Cardenal Zen: 'En China no hay libertad religiosa'
Palabras pronunciadas por el Cardenal Joseph Zen, obispo emérito de Hong Kong, frente al Santo Padre y los miembros del Colegio Cardenalicio durante la jornada de oración y reflexión que tuvo lugar el 19 de noviembre en el Vaticano, antes del Consistorio para la creación de 24 nuevos cardenales.
Pienso que es mi deber, existiendo esta especial
oportunidad, informar a mis eminentísimos hermanos de que en China no hay
aún libertad religiosa. Hay en el aire demasiado optimismo que no
corresponde a la realidad. Algunos no tienen manera de conocer la realidad;
algunos cierran los ojos frente a la realidad; algunos entienden la libertad
religiosa en un sentido bastante reduccionista.
Si dais una vuelta por China (lo que no recomiendo, porque vuestras visitas
serán manipuladas y explotadas con el fin de propaganda), veréis bellas
iglesias llenas de fieles que rezan y cantan, como en cualquier otra ciudad
del mundo cristiano. Pero la libertad religiosa no se reduce a libertad de
culto.
Hay mucho más. Alguno protestará. Hay quien ha escrito: "Pekín quiere los
obispos queridos por el Papa". ¡Ojalá fuese cierto! La realidad es que se da
un "pulso", en la que no sé quien ha cedido más.
Que recientemente no haya habido ordenaciones episcopales ilícitas es
ciertamente un bien [esto fue pronunciado el pasado viernes, antes de la
ordenación episcopal ilícita de Joseph Guo Jincai]. Pero cuando el gobierno
chino levanta la voz y nuestras posibilidades de investigación son tan
limitadas, sumado al temor de nuevas tensiones, existe el riesgo real de que
se aprueben jóvenes obispos no idóneos que reinarán por décadas.
Me pregunto: ¿Por qué no se ha llegado todavía a un acuerdo que garantice la
iniciativa del Papa en la elección de los obispos, aún admitiendo un lugar
para la opinión del gobierno chino? No sé cómo están yendo las tratativas
entre ambas partes porque no estamos entre los expertos y no se nos permite
saber nada. Pero entre los expertos que siguen de cerca los acontecimientos,
la impresión general es que de "nuestra" parte hay una estrategia de
compromiso, si no a ultranza, al menos de preponderancia. Por otra parte, en
cambio, no se ve una mínima intención de cambiar. Los comunistas chinos han
seguido siempre con la política religiosa de control absoluto. Entre
nosotros todos sabemos que los comunistas aplastan a quien se muestra débil
mientras que, frente a la firmeza, alguna vez pueden incluso cambiar de
actitud.
Se publicó una carta del Papa a la Iglesia en China, hace ya más de tres
años, una obra maestra de equilibrio entre la claridad de la verdad y la
magnanimidad para un diálogo. Lamentablemente creo tener que decir que no ha
sido tomada en serio por todos.
Está quien se ha permitido expresar de modo bastante diverso (ver las así
llamadas "Notas explicativas" que acompañaban la publicación de la Carta);
está quien le da una interpretación distorsionada (P. Jeroome Heyndrickx,
cicm), citando expresiones fuera de contexto.
Esta interpretación dice que ahora ya todos los de la comunidad clandestina
deben salir al exterior [es decir, registrarse ante el gobierno]. Pero el
Papa no ha dicho esto. Ha dicho, sí, que la condición clandestina no es la
normalidad, pero explica también que quien se siente forzado a andar en
clandestinidad es para no someterse a una estructura ilícita.
El Santo Padre ha dicho, sí, que cada obispo puede juzgar si aceptar o pedir
el reconocimiento público del gobierno y trabajar abiertamente, pero no sin
haberlos advertido del peligro de que lamentablemente las autoridades "casi
siempre" (esta partícula ha desaparecido en la traducción china a cargo de
la Congregación para la Evangelización de los Pueblos) exigen condiciones
inaceptables para una conciencia católica.
Esta interpretación distorsionada - pero que obviamente ha encontrado
consentimientos (en la Curia), que tiene la directa responsabilidad por la
Iglesia en China - ha creado una gran confusión y ha causado dolorosas
divisiones en el seno de las comunidades clandestinas.
Esta interpretación distorsionada ha sido desaprobada sólo después de dos
años en dos notas en el Compendio de la Carta papal, a cargo del Holy Spirit
Study Centre de Hong Kong y aprobado por el comité permanente de la Comisión
para la Iglesia en China. En aquellas notas se aclara que la reconciliación
recomendada por el Santo Padre debe tratarse de un reacercamiento de los
corazones entre las dos comunidades, pero una unificación (entendida como
"fusión") no es todavía posible dada la inmodificada política del gobierno.
Pero también después de esta clarificación, el proceder de quien domina la
situación no parece haber cambiado de dirección, como se puede constatar en
los trágicos hechos de Baoding, de los cuales el último acto ha sido la
instalación del pobre mons. Francesco Ann, un acto seriamente ambiguo, pero
sobre el cual hay un silencio - desde el 7 de agosto hasta hoy - que deja
desorientada a la comunidad de los fieles, no sólo en la parte clandestina,
no sólo en Baoding, sino en toda China.
La pobre comunidad clandestina, que es ciertamente la pars patior de nuestra
Iglesia en China, se siente actualmente frustrada. Al mismo tiempo que
encuentra muchas palabras de ánimo en la Carta del Santo Padre, se ve
tratada, por otra parte, como una molestia, un estorbo, un problema. Es
claro que alguno quiere verla desaparecer y ser absorbida en la oficial, es
decir, bajo el mismo estricto control del gobierno (¡¿así habrá paz?!).
¿Pero cómo se encuentra la comunidad "oficial? Se sabe que en ella casi
todos los obispos son legítimos o legitimados. Pero el control asfixiante y
humillante por parte de organismos que no son de la Iglesia - Asociación
Patriótica y Oficina para los Asuntos Religiosos - no ha cambiado para nada.
Cuando el Santo Padre reconoce a aquellos obispos sin exigir que se separen
enseguida de aquella estructura ilícita, es obviamente en la esperanza de
que trabajen desde dentro de aquella estructura para liberarse de ella,
porque tal estructura no es compatible con la naturaleza de la Iglesia. Pero
después de tantos años, ¿qué vemos? Pocos obispos han vivido a la altura de
tal esperanza. Muchos han buscado sobrevivir de todos modos; no pocos,
lamentablemente, no han realizado actos coherentes con su estado de comunión
con el Papa. Alguno los describe así: "Viajan felices sobre la carroza de la
Iglesia independiente y se contentan con gritar cada tanto: ¡Viva el Papa!".
El gobierno, que usaba sólo amenazas y castigos, ahora ha mejorado sus
métodos de persecución: dinero (regalos, automóviles, embellecimiento del
obispado) y honores (miembros del Congreso del pueblo, o del órgano político
consultivo a diversos niveles, con reuniones, almuerzos, cenas y lo que
sigue).
¿Cuál es la estrategia por parte "nuestra? Temo que, con frecuencia, es una
falsa compasión que deja a los hermanos débiles caer cada vez más abajo y
volverse cada vez más esclavizados. Las excomuniones son "olvidadas" a
escondidas; a la pregunta "¿podemos ir a la celebración del 50º aniversario
de las primeras ordenaciones ilícitas?" se responde: "Haced lo posible por
no ir" (y naturalmente fueron casi todos).
Después de una larga discusión en la Comisión para la Iglesia en China se
decide mandar una clara orden a los obispos de no participar a la prevista
"Asamblea de los representantes de la Iglesia en China", pero alguno dice
todavía: "comprendemos las dificultades de los obispos en no ir": Frente a
estos mensajes contradictorios, el gobierno sabe que puede ignorar la Carta
del Papa impunemente.
Queridos hermanos, supongo que estáis informados de los últimos hechos:
están intentando nuevamente hacer una ordenación episcopal sin mandato
pontificio. Para esto han secuestrado obispos, han presionado a otros: son
graves ofensas a la libertad religiosa y a la dignidad personal. Aprecio la
declaración oportuna, precisa y digna de la Secretaría de Estado. Entre
otras cosas, hay razones para sospechar que tales intentos no vienen ni
siquiera desde arriba sino de aquellos que en todos estos años han ganado
posiciones de poder y ventajas y no quieren que las cosas cambien.
Pidamos a Nuestra Señora, Auxilio de los cristianos, para que abra los ojos
de los supremos dirigentes de nuestra nación, para que pongan fin a estas
malvadas y vergonzosas maniobras y busquen reconocer a nuestros hermanos la
verdadera y plena libertad religiosa, la cual redundará también en honor de
nuestra patria.
Recemos por una corrección de la estrategia de parte "nuestra", para que se
adecue sinceramente a la dirección indicada por la Carta del Santo Padre.
Esperemos que no sea demasiado tarde para un buen cambio de dirección.