Tesoro escondido en el Sacratísimo Corazón de Jesús: FIN SANTISIMO A QUE SE ORDENA ESTE SAGRADO CULTO
III. FIN SANTISIMO A QUE SE ORDENA ESTE SAGRADO CULTO 80
El segundo respecto, por cuya excelencia se debe medir la de este culto, es
el fin 81altísimo a que se ordena. Declaróle Jesús a la V. Margarita en las
palabras de la revelación82 ya referida; y es, corresponder al infinito amor
de su amantísimo Corazón y compensar las injurias que recibe de nuestra
ingratitud, especialmente en el Sacramento del altar. Para penetrar mejor la
excelencia de fin tan soberano, pongamos delante, por una parte el amor
infinito del Corazón deífico de Jesús para con los hombres; y por otra la
ingratitud de los hombres para con Jesús, especialmente en el augustísimo
Sacramento de la Eucaristía; pues comparando extremos tan contrarios, se
dejará ver mejor cuán justa sea la queja del Señor, y cuán debido y digno de
un corazón cristiano el desagravio de sus injurias.
El amor de Jesús para con los hombres se expresa bien apropiándole aquellas
palabras, en que cifró él mismo el de su Eterno Padre a los mismos hombres;
pudiéndose decir con toda propiedad: Sic Iesus dilexit mundum,83 ut se ipsum
daret: de tal suerte amó Jesús al mundo; esto es, con tan excesivo amor, que
se dio a sí mismo para salvarle. ¿Puede decirse más?.
Jesús, aquel Señor infinito, Hijo del Eterno Padre, Creador de todas las
cosas, suficientísimo por sí,84 que de nadie necesita, amó a los hombres,
por su naturaleza vilísimos , indignísimos de ser amados: a los hombres,
cuando ya la divina Justicia los había arrojado y estaban sepultados en el
asqueroso cieno del pecado: a estos hombres tan viles, tan feos y tan dignos
del odio de Dios, amó Jesús. Pero ¿con qué amor? Con un amor tan encendido y
vehemente que no puede explicarse con palabras, ni concebirse con el
pensamiento. Nos amó Jesús con tal exceso, que parece estaba abrasado con un
amor divinamente ciego, si es lícito hablar así. Nos amó de suerte, que se
entregó a una muerte afrentosa y a ser crucificado por nuestra salvación,
después de haber padecido innumerables deshonras, dolores y penas. Se
anonadó en la Encarnación, tomando forma de siervo en fuerza de este amor;
nació en una extrema pobreza; pasó toda su vida en trabajos, peligros,
persecuciones, incomodidades, y en todas las miserias, a que está expuesta
la naturaleza humana; teniendo su amor por fin, en todos estos trabajos, la
salvación de los hombres: Ut omnes habeant vitam aeternam.85 Padeció Jesús
por nuestro amor la muerte. Pero ¿qué muerte? Acuérdate, oh alma cristiana,
de las cadenas con que fue aprisionado, de las bofetadas, salivas, azotes,
espinas, clavos y, finalmente, de la Cruz, en que fue clavado: acuérdate y
pásmate,86 de que el Señor de la Majestad llegase a tal extremo por amor de
los hombres. ¡Oh amor inmenso! ¡Oh violencia increíble del amor! ¡Oh caridad
digna solamente de un Hombre-Dios!.
¿Qué no debiera hacer un corazón cristiano, si le fuera lícito volver a
gozar de la regaladísima presencia de este Señor? ¿Qué no hiciera con él, si
a tanto exceso de finezas se dignase su divina Bondad de añadir la
singularísima de volver a conversar y habitar entre nosotros? ¿Quién no
desearía este favor tan grande y excesivo para mostrarle su amoroso
agradecimiento y fiel correspondencia a este amor, que nos mostró al
ausentarse de nosotros en su muerte? Estas amantes ansias y deseos las
previno el amantísimo Jesús, añadiendo a tantas muestras de amor ésta, que
bastara a suspendernos de admiración; quedándose con nosotros en el
divinísimo Sacramento87 del altar. Ahora pregunto: ¿qué debiera esperar
Jesús de nosotros a vista de tal fineza? Si posible fuera, debiéramos hacer
lo que los serafines: esto es, abrasarnos incesantemente en las ardientes
llamas de su amor, o morirnos de agradecidos.88
Pero ¿cuál es nuestra correspondencia al amor ardiente de Jesús en este
tiernísimo misterio? Si empezamos por los herejes, ¿qué lágrimas serán
bastantes para llorar las injurias y desacatos que han hecho a este
Sacramento? Los más niegan este inestimable beneficio y afirman, sacrílegos,
que Jesús no reside en nuestros templos y altares. ¡Ay del mundo! Si no
estuviera este amorosísimo Señor entre nosotros como Dios amante y víctima
que aplaca las justas iras del Eterno Padre! A esta herética ceguedad e
increíble injuria, con que no sólo no agradecen, antes niegan haber recibido
tan imponderable beneficio, siguen los sacrilegios, que son inexplicables.
Roban, encienden y arruinan los templos, en que habita Jesús Sacramentado;
profanan de mil modos los vasos sagrados; rompen las aras; echan por tierra
los tabernáculos del Altísimo, y dan cruel muerte a sus sacerdotes: se
atreven, sacrílegos, a arrebatar con sus manos profanas el sacrosanto copón,
que sirve de cielo al mismo Dios sacramentado; y lo que no puede escribirse
sin doloroso asombro, arrojan en tierra el sacratísimo Cuerpo del Señor, le
pisan y acocean; y por vilipendio el más infernal que ni imaginarse puede
sin un sagrado horror, dan el pan de los ángeles a sus perros y caballos.
¡Oh abismo profundísimo de maldad! ¡Oh amabilísimo Jesús! ¡Hasta dónde os ha
llevado el amor de los hombres! ¡Oh Rey de la Gloria! ¡A qué estado os ha
traído el deseo89 de quedaros con nosotros en el santísimo Sacramento de la
Eucaristía!
Esto y mucho más hacen, ciegos y sacrílegos, los herejes. Pero los
católicos, que creen y adoran a Jesús en el santísimo Sacramento, ¿qué
indicios de amor, reverencia y culto rinden a este Señor amorosísimo? Si
gastasen todas sus riquezas en sagrados cultos a Jesús; si nunca se
apartasen de la presencia de Jesús; si estuviesen siempre postrados con suma
reverencia delante de Jesús Sacramentado; si pensasen continuamente en
Jesús; si hiciesen cuanto puede alcanzar el entendimiento humano por amor de
Jesús; si hiciesen, en fin, todo lo que el mismo Jesús pide a los hombres en
correspondencia de su amor; aun con todo esto nada harían digno de tan gran
Huésped, de tan benévolo Amigo, y de Bienhechor tan insigne. Mas ¡ay dolor!
Tan lejos están los católicos de hacer lo que hemos insinuado, que ni aun
los debe Jesús en su Sacramento de Amor las señales más comunes de
benevolencia y obsequio90 que se observan entre los hombres mismos. Jesús
Sacramentado habita en innumerables lugares de la cristiandad más pobre y
miserablemente91 que los hombres de mediana y aun de ínfima esfera en sus
casas. De los palacios de poderosos, ¿qué puede decirse ni compararse con
los templos sagrados de nuestro Dios Sacramentado? ¡Cuántos de aquellos
exceden incomparablemente a éstos en la magnificencia, riqueza y adornos!
¡Así se corresponde entre los católicos al amor y finezas de Jesús en este
Sacramento!.
Muchos cristianos viven en tan profundo olvido de que Jesús reside en los
altares y templos sólo por nuestro amor, que no les debe ni aun siquiera una
memoria estéril de este infinito beneficio. ¡Cuántos se hallan que en muchos
días no hacen una visita al Santísimo Sacramento¡92 ¡Cuántos que en muchas
semanas no entran en el templo¡ ¡Cuántos que en todo el año no reciben la
Sagrada Eucaristía¡ Son innumerables. ¿Qué diré de las irreverencias? ¿Qué
de los sacrilegios? ¿Qué de otros pecados, que se cometen manifiestamente en
los templos contra Jesús Rey de la gloria? Basta decir que no hay príncipe,
por pequeño que sea, en cuya presencia no estén los hombres con más respeto
que en la casa de Dios y a vista suya. No hay cosa más frecuente, ni más
lastimosa que ver a muchos católicos, aun en el tiempo mismo del santo
Sacrificio de la Misa estar, ya en pie, ya con sola una rodilla en tierra,
ya sentados inmodestamente, ya hablando libremente, ya mirando curiosamente
a todas partes, ya saludándose unos a otros, ya conversando sin reverencia
ni atención al Dios de la majestad, en cuya presencia están, ya, en fin,
portándose en todo con la misma libertad que si estuvieran en las plazas o
en las calles. ¡Así reverencian los católicos a Jesús Sacramentado en sus
templos!.
Mas, ¿qué diré de los que se llegan a la Sagrada Eucaristía, en la cual se
nos da Jesús abrasado en nuestro amor? Unos llegan con suma frialdad; otros
ni aun llegar quieren a esta sagrada mesa, sino compelidos de las censuras
de la Santa Iglesia;93 otros reciben al Señor en pecado mortal con horrendo
sacrilegio. Muchos se alimentan de este Pan de ángeles sin devoción, sin
preparación, como si fuera un manjar puramente para saciar el apetito. ¿Qué
diré del sacrosanto y tremendo Sacrificio de la Misa? Muchos sacerdotes le
consideran sólo como un oficio útil94 para enriquecerse a poca costa; llegan
al santo altar sin preparación alguna; dicen la Misa atropelladamente sin
observar muchas de las rúbricas de la Santa Iglesia; manejan, tocan y mueven
el sacrosanto Cuerpo de Jesús como si fuera un vil pedazo de pan; con tanta
irreverencia que llena de pasmo, asombro y horror a los mismos ángeles.
Muchos de los demás fieles asisten a este tremendo Sacrificio con
negligencia, distracción de espíritu y tibieza digna de llorarse con
lágrimas de sangre.95 ¡Esta es la correspondencia de los católicos a la
fineza del amor, con que les ama Jesús!.
¡Oh!, qué sentirá su Corazón amantísimo, al verse tan ingratamente
correspondido! Si supiesen esto los infieles, y aun las gentes mas bárbaras,
exclamarían sin duda horrorizadas de tanta ingratitud: ¡Oh pueblo cristiano,
ingrato, rebelde y desconocido a tanto amor! ¿Tienes corazón de carne, como
los demás hombres, o antes bien de hierro y de diamante, pues no te ablandan
ni el fuego de tanto amor, ni el golpe de tantos beneficios? 96 Semejante
insensibilidad ¿es de hombres, o de fieras? ¡Oh Corazón amabilísimo de
Jesús! El más noble, el más generoso, el más tierno de todos los corazones!
¿Cuáles, pues, serán tus sentimientos? ¿Cuán acerbo tu dolor al ver tan
despreciado97 tu amor y, para decirlo así, burladas en cierto modo tus
finezas? ¿Esto han logrado, Jesús mío, tus deseos? ¿En esto han parado tus
trabajos, tus penas, tus sudores, tus vigilias, tus tormentos y aun la
muerte de cruz?.
Con justísimo sentimiento se quejaba Jesús a su querida esposa Margarita,
mostrándola su Corazón y diciéndola: "Ves aquí mi Corazón; aquel Corazón tan
abrasado en amor de los hombres que no omitió cosa alguna para declararlos
su infinito amor".97 No sólo no omitió el Corazón de Jesús cosa alguna para
mostrarnos su amor, sino que ejecutó excesos y finezas indecibles. Pudo
Jesús salvarnos con sola una de sus lágrimas o una gota de su preciosa
Sangre, y nos redimió a costa de tan inmensos trabajos, como hemos
insinuado, y aun halló su amor otro modo más excelente de manifestarse,
quedándose con nosotros en el Santísimo Sacramento para alimento de nuestras
almas y consuelo de nuestros corazones. ¿Qué correspondencia no pudo esperar
Jesús de los hombres? Pero la mayor parte (añadió en su amorosa queja) no
sólo no se muestran agradecidos, sino que me desprecian y me hieren en este
misterio de amor con injurias y afrentas. Y el mayor dolor es, que padezco
estas injurias y ultrajes aun de las personas que me están especialmente
consagradas.98
Herido vivamente el amantísimo Corazón de Jesús de las ingratitudes de los
hombres, pide a la piedad de los fieles suavicen su dolor, recompensen sus
injurias y resarzan su honra vulnerada con tan sensibles ofensas. Si hay
quien desee saber la recompensa que desea Jesús por lenitivo de su
afligidísimo Corazón, ya la señaló él mismo en la petición que en la
Venerable Margarita hizo a toda la Iglesia, pidiéndola99) especial oficio y
culto para desagraviar su Corazón ofendido, con estas palabras: "Te pido 100
que el viernes inmediato a la Octava de la festividad del Corpus se dedique
particularmente al culto de mi Corazón: en el cual día, comulgando, se
compensen de alguna manera las injurias cometidas contra mi Corazón amante
en el Sacramento del Altar, especialmente en los días que estoy expuesto a
la veneración de los fieles".
¿Qué cosa más justa que esta queja amorosa del amantísimo Jesús? ¿Qué
expresiones más vivas y poderosas para mover nuestros corazones? Si tenemos
algún sentimiento de fe, si tenemos algún sentimiento de piedad para con
nuestro Salvador ¿podrán dejar de conmoverse nuestros corazones con las
tiernas quejas y amantes expresiones de Jesús? ¿Podrán dejar de hacer todos
los esfuerzos posibles para satisfacer sus amorosas ansias y deseos? A todos
y a cada uno de nosotros en particular, nos dice como a su Esposa Margarita:
"Te pido101 que el viernes inmediato a la Octava de la festividad del Corpus
se dedique particularmente al culto de mi Corazón". ¿Habrá quien niegue a
Jesús tan amorosa y justa petición? ¡Oh dulcísimo Jesús! Yo consagraré todos
los días de mi vida al culto de vuestro santísimo Corazón el viernes
inmediato a la Octava del Corpus para reparar vuestras injurias; yo
procuraré con mis débiles fuerzas que ejecuten lo mismo todas las almas, con
quienes vuestra Majestad se dignare darme algún crédito.
De la comparación hecha en este capítulo (para venir finalmente a su
conclusión) entre el amor del Corazón de Jesús y las ingratitudes de los
hombres, consta cuán justa sea su amorosa queja y cuán grande nuestra
obligación de resarcir sus ofensas. De donde se infiere consiguientemente,
cuán propio sea de un ánimo cristiano corresponder a las finezas de aquel
amante Corazón y desagraviar con todo género de obsequios sus injurias; en
lo cual, como al principio se dijo, consiste el fin soberano de este culto.
Pondérese con atenta reflexión la grandeza y santidad de fin tan alto, y por
ella se podrá formar algún concepto de la excelencia y dignidad del culto102
que a él se dirige. ¡Oh corazones¡, cuantos os preciáis de generosos, en el
culto de este Rey de los corazones tiene digno empleo vuestra generosidad.
¡Oh Corazón divinísimo! ¡Si moviéseis a algunos de aquellos vuestros siervos
que buscan en todo la mayor gloria de su Dios, para que volviesen por la
vuestra, tan indignamente ofendida! ¡Oh Jesús dulcísimo! Si inspiráseis a
vuestra amada Esposa la Iglesia Santa, que ella misma se emplease en los
desagravios 103 de vuestro sacrosanto Corazón, ingratamente injuriado, y
empeñase a todos sus fieles y verdaderos hijos en su sagrado culto, para
reparar de algún modo las malas correspondencias que sufre vuestro amor
injustamente ultrajado y desatendido de los hombres, especialmente en el
adorable Sacramento del Altar, misterio (verdaderamente del amor)104 de
vuestro amantísimo Corazón!
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Notas
80 Este Párrafo tercero es precisamente el que se
leyó durante la Novena que organizó el P. Hoyos en el mes de junio de 1735.
Fue en la capilla de las Congregaciones marianas, adjunta al actual
Santuario de la Gran Promesa, donde por vez primera se hizo la Novena
pública al Sagrado Corazón. Esa novena fue redactada fundamentalmente por el
P. Loyola, aunque pusieron algunas enmiendas al texto los Padres Calatayud y
Cardaveraz y aun el mismo Bernardo de Hoyos. Como dice el P. Máximo Pérez en
su libro El poder de los débiles: "la primera edición (de la novena), de 34
páginas, salió de los talleres salmantinos de Antonio de Villagordo en 1735,
con antelación suficiente para que aquel mismo año se pudiera rezar la
novena ya en muchos sitios". El P. Guillermo Ubillos, citando a Uriarte,
dice que "pasan de varios centenares las ediciones repetidas de la novena",
y "después de dos siglos, la novena del P. Hoyos sigue en el mismo aprecio y
popularidad que el primer año; y esto con razón, porque rebosa tal piedad y
tal perfume de unción celestial que le han merecido la preferencia, por no
decir la exclusiva entre todas las novenas del Sagrado Corazón" (Vida del P.
Bernardo de Hoyos, P. Guillermo Ubillos, Apostolado de la Prensa, 1935-
Madrid; pgs 156-157). Sabemos que el Obispo de Valladolid, Dn. Julián
Domínguez, concedió 40 días de indulgencia a todos los que asistiesen a ella
por cada uno de los días y lo mismo concedió a quienes rezasen un credo
delante de la imagen del Sagrado Corazón. Esta imagen, mandada pintar por
Hoyos, se colocó en la capilla de las congregaciones. Terminada la novena,
se pondría esta imagen en la capilla del Salvador, una de las varias que
había en la iglesia del colegio de San Ambrosio.
Vale la pena relatar aquí la manera como el P.
Bernardo describe este acontecimiento: "El primer día hubo un concurso mayor
del que se esperaba; se dio noticia de la devoción del Corazón sagrado, la
cual se fue extendiendo en las pláticas de los días siguientes, en los
cuales fueron mayores los concursos... El último día el Santísimo estuvo
patente por la mañana y por la tarde. Las misas fueron más que otros días.
Vinieron a cantar la misa, que fue del Sacramento, el Sr. Chantre con otros
dos canónigos, con las insignias del cabildo...Los músicos, en quienes ha
prendido la devoción, mostraron su afecto en la pompa y majestad con que
entonaron la música y, sobre todo, el villancico al sagrado Corazón... El
sermón fue espiritual y gustoso...Por la tarde dieron siesta de
instrumentos. Leyóse el párrafo 3 del Tesoro escondido y, hecha la novena, y
advirtiendo al auditorio que se les pondría la imagen del Corazón en la
iglesia, y lo de las comuniones los primeros viernes del mes, como también
el convite de la novena para otro año, se reservó al Señor con la asistencia
del Sr. Chantre y con toda solemnidad de la música...La idea de la imagen,
como también de la novena, fue obra del mismo Corazón...; salió tan a gloria
del mismo Corazón que el P. Rector, que tácitamente lo notaba todo, me dijo
que había sido un milagro manifiesto en comprobación de los deseos que el
Señor tiene de que su adorable Corazón sea conocido" (Libro de la Vida del
P. Hoyos, por el P. Juan de Loyola, III, cap 11, pár 85)
81 La síntesis de este Párrafo tercero, párrafo
especialmente importante por cuanto fue el elegido por Bernardo de Hoyos
para que se leyera durante los días de la Novena, se puede concretar así: El
fin del culto al Corazón de Jesús es doble: corresponder a su amor infinito
y reparar las injurias que recibe. Son como los dos platillos de una
balanza: en uno se pone el amor de Jesucristo, en el otro nuestra
ingratitud. Lo mucho que nos ha amado Jesucristo queda patente en su
encarnación, nacimiento, pasión, eucaristía...Ante un amor tan grande ¿cuál
es nuestra correspondencia? Los herejes le injurian y profanan la sagrada
eucaristía; los católicos no le visitan ni hacen caso, cometen irreverencias
contra él... ¿Qué correspondencia recibe, pues, por tanto amor suyo?
Jesucristo nos dijo lo que El deseaba de nosotros como correspondencia a su
amor: honrar su Corazón y comulgar el día de la fiesta del Corazón de Jesús.
Si comparamos lo que es su amor y lo que son nuestras ofensas, vemos cuán
justa es su queja y cuánta obligación tenemos de reparar. Por tanto, es
propio de un corazón cristiano corresponder a su amor y desagraviar sus
injurias. Este es, justamente, la finalidad de este culto al Corazón de
Jesús.
82 La revelación hecha a Santa Margarita el 16 de
junio de 1675: "He aquí este Corazón que tanto ha amado a los hombres,
que...etc"
83 Jn 3, 16 La frase completa es: Sic Deus
dilexit mundum ut Filium suum Unigenitum daret. El P. Loyola la aplica no ya
al Padre Eterno, sino al mismo Jesucristo, que se da a sí mismo para
salvación del mundo.
84 Acentúa aquí Loyola el amor totalmente
gratuito y desinteresado de Jesucristo.
85 Frase que recuerda la del evangelio de Juan:
Ego veni ut vitam habeant et abundantius habeant (Jn 10,10) Yo he venido
para que tengan vida y la tengan en abundancia.
86 La contemplación atónita y como embelesada del
amor de Dios es un elemento clave para que la devoción al Corazón de Cristo
prenda con fuerza en el alma. Es un poco aquel grito de San Pablo, asombrado
ante el inmenso amor de Jesucristo: ¡me amó y se entregó a la muerte...por
mí¡¡¡ (Gal 2, 20) o la famosa frase de San Francisco de Asís, gritando por
los caminos: El Amor no es amado, el Amor no es amado....¡
87 Las almas santas han vivido siempre el amor
ardiente por la Eucaristía, las de antes y las de ahora. En nuestro siglo XX
hemos tenido entre nosotros a una mujer excepcional, una auténtica mística
de la Eucaristía: la Madre Teresa Mª de Jesús Ortega, dominica del
monasterio Madre de Dios, de Olmedo (Valladolid). Escribe así en sus Apuntes
espirituales: "Dame unos ojos nuevos..., los tuyos, mi Dios...,para
profundizar en Belén, en Nazaret, en el Gólgota, en el pan." (nº 177) "Soñar
con el sagrario..., soñar con la comunión de cada mañana..., soñar con el
trigo limpio de mi Dios hecho pan. Ir como loco en busca de mi tesoro.
Buscarle como le buscaba María en la mañana de la resurrección. Comerle con
hambre..." (178) "Dame hambre...Dame sed..,para que me acerque a este pan
que exige hambrientos" (179) "Ten sed de Eucaristía.., ten sed de mirarle a
los ojos, ten sed de quemarte a sus pies, ten sed de buscarle
siempre...,siempre...Ten sed de no perderle de vista" (180) "Tenemos un
sagrario para nosotros. ¡Qué hubiera hecho Moisés si hubiera tenido un
sagrario¡ ¡Qué hubiera hecho Elías¡ ¡Qué templo hubiera hecho Salomón! (181)
¿Qué sería la vida sin Eucaristía, sin ese centro vital que está poniendo un
temblor de eternidad a las cosas?...Todo sería trágico en la vida sin
Eucaristía" (145) "El misterio de la Eucaristía es el más rico, el más
consolador, el que más llena el alma de gozo. Sin embargo, los hombres
dijeron: "Dura doctrina es ésta" (Jn 6,60), y se alejaron...¡Pensar que el
banquete de Dios puede parecer duro a los hombres!" (144) "Padre, yo - (dice
Jesús)- que te basto a ti para tu felicidad infinita, no les basto a ellos
para su pobre felicidad limitada. Padre, amplía ese arcano de felicidad...
No les basto, Padre, purifícalos por el amor, ¡purifícalos! No les basta ese
amor que hace la felicidad de todos los bienaventurados, este amor que llena
el cielo y la eternidad, este amor que les doy en este trocito de materia.
Después que les doy todo para que "trafiquen" con ello, para que puedan
tenerlo a su mano, para que puedan comer..., luego quedan tan interesados en
cualquier cosita, y les interesa más y se gastan más en ello." (34) "Mírale
a los ojos y mira a ver a qué sabe Dios en la Eucaristía y apóyate en El sin
miedo, porque el que se apoya en el pecho de Dios es teólogo..." (28)
"Cuando se mira a Dios cara a cara un día y otro día, una hora y otra hora
sin cansarse, sin dejar de mirarle, sin perderle de vista, los ojos quedan
llenos de El. La luz se mete por la vida y todo el ser se convierte en una
transparencia de Dios. Gástate muchas horas..., gástate la vida entera en
mirarle, gástate los ojos hasta romperlos, y cuando el mundo te vea, sabrá
quién es el Dios de los cristianos, el Dios de la Vida, el Dios del Amor"
(29) "No hay mejor síntesis y memorial vivo de todos los aspectos de la
amistad que la Eucaristía... Es el sacramento de la amistad. Vamos a
comulgar la Amistad de Dios en el Jesús-Amigo, presente y próximo siempre
entre los amigos. La Eucaristía es contagiosa de sed de amistad" (48) "Dios
dice en la Eucaristía: Quiero almas que me busquen enteramente a mí. En esas
almas yo me vuelco sobre la humanidad toda" (67) "El trae su Eucaristía,
viene cargado de Eucaristía, trae sus manos llenas de Eucaristía que reparte
a todos. ¡Tanto amor, tanto misterio de amor infinito! ¡El mismo amor que se
encierra en la eternidad, la misma Vida de Dios¡ Nos dice: "Como yo vivo por
mi Padre, así vosotros viviréis por mí" (Jn 6, 57)...Ahí está el Misterio de
la Eucaristía esperando a que vaya alguien a recoger toda esa carga de amor"
(32-33) (Sedienta de Eucaristía, edit Edibesa, 1999. Madrid)
88 Ésa fue la vivencia de Bernardo de Hoyos ante
la Eucaristía: abrasarse de amor. Al día siguiente de la festividad del
Corpus, en 1733, escribirá: "Este día pasado de la fiesta del Corpus se
renovó en mi pecho con nuevas creces el amor al divino Amor Sacramentado...
En las comuniones es donde tengo mi bienaventuranza en la tierra, que creo
no se distingue de la del cielo sino en la visión y claridad"... en carta a
su director espiritual, el P. Loyola, le dice: "Jesús sacramentado es mi
gloria y mi gozo, mi consuelo y mi vida. Lo que ha que conozco a su Corazón
divino, siento grandemente aumentada la devoción con este misterio de amor
de nuestro Dios sacramentado...Las delicias que allí siento son infinitas:
no quisiera apartarme de allí de día ni de noche...; quisiera tenerle
siempre en mi pecho" (Vida del P. Hoyos, por Juan de Loyola)
89 Dice Santa Margarita que Jesús habría
instituido el Sacramento de la Eucaristía por el solo placer de alojarse en
un alma (Vida y Obras de Santa Margarita María, por Mons. Gauthey, t. II.
Madrid 1921, pg 94).Y cuando le hace la primera revelación principal, el 27
de diciembre de 1673, le descubre "las maravillas de su amor y los secretos
de su Corazón que siempre le había tenido ocultos hasta entonces cuando se
le abrió por primera vez". "Mi divino Corazón -le dice- está tan apasionado
de amor a los hombres, en particular hacia ti que, no pudiendo contener en
él las llamas de su ardiente caridad, es menester que las derrame valiéndose
de ti, y se manifieste a ellos para enriquecerlos con los preciosos dones
que te estoy descubriendo..." ((Vida y Obras de Santa Margarita María de
Alacoque, por el P. José Mª Sáenz de Tejada, edit Mensajero, 1943. Bilbao.
Pg 34)
90 El P. Bernardo de Hoyos extremaba su
deferencia en el trato con Jesucristo, probablemente como reacción a esta
indiferencia que observaba en las iglesias, llegando a escribir en sus
Apuntes: "Cuando le visito solo y sin que se pueda notar, le hago tres
profundas reverencias, juntando mi rostro con el polvo antes de hablarle...
La menor irreverencia que vea,.o hablando en la iglesia, o mirando, etc...me
traspasa el corazón" (Vida)
91 Esa pobreza y ese desamparo de Cristo en la
Eucaristía es lo que, dos siglos más tarde, desencadenaría en el Beato Don
Manuel González un movimiento eucarístico sin precedentes. Don Manuel
González, obispo primero de Málaga y luego de Palencia, recibió una gracia
extraordinaria con motivo de una misión que fue a dar a Palomares del Río,
cerca de Sevilla. Veamos cómo lo cuenta él mismo: "Fuime derecho al Sagrario
de la restaurada iglesia...y ¡qué Sagrario! ¡Qué esfuerzos tuvieron que
hacer allí mi fe y mi valor para no...salir corriendo para mi casa! Pero no
huí. Allí me quedé un rato largo... Allí de rodillas ante aquel montón de
harapos y suciedades, mi fe veía a través de aquella puertecilla apolillada,
a un Jesús tan callado, tan paciente, tan desairado, tan bueno, que me
miraba.... Parecíame que después de recorrer con su vista aquel desierto de
almas, posaba su mirada entre triste y suplicante, que me decía mucho y me
pedía más...una mirada en la que se reflejaba todo lo triste del Evangelio:
lo triste del "no había para ellos posada en Belén", lo triste de aquellas
palabras del Maestro: " Y vosotros ¿no queréis también dejarme?" lo triste
del mendigo Lázaro pidiendo las migajas sobrantes de la mesa de Epulón, lo
triste de la traición de Judas, de la negación de Pedro, de la bofetada del
soldado, de los salivazos del pretorio, del abandono de todos... ¿Verdad que
la mirada de Jesucristo en esos Sagrarios es una mirada que se clava en el
alma y que no se olvida nunca? De mí sé deciros que aquella tarde, en aquel
rato de Sagrario, yo entreví para mi sacerdocio una ocupación en la que
antes no había soñado: ser cura de un pueblo que no quisiera a Jesucristo,
para quererlo yo por todo el pueblo, emplear mi sacerdocio en cuidar a
Jesucristo en las necesidades, que su vida de Sagrario le ha creado,
alimentarlo con mi amor, calentarlo con mi presencia, entretenerlo con mi
conversación, defenderlo contra el abandono y la ingratitud, proporcionar
desahogos a su corazón con mis santos sacrificios. Servirle de pies para
llevarlo a donde lo deseen, de manos para dar limosna en su nombre aun a los
que no lo quieren, de boca para hablar de El y consolar por El y gritar a
favor de El cuando se empeñen en no oirlo...hasta que lo oigan y lo
sigan...¡qué hermoso sacerdocio! Y ¿si se obstinan en no quererlo? Y ¿si no
quieren ni mi amistad porque los lleva a El, ni mi dinero porque en su
nombre lo doy y me cierran todas las puertas? ¡No importa! Siempre a Jesús y
a mí nos quedará el consuelo de tener una por lo menos abierta: El la de mi
corazón y yo la del suyo..." (El Obispo del Sagrario abandonado, por J.
Campos Giles, edit Granito de arena, 1950. pgs 45-46)
92 Sabemos que el P. Hoyos visitaba con mucha
frecuencia al Santísimo, aunque fuese por breves momentos. De su estancia en
el colegio de San Ambrosio, cursando la sagrada teología, escribe así: "le
hago frecuentes visitas, que pasarán de treinta todos los días, y algunos de
cincuenta" (Vida)
93 Se refiere el P. Loyola, probablemente, a los
tres dos mandamientos de la Iglesia que hacen alusión a la Eucaristía, en su
sentido de Misa y comunión: "Los Mandamientos de la Santa Madre Iglesia son
cinco: el primero, oir misa entera todos los domingos y fiestas de guardar.
El tercero, comulgar por Pascua florida" (catecismo P. Astete).
94 Tristemente, junto a sacerdotes celosos,
existían en más o menos número los llamados por el pueblo "curas de misa y
olla", de escasa formación y no excesivo fervor.
95 De qué distinta manera viven los santos el
Sacrificio de la Misa..¡ La Madre Teresa de Jesús Ortega, la dominica del
monasterio de Olmedo y hoy camino de los altares, escribe en sus Apuntes
íntimos: "Cada misa viene a realizar un nuevo despojo, una nueva
entrega...Algo muere y algo empieza a vivir, después del sacrificio de cada
mañana. Nuestras monjas sueñan con la misa. Viven de la misa. Se nutren de
su banquete eucarístico y templan sus aceros para la lucha diaria en esa
fragua de amores inagotables, cada día descubiertos y cada día por
descubrir" (Sedienta de Eucaristía, nº 131). Y en otro lugar:" Las misas de
nuestro monasterio convierten en ofertorio todo su trabajo y su vida.
Después de nuestras misas, todo se transforma en ara y en altar. Los latidos
se han hecho una sola cosa con los latidos de Cristo, y nuestro granos de
trigo se mezclan con la harina del sacrificio y se hacen pan de la misma
hornada...Después de nuestras misas, ya somos pan de Cristo, en ofertorio
permanente. Pan tuyo... Pan para todos. Por eso no quedan derechos
personales" (nº 130), "Cómo pesa la Hostia cuando se levanta, cómo pesa...¡,
es que en ella levantamos al mundo. ¿No habéis probado nunca ese peso?, pues
probadlo, que la misa es de todos, y el ofertorio es de todos también" (120)
96 Lo que aquí expresa el P. Loyola en prosa, lo
han dicho en versos inmortales poetas como Lope de Vega con su famosísima
poesía: ¿Qué tengo yo que mi amistad procuras? ¿Qué interés se te sigue,
Jesús mío, que a mis puertas, cubierto de rocío, pasas las noches del
invierno oscuras? ¡Oh, cuánto fueron mis entrañas duras, pues no te
abrí...¡" , y tantas otras que ponen delante la ingratitud del hombre frente
al amor loco de Dios.
97 ¿Quién ha podido plasmar mejor esta frase de
Loyola en una bella poesía, sino el místico San Juan de la Cruz? Todos
recordamos aquello de: "Un pastorcico está penado y en su pastora puesto el
pensamiento..."
97 La revelación del 16 de junio de 1675,
conocida con el nombre de la Gran Revelación por la densidad de su
contenido, de que ya hemos hablado en estas páginas.
98 Este pensamiento se expresa hermosamente en la
Escritura: "En verdad, en verdad os digo que uno de vosotros me va a
entregar" (Jn 13, 21). "Si mi enemigo me traicionara...., pero eras tú, mi
amigo y compañero, con quien me unía una dulce intimidad en la Casa de
Dios¡" (Salmo 55, 14-15). La Iglesia, en su liturgia del Viernes Santo, pone
en labios de Cristo las quejas de los Improperios: "Pueblo mío, ¿qué te he
hecho? ¿en qué te he ofendido? ¡Respóndeme! - Yo te saqué de Egipto; tú
preparaste una cruz para tu Salvador - Yo te planté como viña mía, escogida
y preciosa, ¡qué amarga me has salido! - Yo te saqué de Egipto, tú me
entregaste a los sumos sacerdotes - Yo abrí el mar delante de ti, tú con la
lanza me abriste el costado - Yo te sustenté con el maná, tú me abofeteaste
y me azotaste - Yo te dí a beber el agua de la roca, tú me diste a beber
hiel y vinagre - Yo te dí un cetro real, tú me pusiste una corona de espinas
- Yo te levanté con gran poder, tú me colgaste del patíbulo de la cruz...
¡Pueblo mío! ¿Qué te he hecho? ¿en qué te he ofendido? ¡Respóndeme...¡"
99 En la edición de Barcelona (1735), en vez
"pidiéndola" dice mandando.
100 En la edición de Barcelona, en vez de "te
pido", dice te ordeno.
101 En la edición de Barcelona: "te ordeno".
102 La argumentación del P. Loyola es clara: la
excelencia de un culto se demuestra por el fin que pretende. El fin de esta
devoción al Corazón de Jesús no puede ser más excelente: consiste en
corresponder a su amor y desagraviar las injurias que le hacen. Explicado en
este tercer Párrafo el fin, hablará en el siguiente de la manera práctica de
cumplir este fin y de los frutos que reporta.
103 El mejor acto de desagravio que posee la
Iglesia es la santa Misa con sus cuatro fines principales: latréutico o de
adoración, eucarístico o de acción de gracias, impetratorio o de petición, y
satisfactorio o de perdón de los pecados y ofensas hechas a Dios. Además de
esto, la Iglesia hace el llamado "Acto de desagravio al Sagrado Corazón",
instituido por el Papa Pío XI para rezarse en esa fiesta. Comienza con estas
palabras: "Oh dulcísimo Jesús, cuyo inmenso amor a los hombres no ha
recibido en pago de los ingratos más que olvido, negligencia y
menosprecio...(y concluye invocando a la Virgen):... por intercesión de la
Santísima Virgen María Reparadora, os suplicamos que recibáis este
voluntario acto de reparación..." Los deseos del P. Loyola se fueron
haciendo, poco a poco, realidad a medida que la devoción al Corazón de Jesús
se extendió por toda la Iglesia.
104 La frase entre paréntesis se omite en la
edición de Barcelona.