Las redes sociales hacen perder el pudor
C. López y A. R. de Paz
La Vanguardia,
9 de julio 2011.
Páginas relacionadas
Camino D., de 44 años, acaba de descubrir que su vida está en internet a la
vista de los 353 amigos de su hija mayor, de 14 años. En la red aparecen
varias fotografías etiquetadas como ‘Mi familia’: ella en bañador, junto a
su hija pequeña (8) y su marido (47) en la playa de Santander. Otra imagen
de Camino con sus padres y hermanas. En la siguiente, con el traje recién
comprado para asistir a una boda. También el pastor alemán que adoptaron
hace ahora cuatro años. Y, para que no falte ningún detalle, el chalet en el
que viven y detalles del interior, como su título de licenciada y otros
objetos que dejan bien claro que su marido pertenece a algún cuerpo de las
fuerzas armadas...
Y, por supuesto, centenares de imágenes de la primogénita. “Nuestra vida
está a la vista de todos. Pero lo peor de todo es que se lo digo y en sus
ojos veo que no entiende nada. No comprende mi indignación por ver de qué
manera ha vulnerado nuestra intimidad”, indica Camino.
Y es verdad que la adolescente no entiende el enfado de su madre, como
tampoco lo entienden sus compañeros de clase. ¿De qué habla? Para ella,
colgar fotos en la red no invade ninguna intimidad, como tampoco lo es
contar qué hace, qué compra o con quién va... ¿Por qué? Según los expertos,
estos jóvenes tienen un concepto de la intimidad completamente distinto al
de generaciones anteriores. Los nativos digitales crecen en “la aceptación
de la pérdida de anonimato e intimidad, que a nosotros nos parece esencial,
quizá por eso se muestran sin pudor en las redes sociales”, señalan Susana
Méndez, psicóloga y directora de la Fundación GE Social, y Elena Rodríguez,
miembro del equipo de Sociológica Tres, en el estudio ‘Adolescentes
digitales’ del Instituto de la Juventud (Injuve).
Los expertos insisten en que el concepto de lo privado, de lo íntimo, se ha
ido transformando. Se trata de un fenómeno prácticamente universal entre los
más jóvenes, tan extendido como el uso de determinadas herramientas de la
red. Según el estudio del Foro de Generaciones Interactivas y la Fundación
Telefónica Menores y redes sociales, el 71% de los chicos y chicas de 10 a
18 años tiene un perfil o varios. A partir de los 14, el uso de redes
sociales como Facebook y Tuenti supera el 80% y alcanza su cota máxima de
uso (85%) justo antes de la mayoría de edad.
Roger Martínez, sociólogo y profesor de la Universitat Oberta de Catalunya
(UOC), recuerda que la intimidad, lo secreto, es un concepto burgués
relativamente reciente. En la actualidad se da una confusión entre lo
público y lo privado, de lo que ya se comenzó a hablar en los años ochenta,
explica Martínez, mientras define lo íntimo como “aquello que no queremos
que sepan los demás”.
“Los chicos tienen relativo cuidado con lo que ponen en las redes sociales,
pero cuando cuentas con medio millar de contactos resulta complicado
controlarlo del todo. Aunque vivimos una mayor exhibición de lo íntimo, los
jóvenes y adolescentes dicen que tienen muy clara la separación entre lo que
cuelgan en la red (fotos, comentarios) y lo que charlan con sus amigos. Creo
que se trata de una expresión más emocional, de dejar un registro (de lo que
pasa, de lo que están viviendo). Además, están convencidos de que no pasa
nada por mostrar unas fotos tuyas. El control de la intimidad tiene menos
valor que años atrás”.
Y no es sólo internet, apuntan los especialistas. A través de los teléfonos
inteligentes como la BlackBerry y programas como WhatsApp, los adolescentes
intercambian un volumen enorme de mensajes, fotos, vídeos con sus contactos.
“Sobre todo a estas edades, hay que entenderlo como una forma de estar
juntos, de mantener la conexión con tu grupo de iguales, de tener un
contacto continuo”, concluye Roger Martínez.
El profesor del IE Business School y experto en tecnología Enrique Dans
ejemplifica el choque generacional que provoca la transformación del
concepto de lo íntimo, lo privado. “Le insisto a mi hija para que cuelgue
sus fotos en cerrado, no en abierto. No les preocupa aparecer en bikini. En
general, los internautas más jóvenes no están preocupados por exhibirse. La
red es una prolongación constante y permanente de su vida social. Sienten la
necesidad de alimentar la conexión. Compartir contribuye a alimentar su
imagen”.
Hasta ahora, explica Dans, “se ha valorado la privacidad, la posibilidad de
perderla nos resulta incómoda. Para nuestros hijos, no existe. Es más, tiene
una connotación negativa. No mostrarte en internet resulta sospechoso: ‘¿Por
qué no estará en internet?’, se preguntan. Se trata de una generación que no
pretende compartirlo todo, pero sí que prima poder ser encontrados en la
red. Es una cuestión de proximidad”.
Por su parte, Méndez y Rodríguez hacen hincapié en los cambios sociales y de
conceptos sufridos con el desarrollo de la tecnología y en cómo ha aumentado
el control de las personas que la utilizan –sean mayores o jóvenes–, hasta
puntos antes impensables. “Vamos dejando rastro como nunca de nuestros
movimientos (en compras, teléfonos, navegación...). La aldea global está más
controlada que nunca, en una especie de contradicción entre la libertad de
movimiento y la pérdida de la intimidad”, señalan. Sin embargo, las críticas
hacia esa pérdida de anonimato proceden mayoritariamente de las personas que
utilizan poco las nuevas tecnologías. El resto parece haberse amoldado a las
nuevas circunstancias y valorar las ventajas que aporta, sobre todo los
menores. De hecho, para los jóvenes, internet y, más en concreto, las redes
sociales representan libertad y cercanía.
Importa pues la escala de valores que se aplica y, de la mano, la percepción
del riesgo de cada uno. En ‘Menores y redes sociales’, realizado por Xavier
Bringué y Charo Sádaba, se detalla la falta de prevención de jóvenes y
adolescentes a la hora de mostrar información personal en la red: uno de
cada cuatro chicos y chicas de 10 a 16 años que tienen más de un perfil en
internet considera que puede “poner cualquier foto o vídeo” suyo. Mientras,
una encuesta reciente de la Fundación Solventia refleja que sólo el 1,7% de
los adolescentes de 14 a 16 años asegura no ser consciente de que lo que
cuelga en la red puede ser visto por otros usuarios.
El sociólogo Francesc Núñez y el filósofo Pau Alsina han colaborado en la
reciente exposición ‘Extimidad: arte y tecnología’, en el Museu d’Art Modern
i Contemporani de Palma de Mallorca. A través de sus textos, apuntan que la
espectacularización de lo íntimo lleva años forjándose, por ejemplo,
mediante programas de televisión como los reality show o del avance de la
prensa del corazón. Sin embargo, destacan que con las nuevas tecnologías
como internet se ha ahondado en el proceso: “Las TIC permiten una enorme
reflexividad, que convierte al yo en algo que se puede dimensionar
fácilmente y presentar en los espacios públicos”.
Para abordar estos cambios, Enrique Dans se remite a Mark Zuckerberg,
fundador de Facebook: “Zuckerberg piensa que la privacidad es un accidente
histórico. Mientras se vivió en pequeños núcleos no existía, todo el mundo
lo sabía prácticamente todo del otro. En las grandes ciudades, ya no eres
capaz de abarcar todo lo que pasa a tu alrededor. Ahora, la tecnología
amplía nuestro ancho de banda mental y, si sientes curiosidad por los nuevos
vecinos, en la red puedes ver sus fotos y saber cuántos hijos tienen o, en
ocasiones, hasta si se emborracharon hace unos días”.
Sin embargo, el profesor del IE se muestra optimista sobre cómo afrontar los
cambios, ya que considera que a mayor utilización de estas herramientas,
habrá menos ‘coladeros’ indeseados de información y mayor control de la
capacidad de privacidad. ¿Qué pueden hacer los padres? Dans defiende que hay
que explicar a los críos a qué se exponen (pornografía, mal uso de la
información), pero reclama un esfuerzo de los progenitores. “Es necesario
tener más cultura del medio. No se puede asumir que los hijos saben más de
tecnología. No hay padres ignorantes sino desinteresados”. En esta línea se
ha manifestado reiteradamente el sociólogo Javier Elzo, que ha analizado la
relación entre los jóvenes y la tecnología. Elzo considera imprescindible
impulsar iniciativas de concienciación y educación. Expertos en redes
sociales reunidos esta semana en Madrid, entre ellos el magistrado del
Tribunal Supremo Pablo Lucas Murillo de la Cueva, abogan por “normalizar la
cultura de la protección de datos entre los jóvenes”.