Padre Giovanni Genocchi, Misionero del Sagrado Corazón: Biografía
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Recuerdo del P. Giovanni Genocchi
MSC
GENOCCHI,
Giovanni
Dizionario Biografico degli Italiani - Volume 53 (2000)
de Rocco Cerrato
Nació en Ravenna
el 30 de julio de 1860, hijo de Federico y Celeste Gori. Cumplidos los
primeros estudios en el seminario diocesano, en el 1877 pasó a Roma al
pontificio seminario Pío. Fueron compañeros de estudio y del instituto F.
Lanzoni, U. Fracassini y G. Della Chiesa, el futuro papa Benedicto XV, el
cual, aunque estaba estudiando en el colegio Capranica, frecuentó con
Genocchi los cursos de teología.
Habiando
conseguido el doctorado en filosfía en julio de 1880, fue ordenado sacerdote
el 23 de marzo de 1883 y en el verano siguiente obtuvo el doctorado en
teología.
En agosto de 1885
realizó su primer viaje a Oriente, visitando Egipto, Palestina y
Siria dando un informe detallado en un relato (publicado en seguida:
‘Mi Viaje a Oriente’, Ravenna 1886) en forma de cartas dirigidas a
Fracassini, quizás la amistad más significativa y duradera de toda su vida.
Vuelto a la
diócesis de Ravenna, asumió en el seminario local la enseñanza de sagrada
escritura, griego bíblico y de hebreo. En el entretiempo, habiendo madurado
su vocación misionera, el mes de setiembre entró al noviciado de los
Misioneros del Sagrado Corazón de Issoudun, pronunciando, por un indulto
especial de León XII los votos solemnes después de apenas dos meses de haber
sido aceptado en la nueva congregación. Al final del año se encontró en
Beirut, junto a la delegación pontificia en Siria como secretario de L. Pavi
de Ravenna. Desde este momento pasó siete años en el cercano oriente al
servicio de la Santa Sede.
Ahí estudió
profundamente el árabe que, junto con el griego, el hebreo, el arameo, el
sirio y varios idiomas modernas, constituyó el indispensable bagaje de su
cultura de biblista, viajando en ese tiempo hasta a Damasco, Alejandría,
Aleppo y Jerusalén..
En el año 1888
asumió el cargo de vicario general de la delegacón pontificia de
Constantinoplo; desempeñando los deberes de su cargo visitó Macedonia,
Grecia, Rumanía, Serbia, Bulgaria y Montenegro: el conocimiento de las
diversas realidades misioneras de la Iglesia católica fue fundamento de su
formación de estudioso y creyente. En el 1893 dejó el oriente para
trasladarse a Sidney y Nueva Guinea.
Vuelto finalmente
a Europa en el
1896 problemas de salud causados por el clima y el ambiente y
también la incomprensión con algunos compañeros, lo convinció a abandonar
este tipo de vida. El 27 de octubre fue a Chezal-Benoît, Francia, donde
recibió el encargo de enseñar sagrada escritura y teología moral en un
instituto de su congregación. Durante este período comenzó a profundizar el
estudio de la crítica bíblica.
A inicios de
marzo de 1897 hizo una visita a A. Loisy – biblista y uno de los promotores
del modernismo francés que vivía en Neuilly desde 1894, después de su
alejamiento del instituto católico de Paris -, donde comienzo una relación que continuó por
correspondencia y con nuevos encuentros sucesivos en abril 1900 y en junio
de 1901, una relación que tuvo, probablemente, un papel relevante en su
formación personal de erudito biblista.
En julio de 1897
Genocchi fue nombrado por el capítulo general de la Congregación de los
Misioneros del Sagrado Corazón superior de la casa de Roma donde se
estableción durante el mes siguiente. Su residencia romana se convirtió en
un punto de referencia y un lugar de encuentro capaz de ejercitar una fuerte
influencia sobre la realidad cultural y religiosa de aquellos años.
Los estudiosos y
los personajes de paso o residentes en Roma la frecuentaban habitualmente,
entre otros: : F.-X. Kraus, A. von Harnack, F. van Ortroy, L. Duchesne,
J.-M. Lagrange, F. von Hügel, F. Vigouroux, J.M. Spalding, E. Le Camus,
P.-H. Battifol, D. O'Connell, T. Roosevelt.. Más tarde, en el momento más
agudo de la crisis modernista, un consultor anónimo del S. Oficio pudo
escribir que en la casa de los Misioneros del Sagrado Corazón de la plaza
Navona había “formado una escuela
de hipercríticos entre los jóvenes, sus discípulos, y que alimenta en
Roma el hipercriticismo alemán” (Turvasi, 1971, pp, 24s). En realidad fue
esto otro aspecto significatio en el papel de Genocchi de cara a la vida de
la Iglesia católica: él representaba la posibilidad de encuentro por
cuantos, personajes o sencillos creyentes, buscaban un momento de
confrontación crítica, una palabra amistosa en relación con los aspectos más
controvertidos de la crisis que enfrentaba la Iglesia en un momento tan
complejo. Se recuerdan, entre los que eran cercanos, además de Fracassini,
S. Minocchi, B. Casciola, A. Ghignoni, G. Semeria, C. Pizzoni, G. Vitali, N.
Piastrelli, A. Fogazzaro, I. Torregrossa y, más en general, casi todos los
protagonistas de la crisis moderna; el entourage de Genocchi fue, además,
una oportunidad de relacionarse con los modernistas europeos.
Entre tanto,
desde noviembre del mismo año 1897, se la había confiado las lecciones de
exégesis de la cátedra bíblica instituida por León XIII en la Pontificia
Universidad de Apollinare: las primeras tuvieron como objeto el primer libro
de reyes y, en particular la historia de Saúl y David, a lo que se añadió
como tema de exégesis neontestamentaria el análisis del segundo capítulo del
evangelio de Lucas.
Muy pronto su
enseñanza se calificó como de gran envergadura y se escribió que Genocchi
era “probablemente el más docto en las sagradas escrituras en Roma” (Le
condizioni religiose en Italia, en Rev. Di studi religiosi III [1903] p.
15); su presencia sugestiva, a distancia de muchos años, se compara todavía
en el recuerdo de G. Levi Della Vida (p.125)
Él suscitó, pues,
entusiasmo entre los estudiantes del seminario romano pero también
preocupación en algunos ambientes de la Curia y del vicariato (Paglia, p.
208): de hecho esta experiencia feliz duró muy poco en cuanto la cátedra fue
suprimida el año siguiente por la tenaz oposición del cardenal C. Mazella.
En este mismo período Genocchi había dado una conferencia donde la Sociedad
de Estudios Bíblicos, Acerca del presente estado de los estudios bíblicos:
el Pentateuco, durante la cual, argumentando acerca de la composición de los
primeros libros de la Biblia, sostuvo abiertamente la teoría de las diversad
fuentes; en seguida también aquella sociedad experimentó sorpresa. En los
años a seguir, el frecuentar amigos con posiciones muy avanzadas en el campo
de la Biblia, causaron obviamente el problema de su relación personal con el
movimiento modernista; él, con todo, no perdió la estima de las máximas
autoridades ecleciásticas.
Para explciar el
clima que dominaba en aquella época en Roma el mismo Genocchi remarcó la
obsesiva preocupación de Pío X de cara a los nuevos movimientos culturales y
religiosos y la convicción del pontífice de tener al respecto “una misión
muy especial del cielo” (Turvasi 1974, 375); y en el transcurso
de la crisis de larga duración que afectó el mundo católico, se le
dirigió en diversas ocasiones acusación de parte de los que informaban al
papa y esto tanto que, el 28 de enero de 1910, tuvo que afrontar un
interrogatorio del Santo Oficio (Casella, p. 317). Con todo, él tenía una
relación bastante confidencial con Pío X, el cual, después de la encíclica
Pascendi (1907) lo invitó a alejar de su casa todas las personas
sospechosas de modernismo (ib., p. 347), hasta la interpeló
respecto al caso de Rómulo Murri (ib., pp.139 s.).
Genocchi, de
hecho, pudo seguir directamente los momentos significativos y resaltantes
del debate, parte de la crisis modernista, que giraba alrdedor de la
exégesis bíblica. Entre otras reacciones intervino frecuentemente con
comentarios de libros y artículos en la Revista bibliográfica italiana de
Florencia a la que prestó una asidua colaboración.
Las cuestiones
que más lo involucaron fueron aquellas relativas a la obra más conocida de
Loisy ‘El Evangelio y la Iglesia’ (1902), la discusión y la confrontación
con M. Hetzenauer y P. Delatte, la evaluación de la historia de la exégesis
en numerosas obra del modernista francés A. Houtin, la cuestión sobre la
‘coma joánica’ y la respuesta respecto a su autenticidad, el problema de la
cita implícitas.
Algunos puntos
centrales del debate retornan y emergen clarament, también en la obra
realizada por Genocchi ante la comisión bílica, de la cual había comenzado a
formar parte. Después de muchas tergiversaciones y por voluntad de León
XIII, en el mes de mayo de 1903, llegando a ser examinador de griego y
hebreo para los exámenes de doctorado a realizarse en presencia de la misma
comisón. Su participación inicial asidua en los trabajos es documentada por
los archivos verbales e, indirectamente, por su carteo con Fracassini.
Reunió todos los
documentos dogmáticos que comprobaban la no autenticidad de la coma joánica
y la falta de historicidad en las citaciones implícitas. Discutió la autoría
mosáica del Pentateuco y la historicidad de los tres primeros capítulos del
libro de Génesis, aconsejando de no refutar las conclusiones de los
estudiosos al respecto; intervino acerca de la composición del libro de
Isaías propugnando la teoría de la pluralidad de los autores.
Después de
lanzarse con tanto empeño, pronto disminuyó poco a poco la colaboración que
hasta casi desaparecía en los archivos verbales de los trabajos. Su
presencia, con todo, se califica con el objetivo de buscar a distinguir la
competencia de la teología de cara a la crítica, reclamando al mismo tiempo
la legitimidad de ambas.
De hecho, esto se
traducía en una toma de posición constantemente contraria a los respuestas
de la comisión en relación sea con los diversos temas aquí anotados, sea,
además, con el esfuerzo de la compleja evaluación del corpus paulino, con la
cuestión sinóptica con referencia especial a la autenticidad del evangelio
de Mateo, con el problema de la parusía en los discursos escatológicos de
Jesús y con las afirmaciones de Pablo en la primera carta a los
Tesalonicenses (Turvasi, 1974, pp. 217-284).
La participación
de Genocchi en las tempestad que caracterizó la Iglesia romana del período
aquel aparece evidente en las inciativas pastorales que venía asumiendo poco
a poco, por ejemplo, la institución en Roma, entre 1898 y 1900, junto con G.
Salvadori y mons. F. Faberi, de la Escuela privada de Religión. Otra obra de
catequesis a la que ha llegado
la preocupación de Genocchi fue la edición popular y la difusión de los
textos bíblicos traducidos del original.
Esta obra de
pastoral bíblica, proyectada por Genocchi con la colaboración de mons. G.
Della Chiesa, del cardenal M. Mocenni, y, como secretario de mons. G.
Mercati (a quien sucedió P. G. Valdabrini), asumió el nombre de ‘Sociedad de
s. Jerónimo para la difusiónde los Evangelios’. La dirección pertenecía a la
Secretaría de Estado, la administración se encontraba en la casa de
Genocchi. El primer empeño consistió en la edición italiana de los
Evangelios y de los Hechos de los Apóstoles: la traducción fue confiada al
sr. G. Clementi, las notas a Genocchi y la introducción al padre Semaria (Il
Santo Vangelo di Nostro Signore Gesù Cristo e gli Atti degli apostoli, Roma
1902).
En definitivo
resulta, sin embargo, difícil precisar y aclarar la posición de Genocchi en
el ámbito complejo del movimiento modernista. En la evalucación de su obra
sacerdotal persiste una fuente primaria, su larga amistad con Fracassini,
que cobró fuerza no sólo en la confrontación sobre varias cuestiones de la
exégesis bíblica sino también en la discusión acerca de diversos problemas
pastorales que la Iglesia de aquellos años tenía que afrontar. Además,
Genocchi predicó los ejercicios en el seminario de Perugia donde Fracassini
era rector – del cual fue alejado por sospecha de modernismo; ahí – según
una relación del visitador apostólica enviado desde la Curia en 1906 – se
leían pasajes de Genocchi el cual había invitado a los amigos de Perugia que
destruyan sus cartas después de haberlas leído, tanto era consciente del
clima dominante de sospecha en aquellos años (Bedeschi, 1970). Genocchi fue
luego crítico severo de la actividad antimodernista del cardenal G. De Lai
(id. 1968). De otra parte en el año 1905 Pío X le pidió que formara parte de
la comisión especial que tenía la tarea de reorganizar los seminarios
italianos y de formular, en especial, el programa de estudio de teología y
la sagrada escritura.
Los estudiosos
que más se han ocupado de él demuestran una particular premura de librarlo
de cualquier sospecha de posiciones inovativos y radicales. Él sostenia
clara y con seguridad la distinción entre la labor crítica de la exégesis
bíblica y aquella que elaboraba la teología; además, en el campo exegético,
en la formulación de las hipótesis asumía las exigencias autónomas de la
labor crítica en confrontación con el amplo espectro de varios
investigadores, sin privilegiar aquellos de matiz católica. Se movía, en
todo caso, sobre una línea “original que sería inadecuado querer encerrarla
en la etiqueta de moderada o agotarla en un papel de mediación entre cultura
dominate en los ambientes oficiales y la cultura inovativa” (Fiorani, pp.
101 s.).
En al año 1911
Genocchi retomó la actividad de visitador apostólico; el 6 de julio de aquel
año Pío X le encargó a que viaje a América Latina para estudiar las
condiciones de vida de los indígenas y para evaluar el estado de las
misiones católicas en algunas zonas de aquel continente. Debía ocuparse
especialmente de la misión pontificia en Putumayo respecto a la cual habían
llegado a la Santa Sede reportes alarmantes sobre la situación de la
populación local y el sufrimiento que les infligían los comerciantes de
caucho. En esta ocasión visitó también Argentina, Chile, Perú, Panamá y las
islas de Barbados enviando a la secretaría del estado vaticano desde todos
estos lugares reportes sobre las condiciones de vida de los indígenas.
El 23 de
diciembre de 1911, después de haber navegado por el río Amazonas, llegó a
Iquitos, la capital de Putumayo donde encontró la sitación religiosa
gravemente empeorada por lo inadecuado
de la jerarquía y del clero. Propuso entonces una solución que
fomentaba la oportunidad de implantar una iglesia indígena buscando la ayuda
de misioneros ingleses, los únicos con la capacidad del luchar contra la
esclavitud impuesta por los comerciantes de caucho.
El 4 de abril de
1912 volvió a Roma y el 26 fue recibido por el papa en audiencia. Su labor y
su colaboración se transparentan en la sucesiva obra de re-estructuración de
las misiones, en la redacción de la encíclica ‘Lacrimabili statu indorum’
(junio 1912) y en las relaciones instituidas por la secretaria de estdo
vaticano con varios gobiernos de América Latina con el fin adecuar la
presencia católica y la actividad misionera en aquel continente.
Después de la
primer guerra mundi, el 1° de febrero del 1920, Benedicto XV lo envió como
visitador a la Ucraina con la misión de llevar ayuda contra la epidemia de
tifoidea que había explotado allí; en realidad, se trataba también de
conseguir información más detallada y segura sobre el encuentro entre
polacos y ucrainianos y sobre los movimientos de unión con Roma que se
manifestaban entre los ortodoxos locales.
El final del
imperio austríaco-húngaro y la revolución societica parecían haber abierto
la posibilidad de proclamar la independencia de Ucrania, pero las invasiones
sucesivas de la región por los polacos y del ejército ruso, la blanca y la
roja, habían causado una situación dramática. Genochi encontrab dificultades
de carácter diplomático de parte de los polacos quienes, temiendo que su
presencia fuera interpretada como una especie de reconocimiento de la
independencia ucrainiana, lo obligaron a quedarse por un tiempo primero en
Varsovia y luego en Viena; no logrando nunca de entrar a Ucrania; no pudo,
efectivamente llevar a término su misión.
En el mes de
enero de 1923 Pío XI, que había conocido a Genocchi en la nunciatura de
Varsovia, le pidió volver nuevamente a Galicia, región occidental de Ucrania
ahora ocupada por los polacos, para visitar las diósesis de Leopoli,
Stanislav y Przemysl.
Durante su
estadía visitó escuelas, centros de cultura y asistencia, encontrándose con
obispos y representantes del clero. Una vez hecha la anexión a Polonia
justamente cuando realizaba su misión, Genocchi recibió las deputaciones de
los ucranianos uniatos que deseaban renovar su fidelidad a Roma y al papa;
en esta ocasión también su actividad hizo surgir la sopecha que había
escondidas unas finalidades políticas como que apoyaba una eventual
declaración de independencia de cara a Polonia.
En esta circunstancia Genocchi hizo una breve visita al arzobispo de
Cracovia, A. Spieha.
Vuelto a Roma en
junio de 1923 Genocchi intervino en el encuentro entre el mundo católico
romano y E. Buonaiuti proponiendo de nuevo su ‘mensaje caritativo’, es
decir, aquel diálogo cordial que, desde el comienzo de la crisis modernista,
había indicado como posible método realmente ecleisal para establecer y
vivir la convivencia entre estudiantes cryentes.
La última empresa de Genocchi fue su
iniciativa, junto con aquella de Semeria y el padre Giovanni Minozzi
respecto a la solución de la así llamada “cuestión romana”, es decir, la
interrupción de las relaciones entre el estado italiano y la iglesia
católica después del año 1870. El trabajo de los tres (comprendió un
encuentro secreto con Fulvio Minali, subsecretario del ministerio de gracia
y justicia y culto del gobierno italiano) fue presentado por Giovanni
Genocchi al secretario de estado vaticano cardenal Pietro Gasparri y sirvió
como estímulo para las negociaciones que condujeron a la firma de los Pactos
Lateranenses el 11 de febrero en 1929.
Lamentablemente Genocchi no pudo
asistir al éxito de su mediación ya que falleció en Roma el 6 de enero de
1926
Fuentes y
Bibliografía
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