P. Juan Alonso MSC Mártir en el Quiché
1.- Hace exactamente un mes, el encuentro con Gonzalo Sichar, que fue
observador de derechos humanos en Guatemala, me hizo recordar el testimonio
de Juan Alonso Fernández. A mí me llegó hace unos años a través de su
hermano Arcadio. Juan nace el 29 de noviembre de 1933 en Cuérigo, pequeña
aldea situada a unos 40 kilómetros de Oviedo. Hace sus primeros estudios en
Valladolid, en el Colegio de los Misioneros del Sagrado Corazón. El año de
noviciado lo pasa en Canet de Mar (Barcelona). Después cursa Filosofía y
Teología (1953-1960) en Logroño. En 1960 es destinado a la parroquia de San
Andrés, situada a más de 30 kilómetros de Santa Cruz de El Quiché
(Guatemala), uno de los Departamentos más pobres y abandonados del país.
2.- En 1962, tras la decisión del Gobierno de Indonesia de no permitir la
presencia de sacerdotes de Holanda, que había sido el país colonizador, la
Congregación pide voluntarios que puedan suplirlos. Juan manifiesta su
disponibilidad y en junio de 1963 marcha a Sulawessi, una de las mayores
islas del archipiélago, donde permanece hasta que el Gobierno de Indonesia
permite la libre actuación de los misioneros holandeses. En espera de nuevo
destino, Juan regresa a España, pasando antes tres semanas en Roma.
3.- Es diciembre de 1965. Anota en su Diario: "Fue providencial, para
rehacerme interiormente y encontrar nuevos alientos, que mi presencia en el
corazón de la cristiandad coincidiera con los días finales del Concilio
Vaticano II, esa increíble irrupción del Espíritu en la Iglesia de nuestro
tiempo". Le impresionan las catacumbas: "Mi contacto con la Iglesia del
Concilio, tan viva, tan dinámica y esperanzadora, y también con estos
testimonios de las comunidades primitivas cristianas, ha sido para mí algo
más que una coincidencia ocasional o fortuita. De algún modo he visto con
mis ojos y he palpado con mis manos la presencia del Señor a través del
tiempo. Y he renovado mi 'aquí estoy' y mi disponibilidad para cualquier
llamada".
4.- Estuvo en Asturias de enero a marzo de 1966. Allí conoció la muerte del
sacerdote guerrillero Camilo Torres, el día 15 de febrero de 1966,
combatiendo contra las fuerzas militares colombianas. Dice su hermano
Arcadio en su libro Tierra de nuestra tierra: "No podía sospechar que
precisamente ese mismo día, quince años más tarde, él mismo sería asesinado
en Guatemala. Aunque él no compartía la opción de miembros del clero por la
violencia revolucionaria, respetaba las actitudes que estaban a su base y
que eran un signo de las actitudes de la Iglesia latinoamericana ante las
situaciones de injusticia que vivían aquellos pueblos. Personalmente, seguía
admirando a los defensores de la no-violencia, como Martin Luther King,
luchador por la libertad de los negros, o bien Gandhi, tan activo en el
empeño de poner fin a la explotación de la India y artífice de su
independencia".
5.- En Asturias se encuentra también con el Diario de un alma de Juan XXIII.
El Papa recuerda que en la primera conversación que mantuvo con su
Secretario de Estado, el 20 de enero de 1959, salieron inesperadamente de
sus labios las palabras 'Concilio Ecuménico', 'Sínodo Diocesano' y 'revisión
del Código de Derecho Canónico', en contra de toda suposición o imaginación
suya en este punto. En una nota escrita poco después por el propio Papa, se
añade: "Este es el misterio de mi vida; no busquéis otras explicaciones".
6.- No podía dejar de producir inquietud en muchos católicos la actitud
mantenida por grupos integristas que se mostraban hostiles a las
orientaciones del Papa. Por ejemplo, en un escrito publicado en Francia en
1963, con el título S.O.S. Concilio llegaba a afirmarse que "aunque Juan
XXIII no es el Anticristo, sí es una primera aproximación de él, un signo
precursor de lo que anuncia", a la vez que se formulaba una descalificación
abierta de sus colaboradores más íntimos (entre ellos, el cardenal Montini,
futuro Pablo VI).
7.- En la primavera de 1966 Juan vuelve a Guatemala, dispuesto a
establecerse en Lancetillo, en el corazón mismo de la Zona Reyna. Allí pudo
comprobar la labor realizada por sus compañeros: "Se habían creado nuevas
parroquias, apoyadas por equipos pastorales muy activos, a la vez que
estaban en marcha proyectos de ayuda y de promoción de los indígenas
(centros de enseñanza y de salud, cooperativas, asociaciones campesinas,
cursillos, escuelas radiofónicas). Estos esfuerzos encontraban, en muchos
casos, oposición por parte de grupos poderosos que tenían el control de la
economía y del comercio - con la complicidad encubierta de las propias
autoridades civiles -, más interesadas en mantener a los indígenas en su
postración que en favorecer cualquier proceso de cambio que pudiera
cuestionar su posición privilegiada".
8.- Poco a poco, fue preparando los materiales e infraestructuras para las
obras que proyectaba: una iglesia, una casa-convento y una escuela, además
de otras dependencias para atender a los servicios que necesitaba la
comunidad. Son múltiples los oficios que desempeña: carpintero, albañil,
plomero, encargado de organizar el arrastre de pesadas vigas desde largas
distancias. Lo fundamental era mantener una presencia activa al lado de sus
gentes: "menos declaraciones verbales y más vida compartida", dice en una de
sus cartas.
9.- Durante su estancia en Lancetillo, Juan regresa a Asturias en dos
ocasiones. La primera es en 1971, de mayo hasta el fin del verano. La
segunda, en 1977, desde mediados de mayo hasta septiembre. "Recuerdo, dice
Arcadio, el momento de su partida.
Cuando le abrazaba en el aeropuerto, deseándole un feliz viaje y
manifestando el deseo que todos compartíamos de verle de nuevo entre
nosotros, me miró unos instantes fijamente y, sin perder la sonrisa, se
limitó a decir: 'no olvides que los caminos de Dios no son nuestros
caminos'. Desde la distancia temporal, esa referencia intencionada al
conocido pasaje de Isaías (55,8) admite 'lecturas' y tomas de posición
diferentes. Invito al lector a que, en su momento, ensaye una interpretación
personal propia".
10.- Un grupo de jesuitas lo denunciaba en 1979: “Un régimen de fuerza
injusta trata de evitar que el pueblo trabajador reclame sus justos
derechos. En nuestro país se secuestra, tortura y asesina al amparo de
vehículos sin placa, de emboscadas nocturnas, de terror selectivo y, a la
vez, masivo e indiscriminado...Todos estos crímenes quedan en absoluta
impunidad. Por otro lado, es ya proverbial que en Guatemala no hay presos
políticos, sólo muertos y desaparecidos”.
11.- En un Informe encargado por el Departamento de Estado norteamericano,
en el año 1969, se manifestaba una evidente preocupación a causa de los
cambios que se estaban produciendo en la Iglesia: “su cumple los acuerdos de
Medellín, atenta contra nuestros intereses”. En aquellos años se afianzaba
en el continente la “Doctrina de la Seguridad Nacional”. Mientras tanto,
entre la Conferencia de Medellín (1968) y Puebla (1979), se desarrolla en
América Latina la “teología de la liberación”.
12.- La campaña de amenazas, acompañadas del asesinato de catequistas y
colaboradores, culmina el 4 de junio de 1980 con la emboscada tendida por el
ejército al religioso José María Gran y a su acompañante, Domingo B. Batz.
Para los portavoces militares, los muertos son dos subversivos “caídos en
enfrentamiento guerrillero”; a la vileza del atentado se añadía el cinismo
de la difamación. Pocas semanas después, el 10 de julio, otro religioso,
Faustino Villanueva, es asesinado por dos desconocidos, que habían
solicitado ser recibidos en el despacho parroquial.
13.- La muerte de sus dos compañeros provoca en Juan una honda conmoción.
Dice su hermano Arcadio: “En una carta fechada el 13 de julio de 1980,
inmediatamente después de la Misa funeral concelebrada en memoria del P.
Villanueva, me comentaba que había tenido el honor de ser uno de los que
trasladaron el féretro, le parecía sentir un hondo desgarro, como si
aquellas experiencias dolorosas estuvieran cuestionando su presencia en el
Departamento de El Petén, menos conflictivo en aquellos momentos”. Los
misioneros se habían replanteado su presencia en El Quiché, en espera de una
situación más propicia. Sin embargo, en enero de 1981, Juan decide volver:
“Yo sé que mi vida corre peligro. No deseo que me maten, aunque tengo algún
presentimiento. Pero, por miedo, jamás, negaré mi presencia”. Mientras se
acerca el día de retorno, Juan sigue con atención los acontecimientos y
constata que el genocidio se intensifica, de acuerdo con una lógica
despiadada de exterminio.
14.- Su presencia entre los campesinos sólo va a durar tres días. El 13 de
febrero de 1981 Juan está en Uspantán, municipio de El Quiché. Al atardecer,
un grupo de militares le obliga a trasladarse al acuartelamiento próximo
para ser interrogado. No dudan en recurrir a amenazas, insultos y burlas
soeces, forzándole también a ingerir aguardiente. Después de varias horas de
retención, es dejado en libertad. El día 15, después de comer, sale en moto
hacia Cunén, población situada a veinte kilómetros. Por la información
fidedigna de algunos testigos, es derribado de la moto y golpeado, después
le quiebran una pierna para vencer su resistencia y doblegarlo. Finalmente,
tres disparos en la cabeza ponen fin a su vida.
15.- A mediodía del 17, en Chichicastenango se coloca el féretro de Juan y
comienza la celebración de la Eucaristía, con la iglesia casi vacía. Preside
el administrador apostólico de El Quiché, Victor Hugo Martínez. El obispo
Juan Gerardi, que sería asesinado el 26 de abril de 1998, está exiliado.
Concelebran dos obispos más y cuarenta sacerdotes. Están presentes muchos
religiosos y religiosas venidos de fuera. A los compañeros de Juan les dolía
la ausencia popular. Uno dijo para sí: "Juan, no te mereces esto". Pero, una
vez más, el terror es vencido. A los pocos minutos, antes de la homilía, el
espacioso templo parroquial se llena totalmente, desde la entrada hasta el
altar. Juan es sepultado en la tierra. Es el último signo de identificación
con la gente de El Quiché, Tierra de nuestra tierra.
Jesús López Sáez, 17 de marzo de 2009