Hay quien piensa que el pudor es algo ya superado, convencional,
que depende únicamente de las culturas...
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Esto, sin embargo, deja muchos interrogantes
en el tintero ya que se observa, por ejemplo, como
los niños, a partir de una edad y sin necesidad de
orientación por parte de los padres, se encuentran
incómodos desnudos y se esconden para no ser vistos
o cómo en todas las culturas se tiende a ocultar
ciertas partes del cuerpo.
La forma de vivir el pudor puede ser convencional,
pero no el hecho de experimentar este sentimiento.
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Los filósofos personalistas aclaran más estas cuestiones pues
consideran que el pudor es una característica de la persona.
Cada hombre comprueba en su interior como hay cosas; no sólo
materiales sino también espirituales (pensamientos, deseos...)
que no quiere que salgan al público. Tenemos una intimidad que
nos pertenece y que no entregamos a cualquiera; o al menos, no
entregamos a cualquiera sin hacernos violencia. Este sentimiento
se llama coloquialmente vergüenza y se refiere, como se ha dicho
antes, no sólo a hechos externos sino también a estados
interiores.
La vergüenza no siempre se refiere a actos negativos, hay
cosas buenas que también nos avergüenzan; en este caso, lo que
experimentamos como mal no es la cosa en sí, sino el que se
exteriorice. Muchas veces, por ejemplo, al realizar una obra de
caridad o tener una muestra de cariño intentamos que no salga al
exterior ya que puede ser malentendida y porque además, al
exteriorizarse, pierde un poco su valor.
En este sentido, el pudor sería siempre una salvaguarda de la
intimidad, de la interioridad de la persona.
¿Por qué es necesario ocultar ciertas partes del cuerpo? ¿por
qué es impúdico un escote pronunciado? ¿o un vestido
transparente?
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Porque desvelan los órganos sexuales, que son los
más íntimos del índividuo ya que con ellos “se efectúa
la donación completa, íntima y corporal de la persona”.
Sería impúdico por tanto exhibir sin razón aquellas
partes más íntimas del cuerpo, aquellas “que desempeñan
un papel expresivo singular en los actos de intimidad
sexual. En sí, tales partes no son ni buenas ni malas.
Sencillamente realizan la función que la naturaleza les
asignó. Esa función es íntima, se halla integrada en
actos que no tienen sentido en la esfera pública, sino
sólo en la esfera privada de la relación dual a la que
está confiada la creatividad biológica y buena parte de
la creatividad amorosa”.
Lo esencial en el pudor, por tanto,no es sólo cubrirse,
sino ocultar los valores sexuales que constituyen, en la
conciencia de la persona, un objeto de placer. Nuestros
órganos sexuales pueden ser objetos que producen placer:
como la persona no quiere quedar reducida a un mero
instrumento de goce, oculta estos valores.
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¿Experimentan del mismo modo el pudor la mujer y el hombre?
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Al llegar a este punto, hay que hacer una
distinción entre la forma que tiene de experimentar el
pudor la mujer y el hombre.
La mujer es más difícil que vea al hombre como un objeto
de placer. En ella pesa más lo afectivo que lo sensual,
es más sensible a percibir en el hombre las cualidades
de una masculinidad psíquica; se fijará en cómo es su
voz, qué temas de conversación tiene, qué
características psicológicas posee. No desprecia su
masculinidad física, pero ésta pasa a un segundo plano.
El hombre, sin embargo, tiene una sensualidad más fuerte
que hace que la afectividad quede relegada. Es más fácil
que vea en la mujer un objeto de placer; de hecho, en un
primer momento, esto es lo que fija su atención. “La
mujer no siente ese tirón automático ante el cuerpo de
un hombre.
El hombre sí lo siente ante el cuerpo de la mujer. Por
no saber esto, muchas mujeres interpretan
equivocadamente las miradas de muchos hombres (...) No
saben que el hombre tiende espontáneamente a fijarse en
los aspectos meramente carnales, en lo que la mujer
tiene de objeto.
Y por eso cometen el error de querer llamar la atención
jugando con lo propiamente sexual. Si supieran lo que
pasa muchas veces por la cabeza de los hombres que las
miran, y el desprecio que a menudo provocan en ellos se
sorprenderían mucho”
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Es importante conocer estas diferencias ya que el pudor es
una virtud para vivir en la sociedad; no basta que una persona
vista de una forma correcta según su propia sensibilidad, tiene
que tener en cuenta la sensibilidad de los demás. Precisamente,
a la mujer le resulta más difícil entender la necesidad del
pudor, la conveniencia de cubrirse porque no experimenta en sí
misma una sensualidad tan fuerte.
“La mujer tiende a considerar en primer lugar los aspectos
personales, afectivos, humanos. Lo estrictamente carnal viene,
normalmente, sólo después de lo afectivo.Pero en el hombre no es
así. Por eso las mujeres consideran como cariño lo que, por
parte del hombre, es, en muchas ocasiones simple satisfacción
del apetito. Se sienten queridas cuando en realidad estánsiendo
usadas”.
Ante una minifalda, unos minishorts o
un escote, una mujer puede juzgar fríamente la forma de las
piernas, mientras que un hombre es posible que cosifique a la
dueña de la prenda convirtiéndola en un objeto sexual.
Entonces... ¿Qué es el pudor?
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El pudor es un mecanismo de protección ante
la posibilidad de convertirnos en instrumentos de
placer.
Es también, como en el caso de la guarda de la
intimidad, una defensa ante el peligro de que
alguien me pueda poseer sin que yo lo quiera.
Cada persona es dueña de sí misma y nadie, excepto
Dios como Creador, puede tener propiedad sobre ella.
La excepción a esta realidad es el amor; el hombre
se deja apropiar libremente por amor; pero a esto se
volverá más tarde.
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El pudor consiste en ocultar los valores sexuales pero es
también una forma de provocar el amor; la necesidad espontánea
de cubrir los valores sexuales es un medio para permitir que se
descubran los valores de la propia persona; mientras se oculta
aquello que puede cosificarme, se intenta remarcar lo que me
hace persona. Los valores sexuales no me diferencian, no me
hacen único; simplemente “dividen” a la humanidad enhombres y
mujeres. Lo que me individualiza son mis capacidades personales,
mi inteligencia, mis amores, mi intimidad, mis recuerdos...
La persona está llamada a provocar amor; si este amor se
provoca simplemente por el atractivo físico es un sentimiento
quebradizo que desaparecerá, como tarde, cuando se disuelva ese
atractivo. Cuando una persona cubre su cuerpo en cierto modo
está reclamando que se fijen en ella por dentro, es un grito de
protesta: “no te fijes sólo en mi cuerpo, en mi físico: no soy
sólo una imagen: soy ante todo una persona”.
Se entiende entonces que el pudor no significa autoencerrarse
ni tiene nada que ver con despreciar el cuerpo; no oculto el
cuerpo porque éste sea vergonzoso. Precisamente, el pudor es
dominar el propio ser para una donación incondicionada, para
abrirse a la otra persona. El pudor permite entregar en
exclusiva algo muy valioso y que no es del dominio público.
La persona impúdica se pone en ocasión de ser un objeto del
que uno puede servirse sin amarlo. Aquí, es importante señalar
que el impudor no es sólo algo externo sino también interno en
el que tienen mucho peso la imaginación y el deseo. Como se
expuso anteriormente, una persona puede poseer un cuerpo, que se
le ha mostrado anteriormente, con la imaginación o el deseo.
En este sentido, no puede minusvalorarse la fuerza que puede
tener la mirada. Como señala el catedrático de Filosofía Alfonso
López Quintás “la mirada es un sentido posesivo; constituye una
especie de tacto a distancia (...) Ofrecer a la mirada las
partes íntimas del cuerpo supone dejarse poseer en lo que uno
tiene de más peculiar, de más propio y personal (...) Toda
exhibición sugiere un acto de entrega, y, como la entrega
personal no se puede realizar de modo colectivo, la exhibición
pública constituye un mero juego con estímulos gratificantes.
Este juego banal se encuentra a años luz alejado de toda
relación personal creadora. En la misma medida implica una
degradación”.
Muchas personas reducen el pudor a unos centímetros de ropa...
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No es lo mismo acudir en traje de baño a una piscina,
que ir con la misma prenda a la Facultad |
"El
pudor no se puede reducir a centímetros de ropa. Depende de un
conjunto de factores que influyen en la percepción que los demás
tengan de nosotros, depende de la diversa situación y de la
función del vestido y depende también de las costumbres en el
modo de vestir”.No
es lo mismo acudir en traje de baño a una piscina que ir con la
misma prenda a la facultad, una falda de tenis, que no tiene
nada de impúdico en una pista, puede serlo enuna oficina.
No atenta contra el pudor la mujer de una tribu de Africa
que, siguiendo las costumbres del país y las condiciones
climáticas, va con el pecho descubierto pero sí lo hará aquella
que vaya así a hacer la compra en un supermercado europeo. En
este sentido hay, además de las costumbres, ciertas leyes de la
percepción que reclaman la atención sobre uno u otro aspecto del
cuerpo.
Continuando con el ejemplo anterior; nadie percibirá como
reclamo sexual a la mujer de la tribu mientras que si se
percibirá así a la mujer del supermercado, aunque vayan las dos
con la misma tela. “Si estamos acostumbrados a vernos vestidos,
la desnudez tiene un significado radicalmente distinto, destaca
una disponibilidad sexual que no se presenta en la percepción de
quienes habitualmente van desnudos”
Si el pudor no puede reducirse a una cantidad de tela,
tampoco el impudor equivale exactamente a la desnudez. Hay
momentos y situaciones en los que la desnudez no es impúdica
(cuando existe un fin médico, o en el caso del acto conyugal
donde el amor hace que quede preservada la dignidad de la
persona). Un vestido será impúdico cuando subraye los valores
sexuales, pueda provocar una reacción hacia esa persona como
objeto de placer y encubra su verdadero valor como persona.
Por esto, es difícil dejar de calificar como impúdicas
algunas de las tendencias actuales como las transparencias que
se explican precisamente como un juego de seducción en el que se
deja entrever -a veces claramente ver- esos valores sexuales,
los escotes exagerados o las microfaldas que descubren gran
parte de las piernas. Este tipo de prendas llaman la atención, a
veces de una forma provocativa, sobre los aspectos sexuales del
cuerpo femenino.
Por último hay que señalar que la falta de pudor en el
vestido lleva a la despersonalización. La función del vestido es
cubrir lo que es más impersonal, aquellas partes del cuerpo que
no nos diferencian de los demás, haciendo que la atención del
otro recaiga en lo descubierto, el rostro.
“El hecho del vestido que oculta el cuerpo y muestra el
rostro ha hecho que la belleza conocida y expresa sea
primariamente la de este último; la del cuerpo se supone, se
infiere, se adivina, en ciertos grados y formas (...) Esto ha
sido un factor de personalización de las relaciones humanas. El
cuerpo tiene menor individualidad, es menos identificable, más
intercambiable. En su función más propia, es el cuerpo de tal
cara. La oscilación entre la preferencia por el rostro o por el
cuerpo significa la existencia de dos orientaciones que
condicionan la vida: se insiste en la personalidad, o se tiende
a la indiferenciación”.
¿Cómo se puede educar el pudor?
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Antes se ha visto como el pudor es un sentimiento
profundamente ligado a cada hombre pero también se
observa la diferencia con que las personas experimentan
este sentimiento. En líneas generales, se puede decir
que la tendencia a velar el cuerpo es un “fruto del
proceso de crecimiento de la sensibilidad del hombre”.
Cuando hay una mayor sensibilidad, el hombre comprende
qué es su cuerpo y trata de cubrirlo. Por eso hay una
relación entre la cultura y el vestido. A mayor cultura,
más sensibilidad y más pudor. En este sentido, el
impudor es, muchas veces, una falta de cultura.
El hombre con sensibilidad no supera los límites de la
vergüenza sino con dificultad. La mayoría de las
personas han experimentado este sentimiento de
violentarse al tener que desvestirse ante el médico. En
el caso del acto sexual, el hombre supera esta vergüenza
por el amor.
Cuando hay un amor verdadero, el peligro de ser tomado
como un simple objeto de placer desaparece porque se
valora a la persona en su totalidad; por tanto, el pudor
pierde su razón de ser objetiva, porque es el amor el
que protege la dignidad de la persona. También
desaparece el riesgo de perder la intimidad ante la
indiferencia del otro. Cuando seama, la entrega corporal
viene acompañada de la entrega total. No se da el cuerpo
sólo, se da la persona entera, toda su intimidad, y no
sólo la física.
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Lo contrario es la prostitución. El hombre, o la mujer, que en
una relación sexual sólo comparte el cuerpo pero no el alma, se
está prostituyendo. Con otras palabras “una entrega corporal que
no fuera a la vez personal sería en sí misma una mentira porque
consideraría el cuerpo como algo simplemente externo, como una
cosa disponible y no como la propia realidad personal”
El amor es, por lo tanto, el requisito para que el hombre
venza su resistencia a entregar su intimidad corporal. Alguien
podría objetar a esto que la vergüenza, tanto del cuerpo como de
los actos de amor, es muy débil o casi inexistente en algunas
personas. Ciertamente, la vergüenza puede disminuir por
diferentes influencias, de naturaleza personal o social, y ceder
pronto. Como se ha dicho antes, si se pierde sensibilidad,
desaparece el sentido del pudor. Y se pierde sensibilidad cuando
se desconoce, se ignora o se rechaza el valor del propio cuerpo
y de la sexualidad.
Por eso, tiene gran importancia la educación del pudor en los
niños; es la edad donde toman conciencia de lo que significa su
cuerpo y el de los demás. Si se acostumbran a verse desnudos
delante de otros, o a ver desnudos a sus familiares, o a
contemplar en el cine o la televisión actos sexuales que sólo
tienen su verdadero sentido en la intimidad, su cuerpo y el de
los demás perderá valor; no entenderá la necesidad de protegerse
ante la posibilidad de convertirse en un objeto sexual.
A veces, con una ingenuidad un tanto tontorrona, se educa a los
niños en una falsa naturalidad con el cuerpo que les deja sin el
mecanismo de protección, éste sí verdaderamente natural, del
pudor. Esto explica que sea frecuente, por ejemplo, encontrar
adolescentes en los que esesentimiento de vergüenza por mostrar
y entregar su cuerpo se borra con gran facilidad.
A menudo, después de estas relaciones, que difícilmente cuajan
pues no hay verdadero amor, el chico/a se siente utilizado como
un mero instrumento de placer, fácil de conseguir, porque el
pudor natural ha cedido con rapidez.
En la educación del pudor, además de los padres, tienen
responsabilidad los medios de comunicación que, en la
actualidad, muestran un exceso de contenidos eróticos e incluso
pornográficos. Esta saturación de sexo hace que se pierda
sensibilidad y facilita que, en esta esfera tan importante, el
hombre quede desprotegido.
¿Todo esto es algo exclusivo para cristianos?
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Todo
lo que se ha señalado hasta ahora se aplica a
hombres y mujeres de diferentes ideas, religiones y
culturas pues de lo que se trata es de defender una
forma de vestir que no lesione la dignidad de la
persona. El cristiano además tiene un papel muy
importante en el campo de la moda, campo que no
puede ver como algo trivial o superficial.
La persona cristiana sabe que su cuerpo es templo
del Espíritu Santo, que el hombre tiene una
dignidad, que es sagrada. Es consciente también de
que se empieza por no respetar la dignidad del
cuerpo y se acaba animalizando al ser humano. Se
percata de que en el mundo de la moda predomina un
consumismo desenfrenado que lesiona la justicia
social: unos no tienen con qué abrigarse mientras
otros gastan millones en renovar constantemente su
ropero. Por eso, es importante quelos cristianos
tengan una actitud activa en este tema. En primer
lugar, con la coherencia de su ejemplo.
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Hay prendas que una persona con un poco de sensibilidad, más si
es cristiana, no llevará: aunque estén de moda, aunque todo el
mundo vista así, aunque choque en el ambiente. Precisamente este
choque hará comprender a muchos lo poco acertado que es
presentarse en la sociedad con un determinado aspecto por muy
aceptado que esté. La coherencia, en este campo como en muchos
otros, puede ser un argumento definitivo. “Y en un ambiente
paganizado o pagano, al chocar este ambiente con mi vida, ¿no
parecerá postiza mi postura de naturalidad?”, me preguntas. -Y
te contesto: chocará sin duda, la vida tuya con la de ellos: y
ese contraste, por confirmar con tus obras tu fe, es
precisamente la naturalidad que yo te pido”
Pero además de con el ejemplo personal, el hombre y la mujer
cristiana tienen que ver en la moda una forma de acercar más el
mundo a Dios. Antes se explicaba la relación entre la verdad, el
bien y la belleza. Dios es la Suma Bondad, la Suma Verdad y la
Suma Belleza, por eso es importante cuidar la belleza en el
mundo. “A través del vestido (...) expresamos si en nosotros hay
o no amor y sencillez, si hay o no búsqueda de la verdad, el
bien y la belleza; quienes confesamos con los labios haber
encontrado esta Verdad, Bien y Belleza en Jesucristo, estamos
siendo con nuestro modo concreto de vida, lo queramos o no, un
libro abierto que lo ratifica o lo niega. (...) Hasta en el
vestido, entonces, como hábito de la caridad, se percibe si nos
sabemos amados por Dios y si queremos vivir en este amor la
relación con los demás”.
La belleza, y también la belleza física bien entendida, puede
ser una forma de llegar a la virtud. El cristianismo no tiene
nada que ver con el desaliño, la suciedad o el descuido de lo
externo. “Caras largas.., modales bruscos..., facha ridícula...,
aire antipático: Así esperas animar a los demás a seguir a
Cristo?” Por
el contrario, la armonía, la limpieza, el buen gusto y la
elegancia dicen mucho de la finura de un alma.
El cristiano tendrá que compaginar el valor de la elegancia
con el resto de las virtudes; con la caridad pues se presenta
bien ante los demás buscando, no despertar admiración, sino
hacer agradable la vida al resto de los que conviven con él; la
templanza, porque debe ir bien sin malgastar, cuidando las cosas
y no sustituyéndolas cada vez que cambia la temporada, ni
acumulando prendas inservibles en el armario; la fortaleza para
oponerse a la moda cuando ésta rebaje la dignidad de la persona,
la modestia, para vestir con decencia...
Si , como hemos dicho antes, cada creador muestra en sus
vestidos sus ideas sobre la persona, el diseñador que es
cristiano tendrá en especial estima la dignidad del cuerpo y de
la persona a la hora de realizar una prenda. Por eso, es
importante que haya gente que valore esta idea del hombre y que
trabaje en el mundo de la moda, para que se cree un tipo de ropa
queacerque más a la belleza y a la verdad, que acerque más a
Dios.
Otra conclusión es que el cristiano está llamado a cooperar
en el reto de “crear un clima favorable a la educación de la
castidad”.
La moda puede ayudar o, al contrario, crear un clima opuesto a
esta virtud. En este aspecto, todos podemos cooperar; el hombre
de a pie que cada mañana elige lo que se va a poner, el
diseñador que viste a la sociedad, la modelo que muestra en la
pasarela estos diseños... Cada uno puede crear o no un clima de
verdadera belleza y elegancia. Porque al final lo que está en
juego no es un estampado, un diseño o una percha; está en juego
la verdadera dignidad de la persona.
Estas
preguntas y respuestas están sacadas del texto que ha publicado
la autora en la Colección de folletos de Mundo Cristiano, de la
Editorial Palabra
Yepes Stork, Ricardo:op. Pág. 276.
López Quintás, Alfonso: op. Pág. 237
cfr. Juan Pablo II. Amor
y responsabilidad. Pág. 193-215.
Santamaria, Mikel Gotzon: op. Pág. 70.
Idem. Pág. 73.
López Quintás, Alfonso. El
amor humano, su sentido y su alcance. Editorial Edibesa.
Pág 238.
Santamaría, Mikel Gotzon: op. Pág. 87.
Idem. Pág. 90.
Marías, Julián: La
educación sentimental. Alianza Editorial. Pág 245
Juan Pablo II. La redención del corazón. Editorial Palabra.
Pág. 247.
Ruiz Retegui, Antonio. La
sexualidad humana, en N. López Moratalla y otros.
Deontología biológica. Universidad de Navarra. 1987. Pág 278.
San Josemaría Escrivá de Balaguer. Camino,
n. 380.
Bru, Manuel María. El
vestido del cristiano. Alfa y Omega (2-XI-1997).
San Josemaría Escrivá de Balaguer. Cámino, n.661
Pablo VI, “Humanae
Vitae”