JOSÉ DE ACOSTA, EL PLINIO DEL NUEVO MUNDO, MISIONERO TEÓLOGO EN EL PERÚ (1540-1600)
Fue secretario del Tercer Concilio Limense en 1583, convocado por Santo
Toribio Alfonso Mogrovejo, el más importante de la historia de América
El gran jesuita nació en Media del Campo (Valladolid) en octubre de 1540.
Fueron sus padres Antonio de Acosta y Ana de Porres, quienes tuvieron 9
hijos. Además, dos de sus tres hermanas, fueron religiosas. Entre 15542 y
1556 ingresaron en la Compañía cinco de los hermanos. Nuestro protagonista
se vincula con Salamanca por su ingreso como novicio de la Compañía de
Jesús, a los 12 años, donde estaría durante dos años y donde el 1 de
noviembre de 1554 emitiría sus primeros votos; luego pasaría a su tierra
natal Medina del Campo para instalarse en Alcalá de Henares y estudiar allí
Filosofía y Teología hasta 1567. En 1566 fue ordenado sacerdote. Desde 1567
a 1571 ejercerá como profesor en Ocaña y Plasencia. En 1571 es enviado como
misionero al Perú, donde ejerce hasta 1586 como teólogo y misionero,
provincial de la Orden y consejero principal del santo arzobispo Toribio
Alfonso Mogrovejo.
Fr. Buenaventura de Salinas y Córdova, franciscano criollo, en su inmortal
obra Memorial de las historias del Nuevo Mundo, Perú, en el capítulo
"Méritos y excelencias de la Ciudad de los Reyes, Lima" (1631, discurso 2,
c.5, 1630) ofrece una elocuente síntesis biográfica del P. José de Acosta:
“El muy R.P. Josef de Acosta, cuya memoria tiene tan a cargo la fama, que
vive con el tiempo mismo: varón consumado en todo género de letras,de los
primeros catedráticos de Escritura, que tuvo esta insigne Universidad de
Lima: escribió con eminencia, en latín y en romance los libros de Procuranda
Indorum salute; de Natura novi Orbis y otros grandes y admirables tratados
en bien público de los indios a quien amó y defendió con espíritu
infatigable y habiendo sido llamado del Prudente Rey nuestro señor don
Felipe Segundo, fue a su presencia, con el cual consultó Su Majestad
gravísimos negocios tocantes al buen gobierno del Pirú y descargo de su Real
Conciencia. Sucedióle en el Provincialato el muy R,P. Baltasar Piñas” p.234
En 1586 parte para Nueva España –México- donde se dedica a escribir sus
grandes obras como “Historia natural y moral de las Indias”. El 18 de marzo
de 1587 se embarca para España y llega en septiembre a Sanlúcar, 17 años
después de su partida para el Nuevo Mundo. Del 1582 al 1592 se dedicará a
hacer aprobar los decretos conciliares limenses ante el Papa y el Rey e
impulsa la edición de sus obras. Ya en España fue nombrado visitador de las
provincias de Andalucía y Aragón; en enero de 1592 era superior de la casa
profesa de Valladolid. En 1595 pasa a Salamanca, edita sus sermones
cuaresmales y funge como rector de Salamanca desde 1597. Se le encarga la
historia de la Compañía en España pero muere un 15 de febrero de 1600 en
Salamanca.
Acaban de publicarse en este año 2014 dos obras de gran interés en Lima
sobre nuestro protagonista. “Propuesta educativa para el Perú del Padre
Joseph de Acosta” de uno de los mayores expertos, Fermín del Pino-Díaz como
parte del primer volumen de la gran colección “Pensamiento Educativo
Peruano” de la Derrama Magisterial (pp.109-207) y “José de Acosta, SI, ‘De
Christo Revelato’ (1592). Estudio y edición”, tesis doctoral del Dr. Julio
Murillo López, publicado por la Biblioteca Redemptoris Mater, Callao (784
pp)
Os comparto una bella carta que escribe a San Francisco de Borja, general de
la Compañía de Jesús, pidiéndole ir a las misiones de Indias (Ocaña, 23 de
abril de 1569):
Muy reverendo padre nuestro en Cristo.Gratia et pax Christi. El año pasado,
cuando fué el P. Gobierno a Roma, le di una memoria que comunicase con
vuestra paternidad de los deseos que nuestro Señor me daba de servir más a
su divina Majestad, especialmente en las partes de las Indias; y con la
respuesta de vuestra paternidad que el P. Maestro Dionisio me escribió
aprobando aquellos deseos, me consolé.
Ahora me ha parecido no haría lo que debo a la -buena voluntad que nuestro
Señor es servido darme en esta parte, si no declarase más a vuestra
paternidad lo que de mí siento. Porque, aunque es verdad que habrá ya ocho o
nueve años que ando con estos pensamientos y deseos, pero de algunos meses
acá son mucho más crecidos, y con más eficacia y confianza que no han de ser
de balde, así por sentir siempre más voluntad después de haber dicho muchas
misas y ofrecídome al Señor lo que he podido, como por ver en mí notable
ventaja de salud corporal, que con el mismo ejercicio que se pensó me
hiciera daño ha crecido, y tengo esperanza en Dios no me faltará para todo
lo necesario; que esta cuaresma, con la lección ordinaria y dos sermones en
la semana y razonablemente de confesiones, no hice falta, antes salí con más
fuerzas, y así entiendo será en lo que la obediencia me ordenare. El dolor
que solía tener del pecho es muy poco o cuasi nada, y en lo demás me hallo
bueno, a lo menos no de suerte que tenga indisposición de importancia.
Lo que me suele despertar estos deseos principalmente es parecerme que, para
salir de un paso ordinario en que me persuado caminar poco en el divino
servicio, me haría la misma necesidad ser otro donde no hay este
entretenimiento y regalo ordinario. Y aunque de mi flaqueza temo, pero de la
confianza que en nuestro Señor tengo y de alguna experiencia, tengo
entendido me ayudarían mucho las mismas cosas que no dejan a uno olvidarse
de sí. También se me pone delante que, si Dios nuestro Señor y la Compañía
halla en mí algunas partes para ayudar a otros, se hace esto en aquellas
partes con menos peligro de vanidad y con esperanza de más fruto, a lo menos
hay más necesidad y por acá se haría poca falta, donde hay tantos que sean
para esto. Y represéntaseme que si en aquellas partes se han de criar
obreros, por no ser posible ir todos hechos de acá que ordenándolo Dios
nuestro señor, lo que hago acá haría de muy buena gana por allá o donde la
obediencia me señalare, y que de esto resultaría mucha ayuda para lo que se
pretende.
Pero lo que sobre todo hallo mover mi voluntad es algún deseo de la cruz de
Nuestro Señor, y de ser agradecido al que tan liberalmente se me dió, lo
cual en los trabajos y contradicciones y soledad y penuria y peligros que
allá se pasan, siendo los que deben los obreros del Señor, con su gracia
hace que le parezcan e imiten en algo; y de esto suelo sentir muchas veces
harto fuertes deseos con una confianza y seguridad grande, que si el Señor
por mano de mi superior me enviase, no sería parte mi flaqueza y pocos
merecimientos para estorbar tanto bien. No sé, padre, si su divina bondad me
tiene guardado tal tesoro, y hasta poner mi alma ante vuestra paternidad no
me parece cumplo con la fuerza que en esto tantas veces me hace, no teniendo
por imposible ante su divino acatamiento lo que está muy lejos del parecer
humano. De una cosa estoy persuadido: que el día que supiese ser esta su
voluntad, de lo cual me aseguraría con disponerlo mis superiores, no
hallaría cosa que me pusiese miedo, ayudándome la divina gracia.
La inclinación mía no la siento a parte determinada, mas de generalmente
parecerme que entre gente de alguna capacidad y no muy bruta, me hallaría
mejor, aunque hubiesen otros contrapesos. También con el haberse comenzado a
abrir el camino a las Indias occidentales de España, se me ha representado
que entre los que hubiese vuestra paternidad de enviar para ayudar por allá
podría hacer mi parte si me mandasen hacer lo que acá hago, de leer teología
o predicar o otro ministerio alguno. Y si a esotras Indias me enviase la
obediencia, en quedarme en Goa o por allí, hallo alguna repugnancia por
parecerme que debe de ser poco más aquello que lo de acá. Pero en todo
entiendo hallaré mucha quietud siéndome significada la voluntad de vuestra
paternidad, a quien pido por Jesucristo nuestro señor no tome esta carta
como escrita con algún súbito fervor, porque me cuesta muchos días de
pensallo y encomendallo a nuestro Señor, en quien espero me ha de ser de
algún fruto.
Pareciéndole a vuestra paternidad in Domino disponer de mí en alguna cosa de
lo que toca a misión, serme hía mucho consuelo se ordenase de suerte que
hubiese ejecución y no se estorbase con réplicas o contradicciones, las
cuales a los que consideran mis merecimientos soy cierto no han de faltar. Y
si nuestro Señor me hiciese tan señalada merced, tendría por grande y
perpetuo consuelo tener patente de vuestra paternidad para lo que de mí in
Domino ordenase, y hasta tener alguna claridad en esto, siempre, estaré
suspenso.
Vuestra paternidad perdone lo que me he alargado, que, como no tengo otros
negocios ni otros despachos que me importen, en éste me parece que me va mi
caudal todo. Dé nuestro señor Dios a vuestra paternidad la salud y fuerzas
para su divino servicio, que deseo y suplico siempre a su divina Majestad.
Amén. De Ocaña, 23de abril de 1569. De vuestra paternidad hijo y siervo
indigno. -Josef de Acosta.
(cortesia José Antonio Benito)