40. ¿QUÉ HACER ANTE LA HOMOSEXUALIDAD?
¿Es Razonable ser Creyente?
50 cuestiones actuales en torno a la fe
Alfonso Aguiló
40. ¿QUÉ HACER ANTE LA HOMOSEXUALIDAD?
Consideración
y respeto
No es una simple cuestión
de palabras
La actitud de la Iglesia
Oirás muchas verdades
que llaman consoladoras;
pero la verdad libera primero
y consuela después.
Georges Bernanos
Consideración y respeto
Pienso que cualquiera que haya conocido un poco de cerca el drama
que muchas veces rodea la vida de una persona homosexual, siente a partir de
entonces una comprensión y un aprecio muy especial por esas personas. Cuando
se comprende un poco mejor la realidad de ese sufrimiento, muchas veces
marcado por la discriminación, dejan de hacer gracia las bromas que algunos
gastan sobre este asunto, y más bien producen un profundo desagrado.
-Hay cierto debate sobre si es o no una enfermedad, pero lo que está claro
es que no figura en el catálogo mundial de enfermedades mentales.
En 1973 la homosexualidad fue extraída del "Diagnostic and Statistical
Manual of Mental Disorders" (DSM), pero hay que decir que aquello constituyó
uno de los episodios más oscuros de los anales de la medicina moderna. Fue
relatado ampliamente por uno de sus protagonistas, Ronald Bayer, conocido
simpatizante de la causa gay, y es un buen ejemplo de cómo la militancia
política puede llegar a interferir y alterar el discurso científico. Durante
los años previos a esa decisión se sucedieron repetidos intentos de influir
en los congresos de psiquiatría mediante insultos, amenazas, boicots y otros
modos de presión por parte de de activistas radicales gays. El
obstruccionismo a las exposiciones de los psiquiatras fue en aumento hasta
llegar a tomar la forma de una auténtica declaración de guerra. La victoria
final fue para el lobby gay, aunque hay que decir que, a pesar de las
presiones, la aprobación de la exclusión de la homosexualidad del DSM no
obtuvo más que el 58 % de los votos. Era una mayoría cualificada para una
decisión política, pero desde luego bastante débil para dar por zanjado un
análisis científico de una cuestión médica. Se piense lo que se piense al
respecto -y la falta de unanimidad médica debería ser una buena razón para
optar por la prudencia en cuanto a las opiniones tajantes-, parece que la
controvertida decisión final estuvo más basada en la acción política que en
una consideración científica.
No es una simple
cuestión de palabras
La correcta comprensión de este asunto no es una cuestión de
simples precisiones académicas o terminológicas. Representa una cuestión
importante para bastantes personas que viven condicionadas por el viejo
dogma de que la homosexualidad es algo innato, inmutable y extendidísimo.
No es extraño por ejemplo que un adolescente sienta unas leves tendencias
homosexuales durante el desarrollo de la pubertad. Pero si a esa chica o ese
chico se le ha hecho creer de modo incuestionable que la homosexualidad es
de origen genético, y que es algo permanente e inexorable, esa idea hará que
ese adolescente convierta esa cuestión en una profunda crisis de identidad
sexual.
Afirmar que las personas con inclinaciones homosexuales no pueden sino
actuar según esas inclinaciones, supondría negar a esas personas la libertad
para orientar sus vidas. Probablemente esas inclinaciones no sean decididas
voluntariamente, pero siempre esas personas son libres de poder decidir no
practicarlas para no reforzar esa tendencia.
-¿Y qué contestarías a quienes dijeran que tus ideas sobre este tema son
"homófobas", y que por tanto no deben tolerarse?
Les pediría que rebatan mis afirmaciones. Todos tenemos derecho a sostener
lo que nos parezca acertado y oportuno. Si quieren rebatir afirmaciones
científicas han de hacerlo con otras de la misma naturaleza. Si se trata de
opiniones o juicios de valor, tendrán que oponer otros. Pero no la
intolerante exigencia del silencio o de la rectificación forzosa. Porque hay
mucho progresista cazador de brujas que quisiera quemar en la hoguera a todo
el que no coincida exactamente con sus dogmas sobre el tema, pero la libre
investigación científica y la libertad para expresar valoraciones y
opiniones no pueden quedar limitadas por los prejuicios ideológicos de
nadie, por mucho que se enmascaren con el victimismo de la dignidad
ofendida.
Me llama la atención que quienes defienden, por ejemplo, la castidad o la
fidelidad conyugal tengan que sufrir, en nombre de la tolerancia, todo tipo
de ataques o de burlas, y sin embargo no se pueda opinar en otro sentido
dentro de este tema. Parece que no puede hablarse sobre aquellos a quienes
el "progresismo oficial" otorga la condición de agraviados. Es una curiosa
"tolerancia unidireccional", por la que ellos pueden atacar pero nunca se
puede opinar sobre lo que ellos dicen. Al final es un simple un problema de
libertad de expresión, ya que dictaminar qué puede o no defenderse
públicamente es siempre un atentado contra la libertad de expresión, y la
reducción del adversario al silencio es siempre un claro síntoma de
debilidad intelectual.
La actitud de la Iglesia
-¿Y por qué la Iglesia católica parece tan dura y poco comprensiva
con los homosexuales?
Creo que no es así. Es la misma sociedad la que, en muchas épocas y
ambientes, ha sido dura y poco comprensiva con ellos. A veces los católicos
se han contagiado de esa mentalidad, pero la Iglesia católica insiste en que
esas personas deben ser acogidas con respeto y delicadeza, y que ha de
evitarse respecto a ellas todo signo de discriminación injusta.
Como dice el Catecismo de la Iglesia Católica, es cierto que un número
apreciable de hombres y mujeres presentan tendencias homosexuales
instintivas, y que no eligen su condición homosexual, sino que ésta
constituye para la mayoría de ellos una auténtica prueba. La acción pastoral
de la Iglesia con estas personas -señala el teólogo Georges Cottier- ha de
caracterizarse por la comprensión y el respeto. Con frecuencia se les ha
hecho sufrir como consecuencia de actitudes que son fruto de prejuicios más
que de auténticos motivos de inspiración evangélica. Tienen que sentirse
miembros de pleno derecho de la parroquia, y para ellos vale la misma
llamada a la santidad del resto de los demás hombres y mujeres. Hay que
tener siempre presente la maternidad de la Iglesia, que ama a todos los
hombres, también a aquellos que tienen pequeños o grandes problemas.
-Pero, a pesar de todo eso, algunas personas insisten que hay homofobia en
la Iglesia Católica por considerar que son pecado los actos homosexuales.
La Iglesia condena esos actos, no las inclinaciones ni a las personas. La
Iglesia Católica les pide que vivan la castidad, exactamente igual que se lo
pide a todas las personas heterosexuales que no están casadas.
Todo este asunto ha de considerarse dentro del papel que se otorga a la
sexualidad en la doctrina católica. Para la Iglesia Católica la sexualidad
tiene una función unitiva de las personas y se ha de relacionar
necesariamente con la función procreadora, que es su finalidad natural. Y
por ello la Iglesia considera pecado todo acto que separe en la sexualidad
ambos aspectos, el unitivo y el procreador. Entre ellos se incluyen los
actos homosexuales, pero también la masturbación o el adulterio, pues
también separan en la sexualidad la procreación y la unión de las personas,
y no por eso las personas que cometen esos pecados deben sentirse odiadas o
discriminadas por la Iglesia, ni la Iglesia demuestra una aversión obsesiva
contra ellas.
Acusar a la Iglesia Católica de homófoba porque considera pecado los actos
homosexuales es querer privar a una confesión religiosa de su natural
autonomía, y eso sí sería una discriminación hacia la Iglesia Católica, pues
se pretende imponerle cuál debe ser su cuerpo doctrinal y moral. Una persona
con tendencias homosexuales no está obligada a ser católica, pero si decide
vivir su fe como católico lo hace sabiendo que los actos que pudiera
realizar siguiendo esa tendencia serían considerados pecado en su religión,
al menos en cuanto al hecho objetivo.
Otras religiones consideran pecado el consumo de carne de cerdo o la bebida
de productos alcohólicos y nadie por eso las considera discriminatorias.
Quienes aprecian el vino o el jamón ibérico, si quieren seguir consumiendo
su producto preferido sin cargo de conciencia, no deben querer llamarse
musulmanes. Pero nunca se ha oído decir que los gourmets hayan pedido que el
Islam modifique el Corán para evitar esas discriminaciones.