El pudor, ¿para qué sirve?
Eli Bengoetxea
Sontushijos.org
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Fuera todo lo que ataca el pudor
Existe en nuestro interior una zona inviolable, un espacio de intimidad que
de forma natural tendemos a defender, y nos molesta si alguien la invade sin
nuestro consentimiento. Así el pudor establece un límite entre lo que puede
ser mostrado y lo que deseamos que permanezca protegido. El pudor también
ordena las miradas y los gestos en conformidad con la relación de las
personas. Es evidente que no mostramos el mismo grado de intimidad física
con un desconocido que con un familiar cercano y muy querido. Tampoco
comunicamos nuestros sentimientos y pensamientos más íntimos a cualquiera,
los reservamos para aquellas personas con las que tenemos más confianza.
El pudor es un sentimiento universal, se da en todas las culturas aunque a
veces se manifiesta de manera distinta en cada una de ellas.
Por respetar el espacio de intimidad uno toca la puerta antes de entrar, no
abrimos los cajones de un despacho ajeno sin antes pedir permiso, no abrimos
cartas o mails de otras personas, no entramos al baño cuando hay una persona
dentro, no nos desvestimos delante de nuestro tío que ha venido de visita,
ni delante de un profesor. Hay conversaciones telefónicas que nos sentimos
incómodas si nos están escuchando, posturas que según dónde estemos o con
quién no las adoptamos, no nos gusta que mientras hablan con nosotros no nos
miren a los ojos, y nos incomodaría si en lugar de mirarnos a los ojos nos
estuvieran mirando el escote o el trasero.
Por eso, la forma de vestir debe ayudar a que la mirada se centre en
nosotras, no en una parte de nuestro cuerpo porque lo mostramos o resaltamos
excesivo. La provocación siempre busca la mirada del otro, aunque sea para
mostrar rechazo.
¿Qué busca una chica con un escote excesivo, una transparencia total, o con
la ropa excesivamente ajustada en las zonas más sensuales del cuerpo? Muchas
veces sin ser muy consciente de ello, mendiga una mirada. Una mirada que se
dirige a su cuerpo, teniendo al menos la falsa ilusión de que a través de su
cuerpo, le pueda alcanzar a ella.
Ofrecer a las miradas ajenas las partes íntimas del cuerpo implica dejarse
poseer y vender a bajo precio lo que una o uno tiene de más peculiar, propio
y personal. Protegerse pudorosamente de miradas extrañas no indica ñoñería,
aceptación de tabúes... significa que evitas que lo más genuino e íntimo de
la persona sea rebajado de rango y convertido en algo erótico.
El pudor nos protege y nos hace libres de miradas y situaciones incómodas.
No consiste tanto en ocultar una parte de nuestra superficie corpórea cuanto
en salvaguardarnos del uso irrespetuoso, manipulador, posesivo, de nuestra
persona.
Toca pues a cada una y cada uno decidir, también por cómo vestimos, dónde
queremos que los demás fijen su mirada... A eso dedican mucho tiempo y
dinero, las empresas de moda. El pudor es un buen aliado que nos ayuda a
acertar... si queremos.