿Cuál es esta distribución
del tiempo, oh profeta, y cuál es el día?: «Trocaré en duelo vuestra fiesta»
(Am 8, 10). De hecho, esto estaba sucediendo en los ácimos y en la fiesta de
El manto y la túnica
26. Pero, dirá alguno, dame otro signo. ¿Qué otra nota hay característica de
todo esto? Jesús fue crucificado. El se servía de una túnica y de un manto.
Pero los soldados se repartieron el manto tras dividirlo en cuatro partes.
Sin embargo, la túnica no la rasgaron porque, partida de ese modo, para nada
hubiera servido, sino que los soldados se la echaron a suertes entre ellos
(Jn 19, 23-24). Se reparten el manto y echan a suertes la túnica. ¿No estaba
también eso escrito? Pues bien, los afanosos salmistas de
La capa púrpura
27. Cuando estaba siendo juzgado por Pilato, estaba vestido de rojo, lo
cubrieron con un manto de púrpura (Mt. 27, 28). ¿También está escrito esto?
Dice Isaías: «¿Quién es ése que viene de Edom, de Bosrá, con ropaje teñido
de rojo?» (Is 63, 1). Como queriendo decir: ¿quién es éste que es vestido de
púrpura para avergonzarlo? Pues a eso suena Bosrá entre los hebreos(49).
«Y, ¿por qué está de rojo tu vestido, y tu ropaje como el de un lagarero?»
(63, 2). Y responde diciendo: «Alargué mis manos todo el día hacia un pueblo
rebelde que sigue un camino equivocado en pos de sus pensamientos» (Is 65,
2).
La cruz de Cristo y su eficacia salvadora
28. Extendió sus manos en la cruz para abarcar los confines del mundo. Pues
el lugar central de la tierra está aquí, en el Gólgota. Y no es palabra mía,
sino del profeta que dice: «Autor de salvación en medio de la tierra» (Sal
74, 12). Extendió sus manos humanas, con la sola ayuda de las cuales y con
su mente tras ellas dio consistencia al cielo (cf. Sal 33). Fueron fijadas
con clavos para que, clavados al leño y aniquilados los pecados de los
hombres que su humanidad llevaba cargados sobre sí, a la vez muriese el
pecado y resucitásemos nosotros en la justicia(50). Pues como por un hombre
vino la muerte, también por un hombre vino la vida (cf.
El carisma profético de Israel, viña estéril, en
29. El soportó estas cosas al haber venido a salvar a todos. Pero el pueblo
se lo pagó de mala manera. Dice Jesús: «Tengo sed» (Jn 19, 28), él, que de
una áspera roca les dio agua (Ex 17, 1-7) y exige los frutos de la viña que
plantó (Jer 2, 21; Is 5, 2). Pero, ¿de qué viña? Por su naturaleza, sería la
que existía desde los santos Patriarcas, pero es en realidad la que, por la
tentación, proviene de Sodoma la que le alcanza al Señor sediento el vinagre
mediante una esponja empapada y puesta en una caña (cf.
Jesús, ultrajado en la cruz, entre los dos ladrones
30. Sobre los ladrones que fueron crucificados con él (cf. Lc. 23, 32) se ha
dicho: «Con los rebeldes fue contado» (Is 53, 12). Uno y otro(57) fueron al
principio inicuos, pero uno dejó de serlo. Pero el otro despreció las leyes
hasta el final, sin humillarse para su salvación, pues estando clavado de
manos, su lengua todavía blasfemaba. Los judíos movían sus cabezas
injuriando al crucificado y cumpliendo lo que estaba escrito. «Me ven y
menean su cabeza» (Sal. 109, 25; cf.
La misericordia para con el «buen ladrón»
31. ¿Qué energía, oh ladrón, te iluminó? ¿Quién te enseñó a adorar al que
había sido ultrajado y crucificado contigo? ¡Oh luz eterna, que ilumina a
los que yacen en tinieblas (vid. Lc 1, 79)! Oyó, desde luego, justamente:
«Confía»(58). No porque tus obras deban ser la base de tu confianza, sino
porque ahí hay un rey dispuesto a agraciarte. Era una petición de algo muy
lejano, pero la gracia llegó muy rápidamente: «Yo te aseguro: hoy estarás
conmigo en el paraíso» (Lc 23, 43), puesto que hoy has oído mi voz y no has
endurecido tu corazón (Sal 94, 8). Con mucha prontitud pronuncié sentencia
contra Adán. Y con mucha prontitud te perdono. A él se le dijo: «El día que
comieres de él, morirás sin remedio» (Gén 2, 17). Tú, en cambio, hoy has
dado oídos a la fe, y hoy recibirás la salvación. Por un árbol cayó él, y tú
eres introducido, por medio de un árbol, en el paraíso. No temas a la
serpiente, pues no te expulsará: ella ya cayó del cielo (cf. Lc 10, 18).
Tampoco te digo: hoy partirás, sino «confía: hoy estarás conmigo en el
paraíso», no serás rechazado. No temas a la espada de fuego (cf. Gén 3, 24),
pues ella es la que teme al Señor. ¡Oh gracia inmensa e inefable! No ha
entrado todavía Abraham el creyente, y ya entra el ladrón. Todavía no han
entrado Moisés y los profetas, pero sí entra el ladrón. Antes que tú, se
admiró de esto Pablo diciendo: «Donde abundó el pecado, sobreabundó la
gracia» (Rm 5, 20). Los que han soportado el calor (cf.
El sacerdocio definitivo y eterno de Jesucristo
32. Acerca de este huerto conté ya a mi esposa en el Cantar de los
Cantares(59), diciéndole estas cosas: «Ya he entrado en mi huerto, hermana
mía, novia» (Cant 5, 1). De hecho, donde fue crucificado había un huerto (Jn
19, 41). Y, ¿qué deduces de ahí? Que «he tomado mi mirra con mi bálsamo»
(Cant 5, 1), lo cual se cumple cuando bebe vino mirrado y vinagre (Jn 19, 29
par.), y, después de tomarlos, dice: «Todo está cumplido» (Jn 19, 30). El
misterio ha llegado a su plenitud. Se ha cumplido lo que estaba escrito. Los
pecados han sido disueltos, pues, «al llegar Cristo como Sumo Sacerdote de
los bienes futuros, a través de una Tienda mayor y más perfecta, no
fabricada por mano de hombre, es decir, no de este mundo. Y penetró en el
santuario una vez para siempre, no con sangre de machos cabríos ni de
novillos, sino con su propia sangre, consiguiendo una redención eterna. Pues
si la sangre de machos cabríos y de toros y la ceniza de vaca santifica con
su aspersión a los contaminados, en orden a la purificación de la carne,
¡cuanto más la sangre de Cristo...!» (Hebr 9, 11-14). Y, por otra parte:
«Teniendo, pues, hermanos, plena seguridad para entrar en el santuario(60)
en virtud de la sangre de Jesús, por este camino nuevo y vivo, inaugurado
por él para nosotros, a través del velo, es decir de su propia carne...»
(Hebr 10, 19-20). Y ya que la carne, su propio velo, fue afectada por el
deshonor, por eso el velo del templo, que era figura del futuro, se rasgó,
según está escrito: «En esto, el velo del Santuario se rasgó en dos, de
arriba abajo» (Mt 27, 51). Y nada absolutamente quedó de él. Y puesto que el
Señor dijo: «Se os va a dejar desierta vuestra casa» (Mt 23, 38), la misma
casa quedó destruida(61).
Cristo se entrega al Padre
33. Estas cosas las soportó el Salvador, «pacificando, mediante la sangre de
su cruz, lo que hay en la tierra y en los cielos» (Col 1, 20). Pues éramos
enemigos de Dios por el pecado, y Dios decidió que era oportuno que el
pecador muriese. Era, pues, necesaria una de estas dos cosas: o bien que
Dios, consecuentemente, hiciese perecer a todos, o bien que con su clemencia
anulase la sentencia dictada. Observa, sin embargo, la sabiduría de Dios:
guardó tanto la firmeza de la sentencia como la eficacia de la bondad.
Cristo, «sobre el madero, llevó nuestros pecados en su cuerpo, a fin de que,
muertos a nuestros pecados, viviéramos para la justicia» ( I Pe 2, 24; cf.
Is 53, 12;
Muerte y sepultura
34. Se eclipsó el sol (Lc 23, 44) a causa del «sol de justicia» (Mal 3,
20)(63), «las rocas se hendieron» (Mt 27, 51) a causa de la roca
inteligibles(64), «se abrieron los sepulcros» (Mt 27, 52) y los muertos
resucitaron (52b) por causa de aquel que estaba libre entre los muertos,
dejó libres a los «cautivos de la fosa en la que no hay agua» (Zac 9, 11).
No te avergüences, pues, del crucificado, sino di tú también con confianza:
«¡Y con todo eran nuestras dolencias las que él llevaba y nuestros dolores
los que soportaba!... y con sus cardenales hemos sido curados» (Is 53, 4-5).
No seamos desagradecidos hacia el bienhechor. Y, además: «Por las rebeldías
de su pueblo ha sido herido; y se puso su sepultura entre los malvados y con
los ricos su tumba» (53, 8-9). Por eso dice Pablo claramente: «Que Cristo
murió por nuestros pecados según las Escrituras, y fue sepultado, y resucitó
al tercer día según las Escrituras» (1 Cor 15, 3-4).
El sepulcro excavado en roca
35. Pero queremos conocer claramente dónde fue sepultado. ¿Se construyó
acaso un sepulcro? ¿Destaca del suelo como las sepulturas regias? ¿Se ha
hecho un monumento con piedras adosadas unas a otras? ¿Qué se le puso
encima? Hacednos, profetas, la descripción del sepulcro y decidnos dónde fue
colocado el cuerpo y dónde lo habremos de buscar. Y ellos responden:
«Reparad en la peña de donde fuisteis tallados, y en la cavidad de pozo de
donde fuisteis excavados» (Is 51, 1). Tienes en los Evangelios: «En un
sepulcro excavado en la roca» (Lc 23, 53), «en un sepulcro que estaba
excavado en roca» (Mc 15, 46). ¿Y, además, qué? ¿Cuál es la puerta del
monumento? Hay, por otra parte, otro profeta que dice: «Sofocaron mi vida en
una fosa y echaron piedras sobre mí» (Lam. 3, 53). Yo, la «piedra angular,
elegida, preciosa» (1 Pe 2, 6), estoy escondido entre la piedra por poco
tiempo; «piedra de escándalo» para los judíos (1 Pe 2, 8) y de salvación
para los que creen. Así pues, el árbol de la vida está plantado en la
tierra, para que ésta, que había estado maldita, consiguiese la bendición y
fuesen liberados los muertos.
La fuerza de la señal de la cruz
36. Que no nos agarrote la vergüenza de confesar a un crucificado. En la
frente, como gesto de confianza, hágase con los dedos la señal de la cruz, y
eso para todo: cuando comemos pan o cuando bebemos, en las entradas y
salidas, antes de acostarnos, al dormir y al levantarnos, cuando caminamos y
cuando estamos quietos. Es una gran protección: gratuita, por los
necesitados; no cuesta esfuerzo, por los débiles, y, como quiera que ha sido
dada por Dios como gracia: señal de los fieles y temor de los demonios, a
los que en ella «exhibió públicamente, incorporándolos a su cortejo
triunfal» (Col 2, 15). Pues cuando ven la cruz, les viene a la mente la
imagen del crucificado. Temen al que machacó las cabezas del dragón (cf. Sal
74, 14)(65). Porque sea gratuito, no desprecies este signo: venera en él más
bien a nuestro bienhechor.
La realidad histórica de la cruz de Cristo
37. Y si alguna vez intervienes en una discusión y te quedas sin argumentos,
que tu fe permanezca en ti inconmovible. Porque con la enseñanza que has
recibido puedes reducir al silencio a los judíos por medio de los profetas y
a los griegos partiendo de sus propias fábulas. Pues estos últimos adoran a
los que han muerto por un rayo. Pero al aparecer el rayo, no suele caer al
azar. Y si ellos no sienten vergüenza de adorar a los que Dios ha rechazado,
¿te avergonzarás tú, que has sido amado de Dios y eres hijo suyo, de adorar
al que ha sido crucificado por ti? Lo que no hago, por vergüenza, es
divulgar los vicios de los que ellos llaman sus dioses, y además ahora
tampoco hay tiempo. Expónganlos quienes los conocen, Tápese también la boca
a todos los herejes. Apártese a quien dijere que la cruz es sólo una
apariencia. Debes odiar a los que dicen que Cristo fue crucificado sólo de
modo fingido. Pues si ha sido crucificado sólo en apariencia, y ya que de la
cruz nos viene la salvación, esta salvación no sería sino una especie de
juego. Y si la cruz fuese una fantasía, también lo sería la resurrección. Y
si Cristo no resucitó estamos todavía en nuestros pecados (cf. I Cor 15,
17). Si la cruz es sólo imaginación, también lo es la ascensión, pero si la
ascensión tampoco es más que fantasía, también lo será la segunda venida.
Pero en tal caso nada tiene consistencia.
Que nadie te acuse de haber rechazado la cruz
38. Así pues, acepta la cruz como un cimiento firme y construye sobre él el
resto de la fe. No reniegues del crucificado. Pues si reniegas de él, son
muchos los que te acusarán. El primero que argüirá contra ti será el traidor
Judas. Pues el primero que lo entregó llegó a saber que había sido condenado
a muerte por los príncipes de los sacerdotes y por los ancianos (cf.
Objetos, lugares y personas que también son testigos
39. Desde los astros te acusará el sol que se eclipsó (Lc 23, 44); de las
cosas terrenas, el vino con mirra (Mc 15, 23), la caña, el hisopo y la
esponja (Mt 27, 48) y, de entre los árboles, el leño de la cruz. Y también
los soldados que, como dije, le clavaron los clavos y echaron a suertes su
ropa (Mt 27, 35); el soldado que abrió su costado con la lanza (Jn 19, 34) y
las mujeres que allí estuvieron (Mt 27, 55). Igualmente, el velo del templo
que entonces se rasgó (27, 51); El Pretorio de Pilato (27, 27)(67), en
virtud del cual en aquel entonces fue clavado a la cruz y que es actualmente
un lugar solitario. También este Gólgota santo y elevado, que se ve desde
aquí y que muestra hasta el día de hoy cómo a causa de Cristo se quebraron
las piedras en aquel momento (Mt 27, 51)(68). Próximo está también el
sepulcro en el que fue colocado, además de la piedra puesta a la entrada
(27, 60), que hasta el día de hoy está caída junto al sepulcro. Igualmente
los ángeles que entonces allí estuvieron (Jn 20, 12), las mujeres que le
adoraron tras la resurrección (Mt 28, 9). Pedro y Juan, que corrieron hasta
el monumento (Jn 20, 3-4), y Tomás, que introdujo la mano en su costado y
puso sus dedos en las señales de los clavos (20, 27). El (Tomás) hizo esto
diligentemente por nosotros: lo que tú, que no estabas allí, habías de
buscar, lo encontró él, que se encontraba allí por un más alto designio de
Dios.
Poder salvador de la cruz frente a todos los poderes
40. Tienes como testigos de la cruz a los doce apóstoles, a toda la tierra y
al mundo de los hombres que creen en el Crucificado. El hecho mismo de que
tú estés aquí debe persuadirte del poder del Crucificado. Pues, ¿quién es el
que te trajo a esta asamblea? ¿Qué soldados? ¿Con qué cadenas te trajeron?
¿Qué sentencia judicial te instó a ello? Es el triunfo salvador de Jesús, la
cruz, la que atrajo a todos hasta aquí. Es esto lo que redujo a los persas a
servidumbre y lo que amansó a los escitas. Es esto lo que dio a los egipcios
el conocimiento de Dios en lugar de los ídolos en forma de perros y gatos y
de otros múltiples errores. Es esto lo que hasta el día de hoy cura las
enfermedades, pone en fuga a los demonios y deshace las imposturas de los
filtros mágicos y los encantamientos.
La cruz, fuente de esperanza
41. La cruz aparecerá en su momento con Jesús en el cielo (Mt 24, 30).
Delante irá el trofeo del Rey, para que los judíos, viendo al que
traspasaron (Jn 19,37; cf. Zac 12, 10)(69) y reconociendo por la cruz al que
afrentaron con la ignominia, se deshagan en lamentos. Se alzarán unas tribus
contra otras y se lamentarán, pero ya no tendrán tiempo para la penitencia.
Nosotros, sin embargo, nos gloriaremos vitoreando a la cruz y regocijándonos
en ella, adorando al Señor, que fue enviado y crucificado por nosotros,
adorando también a Dios Padre, por quien
fue enviado, juntamente con el Espíritu Santo. A él sea la gloria por los
siglos de los siglos. Amén.
NOTAS
[1] El tema de la catequesis es, sobre todo la muerte de Jesús y su sentido.
En cuanto a la estructura de la catequesis, puede tenderse en cuenta lo que
se dice en la nota 20.
[2] Cf.
[3] En el anterior núm. 2.
[4]
[5] Que conocen bien a Dios aunque no lo acepten.
[6] «Se lo entregó para que fuera crucificado» (Mt 27, 26).
[7] Esta frase tiene cierta lógica dentro de las afirmaciones del buen
ladrón, pero no pertenece al texto de los evangelios.
[8] PG 33, 775, nota 1, dice exactamente (pero no se reproduce aquí
totalmente, para más detalles, vid. el texto mismo de la nota en Migne):
«Que tenemos aquí tan próximo. En algún otro lugar señala que pronunció la
catequesis en el mismo monte Gólgota (cat. 4, núms. 10 y 14; cat. 16, núm.
4, etc.). De hecho, la iglesia de
[9] Es una afirmación, en otras palabras, de que la cruz de Cristo -como la
del cristiano, en el seguimiento de Cristo- no tiene sentido sin la
resurrección. En este sentido, es fundamental I Cor 15, 12 ss.
[10] Según
[11] Lc 9, 51. Precisamente desde 9,
[12] Vid.
[13] La cruz es la gloria de Jesús porque a través de ella entra Jesús en la
gloria de la resurrección. Sobre el tema tiene interés H.U. von BALTHASAR,
El misterio pascual, en: Mysterium Salutis lll, Madrid 2ª, 1980, 666-814.
Sobre este trabajo, de lectura quizá algo difícil, se volverá en varios
momentos en estas páginas.
[14] De nuevo se menciona esta forma de martirio de Isaías transmitida por
la tradición.
[15] Como se dice al principio de la catequesis, ésta parte de la lectura de
Is 53,1 ss, en el cuarto canto del Siervo de Yahvé.
[16] El contexto evidencia que
[17] Lament. 4, 20a. En la traducción de este versículo se respeta el texto
original de Cirilo. La traducción directa del hebreo bíblico, en la versión
de
[18] Posible alusión a Is 53, 12: «Entre los rebeldes fue contado».
[19] En la época de Pablo, a la que Cirilo alude con la cita de I Cor 2,4,
muy lejos ya de la época de mayor esplendor de la filosofa griega, continúa
resonando la habilidad dialéctica de los sofistas, a menudo más interesados
en convencer al interlocutor o al oyente de la verdad de sus afirmaciones,
aunque con razonamientos a menudo inexactos. A ello se prestaba intensamente
la tradición cultural helenista.
[20] Han sido más bien numerosos, en el núm. 8, los datos aducidos de los
Evangelios acerca de la muerte v sepultura de Cristo. Se ha procurado
asimismo relacionarlos con las previsiones del Antiguo Testamento. Pero, a
partir del núm. 9, se hará una enumeración muchísimo más detallada de esos
mismos datos. Ello constituye prácticamente lo esencial de la presente
catequesis.
[21] Vid. cat. 12, núms. 15 y 16.
[22] Esta cita sálmica parece explicarse como expresión de la queja del
justo falsamente acusado o vilmente traicionado: en este sentido, imagen de
la entrega de Jesús por Judas.
[23] Probable alusión a alguna homilía (cf. PG 33, nota 22).
[24] Las palabras de Zac 11, 12 se refieren al salario recibido por Judas en
pago a su traición. Zac 11, 12, completo, reza: «Yo les dije: "Si os parece
bien, dadme mi jornal; si no, dejadlo". Ellos pesaron mi jornal: treinta
siclos de plata». Cf. también el v. 13 y
[25] Estas frases, puestas ahora en boca de Jesús expresan su decepción ante
la traición.
[26] El problema que Cirilo se plantea se entiende desde el supuesto de que
Zac 11, 13 diga «los eché en la casa de Yahvé, en el horno». Pero hay que
tener en cuenta que otros códices hablan de «el Tesoro» y que el texto
hebreo menciona «al alfarero», con lo que se estaría en consonancia con el
texto del evangelio.
[27] En realidad, el sentido de Sal 2, 3 parece ser el contrario: en el
contexto del drama mesiánico, el peligro que acecha al justo de que sus
enemigos se lancen sobre él.
[28] El asombro que expresa Is 53, 1, se comprende mejor, en el texto de la
catequesis, ante la imagen del Siervo de Is 53, ya tantas veces aquí
presentada.
[29] El «brazo de Yahvé», también en Is 53, 1 y expresión del poder de Dios,
manifiesta su grandeza precisamente en la debilidad del Siervo. Es decir, y
de modo paradójico, el poder de Dios se manifiesta en la debilidad del
Crucificado.
[30] Dentro del tercer canto del Siervo (Is 50,
[31] El nombre del rey, quizá mejor «Yareb». Cf., en nuestras biblias, Os
10,6. En cuanto al sentido literal del texto citado por Cirilo cf. Os 5, 13.
Para otros detalles cf. PG 33, 791, nota 1.
[32] El texto evangélico citado responde así en parte a Lc 23, 6, 7.
[33] Aunque el texto griego citado por Cirilo no responde bien al hebreo.
[34] Cf. la mencionada homilía sobre el paralítico, núm. 12. PG 33.
[35] Vid. la relación de los distintos elementos de este párrafo, las hojas
de Gén 3, 7, la dificil productividad de la tierra en Gén 3, 17 s, y el
episodio de la maldición de la higuera en Mc 1, 12-14, con paralelo en
[36] En el sentido en que ya tantas veces se ha hablado del «typos», etc.
[37] Respectivamente, el árbol del paraíso y el árbol de la cruz.
[38] El texto exacto de
[39] La interpretación patrística del versículo refiriéndolo a
[40] Combinación del texto griego y hebreo en Jr 11, 19b.
[41] En
[42] Cf. datos en PG 33, 798, nota 4.
[43] «iluminados»: bautizados..
[44] Se refiere a la confesión de la fe.
[45] Nueva alusión a que se está en el escenario mismo de los
acontecimientos.
[46] En este momento, por el contexto y porque se sabe que era costumbre en
ciertos momentos, los oyentes irrumpen en aplausos.
[47] Los «afanosos (diligentes, etc.) salmistas de
[48] En la iglesia donde se están impartiendo las catequesis.
[49] La interpretación mesiánica de Is 63,1 es clara a la vista de Apoc 19,
3.
[50] Estas afirmaciones se cuentan tal vez entre las expresiones más
rotundas de las catequesis sobre la eficacia salvadora de la muerte de Jesús
en la cruz: Jesús, como Siervo (cf. una vez más Is 52, 13-53, 12), carga
sobre si los pecados de los hombres para que el pecado no pueda contra
ellos. Así sucede que lo que muere es el pecado, pero el hombre tiene así la
posibilidad de resucitar hecho justo. Cf.
[51] Cf. también los vérs. 32b-33.
[52]
[53] Cf. más abajo, núm. 32.
[54] Toda la canción o parábola de la viña, en Is 5, 1-7. El conjunto de la
canción (cf. especialmente el v. 7) es una directa alusión a la actitud de
Israel e incluso del reino de Judá. Ya se ha visto hasta ahora muy
frecuentemente que las catequesis mencionan a menudo y con expresiones
fuertes el endurecimiento histórico-salvífico de Israel. El tema de la viña
improductiva de Israel ha sido muy frecuente en el Antiguo Testamento, pero
es retornado por Jesús en la parábola de los viñadores homicidas (Mt 21,
33-46 par). Para más detalle cf. los textos bíblicos aducidos al margen de
Is 5, 1-2 por
[55] El texto de Is dice «agraces», «agrazones» o «uvas amargas». Se traduce
aquí por espinas, respetando el texto de Cirilo, puesto que inmediatamente
se hace alusión a la corona de espinas.
[56] La afirmación de Cirilo se puede esquematizar diciendo simplemente: el
carisma profético ha pasado a
[57] Ambos ladrones.
[58] Interpreta así Cirilo la primera parte de la frase de Jesús al buen
ladrón en Lc 23, 43.
[59] Vid. más abajo, cat. 14, núms.
[60] La expresión alude a que en el Santo de los Santos sólo podía entrar, y
una vez al año, el Sumo Sacerdote judío. Cristo, en cambio, ha allanado el
acceso del creyente a Dios. El tema del sacerdocio único y definitivo de
Cristo, que «de una vez por todas» o «de una vez para siempre» (Hebr 7, 27)
ha realizado su misión es fundamental en la carta a los Hebreos.
[61] Al ser rechazado Dios en su Mesías, Dios abandona el templo, lo que se
indica en primer lugar en el desgarro del velo. Pero años después. en el 70
p. C., el templo sería destruido tras el largo asedio de la ciudad por los
romanos.
[62] Recuérdese otra vez la clara afirmación de
[63] El titulo «Sol de justicia» ha sido aplicado, litúrgicamente, a Cristo.
[64] La edición de Migne remite aquí a I Cor 10, 4 («y la roca era Cristo»).
[65] En su contexto, el pasaje aludido de Sal 74, 14 es seguramente una
alusión al paso de los hebreos por el Mar Rojo al salir de Egipto.
[66] Actuarían como testigos en contra de quien renegara del crucificado.
[67] El Pretorio era la residencia de los pretores o gobernadores, en este
caso Pilato. Este ocupaba, cuando estaba en Jerusalén, sobre todas en
funciones de vigilancia, frecuentemente
[68] Según explica PG 33, 819, nota 1, diversos Padres y escritoras
eclesiásticos hablan de esta hendidura, que se siguió mostrando durante
siglos a los peregrinos.
[69] Utilizando también
CATEQUESIS XIV:
RESURRECCION Y ASCENSION DE JESUCRISTO
Pronunciada en Jerusalén, sobre lo de «resucitó al tercer día y ascendió a
los cielos, y está sentado a la derecha del Padre». El texto de partida es I
Cor 15,1-4: «Os recuerdo, hermanos, el Evangelio que os prediqué... y que
resucitó al tercer día según las Escrituras...»(1).
1. «Alégrate, Jerusalén y regocijaos con ella todos los que la amáis» (Is
66, 10a) pues Jesús ha resucitado. «Llenaos de alegría por ella todos los
que por ella hacíais duelo»(2), al conocer los crímenes y delitos de los
judíos. Pues el que fue deshonrado por ellos en estos parajes ha sido
devuelto de nuevo a la vida. Y así como la conmemoración de la cruz aportó
algo de tristeza, así la fausta noticia de la resurrección debe alegrar a
los aquí presentes. «Has trocado mi lamento en una danza, me has quitado el
sayal y me has ceñido de alegría» (Sal 30, 12); «mi boca está repleta de tu
alabanza y de tu gloria todo el día» (71, 8), por causa del que, después de
su resurrección, dijo; «Alegraos» (Mt 28, 9). Sé que en los días pasados los
que aman a Cristo estaban tristes cuando, al terminar nuestro discurso sobre
la muerte y la sepultura, y sin hacer un anuncio de la resurrección, el
ánimo estaba expectante para oír lo que deseaba. Pero aquél, después de
muerto, resucitó «libre entre los muertos» y como libertador de los muertos.
El que ignominiosamente fue coronado en su paciencia con corona de espinas,
al resucitar se ciñó con la diadema de la victoria sobre la muerte.
El modo como se procederá
2. Y al modo como hemos expuesto los testimonios relativos a su cruz, ahora
mostraremos con claridad la resurrección. Partimos de lo que el apóstol
dice: «...que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las
Escrituras» (1 Cor 15, 4). Así pues, puesto que el Apóstol nos remite a los
testimonios de las Escrituras, lo mejor será examinar en qué se apoya la
esperanza de nuestra salvación y comprobar, en primer lugar, si las
Escrituras nos hablan con precisión del tiempo de su resurrección: si ha
tenido lugar en verano o en otoño o después del invierno, o en qué lugar
resucitó el Salvador, y cuál es el nombre que en los profetas, hombres
admirables, se atribuye al lugar de la resurrección. O si las mujeres, que
lo buscaban sin encontrarlo, de nuevo se alegraron al encontrarlo de nuevo.
De este modo, al leer los evangelios, sus narraciones no se considerarán
como fábulas ni como poemas épicos(3).
La previsión bíblica de la sepultura y resurrección de Jesús
3. Que Jesús fue, pues, sepultado lo oísteis abiertamente en la catequesis
anterior(4). Dice Isaías; «Cuando ante la desgracia es arrebatado el justo,
se va en paz» (Is 57, 1-2)(5). Pues su sepultura pacificó el cielo y la
tierra(6), acercando a los pecadores a Dios. Además: «Del rostro de la
iniquidad es arrebatado el justo» (Is 57, 1 LXX) y «se puso su sepultura
entre los malvados» (Is 53, 9). También está la profecía de Jacob, que dice
en
La resurrección en Sal 16 (Hech. 2,25 as) y Sal 30
4. En primer lugar, pues, en el Salmo 12 dice: «por la opresión de los
humildes, por el gemido de los pobres, ahora me alzo yo, dice Yahvé» (12,
6). Pero este testimonio es para algunos todavía dudoso, pues a menudo se
levanta airado para tomar venganza de los enemigos (cf. 7, 7). Acércate
entonces al Salmo 16, que claramente dice: «Guárdame, oh Dios, en ti está mi
refugio» (16, 1). Y, más abajo: «yo jamás derramaré sus libámenes de sangre,
jamás tomaré sus nombres en mis labios» (16, 4), puesto que, renegando de
mí, hicieron del César su rey(9). Y, más abajo: «Pongo a Yahvé ante mí sin
cesar; porque él está a mi diestra, no vacilo» (16, 8). Y, a continuación:
«Por eso se me alegra el corazón, mis entrañas retozan». Y después: «Pues no
has de abandonar mi alma al sheol, ni dejarás a tu amigo ver la fosa» (16,
9a. 10)(10). No ha dicho «ni dejarás a tu amigo ver la muerte», pues en ese
caso no habría muerto, sino «la corrupción»(11), puesto que no permaneceré
en la muerte. «Me enseñarás el camino de la vida» (16, 11): claramente se
anuncia la vida después de la muerte. Ven ahora al Salmo 30: «Yo te ensalzo,
Yahvé, porque me has levantado; no dejaste reírse de mí a mis enemigos» (Sal
30, 1). ¿Qué ha sucedido? ¿Has sido liberado de los enemigos o has sido
soltado para que te golpeasen? Lo dice con toda claridad: «Tú has sacado,
Yahvé, mi alma del sheol» (Sal 30, 4). Decía proféticamente: «No dejarás...»
(cf. 16, 9-10). Pero aquí, hablando del futuro como cosa ya realizada, dice:
«...has sacado mi alma... me has recobrado de entre los que bajan a la fosa»
(30, 4). ¿En qué tiempo sucederá esto?: «Por la tarde, visita de lágrimas y,
por la mañana, gritos de alborozo» (30, 6). Por la tarde estaban de luto los
discípulos, y por la mañana se alegraron de la resurrección.
El lugar de la resurrección
5. ¿Quieres conocer también el lugar? Es en el Cantar de los Cantares donde
dice: «Al nogueral había yo bajado» (Cant 6, 11). «En el lugar donde había
sido crucificado había un huerto» (Jn 19, 41). Y aunque ahora, gracias a la
generosidad del emperador, se encuentra magníficamente embellecido(12),
antes era sólo un huerto del que quedan sus vestigios y restos. «Huerto,
cerrado, fuente sellada» (Cant 4, 12), precisamente por los judíos, que
dijeron: «Recordamos que ese impostor dijo cuando aún vivía: "A los tres
días resucitaré". Manda, pues, que quede asegurado el sepulcro...» (Mt 27,
63-64). Y poco después: «Ellos fueron y aseguraron el sepulcro, sellando la
piedra y poniendo la guardia» (27, 66). A ellos se les dice hermosamente:
«Lo(s) juzgarás en el descanso»
La resurrección de Cristo como «testimonio»
6. ¿Y qué es lo que Sofonías dice a los discípulos acerca de la persona de
Cristo? «Dispónte, levántate de mañana, pues su racimo se ha podrido» (Sof
3, 7 LXX). Se trata del de los judíos, en los que no queda uva ni racimo de
salvación, pues se ha arrancado su viña. Mira cómo habla a los discípulos:
«Prepárate, levántate temprano. Espera de mañana la resurrección». Y
después, según lo que sigue y el tenor mismo de
También los hijos de Dios dispersos aceptarán la resurrección y sus señales
7. ¿Quién es el que resucita y cuáles son sus signos? Lo dice con evidencia
continuando el mismo texto profético? «Convertiré entonces la lengua de los
pueblos» (Sof 3, 9) como quiera que después de la resurrección tras el envío
del Espíritu Santo, se dio el don de lenguas (Hech 2, 4), «para que invoquen
todos el nombre de Yahvé y le sirvan bajo un mismo yugo» (Sof 3, 9). ¿Y qué
otro símbolo se añade, en el mismo profeta, de que servirán al Señor «bajo
un mismo yugo?» «Desde allende los ríos de Etiopía, mis suplicantes, mi
Dispersión, me traerán mi ofrenda» (3, 10). Ves que eso está escrito en los
Hechos cuando el eunuco etíope llega desde los confines de los ríos de
Etiopía (Hech 8, 27). Las Escrituras señalan, por tanto, el momento y las
circunstancias de tiempo y lugar, además de los signos que siguieron a la
resurrección. Ten, pues, una fe firme en la resurrección y que nadie te
aparte de confesar a Cristo resucitado de entre los muertos.
Valor profético de Sal 88
8. Recibe también otro testimonio del salmo 88, cuando es Cristo el que
proféticamente dicen: «Yahvé Dios de mi salvación, ante ti estoy clamando
día y noche» (Sal 88, 2) y, poco después: «Soy como un hombre acabado:
relegado entre los muertos» (88, 5). No dice «soy un hombre acabado», sino
«como un hombre acabado»: no ha sido crucificado porque le falten fuerzas,
sino voluntariamente. Ni tampoco le llegó la muerte por una debilidad
involuntaria. «Me has echado en lo profundo de la fosa» (v. 7). Y, ¿cuál fue
la señal de esto?: «Has alejado de mí a mis conocidos»(14). De hecho,
huyeron sus discípulos (Mt 26, 56). «¿Acaso para los muertos haces
maravillas?» (Sal 88, 11). Y, poco después: «Mas yo grito hacia ti, Yahvé,
de madrugada va a tu encuentro mi oración» (v. 14). ¿Es que no ves cómo
también se aclaran las circunstancias de tiempo tanto de la pasión como de
la resurrección?
El lugar te la resurrección, en la parte exterior de la ciudad
9. ¿Pero desde qué lugar resucitó El Salvador? Dice en el Cantar de los
Cantares: «Levántate, amada mía, hermosa mía y vente» (Cant 2, 10). Y en lo
que sigue: «En la grieta de la roca» (2, 14). Habla de la grieta de la roca,
la entrada que entonces había antes de la puerta del sepulcro del
Salvador(15) y que estaba excavada en la misma roca, como suele hacerse en
las entradas de los sepulcros. Ya no se puede ver actualmente porque, al
colocar toda la ornamentación actual, se suprimió aquel abrigo.
Anteriormente a la actual estructura del monumento, de magnificencia regia,
había una cavidad antes de la roca. Pero ¿dónde está la roca en la que se
encontraba esa cavidad? ¿Está tal vez en medio de la ciudad o próxima a las
murallas y a los extremos? ¿O en las antiguas murallas o en los antemurales?
Pues dice en el Cantar de los Cantares: «En la cavidad de la roca junto al
muro exterior» (Cant 2, 14 LXX).
Tuvo lugar en el tiempo de
10. ¿En qué época resucitó el Salvador? ¿En la estación de verano o en otra?
También en el Cantar de los cantares, muy próximo a lo que se acaba de
citar, dice: «Porque, mira, ha pasado ya el invierno, han cesado las lluvias
y se han ido. Aparecen las flores en la tierra, el tiempo de la poda ha
llegado» (Cant 2, 11-12a LXX). ¿Es que la tierra está ahora llena de flores
y se podan las viñas? Te das cuenta de cómo dijo que el invierno había
pasado. Pues cuando llega el mes Xántico(16), inmediatamente viene la
primavera. Pero en esta época cae el primer mes del calendario hebreo y en
él se celebra la fiesta de
Sepultado después de muerto, se aparece Jesús a los discípulos
11. El lugar de la sepultura era un huerto, y había plantada una vid. El
había dicho: «Yo soy la vid» (Jn 15, 1). Está colocada en la tierra para que
quedase erradicada la maldición que se introdujo por causa de Adán. La
tierra estaba condenada a producir espinas y abrojos. Pero de la tierra se
alzó la vid verdadera para que se cumpliese lo dicho: «La verdad brotará de
la tierra, y de los cielos se asomará la justicia (Sal 85, 12). ¿Y que habrá
de decir el que está sepultado en el huerto?: «He tomado mi mirra con mi
bálsamo» (Cant 5, 1). Y también: «Mirra y áloe, con los mejores bálsamos»
(4, 14). Pero estos son los símbolos de la sepultura, y en los Evangelios se
dice: «Fueron (las mujeres) al sepulcro llevando los aromas que habían
preparado» (Lc 24, 1). «Fue también Nicodemo... con una mezcla de mirra y
áloe» (n 19, 39). Y también se dicen a continuación: «He comido mi pan con
mi miel» (Cant 5, 1 LXX). Lo amargo, antes de la pasión, y lo dulce después
de la resurrección. Después, vuelto a la vida, entró por unas puertas que
estaban cerradas (Juan 20, 19). Pero se resistían a creer, pues creían ver
un espíritu (Lc 24, 37). Pero él les dijo: «Palpadme y ved» (Lc 24, 39; cf.
37-41). «Meted los dedos en el agujero de los clavos» como exigía Tomás (Jn
20,24-29). Y «como ellos no acabasen de creerlo a causa de la alegría y
estuviesen asombrados, les dijo: "¿Tenéis aquí algo de comer?" Ellos le
ofrecieron parte de un pez asado» (Lc 24, 41-42). Ahí se ve cómo se ha
cumplido lo que se ha dicho: «He comido mi pan con mi miel».
Las mujeres, rápidas al sepulcro
12. Pero antes de entrar por las puertas cerradas, lo estaban buscando a él,
esposo y médico de las almas, aquellas mujeres buenísimas y dotadas de una
fortaleza viril. Llegaron aquellas bienaventuradas al sepulcro y buscaban al
que ya había resucitado (cf.
Aparición a las mujeres
13. Después de la visión de los ángeles fue Jesús el que se anunció a sí
mismo. Dice el Evangelio: «En esto, Jesús les salió al encuentro y les dijo:
'¡Dios os guarde!'. Y ellas, acercándose, se asieron a sus pies» (Mt 28, 9).
Lo asieron para que se cumpliese aquello: «Lo aprehendí y no lo soltaré»
(Cant 3, 4). La mujer era de cuerpo débil, pero de ánimo viril. Las aguas no
apagaron el amor ni lo anegaron los ríos (cf. Cant 8, 7). Al que se buscaba
estaba muerto, pero no se había apagado la esperanza de la resurrección. Y
el ángel les dijo de nuevo: «Vosotras no temáis» (Mt 28, 5). No digo que no
temáis a los soldados, sino que no estéis temerosas. Sientan ellos temor,
para que, instruidos por la experiencia, den testimonio y digan:
«Verdaderamente éste era Hijo de Dios» (Mt 27, 54). Pero vosotros no debéis
temer, pues «el amor perfecto expulsa el temor» (I
Jesús resucita, aunque el sepulcro estaba sellado y vigilado
14. Los príncipes de los sacerdotes y los fariseos sellaron el sepulcro tras
advertírselo a Pilatos, pero las mujeres vieron al Resucitado. E Isaías, que
conocía, por una parte, la futilidad de los sumos sacerdotes y, de otro
lado, la fortaleza de fe de las mujeres, dice: «Mujeres, que venís de la
visión, daos prisa, pues no hay un pueblo que tenga inteligencia» (Is 27, 11
LXX). Los sumos sacerdotes están desprovistos de inteligencia, y las mujeres
están mirando con sus mismos ojos(19). Y cuando fueron a aquellos los
soldados comunicándoles todo lo que había sucedido (Mt 28, 11), les
advirtieron: «Decid: "Sus discípulos vinieron de noche y lo robaron mientras
nosotros dormíamos"» (28, 13). Correctamente lo predijo esto también Isaías
hablando como por ellos: «Habladnos cosas halagüeñas, contemplad ilusiones»
(Is 30, 11). Pero él ha resucitado y se ha alzado, mas ellos con donativos
en dinero sobornan a los soldados (28, 15). Pero los soldados no necesitan
convencer ahora a los actuales emperadores. Pues los soldados de entonces
traicionaron a la verdad con dinero, pero los actuales emperadores
edificaron esta santa Iglesia de
Los apóstoles, testigos de la resurrección, son también hebreos
15. Al no convencer las Sagradas Escrituras a los judíos, que no obedecen, y
al contradecir ellos mismos la resurrección de Jesús, lo mejor sería
hablarles así: ¿Por qué, mientras afirmáis que Eliseo y Elías han resucitado
a muertos (cf.
La resurrección de Jesús es mayor milagro que las obradas por Ellas y Eliseo
16. Pero es imposible, dirá alguno, resucitar muertos. Pero Eliseo obró una
y otra vez resurrecciones, tanto estando en vida (2 Re 4, 20 ss) como
después de su muerte (2 Re 13, 21). Si creemos que un cadáver arrojado al
suelo resucitó al contacto con Eliseo, que yacía allí muerto ¿no resucitó
Cristo de entre los muertos? Además, resucitó aquel que estaba muerto y tocó
a Eliseo, pero el que lo hizo alzarse permaneció, sin embargo, muerto, como
ya estaba antes. Pero el muerto del que nosotros hablamos resucitó y
resucitaron otros muchos muertos que a él ni siquiera le habían tocado:
«Muchos cuerpos de santos difuntos resucitaron. Y, saliendo de los sepulcros
después de la resurrección de él, entraron en
Jonás, imagen de la muerte y resurrección de Jesús
17. Pero dicen insistentemente: Es un muerto recientemente difunto que ha
sido resucitado por un vivo, pero mostradnos que es posible que resucite un
muerto de tres días y que sea llamado de nuevo a la vida un hombre que esté
ya tres días sepultado. Pero, si buscamos una tal prueba, nos la suministra
el Señor Jesús en los evangelios al decir: «Porque de la misma manera que
Jonás estuvo en el vientre del cetáceo tres días y tres noches, así también
el Hijo del hombre estará en el seno de la tierra tres días y tres noches»
(Mt 12, 40; cf.
18. Llegados a esta parte del discurso, consideremos si es más difícil que
un hombre sepultado salga del suelo. ¿O acaso no se deshace y se corrompe un
hombre en el vientre de un cetáceo, tragado en las vísceras cálidas de un
ser vivo? ¿Quién ignora que es tanto el calor que hay en el vientre que
deshace incluso los huesos que se devoran? Y Jonás, tras habitar tres días y
otras tantas noches en el vientre de la ballena, ¿no estaría corrompido y
deshecho? Siendo idéntica la naturaleza de todos los hombres, y no pudiendo
vivir sin respirar el aire, ¿cómo pudo vivir tres días sin él? Responden los
judíos y dicen: Juntamente con Jonás, cuando se agitaba en el sheol,
descendió el poder de Dios. Dios daba así vida a su siervo otorgándole su
poder. ¿Y no podía Dios darse ese poder a sí mismo? Si aquello era creíble,
también esto lo es; y si esto no se puede creer, tampoco aquello. A mí ambas
cosas me parecen igualmente creíbles. Creo que Jonás fue protegido, pues
«para Dios todo es posible» (Mt 19, 26). También creo que Cristo resucitó de
entre los muertos. Tengo múltiples testimonios de esta realidad, tanto de
las Sagradas Escrituras como del mismo Resucitado, todos válidos hasta el
día de hoy: el que descendió a los infiernos solo volvió acompañado de
muchos(25), pues descendió a la muerte y muchos cuerpos de los santos que
habían muerto fueron resucitados por él (Mt 27, 52).
En el abismo, la victoria sobre la muerte
19. La muerte quedó aterrorizada al ver que descendía al infierno alguien
distinto que no estaba sujeto por las cadenas de este lugar (cf. Hech 2,
24). ¿Por qué razón, guardianes del infierno, os llenasteis de pavor al
verlo? (cf.
Más datos sobre Jonás como imagen de Cristo muerto y resucitado
20. Jonás fue figura de este nuestro Salvador orando desde el vientre del
cetáceo diciendo: «Desde mi angutia clamé a Yahvé y él me respondió: desde
el seno del sheol grité, y tu oíste mi voz» (Jan 2, 3). Estaba en el
interior de la ballena, pero dice que estaba en el infierno: era figura de
Cristo, que en su momento habría de descender a los infiernos(27). Y poco
después, hablando proféticamente con toda claridad acerca de la persona de
Cristo, dice; «A las raíces de los montes descendí» (2, 7). ¿De qué montes
hablas si estás en el vientre de la ballena? Es que sé -dice- que soy imagen
de aquél que será colocado en el sepulcro excavado en piedra. Cuando Jonás
se encontraba en el mar, dice: «Descendí a la tierra» (2, 7 LXX), siendo así
imagen de Cristo, que descendió hasta las entrañas de la tierra (Mt 12,
39-40)(28). Previó también el fraude de los judíos induciendo a los soldados
a mentir y diciéndoles: «Decid que lo robaron» (cf.
Las apariciones del Resucitado
21. Con todos estos datos proféticos, despiértese en nosotros la fe. Caigan
los que caen por infidelidad según su capricho. Tú, en cambio, te has
mantenido firme sobre la roca de la fe en la resurrección: que ningún hereje
te arrastre nunca a infamar la resurrección. Pues, hasta el día de hoy, los
maniqueos dicen que la resurrección del Salvador fue simulada y no
verdadera. Tenemos, además, a Pablo, que escribe(30): «Nacido del linaje de
David según la carne» (Rm 1, 3); y continúa: «...por su resurrección de
entre los muertos» (1, 4)(31). Y, por otra parte, dirige contra ellos sus
palabras diciendo: «No digas en tu corazón "¿quién subirá al cielo?" es
decir: para hacer bajar a Cristo; o bien: "¿quien bajará al abismo?", es
decir: para hacer subir a Cristo de entre los muertos» (Rm 10, 6-7).
Igualmente, en otro lugar, previniéndonos, escribe: «Acuérdate de
Jesucristo, resucitado de entre los muertos» (2 Tim 2, 8). Y también: «Y si
no resucitó Cristo, vacía es nuestra predicación, vacía también vuestra fe.
Y somos convictos de falsos testigos de Dios porque hemos atestiguado contra
Dios que resucitó a Cristo, a quien no resucitó» (1 Cor 15, 14-15). Y, en lo
que sigue dice: «¡Pero no! Cristo resucitó de entre los muertos como
primicias de los que durmieron» (15, 20). «Se apareció a Cefas y luego a los
Doce» (15, 5)(32). Si no aceptas la fe de uno sólo, tienes ahí doce
testigos. «Después se aparecidas a más de quinientos hermanos a la vez» (15,
6). Si a aquellos doce tampoco les creían, que hagan caso a estos
quinientos. «Luego se apareció a Santiago» (15, 7), su hermano(33), primer
obispo de esta parroquia(34). Si este obispo tan importante vio a Jesucristo
resucitado, no reniegues de la fe tú que eres discípulo suyo. Pero si dices
que Santiago dio testimonio por ser hermano suyo, «en último término se me
apareció también a mí» (15, 8), Pablo, su enemigo. ¿Cómo poner en duda el
testimonio de uno que ha sido su enemigo y ahora lo anuncia? Antes fui
perseguidor (cf. I Tim 1, 13) y ahora anuncio la resurrección.
Personas y objetos materiales, testigos de la resurrección
22. Muchos son los testigos de la resurrección del Salvador. Era la noche y
había luna llena, la decimosexta noche(35). La roca del sepulcro que acogió
a Cristo y la piedra que resistió en su cara a los judíos: esa piedra vio al
Señor, la piedra que fue removida de su sitio (Mt 28, 2), ella da testimonio
de la resurrección estando allí tirada hasta el día de hoy. Los ángeles de
Dios, allí presentes, dieron testimonio de la resurrección del Unigénito (Lc
24, 4 ss). Pedro y Juan, Tomás y todos los demás apóstoles, algunos de los
cuales corrieron hasta el sepulcro (Jn 20, 4) y vieron los lienzos de la
sepultura en los que había estado envuelto y que habían quedado allí después
de la resurrección (20, 6-7). Otros tocaron sus manos y sus pies y
contemplaron las señales de los clavos (20, 27). Y todos recibieron a la vez
el soplo del Salvador y la potestad de perdonar los pecados en virtud del
Espíritu Santo (20, 22-23). Las mujeres que se asieron a sus pies observaron
la magnitud del terremoto y el fulgor del ángel que allí estaba (28, 2-5),
así como los lienzos que le envolvían y que, al resucitar, abandonó allí.
Son testigos también los soldados y el dinero que se les dio (Mt 28, 15), el
lugar, que todavía puede verse, y el santo edificio de esta Iglesia,
edificada, por amor a Cristo, por el emperador Constantino, de feliz
memoria, y que, como ves, está tan embellecida.
Otros testimonios de la resurrección y la ascensión
23. También la que fue resucitada en su nombre, Tabita, es testigo de la
resurrección (cf. Hech 9, 40). Pues, ¿quién dejará de creer en la
resurrección de Cristo, cuando su mismo nombre hizo resucitar a muertos?
También el mar, como ya oíste(36), es testigo de la resurrección de Jesús.
Testigos son la captura de los peces, las brasas encendidas y las viandas
preparadas (Jn 21,6.9). También da testimonio Pedro, que antes le había
negado tres veces, pero después le confesó otras tres veces, recibiendo el
encargo de apacentar las ovejas espirituales (21, 15-17). Hasta el día de
hoy existe el Monte de los Olivos, que muestra a los ojos de los fieles
quién es el que ascendió sobre la nube y que es la puerta de la ascensión a
los cielos. En Belén había descendido de los cielos, pero ascendió a los
cielos desde el monte de los Olivos. Desde allí vino hasta los hombres para
entablar su combate y es aquí donde es coronado tras su lucha. Tienes, pues,
numerosos testigos, tienes este mismo lugar de la resurrección y tienes el
lugar de la ascensión, situado, desde nuestra posición, al Oriente. Tienes
como testigos a los ángeles que allí testificaron y a la nube que se elevó.
Y asimismo a los discípulos que desde allí bajaron (cf. Hech 1, 9.12).
La ascensión(37)
24. El ordenamiento de la doctrina de la fe ya nos advertía de que
habláramos también sobre la ascensión, pero la gracia de Dios dispuso las
cosas de manera que ayer, que era domingo, oyeses, en la medida de nuestras
fuerzas, hablar de esto. Fue porque, por gracia de Dios, las lecturas de la
reunión litúrgica contenían lo referente a la ascensión de nuestro Salvador
a los cielos. Lo que dijimos fue de cara a todas las personas y por causa de
la multitud de fieles reunidos. Pero, sobre todo, ayer hablamos de esto
pensando en ti. Queremos ver ahora si atendiste a lo que se dijo. Pues sabes
que la fe enseña que creas en aquel «que resucitó al tercer día, y ascendió
a los cielos y está sentado a la derecha del Padre». Creo que recordarás lo
que expusimos, aunque, sin demasiada insistencia, te haré memoria de lo que
dijimos. Acuérdate de que en los Salmos está escrito claramente; «Sube Dios
entre aclamaciones» (Sal 47, 6). Las Potestades divinas clamaban unas a
otras: «Puertas, levantad vuestros dinteles» (Sal 24, 7), etc. Téngase en la
mente el otro salmo: «Tú has subido a la altura, conduciendo cautivos» (Sal
68, 19)(38). Y acuérdate del profeta, que dice: «El que edifica en los
cielos sus aletas moradas» (Am 9,ó). Y todas las demás cosas que ayer se
dijeron a causa de las contradicciones de los judíos.
Argumentos a favor de la posibilidad de
25. Pues cuando se han opuesto, juzgándola imposible, a la ascensión del
Salvador, acuérdate de lo que se dice de la traslación de Habacuc (Dan 14,
33-39). Pues si Habacuc fue transportado por el ángel cogiéndolo por los
pelos de la cabeza, mucho más el Señor de los profetas y de los ángeles,
subiendo en una nube desde el Monte de los Olivos, pudo preparar su ida a
los cielos y por su propio poder. Retén también en tu mente otras cosas
semejantes, teniendo en cuenta que la grandeza es del Señor, que hace tales
maravillas: aquellos eran llevados y éste es el que «todo lo sostiene» (cf.
Hebr 1, 3). Recuerdas que Henoc fue trasladado (Gén 5, 24), pera Jesús
ascendió. Recuerda las cosas que ayer se dijeron de Elías: que Elías fue
tomado en un carro de fuego (2 Re 2, 11), pero el carro de Cristo fueron
«los carros de Dios, por millares de miríadas»; y que Elías fue tomado al
Este del Jordán (2,
La gloria supereminente de Cristo
26. Cuando hayas luchado contra los judíos y los hayas vencido con estas
comparaciones, acércate entonces a la supereminente gloria del Salvador:
mientras ellos son siervos, él es Hijo de Dios. Verás cuánto sobresale él al
pensar que el Siervo de Cristo(40) fue llevado hasta el tercer cielo. Pues
si Elías llegó hasta el primer cielo y Pablo hasta el tercero (2 Cor 12,
2)(41), es evidente que este último consiguió una mayor dignidad. No te
avergüences de tus apóstoles. No son menos dignos que Moisés ni inferiores a
los profetas, sino que son buenos con los buenos y mejores que los buenos.
Pues Elías fue verdaderamente tomado al cielo, pero Pedro tiene las llaves
del reino de los cielos después de oír aquello: «Todo lo que desatares sobre
la tierra, quedará desatado en los cielos» (Mt 16, 19). Elías fue llevado al
cielo, pero Pablo al cielo y al paraíso (era bueno que los discípulos de
Jesús recibiesen una gracia más abundante): «Oyó palabras inefables que el
hombre no puede pronunciar (2 Cor 12, 4). Pero Pablo descendió de nuevo, y
no porque fuese indigno de habitar en el tercer cielo, sino —tras recibir
unos dones que superan la condición humana— abandonando aquel honor y tras
anunciar a Cristo, para sufrir la muerte por él y conseguir la corona del
martirio. El resto de esta argumentación, que ayer sostuve en la asamblea
dominical, lo he pasado ahora por alto, pues para unos oyentes con
inteligencia basta esta sola mención.
El Hijo está sentado desde la eternidad junto al Padre
27. Acuérdate también de las cosas que muchas veces he dicho sobre el Hijo
sentado a la derecha del Padre. Es lo que se contiene en la secuencia de las
afirmaciones de la fe: «ascendió a los cielos y está sentado a la derecha
del Padre». No nos preguntemos tanto por la «razón» de este estar sentado,
pues supera nuestra inteligencia. Ni nos apoyemos en aquellos que
perversamente sostienen que, después de la cruz, la resurrección y la vuelta
a los cielos, entonces comenzó el Hijo a estar sentado a la derecha del
Padre. Pues «sentarse» no fue para él una adquisición, sino que está sentado
junto al Padre por aquello que es(42). El profeta Isaías, al contemplar este
trono antes de la venida en carne del Salvador, afirma: «Vi al Señor sentado
en un trono excelso y elevado», etc. (6, 1). Pues al Padre «nadie lo ha
visto jamás» (Jn 1,18; cf. I Tim 6,16)(43). A quien el profeta vio entonces
era el Hijo. Y el salmista dice: «Desde el principio tu trono está fijado,
desde siempre existes tú» (Sal 93,2)(44). Como hay muchos testimonios de
todo esto (el trono es evidentemente eterno) baste, por lo avanzado de la
hora, con lo dicho.
Importancia de Sal 110.1: «Dijo el Señor a mi Señor...». Otros testimonios
28. Sal. 109, 110-01: Cirilo: Intentaremos resumiros algunas de las cosas
dichas sobre este tema de que el Hijo está sentado a la derecha del Padre.
El Salmo 110 dice abiertamente: «Dice el Señor a mi Señor: Siéntate a mi
derecha, hasta que ponga a tus enemigos como escabel de tus pies» (110, 1).
Cuando el Salvador confirma esto en los evangelios, señala que David no dijo
estas cosas por sí mismo, sino que lo dijo por inspiración del Espíritu de
Dios. Lo dice (Jesús) con estas palabras: «Pues ¿cómo David, movido por el
Espíritu, le llama Señor, cuando dice: "Dijo el Señor a mi Señor, siéntate a
mi diestra..."» (Mt 22, 43-44). Y en los Hechos de los Apóstoles, el día de
Pentecostés, estando en pie Pedro con los once, y hablando a los israelitas,
recuerda con las mismas palabras este testimonio del salmo 110 (Hech 2, 34).
29. Hay que traer también a la memoria algunos otros testimonios semejantes
sobre el estar sentado el Hijo a la derecha del Padre. En el evangelio según
San Mateo está escrito: «Os declaro que a partir de ahora veréis al Hijo del
hombre sentado a la diestra del Poder...» (Mt 26, 64). El apóstol Pedro
escribe cosas acordes con esto, al mencionar: «...por medio de
Conclusión: esperamos a Cristo
30. Y aunque hay otros muchísimos testimonios acerca de que el Unigénito
está sentado a la derecha de Dios, estos nos son suficientes en este
momento. Pero repetimos de nuevo la advertencias(47) de que no ha conseguido
esta prerrogativa de «estar sentado» tras su venida en la carne, sino que
antes de todos los siglos el Hijo unigénito de Dios, nuestro Señor
Jesucristo, posee desde la eternidad este trono a la derecha del Padre. Y el
mismo Dios de todas las cosas, Padre de Cristo, y nuestro Señor Jesucristo,
que descendió y ascendió (cf. Ef4,10)(48) y está sentado junto al Padre,
guarden vuestras almas; conserven inconmovible e inmutable vuestra esperanza
en aquel que resucitó; que os levanten de vuestros pecados ya muertos hasta
su don celestial; os hagan dignos de que seáis «arrebatados en nubes... al
encuentro del Señor en los aires» (cf. I Tes 4, 17) en el tiempo oportuno. Y
mientras llega el tiempo de su segunda y gloriosa venida, inscriba los
nombres de todos vosotros en el libro de los vivos sin que nunca borre
después lo escrito una vez (son borrados los nombres de muchos que caen)
(cf. Apoc 3, 5 con Sal 69, 29). Os conceda a todos vosotros creer en el que
resucitó, y esperar al que bajó y de nuevo volverá sentado en lo alto (pero
no vendrá de la tierra: protégete a ti mismo, oh hombre, de los impostores
que habrán de sobrevenir). El está aquí junto a nosotros, fortaleciendo las
actitudes de cada uno y la firmeza de su fe. Pues no debes pensar que lo que
ahora no está presente en carne está por ello ausente en espíritu (cf.
NOTAS
[1] El tema de la catequesis es la resurrección de Jesucristo. Sólo al
final, muy brevemente, se tocan la ascensión y el «está sentado a la derecha
del Padre». En general, la presente catequesis tiene un marcadísimo carácter
apologético frente a los judíos, pero también frente a maniqueos y otros. De
ahí se explica la insistencia en numerosos detalles relativos a personas,
lugares, momentos y otras circunstancias. Para un lector actual es muy
importante atender a la concepción cristiana del hombre que explícita o
implícitamente se deriva de las palabras de Cirilo. Diversas cuestiones se
irán comentando en las notas al texto. PG 33,823 VII, de cuenta de los
códices utilizados.
[2] Is 66,10 y su contexto se refieren primariamente a Jerusalén, dentro de
un tono apocalíptico que sugiere claras actitudes de alegría y esperanza.
Naturalmente, todo esto tiene mucho más sentido desde la realidad de la
resurrección de Jesucristo.
[3] El fuerte carácter apologético de la catequesis, señalado en la nota I,
es también una defensa de carácter bastante positivo: se intenta defender,
muy especialmente frente a los judíos, la realidad de Jesucristo resucitado,
pero la impresión que el lector recibe no es simplemente la de que se está a
la defensiva como quien está asediado por multitud de razonamientos en
contra. Más bien se trata, en conjunto, de un imponente muestrario de textos
bíblicos. El objetivo no es un cosido artificioso de unos textos con otros,
sino hacer ver que múltiples estratos de
[4] Cat. 13, núm. 34.
[5] La versión de los LXX favorece una interpretación más centrada en el
hecho de la sepultura de Jesús.
[6] Posible alusión a
[7] Núm 24, 9 pertenece al oráculo de Balaam, llamado por el Rey Balaq, de
Moab, para maldecir a los israelitas que pasan por su territorio. La
interpretación del versículo (sorprendentemente de redacción muy semejante a
Gén 49, 9 aunque es difícil identificar con seguridad una fuente redaccional
común) la realiza Cirilo en referencia clara a la resurrección: «levantar»,
«alzarse».
[8] Es decir, refiriendo Is 51,
[9] Alusión a
[10] Es conveniente señalar, con respecto a la interpretación profética y
cristológica, del Sal 16, 9-10, citado en el texto, la mención que de él se
hace en Hech 2, 25-28 dentro del primer anuncio de la resurrección que
recogen los Hechos, el día de Pentecostés. Con ello, la interpretación dada
del salmo viene avalada por el mismo Nuevo Testamento.
[11] O «la fosa» en el texto original del salmo.
[12] Cirilo tiene presente aquí la basílica de
[13] «Martyrion» o «Martyrium» es, en las antiguas catacumbas romanas, el
lugar que contenía los restos de los mártires allí enterrados. El juego de
palabras que hace Cirilo se explica por el sentido de mártir y martirio, que
etimológicamente significan «testigo» y «testimonio». El nombre se aplica
aquí también al sepulcro de Jesús.
[14] Cirilo añade aquí entre paréntesis: «pues el que entonces hablaba es el
que más tarde estuvo presente». PG 33, 831, nota 87, remite a Is 52, 6: «Por
eso mi pueblo conocerá mi nombre en aquel día y comprenderá que yo soy el
que decía: "Aquí estoy"». Sobre esta interpretación cristocéntrica de los
salmos y otros textos veterotestamentarios, cf. la anterior nota 9.
[15] Puesto que antes de entrar al lugar propiamente de la sepultura,
existía una antecámara o vestíbulo.
[16] Marzo.
[17] Cf. la comparación entre la desobediencia y la obediencia del primero y
del último Adán en cat. 15, núm. 31.
[18] Se refiere de nuevo al Cantar de los Cantares.
[19] La frase parece estar tomada de la ya mencionada homilía de Cirilo
Sobre el paralítico.
[20] Probablemente el texto más claro del Nuevo Testamento sobre que Jesús,
en su resurrección, «arrastró», es decir, hizo vivir la resurrección a otros
muchos con ella, es Ef 4, 7-11, especialmente por la utilización que se hace
de Sal 68, 19:
7 «A cada uno de nosotros le ha sido concedido el favor divino a la medida
de los dones de Cristo
8 Por eso dice: "Subiendo a la altura, llevó cautivos y dio dones a los
hombres" (Sal 68,19).
9 ¿Qué quiere decir "subió" sino que también bajó a las regiones inferiores
de la tierra?
10 Este que bajó es el mismo que subió por encima de todos los cielos, para
llenarlo todo.
11 El mismo 'dió' a unos el ser apóstoles; a otros profetas; a otros,
evangelizadores; a otros, pastores y maestros...».
El descenso «a las regiones inferiores de la tierra» es el descenso a los
infiernos del que ya se ha hablado. Pero aquí interesa la idea de la
«subida» (vv.
[21] La argumentación es: A nosotros nos valen los testigos de la
resurrección de Jesús si a vosotros os valen los testimonios de las
resurrecciones que se operaron por medio de Elías y Eliseo.
[22] El original del evangelio de Mateo fue escrito en realidad en arameo.
Pero ésta era la lengua usualmente hablada y utilizada en tiempos de Jesús.
[23] Esta observación añadida por Cirilo da a entender que se trataba de la
entrada en la ciudad de Jerusalén, aunque no, como otros han interpretado a
veces, de la entrada en
[24] Cuando la catequesis afirma que Eliseo «no consiguió dominar el orbe» o
que «los demonios no se sometieron en nombre de Elías» pese a los hechos de
resurrección narrados, se está implícitamente diciendo algo esencial: la
resurrección de Cristo no es sólo, como ya se ha indicado, «volver a vivir».
Cf. la anterior nota 20. En este sentido, la resurrección de Jesús es
cualitativamente diferente de lo que son las resurrecciones de la hija de
Jairo (Mt 9, 18-19, 23-26 par), del hijo de la viuda de Naim (Lc 7, 11-17) o
de Lázaro (Jn 11, 1-44), puesto que la resurrección de Cristo es definitiva
y marca el comienzo de una nueva humanidad.
[25] Vid. la anterior nota 20 en lo relativo a Ef 4, 7-11.
[26] I Pe 3, 18-22 es tal vez el texto que expresa de manera más bella que
el rescate de Cristo tiene como destinatarios a los hombres de todas las
épocas: «En el espíritu fue también a predicar a los espíritus encarcelados,
en otro tiempo incrédulos, cuando les esperaba la paciencia de Dios»
(19-20a). Los vv. 20b-21 utilizan el arca de Noé como imagen del bautismo,
en el que el hombre se salva de ser engullido por las aguas de la muerte. El
tema del «descenso a los infiernos» sigue así, vivo en el pensamiento de
Cirilo.
[27] Como añadidura a lo dicho sobre el descenso a los infiernos, cf H.U von
BALTHASAR El misterio pascual en: Mysterium Salutis (eds. J. FEINER y M.
LÖHRER), t. III, Madrid 2ª, 1980, 738-760 («Entre los muertos (Sábado
Santo)»).
[28] Cf. las notas de
[29] La cita se transcribe según los Setenta, pero según también el estado
de algunos códices de la catequesis (cf PG 33, 849, nota 3). Por otra parte,
la concordancia es así perfecta con el texto aludido a continuación, Hebr
13, 20: «...el Dios de la paz que suscitó de entre los muertos a nuestro
Señor Jesús, el gran Pastor de las ovejas en virtud de la sangre de una
Alianza eterna».
[30] Acerca del Hijo de Dios.
[31]
[32] En los momentos decisivos en que se habla de que, después de su
resurrección «se apareció» Jesús a los apóstoles o a otros el verbo es
«ophthe» que, por ser aoristo pasivo, se debe traducir por «fue hecho ver»
y, en este caso, «se hizo ver» o «se dejó ver». Esta ligera apreciación
lingüística hace ver algo importante: la iniciativa de dejarse encontrar y,
en definitiva de «aparecerse» corresponde exclusivamente al Resucitado. H.U.
von BALTHASAR, utilizando palabras de H. SCHLIER (que aquí se transcribirán
entre comillas) lo expresó perfectamente: «Unánimemente se habla de
encuentros con el Cristo vivo. "El encuentro que viven los testigos procede
de él. Ese encuentro -palabra y signo, saludo y bendición, llamada,
interpelación y enseñanza, consuelo e instrucción y misión, fundación de una
comunidad nueva- es puro don" (hasta aquí Schlier). Como en los encuentros
humanos, entran en éste también en juego los sentidos de quienes lo viven:
ven y oyen, tocan e incluso degustan... Pero el acento no recae en las
experiencias sensibles, sino únicamente en el objeto. Y éste, el Cristo
vivo, se muestra por sí desde sí. Este es el significado del «ophthe» que
aparece en textos decisivos (I Cor 15,3 ss: cuatro veces; Lc 24,34 en el
encuentro con Simón; Hech 13,31; a propósito de las apariciones a Pablo,
Hech 9,17, 16,9, 21,16)» (H.U. von BALTHASAR. op. cit., en nota 27, 780).
[33] Primo, pariente, próximo...
[34] Naturalmente «parroquia» se refiere aquí a la sede episcopal de
Jerusalén. La palabra ha pasado por sentidos de mayor o menor amplitud a lo
largo de la historia de
[35] Del mes de Nisán.
[36] En esta misma catequesis, a propósito de Jonás, núms. 17-18.
[37] Al comienzo del presente párrafo se menciona que la catequesis fue
pronunciada el día siguiente a un domingo, en el que las lecturas reflejaron
[38] Cf. Ef 4,8. Sobre algunas implicaciones de estos pasajes cf.,
anteriormente, la nota 20.
[39] Según la petición de
[40] Se refiere a San Pablo. La comparación física de las «alturas» de los
cielos sólo se entiende desde una imagen antigua del firmamento
[41]
[42] De nuevo se defiende Cirilo frente a una concepción «evolutiva» de la
persona de Jesucristo. Cf. la nota 31.
[43] La afirmación, completa, de
[44] Todo el salmo puede entenderse también en sentido cristológico.
[45] La expresión es equivalente al ya comentado «ephápax» (por ej. en 10,10
y, antes, en 7,27, en el contexto del valor definitivo del sacrificio de
Cristo: «esto lo realizó de una vez para siempre, ofreciéndose a si mismo»).
El sacrificio y la muerte de Cristo, la resurrección y la glorificación
junto al Padre tras la ascensión son realidades que han sucedido «de una vez
por todas» porque es definitiva la victoria de Cristo sobre la muerte.
[46] Se alude una vez más a Sal 110,1, insistiendo de nuevo en su
interpretación cristológica.
[47] Cf. supra, núm. 27.
[48] Para detalles, cf. supra, nota 20.
CATEQUESIS XV:
Pronunciada en Jerusalén, sobre lo de "Y ha de venir en gloria a juzgar a
vivos y muertos: su reino no tendrá fin». Y sobre el Anticristo. La lectura
es de
1. Anunciamos la venida de Cristo, pero no una sola, sino también una
segunda, mucho más magnífica que la anterior. La primera llevaba consigo un
significado de sufrimiento, esta otra, en cambio, llevará la diadema del
reino divino. Pues casi todas las cosas son dobles en nuestro Señor
Jesucristo. Doble es su nacimiento: uno, de Dios, desde toda la eternidad;
otro, de
En la primera venida fue envuelto con fajas en el pesebre (Lc 2, 7); en la
segunda se revestirá de luz como vestidura (cf. Sal 104, 2a). En la primera
«soportó la cruz, sin miedo a la ignominia» (Hebr 12, 2), en la otra vendrá
glorificado y escoltado por un ejército de ángeles (cf.
No pensamos, pues, tan sólo en la venida pasada; esperamos también la
segunda. Y, habiendo proclamado en la primera: «bendito el que viene en
nombre del Señor» (Mt 21, 9), diremos eso mismo en la segunda (cf.
Entonces, por razones de su clemente providencia, vino a enseñar a los
hombres con suave persuasión; en esa otra ocasión, futura, lo quieran o no,
los hombres tendrán que someterse necesariamente a su reinado.
2. De ambas venidas habla el profeta Malaquías «De pronto entrará en el
santuario el Señor a quien vosotros buscáis» (Mal 3, 1). He ahí la primera
venida. Respecto a la otra, dice así: El mensajero de la alianza que
vosotros deseáis: miradlo entrar —dice el Señor de los ejércitos—. ¿Quién
podrá resistir el día de su venida? ¿Quién quedará en pie cuando aparezca?
Será un fuego de fundidor, una lejía de lavandero: se sentará para fundir y
purgar» (3, 1-3).
Y en las líneas que siguen dice el Salvador mismo: «Yo me acercaré a
vosotros para el juicio, y seré un testigo expeditivo contra los hechiceros
y contra los adúlteros, contra los que juran con mentira», etc. (3, 5). Por
eso, queriendo hacernos más cautos, dice Pablo: «Si uno construye sobre este
cimiento con oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, paja, la obra de
cada uno quedará al descubierto; la manifestará el Día, que ha de revelarse
por el fuego» (I Cor 3, 12-13)(3).
Escribiendo a Tito, también Pablo habla de esas dos venidas en estos
términos: «Ha aparecido la gracia de Dios que trae la salvación para todos
los hombres; enseñándonos a renunciar a la impiedad y a los deseos mundanos,
y a llevar ya desde ahora una vida sobria, honrada y religiosa, aguardando
la dicha que esperamos: la aparición gloriosa del gran Dios y Salvador
nuestro, Jesucristo» (Tit 2, 11-13). Ahí expresa su primera venida, dando
gracias por ella; pero también la segunda, la que esperamos.
Por esta razón, en nuestra profesión de fe, tal como la hemos recibido por
tradición, decimos que creemos en aquel «que subió al cielo, y está sentado
a la derecha del Padre; y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y
muertos, y su reino no tendrá fin».
La actual condición del mundo pasará
3. Vendrá, pues, desde los cielos, nuestro Señor Jesucristo. Vendrá
ciertamente hacia el fin de este mundo, en el último día, con gloria. Se
realizará entonces la consumación de este mundo, y este mundo, que fue
creado al principio, será otra vez renovado. Pues ya que la corrupción, el
hurto, el adulterio y toda clase de pecados se han derramado sobre la tierra
y una y otra vez se derrama sangre (vid. Os 4, 1-2). desaparecerá este mundo
presente(4) con el fin de que esta morada no se llene de iniquidad y para
suscitar otro más hermoso. ¿Quieres ver una demostración de esto desde
Hablaremos de lo que ha de venir y de sus signos
4. Pasarán, por tanto, las cosas visibles y llegarán las que se esperan
mejores que éstas, pero que nadie busque con curiosidad cuál será el
momento. Pues dice: «No os toca a vosotros conocer el tiempo y el momento
que ha fijado el Padre con su autoridad» (Hech 1, 7). Ni te atrevas a
determinar cuándo sucederán estas cosas ni te quedes perezosamente
adormecido. Pues también dice: «Estad preparados, porque en el momento que
no penséis, vendrá el Hijo del hombre» (Mt 24, 44; cf. 42). Pero ya que era
conveniente que conociésemos las señales de la consumación y puesto que es a
Cristo a quien esperamos y para que no muriésemos decepcionados y fuésemos
llevados a engaño por el Anticristo de la mentira, los apóstoles, impulsados
por una moción divina y de acuerdo con los sabios designios de Dios, se
acercan al verdadero Maestro y le dicen: «Dinos cuándo sucederá eso, y cuál
será la señal de tu venida y del fin del mundo» (Mt 24, 3). Esperamos que
vengas una segunda vez, pero «Satanás se disfraza de ángel de luz» (2 Cor
11, 14). Ponnos, por tanto, a nosotros a buen recaudo, para que no adoremos
a otro en tu lugar. Y él, abriendo su boca divina y bienaventurada dice:
«Mirad que no os engañe nadie» (Mt 24, 4). También vosotros, los que ahora
oís, miradlo ahora a él como si lo estuvieseis viendo con los ojos de la
mente y escuchadlo como quien os está diciendo las mismas cosas: «mirad que
nadie os engañe». Estas palabras os advierten a todos a que dirijáis vuestra
mente a lo que se va a decir. Pues no se trata de una historia de cosas
pasadas, sino de las que han de suceder, y es una profecía de lo que con
certeza sucederá. Y no es que nosotros profeticemos, pues somos indignos de
ello, sino que proclamamos en esta asamblea lo que está escrito y explicamos
sus señales. Tú verás qué cosas de ésas ya han tenido lugar y cuáles quedan
todavía por llegar. De ese modo puedes prevenirte.
Primera señal: los falsos mesías
5. «Mirad que no os engañe nadie. Porque vendrán muchos usurpando mi nombre
y diciendo: "yo soy el Cristo" y engañarán a muchos» (Mt 24, 4-5). Estas
cosas se han dado ya en parte. Pues esto ya lo dijo Simón Mago, y Menandro y
otros cabezas de herejes(5) enemigos de Dios. Pero también otros lo dirán en
nuestra época y después de nosotros.
Guerras y desastres naturales
6. Segunda señal: «Oiréis también hablar de guerras y de rumores de guerras»
(Mt 24, 56). ¿Se trata, o no, de la guerra en la época actual de los persas
contra los romanos por Mesopotamia? ¿Se levanta o no, «nación contra nación
y reino contra reino» (Mt 24, 7)(6). «Habrá grandes terremotos, peste y
hambre en diversos lugares» (Lc 21,11). Esto ya ha sucedido. Y, a su vez:
«Habrá cosas espantosas y grandes señales del cielo» (iba). «Velad, pues»
dice, «porque no sabéis que día vendrá vuestro Señor» (Mt 24,42).
La traición y el odio como señales del fin
7. Pero de la venida del Señor buscamos un signo propio nuestro, de
Antes del fin, el Evangelio habrá sido predicado a todas las naciones
8. Tienes también esta señal: «Se proclamará esta Buena Nueva del Reino en
el mundo entero, para dar testimonio a todas las naciones. Y entonces vendrá
el fin» (Mt 24, 14). Y casi todo el orbe está ya lleno de la doctrina de
Cristo(8).
La apostasía y el Anticristo
9. Y, ¿qué sucederá después? Dice en lo que sigue: «Cuando veáis, pues, la
abominación de la desolación anunciada por el profeta Daniel(9), erigida en
el Lugar Santo (el que lea que entienda)» (Mt 24, 15). Y, a su vez:
«Entonces, si alguno os dice: "Mirad, el Cristo está aquí o allí", no le
creáis» (Mt 24, 23). El odio fraterno abre paso después al Anticristo. El
diablo prepara las divisiones entre los pueblos para, cuando llegue, ser
acogido más favorablemente. Que no suceda que nadie de los presentes o
cualesquiera siervos(10) que estén en cualquier parte se sume al enemigo.
Escribiendo el apóstol Pablo acerca de esto, dio un signo claro al decir:
Primero tiene que venir la apostasía y manifestarse el Hombre impío, el Hijo
de perdición, el Adversario que se eleva sobre todo, lo que lleva el nombre
de Dios o es objeto de culto, hasta el extremo de sentarse él mismo en el
Santuario de Dios y proclamar que él mismo es Dios, ¿No os acordáis que ya
os dije esto cuando estuve con vosotros? Vosotros sabéis qué es lo que ahora
le retiene, para que se manifieste en su momento oportuno. Porque el
misterio de la impiedad ya está actuando. Tan sólo con que sea quitado de en
medio el que ahora le retiene, entonces se manifestará el Impío, a quien el
Señor destruirá con el soplo de su boca, y aniquilará con
La venida del Impío estará señalada por el influjo de Satanás, con toda
clase de milagros, señales, prodigios engañosos, y todo tipo de maldades,
que seducirán a los que se han de condenar (2 Tes 2, 3b- 1 Da)(11).
Hasta aquí Pablo. Ciertamente, ahora se da la defección, pues los hombres se
han apartado de la recta fe: unos afirman que el Hijo es Padre y otros que
ha sido llevado a la existencia desde la nada. Y en otras épocas los herejes
eran claramente perceptibles, pero ahora está
¿Se trata de palabras artificiosamente compuestas para persuadir? Todos
escuchan dulcemente: ¿son acaso palabras para la conversión del espíritu?
Todos de hecho se apartan. Muchos se han apartado de las rectas doctrinas y
son más propensos a elegir el mal que a aplicarse al bien. Se trata, por
consiguiente, de la apostasía, y ya hay que esperar al enemigo. En parte ya
comenzó a enviar sus precursores para venir él luego dispuesto a recoger el
botín. Cuida, pues, de ti mismo, oh hombre, y pon a seguro tu alma. Te
conjura a ti ahora
No dejarse engañar
10. Pero Cristo, el Hijo unigénito de Dios, no vendrá ya de la tierra. Si
viniere alguien diciendo que ha aparecido en el desierto, no salgas (cf.
El Anticristo, producto del diablo
11. Pero ya anteriormente, cuando estaba previsto que se encarnase y cuando
se esperaba que Dios naciese de
La llegada del Anticristo
12. El Anticristo mencionado llegará cuando se hayan completado los días del
imperio Romano(16) y esté ya muy próximo el fin del mundo. Diez reyes de los
Romanos se levantarán a la vez en lugares quizá diversos, pero reinando
todos a la vez. Después de estos, el undécimo será el Anticristo(17), que
usurpará el poderío romano apoyándose en las artes de la magia. Humillará a
los tres que reinaron antes de él (cf. Dan. 7, 24), pero a los siete
restantes los tendrá sujetos a su dominio. En un principio simulará, como si
fuese instruido y prudente, clemencia, moderación y humanidad, pero engañará
a los judíos a través de señales y prodigios falsos provenientes de engaños
mediante la magia como si él hubiese sido esperado como el Cristo. Después
se caracterizará por la crueldad y el crimen, de manera que superará en
maldad a todos los injustos e impíos que le precedieron. Dirigirá su ánimo
sanguinario, de inflexible dureza, inmisericorde y cambiante, contra todos,
pero especialmente contra nosotros los cristianos. Pero después de tres años
y tres meses en que habrá realizado sus planes, será quitado de en medio por
la segunda venida gloriosa, desde los cielos, del Hijo unigénito de Dios,
nuestro Señor y Salvador Jesús, el Cristo verdadero, el cual, haciendo
perecer con el aliento de su boca al Anticristo, lo entregará al fuego
eterno.
Más detalles sobre la llegada del Anticristo
13. Pero esto lo enseñamos, no imaginándonoslo, sino desde las Escrituras
que
Utilizará a Satanás como instrumento de mentira
14. Pero, ¿quién es éste o quién es el que realiza sus obras? Haznos de
intérprete, Pablo. Su llegada, afirma, «estará señalada por el influjo de
Satanás, con toda clase de milagros, señales, prodigios engañosos» (2 Tes 2,
9). Con esto se refiere a que utilizará a Satanás como instrumento que
actuará personalmente y por sí mismo. Pues, sabedor de que no habrá demora
en su juicio, ya no presentará batalla por medio de sus ministros, como de
costumbre, sino más abiertamente por sí mismo: «con todas las señales y
prodigios engañosos». Pues el que es «padre de la mentira» (Jn 8, 44) hará
ostentación de las obras de mentira mediante apariencias fingidas, de manera
que las muchedumbres crean que ven que un muerto ha resucitado sin que sea
verdad, o a los cojos andar y a los ciegos recibir la vista, cuando en
realidad no se da ninguna de estas curaciones.
Dominará sobre el Templo
15. Y dice a su vez: «El Adversario que se eleva sobre todo lo que lleva el
nombre de Dios o es objeto de culto (2 Tes 2, 4; cf.
La persecución tendrá una duración y un límite
16. Por ello, conociendo el Señor la fuerza de este adversario, concedió la
venia a los piadosos diciendo: «Entonces, los que estén en Judea, huyan a
los montes» (Mt 24, 16). Pero si alguien se cree de una enorme fortaleza,
como para luchar contra Satanás, manténgase firme (pues yo no desespero del
vigor de
Dios permitirá la persecución final
17. ¿Quién será el bienaventurado que entonces sufrirá piadosamente el
martirio por Cristo? Pues yo diría que los mártires de esa época estarán por
encima de todos los mártires. Porque los mártires de tiempos anteriores sólo
han luchado con hombres. Pero quienes vivan en la época del Anticristo
saldrán a la lucha con el mismo Satanás en persona. Los reyes que entonces
fueron perseguidores, entregaban a la muerte, pero no simulaban que ellos
resucitasen a los muertos ni hacían ostentación de señales y prodigios
aparentes. Pero éste (el Anticristo) provocará a la vez el terror y el
engaño «capaces de engañar, si fuera posible, a los mismos elegidos» (Mt 24,
24). Que a nadie de los que entonces vivan le venga a la mente este
pensamiento: ¿Es que Cristo hizo algo más que éste? ¿Con qué poder hace (el
Anticristo) estas cosas? Ciertamente, si Dios no hubiera querido, no lo
habría permitido. El Apóstol te previene y avisa: «Por eso Dios les envía un
poder seductor que les hace creer en la mentira» (2 Tes 2, 1 1 ) (nótese que
pone «envía» en lugar de «permite»), no para que encuentren excusa, sino
«para que sean condenados» (2, 12). ¿Cómo es que es así? «Todos cuantos no
creyeron en la verdad», esto es, en el Cristo verdadero, sino que
«prefirieron la iniquidad», es decir, el Anticristo. Estas cosas, sin
embargo, las permite Dios, tanto en las persecuciones que aparecen en las
diversas épocas como en aquel tiempo venidero. Y no porque no las pueda
impedir, sino queriendo coronar —según su costumbre, a través del
sufrimiento— a sus propios combatientes, del mismo modo que a sus profetas y
apóstoles. De este modo, tras el esfuerzo de un breve tiempo, poseerán como
herencia eterna el reino de los cielos. Como dice Daniel: «En aquel tiempo
se salvará tu pueblo, todos los que se encuentren inscritos en el Libro»
(Dan 12, 1)(25). Está claro que se refiere al Libro de la vida. «Muchos de
los que duermen en el polvo de la tierra, se despertarán, unos para la vida
eterna, otros para el oprobio, para el horror eterno. Los doctos brillarán
como el fulgor del firmamento, y los que enseñaron a la multitud la
justicia, como las estrellas, por toda la eternidad» (12, 2-3).
Ultimas advertencias sobre el Anticristo
18. Protégete, pues, hombre, a ti mismo. Sabes ya los signos del Anticristo.
No los recuerdes sólo para ti, sino comunícalos también, sin envidia, a
todos (cf. Sab 7, 13). Si tienes un hijo según la carne, instrúyelo ya y
adviértele. Y si engendraste a alguien por la catequesis(26), haz que sea
cauto y que no tome a un falso Mesías por verdadero. «Porque el misterio de
la impiedad ya está actuando» (2 Tes 2, 7). Me aterrorizan las guerras entre
las naciones, me aterrorizan las escisiones de las Iglesias, me aterroriza
el odio mutuo entre hermanos. Y estas cosas se mencionan, pero que no se
hagan realidad en nuestros tiempos, aunque, entre tanto, seamos cautos. Y
con todo esto es suficiente acerca del Anticristo.
La espera de la venida definitiva del Señor
19. Pero levantemos la vista y esperemos al Señor, que ha de venir en las
nubes desde los cielos. Entonces sonarán las trompetas de los ángeles. Los
que hayan muerto en Cristo resucitarán primero, los piadosos que estén con
vida serán tomados en las nubes y recibirán el premio a sus trabajos. Así
serán también honrados en lo humano, ya que lucharon por encima de las
fuerzas humanas. Como dice el apóstol Pablo, al escribir: «El Señor mismo, a
la orden dada por la voz de un arcángel y por la trompeta de Dios, bajará
del cielo, y los que murieron en Cristo resucitarán en primer lugar. Después
nosotros, los que vivamos, los que quedemos, seremos arrebatados en nubes,
junto con ellos, al encuentro del Señor en los aires. Y así estaremos
siempre con el Señor» ( I Tes 4, 16-17).
Señales de la venidas28
20. El Eclesiastés contempla esta venida del Señor y la consumación del
mundo diciendo: «Alégrate, mozo, en tu juventud» (Ecl
Todo está predicho en
21. Ves cómo todo anuncia la venida del Señor y te das cuenta de cómo han
conocido el sonido del pájaro. Veremos qué voz: «El Señor mismo, a la orden
dada por la voz de un arcángel y por la trompeta de Dios, bajará del cielo»
(1 Tes 4, 16). El ángel lo proclamará y dirá a todos: «¡Salid al encuentro
del Señor!»(28). Y el descenso del Señor causará terror, David dice: «Viene
nuestro Dios y no se callará. Delante de él, un fuego que devora, en torno a
él, violenta tempestad», etc. (Sal 50, 3). Viene hasta el Padre, según lo
que se ha leído de
La última venida y la aparición de la cruz
22. Pero ¿cuál es la señal de su venida, no sea que alguna potestad
contraria se atreva a imitarlo? «Entonces -dice- aparecerá en el cielo la
señal del Hijo del hombre» (Mt 24, 30). Pero el signo verdadero y propio de
Cristo es la cruz. El signo de una cruz luminosa precede al rey, mostrando
al que anteriormente fue crucificado, para que, viéndolo quienes lo
atormentaron y los judíos que con sus insidias lo acosaron, se lamenten unos
contra otros (cf. Zac 12, 10, 12) diciendo: éste es el que fue abofeteado,
aquel en cuyo rostro escupieron y a quien encadenaron, el que fue
despreciado al ser crucificado. Dirán: «¿A dónde huiremos del rostro de tu
cólera?». Pero, rodeados por los ejércitos angélicos, nunca podrán escapar.
El signo de la cruz será el terror de los enemigos. Pero será la alegría
para los amigos que en él creyeron, o bien lo anunciaron o padecieron por
él. ¿Quién tendrá la dicha de ser contado entonces entre los amigos de
Cristo? No despreciará a sus propios siervos un rey tan glorioso, que está
acompañado por una corte de ángeles y estará sentado en el trono junto al
Padre. Y para que los elegidos no sean confundidos con los enemigos,
«enviará a sus ángeles con sonora trompeta y reunirán de los cuatro vientos
a sus elegidos» (Mt 24, 31). Si no abandonó a Lot.(30), que era uno solo,
¿cómo abandonará a numerosos justos? «Venid, benditos de mi Padre» (Mt 25,
312), dirá a aquellos que entonces serán transportados en carros de nubes y
serán reunidos por los ángeles.
Será una liberación que no abandonará a nadie
23. Pero dirá alguno de los que están aquí: «No estoy preparado o quizá en
aquel tiempo me encuentre enfermo en el lecho» o, tal vez, «yo, mujer seré
cogida en la cama». «¿Seremos, pues, desechados?(31). Ten confianza, pues el
juez no tiene acepción de personas. No juzgará según la gloria humana y «no
juzgará por las apariencias» (Is 11, 3). No prefiere los eruditos a los
incultos ni los ricos a los pobres. Aunque estés en el campo (cf.
La muchedumbre de los testigos en el momento final
24. Dice: «Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria acompañado de todos
sus ángeles» (Mt 25, 31). Date cuenta, oh hombre, de cómo entras en un
juicio con muchísimos testigos. Se encontrará entonces presente todo el
género humano. Piensa, por ejemplo, cuán numerosa es la nación romana.
Piensa también en la muchedumbre de los pueblos bárbaros y en la que había
hace cien años. Calcula cuántos habrán muerto desde hace mil años. Estoy
pensando en mi interior en los que han existido desde Adán hasta el
presente. Es una multitud ingente: sin embargo, es todavía pequeña en
comparación con los ángeles. Estos son aquellas noventa y nueve ovejas (Lc
15, 4), unidas al resto del género humano. Pues el número de habitantes se
ha de calcular según las dimensiones de los distintos lugares. Toda la
tierra no es más que como un punto en medio del cielo, y el cielo que la
rodea contiene una muchedumbre de habitantes de acuerdo con sus dimensiones.
Y los cielos de los cielos abarcan un número superior a todo cálculo. Está
escrito: «Miles de millares le servían, miríadas de miríadas estaban en pie
delante de él» (Dan 7, 10; cf. Apoc 5, 11)(35). Y no porque la muchedumbre
esté limitada a ese número, sino porque el profeta no ha sido capaz de
expresar una multitud más amplia. Estará presente, pues, entonces Dios,
padre de todos, con quien estará sentado Jesucristo, y a la vez estará
presente el Espíritu Santo. A todos, con lo que hicimos, nos convocará la
trompeta angélica. Por todo esto, ¿no conviene que actuemos ya con solicitud
y con temor? Y no creas, oh hombre, que —incluso sin contar con el suplicio—
es pequeño castigo el ser condenado ante tantos testigos. ¿Acaso no
preferimos morir mil veces antes que ser condenados por los amigos?
El juicio final
25. Sintamos, pues, pavor, hermanos, de modo que no nos condene Dios, el
cual, para condenar, no tiene necesidad de pesquisas ni listas de agravios.
No digas: era de noche cuando me di al libertinaje o cuando practiqué la
magia o cuando hice cualquier otra cosa, y no había allí hombre alguno. Por
tu conciencia serás juzgado entre «juicios contrapuestos de condenación o
alabanza... en el día en que Dios juzgará las acciones secretas de los
hombres» (Ro». 2, 15- 16). El terrible rostro del juez te forzará a decir la
verdad o, más bien, te declarará convicto aunque no la confieses: pues serás
resucitado teniendo a tu alrededor tus pecados o tus obras justas. Y esto lo
declarará el juez mismos(36) (Cristo es el que juzga: «Porque el Padre no
juzga a nadie; sino que todo juicio lo ha entregado al Hijo» (Jn 5, 22), no
privándose de una potestad, sino juzgando a través del Hijo. Pues el Hijo
juzga por voluntad del Padre, ya que no es uno el deseo del Padre y otro el
del Hijo, sino que son uno e idéntico en ambos) ¿Qué dice, pues, el juez de
si también tendrán, o no, que comparecer tus obras? «Serán congregadas
delante de él todas las naciones» (Mt 25, 32). Pues conviene que ante Cristo
«toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos» (Flp 2,
10; cf.
26. Es un juicio tremendo y hay verdaderamente lugar para el temor por las
cosas que se anuncian como que han de seguir. Lo que se presenta es el reino
de los cielos, pero está preparado un fuego eterno (Mt 25, 41). Alguno dirá:
«¿Cómo escaparemos del fuego? ¿Cómo entraremos en el Reino?». Responde:
«Tuve hambre, y me disteis de comer» (Mt 25, 35). Aprended el camino, pues
no se trata ahora de una alegría, sino de que llevemos a la práctica lo que
se dice. «Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed y me disteis
de beber; era forastero, y me acogisteis; estaba desnudo y me vestisteis;
enfermo y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a verme» (35-36). Si
esto haces, reinarás, pero, si lo pasas por alto, serás condenado. Comienza,
pues, ahora ya a realizar estas cosas y persevera en la fe, no sea que, a
ejemplo de las vírgenes necias, seas excluido por falta de aceite (25,
10-12). No te confíes simplemente porque tienes la lámpara, sino tenla
también encendida (Mt 5, 16). Brille la luz tuya de las buenas obras ante
los hombres, de modo que no sea blasfemado Cristo a causa tuya (cf.
Su reino no tendrá fin
27. Y si oyes a alguien que el reino de Cristo habrá de tener un final,
lanza una maldición contra esta herejía. Pues se trata de la segunda cabeza
del dragón (cf. Apoc 12, 3), que recientemente se desarrolló en Galacia.
Hubo quien se atrevió a decirte que, tras el fin del mundo, el que habría de
reinar no sería Cristo, pero tampoco se atrevía a declarar que el Verbo
habría salido del Padre(40) y que a él habría de volver de nuevo, vomitando
así (el mencionado) tales blasfemias para su propia perdición. Pues no oyó
al Señor que dice: «El Hijo se queda para siempre» (Jn 8, 35)(41). No oyó a
Gabriel, que dice: «Reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino
no tendrá fin» (Lc 1, 33). Observa lo que se dice: Ahora los herejes enseñan
en contra de Cristo, mientras que el arcángel Gabriel enseñó la permanencia
perpetua del Salvador. ¿A quién, pues, debes mostrar más fe? ¿No es a
Gabriel? Escucha este testimonio de Daniel.
«Yo seguía contemplando en las visiones de la noche: Y he aquí que en las
nubes del cielo venía como un Hijo de hombre. Se dirigió hacia el Anciano y
fue llevado a su presencia. A él se le dio imperio, honor y reino, y todos
los pueblos, naciones y lenguas le sirvieron. Su imperio es un imperio
eterno, que nunca pasará, y su reino no será destruido jamás» (Dn 7, 13-14).
Esto es lo que debes aceptar y creer. Arroja lejos de ti lo herético. Pues
has oído cosas muy claras acerca de que nunca tendrá fin el reino de Cristo.
Todo, en el Antiguo Testamento, apuntaba al Reino del Hijo
28. Tienes también algo semejante en la interpretación de la piedra que se
ha separado del monte sin la intervención de mano alguna (Dan 2, 34), que es
Cristo según la carne: «Y este reino no pasará a otro pueblo» (8, 44). Y
David, en una ocasión, dice: «Tu trono, oh Dios, permanece para siempre»
(Sal 45, 7 LXX)(42). Y, en otro lugar: «Desde antiguo fundaste tú la
tierra... ellos perecen, más tú quedas... Pero tú siempre el mismo, no
tienen fin tus años» (Sal 102, 26-27, 28). Todo lo cual lo interpretó Pablo
aplicándolo al Hijo (cf. Hebr 1, 8-10)(43).
Todos sus enemigos serán puestos a sus pies
29. ¿Quieres saber cómo llegaron a semejante demencia quienes enseñan lo
contrario a esto? Torcidamente leyeron lo que el Apóstol rectamente dejó
escrito: «Porque debe él reinar hasta que ponga a todos sus enemigos bajo
sus pies» ( I Cor 15, 25; cf. Sal 110, 1), a lo que dicen: cuando sus
enemigos hayan sido puestos bajo sus pies, ya no reinará más. Esto lo
afirman de modo perverso y necio. Pues el que ya es rey antes de haber
derrotado a sus enemigos ¿no lo será mucho más después de haberlos
vencido?(44).
Para integrarse todo con Cristo en el plan del Padre
30. Está escrito aquello de: «Cuando hayan sido sometidas a él todas las
cosas, entonces también el Hijo se someterá(45) a Aquel que todo se lo
sometió» (I Cor 15, 28). Se han atrevido a decir también que esto significa
que el Hijo ha decidido marcharse al Padre, pero (decís que) vosotros, los
más impíos de todos, ¿permaneceréis como obras de Cristo eternamente, pero
él, por quien vosotros fuisteis hechos junto con todo lo demás, desaparecerá
totalmente? Esto es sin duda blasfemo. ¿Cómo le serán sometidas todas las
cosas, destruidas o todavía íntegras? ¿O se dará el caso de que se conserven
las cosas sometidas al Hijo, pero perecerá el Hijo, que se debe al Padre?
Realmente aquel se someterá a éste46, no como si entonces empezase a ceder
ante el Padre —pues desde la eternidad hace «siempre lo que le agrada a él»
(Jn 8, 29)— sino porque también entonces obedecerá. No será esto prestando
una obediencia forzada, sino con la espontánea voluntad de someterse. Pues
no es un criado, que se somete por la fuerza, sino que es Hijo que realiza
las cosas porque así lo siente y por amor.
Vencidos los enemigos, no acabará el Reino de Cristo
31. Pero preguntémosles el alcance que tiene el «hasta cuando» y el «hasta
que». Utilizando estas expresiones(46), intentará como desde muy cerca,
destruir el error. Al decir aquello de «hasta que ponga a sus enemigos bajo
sus pies» se atrevieron a decir que ello significa su fin, que el reino
eterno de Cristo tiene en realidad límites y no temieron poner con sus
palabras limitaciones a su infinita potestad. Algo del mismo estilo se puede
leer en el Apóstol: «Pero reinó la muerte desde Adán hasta Moisés» (Rm 5,
14). ¿Acaso los hombres morían hasta entonces y nadie murió ya después de
Moisés? ¿No hubo ya muerte después de
«Hasta» (1 Con 15,25) no significa que el Reino de Cristo tenga un final
32. Oye, además, otra frase semejante: «Hasta el día de hoy, siempre que se
lee a Moisés, un velo está puesto sobre sus corazones» (2 Cor 3, 15). ¿Es
que acaso el «hasta el día de hoy» se extenderá sólo hasta Pablo, y no más
bien hasta el momento actual y hasta la consumación última? Pero Pablo dice
a los Corintios: «Hasta vosotros hemos llegado con el Evangelio de
Cristo»... y «esperamos, mediante el progreso de vuestra fe... extendiendo
el Evangelio más allá de vosotros» (2 Cor 10, 14-15, 16). Claramente ves que
el hasta no designa un tope, sino que se refiere a algo que después
continúa. ¿Cómo debes entender, pues, aquello de «hasta que ponga a los
enemigos»? En el mismo sentido como se expresa el mismo Pablo en otro lugar:
«Exhortaos mutuamente cada día mientras dure este hoy» (Hebr 3, 13), es
decir, siempre y continuamente. Pues, así como no se debe hablar de un
comienzo de los días de Cristo (cf. Hebr 7, 3)(47) no soportes tampoco que
se hable del fin de su reino. Pues «reino eterno es su reino» (Dan 3, 100
LXX)(48), como está escrito.
Conclusión
33. Y otras muchas cosas podrían decirse, basándose en
NOTAS
[1] El argumento de la catequesis es, pues, evidente; los cristianos esperan
una segunda y definitiva venida de Cristo. Esta venida última es para el
cristiano un motivo de seguridad y esperanza. El tema queda, sin embargo,
siempre descentrado cuando, al interpretar de un modo inadecuadamente
literal el lenguaje apocalíptico acerca de las señales precursoras del fin
del mundo, se intenta -como ha sucedido a veces- explicar que en cualquier
presente de
[2] Más exacto parecería traducir con interrogante: «Esto has hecho tú ¿y he
de callarme?».
[3] El contexto de este pasaje se extiende hasta I Cor 3, 15; «139b Y la
calidad de la obra de cada uno la probará el fuego. 14Aquel, cuya obra,
construida sobre el cimiento, resista, recibirá la recompensa. 15Mas aquel
cuya obra quede abrasada sufrirá el daño. El no obstante, quedará a salvo,
pero como quien pasa a través del fuego». Aunque no se refiere directamente
al purgatorio, todo el pasaje de I Cor y los párrafos de la catequesis de
Cirilo en los que estamos se mueven dentro del ámbito judicial, y en I Cor
3, 15 se ha querido ver con frecuencia una alusión al tema del purgatorio.
[4] «Este mundo presente» (ho kósmos houtos) parece hacer referencia al
mundo en su actual situación, pero excluye una «desaparición» total del
mundo y del universo, Cf. PG 33, 874, nota 8, que de manera imprecisa
relaciona la cuestión con el teólogo Orígenes.
[5] Todo el episodio de Simón Mago, la admiración que despertaba su
posterior conversión inicial y su actua ción ambigua están descritos en
Hech. 8, 9-25. Por otra parte, históricamente son más importantes otras
pretensiones nacionalistas o mesiánicas de otros personajes judíos. Hech 5,
36-37 menciona los casos de Teudas y Judas el Galileo, citados también por
el historiador Flavio Josefo. Ambos parecen haber actuado en los comienzos
del siglo 1. Más importante es la rebelión encabezada por BarKoshebá, entre
los años 132-135, que también adquirió tintes pretendidamente mesiánicos.
[6] De acuerdo con lo dicho en la nota 1, y a la vista de la experiencia
histórica, el cristiano actual sería muy cauto a la hora de identificar
ninguna guerra con la guerra del final de la historia humana.
[7] Dentro de lo compleja que ha sido siempre la historia doctrinal de
[8] En la práctica, la predicación del Evangelio a todas las naciones es,
como señal del fin de los tiempos, mucho más difícil de concretar de lo que
puede parecer a primera vista. Es evidente que el «universo mundo», la
oikouméne que Cirilo contempla y que en la época del Imperio romano se
admite como tal, es mucho más limitada que lo que han dado a conocer los
descubrimientos geográficos de la historia posterior. Por otra parte, los
cambios de época en la civilización siempre dejan el mundo como por
«explorar» y cambiar de nuevo. Por eso es necesario, una y otra vez, en
distintas épocas de la historia, proceder siempre a una nueva
evangelización.
[9] Cf.
[10] Siervos del Señor.
[11] En la tradición cristiana, influida por Daniel, este adversario
recibirá el nombre de Anticristo, cf, I
[12] El estilo apocalíptico parece estar inspirado en Dn 7, 13-14:
«13 Yo seguía contemplando en las visiones de la noche:
y he aquí que en las nubes del cielo venía
como un Hijo de hombre.
Se dirigió hacia el Anciano
y fue llevado a su presencia.
y todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieron.
Su imperio es un imperio eterno, que nunca pasará,
y su reino no será destruido jamás».
El velado lenguaje de Daniel da a entender en la expresión «Hijo de hombre»
-más allá de su sentido literalmente primario: simplemente «hombre- una
concepción supereminente de éste y que se ha de manifestar en los últimos
tiempos. Es decir, es la imagen del hombre que se ha de manifestar en la
parusía de Cristo, en el instante de su última venida. Sin embargo, desde
Jesucristo, y de un modo análogo a como ocurría por otra parte con los
cantos del Siervo de Isaías, se manifiesta la que habrá de ser la realidad
de la última condición humana, escatológica. Pero ello se cumple en primer
lugar en Jesús, a quien se le ha de dar «imperio, honor y reino, y todos los
pueblos naciones y lenguas» le habrán de servir.
[13] De nuevo, el diablo.
[14] Sobre esto irá dando la catequesis detalles en los núm. 12 y 14.
[15] Recuérdese una vez más que «Mesías» y «Cristo» significan «Ungido».
[16] La insistencia en afirmar que el fin del mundo vendrá tras la caída del
Imperio, históricamente errónea, puede interpretarse a través de lo dicho
anteriormente en nota 12. Tal vez el afán de precisión se debe a una cierta
admiración por muchos de los Padres de la solidez de la civilización romana.
Esto es más comprensible a partir del cese de las persecuciones en el
segundo decenio del siglo IV. Muy a gusto en la cultura y en la civilización
clásicas parecieron encontrarse a menudo hombres de la talla de Basilio el
Grande, Gregorio Nacianceno y Gregorio Niseno, en Oriente y, en Occidente,
Ambrosio y Agustín.
[17] El texto se mantiene todavía en una interpretación literal de Apoc 17,
12 (y su contexto): «Los diez cuernos que has visto son diez reyes (cf
[18] «...sobre todo lo que lleva el nombre de Dios o es objeto de culto».
Cirilo añade aquí entre paréntesis, como en nota: «comoquiera que habrá de
odiar incluso a los ídolos».
[19] El Anticristo.
[20] Algunos Padres (cf. PG 33, 889-890, nota 3) interpretaron la palabra de
Jesús en
[21] Es muy interesante el contexto, ya mencionado, de Apoc 12, 14, que
abarca todo el cap. 12, sobre
[22] Sobre los «tiempos» como años, cf,
[23] El ambiente de persecución queda reflejado en el resto del versículo:
«...y todas estas cosas se cumplirán cuando termine el quebrantamiento de la
fuerza del Pueblo santo».
[24] Expresamente puede hablarse de Hipólito, Jerónimo y Teodoreto (cf. PG
33,894, nota 5).
[25] Se vuelve a sugerir la idea de una elección. Cf., aunque en medio de
abundantes expresiones figuradas,
[26] Nueva alusión clara a que, entre los oyentes, no sólo se encuentran
catecúmenos, sino también bautizados que pueden estar ejerciendo el oficio
de catequistas.
[27] Cirilo realiza aquí una combinación de algunos fragmentos de un poema
del Eclesiastés con su propia capacidad literaria y otros versículos de Mt y
Zac para exponer las señales cósmicas de la venida del Señor. En todo esto,
el hecho seguro que el cristiano aguarda es la consumación final de la
historia. Las circunstancias cósmicas externas pueden ser unas u otras y,
lógicamente, no pertenecen a la sustancia del mensaje. Todas las
explicaciones entre paréntesis se encuentran de ese modo en el texto de la
catequesis.
[28] Posiblemente hay aquí, de la parábola de las diez vírgenes, una alusión
a
[29] Cf. anteriormente, núm. 2, nota 4.
[30] El sobrino de Abraham. Tras la destrucción de Sodoma y Gomorra,
ciudades en las que Lot ha pasado por momentos difíciles (cf, por ejemplo,
Gén 19, 4 ss.) el v. 29 menciona que Dios «puso a Lot a salvo de la
catástrofe, cuando arrasó las ciudades en que Lot habitaba»
[31] En estas frases, probable alusión a Lc 17, 34.35.
[32] La acción de Dios en José ha sido evocada en la cat. 8, núm. 4.
[33] Quedarse sólo en la literalidad de las imágenes empleadas por los
evangelios para describir el día final seria empobrecer el mensaje cristiano
acerca de la consumación definitiva. No se trata, en efecto, de ofrecer
ninguna especie de reportaje anticipado acerca de cómo se habrán de
desarrollar los acontecimientos del final de la historia humana, sino de
expresar un motivo de esperanza cierta en la liberación definitiva.. Por
eso, en el Nuevo Testamento se emplea a menudo la palabra redención
(etimológica y semánticamente «rescate») para expresar la actuación de Dios
con los justos al final de la historia humana. Cf., especialmente,
[34] «Integridad» es, en el lenguaje ascético clásico, sinónimo de
virginidad.
[35] Apoc 5, 11, inspirado en Daniel, se enmarca dentro de la gran liturgia
en torno al Cordero degollado y triunfante, al que han sido entregados los
destinos del mundo y al que se asociarán «los que vienen de la gran
tribulación» y «han lavado sus túnicas y las han blanqueado con la sangre
del Cordero» (7, 14). Sobre todo esto, en el lenguaje que le es
característico, cf Apoc 4-16. La descripción de
[36] Rompiendo un poco el hilo de la redacción, el texto de la catequesis
añade en este momento, entre paréntesis y como si fuese una nota el texto
que sigue.
[37] Flp 2, 10, en el contexto de 2, 6-11, quizá tiene inmediatamente un
origen litúrgico, aunque con raíz bíblica en Is 45, 23.
[38] Es una exhortación frecuente a los catecúmenos. Cf. PG 33,907, nota 1,
que remite a las Constituciones apostólicas, a Gregorio Nacianceno y a Juan
Crisóstomo.
[39] Es tal vez una referencia al obispo Marcelo de Ancira, que participó en
Nicea y murió a edad muy avanzada hacia el año 374. Diversos escritores
eclesiásticos, sínodos y obispos lo acusaron o exculparon de
subordinacionismo, sin que en Marcelo o en sus discípulos aparezcan con
claridad las distinciones de personas en Dios en el sentido que después ha
llegado a ser clásico. Lo de «su Reino no tendrá fin» fue añadido
precisamente, en contra de los discípulos de Marcelo, en el Símbolo
nicenoconstantinopolitano del 381. Cf los párrafos 29-32, con sus notas.
[40] El Hijo, engendrado por el Padre antes de todos los siglos. El recto
equilibrio conceptual a la hora de exponer lo que puede decirse sobre la
vida intratrinitaria de Dios fue una de las máximas preocupaciones
teológicas de
[41] La cita de Juan es muy interesante en su contexto, que abarca al menos
8, 31-36, en que Jesús, en su discusión con los judíos -aunque aquí parece
hablar propiamente «a los judíos que hablan creído en él» (8, 31)- vincula
su propia persona (en relación con el Padre) con su misión liberadora
(31b-32).
[42] Esta versión de los LXX, que también es acorde con el texto hebreo,
refuerza la interpretación mesiánica del salmo ya aludida.
[43] No es ninguna dificultad el hecho de que otra vez, como ha sido
frecuente en la tradición eclesiástica, se atribuya a Pablo la autoría de
Hebr. En cuanto al contenido, es importante la concentración cristocéntrica
que, en su interpretación, realiza Hebr 1 5-14 refiriéndose a Sal 2, 7;
[44] En realidad, la resurrección, ascensión y parusía de Cristo (con el
envío constante a
[45] «Se someterá» es traducción exacta de «hypotaguésetai». Cuando, en la
frase anterior, se ha traducido «el Hijo, que se debe al Padre» una
traducción más literal seria «el Hijo, sometido al Padre» o, mejor,
«colocado bajo el Padre» («hypotassómenos to Patri»). No debe ser esto
expresión de lo que en ocasiones se ha llamado «subordinacionismo» como si
el Hijo fuese un ser inferior al Padre, sino que indica que el Hijo sólo se
integra «en su puesto» dentro de los designios divinos.
[46] Tomadas, según se ha visto, de I Cor 15, 25 y Sal 110, 1.
[47] El «Nacido del Padre antes de todos los siglos»
[48] Según la distribución de otras versiones,
[49] La idea de «depósito» es característica de las epístolas de Pablo a
Timoteo y Tito. La exhortación a «guardar el depósito» expresada con unas y
otras palabras (ch I Tim 1, 4-6;
CATEQUESIS XVI:
EL ESPIRITU SANTO (I)
Pronunciada en Jerusalén sobre: «Y en el Espiritu Santo, Paráclito, que
habló por los profetas». La lectura se toma de I Cor 12,1-4: «En cuanto a
los dones espirituales no quiero, hermanos, que estéis en la ignorancia...».
Y, más adelante: «Hay diversidad de carismas, pero el Espíritu es el mismo»
(12,4), etc.(1).
1. Verdaderamente necesitamos de la gracia espiritual para hablar del
Espíritu Santo, aunque nunca estaremos a la altura de la cuestión, pues es
imposible. Intentaremos, sin embargo, exponer con naturalidad lo que sacamos
de ello en
Hablaremos de lo que sobre el Espíritu Santo se dice en
2. Es necesario el don de la gracia de Jesucristo, tanto para que nosotros
hablemos adecuadamente como para que vosotros oigáis con inteligencia. Pues
la inteligencia penetrante no es necesaria sólo para los que hablan, sino
también para los que oyen, de modo que no suceda que éstos oigan una cosa y
torcidamente entiendan otra. Hablaremos, pues, nosotros del Espíritu Santo
sólo lo que está escrito y, si algo no está escrito, que la curiosidad no
nos ponga nerviosos. Es el mismo Espíritu Santo el que habló por las
Escrituras: él dijo de sí mismo lo que quiso o lo que pudiéramos nosotros
entender. Así pues, digamos las cosas que fueron dichas por él, pues con lo
que él no dijo no nos atreveremos.
Presente ya desde antiguo, es igual en dignidad al Padre y al Hijo
3. Hay un solo Espíritu Santo Paráclito. Y del mismo modo que hay un solo
Dios Padre, y no hay un segundo Padre, y sólo un Hijo unigénito, que no
tiene ningún otro hermano, así existe un solo Espíritu Santo, y no existe
otro Espíritu Santo que sea igual en honor a él(3). Es, por tanto, el
Espíritu Santo, la máxima potestad, realidad divina e inefable. Pues vive y
es racional, santificador de todas las cosas que Dios ha hecho por Cristo.
El ilumina las almas de los justos. El está también en los profetas y
también está, en la nueva Alianza, en los Apóstoles. Odieseles a quienes
tienen el atrevimiento de aislar la acción del Espíritu Santo. Pues hay un
solo Dios Padre, Señor de la antigua y de la nueva Alianza. Y un solo Señor,
Jesucristo, que profetizó en la antigua y ha venido en la nueva. Y un sólo
Espíritu Santo que anunció por los profetas a Cristo y que, después que
Cristo llegó, lo mostró(4).
Ni se habla de tres dioses ni deben separarse Padre, Hijo y Espíritu Santo
4. Por tanto, nadie separe la antigua de la nueva Alianza: que nadie diga
que uno es allí el Espíritu, mientras que aquí lo es otro diferente(5), pues
ofende así al mismo Espíritu Santo, a quien se tributa honor juntamente con
el Padre y el Hijo y que queda, en el bautismo, incluido dentro de
Expondremos las herejías
5. El propósito es, pues, decir algunas cosas sobre el Espíritu Santo. No,
desde luego, exponer detalladamente su persona(11), pues es cosa imposible,
sino señalar, acerca de él, diversas aberraciones de algunos para que no
seamos, ignorándolas, arrastrados por ellas. También queremos delimitar los
caminos del error para que avancemos por un camino real. Y si examinamos con
cautela algo de lo que ha sido dicho por los herejes, caiga de nuevo sobre
sus cabezas, pero permanezcamos inmunes, tanto nosotros los que hablamos
como vosotros que escucháis.
6. Pues los más impíos herejes en todas las materias afilaron también su
lengua en contra del Espíritu Santo atreviéndose a decir cosas infames, como
escribió Ireneo en sus libros Contra las herejías(12). Algunos no temieron
decir que ellos mismos eran el Espíritu Santo. El primero de los cuales es
Simón, al que los Hechos de los Apóstoles llaman «Mago». Una vez expulsado,
no dudó en enseñar tales cosas(13). Los llamados «gnósticos» son también
impíos y han dicho otras cosas en contra del Espíritu, y asimismo han
hablado perversamente los valentinianos(14). Pero el criminal Manes se
atrevió a decir de sí mismo que era el Paráclito enviado por Cristo. Según
los profetas o el Nuevo Testamento, ha habido quienes se imaginaban que unos
y otros eran el Espíritu Santo. Su error —o más bien su blasfemia— son muy
grandes. A tales hombres, por tanto, ódialos y huye de los que blasfeman
contra el Espíritu Santo, para los cuales no hay remisión. ¿Cómo te vas a
unir a los que carecen de toda esperanza, tú que ahora has de ser bautizado
también en el Espíritu Santo? Si al que se une a un ladrón y realiza
correrías con él se le somete a suplicio, ¿qué esperanza habrá de tener
quien se enfrenta al Espíritu Santo?
Contra los marcionitas y los gnósticos
7. Odiese también a los marcionistas, que separaron del Nuevo Testamento las
palabras del Antiguo. El primero de ellos fue Marción(15), hombre
alejadísimo de Dios, que afirmó la existencia de tres dioses. Al ver
insertados en el Nuevo Testamento los testimonios de los profetas acerca de
Cristo, los suprimió para privar al Rey de estos testimonios(16). Odiese a
los que ya mencionados gnósticos, como a ellos les gusta llamarse, pero que
están llenos de ignorancia(17). Hicieron sobre el Espíritu Santo
afirmaciones que yo no tendría ahora el atrevimiento de recordar.
Contra los montanistas
8. Ódiese a los de
Contra los maniqueos(19)
El poder del Espíritu no se compra por dinero.
De nuevo, el caso de Simón
10. ¿Por qué se condenó a Simón Mago? ¿No fue porque, acercándose a los
apóstoles, les dijo: «Dadme a mí también este poder para que reciba el
Espíritu Santo aquel a quien yo imponga las manos» (Hech 8, 19). Pues no
dijo: «Dadme a mí también una participación en el Espíritu Santo», sino
poder, de modo que pudiese vender a otros algo que no se puede comprar y que
él mismo no había conseguido(20). Ofreció dinero (8, 18) a unos hombres que
tenían el propósito de no poseer nada(21), a pesar de haber visto a quienes
ofrecían las ganancias de las cosas vendidas poniéndolas a los pies de los
apóstoles (cf. Hech 4, 34-35). Y no pensaba que quienes pisaban con sus pies
las riquezas entregadas para alimentar a los pobres nunca pondrían un precio
al poder del Espíritu Santo. ¿Y qué es lo que dijeron a Simón?: «Vaya tu
dinero a la perdición y tú con él; pues has pensado que el don de Dios se
compra con dinero» (8, 20). «Eres otro Judas, que esperaste vender la gracia
del Espíritu». Si, por tanto, Simón, que quería conseguir el poder (del
Espíritu) es entregado a la perdición, ¿de cuánta impiedad no será reo
Manes, que se jactó de ser él mismo el Espíritu Santo? Odiemos a los hombres
dignos de odio. A los que Dios deja a un lado, dejémoslos. Con toda
confianza, digamos también nosotros acerca de los herejes: «¿No odio, Yahvé,
a quienes te odian? ¿No me asquean los que se alzan contra ti?» (Sal 139,
21). Pues existe una enemistad laudable, según está escrito: «Enemistad
pondré entre ti y la mujer, y ente tu linaje y su linaje» (Gén 2, 15). En
realidad, la amistad con la serpiente produce la enemistad con Dios y la
muerte.
La promesa del Espíritu de vida
11. Sea suficiente lo dicho acerca de estos expulsados. Pero ahora volvamos
a
El Espíritu reparte sus dones entre todos
12. ¿Y por qué ha dado el nombre de agua a la gracia del Espíritu? Porque
todas las cosas constan de agua, ya que el agua es la que hace las plantas y
los animales; porque desde los cielos desciende el agua de las tormentas.
Siempre cae del mismo modo y de la misma forma, aunque son multiformes los
efectos que produce: una única fuente riega todo el huerto. Y una única e
idéntica tormenta desciende sobre toda la tierra, pero se vuelve blanca en
el lirio, roja en la rosa, de color púrpura en las violetas y en los
jacintos, y diversa y variada en los distintos géneros de cosas. De una
forma existe en la palma y de otra en la vid, pero está toda ella en todas
las cosas, pues (el agua) es siempre la misma y sin variación. Y, aunque se
mude en tormenta, no cambia su forma de ser, sino que se acomoda a la forma
de sus recipientes convirtiéndose en lo que es necesario para cada uno de
ellos. Así el Espíritu Santo, siendo uno y de un modo único, y también
indivisible, distribuye la gracia «a cada uno en particular según su
voluntad» (cf.
Diversos sentidos de la palabra «espíritu
13. Pero puesto que acerca del Espíritu Santo, con un nombre único y común,
se han dicho muchas cosas diversas en
El Espíritu Santo sugiere, habla y enseña
14. ¿Quieres darte cuenta de cómo crea palabras y habla? Felipe, por
revelación de un ángel, bajó por el camino que llevaba hasta Gaza, cuando
llegaba el eunuco. Y dijo el Espíritu a Felipe: «Acércate y ponte junto a
ese carro» (Hech 8, 29). ¿Ves cómo el Espíritu habla al que le oye? Y
Ezequiel dice así: «El espíritu de Yahvé irrumpió en mí y me dijo: "Di: Así
dice Yahvé"» (Ez 11, 5). Por otra parte, «dijo el Espíritu Santo» a los
apóstoles, que estaban en Antioquía: «Separadme ya a Bernabé y a Saulo para
la obra a la que los he llamado» (Hech 13, 2). Ves al Espíritu que está
vivo, que segrega y que llama, y que envía con poder. Y Pablo dice:
«Solamente sé que en cada ciudad el Espíritu Santo me testifica que me
aguardan prisiones y tribulaciones» (20, 23). El es el que santifica a
El diablo, espíritu del mal y de pecado
15. Con la palabra «espíritu» se denomina también al pecado, como ya
dijimos, pero por otra razón contraria, o sea, según dicen: «con un espíritu
de fornicación se extraviaron» (Os 4, 12 LXX). También se le llama espíritu,
espíritu inmundo, al demonio, pero con ese adjetivo de «inmundo». Pues a
cada espíritu se le da un añadido, que designa una característica propia. Si
se dice «espíritu» al alma humana, se le añade «del hombre» (I Cor 2, 11).
Si se dice acerca del viento(32), se habla de «viento de borrasca» (Sal 107,
25). Cuando designa al pecado, dice «espíritu de fornicación». Si se refiere
al demonio, le llama «espíritu inmundo», para que sepamos de qué se habla
particularmente en ese caso y no creas que se está hablando del Espíritu
Santo. ¡Ni hablar! Pues este nombre de «espíritu» es nombre general y común,
y lo que no tiene un cuerpo espeso y denso es llamado, de un modo genérico,
espíritu. Pero puesto que los demonios no poseen tales son llamados
«espíritus». Pero hay espíritus muy diversos. Pues el demonio impuro, cuando
se introduce en el alma del hombre (y Dios libre de este mal a todas las
almas tanto de los que están aquí como de los ausentes), llega como un lobo
tragando sangre y dispuesto a devorar lanzándose contra la oveja. Es una
llegada muy cruel, y muy grave para el que la sufre. La mente se oscurece
con una densa niebla. Es un ataque injusto de alguien que invade una
propiedad ajena, pues se esfuerza en abusar, haciendo violencia (Mc 9,
17-18), de un cuerpo ajeno sirviéndose de él como si fuese propio. Hace caer
a quien se mantiene en pie, emparentado como está con aquel que cayó del
cielo (cf. Lc 10, 18); enreda la lengua y retuerce los labios; en lugar de
palabras, arroja espuma. El hombre se sume en tinieblas y, cuando el ojo
está abierto, el alma no ve nada a través de él. Lleno de miseria, el hombre
se convulsiona lleno de temor ante la muerte. Realmente los demonios son
enemigos de los hombres y los maltratan suciamente y sin misericordia.
La fuerza y la iluminación otorgadas por el Espíritu Santo
16. No es tal el Espíritu Santo. ¡Lejos de vosotros este pensamiento! Pues,
al contrario, aquí estamos en el terreno del bien y de la salvación. En
primer lugar, su venida tiene lugar en la mansedumbre y con suavidad, y se
le percibe con esa suavidad y con fragancia, pues su yugo es muy ligero.
Avisan de su llegada los rayos brillantes de luz y de ciencia. Viene con los
sentimientos de una auténtico protector. Viene a salvar, sanar, enseñar,
advertir, fortalecer, consolar y a iluminar la mente: en primer lugar, la de
aquel que le acoge y, después, sus obras y las de los demás. Y del mismo
modo que quien estaba en tinieblas anteriormente, al mirar luego al sol, de
repente recibe la luz en su ojo corporal y distingue lo que antes no veía
con claridad, así es aquel que ha sido considerado digno del don del
Espíritu Santo: se ilumina su ánimo y, colocándose más allá de lo humano, ve
ahora lo que ignoraba. Postrado su cuerpo en tierra, su alma contempla los
cielos como en un espejo. Como Isaías, ve «al Señor sentado en un trono
excelso y elevado» (Is 6, 1). Contempla, como Ezequiel, al que «estaba sobre
la cabeza de los querubines» (Ez 10, 1). Ve, como Daniel, a «miles de
millares» y «miríadas de miríadas» (Dan 7, 10). Siendo como hombre poca
cosa, ve el principio y el fin del mundo, y discierne el transcurso de los
tiempos y la sucesión de los reyes. Y no es que esto lo haya aprendido, pero
es un verdadero proveedor de luz. Un hombre puede ser encerrado entre
paredes, pero la fuerza de su conocimiento se extiende ampliamente hasta
contemplar incluso lo que otros hacen.
El poder que da el Espíritu de discernir lo oculto
17. Pedro no estaba presente cuando Ananías y Safira vendieron sus
posesiones. Pero estaba presente por el Espíritu, y dijo: «¿Cómo es que
Satanás llenó tu corazón para mentir al Espíritu Santo?» (Hech 5, 3). No era
acusador ni tampoco testigo. ¿De dónde había llegado a conocer el hecho?
«¿Es que mientras lo tenías no era tuyo, y una vez vendido no podías
disponer del precio? ¿Por qué determinaste en tu corazón hacer esto?» (Hech
5, 4). Un hombre iletrado, Pedro, supo por la gracia del Espíritu lo que ni
siquiera los mismos sabios de los griegos habían llegado a conocer. Un
ejemplo semejante tienes también en Eliseo. cuando había curado gratis la
lepra de Naamán, Guejazí(33) se cobró una paga, cobrándose el valor de un
trabajo de otro, y colocó el dinero recibido de Naamán en un lugar oscuro
(cf.
También a los profetas iluminaba el Espíritu Santo
18. Hace casi mil años que vivió Isaías. Contempló a Sión como una pobre
tienda de campaña. Sin embargo, la ciudad todavía estaba en pie embellecida
por gran cantidad de plazas públicas y revestida de su dignidad. Está dicho,
no obstante: «Sión será un campo que se ara» (Miq 3, 12), preanunciando lo
que se ha realizado en nuestros días. Observa la exactitud de la profecía,
pues dice: «Ha quedado la hija de Sión como cobertizo en viña, como albergue
en pepinar, como ciudad sitiada» (Is 1, 8). Y realmente está este lugar
ahora lleno de pepinares. ¿Acaso no ves cómo el Espíritu Santo ilumina a los
santos?(35). Que la semejanza de la denominación no te arrastre a otras
cosas. Mantén en cambio, lo que es exactamente la verdad.
El Espíritu, que sugiere la castidad y la pobreza voluntarias, protege al
hombre y le da sus dones
19. Si en alguna ocasión, cuando estés descansando, te vienen pensamientos
acerca de la castidad o la virginidad, es él quien te esta instruyendo. ¿No
sucede con frecuencia que una joven, ya dispuesta para la consumación del
matrimonio, no accede porque él(36) le sugiere la virginidad? ¿Es que no
ocurre con mucha frecuencia que un hombre conspicuo en la vida pública
desprecia las riquezas y la dignidad instruido por el Espíritu Santo? ¿O que
muchas veces un joven, viendo una figura grácil cierra los ojos para no ver
y escapar de la deshonra? ¿Por qué crees que eso sucede? El Espíritu Santo
ha instruido la mente del hombre, siendo tantos en el mundo los deseos de la
avaricia, hay cristianos que siguen la pobreza voluntaria. ¿Por qué razón?
Por el mandato interior del Espíritu Santo. Es una realidad preciosa el
Espíritu santo y bueno. Debidamente somos bautizados en el Padre, en el Hijo
y en el Espíritu Santo. Con su cuerpo lucha el hombre con muchos y fieros
demonios(37). Y a menudo es contenido y dominado por las palabras de súplica
un demonio al que muchos no podían retener con cadenas de hierro. Un simple
soplo del exorcista se convierte en fuego contra el enemigo invisible.
Tenemos, por tanto, de parte de Dios un auxiliador y protector, gran maestro
de
La fortaleza del Espíritu Santo en las dificultades
20. Pero se le llama Paráclito porque consuela, fortalece con sus
exhortaciones y nos ayuda en nuestra debilidad(39), «pues nosotros no
sabemos cómo pedir para orar como conviene; mas el Espíritu mismo intercede
por nosotros con gemidos inefables» (Rm 8, 26), es decir, ante Dios, como se
ve por el asunto mismo. A menudo alguien, víctima de injurias por causa de
Cristo, padece injustamente el desprecio. Amenazan el martirio y los
tormentos por doquier: el fuego y la espada, las bestias y el precipicio.
Pero el Espíritu Santo sugiere: «Espera en Yahvé» (Sal 27, 14), hombre. Es
poca cosa lo que te sucede, pero es grande lo que se te dará. Tras padecer
un tiempo breve, estarás eternamente en compañía de los ángeles. «Los
sufrimientos del tiempo presente no son comparables con la gloria que se ha
de manifestar en nosotros» (Rm 8, 18). El Espíritu describe al hombre el
reino de los cielos, le muestra el paraíso de las delicias, y los mártires,
presentes a la vista de sus jueces pero ya en el paraíso en cuanto a su
energía y su poder, pueden así despreciar la dureza de lo que ven.
El Espíritu permite dar testimonio en favor de Jesús
21. ¿Quieres saber cómo con la fuerza del Espíritu Santo dieron los mártires
su testimonio? El Salvador dice a los discípulos: «Cuando os lleven a las
sinagogas, ante los magistrados y las autoridades, no os preocupéis de cómo
o con qué os defenderéis, o qué diréis, porque el Espíritu Santo os enseñará
en aquel mismo momento lo que conviene decir» (Lc 12, 1 1-12). Pues es
imposible padecer el martirio por dar testimonio de Cristo si no se sufre
con la fuerza del Espíritu Santo. Pues si «nadie puede decir "Jesús es
Señor!" sino con el Espíritu Santo» (1 Cor 12, 3), ¿quién dará la vida par
Jesús si no es en el Espíritu Santo?
Ilumina a todos los cristianos de cualquier condición y de cualquier pueblo
22. Grande, omnipotente en sus dones y admirable es el Espíritu Santo.
Piensa cuántos estáis sentados aquí, cuántas almas somos. El Espíritu actúa
de modo adecuado a cada uno. Está en medio de todos y ve la situación de
cada uno. Ve también el pensamiento y la conciencia, y también lo que
hablamos y a lo que damos vueltas en nuestra mente. Grande es esto que acabo
de decir y, sin embargo, es todavía poco. Quisiera que consideraras,
iluminando él tu mente, cuántos son los cristianos de toda esta parroquia y
cuántos los de toda la provincia de Palestina. Amplía también tu mente desde
esta provincia a todo el Imperio de los romanos y vuelve desde él tu mirada
al mundo entero: los pueblos de los persas y las naciones de
Ángeles, potestades y todas las criaturas necesitan del Espíritu
23. Ves el poder que ejerce en el mundo entero. Que no se quede tu mente a
ras del suelo, sino asciende a lo alto: sube en tus pensamientos hasta el
primer cielo y contempla los muchísimos miles de ángeles que allí están. Si
puedes, sube con el pensamiento a mayor altura: contempla los arcángeles y
contempla a los espíritus, mira las virtudes, los principados, las
potestades, los tronos y las dominaciones(40). Dios ha dado al Paráclito
como prefecto, maestro y santificador de todos ellos. Necesitan de él Elías,
Eliseo e Isaías entre los hombres. Y entre los ángeles, Miguel y Gabriel.
Ninguna de las cosas creadas le iguala en honor. Pues todas las clases de
ángeles y todos los ejércitos juntos carecen de paridad e igualdad con el
Espíritu Santo. A todos ellos los cubre y oscurece la potestad sumamente
buena del Paráclito. Si alguno de ellos es enviado a realizar un
ministerio(41), escruta incluso las profundidades de Dios, como dice el
Apóstol: «El Espíritu todo lo sondea, hasta las profundidades de Dios. En
efecto, ¿qué hombre conoce lo íntimo del hombre sino el espíritu del hombre
que está en él? Del mismo modo, nadie conoce lo íntimo de Dios, sino el
Espíritu de Dios» ( I Cor 2, 10-11)
En unión con el Padre y el Hijo, el Espíritu Santo reparte sus dones
24. El, en los profetas, anunció a Cristo; él actuó en los apóstoles; él,
hasta el día de hoy, sella las almas en el bautismo. El Padre se da al Hijo,
y el Hijo comunica de sí mismo al Espíritu Santo(42). Es el mismo Jesús, no
yo, quien lo dice: «Todo me ha sido entregado por mi Padre» (Mt 11, 27). Y
del Espíritu Santo dice: «Cuando venga él, el Espíritu de la verdad,... El
me dará gloria, porque recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros» (Jn
16, 13-14). El Padre, a través del Hijo y juntamente con el Espíritu, lo da
todo. No son unos los dones del Padre, otros los del Hijo y otros los del
Espíritu Santo. Pues una es la salvación, una la potestad y una la fe, único
es Dios Padre, único es su Hijo y único es el Espíritu Santo Paráclito. Y
bástenos saber estas cosas. No indagues afanosamente la naturaleza o la
sustancia. Pues, si es algo que se hubiese escrito, lo diríamos. Pero no nos
atrevamos con lo que no ha sido escrito. Para nuestra salvación nos basta
saber que existen el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
Sobre los setenta ancianos que ayudaron a Moisés
25. Este Espíritu descendió, en tiempo de Moisés, sobre los setenta
ancianos. (Pero que la amplitud del discurso, carísimos, no os cause tedio.
El mismo del que hablamos nos dé fuerza a cada uno de nosotros, a los que
hablamos y a los que oís.) Este Espíritu, como decía, descendió sobre
aquellos setenta ancianos que estaban bajo Moisés. Pero esto te lo digo para
probar que todo lo conoce y todo lo obra como quiere. Fueron seleccionados
setenta ancianos. «Bajó Yahvé en la nube y le habló. Luego tomó algo del
espíritu que había en él y se lo dio a los setenta ancianos» (Núm 11, 25). Y
no fue dividiendo al Espíritu, sino que cada uno recibió algo de su gracia,
distribuida según su capacidad y su potestad. Los presentes eran de hecho
sesenta y ocho, y profetizaron, pero no estaban Eldad y Medad. Pero para que
quedase claro que no era Moisés el que concedía nada, sino que era el
Espíritu el que obraba, también profetizaron Eldad y Medad, que habían sido
llamados, pero no habían acudido (cf. Núm 11,26-30).
El mismo signo de la imposición de las manos para la antigua y la nueva
Alianza
26. Se asombró de ello Josué, hijo de Nun, sucesor de Moisés, y acercándose
a Moisés le dice: «¿Has oído que Eldad y Medad están profetizando?». Fueron
llamados y no vinieron. «Mi señor Moisés, prohíbeselo» (11, 28). Pero él le
dijo: No se lo puedo prohibir, pues es una gracia celestial. No se lo
impediré, pues también yo tengo esa gracia. No creo que tú hayas dicho esto
movido por la envidia. No te consumas de celo por mí porque ellos hayan
profetizado mientras tú todavía no profetizas. Aguarda un tiempo: «¡Quién me
diera que todo el pueblo de Yahvé profetizara porque Yahvé les diera su
espíritu!» (11, 29). Proféticamente añadió lo de «porque les diera su
espíritu». Pues ciertamente tampoco lo ha dado ahora, y tú no lo tienes
todavía. Entonces, ¿no lo tuvieron Abraham, Isaac, Jacob y José? ¿Es que
acaso no lo tuvieron los que vivieron antes de él? Sin embargo, es muy claro
aquello de «cuando Dios les diera su espíritu», que es como si dijera: a
todos. Y, no obstante, el don de la gracia es ahora privado y restringido,
mientras que entonces se había derramado y abundaba. En realidad, se quería
decir lo que nos habría de suceder en Pentecostés, pues también él descendió
entre nosotros. Pero también anteriormente había descendido sobre muchos.
Pues está escrito: «Josué, hijo de Nun, estaba lleno del espíritu de
sabiduría, porque Moisés le había impuesto las manos» (Dt 34, 9). Ves el
mismo signo en todas partes, en la antigua y en la nueva Alianza. En tiempo
de Moisés se concedía el espíritu por la imposición de manos. A ti, que
serás bautizado, ha de venir la gracia. No te digo de qué modo ni te
anticipo el momento(43),
Presencia del Espíritu en personajes de la antigua Alianza
27. El vino también a todos los justos y profetas. Me refiero a Enós, Henoc,
Noé y los demás, Abraham, Isaac y Jacob. Que también José tuvo el espíritu
de Dios (cf. Gén 41, 38), es algo que ya había descubierto el mismo Faraón.
Ya oíste acerca de Moisés y de las cosas admirables que hizo por el
Espíritu. También lo tuvieron el fortísimo Job y todos los santos, aunque no
mencionemos ahora los nombres de todos. El fue el que, en la construcción
del Tabernáculo llenó de sabiduría a Besalel y a sus hábiles compañeros (Ex
31, 1-6).
28. En la fuerza de este Espíritu, según lo que tenemos en el libro de los
Jueces, fue juez Otoniel (Juec 3, 10), se vio fortalecido Gedeón (6, 34) y
Jefté consiguió la victoria (11, 29). Débora, mujer, entabló batalla (4-5) y
Sansón, cuando todavía obraba con justicia y no contristaba al Espíritu,
realizó cosas superiores a las fuerzas humanas(44). En los libros de los
Reyes encontramos claramente, acerca de Samuel y David(45), cómo
profetizaban en el Espíritu Santo y eran jefes de profetas. Y a Samuel se le
llamaba «vidente» (I Sam 9, 9-11). Pero David dice elocuentemente: «El
espíritu de Yahvé habla por mí» (2 Sam 23, 2). Y, en los Salmos: «No retires
de mí tu santo espíritu» (51, 13). Y a su vez: «Tu espíritu que es bueno me
guie por una tierra llana» (143, 10). Y, como tenemos en las Crónicas, con
el Espíritu Santo fueron agraciados Azarías, bajo el rey Asá, y, bajo
Josafat, Yajaziel (2 Cró 15, 1; 20, 14). Y también Zacarías, que fue
lapidado (2 Cró 24, 20-21; cf.
Y en otros profetas
29. Y si alguien recorre los libros tanto de los doce(47) como de los demás
profetas, encontrará muchísimos testimonios acerca del Espíritu Santo.
Miqueas dice: «Yo, en cambio, estoy lleno de fuerza por el espíritu de
Yahvé» (Miq 3, 8). Y Joel: «Sucederá después de esto que yo derramaré mi
Espíritu en toda carne» (3, 1). Y Ageo dice: «... según la palabra que pacté
con vosotros a vuestra salida de Egipto, y en medio de vosotros se mantiene
mi Espíritu: no temáis» (2, 5). De modo semejante, Zacarías: «No obstante,
acoged mis palabras y mis mandatos, que yo prescribo en mi Espíritu a mis
siervos los profetas» (Zac 1, 6 LXX). Y así, otras cosas.
En Isaías y Ezequiel
30. También Isaías, el predicador elocuentísimo: «Reposará sobre él el
Espíritu de Yahvé: espíritu de sabiduría e inteligencia, espíritu de consejo
y fortaleza, espíritu de ciencia y temor de Yahvé. Y le inspirará en el
temor de Yahvé» (11, 2-3). Con ello quiere decir que él (el Espíritu) es uno
e indivisible, pero son diversos los efectos que produce. Y también: «He
aquí mi siervo a quien yo sostengo, mi elegido en quien se complace mi alma.
He puesto mi espíritu sobre él (Is 42, 1). Y también aquello: «Derramaré mi
espíritu sobre tu linaje (44, 3). Y además: «Ahora el señor Yahvé me envía
con su espíritu» (48,16). O bien: «En cuanto a mí, esta es la alianza con
ellos, dice Yahvé. Mi espíritu que ha venido sobre ti...» (59, 21)(48). Y, a
su vez: «El espíritu del Señor Yahvé está sobre mí, por cuanto que me ha
ungido Yahvé...» (61,1)(49). Y también, hablando en contra de los judíos:
«Mas ellos se rebelaron y contristaron a su Espíritu Santo» (Is 63, 10) y:
«¿Dónde está el que puso en él su Espíritu Santo?» (63, 11).
También tienes en Ezequiel —si no estás ya cansado de escuchar— lo que ya se
ha recordado: «El espíritu de Yahvé irrumpió en mí y me dijo: "Di: Así dice
Yahvé"» (Ez 11, 5). Pero el «irrumpió sobre mí» se ha de entender
correctamente, como queriendo designar la caridad y la clemencia. De modo
semejante a como Jacob, una vez que encontró a José, «se echó a su cuello»
(Gén 46, 29) y como, en los evangelios, aquel padre amantísimo, al ver a su
hijo de vuelta, «conmovido, corrió, se echó a su cuello y le besó
efusivamente» (Lc 15, 20). Y, también en Ezequiel: «El espíritu me elevó y
me llevó a Caldea, donde los desterrados, en visión, en el espíritu de Dios»
(Ez 11, 24). Y otras cosas ya las oíste antes, cuando hablamos del
bautismo(50): «Os rociaré con agua pura... y os daré un corazón nuevo,
infundiré en vosotros un espíritu nuevo» (36, 25-26). Y, poco después: «La
mano de Yahvé fue sobre mí y, por su espíritu, Yahvé me sacó» (37, 1).
En Daniel
31. El infundió la sabiduría en el alma de Daniel, de modo que un joven
fuese juez de ancianos. La casta Susana había sido condenada como impúdica.
Nadie la defendía. ¿Quién la habría arrebatado de la mano de los jefes? Era
llevada a la muerte y ya estaba en manos de los verdugos (Dan 13, 41-45).
Pero se presentó su auxiliador, el Paráclito, el Espíritu que santifica a
toda criatura inteligente. «Mantente ahí», le dijo a Daniel. «Tú, que eres
joven, arguye a los viejos manchados por la corrupción de pecados de
jóvenes. Pues está escrito: «Suscitó el santo espíritu de un jovencito» (13,
45). Y, resumiendo brevemente, por la sentencia de Daniel se salvó aquella
muchacha pura. Este caso lo hemos resumido, pues no hay tiempo de exponerlo
todo. Incluso Nabucodonosor reconoció que en Daniel estaba el Espíritu
Santo, pues se refirió a él como «Daniel..., en quien reside el espíritu de
los dioses santos» (Dan 4, 6)(51). Dijo una cosa verdadera y otra falsa. Que
tenía el Espíritu Santo era verdad, pero no que era «jefe de los magos».
Pues no era mago, sino conocedor de las cosas por el Espíritu. De hecho,
antes (Dan 2, 31ss.) había explicado la visión de la imagen que había visto
y que no entendía. «Explícame, dice, la visión, que yo, que la vi, no la
entiendo». Ves ahí la potencia del Espíritu Santo, porque quienes vieron no
entienden, y los que no vieron conocieron e interpretaron.
En la siguiente catequesis se hablará del Espíritu Santo en el Nuevo
Testamento
32. Estaríamos inclinados a recoger muchos testimonios del Antiguo
Testamento y a explicar con más claridad lo que atañe al Espíritu Santo.
Pero queda poco tiempo y es aconsejable que no tengáis tanto que escuchar.
Por lo cual, contentos con lo mencionado de la antigua Alianza, volveremos,
si Dios lo permite, en la catequesis siguiente a lo que falta del Nuevo. El
Dios de la paz, os regale a todos con los bienes espirituales y celestiales
por medio de Nuestro Señor Jesucristo y por el amor del Espíritu (cf.
NOTAS
[1] La presente catequesis y la siguiente, que se tuvieron durante
[2] Se reproduce la cita de Mt. 12, 32 tal como la trae el texto de Cirilo.
Pero el texto completo del versículo es: «Y al que diga una palabra contra
el Hijo del hombre, se le perdonará; pero al que la diga contra el Espíritu
Santo, no se le perdonará ni en este mundo ni en el otro». Al interpretar el
versículo, no debe partirse de si es que acaso hay o no hay pecados que no
pueden perdonarse, sino desde el problema de una posible cerrazón
existencial del hombre. En este momento -y se expondrá a lo largo de esta
catequesis y de la siguiente- se está partiendo de que el acceso del hombre
a Jesucristo (y por él al Padre) no se hace con los ojos de la carne ni con
la inteligencia sino en virtud de la acción del Espíritu, que en el plan de
la salvación -independientemente de que el hombre sea o no sea consciente de
ello- es el que hace mediante la gracia que el hombre acceda a Dios y a la
salvación que él le ofrece. El que «blasfema contra el Espíritu» cerrándose
así a la acción de Dios en él -que uno sea reflexivamente consciente o no de
la obra de Dios en él es cuestión secundaria-, se cierra así el camino de la
salvación hacia su existencia. Se trata de algo que debe tenerse en cuenta
al menos como advertencia.
[3] En un lenguaje algo amplio, es una confesión clara de la fe trinitaria.
En cuanto al Padre y al Hijo, la frase recuerda I Cor 8,6: «Para nosotros no
hay más que un solo Dios, el Padre, del cual proceden todas las cosas y por
el cual somos; y un solo Señor, Jesucristo, por quien son todas las cosas y
por el cual somos nosotros». Las catequesis XVI y XVII pretenden hablar del
Espíritu Santo de modo que en los oyentes quede equiparado, en su dignidad,
al Padre y al Hijo. Se expresa así la madurez de la conciencia dogmática de
[4]
[5] Según parece, en algunos momentos históricos hablaron algunos, para el
Antiguo y el Nuevo Testamento, de varios «Padres», varios «Cristos» y varios
«Espíritus», aunque son cosas demasiado alejadas de nuestra mentalidad. Ver
distintos testimonios acerca de los marcionitas, maniqueos, gnósticos, etc.
en PG 33,921-922, nota 3.
[6] Estas palabras de
[7] Marción (ca. 85-ca. 160) había defendido una oposición total entre un
Dios del Antiguo Testamento, rígido, legalista y justiciero, y el Dios del
Nuevo Testamento, reflejado sólo en la teología de Pablo y en lo que de ésta
se encuentra en Lucas. Marción era un talento organizador y su predicación
ofrecía un riguroso sentido de la moralidad, características ambas que,
junto con su fuerte personalidad, le proporcionaron numerosos seguidores.
Fue excomulgado, al llegarse a la convicción de la falta de relación de sus
enseñanzas con la fe apostólica, en Roma el año 144.
[8] La fe y la piedad que se dirigen al Padre, al Hijo y al Espiritu Santo,
puesto que los tres no deben separarse, se dirigen a un Dios único.
[9] Sabelio es el último y más importante defensor de lo que desde el s. xix
se ha llamado «modalismo», según el cual no habría en el único Dios más que
una hypóstasis, en realidad el Padre, y de la que el Hijo y el Espiritu
Santo no serian más que otros modos de manifestarse.
[10] El edificio se encontraba sobre el monte Sión y seria la más antigua de
las iglesias cristianas de la ciudad de Jerusalén. Cirilo explica a
continuación cómo se podía haber pensado en esa iglesia para hacer allí las
catequesis sobre el Espíritu Santo, pero se ha mantenido la unidad de lugar.
[11] Traducimos por «persona», clásica en la tradición occidental, la
expresión «hipóstasis», característicamente griega, aunque ésta refleja más
exactamente lo que se quiere decir y es la empleada por los documentos de
los concilios ecuménicos que abordaron las cuestiones cristológicas y
trinitarias.
[12] Ireneo de Lyón, nacido posiblemente en Asia Menor alrededor del año 140
y muerto como obispo de Lyón hacia el año 202, es Padre de
[13] Es algo exagerada la descripción que la catequesis hace de Simón. Sobre
la historia y los problemas de este personaje, cf Hech 8,9-24.
[14] Las enseñanzas del gnóstico Valentín (s. II) han sido muy estudiadas
por Antonio Orbe. Dentro de la complejidad del tema puede orientar, entre
otras obras de este último, su Introducción a la teología de los siglos II y
III, Salamanca 1988.
[15] Vid. nota 7. La atribución a Marción de la afirmación de tres dioses
puede resultar exagerada por la polémica, pero se refiere al Padre, al
diablo (como principio del mal) y al Dios de los judíos. Naturalmente sólo
el primero le interesa a Marción.
[16] En su afán por desvincular el Nuevo Testamento del Antiguo, Marción
procuró editar el primero sin las citas del segundo. Se pretende así
conseguir que Cristo sea una novedad absoluta frente a la antigua Alianza.
[17] Cf la obra de A. Orbe citada en nota 14.
[18] De origen frigio, en el NO. de Asia Menor, Montano es el promotor, en
el siglos II, de lo que se llamó montanismo, secta que valoraba en
[19] Vid. anteriormente, núm. 6 y, más arriba, cat. IV, nota 34.
[20] Vid. Procatequesis, núms.
[21] Del nombre de Simón Mago viene «simonía», que es el nombre que en la
historia de
[22] «Como dice
[23] El don de la castidad
[24] También puede entenderse aquí la limosna.
[25] Cf. lo anteriormente dicho en cat. 14, nota 20.
[26] En el original griego se entiende mucho mejor la explicación de Cirilo,
pues a Aarón y los otros los califica de christós -que es la palabra griega
para decir «ungido»-, de donde puede salir la posible confusión con el
nombre de Cristo, el Salvador, el ungido por antonomasia.
[27] Curiosamente, en hebreo (ruah) y en griego (pueuma) la misma palabra se
emplea para indicar «viento» y «espíritu» (o «Espíritu»). En español,
«espíritu» está en el mismo grupo que respirar, inspirar, expirar que tienen
relación con la acción del aire. A este respecto son dignas de tenerse en
cuenta las afirmaciones de Gén 2, 7, donde la acción de Dios al crear al
hombre se completa con el hecho de que «insufló en sus narices aliento de
vida, y resultó el hombre un ser viviente». Por otra parte, y de modo
general -sobre ello habrá que volver-, en
[28] Zac 12,1b describe a Dios como «el que despliega los cielos, funda la
tierra y forma el espiritu del hombre en su interior». Cf. Is 42, 5.
[29] El texto de los LXX favorece esta traducción, que también puede hacerse
(siguiendo a
[30] La misma explicación de Cirilo, «es decir, son espirituales», de las
palabras de
[31] Cf. cat. 17, núms. 27,28, etc.
[32] Sobre la identidad de las palabras «viento» y «espíritu» en hebreo y
griego, cf. la nota 27. El original griego habla aquí de «pneuma» de
borrasca: espíritu, viento, soplo... De ahí el posible juego de palabras.
[33] El criado de Eliseo.
[34] El Sal 139 ensalza el hecho de que a Dios nada se le oculta del
interior del hombre. Siempre han sido muy citados, por ejemplo, los vv. 7-8:
«¿A dónde iré yo lejos de tu espíritu, a dónde de tu rostro podré huir? Si
hasta los cielos subo, allí estás tú, si en el sheol me acuesto, allí me
encuentras». El conocimiento de los hombres —en este caso del ocultamiento
que hacen—- que se atribuye a Pedro y Eliseo en los casos del criado de este
último y del engaño practicado por Ananías y Safira es como una gracia de
estado que el Espíritu Santo concede a la mente profética de Pedro y Eliseo.
En éstos se da una situación semejante a aquella en que puede encontrarse a
veces un catequista en relación con su catecúmeno. En parte, se trata de
casos de discernimiento de espíritus o de valoración, desde el punto de
vista de la fe, de situaciones reales.
[35] En este caso, a los profetas escritores.
[36] Se refiere a que el Espíritu Santo le sugiere la virginidad. Lo que el
párrafo menciona es el matrimonio rato que no llega a consumarse y por
tanto, puede no ser definitivo. Se ha preferido una traducción menos
literal, aunque la estimamos más comprensible. Al pie de la letra, sería:
«¿Acaso muchas veces no sucede que una muchacha huye cuando ya está
dispuesta para los tálamos nupciales...?».
[37] Se piensa en la tarea que realiza el que practica un exorcismo.
[38] Sab 6,16 cuadra bien en el contexto de la acción interior del Espíritu
Santo, si bien en el texto bíblico se refiere a la sabiduría: «Ella misma va
por todas partes buscando a los que son dignos de ella; se les muestra
benévola en los caminos y les sale al encuentro en todos sus pensamientos».
[39] La semántica, el significado de «Paráclito» nos remite a «parákalein»,
llamar junto a, "ad-vocare'' Paráclito significa, pues, el «llamado junto
a», como abogado (ad-vocatus) para que ayude, etc. Es el sentido de la
misión del Espíritu Santo junto al que cree en Jesucristo.
[40] Vid. más arriba, cat. 15, notas 13,45,46.
[41] Cf. Hebr 1,14: «¿Es que no son todos ellos espíritus servidores con la
misión de asistir a los que han de heredar la salvación?».
[42] Esa afirmación representa de algún modo la vida interna de Dios: el
Padre engendra al Hijo (y el Hijo procede así del Padre). El Espíritu
procede del amor entre el Padre y el Hijo. La tradición teológica de
[43] Los sacramentos de la iniciación cristiana, con los que culminará la
presente catequización, serán el objeto de las catequesis 19-23.
[44] La historia de Sansón, en Juec 13-16.
[45] En la denominación cristiana antigua, los libros I y 2 Sam son
denominados I y 2 Re, mientras que nuestros I y 2 Re son allí
[46] También en la denominación antigua Neh es llamado 2 Esd.
[47] Los llamados «profetas menores», desde Oseas a Malaquías.
[48] Is 59,21, tal como lo transcribe Cirilo. Pero el texto bíblico prolonga
la frase: «... Mi espíritu que ha venido sobre ti y mis palabras que he
puesto en tus labios no caerán de tu boca ni de la boca de tu descendencia
ni de la boca de la descendencia de tu descendencia, dice Yahvé desde ahora
y para siempre».
[49] En Lc 4,18-19 se aplico Jesús a si mismo el versículo completo 61, 1.
[50] Vid. caí. 3, núm. 15.
[51] En la manera de expresarse, Nabucodonosor habla como el pagano que
todavía es. Nabucodonosor, dando además a Daniel el nombre de Beltsassar
(Dan 4,5), se dirige a él como «jefe de los magos».
[52] Sobre un posible añadido a esta catequesis, según códices, puede verse
PG 33, 963-966. Pero no hemos creído necesario reproducir aquí este texto.
CATEQUESIS XVII:
EL ESPIRITU SANTO (II)
Pronunciada en Jerusalén, termina lo que quedaba acerca del Espíritu Santo.
La lectura se toma de
Nos detendremos en puntos fundamentales del Nuevo Testamento
1. En la catequesis precedente ofrecimos, en cuanto lo permitieron nuestras
fuerzas, una pequeña parte de los testimonios referentes al Espíritu Santo.
En la presente, en cuanto se nos permita, tocaremos, si Dios quiere, lo que
nos queda, es decir, lo referente al Nuevo Testamento. Ya entonces, para no
excedernos en el hablar, pusimos límites a nuestra tarea —pues nunca se
acabaría de hablar del Espíritu Santo— y ahora daremos cuenta de una pequeña
parte de lo que resta. No pretendemos ingenuamente cubrir lo poco que
diremos con la multitud de lo que puede extraerse de
Un solo Dios Padre, un solo Hijo, un solo Espíritu Santo
2. Pues aunque se han dado divisiones a la hora de disputar acerca del
Espíritu Santo, él permanece no obstante indiviso, puesto que es único y el
mismo. Igualmente cuando hablábamos del Padre, mencionábamos, por un lado,
el sumo y único poder de su persona, y por otro, cómo se llamaba «Padre» y
«Todopoderoso» y, además, creador de todas las cosas(3) pero esta
distribución de las catequesis no significaba una división de la fe. Era
único también el propósito de la piedad y de nuestra religiosidad cuando
hablábamos del Hijo unigénito de Dios, cuando enseñábamos tanto lo que se
refiere a su divinidad como lo que atañe a su humanidad. De este modo cuando
distribuíamos en cuestiones diversas lo que había que decir acerca de
nuestro Señor Jesucristo, predicábamos una fe indivisa en él. Así, pues,
también ahora, aun habiendo dividido las catequesis acerca del Espíritu
Santo, es una fe indivisa en él la que anunciamos. Pues el Espíritu Santo es
uno y el mismo, pues «todas estas cosas las obra un mismo y único Espíritu
distribuyéndolas a cada uno en particular según su voluntad» (1 Cor 12,11),
pero él permanece sin división. Pues no hay otro Paráclito que no sea el
Espíritu Santo, pero es único e idéntico aunque con diversas denominaciones:
vivo y subsistente(4), que habla y actúa. Es santificador de todas las
criaturas dotadas de razón que Dios ha hecho por medio de Cristo, los
ángeles y los hombres.
Diversas denominaciones, pero un solo Espíritu
3. Pero que no crean algunos, por su ignorancia y por la diversidad de
denominaciones del Espíritu Santo, que se trata de espíritus diversos, y no
de uno único e idéntico, el único que existe. Por ello,
La relación del Espíritu Santo al Hijo y al Padre
4. Se llama Espíritu según lo que hemos leído: «Porque a uno se le da por el
Espíritu palabra de sabiduría» (
Más denominaciones del Espíritu Santo
5. Además encontrarás otras muchas denominaciones del Espíritu Santo. Pues
se le llama Espíritu de santificación, como está escrito: «Según el Espíritu
de santidad» (Rm 1, 4)(5). También se le llama Espíritu de adopción, como
dice Pablo: «Pues no recibisteis un espíritu de esclavos para recaer en el
temor, antes bien, recibisteis un espíritu de hijos adoptivos, que nos hace
exclamar: «¡Abbá, Padre!» (Rm 8, 15). Igualmente se le llama Espíritu de
revelación, según está escrito: «... os conceda (el Dios de nuestro Señor
Jesucristo) espíritu de sabiduría y de revelación para conocerle
perfectamente» (Ef 1, 17). También se le menciona como Espíritu de
El Espíritu Santo hizo posible la concepción virginal de María
6. Este es el Espíritu Santo que vino a Santa María Virgen. Pues como se
trataba de engendrar a Cristo, el Unigénito, la fuerza del Altísimo la
cubrió con su sombra y el Espíritu Santo, acercándose hasta ella (cf. Lc 1,
35), la santificó para esto, para que pudiese tener en su interior a aquel
por quien todo fue hecho. No tengo necesidad de muchas palabras para que
entiendas que esta gestación estuvo libre de toda mancha y contaminación,
pues ya lo aprendiste (cf. cat. 12, núm. 25). Gabriel es quien a ella le
dijo: soy mensajero y pregonero de lo que ha de suceder, pero yo no
participo en la operación. Pues aunque sea arcángel, soy conocedor de mi
orden y de mi oficio. Yo te anuncio la alegría, pero no es por gracia mía
por lo que darás a luz: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del
Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y
será llamado Hijo de Dios» (Lc 1, 35).
El Espíritu Santo en Isabel, Zacarías y Simeón
7. Este Espíritu Santo mostró su eficacia en Isabel. Pues no sólo actuó con
las vírgenes, sino también entre cónyuges con tal que se trate de un
matrimonio legítimo. «E Isabel quedó llena de Espíritu Santo» (Lc 1, 41) y
profetizó. Y la preclara sierva dijo de su Señor: «¿De dónde a mí que la
madre de mi Señor venga a mí?» (1, 43). Pues Isabel la llamó bienaventurada
(1, 45). Lleno del mismo Espíritu, también Zacarías, padre de Juan,
profetizó diciendo cuántos bienes causaría este Unigénito, añadiendo además
que Juan sería, por su bautismo, precursor suyo. También Simeón el justo fue
advertido por el Espíritu Santo de que no vería la muerte antes de
contemplar al Mesías del Señor y, recibiéndolo en sus brazos, dio testimonio
públicamente en el Templo en lo que a él le tocaba (cf. Lc 2, 25-35).
Juan Bautista y el Espíritu Santo
8. Juan, por su parte, que había sido lleno por el Espíritu Santo desde el
seno de su madre (Lc 1, 5), fue santificado en orden a bautizar al Señor, no
porque él comunicase el Espíritu sino porque anunciaba al que sí lo
comunicaba. Pues dice: «Yo os bautizo con agua para conversión; pero el que
viene detrás de mí... él os bautizará en Espíritu Santo y fuego» (Mt 3, 11).
«En fuego», ¿por qué? Porque en lenguas de fuego tuvo lugar el descenso del
Espíritu Santo. Acerca de lo cual dice el Señor con alegría: «He venido a
arrojar un fuego sobre la tierra y ¡cuánto desearía que ya estuviera
encendido!».
El Espíritu Santo en el bautismo de Jesús
9. Este Espíritu Santo descendió al ser bautizado el Señor (Mt 3, 16) para
que no quedase oculta la dignidad del que se bautizaba, según lo que dice
Juan: «El que me envió a bautizar con agua, me dijo: Aquel sobre quién veas
que baja el Espíritu y se queda sobre él, ése es el que bautiza con Espíritu
Santo (Jn 1, 33). Pero mira lo que dice el evangelio: «Se abrieron los
cielos». Abiertos por la dignidad del que descendió. Dice: «Se abrieron los
cielos y vio al Espíritu de Dios que bajaba en forma de paloma y venía sobre
él». (Mt 3, 16). Se trataba de un descenso por su propia iniciativa(8). Pues
era conveniente, como algunos han interpretado, que las primicias y los
dones del Espíritu Santo, que se otorgan a los bautizados, se mostrasen en
primer lugar en la humanidad del Salvador, que es quién tal gracia
confiere(9). Descendió en forma de paloma —como dicen algunos, pura,
inocente y sencilla—, cooperando con sus oraciones en favor de los nuevos
hijos y del perdón de sus pecados, mostrando así la imagen y el ejemplo(10).
De este modo se había predicho, en forma misteriosa, que el Mesías habría de
manifestarse de esa manera. Pues en el Cantar de los Cantares se exclama
acerca del Esposo: «Sus ojos como palomas junto a arroyos de agua» (Cant 5,
12)(11).
El Arca de Noé, la paloma, el bautismo, el Espíritu Santo(12)
10. Según algunos, una imagen de esa paloma venía ofrecida en parte por
aquella de la que se cuenta en la historia de Noé (Gén 8, 8 ss.). Pues en
aquellos tiempos llegó a los hombres, a través de la madera y el agua, la
salvación y el comienzo de la nueva humanidad. La paloma volvió a Noé al
atardecer, llevando un ramo de olivo (Gén 8, 11). Así, dicen, fue el
Espíritu Santo quien descendió en realidad junto a Noé, el cabeza de esa
nueva humanidad. El (el Espíritu Santo) es el que hizo una unidad de las
voluntades y el genio de los linajes diversos. De esta diversidad de
intereses eran imagen las distintas naturalezas de los animales encerrados
en el arca. Y después que él (Cristo) llegó, los lobos espirituales pastan
juntamente con las ovejas, porque
El mismo Jesús habla del Espíritu Santo y lo promete a los Apóstoles (14)
11. Y de estas cosas hay que hablar también bajo otro aspecto. Es necesario
oír las palabras del Salvador sobre el Espíritu Santo. Pues dice: «El que no
nazca de agua y de Espíritu, no puede entrar en el Reino de Dios» (Jn 3, 5).
Y sobre que esta gracia viene del Padre dice: ¡Cuánto más el Padre del cielo
dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan!» (Jn 11, 13). Y también señala
que Dios ha de ser adorado en Espíritu: «Pero llega la hora, y ya estamos en
ella, en que los adoradores verdaderos adorarán al Padre en espíritu y en
verdad, porque así quiere el Padre que sean los que le adoren. Dios es
espíritu, y los que lo adoran, deben adorar en espíritu y verdad» (Jn 4,
23-24). Y también: «Pero si por el Espíritu de Dios expulso yo los
demonios...» (Mt 12, 28), y poco después, en lo que se sigue: «Por eso os
digo: todo pecado y blasfemia se perdonará a los hombres, pero la blasfemia
contra el Espíritu Santo no será perdonada. Y al que diga una palabra contra
el Hijo del hombre, se le perdonará; pero al que la diga contra el Espíritu
Santo, no se le perdonará ni en este siglo ni en el otro» (12, 31-32). Y
asimismo dice: «Y yo pediré al Padre y os dará otro Paráclito, para que esté
con vosotros para siempre, el Espíritu de la verdad, a quien el mundo no
puede recibir, porque no le ve ni le conoce. Pero vosotros le conocéis,
porque mora con vosotros y en vosotros está» (Jn 14, 16-17). Y también dice:
«Os he dicho estas cosas estando entre vosotros. Pero el Paráclito, el
Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, os lo enseñará todo y os
recordará todo lo que yo os he dicho» (14, 25-26). Y dice: «Cuando venga el
Paráclito, que yo os enviaré de junto al Padre, el Espíritu de la verdad,
que procede del Padre, él dará testimonio de mí» (15,26). También: «Si no me
voy, no vendrá a vosotros el Paráclito... y cuando él venga, convencerá al
mundo en lo referente al pecado, en lo referente a la justicia y en lo
referente al juicio» (16, 7-8). Y a su vez, en lo que sigue: «Mucho tengo
todavía que deciros, pero ahora no podéis con ello. Cuando venga él, el
Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa; pues no hablará
por su cuenta, sino que hablará lo que oiga, y os anunciará lo que ha de
venir. El me dará gloria, porque recibirá de lo mío y os lo anunciará a
vosotros. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso he dicho: recibirá de
lo mío y os lo anunciará a vosotros» (16, 12-15). He leído expresiones del
mismo Unigénito, de modo que ya no prestes atención a palabras humanas.
El don parcial del Espíritu Santo, ya el mismo día de la resurrección
12. Otorgó el don del Espíritu Santo a los apóstoles. Pues está escrito:
«Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: "Recibid el Espíritu Santo. A
quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los
retengáis, les quedan retenidas"» (Jn 20, 22-23). Esta es la segunda vez que
se insufló el Espíritu, puesto que la primera (Gén 2, 7)(15) había quedado
oscurecido por los pecados voluntarios. Ahora se cumplió lo que está
escrito: «Ascendió soplándote a la cara, librándote de la aflicción» (Nah 2,
2 LXX) . ¿De dónde «ascendió»? De los infiernos(16). El evangelio narra, en
efecto, que, después de su resurrección, sopló Jesús sobre ellos (Jn 20,
22). Realmente les da su gracia en este momento, pero la otorgará después
con mayor abundancia. Es como si les dijera: estoy en condiciones de dárosla
ahora, pero el recipiente no puede recogerla. Recibid por ahora la gracia
que podáis, pero esperad una más amplia. «Por vuestra parte permaneced en la
ciudad hasta que seáis revestidos del poder de lo alto» (Lc 24, 39). Ahora
«recibidla» en parte; más tarde, íntegramente, y seréis completamente
portadores de ella. Pues el que «recibe», a menudo sólo tiene en parte lo
que se le concede. Pero el que se reviste, se cubre completamente con la
estola. No temáis—dice—las armas del diablo y sus dardos, pues seréis
portadores de la fuerza del Espíritu Santo. Acordaos de lo que anteriormente
decíamos, que no es el Espíritu Santo el que se divide, sino la gracia que
él confiere.
La venida del Espíritu en Pentecostés
13. Ascendió, pues, Jesús a los cielos y cumplió su promesa. Pues les había
dicho: «Yo pediré al Padre y os dará otro Paráclito» (Jn 14, 16). Estaban
sentados a la espera de la venida del Espíritu Santo. «Al llegar el día de
Pentecostés» (Hech 2, 2), aquí, en esta ciudad de Jerusalén —en realidad, es
algo que nos afecta, pues no hablamos de lo que a otros les sucedió, sino de
los dones que se nos han concedido a nosotros—, cuando era, digo,
Pentecostés, estaban sentados y llegó del cielo el Paráclito: custodio y
santificador de
La venida del Espíritu penetra en el interior del alma
14. Y descendió para revestir de su poder y bautizar a los apóstoles. Dice
el Señor: «Vosotros seréis bautizados en el Espíritu Santo dentro de pocos
días» (Hech 1, 5). No es que la gracia se haya dividido o se dé sólo en
parte, sino que es una fuerza íntegra y que se ha derramado totalmente. Pues
así como el que es bautizado por inmersión queda rodeado de agua por todas
partes, así los bautizados en el Espíritu se encuentran totalmente envueltos
de él. Por otra parte, el agua se derrama de modo externo al cuerpo, pero el
Espíritu penetra y bautiza al alma escondida sin que nada se le oculte. ¿De
qué te asombras? Toma el ejemplo de la materia, débil y humilde, pero que
puede ser útil a los más sencillos. El fuego, al penetrar en el interior del
hierro, todo lo convierte en fuego y hace que hierva el metal frío,
comenzando así a brillar lo que era negro y oscuro. Pues bien, si el fuego,
una realidad material, al introducirse en el interior del hierro, actúa ahí
sin encontrar obstáculos, ¿por qué te asombras de que el Espíritu Santo
penetre en el interior del alma?
El acontecimiento de Pentecostés en Hech 2
15. Y para que no se ignorase la grandeza de la gracia que venía, sonó como
una trompeta celeste: «De repente vino del cielo un ruido como de una ráfaga
de viento impetuoso» (Hech 2, 2), que daba así una señal de la venida de
aquel que concede a los hombres «obtener con violencia el Reino de Dios»
(cf.
El don de lenguas
16. «Y se pusieron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía
expresarse» (Hech 2, 4). El galileo Pedro y Andrés hablan la lengua de los
persas o los medos. Juan y los demás apóstoles hablaban en cualquier lengua
a gentes que provenían de pueblos diversos. Pues no es ahora cuando ha
comenzado a reunirse de todas partes una multitud de gente extranjera, sino
que ello sucedió ya desde aquella época. ¿Dónde se encontrará un maestro tan
grande que sólo con el ejemplo enseñe a sus oyentes sin haber éstos
aprendido previamente su lengua? Muchos años se emplean, mediante la
gramática y las demás artes, para sólo aprender a hablar correctamente en
griego. Y no todos, sin embargo, lo hablan del mismo modo. Tal vez un
rhétor(18) consigue hablar hermosamente, pero quizá no un gramático. Y un
experto en gramática desconoce tal vez las materias filosóficas. Pero el
Espíritu Santo enseñó a la vez muchas lenguas que aquellos hombres no habían
aprendido nunca. Esto es realmente una gran sabiduría y una fuerza de Dios.
¿Puede acaso compararse una incultura de tantos años por parte de aquellos
con la energía múltiple e inaudita de las lenguas?
El asombro de los creyentes
17. Se produjo estupor en la multitud de los que estaban escuchando (Hech 2,
6), una confusión diferente a la confusión que provenía del mal y que se
había producido en Babel (cf. Gén. 11, 7-9). Pues en aquella se produjo, con
la confusión de lenguas, una división de espíritus y voluntades cuando se
concibió un proyecto opuesto a Dios(19). Pero aquí los pensamientos de la
mente fueron reparados y llamados a la unidad, pues eran intereses piadosos
los que estaban de por medio. Por los mismos medios por los que se produjo
la caída, se produjo también la conversión. De ahí que se admirasen
diciendo: «¿Cómo cada uno de nosotros les oímos?» (Hech 2, 8). No tiene nada
de extraño que lo ignoréis, pues también Nicodemo desconocía la llegada del
Espíritu, y a él le fue dicho: «El Espíritu sopla donde quiere, y oyes su
voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va» (Jn 3, 8). Y si alguna vez
oigo su voz, desconozco de dónde viene. ¿Cómo podré explicar su persona?
El Espíritu Santo es como el vino nuevo de la nueva Alianza
18. «Otros en cambio decían riéndose: "¡Están llenos de mosto!" (Hech 2,
13)». Decían la verdad pero en plan de burla. Pues se trataba de un vino
verdaderamente nuevo: la gracia de la nueva Alianza. Este era un vino
realmente nuevo(20), de una viña inteligible, que a menudo, según los
profetas, ya había dado fruto y que germinó en el Nuevo Testamento. Pues del
mismo modo que, tomando un ejemplo gráfico, la viña permanece siempre la
misma, pero según el cambio de las estaciones produce siempre frutos nuevos,
así, aún permaneciendo siempre el Espíritu como él es, del mismo modo que
manifestó a menudo su fuerza en los profetas, decidió ahora algo nuevo y
admirable. Ya anteriormente llegó la gracia a los Padres, pero ahora lo hace
en mayor medida. Pues ellos recibían realmente una participación en el
Espíritu Santo. Pero en esta ocasión(21) fueron bautizados (en él) íntegra y
plenamente.
Se cumplen la promesa del Espíritu por Jesús y la profecía de Joel
19. Mas Pedro, que tenía el Espíritu Santo, era plenamente consciente de lo
que tenía y dijo: «Judíos y habitantes todos de Jerusalén», que predicáis a
Joel pero desconocéis las Escrituras, «no están estos borrachos, como
vosotros suponéis» (Hech 2, 14-15). Pues están ebrios, pero no como vosotros
pensáis, sino según lo que está escrito: «Se sacian de la grasa de tu Casa,
en el torrente de tus delicias los abrevas» (Sal 36, 9). Están ebrios con
sobria ebriedad, la que destruye el pecado y da vida al corazón,
completamente distinta a la borrachera del cuerpo. Pues ésta provoca que
olvidemos las cosas que sabemos, pero aquella otra otorga incluso el
conocimiento de las cosas desconocidas. Están ebrios de vino de la vid
inteligible, él que dice: «Yo soy la vid; vosotros los sarmientos» (Jn 15,
5). Y si a mí no me creéis, entended por la misma circunstancia de tiempo lo
que digo. «Pues es la hora tercia del día» (Hech 2, 15). El (Cristo) había
sido crucificado a la hora tercia, como dice Marcos (15, 25). Ahora
también(22) envió la gracia. Pues no son distintas aquella gracia y ésta,
sino que el que había sido crucificado y se había comprometido, cumplió así
su palabra. Si optáis por aceptar este testimonio, oíd lo que dice: «Es lo
que dijo el profeta: Sucederá en los últimos días, dice Dios: Derramaré mi
Espíritu...» (Hech 2, 16-17; cf.
Ante la multitud de datos, reduciremos nuestras pretensiones
20. Son muchas las cosas que hemos tratado hoy y quizá estén fatigados los
oídos. Pero quedan todavía muchas cosas y para concluir la enseñanza sobre
el Espíritu Santo serían necesarias una tercera e incluso más catequesis
Pero concédasenos la venia de todo ello, pues se nos echa ya encima la
fiesta de
La fuerza de las palabras de Pedro. Curación del paralítico. Ananías y
Safira
21. Pues en la fuerza del Espíritu Santo, por voluntad del Padre y del Hijo,
«Pedro, presentándose con los Once, levantó su voz» (según aquello: «Clama
con voz poderosa, alegre mensajero para Jerusalén», Is 40, 9) y en la red
espiritual de sus palabras captó «unas tres mil almas» (Hech 2, 41). En
todos los apóstoles actuaba una gracia tan intensa que muchísimos de los
judíos—que habían crucificado al Mesías—creían y se hacían bautizar en
nombre de Cristo, y perseveraban en la enseñanza de los apóstoles y en las
oraciones (cf. Hech 2, 42). Y en una ocasión en que, por la misma fuerza del
Espíritu Santo, Pedro y Juan, a la hora nona, habían subido al templo a
orar, sanaron a uno que estaba en
El vigor del Espíritu Santo
22. «Por mano de los apóstoles se realizaban muchas señales y prodigios en
el pueblo» (5, 12). Y tanta gracia del Espíritu había sido derramada sobre
los apóstoles que, aunque eran sencillos, producían temor (pues había
quienes no se atrevían a unirse a ellos, aunque el pueblo los alababa). Pero
se les añadían «muchedumbres de hombres y mujeres que creían»... «hasta tal
punto que incluso sacaban los enfermos a las plazas y los colocaban en
lechos y camillas, para que, al pasar Pedro, siquiera su sombra cubriese a
alguno de ellos. También acudía la multitud de las ciudades vecinas a
Jerusalén trayendo enfermos y atormentados por espíritus inmundos; y todos
eran curados» (5, 15-16; cf. 5, 13) por la fuerza del Espíritu Santo.
Prendimiento y liberación de los apóstoles
23. En otra ocasión los doce apóstoles, arrojados —por anunciar a Cristo—a
la cárcel por los príncipes de los sacerdotes, fueron sacados de allí de
noche por el Angel(23) en contra de lo que se hubiera podido esperar. Y
llevados desde el templo al tribunal hasta ellos(24), les reprendieron
hablándoles valientemente de Cristo. Y cuando añadieron que «Dios dio
también el Espíritu Santo a los que le obedecen» (Hech 5, 32) y les azotaron
con cuerdas, marcharon alegres y no cesaban de enseñar y anunciar la buena
noticia de Cristo Jesús (cf. 5, 40-42).
La fuerza del Espíritu Santo en el diácono Esteban
24. Pero la gracia del Espíritu Santo no fue eficaz sólo en los doce
apóstoles, sino también en los hijos primogénitos de esta Iglesia a veces
estéril. Me refiero a los siete diáconos. Estos fueron elegidos, como dice
En el diácono Felipe. Conversión del eunuco etíope
25. En la misma fuerza del Espíritu Santo, también Felipe, en el nombre de
Cristo, expulsaba en alguna ocasión, en una ciudad de Samaria, espíritus
inmundos que daban fuertes gritos. Y curó a paralíticos y cojos, y convirtió
a Cristo a una gran multitud de aquellos que habían creído (Hech 8, 4-8).
Habiendo bajado a ellos Pedro y Juan, les hicieron, por la imposición de las
manos, partícipes del Espíritu Santo (8, 14-17). De lo cual fue
merecidamente privado sólo Simón Mago (18-24). En otro momento, llamado por
el Ángel del Señor a ponerse en camino a causa de aquel piadosísimo eunuco
etíope (8, 26 ss.), oyó claramente al mismo Espíritu Santo: «Acércate y
ponte junto a ese carro» (8, 29). Instruyó al etíope y lo bautizó, y envió
así hasta Etiopía el mensaje de Cristo, según lo que estaba escrito: «Tienda
hacia Dios sus manos Etiopía» (Sal 68, 32). Y, arrebatado por un ángel(26),
anunciaba el evangelio a todas las demás ciudades.
En el apóstol Pablo
26. Del mismo Espíritu Santo estuvo lleno también Pablo, después que fue
llamado por Nuestro Señor Jesucristo. Como piadoso testigo de esto tenemos
al piadoso Ananías, que se encontraba en Damasco y le dijo a Pablo: «Saúl,
hermano, me ha enviado a ti el Señor Jesús, el que se te apareció en el
camino por donde venías, para que recobres la vista y seas lleno del
Espíritu Santo» (Hech 9, 17). Y él, que actuó rápidamente, devolvió a los
ojos cegados de Pablo el uso de la luz, imprimiendo un sello(27) en su alma.
Lo convirtió así en vaso de elección (cf. Hech 9, 15), para que llevase ante
los reyes y los hijos de Israel el nombre del Señor que se le había
aparecido. Al que antes había sido perseguidor lo convirtió en heraldo y en
siervo bueno, que llevó el evangelio desde Jerusalén hasta Iliria; llenó a
El Espíritu Santo ilumina a Pedro
27. En la fuerza, por consiguiente, del mismo Espíritu Santo, Pedro,
príncipe de los apóstoles y encargado de las llaves del reino de los cielos,
en Lidda (actual Dióspolis), devolvió la salud en nombre de Cristo al
paralítico Eneas (9, 32-35). Y en Joppe levantó de entre los muertos a
Tabita (9, 36-37), que se dedicaba a hacer buenas obras. Y estando en la
parte más alta de la casa, en un éxtasis, vio el cielo abierto y que bajaba
como un gran lienzo, en el que había numerosas figuras y animales, de modo
que no se pudiera decir que nadie, aunque fuese griego, fuera vulgar o
inmundo (10, 14-16). Llamado por Cornelio, oyó (Pedro) claramente del mismo
Espíritu Santo: «Ahí tienes unos hombres que te buscan. Baja, pues, al
momento y vete con ellos sin vacilar, pues yo les he enviado» (10, 19-20). Y
para explicar con más claridad que también los que creen de entre los
gentiles son hechos partícipes de la gracia del Espíritu Santo, al llegar
Pedro a Cesárea y enseñar lo que se refiere a Cristo, dice
La comunidad de Antioquia y la primera misión de Bernabé y Pablo
28. Y en Antioquía de Siria, ciudad nobilísima, se desarrolló admirablemente
el anuncio de Cristo y desde el lugar en que estamos fue enviado a
Antioquía, como colaborador de aquella buena obra, Bernabé, «un hombre
bueno, lleno de Espíritu Santo y de fe» (Hech 11, 24). Al ver una gran mies
de creyentes en Cristo, llevó como ayudante a Pablo desde Tarso a Antioquía.
Y como hubiesen reunido una gran multitud en la asamblea, todos instruidos
en sus mandatos y congregados allí, sucedió que «en Antioquía fue donde, por
primera vez, los discípulos recibieron el nombre de cristianos (11, 26). En
Antioquía derramó Dios de modo muy abundante el Espíritu. Había allí
profetas y doctores (13, 1), con los cuales también estaba Agabo (12, 28).
«Mientras estaban celebrando el culto del Señor y ayunando, dijo el Espíritu
Santo: "Separadme ya a Bernabé y a Saulo para la obra a la que los he
llamado" (13, 2). Entonces, tras haberles impuesto las manos, fueron
enviados por el Espíritu Santo (cf. 13, 3). Está, pues, claro que el
Espíritu que habla y envía, está vivo, tiene subsistencia propia y, como
dijimos, actúa con eficacia.
La controversia de Antioquía y el llamado «concilio» de Jerusalén
29. El mismo Espíritu Santo, que, en consenso con el Padre y el Hijo,
inspiró en
La fuerza del Espíritu en los viajes misioneros de Pablo
30. Llegados a este punto de mis palabras, ruego de vuestro amor que me
concedáis la venia. Se lo suplico también al Espíritu Santo que habitaba en
Pablo, si no me es posible que lo logre todo, tanto por mi debilidad como
por la propia fatiga de vosotros que estáis oyendo. Pues, ¿cuándo he
explicado dignamente sus hazañas admirables en nombre de Cristo y por obra
del Espíritu Santo? Lo sucedido en Chipre con el mago Elimas (Hech 13, 5-12)
o la curación del tullido en Listra (14, 8-10), y lo de Cilicia (15, 41),
Frigia y Galacia (16, 6), Misia (16, 8) y Macedonia (16, 99 ss.). O también
lo de la ciudad de Filipos (16, 12 ss.). Me refiero a su predicación y a la
expulsión, en nombre de Cristo, de un espíritu de adivinación (16,16-18).
También, tras el terremoto, la salvación que se dio por el bautismo al
guardián de la cárcel con toda su casa (16, 25-34). Igualmente, lo sucedido
en Tesalónica (17, 1 ss.) o su discurso entre los atenienses en el Areópago
(17, 22 ss.). O sus trabajos de enseñanza en la ciudad de Corinto y en toda
Acaya (18, 1 ss.). ¿Cómo habré de continuar diciendo todo lo que, por medio
de Pablo, hizo el Espíritu Santo en Efeso? A él (el Espíritu Santo) lo
conocieron, por la enseñanza de Pablo, quienes anteriormente no lo conocían.
Pues después de que Pablo les impuso las manos y vino sobre ellos el
Espíritu Santo, «se pusieron a hablar en lenguas y a profetizar» (Hech 19,
6). Y tanta era la gracia del Espíritu sobre él que no sólo el contacto con
él producía la salvación, sino que también los pañuelos y los mandiles que
se habían separado de él curaban las enfermedades y se retiraban los malos
espíritus (Hech 19, 12). Además, los que se habían dedicado a las artes
esotéricas «reunieron los libros y los quemaron delante de todos» (19, 19).
31. Paso por encima de lo realizado también en Tróade, en Eutico, que,
vencido por el sueño, «se cayó del piso tercero abajo» y «lo encontraron ya
cadáver» (Hech 20, 9), pero fue devuelto sano y salvo por Pablo (cf. 20,
10). Paso por alto la profecía que expuso ante los presbíteros de Efeso
convocados en Mileto, a los que explicó ampliamente: «Solamente sé que en
cada ciudad el Espíritu Santo me testifica que...», etc. (20, 23 ss.). Por
las palabras «en cada ciudad» hacía Pablo referencia a las cosas admirables
que había hecho en cada lugar y que provenían de la acción del Espíritu
Santo: por voluntad de Dios y en nombre de Cristo que hablaba en él. Por la
fuerza de este Espíritu Santo, Pablo también venía decidido a esta santa
ciudad de Jerusalén, aunque Agabo profetizaba por el Espíritu las cosas que
le habían de suceder (cf. Hech 21, 10). Pero él exponía entre los pueblos su
doctrina con la confianza de Cristo. Trasladado a Cesarea (23, 23 ss.),
sentado en medio de los jueces, ante Félix (24, 10 ss.) o bien ante el
procurador Festo o ante el rey Agripa, Pablo, por el Espíritu Santo y con la
sabiduría de la gracia vencedora, consiguió que el mismo rey de los judíos,
Agripa, dijese: «Por poco, con tus argumentos, haces de mí un cristiano»
(26, 28). El mismo Espíritu Santo concedió a Pablo que en la isla de Mileto
no resultase herido en absoluto al ser mordido por una víbora y que
realizase diversas curaciones con enfermos (Hech 28, 1-9). El mismo Espíritu
Santo condujo al antiguo perseguidor como heraldo a
Pablo mismo estaba lleno del Espíritu Santo
Pero que Pablo estaba lleno del Espíritu Santo, y también los demás
apóstoles semejantes a él y a los que después de ellos creen en el Padre, el
Hijo y el Espíritu Santo(32), escuchase lo claramente a él mismo que en sus
cartas escribe: «Mi palabra y mi predicación no tuvieron nada de los
persuasivos discursos de la sabiduría», sino que fueron una demostración del
Espíritu y del poder» (1 Cor 2, 4). Y también: «... y el que nos marcó con
su sello y nos dio en arras el Espíritu en nuestros corazones» (2 Cor 1,
22). Y: «Aquel que resucitó a Cristo de entre los muertos dará también la
vida a nuestros cuerpos mortales» (Rm 8, 3). Y a su vez, escribiendo a
Timoteo, le dice que ha conservado el depósito de la fe (cf.
El Espíritu Santo tiene su propia actuación
33. Y que el Espíritu Santo tiene su propia subsistencia, vive, habla y
anuncia lo que ha de suceder es algo que muchas veces ya hemos dicho en las
cosas tratadas anteriormente. De modo penetrante escribe Pablo a Timoteo:
«El Espíritu dice claramente que en los últimos tiempos algunos apostatarán
de la fe» (1 Tim 4, 1). Esto lo vemos no sólo en los tiempos antiguos, sino
en la escisiones de nuestra época, puesto que los herejes enseñan diversos
errores que adoptan formas diferentes. Y dice él también: «... que en
generaciones pasadas no fue dado a conocer a los hombres, como ha sido ahora
revelado a sus santos apóstoles y profetas por el Espíritu» (Ef 3, 5). Y a
su vez: «Por eso, como dice el Espíritu Santo» (Hebr 3, 7), y: «también el
Espíritu Santo nos da testimonio de ello» (Hebr 10, 15). También aclama a
los soldados de la justicia diciendo: «Tomad, también, el yelmo de la
salvación y la espada del Espíritu, que es
Se debe aceptar, pues, al Espíritu Santo
34. Por todo lo cual y por otras muchas cosas que no se han mencionado se
recomienda vivamente que los hombres acepten la fuerza personal,
santificadora y eficazmente activa del Espíritu Santo. Pues me faltaría
tiempo para hablar, si quisiera continuar, de lo que queda por decir acerca
del Espíritu Santo en las catorce epístolas de San Pablo, en las que él
enseñó diversa, íntegra y piadosamente. Pero que se nos conceda el don de la
fuerza del Espíritu Santo mismo para que se nos dispensen las cosas que
hemos pasado por alto por escasez de tiempo y a vosotros, que estáis
escuchando, se os conceda un conocimiento más completo de lo que falta.
Quienes entre vosotros sean estudiosos, aprendan estas cosas mediante una
más frecuente lectura de
El sellará tu alma
Ten cuidado de que no te suceda que, a ejemplo de Simón, te acerques al
bautismo con simulación, pero tu corazón no esté buscando la verdad.
Nosotros debemos advertírtelo y tú debes precaverte. Dichoso tú, si te
mantienes en la fe. Pero si por infidelidad caes, rechaza ya desde este día
la infidelidad y revístete de firmes convicciones. Pues cuando se acerque el
tiempo del bautismo y vayas a los obispos o a los presbíteros o a los
diáconos (en todos los lugares se concede la gracia, tanto en los pueblos
como en las ciudades, tanto por medio de incultos como de eruditos, por
siervos y por libres, como quiera que no es gracia que viene de los hombres,
sino que es un don concedido por Dios por medio de los hombres), tú acércate
al que bautiza, pero no detengas tu mente en el aspecto del hombre al que
ves, sino acuérdate del Espíritu Santo del que ahora hablamos. Pues él está
dispuesto a sellar tu alma y te regalará una señal celestial y divina ante
la que tiemblan los demonios, según está también escrito: «En él también
vosotros, tras haber... creído también en él, fuisteis sellados con el
Espíritu Santo de
Acercarse con sinceridad para recibir la fuerza del Espíritu
36. Pero él prueba al alma y no arroja las piedras preciosas a los cerdos
(Mt 7, 6). Si te acercas con fingimientos, los hombres ciertamente te
bautizarán, pero no te bautizará el Espíritu. Pero si te acercas desde la
fe, los hombres harán lo que corresponde a lo que se ve con los ojos y el
Espíritu Santo concederá lo que no es exteriormente visible. En el espacio
de una hora te acercas al examen o a la selección de un importante ejército.
Pero si ese tiempo no lo aprovechas, te sobrevendrá un mal incorregible. Sin
embargo, si te haces digno de la gracia, tu alma se iluminará y recibirás
una luz que no tenías. Cogerás armas terribles para los demonios, de modo
que, si no las pierdes, tendrás una señal en el alma y no se te acercará el
demonio. Saldrá huyendo de horror, puesto que los demonios se arrojan con el
Espíritu de Dios (Mt 12, 28).
37. Si crees, no sólo recibirás el perdón de los pecados, sino que también
realizarás cosas superiores a las fuerzas humanas. Y ojalá seas digno
también del don de profecía. En tanto recibirás la gracia en cuanto la
puedas recibir y no en la medida en que yo digo. Pues puede ser que yo diga
cosas pequeñas, pero tú las recibas mayores, pues grande es la fe para
obtener cosas. Pero el Paráclito será para ti principalmente guardián y
defensor. El Paráclito se preocupará de ti como de su propio soldado, de tus
entradas y salidas (cf. Sal 121, 8) y de los que te acechan. Y te ha de dar
los dones de toda clase de gracias, si no le contristas por el pecado. Pues
está escrito: «No entristezcáis al Espíritu Santo de Dios, con el que
fuisteis sellados para el día de la redención» (Ef 4, 30). ¿Y qué es, pues,
queridos, cuidar la gracia? Estad preparados para acogerla y, una vez
recibida, no la echéis a perder.
38. Y el mismo Dios de todas las cosas, que habló en el Espíritu Santo por
los profetas; que lo envió a los apóstoles el día de Pentecostés en este
lugar donde estamos, que os lo envíe también a vosotros y que asimismo por
él nos proteja a nosotros, otorgándonos su bien a todos. De este modo, en
todo tiempo produciremos los frutos del Espíritu Santo: amor, alegría, paz,
paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí (Gál 5,
22-23), en Cristo Jesús Señor nuestro. Por el cual y con el cual, juntamente
con el Espíritu Santo, sea gloria al Padre ahora y siempre, por los siglos
de los siglos. Amén.
NOTAS
[1] La presente catequesis presenta un acopio de datos acerca del Espíritu
Santo en el Nuevo Testamento, como ya se indicó, pero el desarrollo se
realiza especialmente exponiendo la acción del Espíritu en los distintos
personajes de los evangelios y en los Hechos de los Apóstoles.
[2] Se refiere según las palabras de I Cor 2,12, a «las gracias que Dios nos
ha otorgado».
[3] Sobre estos asuntos, cf. las cat. 6, 7,
[4] Subsistente: la expresión se refiere a que el Espíritu Santo posee las
características de la subsistencia e Hipóstasis (ambas palabras significan
lo mismo, con la diferencia de que la primera proviene del latín (subsistere
y sub-stare) y la segunda del griego (hypó-stánai). Expresado con palabras
sencillas, es como si dijéramos que el Espíritu Santo tiene consistencia
propia, como también la tienen el Padre y el Hijo, pero es la propia
sub-sistencia de cada uno lo que permite distinguirlos y reconocerles a cada
uno personalidad propia («tres personas distintas» aunque relacionadas entre
sí).
[5] La afirmación, en el contexto de
[6] Literalmente: «es subsistente». Vid. nota 4.
[7] Cf. cat. 16, núms.
[8] Cf. cat. 21, núm. 1.
[9] El planteamiento es claramente cristocéntrico: lo que se ha de realizar
en los cristianos se hace patente en primer lugar en Jesús, puesto que el
camino del cristiano es el que, como primero de todos, ha recorrido Jesús.
Si el Espíritu Santo ha de descender sobre cada uno, es porque en primer
lugar ha descendido sobre Jesús (en su bautismo y, antes, sobre María en su
concepción).
[10] Jesús, manifestado en el bautismo, es la imagen y el ejemplo de lo que
será la trayectoria del cristiano.
[11] Es decir, las palabras citadas del Cantar de los Cantares serían
profecía de la manifestación del Espiritu Santo en el bautismo.
[12] El arca de Noé, el agua, la paloma han sido siempre imagen del
bautismo. La primera expresión literaria de esto, ya en I Pe 3,20-21: «...en
los días en que Noé construía el Arca,... fueron salvados a través del agua;
a ésta corresponde ahora el bautismo que os salva».
[13] «Al atardecer», como la paloma de Noé junto a la madera del arca. Era
ya por la tarde cuando muere Jesús.
[14] De hecho, en el Nuevo Testamento, el orden de los acontecimientos es el
siguiente: actividad y predicación de Jesús, promesa del Espíritu Santo (a
ello se refiere especialmente el presente párrafo 11), su muerte,
resurrección en Pentecostés, cuando tiene lugar el cumplimiento de la
promesa del Espíritu.
[15] En la creación, un soplo o hálito de vida.
[16] Recuérdese lo dicho anteriormente sobre el «descenso a los infiernos»
tras la muerte y sepultura de Jesús.
[17] Ya se explicó que «bautismo», «bautizado», tienen que ver,
etimológicamente, con «inmersión» y «sumergidos». En las presentes
expresiones de Cirilo hay como una referencia a una «inmersión» en el
Espíritu.
[18] Maestro de retórica u oratoria.
[19] Todo el episodio de la torre de Babel, en Gén 11,1-9.
[20] El mismo Jesús emplea la imagen del «vino nuevo», por ej., en
[21] En el acontecimiento de Pentecostés narrado en Hech 2.
[22] El día de Pentecostés. Es decir, Jesús fue crucificado a la hora tercia
y la venida del Espíritu Santo en Pentecostés tuvo lugar también a la hora
tercia.
[23] El texto de Hech 5,19 dice: «el Ángel del Señor». La expresión equivale
generalmente, en el Antiguo Testamento, a Dios mismo. Todo el episodio, a
partir de 5,17.
[24] Los príncipes de los sacerdotes.
[25] «Stéphanos» significa en griego corona. Cirilo piensa quizá en la
corona del martirio. Es el primer mártir cristiano conocido.
[26] Hech 8, 39 dice: «El Espíritu del Señor arrebató a Felipe». Aunque en
una de las variantes textuales se encuentra: «El Espíritu Santo cayó sobre
el eunuco, y el Ángel del Señor arrebató a Felipe».
[27] De nuevo «sfragis», sello, con el mismo sentido del «carácter»
sacramental que ya anteriormente se expuso.
[28] La afirmación de Cirilo de que Pablo estuvo en España es clara pero
poco concreta. Sobre el interés manifestado por Pablo en llegar hasta
España, cf.
[29] El relato de Hech 10 hace ver que dentro del lienzo «había toda suerte
de cuadrúpedos, reptiles de la tierra y aves del cielo» (v.12). A Pedro se
le invita a comer de estos animales con el argumento de que «lo que Dios ha
purificado no lo llames tú profano» (v.15). Con ello, además de que se anula
la distinción entre alimentos puros e impuros, se afirma también
simbólicamente que no existen hombres puros e impuros. Asi cualquier hombre,
aunque fuese «gentil», podía recibir el anuncio del Evangelio. Este es el
sentido de las palabras de la catequesis de Cirilo en el presente párrafo.
Pablo fue especialmente el apóstol de los gentiles, pero Pedro llegó,
mediante esta visión, al conocimiento de que la salvación en Jesucristo
estaba destinada a los hombres de cualquier pueblo. El final del episodio es
el bautismo de los primeros gentiles, cuya necesidad queda evidenciada por
el descenso del Espíritu sobre los presentes (vv. 44-48). Todo el
significativo episodio ocupa integro el capitulo 10 de los Hechos y se
presenta una prueba de que el Espíritu Santo amplió el horizonte de la
misión cristiana.
[30] «Nos ha parecido» se ajusta más tanto al NT griego como a la versión de
[31] Salvo dos versículos más de epílogo, el libro de los Hechos se cierra,
de modo bastante sentencioso, con la cita que Pablo hace de Is 6, 9-11,
precedida de Hech 28, 24-25 (los hechos referidos tienen lugar en Roma):
«Unos creían por sus palabras y otros en cambio permanecía incrédulos.
Cuando en desacuerdo entre sí mismos ya se marchaban, Pablo dijo esta sola
cosa: "Ve a encontrar a este pueblo y dile: Escucharéis bien, pero no
entenderéis miraréis bien, pero no veréis.."» Todo el conjunto está formado
por Hech 28, 24-28. Este último versículo recoge también una frase bastante
lapidaria de Pablo: «Sabed pues, que esta salvación de Dios ha sido enviada
a los gentiles, ellos si que la oirán». Con todo ello, el drama de Pablo es
el mismo drama de Jesús, tan perfectamente descrito en Mateo y, en otra
perspectiva, en Juan: el rechazo por el pueblo que tan ansiosamente había
esperado durante siglos. Pero también este desarrollo dramático de los
acontecimientos contribuyó a la universalización del cristianismo.
[32] Algunos códices añaden aquí «consustancial», quedando la frase «y el
Espíritu Santo consustancial», pero es muy dudoso que esté empleada aquí la
palabra en la alocución original de Cirilo, puesto que no aparece en la
mayoría de los códices. Es, con bastante probabilidad, una añadidura
posterior, aunque se trate de una precisión correcta.
[33] Es decir, puesto que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo tienen
personalidad propia y distinta, no hay lugar para afirmar que los tres son
simplemente modos distintos de presentarse el Dios único.
CATEQUESIS XVIII:
Pronunciada en Jerusalén, sobre aquello de: «Y en
1. La raíz de toda operación es la esperanza de la resurrección. Pues la
esperanza del premio da al alma fuerzas para emprender buenas obras. Pues el
obrero se encuentra dispuesto a soportar los trabajos si divisa el premio de
sus fatigas, pero se derrumban el ánimo y el cuerpo de los que no avizoran
recompensa alguna. Un soldado que espera la recompensa del combate está
pronto para la lucha, pero nadie milita a favor de un rey que, falto de
juicio, no recompensa el mérito de los esfuerzos, ni está dispuesto a
afrontar la muerte por ese mismo rey. Así también, toda alma que cree en la
resurrección se modera y se atempera a sí misma. Pero la que no cree en la
resurrección, se entrega a su propia perdición2. Quien cree que el cuerpo
pervivirá con la resurrección, cuida aquello que le sirve de estola y de
vestido, y no lo contamina con el libertinaje. Pero el que no cree en la
resurrección, se entrega a la fornicación usando del propio cuerpo como si
fuese ajeno. Es, desde luego, una importante doctrina y enseñanza de
Objeciones en contra de la resurrección de los muertos
2. Esto es lo que oponen tanto los griegos como los samaritanos: una vez que
el hombre ha perecido y ha muerto, se pudre y lo devoran los gusanos.
También mueren los mismos gusanos. Y después de suceder todo esto al cuerpo,
putrefacción y muerte, ¿cómo, pues, resucita? Los peces devoran a los que
han sufrido un naufragio y ellos, a su vez, son devorados por otros. De
quienes luchan con las fieras se comen, destrozándolos, incluso los huesos.
Los buitres y los cuervos están volando por todas partes comiéndose las
carnes de los cadáveres arrojados al suelo. ¿Cómo podrán reunirse esos
cuerpos? Pues es posible que, de las aves que los devoraron, una haya muerto
en
A Dios todo le es posible
3. Para ti, desde luego, hombrecillo pequeño y débil, los países bárbaros
están lejos de
En la resurrección de los muertos, Dios hará justicia
4. Considera también lo que se refiere a la justicia y reflexiona sobre ti
mismo. Tienes diversos siervos, de los que unos son buenos y otros malvados.
A los buenos los aprecias y a los malos los castigas. Incluso si eres juez,
alabas a los buenos y a los malvados los castigas. Si tú, que eres hombre
mortal, tienes una noción de lo que es justo, Dios, rey eterno de todas las
cosas, ¿no pagará a cada uno según justicia? Y es una impiedad negar esto,
pues mira lo que digo: muchos homicidas murieron en la cama sin haber sido
castigados. ¿Dónde está, pues, la justicia de Dios? Y a menudo un homicida
es reo de cincuenta homicidios, pero ha lavado sus crímenes con una única
pena capital. ¿Cómo pagará, pues, los restantes cuarenta y nueve asesinatos?
Y arguyes a Dios de injusticia si no existen, después de esta vida, el
juicio y la retribución. Pero no debes extrañarte del retraso del juicio.
Quien lucha en un certamen, una vez que éste ha concluido, recibe la corona
o queda marcado por la vergüenza, pero el árbitro del certamen nunca corona
a los que intervienen mientras están combatiendo, sino que aguarda a ver el
final de todos los combatientes. Después, examinando el resultado,
distribuye los premios de la victoria y las coronas. Así también Dios,
mientras dura todavía el combate en este mundo, ayuda parcialmente a los
sujetos, pero después les otorga los premios de modo completo y pleno.
Otros indicios de la resurrección
5. Pero si, a tu parecer, la resurrección de los muertos no existe, ¿qué
haces condenando a los que excavan en los sepulcros? Pues si el cuerpo
perece irremisiblemente y no existe esperanza ninguna de resurrección(2),
¿por qué se castiga a los profanadores de tumbas? Te das cuenta, aunque lo
niegues con los labios, de que permanece en ti una conciencia indeleble de
la resurrección.
Cambios que se observan en seres inferiores hacen creíble la resurrección
6. Pero, por lo demás, un árbol cortado vuelve a brotar ¿No lo hará también
un hombre que ha perdido su vida? Incluso lo que se ha cortado al segarlo se
queda en las eras para que lo recojan. ¿Y no se quedará en la era el hombre
que ha sido segado en este mundo?(3). También los sarmientos de la vid y las
ramas de otros árboles, cuando se cortan completamente y se trasplantan,
cobran vida y reportan fruto. Y el hombre, por el cual son aquellas cosas,
¿no resurgirá aunque haya ido a parar a la tierra? Y si comparamos distintos
trabajos o dificultades ¿qué es más, dar forma desde sus inicios a una
estatua que antes no existía o restituírsela a una que la había perdido? El
Dios que nos hizo de la nada, una vez que ya tuvimos existencia pero luego
la perdimos, ¿no podrá de nuevo despertarnos a la vida? Pero tú no crees,
por ser griego lo que está escrito acerca de la resurrección. Considera en
cambio estas cosas desde la perspectiva de lo que ya existe y entiéndelo en
tu interior desde lo que puede verse hasta el día de hoy. Si se desea, se
siembra trigo o cualquier clase de semilla. Cuando la semilla cae, muere y
se pudre: ya no sirve para alimento. Pero lo que se ha podrido brota de ahí
como hierba y lo que al caer era pequeño se levanta ahora hermosísimo(4).
Pero el trigo fue credo por causa nuestra, pues el trigo y otras semillas se
hicieron no por sí mismos sino para nuestro uso. Y si las cosas que fueron
hechas para nosotros reviven después de muertas, nosotros, por quien esas
cosas se hicieron, ¿no resucitaremos después de muertos?
7. Es, como ves, tiempo de invierno. Los árboles están como muertos. ¿Dónde
están las hojas de la higuera? ¿Dónde están las uvas de la vid? Pero estas
cosas que están muertas en invierno, incluso entonces tienen su fuerza y,
cuando llegue el momento, se les devolverá, como despertadas de la muerte,
la fuerza de la vida. Dios, percibiendo tu infidelidad, te ha mostrado todos
los años en estos claros indicios la resurrección para que, viendo lo que
sucede en los seres inanimados, creyeses con respecto a los seres dotados de
razón. Aparte de esto, moscas y abejas, ahogadas muchas veces en el agua,
reviven después de un rato y ciertas especies de sapos permanecen inmóviles
en invierno, pero más tarde, en verano, se despiertan. A ti, que piensas
cosas pequeñas y de poco valor, se te presentan estos ejemplos. Ahora bien,
el que, más allá de lo natural, da vida a seres desprovistos de razón y
despreciables, ¿no nos dará lo mismo a nosotros, por quienes hizo todos
estos seres?
El supuesto ejemplo del ave Fénix
8. Pero los griegos todavía buscan una resurrección de los muertos más clara
y argumentan que, aunque es cierto que reviven los seres mencionados, es
porque en realidad no habían sufrido plenamente la putrefacción y desean ver
abiertamente un animal que se haya podrido completamente y haya resucitado.
Dios ya conocía esta obstinación de los hombres para no creer y dispuso para
esto el ave que llaman Fénix. Esta, como escribe Clemente(5) y otros muchos
saben, es única en su género, llega al país de los egipcios cada
cuatrocientos años y es un ejemplo de resurrección. Y no lo hace en lugares
desiertos, de modo que aquello quedara como algo misterioso, sino en una
ciudad famosa(6), haciéndose visible de manera que pueda ser tocada con las
manos, pues de otro modo nadie lo creerías. Pues, después de haberse
construido el nido con incienso, mirra y otros aromas, introduciéndose en él
una vez agotado su cupo de años, muere a la vista de todos y se corrompe.
Pero más tarde, de la carne podrida del ave muerta brota un gusano y éste,
al crecer, se transforma en ave(7). Después, a esta Fénix le crecen las
plumas. Una vez rehecha esta Fénix como era anteriormente, va volando por
los aires tal como era antes de morir, mostrando a los hombres con toda
evidencia la resurrección de los muertos. El ave Fénix es ciertamente
admirable, pero, como ave, está desprovista de razón y nunca ha cantado
salmos a Dios. Nunca ha sabido quién es el Hijo Unigénito de Dios. Pero si a
un animal irracional, que desconoce a su propio creador, le fue concedida la
resurrección, ¿no se nos otorgará a nosotros, que glorificamos a Dios y
guardamos sus preceptos?
El que creó al hombre desde una realidad humilde puede también devolverlo a
la vida
9. Pero puesto que el signo del ave Fénix, aún buscándolo mucho, es raro y
siguen sin darle crédito, recibe otra prueba basada en las cosas que ves
todos los días. Hace cien o doscientos años, ¿dónde estábamos todos
nosotros, tanto los que hablamos como los que escucháis? ¿Acaso desconocemos
cómo se formaron nuestros cuerpos? ¿Es que no sabes cómo somos engendrados
de una materia débil, informe y simple? El hombre vivo se forma de una única
especie y de un principio débil. Y eso que no tiene fuerzas y es débil se
transforma en carne compacta y en la fortaleza de los nervios. Y también en
la claridad de los ojos, en la capacidad de la nariz para oler, en la
capacidad auditiva de los oídos, la lengua que habla, el corazón que se
mueve, la habilidad de las manos para trabajar, la agilidad de los pies y
toda la variedad de los miembros de diverso género. Y lo que es tan poca
cosa y débil se convierte en constructor de naves, albañil, arquitecto y
operario de cualquier arte, soldado, príncipe, legislador o rey. El Dios que
nos hizo de unos comienzos humildes, ¿no podrá levantarnos una vez que
hayamos caído? El que dio cuerpo a una realidad tan vil, ¿no podrá despertar
de nuevo a un cuerpo muerto? El que hizo lo que no existía, ¿no despertará a
lo que existe, aunque haya perecido?
La semejanza con las fases de la luna(8)
10. Una razón manifiesta de la resurrección de los muertos, y que está
atestiguada todos los meses, tómala también del cielo y de los astros. De
hecho, la luna, que llega a faltar completamente, de manera que nada se ve
ya de ella, aparece nueva otra vez y queda restaurada en sus antiguas
dimensiones. Y para una demostración perfecta de este mismo asunto, la luna
se derrite con el paso de los años en sangre, pero después recupera su
aspecto luminoso. Dios es quien, en su providencia, prepara estas cosas para
que también tú, que eres hombre y tienes sangre en tu interior, no niegues
tu fe a la resurrección de los muertos. Así lo que ves en la luna, crees que
también sucederá en ti. Sírvete, pues, de estas palabras en contra de los
griegos. Pues contra los que no aceptan las Escrituras debes luchar con
armas no tomadas de
Frente a los samaritanos: el Dios de Abraham, Isaac y Jacob no es un Dios de
muertos, sino de vivos
11. Pasa ahora, te lo ruego, a los Samaritanos, que, puesto que sólo admiten
Los signos del poder de Dios en Aarón, Moisés y la mujer de Lot
12. Pero contra esto dicen también los insensatos de Samaria: nada impide
que continúen vivas las almas de Abraham, Isaac y Jacob, pero los muertos no
pueden resucitar. Es como si dijera: fue posible que la vara del justo
Moisés se convirtiera en una serpiente (Ex 4, 3), pero los cuerpos de los
justos no podrán vivir y resucitar. Y aquello se hizo fuera de las leyes de
la naturaleza. ¿No podrá hacerse esto, que es tan acorde con la naturaleza?
También la vara de Aarón, cortada y seca, floreció sin el contacto con las
aguas (Núm 17, 23) y, aunque estaba a cubierto (17, 22), produjo las yemas
que suelen brotar en los campos y, en un lugar árido como estaba, produjo en
el espacio de una noche los frutos que árboles regados con frecuencia
producen después de muchos años. Con la vara de Aarón fue como si resucitara
de entre los muertos. ¿No resucitará, pues, el mismo Aarón? Para conservarle
el sumo sacerdocio, Dios realizó el milagro en su vara. ¿No otorgará, pues,
la resurrección al mismo Aarón? También, por procedimientos no naturales,
fue convertida la mujer en sal y en sal fue transformada su carne (Gén 19,
26). ¿Acaso no podrá convertirse la carne simplemente en carne? Y si la
mujer de Lot fue convertida en estatua de sal, ¿no resucitará la esposa de
Abraham? ¿En virtud de qué se hizo como nieve, durante el tiempo de una
hora, la mano de Moisés, siendo establecida después en su estado anterior?
(cf.
La resurrección es posible como fue posible la creación
13. ¿De qué material fue hecho el hombre en sus comienzos, oh Samaritanos,
los más necios de todos los hombres? Acercaos al primer libro de
No hay argumentos bíblicos en contra de la resurrección
14. Y estas cosas las decimos frente a los que se han de contar entre los
infieles. Pero para los que creemos es oportuno referirse a los profetas.
Algunos, sin embargo, que se sirven de los profetas, no creen en lo que
éstos han escrito y aducen aquello de «no se levantarán en el Juicio los
impíos» (Sal 1,5)(10). O también aquello otro: «El que baja al sheol no sube
más» (Job 7,9). o incluso: «No alaban los muertos a Yahvé» (Sal 115,17). Con
ello utilizan mal lo que ha sido correctamente escrito. Sin detenernos
demasiado y en la medida en que podamos, será bueno hacerles frente ahora.
Pues si se dice que «los impíos no se levantarán en el Juicio», con esto se
quiere decir, no que habrán de resucitar «en el juicio», sino que lo harán
en condenación. Dios, en efecto, no necesita hacer muchas indagaciones, sino
que, a la vez que resuciten los impíos, seguirán a continuación sus
castigos. Y si se dice «no alaban los muertos a Yahvé», con esto se quiere
decir que en esta vida se crea un espacio de penitencia y perdón. Una vez
sobrevenida la muerte, a los que hayan muerto en pecado, ya no se les
permitirá que alaben, sino simplemente lamentarse. Pues la alabanza es
propia de quienes dan gracias, pero los lamentos de quienes sufren azotes.
Por consiguiente, los justos alabarán, pero los que hayan muerto en sus
pecados ya no tendrán tiempo para glorificar a Dios.
Job y los profetas también la mencionan
15. En cuanto al contexto de las palabras «el que baja al sheol no sube más»
(Job 7, 9), observa lo que va a continuación, pues se dice: «No regresa otra
vez a su casa, no vuelve a verle su lugar» (7, 10). Pues como el mundo
entero ha de perecer, también toda casa ha de ser destruida. ¿Cómo habrá de
volver a su casa si toda la tierra ha de ser hecha nueva? Sería bueno que
oigan a Job cuando dice: «Una esperanza guarda el árbol: si es cortado, aún
puede retoñar, y no dejará de echar renuevos. Incluso con raíces en tierra
envejecidas, con un tronco que se muere en el polvo, en cuanto siente el
agua, reflorece y echa ramaje como una planta joven. Pero el hombre que
muere queda inerte, cuando un humano expira, ¿dónde está?» (14, 7-10). Es
como si estuviera sonrojando a alguien e increpándole, pues así se ha de
interpretar el interrogante «¿dónde está?» Pues dice que, puesto que el
árbol perece y resucita, ¿acaso el hombre, por quien se hicieron los
árboles, no resucitará? Y para que no creas que violento el texto, lee lo
que sigue, donde con interrogantes se pregunta: «Muerto el hombre, ¿puede
revivir?» (Job 14, 14) y dice: «Aunque haya muerto el hombre, vivirá» (14,
14 LXX), e inmediatamente añade: «Todos los días de mi milicia esperaría,
hasta que llegara mi relevo» y, a su vez, en otro lugar: «que ha de alzar
sobre la tierra mi piel, que estas fatigas soporta» (Job 19, 25-26)(11). Y
el profeta Isaías dice: «Revivirán tus muertos, tus cadáveres resurgirán»
(Is 26, 19). Y muy claramente el profeta que ahora hemos mencionado,
Ezequiel, dice: «He aquí que yo abro vuestras tumbas; os haré salir de
vuestras tumbas» (Ez 27, 12). Y Daniel dice: Muchos de los que duermen en el
polvo de la tierra se despertarán, unos para la vida eterna, otros para el
oprobio, para el horror eterno» (Dan 12, 2).
Resurrecciones de muertos en el Nuevo Testamento, en Elías y Eliseo
16. Otros mucho pasajes de
Resurrecciones en el NT. Resurrección al final de los tiempos
17. Sobre esto habría que decir otras muchas cosas si estudiásemos lo
asombroso de estos hechos según cada uno de sus detalles, pero estáis
soportando el esfuerzo del ayuno de la preparación de
La grandeza final del estado de resucitados
18. Observad principalmente lo que Pablo dice como señalando con el dedo:
«Es necesario que este ser corruptible se revista de incorruptibilidad; y
que este ser mortal se revista de inmortalidad» (I Cor 15, 53)(15). Pues
este mismo cuerpo resucitará, no como es, débil, sino perdurable, aunque
será el mismo cuerpo. Pero se transformará revestido de incorruptibilidad:
como el hierro introducido en el fuego se convierte en fuego o, más bien,
como es conocido por quien lo mueve, Dios. Por consiguiente, resucitará este
mismo cuerpo, pero no se quedará como ahora, sino que perdurará eternamente.
Ya no necesitará para vivir de los alimentos de que nosotros nos servimos,
ni de escaleras para subir, pues se hará «espiritual» (1 Cor 15, 44)(16),
algo admirable y cuya dignidad no somos capaces de explicar suficientemente.
«Entonces los justos, dice, brillarán como el sol y la luna y como el fulgor
del firmamento» (cf. Dn 12, 3 y
También el cuerpo participará de la gloria o del castigo
Resucitaremos, pues, teniendo todos cuerpos eternos, pero no todos
semejantes: si alguien es justo, recibirá un cuerpo celeste para que pueda
tratar libremente con los ángeles; pero si alguien es pecador, recibirá un
cuerpo eterno capaz de sufrir el castigo de sus pecados de modo que,
ardiendo en el fuego eterno, nunca se consuma. Y ambas cosas están bien
hechas por Dios. Pues nada hacemos nosotros sin el cuerpo. Blasfemamos por
la boca, y por la boca rezamos; fornicamos mediante el cuerpo, y también
mediante el cuerpo guardamos la pureza; robamos con la mano, y con la mano
damos limosna. E igualmente todo lo demás. Si el cuerpo ha servido para
todo, también ha de ser partícipe de la suerte que nos ha de corresponder en
el futuro.
Usar rectamente el cuerpo
20. Mortifiquemos, por tanto, hermanos, los cuerpos y no abusemos de ellos
como si fuesen de otros. Ni digamos, de acuerdo con los herejes, que este
vestido del cuerpo es ajeno, sino respetémoslo como propio, pues deberemos
dar cuentas a Dios de todas las cosas que hagamos con el cuerpo. No digas:
«Nadie me ve» (Eclo 23, 26) ni pienses que no hay testigo alguno de lo que
haces. En efecto, la mayor parte de las veces no hay ningún hombre que lo
atestigüe. Pero hay un testigo que nos formó y que no yerra, y permanece
fiel en el cielo (cf. Sal 89, 38) viendo lo que se hace. También permanecen
en el cuerpo las manchas de los pecados. Y así como, cuando ha habido una
llaga en el cuerpo, queda una cicatriz aunque se haya aplicado alguna
medicina, del mismo modo el pecado deja señal en el alma y en el cuerpo y
las huellas de las cicatrices permanecen en ambos. Sólo quedan suprimidas
por los que reciben el lavatorio(17). Por el bautismo sana Dios, además, las
heridas del alma y del cuerpo, pero protejámonos a nosotros mismos de un
modo general contra lo que nos sobrevenga en el futuro y guardemos limpio
este vestido del cuerpo y no perdamos la salvación del cielo por la más
mínima fornicación y lascivia o por cualquier otro pecado. Acerquémonos en
cambio a la herencia del reino eterno de Dios, del cual ese Dios os haga a
todos dignos por su gracia.
Quede bien grabada la resurrección de los muertos
21. Sea suficiente lo dicho para demostrar la resurrección de los muertos. Y
la profesión de fe, que otra vez os hemos repetido, hacedla vosotros con
toda diligencia y con las mismas palabras, de modo que se os grabe en la
memoria(18).
Hablaremos de
22.
23. Se le llama «católica» porque está difundida por todo el orbe desde unos
confines a otros de la tierra y puesto que enseña de modo completo, y sin
que falte nada, todos los dogmas que los hombres deben conocer sobre las
cosas visibles e invisibles, celestiales y terrenas. Y también porque ha
sometido al culto recto a toda clase de hombres, príncipes y hombres
comunes, doctos e inexpertos. Y finalmente porque sana y cura toda clase de
pecados que se cometen con el alma y el cuerpo. Ella (
«Iglesia» es «asamblea»
24. «Iglesia» es una denominación muy adecuada porque convoca a todos y los
reúne conjuntamente(19), como dice el Señor en el Levítico: «Congrega a toda
la comunidad a la entrada de
La verdadera Iglesia-asamblea ha pasado a ser la de los gentiles
25. Ya antes había cantado el salmista: «En las asambleas(22) bendecid a
Dios, al Señor desde las fuentes de Israel (Sal 68, 27 LXX). Pero, si tenía
que ser así, por causa de las insidias tramadas contra el Salvador quedaron
los judíos privados de la gracia y Dios edificó una segunda Iglesia, formada
partiendo de los gentiles, nuestra santa Iglesia de los cristianos, acerca
de la cual dijo a Pedro: «Y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia y las
puertas del infierno no prevalecerán contra ella» (Mt 16, 8). De ambas
Iglesias decía David en abierta profecía: de la primera, que fue rechazada
(«Odio la asamblea de malhechores», Sal 26, 5). De la segunda dice, en el
mismo salmo, que fue construida: «Amo, Yahvé, la belleza de tu casa» (26, 8)
y, un poco después, en el mismo salmo: «A ti, Yahvé, bendeciré en las
asambleas» (26, 12). Fue rechazada, pues, la que estaba en la tierra de los
judíos. Pero por todo el mundo se multiplican las Iglesias de Cristo, de las
cuales está escrito en los Salmos: «¡Cantad a Yahvé un cantar nuevo: su
alabanza en la asamblea de sus amigos!» (Sal 149, 1). De acuerdo con lo cual
dijo el profeta a los judíos: «No tengo ninguna complacencia en vosotros,
dice Yahvé Sebaot» (Mal 1, 10). E inmediatamente añade: «Pues desde el sol
levante hasta el poniente, grande es mi nombre entre las naciones» (1, 11).
Y de esta misma santa Iglesia católica escribe Pablo a Timoteo: «... para
que sepas cómo hay que portarse en la casa de Dios vivo, columna y
fundamento de la verdad» (I Tim 3, 15).
Distinguir duramente
26. Pero el nombre de «Iglesia» se acomoda a realidades diversas, de modo
que también de la multitud que se encontraba en el teatro de los efesios
está escrito: «Dicho esto, disolvió la asamblea» (Hech 19, 40). También
alguien dijo intencionadamente que la «asamblea de malhechores» (Sal 26, 5)
es el conjunto de los herejes: me refiero a los marcionitas, maniqueos y a
los restantes. Por tanto, la fe te muestra muy cautamente que esto es lo que
has de sostener: «Y en
Extendida sin fronteras por la paciencia de los mártires
27. Repudiada la primera(24), en la segunda, es decir, en
«Y en la vida eterna»
28. Instruidos en esta santa Iglesia católica por preceptos y costumbres
preclaras, poseeremos el Reino de los cielos y obtendremos en herencia vida
eterna. Por lo cual soportamos todas las cosas para que el Señor nos la
conceda. Pues la meta que nos hemos fijado no consiste en cosas limitadas,
sino en la consecución de la vida eterna, y ésta es nuestra lucha. Por eso
se nos enseña en la confesión de fe que, después de en la resurrección de la
carne, es decir, de los muertos, creamos también en la vida eterna, por la
cual los cristianos estamos luchando.
29. Así pues, el Padre es real y verdaderamente vida, y por el Hijo derrama
a todos, como de una fuente, y en el Espíritu Santo, los dones celestiales.
Por su benignidad nos han sido prometidos también a los hombres de modo
veraz los dones de la vida eterna. Y a esto no se le puede negar, como si
fuese cosa imposible, la fe: debemos creer, no mirando a nuestra debilidad,
sino en atención a su poder: «Para Dios todo es posible» (Mt 19, 26). Que
ello es posible y que esperamos la vida eterna lo dice Daniel: «Los que
enseñaron a la multitud la justicia (brillarán) como las estrellas, por toda
la eternidad» (Dan 12, 3). Y Pablo dice: «Y así estaremos siempre con el
Señor» (1 Tes 4, 17). Este «estar siempre con el Señor» designa a la vida
eterna. Muy claramente lo dice también el Salvador en los evangelios: «E
irán éstos a un castigo eterno, y los justos a una vida eterna» (Mt 25, 46).
Conseguir la vida eterna obrando el bien
30. Son muchas las pruebas que pueden darse acerca de la vida eterna. Y a
quienes deseamos obtenerla,
31. Hay otras formas de conseguir la vida eterna, pero las he pasado por
alto para no ser tan abundoso. Puesto que Dios ama a los hombres tan
intensamente, no ha abierto una sino múltiples puertas a la entrada a la
vida eterna para que todos, en cuanto esté de su parte, disfruten de ella
sin impedimento alguno. Entretanto hemos dicho brevemente estas cosas acerca
de la vida eterna. Son lo que en último término hay que enseñar acerca de la
fe y son su final. Ojalá la consigamos por gracia de Dios todos nosotros,
los que os instruimos y los que escucháis.
Habrá una preparación de las ceremonias de
32. Por lo demás, amados hermanos, hablar de estos mandatos os exhorta a
todos vosotros a disponer el alma para la recepción de los dones
celestiales. Acerca de la fe santa y apostólica os hemos hablado, cuanto nos
ha sido permitido y por la gracia de Dios, en estos pasados días de
Cuaresma. No es que sólo se hayan podido decir estas cosas, pues hemos
pasado por alto otras muchas que tal vez por mejores maestros serían
pensadas de modo más sublime. Pero puesto que ya está ahí el día de Pascua,
en que vuestra caridad será iluminada en Cristo por el lavado de la
regeneración, seréis instruidos, si Dios quiere, en las cosas que
conviene(26): con cuánta piedad y en qué orden conviene entrar una vez que
os llamen, por qué razón se celebra cada uno de los santos misterios del
bautismo y con cuánta reverencia y orden se debe ir desde (el lugar del)
bautismo hasta el altar santo de Dios para gozar de los misterios
espirituales y celestiales que allí se distribuyen(27), de modo que, por la
iluminación previa de vuestra alma por esta palabra de doctrina, conozcáis
por cada uno de esos detalles la grandeza de los dones que Dios os ha
concedido.
Habrá catequesis mistagógicas en la semana de Pascua
33. Pero después del día santo y saludable de Pascua, comenzando desde el
segundo día después del sábado(28), entraréis, inmediatamente después de la
asamblea litúrgica, en el lugar santo de la resurrección para oír, si Dios
quiere, otras catequesis(29), en las que seréis instruidos también en las
razones y en las causas de cada una de las cosas llevadas a cabo. Recibiréis
también las razones tanto desde el Antiguo como desde el Nuevo Testamento:
en primer lugar, acerca de lo que se ha dicho inmediatamente antes del
bautismo, pero, además, cómo habéis sido purificados de los pecados por el
Señor mediante el lavatorio de agua con la palabra(30) y de qué modo, corno
los sacerdotes, habéis sido hechos partícipes del nombre de «Cristo»(31). O
también cómo se os ha dado la señal de la comunicación del Espíritu
Santo(32). Y también acerca de los misterios de la nueva Alianza, que
tomaron aquí(33) su inicio: qué es lo que
La alegría de
34. «Por lo demás, hermanos míos, alegraos en el Señor; os lo repito, estad
alegres» (cf. Flp 3, 1; 4, 4), pues «se acerca vuestra liberación» (Lc 21,
28) y el celeste ejército de los ángeles espera vuestra salvación. Y ya se
oye «la voz del que clama en el desierto: «Preparad el camino del Señor» (Mt
3, 3). Pero el profeta clama: «Sedientos, venid al agua» (Is 55, 1), e
inmediatamente, en lo que sigue: «Hacedme caso y comed cosa buena, y
disfrutaréis con algo sustancioso» (55, 2). Y no mucho después oiréis aquel
extraordinario pasaje: «Resplandece, resplandece, Jerusalén, que ha llegado
tu luz» (Is 60, 1 LXX). De esta Jerusalén dijo el profeta: «Tras de lo cual
se te llamará Ciudad de Justicia, metrópoli fiel de Sión» (1, 26 LXX) a
causa de
De Dios os dé alegría, os bendiga y os ayude
35. Sea permitido decir también de vosotros ahora: «¡Aclamad, cielos, y
exulta, tierra!..., pues Yahvé ha consolado a su pueblo y de sus pobres se
ha compadecido» (Is 49, 13). Es por la bondad de Dios, que os dice: «He
disipado como una nube tus rebeldías, como un nublado tus pecados» (44, 22).
Y vosotros, honrados con el nombre de fieles y de quienes está dicho: «a los
que me sirven se les impondrá un nombre nuevo, que será bendecido sobre la
tierra» (65, 15-16), diréis con alegría: «Bendito sea el Dios y Padre de
nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido con toda clase de bendiciones
espirituales, en los cielos, en Cristo... En él tenemos por medio de su
sangre la redención, el perdón de los delitos, según las riquezas de su
gracia que ha prodigado sobre nosotros» (Ef 1, 3.78), etc. Y también: «Pero
Dios, rico en misericordia, por el grande amor con que nos amó, estando
muertos a causa de nuestros delitos, nos vivificó juntamente con Cristo...»
(2, 4-5). Y del mismo modo alabad de nuevo al Señor, autor de los bienes,
diciendo: «Cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador y su amor
a los hombres, él nos salvó, no por obras de justicia que hubiésemos hecho
nosotros, sino según su misericordia, por medio del baño de regeneración y
de renovación del Espíritu Santo, que derramó sobre nosotros con largueza
por medio de Jesucristo nuestro Salvador, para que, justificados por su
gracia, fuésemos constituidos, en esperanza, herederos de vida eterna» (Tit
3, 4-7). «El Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os
conceda espíritu de sabiduría y de revelación para conocerle perfectamente,
iluminando los ojos de nuestro corazón» (Ef 1, 17-18) y os guarde en todo
tiempo en buenas obras, palabras y pensamientos. A él sean la gloria, el
honor y el poder por medio de nuestro Señor Jesucristo, con el Espíritu
Santo, ahora y siempre y por los infinitos siglos de los siglos. Amén.
NOTAS
[1] Se trata de la última de las catequesis antes del bautismo. Al final se
prometen las catequesis mistagógicas. El orden resurrección-lglesia católica
es inverso a cómo ambas realidades se encuentran en el Símbolo. Pero no
parece que el asunto tenga mayor importancia (cf. PG 33,
[2] Se refiere a que carece de un estímulo para obrar el bien.
[3] Cf.
[4] También aquí los términos son semejantes a la comparación que Jesús
establece con el grano de trigo en
[5] CLEMENTE ROMANO, Epístola I a los Corintios, cap. 25 Madrid 1950 (BAC
65), pp. 249-250.
[6] La ciudad se refiere a la antigua Heliópolis. Pero, por supuesto, aunque
se haga la cita de autoridad de Clemente, todo lo referente al ave Fénix,
que ardía y más tarde resurgía de sus propias cenizas, es algo puramente
mitológico. En ocasiones, el ave Fénix fue utilizada por los antiguos
cristianos como símbolo -pero sólo símbolo- de la resurrección.
[7] También en esta ocasión, entre paréntesis y como en nota, añade Cirilo:
«No dejes de dar crédito a este asunto, pues sabes igualmente que también la
prole de las abejas se forma a partir de unos gusanos y has visto que de los
huevos muy blandos de las aves salen las plumas, los huesos y los nervios».
[8] Intenta la catequesis establecer un paralelismo entre las fases de la
luna y la resurrección. Más que de argumentaciones habría que hablar aquí de
ejemplos que facilitan la aceptación de la idea de resurrección. Al final
del párrafo, señala Cirilo que lo que intenta, frente a los griegos, es no
tomar argumentos sacados de
[9] El argumento de que los patriarcas están vivos es empleado por el mismo
Jesús en favor de la resurrección: «Y en cuanto a la resurrección de los
muertos, ¿no habéis leído aquellas palabras de Dios cuando os dice: `'Yo soy
el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob?" No es un Dios de
muertos, sino de vivos» (Mt 22, 31-32). La afirmación de que los padres en
la fe están vivos es al menos un marco de referencia desde el cual se puede
entender la afirmación cristiana de la resurrección de los muertos.
[10] «Se levantarán». El texto griego de los LXX, el empleado por Cirilo,
admite también la traducción «resucitarán» (anastésontai) aunque más bien
debería traducirse por «se alzarán» o «se mantendrán en pie».
[11] Más explícito todavía -es uno de los textos del AT que clásicamente se
aducen sobre la resurrección o, al menos, sobre la vida más allá de la
muerte- es el texto hebreo de estos mismos versículos: «Yo sé que mi
Defensor está vivo y que él, el último, se levantará sobre el polvo. Tras mi
despertar me alzará junto a él, y con mi propia carne veré a Dios». Y
continúa el v. 27: «Yo, sí, yo mismo le veré, mis ojos le mirarán, no ningún
otro».
[12] Todos los casos de resurrección mencionados son cualitativamente
distintos de la resurrección de Jesús, puesto que «Cristo, una vez
resucitado de entre los muertos, ya no muere más... la muerte no tiene ya
señorío sobre él» (Rm 6,9) y, por tanto, son también distintos de la
resurrección de todos los hombres al fin de los tiempos. Pero son muy útiles
para hacer ver la capacidad de Dios para resucitar a los muertos.
[13] Conviene recordar, de todos modos que cuando un santo realiza un
milagro o éste se obtiene por su intercesión, no es en realidad el santo el
que hace el milagro, sino el poder de Dios que de él se sirve como simple
instrumento.
[14] Se alude al ayuno, con frecuencia de varios días, de los días de Semana
Santa y de preparación de
[15]
[16] I Cor 15,42-47: «Así también en la resurrección de los muertos: se
siembra corrupción, resucita incorrupción; 43 se siembra vileza, resucita
gloria, se siembra debilidad, resucita fortaleza; 44 se siembra un cuerpo
natural, resucita un cuerpo espiritual. Pues si hay un cuerpo natural, hay
también un cuerpo espiritual. 45. En efecto, así es como dice
[17] El lavatorio o lavado de la purificación, el bautismo. Cf. catequesis
1,19 y 20.
[18] Parece exhortar a una constante profesión de fe mediante la recitación
repetida del Símbolo.
[19] «Ekklesía», de «ek-kalein», llamar de o convocar, significa asamblea
convocada o incluso convocatoria (desde el punto de vista semántico).
[20] Un adjetivo derivado de ekklesia, empleado aquí por Cirilo, que lo toma
de
[21] Las tablas de
[22] Cirilo dice «en
[23] Expresión griega, derivada de Kyrios, Señor, para denominar un edificio
eclesiástico 0 algún conjunto de ellos.
[24] La imagen del «repudio» está tomada de la orden que Abraham recibe de
Dios para abandonar a su esclava Agar. En Agar y en la verdadera esposa de
Abraham, Sara, ve Pablo, en Gál 4,21-31, la imagen de las alianzas,
históricamente sucesivas, con Israel y
[26] Se refiere a las normas prácticas sobre cómo actuar en la celebración
de
[27] La distribución de
[28] Es decir, en nuestra distribución de la semana, el lunes de Pascua.
[29] Son las catequesis mistagógicas, aquí recogidas entre
[30] Es tal vez cita de Ef 5,26, que conviene comenzar en el versículo
anterior: «... como Cristo amó a
[31] Puesto que «Cristo», como tantas veces se ha señalado, significa
«ungido».
[32] En la cat. XXI. Se trata de
[33] En Jerusalén, porque aquí comenzó en la última Cena la celebración de
[34] A
[35] Parece prometerse aquí una sexta catequesis mistagógica que desde luego
no se encuentra entre las que nos han quedado de hecho. PG 33,1.055, nota 2,
expone la siguiente suposición: o bien no pudo pronunciarla Cirilo o, más
probable según el editor de las catequesis publicadas en PG las cinco
catequesis mistagógicas fueron pronunciadas de lunes a viernes, mientras que
el sábado se habría celebrado
CATEQUESIS XIX:
EL SENTIDO DE LOS RITOS BAUTISMALES REALIZADOS
A los recién iluminados. La lectura se toma de la primera epístola de Pedro:
«Sed sobrios y velad» (I Re 5,8), etc., hasta el fin de la carta.
Introducción
1. Ya hace tiempo que deseaba, hermanos e hijos queridísimos de
El paso del Mar Rojo como figura de la liberación cristiana
2.En primer lugar, entrasteis en el atrio que está antes del baptisterio y
escuchasteis vueltos de pie hacia Occidente. Se os ordenó extender la mano y
renunciasteis a Satanás como si estuviese presente. Debéis saber que la
figura de este asunto ya está contenida en la historia antigua: cuando
Faraón, durísimo y cruel tirano, oprimía al libre y generoso pueblo de los
hebreos, Dios delegó en Moisés para que los sacase de la cruel servidumbre
de los egipcios. Y se untaban las jambas de la puerta con la sangre del
cordero para que el exterminador pasase por alto las casas marcadas por la
señal. De modo totalmente milagroso, el pueblo hebreo fue así proclamado
libre. Y cuando el enemigo persiguió a los liberados, uniéndose los dos
brazos del mar sobre él, según lo que se cuenta en aquel relato asombroso,
rápidamente se hundió su poderío en las aguas del Mar Rojo(1).
El diablo ha sido vencido como lo fue el Faraón
3. Pero debo pasar de lo viejo a lo nuevo, de la figura a la verdadera
realidad. En aquel entonces Moisés es enviado por Dios a Egipto, mientras
que ahora es Cristo enviado al mundo. Aquel, para sacar de Egipto al pueblo
oprimido; Cristo, para liberar a los que están oprimidos en el mundo bajo el
peso del pecado. Entonces fue la sangre del cordero la que alejó al
exterminador, pero ahora lo ha sido la sangre de Jesucristo, el cordero
inmaculado. Ha sido esta sangre la que ha expulsado a los demonios. Aquel
tirano persiguió a aquel pueblo hasta el mar. También a ti, con la misma
audacia, te perseguía sin pudor el príncipe de los demonios hasta las
fuentes de la salvación. Aquel quedó sumergido en el mar, y éste desaparece
en el agua saludable.
La renuncia a Satanás en el rito bautismal
4. Pero oíste que se te mandaba que extendieses la mano como hacia alguien
que estuviese presente y dijeras: Renuncio a ti, Satanás. Y quiero explicar
por qué estuvisteis vueltos hacia Occidente, pues es necesario que lo haga.
La razón es que el Occidente es el lugar hacia donde se perciben las
tinieblas: su poder está en las tinieblas, siendo él mismo la oscuridad. Por
eso, para mantener la razón de lo que se dice en el Símbolo, mirando hacia
el oeste, renunciáis al príncipe de las tinieblas y de las sombras. ¿Qué es
lo que dijo cada uno de vosotros mientras estaba de pie?: «Renuncio a ti,
Satanás, a ti que eres tirano maligno y muy cruel. Ya no temo -dijiste- tu
fuerza: Cristo la deshace haciéndome partícipe de su sangre y de su carne
para, por ellas, destruir la muerte con su muerte para que no esté sometido
eternamente a esclavitud»(2). «Renuncio a ti, serpiente astuta y sutilísima.
Renuncio a ti que eres el traidor y que, simulando amistad, pergeñaste toda
iniquidad proponiendo la caída a nuestros primeros padres. Renuncio a ti,
Satanás, autor e instrumento de toda maldad».
Renuncia a las obras de Satanás
5. Después, en la segunda fórmula, se te enseña a proclamar: ...y a todas
tus obras. Se refiere a las obras de Satanás, a todo lo que es pecado y a lo
que es necesario renunciar del mismo modo que, si alguien escapa del tirano,
también rechaza completamente sus armas. Pues toda clase de pecado se cuenta
entre las obras del diablo. Debes saber, sin embargo, que lo que dices,
especialmente en la hora del temor, está consignado por escrito en los
libros de Dios. Y si alguna vez admites alguna cosa contraria a ellos, serás
juzgado como quien ha roto la alianza. Renuncias, por tanto, a las obras de
Satanás, es decir, a todas las acciones y pensamientos que se apartan de la
razón.
Y a todas sus pompas. Especialmente se mencionan los espectáculos
6. Después dices: ...y a toda su pompa. Son pompa del diablo las locuras de
los teatros, las carreras de caballos en los hipódromos, la caza en el circo
y otras vanidades por el estilo, de las que el santo, pidiendo ser liberado,
exclama a Dios: «Aparta mis ojos de mirar vanidades» (Sal,118, 119)(3). Que
estas vanidades no te llenen de preocupaciones en tu corazón cuando observes
la petulancia de los comediantes, llena de chismorreos e indecencia, o
cuando ves bailes llenos del furor y demencia de hombres afeminados, ni
tampoco lo que se ve por parte de quienes, en las cacerías circenses, se
exponen a las fieras acariciando su desgraciado vientre, pues se convierten
ellos mismos en alimento de fieras inmisericordes. Para decirlo más
exactamente, por el vientre, al que reconocieron como único Dios (cf. Flp 3,
19), arrojan su vida a un precipicio con tales certámenes fuera de lo común.
Apártate también de las carreras de caballos, absolutamente demenciales y
que son espectáculo para espíritus indolentes. Todo esto son pompas del
diablo.
Lo sacrificado a los ídolos
7. Como pompa del diablo debe contarse también lo que suele utilizarse en
las fiestas de los ídolos, las carnes, los panes y otras cosas tales que se
han contaminado por la invocación de los demonios impuros. Pues el pan y el
vino de
No dar culto a Satanás
8. Después dices: ... y a todo tu culto. Culto al diablo son las súplicas en
los templos de los ídolos, las cuales se hacen en honor de imágenes
inanimadas: encender lámparas y ofrecer perfumes a las fuentes o a los ríos;
así como algunos, equivocados por sus sueños o engañados por los demonios,
se acercaron hasta aquellas aguas, creyendo que encontrarían medicina para
sus enfermedades corporales. Y así otras cosas semejantes. No te mezcles con
tales cosas. Los augurios, la adivinación, los presagios, los amuletos, las
inscripciones en placas, las artes de la magia y otras parecidas y cualquier
cosa semejante a ellas, todo es culto del diablo. Huye, por tanto, de todo
ello. Pues si sucumbes a estas cosas tras la renuncia a Satanás y después de
haberte agregado a Cristo, experimentarás un tirano más cruel. Este trataba
contigo familiarmente en otro tiempo y te reducía a dura esclavitud. Ahora
la habrás tú aumentado más y, si quedas privado de Cristo, experimentarás la
sujeción de aquél(5). ¿Acaso no has oído lo que nos anuncia la vieja
historia de Lot y sus hijas? (Gén. 19, 15 ss). ¿No fue guardado incólume con
sus hijas cuando subía al monte mientras su mujer quedó convertida en
estatua de sal como monumento perenne que recordase unos afectos torcidos y
una conversión tardía? Pon atención a ti mismo y no mires hacia atrás con la
mano del arado (cf. Lc 9, 62) y volviéndote al sabor amargo de las cosas de
esta vida. Escápate, en cambio, hasta el monte (cf. Gén 19, 17) que es
Jesucristo, piedra no tallada con las manos y que llenó el mundo entero (cf.
Se ha hecho profesión de fe volviéndose a la región de la luz
9. Así, pues, cuando renuncias a Satanás, anulando completamente cualquier
pacto con él y las antiguas alianzas con el infierno, se te abre el paraíso
que Dios plantó al Oriente (Gén 2, 8), del que fue expulsado nuestro primer
padre al violar el mandato de Dios (Gén 3, 23). Símbolo de esta realidad es
cuando te volviste del Occidente al Oriente, que es la región de la luz.
Entonces se te mandó que dijeras: «Creo en el Padre, y en el Hijo y en el
Espíritu Santo, y en un único bautismo de conversión». De todo lo cual, en
cuanto nos lo concedió la gracia de Dios, ya te hemos hablado extensamente.
Memoria de la vestidura blanca
10. Por consiguiente, mantén la vigilancia fortalecido con estas palabras.
Como se ha leído, «vuestro adversario, el Diablo, ronda como león rugiente,
buscando a quién devorar» (I Pe 5, 8)(6). En épocas anteriores os podía
encerrar la muerte en sus dominios, pero en el santo lavatorio de la
regeneración enjugó Dios «las lágrimas de todos los rostros» (Is 25,8). Una
vez despojado el hombre viejo, ya no harás más luto, sino que celebrarás la
fiesta revestido con la túnica de la salvación de Jesucristo (cf.
11. Y esto es lo que se hizo en el atrio exterior; pero, si Dios quiere,
cuando en las siguientes catequesis mistagógicas entremos en el Santo de los
santos, conoceremos el significado de lo que allí se hace. A Dios Padre sea
la gloria, el poder y el esplendor con el Hijo y el Espíritu Santo por los
siglos de los siglos. Amén.
NOTAS
* Durante los primeros siglos de
[1] Todo el relato del paso del Mar Rojo, en
[2] Cf. Hb. 2, 14-15, que expresa que el máximo temor del hombre es la
muerte. Miedo a morir es no sólo temor a la muerte física, sino a todas
aquellas cosas que matan al hombre al no ser existencialmente capaz de
aceptarlas: el fracaso, la enfermedad, la pérdida de capacidad económica,
riesgos de diversos tipos, etc. La afirmación del texto citado de Hb es que
la fuerza del «señor de la muerte», el Diablo, capaz de espolear lo que
destruye al hombre, ha quedado destruida en la muerte de Cristo.
[3] Se hace mención aquí y en los próximos párrafos del apartamiento que los
primitivos cristianos practicaban con respecto a los espectáculos públicos y
otras «vanidades» del mundo. El asunto aparece mencionado, por ejemplo, en
Hipólito (La tradición apostólica, núm. 16, con respecto a las profesiones
relacionadas con los espectáculos) o Clemente de Alejandría (El pedagogo, L.
III, c. IV: «qué consagrar el tiempo»).
[4] Lo más oportuno, para valorar este párrafo, es recordar la enseñanza de
Pablo en
[5] Todo esto recuerda las advertencias de Hebr 6,4 ss.
[6] Por mayor fidelidad al texto bíblico, se transcribe «vuestro
adversario», no «nuestro», que es como figura en el texto original de las
catequesis. Por lo demás, esta catequesis ha señalado con fuerza el poder
del Diablo, del que han sido liberados los recién bautizados; por tal
motivo, se encarece la necesidad de la vigilancia.
[7] Para una descripción más completa de la novedad de vida, cf.
CATEQUESIS XX:
EL SENTIDO DE LOS RITOS BAUTISMALES REALIZADOS
Acerca del bautismo. La lectura es de
1. Las mistagógicas que se tienen todos los días, es decir, estas enseñanzas
que explican los misterios, nos son útiles, pues siempre explican nuevas
doctrinas y nuevas cosas. Pero os son útiles sobre todo a vosotros, que
habéis sido cambiados de lo viejo a lo nuevo. En esa línea os expondré
ciertas cosas que se derivan de la mistagogia de ayer, para que aprendáis
qué simboliza lo que realizasteis en el interior del edificio.
La túnica y el hombre viejo
2. Inmediatamente después de que entrasteis, os despojasteis de la túnica:
ésta era imagen del hombre viejo, del que os habéis despojado con sus obras
(cf.
La unción prebautismal
3. Y después, así despojados, fuisteis ungidos con el óleo exorcizado desde
los pelos de la cabeza hasta los pies y fuisteis hechos partícipes del buen
olivo que es Jesucristo. Sacados del olivo silvestre, habéis sido injertados
en un buen olivo y hechos partícipes de la riqueza del verdadero olivo (Rm
11, 17-24)(2), Por consiguiente, el óleo exorcizado era símbolo de la
comunicación de la abundancia de Cristo y hace huir rápidamente a todo
vestigio de poder adverso. Pues así como la insuflación de los santos(3) y
la invocación del nombre de Dios abrasan a los demonios, al modo de
fortísima llama, y los ponen en fuga, así también ese aceite exorcizado por
la invocación de Dios y por la oración adquiere tanta fuerza que no sólo
purga, quemándolos, los vestigios de los pecados, sino que incluso hace huir
a todas las potencias invisibles del Maligno.
Las entradas y salidas del agua, señal y realización de muerte y de vida
4. Después fuisteis conducidos hasta la santa piscina del divino bautismo,
como fue llevado Cristo de la cruz al sepulcro. Y se os preguntó uno por uno
si creíais en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo.
Pronunciasteis la confesión que os lleva a la salvación(4), y fuisteis
sumergidos por tres veces en el agua, levantándoos también tres veces.
También en esto significasteis en imagen y simbólicamente la sepultura de
Cristo por tres días. Pues, así como nuestro salvador pasó tres días y tres
noches en el seno de la tierra (cf.
En qué sentido hemos pasado por la muerte, sepultura y resurrección de
Cristo
5. ¡Oh nueva e inaudita realidad! No hemos muerto ni hemos sido sepultados
de modo verdadero, ni resucitamos después de que hubiésemos sido
verdaderamente crucificados, pero sí se ha realizado en imagen una imitación
de aquellas cosas, y es de aquí de donde ha brotado la salvación(5). Cristo
fue verdaderamente crucificado, verdaderamente fue sepultado y
verdaderamente resucitó, y todo ello nos ha sido regalado a nosotros por
gracia para que, hechos partícipes de sus sufrimientos, obtengamos en verdad
la salvación. ¡Oh amor exuberante hacia los hombres! Cristo recibió los
clavos en sus pies y manos incontaminados, soportando así el dolor; y ahora,
por la comunicación en sus dolores, se me agracia a mí sin haber pasado por
dolores ni trabajos(6).
El bautismo nos concede el perdón de los pecados, la adopción y la
participación en los sufrimientos de Cristo
6. Nadie piense, pues, que el bautismo consiste sólo en la gracia del perdón
de los pecados y de la adopción, como era el bautismo de Juan, que confería
sólo el perdón de los pecados. Nosotros, por el contrario, sabemos bien que
es para el perdón de los pecados, pero también otorga el don del Espíritu
Santo y es realización(7) y expresión de los sufrimientos de Cristo. De aquí
que Pablo dijera: «¿O es que ignoráis que cuantos fuimos bautizados en
Cristo Jesús, fuimos bautizados en su muerte? Fuimos, pues, con él
sepultados por el bautismo en la muerte» (Rm. 6, 3-4). Esto se lo decía a
quienes estaban convencidos de que el bautismo otorgaba ciertamente el
perdón de los pecados y la adopción, pero sin que ellos hubiesen
participado, en cierta identificación con él, en los verdaderos sufrimientos
de Cristo.
Partícipes de la muerte y resurrección de Cristo
7. Para que aprendiéramos, por tanto, que todo lo que Cristo soportó fue por
nosotros y por nuestra salvación —y, desde luego, no lo sufrió sólo en
apariencia— y que, además, somos hechos partícipes de sus sufrimientos,
Pablo exclamaba con viveza y con fuerza: «Porque si hemos sido injertados en
él por la semejanza a su muerte, seremos también partícipes de la
resurrección» (Rm 6, 5). Hermosamente dice «injertados». Pues realmente aquí
se ha plantado la vid verdadera(8) y nosotros, por la comunión del bautismo
en la muerte, hemos sido injertados en él. Pues en Cristo se dio
verdaderamente la muerte; en él realmente el alma se separó del cuerpo,
verdadera fue también la sepultura y en una sábana limpia fue envuelto su
santo cuerpo (Mt 27, 59). Todo esto aconteció en él de modo real. En
vosotros se da una semejanza de su muerte y de sus padecimientos, aunque en
la salvación no hay semejanza sino realidad.
8. Cuando ya os hemos instruido suficientemente acerca de todo esto, os
ruego que os esforcéis en retenerlo en la memoria con el fin de que yo,
aunque indigno, pueda decir de vosotros: «Os alabo porque en todas las cosas
os acordáis de mí y conserváis las tradiciones tal como os las he
transmitido» (I Cor 11, 2). Poderoso es Dios que os presenta aquí «como
muertos retornados a la vida» (cf.
NOTAS
* Durante los primeros siglos de
[1] En la catequesis anterior se han recordado la renuncia a Satanás y la
profesión de fe, ritos realizados en el atrio exterior del templo. En la
segunda catequesis mistagógica se recuerda el desvestirse la túnica y su
significado, la unción prebautismal, el interrogatorio acerca de la fe y la
triple inmersión y emersión en la piscina bautismal. Se explica con detalle
el significado de todos estos ritos.
[2] La alusión de Cirilo a la alegoría paulina del olivo y el acebuche no
expresa toda la riqueza del pensamiento de
[3] Soplo dentro del rito bautismal para ahuyentar al diablo. «Los santos»
se refiere probablemente, siguiendo el uso atestiguado ya desde las cartas
de Pablo, a los cristianos bautizados.
[4] «Confesión salvadora» responde tal vez a lo expresado en
[5] Cf. catequesis 21, núm. 2.
[6] Se expuso en cat. 4, núms. 10-12.
[7] Se traduce por «realización» la expresión original antitypos, que es
prácticamente, incluso en el lenguaje de Cirilo, un término técnico. En la
cat. XIX, núm. 2, se decía que los acontecimientos en torno a la liberación
de Israel de la esclavitud de Egipto eran figura o imagen, typos de lo que
habría de ser la liberación definitiva en Cristo. Antitypos del presente
párrafo es más bien «contrafigura», es decir, una imagen -en cuanto en este
caso, el bautismo es signo visible y «visibilizante»- que al mismo tiempo
realiza efectivamente, para quien recibe el bautismo, la muerte y
resurrección de Cristo. Con ello se está en el concepto de lo que es un
sacramento.
[8] El «aquí» se refiere al lugar del sepulcro de Jesús, en Jerusalén, donde
se están impartiendo las catequesis. La imagen del injerto, por otra parte,
se une aquí a la alusión a la alegoría de la vid y los sarmientos, en la que
Jesús, según
CATEQUESIS XXI:
La unción con el crisma. La lectura es de
Bautismo y don del Espíritu
1. Bautizados en Cristo y revestidos de Cristo (cf. Gál 3, 27), habéis sido
hechos semejantes a la imagen del Hijo de Dios (cf.
A semejanza de Cristo
2. Cristo no fue ungido con óleo o ungüento corporal, sino que el Padre, al
constituirlo en Salvador del universo entero, lo ungió con el Espíritu
Santo. Como dice Pedro: «Dios a Jesús de Nazaret lo ungió con el Espíritu
Santo» (Hech 10, 38); y el profeta David clamaba diciendo: «Tu trono es de
Dios para siempre jamás; un cetro de equidad, el cetro de tu reino; tú amas
la justicia y odias la impiedad. Por eso Dios, tu Dios, te ha ungido con
óleo de alegría más que a tus compañeros» (Sal 45, 7-8). Y del mismo modo
que Cristo verdaderamente fue crucificado, fue sepultado y resucitó, a
vosotros se os concede en el bautismo, y por don divino, ser crucificados
con él, ser sepultados y resucitar. E igualmente sucede acerca de la
crismación: él fue ungido con el óleo inteligible de la alegría, esto es,
con el Espíritu Santo(6). Se llama óleo de la alegría porque causa una
alegría espiritual; y vosotros habéis sido ungidos con ungüento al ser
hechos partícipes de la misma suerte de Cristo.
La eficacia de la crismación
3. Pero date cuenta de que no se trata de un ungüento pobre y vil. Pues así
como el pan de
Las diversas unciones y su finalidad
4. Fuisteis ungidos en primer lugar en la frente, para ser liberados de la
vergüenza que el primer hombre que pecó exhibía por todas partes(8) y para
que, a cara descubierta, contempléis la gloria del Señor como en un espejo
(cf.
Habéis recibido el nombre de cristianos
5. Considerados dignos de esta santa unción, sois llamados cristianos,
realizando la verdad de este nombre por medio del nuevo nacimiento. Pues,
antes de seros conferida esta gracia, propiamente no erais dignos de este
nombre, sino que luchabais para ser cristianos.
La descendencia de Cristo también es ungida
6. Pero debéis saber que la figura de este crisma (o unción) se encuentra ya
en
7. Guardad incontaminado este crisma. Os instruirá acerca de todo si
permanece en vosotros, como ya anteriormente oísteis al bienaventurado Juan
hablando de estas cosas (cf.
NOTAS
* Durante los primeros siglos de
[1] Se ha preferido «lo sabéis todo» a «todos lo sabéis», en parte porque,
según códices, es una lectura posible y porque se respeta así la versión
utilizada por Cirilo.
[2] Quizá anticipa algo Cirilo las expresiones de Flp 3, 20-21: «Pero
nosotros somos ciudadanos del cielo, de donde esperamos como Salvador al
Señor Jesucristo, el cual transfigurará este miserable cuerpo nuestro en un
cuerpo glorioso como el suyo, en virtud del poder que tiene de someter a sí
todas las cosas».
[3] Cf. una afirmación semejante en cat. 18, núm. 33; cf. una explicación en
el núm. 6 de esta catequesis. La unción del Espíritu, que en nosotros, como
sacramento separado, constituye
[4] Original, «antitypo». Cf. la nota 7 de la anterior catequesis.
[5] Is 61, 1 ss se refiere, de modo directo, con gran probabilidad, a la
misión del profeta, sea quien sea el autor, pues este párrafo pertenece ya
al Tritoisaías. El presente pasaje es un eco de los cantos del Siervo (ver
especialmente Is 42,
[6] Hech 10, 38, sobre todo en su contexto, tiene un fuerte sabor
kerigmático. El discurso de Pedro ante el centurión romano Cornelio, gentil
sobre el que desciende el Espíritu Santo y es hecho luego bautizar (Hech 10,
44-48), es en la práctica una descripción del ser y de la misión de Jesús:
«... cómo Dios a Jesús de Nazaret le ungió con el Espíritu Santo y con
poder, y cómo él pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por
el Diablo, porque Dios estaba con él». La unción con el Espíritu Santo que
el Padre concede al cristiano a semejanza de Cristo -el Espíritu Santo
desciende sobre Jesús también tras su bautismo en el Jordán, según los
Sinópticos- le hace también al seguidor de Cristo «activo». En la medida en
que el cristiano posee la unción del Espíritu Santo -de ello es sacramento
específico
[7] «Realidad efectiva» (energetikón ginómenon, efficiens factum en la
excelente versión latina) es expresión de la concepción de lo que es un
sacramento según lo comentado en cat. XX, nota 7.
[8] La edición de Migne, op. cit., 1. 091, hace aquí mención de Gén 3, 7-8
como expresión de la vergüenza por el pecado cometido.
[9] Cirilo hace alusión a la expresión mencionada de Pablo, que se encuentra
en el importante contexto de
[10] Es decir, «ungido». Cf.
[11] Cf. supra, cat. 17, núm. 37, sobre la acción interior del Espíritu
Santo.
[12] Cf. supra, núm. 2.
[13] En el contexto de 25,7 LXX, el proyecto de Dios es derramar su unción
sobre todas las naciones. Esto recuerda, por otra parte, Hech 2,16 ss.
CATEQUESIS XXII:
EL CUERPO Y
Sobre el cuerpo y la sangre del Señor. La lectura es de
Institución de
1. Incluso esta sola enseñanza de Pablo sería suficiente para daros una fe
cierta en los divinos misterios. De ellos habéis sido considerados dignos y
hechos partícipes del cuerpo y de la sangre del Señor. De él se dice que «la
noche en que fue entregado» (I Cor 11, 23), nuestro Señor Jesucristo «tomó
pan, y después de dar gracias, lo partió» (1 Cor 11, 23-24) «y, dándoselo a
sus discípulos, dijo: "tomad, comed, éste es mi cuerpo". Tomó luego una copa
y, dadas las gracias, se la dio diciendo: "Bebed de ella todos, porque ésta
es mi sangre"» (Mt 26, 26-28). Así pues, si es él el que ha exclamado y ha
dicho acerca del pan: «Este es mi cuerpo», ¿quién se atreverá después a
dudar? Y si él es el que ha afirmado y dicho: «Esta es mi sangre», ¿quién
podrá dudar jamás diciendo que no se trata de su sangre?
Fe en el cuerpo y la sangre del Señor
2. En una ocasión, en Cana de Galilea, cambió el agua en vino (Jn 2, 1-10),
que es afín a la sangre. ¿Y ahora creeremos que no es digno de fe al cambiar
el vino en sangre? Invitado a unas bodas humanas, realizó aquel prodigio
admirable. ¿No confesaremos mucho más que a los hijos del tálamo nupcial les
dio para su disfrute su propio cuerpo y sangre?(2).
Apariencias de pan y vino, pero realidad del cuerpo y sangre de Cristo
3. Por ello, tomémoslo, con convicción plena, como el cuerpo y la sangre de
Cristo. Pues en la figura de pan se te da el cuerpo, y en la figura de vino
se te da la sangre, para que, al tomar el cuerpo y la sangre de Cristo, te
hagas partícipe de su mismo cuerpo y de su misma sangre. Así nos convertimos
en portadores de Cristo, distribuyendo en nuestros miembros su cuerpo y su
sangre. Así, según el bienaventurado Pedro, nos hacemos «partícipes de la
naturaleza divina» (2 Pe 1, 4).
El «escándalo» del Pan de vida
4. En cierta ocasión, discutiendo Jesús con los judíos, decía: «Si no coméis
la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en
vosotros» (Jn 6, 53). Pero como aquellos no entendiesen en sentido
espiritual lo que se estaba diciendo, se retiraron ofendidos (cf. 6, 60)
creyendo que les invitaba a comer carnes(3).
5. Existían también, en la antigua Alianza, los panes de la proposición;
pero, puesto que se referían a una alianza caduca, tuvieron un final. Pero,
en la nueva Alianza, el pan es celestial y la bebida saludable, y santifican
el alma y el cuerpo. Pues, como el pan le va bien al cuerpo, así también el
Verbo(4) le va bien al alma.
La certeza del don del cuerpo y la sangre de Cristo
6. Por lo cual no debes considerar el pan y el vino (de
La mesa que ha preparado el Señor
7. La fuerza de todo esto te la explica el profeta David cuando exclama: «Tú
preparas una mesa ante mí, frente a mis enemigos» (Sal. 22, 23-5). Lo cual
quiere decir: antes de tu venida, los demonios habían preparado a los
hombres una mesa contaminada, sucísima, que rezuma el poder del diablo.
Pero, una vez que llegaste, Señor, «has preparado una mesa ante mí». Y
cuando el hombre dice a Dios: «has preparado ante mí una mesa», ¿qué otra
cosa significa que la mística e inteligible mesa que Dios nos ha preparado
«frente a los enemigos», los contrarios, es decir, frente a los demonios? Y
así es, en efecto, pues aquella mesa mantenía la comunión con los demonios,
pero ésta la mantiene con Dios. «Unges con óleo mi cabeza»(5). Con óleo
ungió tu cabeza en la frente mediante el sello(6) que tienes de Dios, para
que Dios te santifique y te hagas imagen de lo que el sello expresa(7). «Mi
copa rebosa». Se trata del cáliz que Jesús tomó en las manos y, dando
gracias, dijo: «Esa es mi sangre..., que es derramada por los muchos para
perdón de los pecados» (Mt 26, 28).
Las nuevas vestiduras de la justicia
8. Por ello Salomón, en el Eclesiastés, queriendo señalar esta gracia dijo:
«Ven, come con alegría tu pan» (Ecl 9, 7). Se refiere el pan espiritual;
dice «ven», porque llama a la salvación y da la felicidad. «Y bebe de buen
grado tu vino» (ibid.), que se refiere al vino espiritual. «Y no falte
ungüento sobre tu cabeza» (Ecl 9, 8b): ¿Ves cómo también se designa así al
crisma espiritual? «En toda sazón sean tus ropas blancas, ... que Dios está
ya contento con tus obras» (ibid., 8a y 7b). Pues, antes de que tuvieses
acceso a la gracia, tus obras eran «vanidad de vanidades» (Ecl 1, 2)(8).
Pero, una vez que te despojaste de tus viejas vestiduras y te pusiste las
que están espiritualmente limpias, debes estar siempre vestido con éstas. No
te decimos que es necesario que siempre vayas vestido de blanco, sino que te
revistas de lo que es blanco, puro y espiritual y que digas, de acuerdo con
el bienaventurado Isaías: «Con gozo me gozaré en Yahvé, exulta mi alma en mi
Dios, porque me ha revestido de ropas de salvación, en manto de justicia me
ha envuelto...» (Is 61, 10).
Compendio sobre el cuerpo y la sangre de Cristo
9. Puedes quedarte con la idea y tener la fe certísima en que lo que se ve
como pan no es pan, aunque tenga ese sabor, sino el cuerpo de Cristo, y que
lo que se ve como vino no es vino, aunque a eso sepa, sino la sangre de
Cristo. Y no olvides lo dicho antiguamente por David en los Salmos: «...
para sacar de la tierra el pan, y el vino que recrea el corazón del hombre,
para que lustre su rostro con aceite y el pan conforte el corazón del
hombre» (Sal 104,14-15). Conforta tu corazón tomando aquel pan como
espiritual y pon alegre el rostro de tu alma. Cubriéndolo con la pureza de
tu conciencia y reflejando «como en un espejo la gloria del Señor», camines
«cada vez con mayor gloria» (2 Cor 3, 18) en Cristo Jesús, Señor nuestro, a
quien sean el honor, el poder y la gloria por los siglos de los siglos.
Amén.
NOTAS
[1] El tema es, pues,
[2] La expresión «los hijos del tálamo nupcial»—la traducción podría ser, en
rigor, también «los siervos»—seria una reminiscencia, por ejemplo, de
[3] Cf.
[4] «El Verbo» o «
[5] Sal 23, 5 del que ya se ha citado la primera mitad, dice completo: «Tú
preparas una mesa ante mi, frente a mis enemigos; unges con óleo mi cabeza,
rebosante está mi copa».
[6] Cf. de nuevo lo dicho ya en varios momentos sobre el «sello»,
«carácter», etc. (vid. supra, Procatequesis, nota 36).
[7] Cf., hablando de la diadema del sacerdote,
[8] De modo genérico, ante el comienzo del Eclesiastés (o Cohélet, «el de la
asamblea», de qahal, asamblea; por tanto, también «predicador»; «ecclesia»
en griego es asamblea y «eclesiastés» seria «el encargado de la asamblea» en
cuanto «predicador»)
CATEQUESIS XXIII:
De
1. En las asambleas anteriores oísteis hablar abundantemente, por don de
Dios, tanto del bautismo como de la crismación y de la toma del cuerpo y de
la sangre de Cristo. Pero debemos pasar ahora a lo que sigue, con lo cual
pondremos fin al edificio de vuestra enseñanza espiritual.
El lavatorio de las manos, signo de la inmunidad del pecado
2. Habéis visto cómo el diácono alcanzaba el agua, para lavarse las manos,
al sacerdote y a los presbíteros que estaban alrededor del altar. Pero en
modo alguno lo hacía para limpiar la suciedad corporal. Digo que no era ése
el motivo, pues al comienzo tampoco vinimos a
El beso de la paz
3. Después, el diácono exclama: «Hablaos, y besémonos mutuamente». Y no
pienses que este ósculo es de la misma clase que los que se dan los amigos
mutuos en la plaza pública. Este beso no es de esa clase. Pues reconcilia y
une unas almas con otras, y les garantiza el total olvido de las injurias.
Es signo, por consiguiente, de que las almas se funden unas con otras y de
que deponen cualquier recuerdo de las ofensas. Por eso decía Cristo: «Si,
pues, al presentar tu ofrenda en el altar te acuerdas entonces de que un
hermano tuyo tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí, delante del altar,
y vete primero a reconciliarte con tu hermano; luego vuelves y presentas tu
ofrenda» (Mt 5, 23-24). Por tanto, el ósculo es reconciliación y, por ello,
es santo, como dice en alguna parte el bienaventurado Pablo: «Saludaos los
unos a los otros con el beso santo» ( I Cor 16, 20); y Pedro: «Saludaos unos
a otros con el beso de amor» (I Pe 5, 14).
Invocaciones iniciales al comienzo de la anáfora
4. Después exclama el sacerdote: «Arriba los corazones». Pues
verdaderamente, en este momento trascendental, conviene elevar los corazones
hacia Dios y no dirigirlos hacia la tierra y los negocios terrenos. Es, por
tanto, lo mismo que si el sacerdote mandara que todos dejasen en ese momento
a un lado las preocupaciones de esta vida y los cuidados de este mundo, y
que elevasen el corazón al cielo hacia el Dios misericordioso. Luego
respondéis: «Lo tenemos (levantado) hacia el Señor», con lo que asentís a la
indicación por la confesión que pronunciáis. Que ninguno que esté allí,
cuando dice: «Lo tenemos hacia el Señor», tenga en su interior su mente
llena de las preocupaciones de esta vida. Pues debemos hacer memoria de Dios
en todo tiempo. Pero si, por la debilidad humana, se hiciere imposible, al
menos en aquel momento hay que esforzarse lo más que se pueda.
Es justo, por nuestra parte, dar gracias al Señor
5. Después de esto dice el sacerdote: «Demos gracias al Señor». Pues debemos
estar verdaderamente agradecidos de que cuando éramos indignos, nos llamó a
tan inmensa gracia, y de que, cuando éramos enemigos, nos reconcilió (cf.
El comienzo de la anáfora y el «Santo»
6. Hacemos mención, después, del cielo, de la tierra y del mar; del sol y de
la luna, de los astros y de toda creatura, dotada de razón o sin ella,
visible o invisible; de los ángeles, de los arcángeles, de las virtudes,
dominaciones, principados, potestades y tronos; de los querubines dotados de
muchos rostros(2); todos diciendo aquello de David: «Cantad conmigo al
Señor» (Sal 34, 4). Hacemos también mención de los serafines que, en el
Espíritu Santo, vio Isaías alrededor del trono de Dios y que cubrían con dos
alas su rostro, con dos alas los pies, y con dos volaban diciendo: «Santo,
santo, santo es el Señor de los ejércitos» (Is 6, 2-3). Recitemos, por
tanto, esta teología(3), para que, en la entonación comunitaria de las
alabanzas, nos unamos a los ejércitos que están por encima del universo.
La epíclesis o invocación del descenso del Espíritu Santo sobre los dones
del altar
Oramos por todos los que lo necesitan
8. Pero después que ha sido realizado el sacrificio espiritual, culto
incruento sobre aquella hostia de propiciación, rogamos a Dios por la paz de
todas las Iglesias, por el buen gobierno del mundo, por las autoridades, por
los soldados, por los amigos, por aquellos que están sujetos a enfermedades,
por los que son presa de la aflicción y, en general, oramos y ofrecemos esta
víctima por todos los que tienen alguna necesidad.
También por los difuntos
9. Recordamos también a todos los que ya durmieron: en primer lugar, los
patriarcas, los profetas, los apóstoles, los mártires, para que, por sus
preces y su intercesión, Dios acoja nuestra oración. Después, también por
los santos padres y obispos difuntos y, en general, por todos cuya vida
transcurrió entre nosotros, creyendo que ello será de la mayor ayuda para
aquellos por quienes se reza.
Utilidad de la oración por los difuntos
10. Quiero aclararos esto con un ejemplo, puesto que a muchos les he oído
decir: ¿de qué le sirve a un alma salir de este mundo con o sin pecados si
después se hace mención de ella en la oración? Supongamos, por ejemplo, que
un rey envía al destierro a quienes le han ofendido, pero después sus
parientes, afligidos por la pena, le ofrecen una corona: ¿Acaso no se lo
agradecerá con una rebaja de los castigos? Del mismo modo, también nosotros
presentamos súplicas a Dios por los difuntos, aunque sean pecadores. Y no
ofrecemos una corona, sino que ofrecemos a Cristo muerto por nuestros
pecados, pretendiendo que el Dios misericordioso se compadezca y sea
propicio tanto con ellos como con nosotros.
El Padre nuestro, entre la plegaria eucarística y la comunión
11. Y, después de todo esto, recitamos aquella oración que el Salvador
entregó a sus mismos discípulos, llamando con conciencia pura Padre a Dios y
diciendo: «Padre nuestro que estás en los cielos» (Mt 6, 9)(6). ¡Oh gran
misericordia de Dios para con los hombres!, juntamente con su amor. Hasta
tal punto se compadeció de quienes se apartaron de él y se afirmaron en los
mayores males que les concedió el olvido de las injurias y la participación
en la gracia de modo que le llamasen Padre: «Padre nuestro que estás en los
cielos». Pues del cielo habían de ser quienes llevaran la imagen del
cielo(7), en quienes Dios habita y con quienes él camina(8).
12. «Santificado sea tu nombre». Por su naturaleza el nombre de Dios es
santo, digámoslo nosotros o no lo digamos. Pero ya que, por medio de quienes
pecan, se le profana en ocasiones, según aquello de que «el nombre de Dios,
por vuestra causa, es blasfemado entre las naciones» (Is 52, 5, tal como
aparece citado en
13. «Venga tu Reino» (Mt 6, 10). Es propio del alma pura decir con
confianza: «Venga tu Reino». Pues quien haya oído a Pablo, que dice: «No
reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal» (Ro». 6, 12), y sea
consciente de su pureza en obras, pensamientos y palabras, clamará a Dios:
«Venga tu Reino».
14. «Hágase tu Voluntad en la tierra como en el cielo». Los bienaventurados
ángeles de Dios hacen la voluntad de éste, como decía David en los Salmos:
«Bendecid a Yahvé, ángeles suyos, héroes potentes, ejecutores de sus
órdenes, en cuanto oís la voz de su palabra» (Sal 103, 20)(9). Tu oración,
por consiguiente, tiene esta fuerza y esta significación, como si dijeras:
«Como se hace tu voluntad en los ángeles, así se haga, Señor, en la tierra
sobre mí».
15. «Danos hoy nuestro pan necesario» (Mt 6,11 )(10), El pan ordinario no es
sustancial. Pero este pan, que es santo, es sustancial, como si dijeras que
está dirigido a la sustancia del alma. Este pan no va a parar al vientre ni
entra en la defecación, sino que se reparte entre todo tu ser para utilidad
del cuerpo y del alma. El «hoy» se dice por «todos los días». Como también
Pablo decía: «Cada día mientras dure este hoy» (Hebr 3,13)(11).
16. «Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros
deudores» (Mt 6, 12). Tenemos realmente muchos pecados, puesto que causamos
ofensas con la palabra y el pensamiento y realizamos muchas cosas,
merecedoras de condenación. Y «si decimos: "No tenemos pecado", nos
engañamos y la verdad no está en nosotros», como dice Juan (1
17. «Y no nos dejes caer en la tentación (Mt 6, 13), Señor». ¿Acaso el Señor
nos enseña a pedir que no seamos tentados en absoluto? ¿Y cómo es que en
otro lugar se dice: «Quien no ha pasado pruebas poco sabe» (Eclo 34,
10)(12), y también: «Considerad como un gran gozo, hermanos míos, el estar
rodeados por toda clase de pruebas». Pero entrar en tentación, ¿acaso no
significa hundirse en ella? Pues la tentación es algo semejante a un
torrente difícil de atravesar. Pero, aquellos a quienes no se los traga la
tentación, la atraviesan como hábiles nadadores sin ser arrastrados por
nada. Pero los que no son así, se hunden nada más entrar. Así fue, por poner
un ejemplo, Judas. Al entrar en la tentación de la avaricia, no nadó sino
que se hundió, y se ahogó en cuerpo y en espíritu. Pedro entró en la
tentación de la negación, pero, a pesar de haber entrado, no se hundió, sino
que, llorando intensamente, fue liberado de la tentación. Oye también, por
su parte, al coro de los santos incólumes, que prorrumpe en acción de
gracias al ser liberado de la tentación:
«Tú nos probaste, oh Dios,
nos purgaste, cual se purga la plata;
nos prendiste en la red,
pusiste una correa a nuestros lomos,
dejaste que un cualquiera a nuestra cabeza cabalgara,
por el fuego y el agua atravesamos;
mas luego nos sacaste para cobrar aliento» (Sal 66, 10-12).
¿No ves la alegría confiada de quienes han pasado sin haberse hundido? «Mas
luego, se añade, nos sacaste para cobrar aliento». Que ellos llegaran a
cobrar aliento significa que fueron liberados de la tentación(13).
18. «Mas líbranos del maligno». Si el «no nos dejes caer en la tentación»
quisiese decir no ser tentado en modo alguno, no habría añadido «mas
líbranos del maligno(14). El maligno es el diablo como adversario del que
pedimos ser liberados. Y después, acabada la oración, dices: «Amén». Por
este «Amén», que significa «así sea», refrendas y confirmas lo que se
contiene en esta oración que Dios nos ha entregado.
«Las cosas santas a los santos». Invitación a la comunión
19. Después de todo esto dice el sacerdote: «Las cosas santas a los
santos»(15). Santas son las cosas que están sobre el altar, puesto que sobre
ellas ha venido el Espíritu Santo. Santos sois también vosotros,
enriquecidos por el don del Espíritu Santo. Y las cosas santas son buenas
para los santos. Vosotros, además, añadís: «Sólo hay un santo y un solo
Señor Jesucristo». Pues realmente sólo uno es santo, santo por naturaleza;
pero también nosotros somos santos, pero no por naturaleza, sino por
participación y por la práctica de las obras y el deseo.
La comunión del cuerpo y la sangre del Señor
20. Oíste después la voz del salmista que os invitaba, por medio de cierta
divina melodía, a la comunión de los santos misterios y decía: «Gustad y ved
qué bueno es el Señor» (Sal 34,9)(16). Pero no juzguéis ni apreciéis esto
como una comida humana: quiero decir, no así, sino desde la fe y libres de
toda duda. Pues a los que los saborean no se les manda degustar pan y vino,
sino lo que éstos representan en imagen, pero de modo real: el cuerpo y la
sangre del Señor.
La comunión del cuerpo de Cristo
21. No te acerques, pues, con las palmas de las manos extendidas ni con los
dedos separados, sino que, poniendo la mano izquierda bajo la derecha a modo
de trono que ha de recibir al Rey, recibe en la concavidad de la mano el
cuerpo de Cristo diciendo: «Amén». Súmelo a continuación con ojos de
santidad cuidando de que nada se te pierda de él. Pues todo lo que se te
caiga considéralo como quitado a tus propios miembros. Pues, dime, si
alguien te hubiese dado limaduras de oro, ¿no las cogerías con sumo cuidado
y diligencia, con cuidado de que nada se te perdiese y resultases
perjudicado? ¿No procurarás con mucho más cuidado y vigilancia que no se te
caiga ni siquiera una miga, que es mucho más valiosa que el oro y que las
piedras preciosas?
La comunión de la sangre de Cristo
22. Y después de la comunión del cuerpo de Cristo, acércate también al cáliz
de la sangre: sin extender las manos, sino inclinándote hacia adelante,
expresando así adoración y veneración, mientras dices «Amén», serás
santificado al tomar también de la sangre de Cristo. Y cuando todavía tienes
húmedos los labios, tocándolos con las manos, santifica tus ojos y tu frente
y los demás sentidos. Por último, en oración expectante, da gracias a Dios,
que te ha concedido hacerte partícipe de tan grandes misterios.
23. Guardad íntegras estas tradiciones, y guardaos a vosotros mismos sin
mancha. No os apartéis de la comunión ni mancilléis con vuestros pecados
estos sagrados y espirituales misterios. «Que él, el Dios de la paz, os
santifique plenamente, y que todo vuestro ser, el espíritu, el alma y el
cuerpo, se conserve sin mancha hasta
NOTAS
[1] Es el sentido directo de las expresiones del texto original.
[2] Cf Ez 10,21.
[3] «Teología» está aquí empleada, no en el sentido actualmente corriente de
«conocimiento de Dios», sino en el sentido cultual de alabanza o celebración
de Dios. La frase podría traducirse: «Recitemos, por tanto, esta liturgia
divina».
[4] Vid. la insistencia de esta idea infra., núm. 19.
[5] «Suplicamos al Dios misericordioso...», etc. (en el original,
philanthropon) es fórmula griega muy corriente para la epíclesis Cf. en la
edición mencionada de MIGUE PG 33,1.115, nota 1.
[6] El Padre nuestro, completo en
[7] Cf. I Cor 15,49: «Y del mismo modo que hemos llevado la imagen del
hombre terreno, llevaremos también la imagen del celeste», lo cual queda
expuesto en I Cor al hablar del modo de la resurrección.
[8] Cf.
[9] El texto original de la catequesis señala, de modo más expreso «haciendo
sus voluntades» o «sus deseos», pero la traducción ofrecida responde mejor
al sentido bíblico original y a la versión de los LXX.
[10] Esta traducción es discutible, pero
[11] El «hoy» de cada día en que Dios constantemente está llamando al
hombre. En otro orden de cosas, la catequesis participa de la opinión
extendida comúnmente entonces, de que Pablo es el autor de la carta a los
Hebreos.
[12] Cf. también
[13] La idea que subyace a todo el párrafo es la, a pesar de todo,
fragilidad del discípulo, que siempre puede decir no a su Señor. El ejemplo
de Pedro es aducido por Cirilo para expresar que la caída en el pecado
siempre puede encontrar solución en la misericordia de Dios.
[14] La expresión ponerou puede referirse al mal en general o al «maligno»,
refiriéndose en este caso al diablo. Cirilo se inclina por esta segunda
interpretación.
[15] Según recuerda PG 33,1.123, nota 1, esta expresión, como invitación a
la comunión, se encuentra en todas las liturgias griegas, en la liturgia
mozárabe y en diversas liturgias latinas.
[16] El Sal 34 es empleado
frecuentemente en diversas liturgias antiguas como canto de comunión, a la
que se aplica especialmente el
mencionado versículo 9.