Preguntas éticas sobre la sexualidad: ser capaz de significar y realizar el don creativo de Dios
La sexualidad es eros y amor. ¿Qué persona, quién es capaz de realizar la bondad entera de la sexualidad humana? La persona que en su corazón es capaz de unir eros y amor, de vivir su sexualidad eróticamente y amorosamente.
La síntesis de eros y amor, o mejor, la
integración erótica en el amor se llama castidad. A la pregunta: ¿qué
persona, quién es capaz...? La respuesta es: la persona casta. ¿Mediante qué
virtud, la persona es capaz de realizar el bien de la sexualidad? Mediante
la virtud de la castidad. Debemos, pues, reflexionar profundamente sobre
esta virtud que hace al hombre capaz de vivir su sexualidad en plenitud.
Por ejemplo, la perfecta ejecución pianística de
un Nocturno de Chopin exige muchas cualidades en el pianista. En primer
lugar, debe ser capaz de leer, de entender la partitura musical. Pero esto,
obviamente, no basta. Es necesario poseer una técnica manual de ejecución.
Sin esta perfección técnica, se pueden aplastar teclas equivocadas, hacer
una interpretación no buena. En efecto, antes de llegar a tocar Chopin son
necesarios muchos años de estudio y de ejercicios. Pero tampoco el poseer
una técnica perfecta asegura una buena ejecución. Es necesario revivir en sí
mismo, profundamente, la misma inspiración que ha generado la página
musical. El hombre está llamado a vivir su sexualidad de un modo pleno y
perfecto. En primer lugar es necesario leer, entender su verdad, ver su
bondad: de otro modo, ¿qué se vive cuando se vive la sexualidad? La
sexualidad debe ser capaz de recibir en sí la profunda inspiración que nace
de la persona, de llevarla a cabo, de realizarla: esta capacidad es eso que
llamamos castidad. La profunda inspiración que nace de la persona es el amor
hacia el otro.
La castidad es el lenguaje del amor. Una castidad
sin amor es como un discurso vacío de significado. Consiste en la
integración de la dimensión psicofísica, erótica de la sexualidad en la
dimensión espiritual. La persona casta es la persona capaz de amar como sabe
amar un hombre o una mujer. Para captar bien la verdadera naturaleza de la
castidad, no debemos confundirla con actitudes que están relacionadas con
ella, pero que no son la castidad y no alcanzan en plenitud la belleza, la
sublimidad de la castidad. Éstas son la continencia y el pudor.
La continencia es la voluntad de no realizar, de no ejercitar la propia
sexualidad en su dimensión física. Como siempre, la omisión de una actividad
no es en sí misma ni buena ni mala. No se es bueno no haciendo el mal, sino
haciendo el bien. El motivo que me mueve a la continencia es decisivo para
el valor moral de la continencia misma. La castidad conyugal puede exigir
una continencia periódica; en este caso, la continencia es buena. La
castidad virginal exige una continencia perfecta y perpetua: en este caso,
la continencia es buena. En una palabra: sólo la continencia casta es un
valor ético.
El pudor es la conciencia que se tiene de que la
sexualidad humana es la sede, es la morada de un misterio que no puede ser
desvelado a cualquiera. Es fácil ver cómo la castidad exige el pudor, porque
el amor es veneración de la dignidad de la persona.
Se debería ver cómo la persona se hace casta. Es
el problema de la educación a la castidad. No es cuestión del estudio de la
ética, sino de la pedagogía.
Termino planteando las dos preguntas éticas
fundamentales sobre la sexualidad humana. La primera: ¿en qué consiste el
bien, el valor de la sexualidad humana? Consiste en ser capaz de significar
y realizar el don creativo de Dios. La segunda: ¿qué persona es capaz de
realizar esta bondad? La persona casta
.Carlo Cafarra
Arzobispo de Ferrara
Miembro del Consejo Pontificio para la Familia
y de la Academia Pontificia para la Vida
Cortesía de Alfa y Omega, Semanario Católico de Información Nº 360/26-VI-2003