Tesoro escondido en el Sacratísimo Corazón de Jesús: SOBERANA EXCELENCIA DEL CORAZÓN SAGRADO DE JESÚS, OBJETO DULCÍSIMO DE ESTE CULTO
II. SOBERANA EXCELENCIA DEL CORAZON SAGRADO DE JESUS, OBJETO DULCISIMO DE
ESTE CULTO
Declarado brevemente el origen, progreso y esencia de este culto, conviene
demostrar ahora su excelencia;44 la cual se conocerá, lo primero, por su
objeto: lo segundo, por el fin a que se ordena: lo tercero, por los
ejercicios que en él se practican: lo cuarto, por las utilidades que de él
se siguen. Por todas estas consideraciones o respectos se mide la mayor o
menor excelencia de cualquiera sagrado culto: por ellas descubriremos la de
éste del Corazón deífico de Jesús; no dudando afirmar que, entre todos los
cultos que solemniza la Santa Iglesia, no se hallará alguno más excelente,
más sublime, más santo ni más útil. Empecemos por el primer respecto del
objeto que se propone.
El objeto, pues, que se propone en este culto a la veneración de los fieles,
es el divinísimo, santísimo y amabilísimo Corazón de Jesús, no considerado
como una cosa inánime, destituida de vida y de sentido y separada de todo
aquello con que tiene indisoluble unión; sino antes bien, como un Corazón
que vive,45que siente, que ama, adornado de todas aquellas perfecciones con
que se halla en la sacratísima Humanidad de Cristo, junto con las demás
partes de su Cuerpo sacrosanto (aunque como la más noble y principal entre
todas) ; vestido de todas las virtudes, dones y gracias celestiales, que le
hermosean; informado de su alma santísima y unido con la persona del Verbo,
con quienes compone un solo adecuado objeto de este culto: al modo que en la
fiesta del Corpus el objeto, a quien propia y directamente se enderezan
todos los sagrados solemnes cultos de este día, es la misma Carne y Sangre
del santísimo Cuerpo del Señor (lo que acaso muchos no habrán advertido);
sin que por ello dejen de mirar al mismo tiempo, aunque indirectamente, y,
como hablan los teólogos, por concomitancia solamente, al alma, a la
Divinidad y Persona de Cristo, con quienes hace un solo objeto de esta
solemne fiesta.
Este es el sagrado objeto del suavísimo culto del Corazón; es a saber, el
mismo deífico Corazón de Jesús, tomado en el sentido que acabamos de
explicar, cuya admirable excelencia se conocerá considerándole, o en sí
mismo, o en cuanto dice relación a los hombres. Considerado en sí mismo,
participa por una parte todas las excelencias que la Sagrada Escritura, la
Santa Iglesia y los Santos Padres dan a la Carne purísima y santísima de
Cristo, quien las cifró en aquellas palabras: Qui manducat meam carnem, et
bibit meum sanguinem, habet vitam aeternam; 46(El que come mi carne, y bebe
mi sangre, tiene la vida eterna). Por otra parte, tiene este Sagrado
Corazón, así en el ser físico como en el moral, muchas particularidades,47
que no conviniendo a otras partes del Cuerpo sacrosanto de Jesús, elevan su
excelencia sobre todas ellas y le hacen no solamente dignísimo de aquella
veneración y culto que se debe a las demás (por la unión hipostática que
tiene, igualmente que ellas, con el Verbo), sino acreedor también entre
todas a otro más especial sagrado culto, por la especialidad de sus
excelencias y singulares prerrogativas.
La primera es, ser el corazón la parte más noble y principal en el cuerpo
humano; y no habiendo entre todas las cosas corpóreas alguna más divina y
excelente que el Cuerpo sacratísimo de Cristo Jesús, del cual es la parte
más noble y principal su Corazón, consta lo que se debe juzgar de su
excelencia. La segunda es, ser el corazón humano principio de la vida
natural del hombre:48 y siendo la de Jesús de un precio inestimable,
infinito e incomprensible, es consiguiente que el Corazón, principio de la
vida de este Hombre Dios, sea también de un precio excesivo, admirable e
infinito. La tercera es, ser el corazón la fuente de donde mana, y la
oficina donde se forma y perfecciona la sangre: con que, siendo, como es, la
de Cristo Jesús de tan infinito valor que la mínima gota bastaba a
redimirnos, bien se deja entender de cuánta excelencia sea y cuán
infinitamente digno de la veneración de todos sus redimidos aquel Corazón
santísimo, sagrada oficina y celestial fuente de esta Sangre divinísima,
precio de nuestra redención. La cuarta particularidad o prerrogativa se saca
de la unión estrechísima que este deífico Corazón de Jesús tuvo y tiene con
su alma santísima, y la mayor especialidad de esta excelentísima unión
consiste en que refunda en el Corazón Sagrado casi igual dignidad y
excelencia a la que goza el alma divinísima; por ser el órgano e instrumento
nobilísimo de todas sus afecciones49. Pues, habiéndose de medir la
excelencia del Corazón por la del alma, ¿cuán grande y prodigiosa debe
estimarse?
La quinta, de la hipostática y sustancial unión50 con la Persona del Verbo
Divino; la cual diviniza o deifica al sacrosanto Corazón, de suerte que el
Corazón de Jesús se llame con toda propiedad Corazón de Dios: esta unión fue
la que daba infinito valor a las afecciones, conmociones y palpitaciones de
aquel amantísimo Corazón: y, si el hierro vil de una lanza, por sólo haber
herido el Corazón deificado de Jesús, se hizo digno de la veneración de los
ángeles, de los hombres y de la Iglesia misma (la cual, en atención a este
contacto felicísimo, la ha instituido fiesta particular51 y oficio propio,
con que públicamente la solemnice la devoción amante de los fieles); ¿qué
honor, qué culto y reverencia no se deberá al mismo Corazón, cuyo contacto
solo pudo dar a un hierro vil tanta excelencia? La sexta, del fin para que
formó y destinó a este Corazón divinísimo la Beatísima Trinidad. Destinóle
para volcán divino, o sagrada esfera del amor de Dios, en cuyas
inextinguibles e infinitas llamas había de vivir abrasado desde el instante
primero de su formación hasta la interminable eternidad. Quien con luz del
cielo conociere algo del infinito amor de Jesús a su Eterno Padre, podrá
medir y estimar por este conocimiento la excelencia de su Corazón Sagrado,
que continuamente forma y padece los incendios de tal amor.
La séptima excelencia de este dulcísimo Corazón se toma de la santidad
indecible, que participa de la santidad del Verbo. Y aunque esta santidad
sea común a todas las partes del sacrosanto cuerpo del Salvador, por ser
común la unión que tienen todas con su alma santísima y con la Divinidad,
todavía tiene el Corazón de especial, el ser cooperador, en cierto modo, y
propio asiento de todas las afecciones santas, en que se ostenta esta
santidad, y ser también sagrado trono o domicilio, en que se reciben y
contienen los dones más excelentes del Espíritu Santo en orden a los efectos
sensibles que producen. Vemos que en el corazón de los Santos se destila e
infunde la dulzura y suavidad celestial: en él se sienten los dolores y
angustias que Dios envía: del corazón salen los suspiros ardientes: en el
corazón se forman los deliquios del divino amor. Si el alma se enciende en
algún extraordinario ardor sagrado, al punto se siente abrasar el corazón en
sus celestiales llamas; si se halla penetrada de algún dolor vehemente, al
instante se ve herido y traspasado el corazón del dolor mismo. En fin, de
cualesquiera afecciones, delicias, angustias o penas interiores, de que se
halla conmovida el alma, se siente luego conmovido el corazón. El es el
asiento, el trono, el templo sensible del Espíritu Santo en el cuerpo
humano.51 De todo lo cual son irrefragables testigos los corazones de S.
Francisco Javier,52 San Felipe Neri,53 San Pedro de Alcántara,54
San Estanislao de Kostka,55 Santa Gertrudis56, Santa Clara de Monte Falco,57
Santa Teresa de Jesús,58 Santa Magdalena de Pazzis,59 y otros Santos. Pues,
hallándose en la Humanidad santísima de Cristo estos dones y gracias
admirables, en grado tan superior y excelente, que juntos en uno todos los
que admiramos en los corazones de los Santos, son nada en su comparación,
¿qué debemos sentir de la excelencia y riquezas inmensas de santidad del
Sagrado Corazón de Cristo Jesús, depósito celestial de estos tesoros?
La octava; del ser este divinísimo Corazón principio y domicilio propio de
las excelentísimas virtudes de Jesús. La misma luz natural y las Sagradas
Letras en repetidos testimonios nos enseñan, que todas las virtudes que
convienen al alma, comúnmente se atribuyen al corazón; de suerte que con la
misma propiedad que en el alma se hallan la paciencia, la mansedumbre, la
humildad, etc., se puede decir que el corazón es paciente, manso, humilde,
etc., y como la excelencia de las almas se mide por sus virtudes, así
también la excelencia de los corazones. Y de aquí nace que los corazones de
los grandes héroes en sabiduría, valor, y principalmente en santidad, se
estimen y veneren como alhajas las más ricas y reliquias las más preciosas
que nos dejaron en su muerte. Pues ¿quién podrá medir, ni comprender la
excelencia del Corazón santísimo de Jesús, fuente de todas sus virtudes,
siendo éstas del todo incomprensibles?
La última particular excelencia de este soberano Corazón se toma finalmente
de ser la cosa creada que más ha contribuido, contribuye, y contribuirá
eternamente a la mayor gloria de Dios. Porque de esta divina Fuente dimanan,
como se ha dicho, todas las santísimas afecciones de un Dios Hombre; con las
cuales es infinitamente ensalzada la divina Gloria. Y siendo tanto más
agradable a Dios (y por consiguiente más digna del amor y veneración de los
hombres) cualquiera cosa, cuanto más contribuye a su gloria, síguese que al
Corazón sacrosanto de Jesús se le debe un amor, una veneración y culto el
más singular, sin duda, y aun el sumo entre las demás cosas creadas.
Estas son las principales prerrogativas, en que más gloriosamente campea y
sobresale la soberana excelencia del deífico Corazón de Jesús considerado en
sí mismo; las cuales, si se pesaren con la debida reflexión, darán a conocer
bien claramente ser el objeto de este piadosísimo culto la cosa creada más
excelente y digna de religiosa veneración que puede ofrecer a los fieles la
Santa Iglesia; cuya verdad se ilustrará más, si consideramos este divino
Corazón en cuanto dice relación a los hombres.60
Porque, ¿qué cosa puede presentársenos más digna de nuestra devoción amante
que el Corazón amantísimo de Jesús? ¿Qué cosa más dulce, más tierna, y más
amable? En este sacratísimo Corazón están escritos, digámoslo así, o
impresos los infinitos beneficios, que Jesús ha hecho a los hombres. Allí se
miran sagradamente esculpidos los inmensos trabajos, dolores y penas, que
padeció por todo el género humano. Miremos compasivos el Corazón Sagrado de
Jesús oprimido por amor de los hombres con tantos y tan acerbos dolores, que
puede asegurarse con toda verdad que sólo él padeció por nuestro amor más
que todos los otros miembros juntos de su sacrosanto Cuerpo. Es indubitable
que la Pasión de Jesús en lo interior fue más penosa incomparablemente que
en lo exterior; como también es cierto que toda la pena interior fue en el
Sagrado Corazón, al cual, como a su centro, concurrieron todos los dolores
de su alma santísima. Y así la tristeza, bastante, como él dijo, para
causarle la muerte61, el desamparo del Eterno Padre, el dolor de nuestros
pecados, el temor, tedio, pavor, sudor de sangre, cuanto acerbo, cuanto
amargo, cuanto cruel, cuanto terrible padeció Jesús en el Huerto, en el
discurso de su Pasión y en la Cruz, todo fue cáliz amargo de su amantísimo
Corazón principalmente: todo aquel piélago inmenso de dolores, todo se juntó
en su afligidísimo Corazón.
Miremos con atenta y piadosa reflexión a este deífico Corazón, por una parte
conmovido y afligido vehementemente por nuestras miseria,; condolido y
atribulado amargamente por nuestros pecados; y por otra, ardiendo en vivas
llamas de nuestro amor, abrasado en sus incendios desde el primer instante
en que empezó a vivir. Contemplemos a este Corazón, en quien estuvieron de
asiento los medios y consejos todos que tomó Jesús, dulcísimo Salvador de
las almas, para nuestra felicidad eterna: del cual, como de sagrada fuente,
manaron los bienes que al presente goza el linaje humano y todos los que ha
de gozar por una eternidad interminable y eternamente feliz. Consideren esto
los fieles, y no habrá corazón tan de hielo o de diamante que no se ablande
y encienda en el amor, veneración y culto del Corazón amabilísimo de Jesús.
Resta otra consideración, que descubre un nuevo motivo de nuestro amor al
dulcísimo Corazón: y consiste en ser éste, para decirlo así, el tálamo
dichoso en que fue concebida y formada la Santa Iglesia; en ser la saludable
Fuente de que manaron los siete Sacramentos; y en convenirle cuantas
prerrogativas y misterios veneran los Santos Padres en la herida del
Costado. Porque el duro hierro de la lanza que abrió el Costado derecho de
Jesús, atravesando el sagrado pecho, penetró hasta herir su amante Corazón:
atestiguando esta verdad muchos Santos Padres, Doctores, teólogos e
intérpretes, muchas revelaciones de Santos canonizados, y confirmándola la
misma Santa Iglesia., cuando dice:62 In Corde Christi mergitur, mucro leone
saevior: de forti fons exoritur, cibusque melle dulcior.63
De aquí nace, para incentivo de nuestro amor, una reflexión propia de las
almas que aspiran a una elevada perfección, y es que en el Corazón de Jesús,
abierto con el cruel hierro de la lanza, hallan un segurísimo y soberano
asilo las almas puras y verdaderamente amantes: pues a este fin fue herido,
como lo reveló María Santísima a su devotísima hija la Venerable Madre María
de Agreda,64 ilustre honor de nuestra España, exhortándola a refugiarse a
este celestial Sagrario, con las palabras siguientes: "Mi Hijo y Señor, por
el amor ardentísimo que tuvo a los hombres, sobre las llagas de los Pies y
Manos, quiso admitir la del Costado sobre el Corazón, que es el asiento del
amor; para que por aquella puerta entrasen, como a gustarle y participarle
en la misma fuente, y allí tuviesen las almas su refugio y su consuelo. Este
solo quiero yo que busques en el tiempo de tu destierro, y que le tengas por
habitación segura sobre la tierra: allí aprenderás las leyes y condiciones
del amor". Y el mismo Jesús convida a buscar el más suave refrigerio de
nuestros afanes y fatigas con aquellas dulces palabras: Venid a mi todos los
que trabajáis y estáis cansados, que yo os recrearé;65 nos exhorta también a
cursar afectuosos la sagrada escuela de su amante Corazón, en que dicta como
Maestro divino lecciones de la más alta perfección y sabiduría, diciéndonos:
Y aprended de mi, que soy manso y humilde de Corazón. Y concluye,
finalmente, asegurándonos que en él encontraremos el más feliz descanso para
nuestras almas.
Cuán frecuente y familiar fuese a los Santos más enamorados de Jesús el
acogerse al celestial retiro de su sacrosanto Corazón, constará con sólo
leer las vidas o escritos de algunos de ellos. El dulcísimo Padre San
Bernardo66 explica sus piadosos afectos al Corazón de Jesús en esta forma:
"Porque hemos llegado al dulcísimo Corazón de Jesús, y es bueno permanecer
aquí, no dejemos que cosa alguna nos aparte de este divino Corazón. ¡Oh que
bueno y agradable es habitar en este Corazón! ... ¿Quién no amará este
Corazón tan herido? ¿Quién no corresponderá amante a quien tan finamente le
ama?"
El seráfico Doctor San Buenaventura,67 abrasado en amor a las santísimas
Llagas de Jesucristo, dice así entre mil otros afectos: "De cuánta dulzura,
piensas, que goza el alma que entra por el Costado abierto de Jesús hasta
juntarse con su divino Corazón? Ciertamente no puedo declararlo; pero
procuro experimentarlo. ... ¡Oh bienaventurada Lanza, y bienaventurados
Clavos que merecieron hacer tales heridas! Oh si yo hubiera sido aquella
lanza! No hubiera querido salir del Costado de Jesús; y diría: éste es mi
descanso en los siglos de los siglos; aquí habitaré, porque elegí esta
morada".
El doctísimo y piadosísimo Padre Francisco Suárez 68de la Compañía de Jesús
dice así: "Quiso Cristo ser herido en aquella parte de su cuerpo, de donde
manifestase su Corazón a los hombres; para que entendiesen que tenía abierta
la puerta, por donde pudiesen entrar al Corazón de Cristo y descansar en
él".
Pero quien gustó con regaladísima suavidad de las delicias de este
amabilísimo Corazón, fueron algunas de las Esposas mas queridas de Jesús.
Entre otras, Santa Gertrudis (a quien favoreció singularmente su celestial
Esposo, descubriéndola las riquezas de este sagrado tesoro), como embriagada
del amor del divino Corazón, dice así: "Después, Jesús mío, de tan
inexplicables beneficios, como de vuestra bondad he recibido, añadiste la
inestimable familiaridad de tu amistad divina, dándome de mil modos aquella
arca nobilísima de la Divinidad; esto es, vuestro Corazón deífico, compendio
de todas mis delicias: unas veces me dáis graciosamente vuestro divino
corazón; otras, para mayor indicio de familiaridad mutua, trocáis vuestro
Corazón con el mío".69
En las revelaciones de Santa Matilde70 se leen estas expresiones del Corazón
de Jesús: "Respondíame el Señor (dice la Santa): te doy mi Corazón en
prendas: te doy mi Corazón para casa de refugio. Este era uno de los
principales dones de Dios." Empezó a aficionarse con maravillosa devoción al
Corazón divino de Jesús, y casi siempre que Cristo se le aparecía, recibía
algún don especial de su Corazón.71 Estas son, entre muchas otras que
omitimos, las devotísimas expresiones en que explican los Santos su
encendido amor, su ternura afectuosa y su veneración reverente al dulcísimo
Corazón de nuestro buen Jesús: y todas son nuevos títulos que nos
recomiendan grandemente su sagrado culto.
De cuanto dejamos dicho en este párrafo,72 se puede ya formar algún concepto
de la soberana excelencia del Corazón divinísimo de Jesús.73 Mídase ahora
por ésta la que participa de tan divino objeto el culto que vamos
explicando: cotéjese éste con todos los otros solemnes cultos, que hermosean
a la Santa Iglesia; y no se hallará otro alguno más excelente, más noble, ni
más sublime; pues ninguno otro tiene objeto más soberano, de quien
participar sus excelencias; como ni tampoco más dulce, ni más poderoso para
arrebatarse suavemente los corazones de los fieles. Porque, ¿qué atractivo
más eficaz que el Corazón amabilísimo de Jesús? Sola su vista, el nombre
solo de este amante Corazón basta a encender, a derretir, a enternecer toda
la alma, sin otra retórica o persuasiva de voces.
Porque ciertamente, al considerar qué es lo que hace en nosotros la misma
naturaleza; qué afectos, qué sentimientos nos inspira para con los corazones
de aquellos a quienes nos confiesa estrechamente obligados el amor, el
agradecimiento o la veneración; al considerar qué siente o experimenta en sí
una regalada esposa a vista del corazón, que la dejó en prendas de su amor
su querido esposo; al considerar qué siente un fiel vasallo o un privado
agradecido a la presencia del corazón de su rey que en su muerte le dejó su
dignación en testimonio de su real benevolencia; al considerar, qué siente
la piedad cristiana, a qué afectos de veneración tan especiales no se mueve
para con los corazones de algunos Santos, qué adora en sus iglesias como
reliquias las más insignes; y (para hacer más patente esta verdad con el
ejemplo que tiene a los ojos nuestra España) al considerar que el corazón
seráfico de Santa Teresa,74 por haber sido esfera de aquel incendio de amor,
a quien el dardo de un serafín amante dio respiración en una herida (cuyas
cicatrices conserva hasta hoy incorrupto)75; al considerar, digo, que este
abrasado corazón es imán de los afectos, objeto de las veneraciones y
delicias de la devoción más tierna de los pechos españoles (cuya piedad se
gloría de verse confirmada con la aprobación de la misma Santa Iglesia en la
fiesta de la Transverberación 76de este corazón seráfico, instituída por la
Santidad de Benedicto XIII, y nuevamente extendida a todos los reinos de
España por nuestro SS. P. Clemente XII):77 al considerar todo esto, confieso
ciertamente temiera agraviar a la razón y a la piedad de los fieles, si
juzgase necesario valerme de palabras y razones para persuadirles el amor,
el culto, la veneración que se debe a este amante y divino Corazón de Jesús,
nuestro Esposo, nuestro Rey, nuestro Salvador: porque, ¡Oh Dios! ¿cuánto va
de Corazón a corazones?
Piense bien cualquiera que esto leyere, y considere atentamente cuánta sea
la diferencia, cuánto el exceso, cuántas las ventajas que hace el Corazón de
Jesús a todos los demás corazones; que aun cuando fuesen tan santos, no sólo
como el de una Santa Teresa, humano serafín, pero aun cuando llegasen a
igualar al Corazón purísimo, santísimo y perfectísimo de María Santísima,
cuya santidad prodigiosa la pierde de vista el entendimiento del querubín
más supremo, aun entonces quedarían infinitamente inferiores, por ser
corazones de puras criaturas; y el de Jesús, Corazón de un Dios-Hombre.
¡Piense pues, vuelvo a decir, y consúltese a sí mismo, qué honor, qué
reverencia, qué culto se deba a tan divino corazón! Contemple bien qué haría
el pueblo cristiano si mereciese la dicha incomparable de tener en su poder
a este sacrosanto Corazón, digno de tantos títulos de nuestro amor y
veneración.
Imagine o haga cuenta que en una iglesia de la cristiandad se guardase entre
sus más preciosas reliquias78 el Corazón divinísimo de Jesús. ¡Oh Dios!
¡cuánto se apreciaría este celestial tesoro! ¡Cuán rico, cuán dichoso, cuán
afortunado se estimaría aquel sagrado templo! ¡Qué honores, qué obsequios,
qué respetos no se le rendirían! ¡Con qué pompa, con qué alegría, con qué
júbilo no se celebraría la fiesta del Corazón sacrosanto! ¡Cuál sería el
concurso de todas las naciones! ¡Cuál el ansia de los peregrinos¡ Cuánta la
solicitud de buscar, cuánto el deseo de ver, cuánto el empeño de adorar,
cuánto el ardor de besar tan soberana reliquia! Pues pregúntese ahora cada
uno a sí mismo: si esto se haría, y se debería hacer con el Corazón de Jesús
muerto, sin sentido, separado del alma y demás partes de su Cuerpo santísimo
¿qué culto, qué amor, qué veneración no se deberá a este mismo Corazón
vivo79, animado, unido con todo el Cuerpo sacrosanto, ardiendo en vivas
llamas de amor y respirando en cada palpitación un incendio de tan sagrado
fuego; presente, en fin, no sólo en una iglesia, sino en tantas cuantas son
en las que venera a su Dios sacramentado el Cristianismo? ¡Oh Corazón
divinísimo, excelentísimo, amabilísimo sobre todos los corazones de los
hombres! Enviad Vos a sus entendimientos un rayo de celestial luz, con que
penetren bien estas verdades: no será menester más persuasiva para que os
amen y consigáis el fin que pretendéis en este culto.
________________________________________
Notas
44 Las 4 cosas que dan excelencia a un culto son:
el objeto, la finalidad, las prácticas y los frutos que produce. Esto lo
aplicará el P. Loyola a la devoción "nueva" del Corazón de Jesús.
45 Loyola considera el Corazón de Jesús no como
la "víscera" sagrada, sino entendiendo por él la misma Persona de Jesús, en
su humanidad y divinidad, y como el gran Amante de los hombres. El Corazón
de Jesús es Jesucristo que nos ama. De ahí que pronto la Iglesia mandó que
no se pintase solamente la víscera como tal, sino la persona de Jesús
mostrando su Corazón. Las primeras imágenes del Corazón de Jesús se reducían
a la víscera sagrada y se conservan algunas de ellas, como testimonio de
aquella primera época (antigua iglesia de la Compañía de Jesús en Bilbao, en
León, en Oviedo, colegiata de Villagarcía de Campos, etc)
46 Jn 6, 55.
47 Citará aquí el P. Loyola 9 particularidades,
por las que el Corazón de Cristo merece un especial culto, más justificado
que el que podría darse, por ejemplo, a la frente o a la mano de Cristo, que
en virtud de la unión hipostática, también serían dignas de adoración y de
culto.
48 Tanto aquí, como cuando dice que el corazón
"es la oficina donde se forma la sangre...", Loyola no hace sino exponer la
doctrina de su tiempo respecto a estos y parecidos temas.
49 Según el pensamiento popular los sentimientos,
afectos, penas y alegrías las asignamos al corazón. Así decimos: tengo el
corazón alegre o triste, ante aquella tragedia el corazón se me partía de
pena, etc. Es el lenguaje que aquí emplea el P. Loyola.
50 Este ha sido siempre el argumento decisivo
para honrar y adorar el Corazón de Jesucristo.
51 Alude a una fiesta litúrgica, que hoy ya no
existe, pero que fue de especial devoción para algunos fieles más
sensibilizados por la herida del costado abierto de Jesús. Como dice el P.
Jesús Solano existían ya de antiguo una serie de textos litúrgicos relativos
a la lanzada. "Ledit ha recogido más de trescientos textos litúrgicos
bizantinos sobre la herida del costado y la lanzada: provienen de los siglos
VII, VIII y IX" (Desarrollo histórico de la Reparación, pg 40, edit C.d.C.
Roma 1980)
51 Naturalmente todo esto hay que entenderlo de
modo metafórico principalmente, ya que el trozo de carne que es el corazón
humano, ese trozo como tal no ama, ni se entristece ni se alegra, aunque sea
verdad que esos afectos, cuando son muy intensos, repercuten de manera
especial en él. Probablemente el P. Juan de Loyola entendía todo esto más al
pie de la letra de lo que nosotros lo entendemos.
52 San Francisco Javier (1506-1552), el gran
misionero jesuita del Extremo Oriente, a quien suele representársele con la
sotana desabrochada y el pecho en llamas, ardiendo en celo de las almas,
descalzo en la playa y con la mirada dirigida hacia la China, su mayor sueño
apostólico, que no pudo llevar a cabo. Su fiesta se celebra el 3 de
diciembre.
53 San Felipe Neri (1515-1595), contemporáneo de
Javier y de Ignacio de Loyola, Fundador de la Congregación del Oratorio, se
distinguió por su alegría y por el celo ardiente de las almas. En la oración
de su fiesta pide la Iglesia que "el Espíritu Santo nos encienda con aquel
mismo fuego con que abrasó el corazón de San Felipe Neri" (26 mayo)
54 San Pedro de Alcántara (1499-1562) reformó la
orden franciscana en España, hombre de extremada austeridad y gran dulzura.
Santa Teresa, que se aconsejó con él, hace un precioso retrato de su
persona: "Y,¡qué bueno nos le llevó Dios ahora en el bendito Fray Pedro de
Alcántara! No está ya el mundo para sufrir tanta perfección... Un su
compañero me dijo que le acaecía estar ocho días sin comer. Debía ser
estando en oración, porque tenía grandes arrobamientos e ímpetus de amor de
Dios, de que una vez fui yo testigo...; no parecía sino hecho de raíces de
árboles..Hele visto muchas veces con grandísima gloria" (Libro de la Vida,
cap 27, 16-20). Su fiesta se celebra el 19 de octubre.
55 San Estanislao de Kostka (1550-1568), polaco,
novicio jesuita. Se distinguió por un amor ardiente a la Virgen y a la
sagrada Eucaristía, cuyo fuego interior repercutía a veces en su cuerpo.
Murió el día de la Asunción de la Virgen y fué canonizado por Benedicto XIII
en 1726. Su fiesta es el 13 de noviembre.
56 Santa Gertrudis (1256-1303) Monja benedictina
del famoso monasterio de Helfta, cerca de Eisleben, en Sajonia. Vive un amor
apasionado por el Corazón de Jesús, en cuya devoción incluye el culto a la
Trinidad, al considerarlo como mediador. En su espiritualidad vive más el
gozo de la intimidad con Cristo que la insistencia expiatoria de
Paray-le-Monial. Un texto precioso de su extensa obra es esta invocación:
"Oh amado Jesús, escóndeme en la herida de tu Corazón amoroso, apartada de
todo lo que no seas Tú...Modela mi corazón según el tuyo, para que merezca
transformarme según tu complacencia" .Se celebra su fiesta el 16 de
noviembre. (Saint Companions for each day, Mausolff, Buffalo 1954,pg 322)
57 Santa Clara de Montefalco (1268-1308) nace en
Montefalco, cerca de Spoleto, en la región italiana de la Umbría. Fue
favorecida con preciosas gracias místicas, después de once años de terrible
sequedad. Su materia constante de meditación era la Pasión de Cristo,
llegando a identificarse plenamente con El en su corazón. Su cuerpo se
conserva incorrupto. Su fiesta se celebra el 17 de agosto. (Obra citada, pg
232)
58 Santa Teresa de Jesús (1515-1582) nació en
Avila, reformó la Orden carmelitana, fundó quince conventos y escribió
libros que marcan un hito en la literatura mística universal, como Las
Moradas, Camino de Perfección y otros. Gozó de una altísima y casi constante
unión con Dios, distinguiéndose por su amor ardiente a la santa Humanidad de
Jesucristo. En el libro de su Vida se expresa así: "siempre que se piense de
Cristo nos acordemos del amor con que nos hizo tantas mercedes y cuán grande
nos lo mostró Dios en darnos tal prenda del que nos tiene; que amor saca
amor. Y aunque sea muy a los principios y nosotros muy ruines, procuremos ir
mirando esto siempre y despertándonos para amar; porque si una vez nos hace
el Señor merced que se nos imprima en el corazón este amor, sernos ha todo
fácil y obraremos muy en breve y muy sin trabajo. Dénosle su Majestad - pues
sabe lo mucho que nos conviene - por el que El nos tuvo y por su glorioso
Hijo a quien tan a su costa nos le mostró, amén" (Libro de la Vida, cap
XXII, 14). Su fiesta se celebra el 15 de octubre.
59 Santa María Magdalena de Pazzi (1566-1607).
Nace en la ciudad de Florencia y se mete carmelita. Es una de las grandes
contemplativas de la Iglesia. Su ardiente amor a Dios lo expresa así en este
diálogo, sacado de uno de sus escritos: "Realmente eres admirable, Verbo de
Dios, haciendo que el Espíritu Santo te infunda en el alma de tal modo que
ésta se una con Dios, le guste y no halle su consuelo más que en él. El
Espíritu Santo viene al alma sellado con el sello de la sagre del Verbo o
del Cordero inmolado; más aún, la misma sangre (de Cristo) le incita a
venir... Ven, Espíritu Santo¡... Tú eres el premio de los santos, el
refrigerio de las almas, la luz en las tinieblas, la riqueza de los pobres,
el tesoro de los amantes, la hartura de los hambrientos, el consuelo de los
peregrinos; eres, por fin, aquel en el que se contienen todos los tesoros"
(Obras de Sta. Magdalena de Pazzi, Florencia, 1965, IV, pg 200 ; VI, pg
194). Su fiesta se celebra el 25 de mayo. (Obra citada, pg 151)
60 En este párrafo está esbozada la argumentación
del P. Loyola en relación con el Corazón de Jesús. Si lo consideramos en sí
mismo, es una auténtica maravilla, digna del mayor amor; y si lo
consideramos en relación con los hombres, esa maravilla crece aún más al ver
cómo en ese Corazón están como impresos los trabajos, penas y sufrimientos
que pasó por ellos, en orden a conseguir su felicidad; ese Corazón ha sido
para ellos la fuente de sus mejores dones: la Iglesia y los Sacramentos; es
acicate de amor para los hombres, a la vez que su refugio y consuelo.
61 Mc 14, 34.
62 En el antiguo Oficio litúrgico y fiesta de la
Lanzada.
63 "Se hunde (la lanza) en el Corazón de Cristo,
más cruel que una dentellada de león: del Fuerte brota una fuente y un
alimento más dulce que la miel."
64 La Venerable María de Agreda, muy famosa en su
siglo y a la que pedía consejo el rey de España, que sentía hacia ella una
gran veneración.
65 Mt 11, 28
66 San Bernardo de Claraval (1090-1153) ha sido
una de las figuras estelares de la Edad Media. Se le conoce con el nombre
del "Doctor Melífluo" por la dulzura y unción que exhalan sus escritos. San
Bernardo llega al misterio del Corazón de Cristo, particularmente a través
de los misterios de su nacimiento y pasión. Por ello escribirá: "El secreto
de su Corazón ha quedado al descubierto por las aperturas de su cuerpo...
¿Hay algo más que ver fuera de sus heridas? Y ¿por dónde podríamos ver más
claramente, Señor, si no es por vuestras heridas, que sóis lleno de bondad y
mansedumbre y abundante en misericordia?".Su fiesta es el 20 de agosto.
(Obra citada, pg 234)
67 San Buenaventura (1217-1274) nació en la
región de la Etruria italiana. Estudia filosofía y teología en París y
enseña a sus hermanos franciscanos. Fue elegido General de su Orden y, más
tarde nombrado obispo y Cardenal de la diócesis de Albano. Escribió muchas
obras ascético-místicas. Se caracteriza por el fervor y la dulce y fuerte
unción de sus escritos. La veneración de las llagas de Cristo era una de sus
devociones preferidas, llegando a profundizar como pocos en la llaga del
costado. Es, sin dudar, uno de los pioneros de la devoción al Corazón de
Jesús. Su fiesta se celebra el 15 de julio. (Obra citada, pg 197)
68 El P. Francisco Suárez (1548-1617) nace en
Granada y morirá en Lisboa. Eminente filósofo y teólogo, aunque sigue
fundamentalmente la doctrina de Santo Tomás de Aquino, crea en algunas
cuestiones su propia escuela "suareciana", contrapuesta a la "tomista".
Explicó teología en el Colegio de San Ambrosio de Valladolid (hoy santuario
nacional de la Gran Promesa) de 1576-1580. Luego será llevado a Roma, al
Colegio Romano (hoy la Universidad Gregoriana), donde será profesor de 1580
a 1585. Por motivos de salud regresa a España y explica en la Universidad de
Alcalá de 1585 a 1593. Pasará también por Salamanca, donde escribirá sus
famosas "Disputationes Metaphysicae", en las que expresa su pensamiento
filosófico. Lleno de méritos y con fama de santidad entregará su alma a Dios
en la ciudad de Lisboa. Supo juntar admirablemente "virtud con letras",
según la clásica expresión del P. Baltasar Alvarez. (Diccionario Histórico
de la Compañía de Jesús (biográfico-temático), Charles E. O ´Neill y Joaquín
Mª Domínguez, Roma-Madrid 2001, t III)
69 De la obra: Insinuatio divinae pietatis, lib
2, cap 18.
70 Santa Matilde de Hackeborn (1241-1298),
religiosa benedictina del famoso monasterio alemán de Helfta y maestra de
novicias, entre las que se encontraba Gertrudis la Grande. El Jesucristo de
Santa Matilde -se ha escrito- es, más que el varón de dolores, el Señor
glorificado que reina en la gloria del cielo, o sea el "Cristo litúrgico".
Santa Matilde nos ha proporcionado un rico tesoro de plegarias al Corazón de
Jesús, que fueron objeto de predilección de San Pedro Canisio durante toda
su vida,alguna de las cuales había copiado en un cuaderno que llevaba
constantemente encima. Un día vió Santa Matilde cómo el Señor abría la
herida de su Corazón y le decía: "Mira la grandeza de mi amor; si tú la
quieres conocer, en ninguna parte lo encontrarás más claramente que en las
palabras del Evangelio: Yo os he amado a vosotros, así como mi Padre me ha
amado a Mí..." Solía decir: "Si tuvieran que escribirse todos los dones que
me han sido concedidos por el bondadoso corazón de Dios, sería insuficiente
un libro de maitines". Su fiesta se celebra el 26 de febrero. (Saint
Companions for each day, pg 57)
71 Libro I, Revelationes., cap 28
72 En las ediciones siguientes (de Barcelona y de
Madrid, se dice: en este "capítulo")
73 La argumentación del P. Loyola tiene como dos
tiempos: considerado el culto del Corazón de Jesús en sí mismo, se ve su
excelencia; y si lo consideramos en relación con otros cultos que hay en la
Iglesia, campea igualmente su dignidad y excelencia.
74 La argumentación del P. Loyola va de menos a
más: si veneramos el corazón incorrupto y santificado de una Santa Teresa,
¿cómo no adorar y venerar el del mismo Cristo?
75 Sobre este corazón "herido" de Santa Teresa,
en el libro "Tiempo y vida de Santa Teresa" del P. Fray Efrén de la Madre de
Dios, O. C. D (Bac, t 74, pg 505), aparecen una serie de notas sobre esa
materia. "A la herida de Santa Teresa -se dice- debemos dar un sentido más
pleno de acuerdo con la exquisita espiritualidad que distingue a los Santos
del Carmelo. Los primeros testigos que hablan del corazón de la Santa no
mencionan su herida; sólo Catalina de S. Angelo dice que estaba "reventado
por un lado". La relación que hace Catalina de San Angelo, dice así:
"Personas espirituales han dicho y se ha entendido que murió de un grande
ímpetu que le dio el amor de Dios; y a esta testigo le parece que sea grande
indicio que sea así, por ver que cuando sacaron el corazón del cuerpo...,
estaba el corazón reventado por un lado, como esta testigo lo vió, porque se
lo pusieron en la mano cuando lo sacaron, porque a la sazón esta testigo era
Priora de este convento" (de Alba de Tormes)... ; el primero que echa la
especie de herida corporal en el corazón de la Santa es Francisco de Santa
María (Reforma 1, c. 27) y aún él ignora la del corazón de Alba de Tormes"
Como dice el P. Efrén en el texto: "Sin necesidad
de negar el hecho de la transverberación, tal como la Iglesia lo celebra,
conviene rechazar de antemano que se trate de una vulneración física en la
mencionada visión, cuya principal realidad, que constituye la verdadera
merced del dardo, es el efecto espiritual que infunde en el alma, de suerte,
que si algún efecto produce en el cuerpo es indirecto, por la redundancia
que proviene del alma. Se trata, pues, de una gran sentimiento de amor
infuso que algunas veces iba acompañado de aquella visión, la cual no era
causa, sino una mera circunstancia concomitante que hacía ver a su
imaginación lo que invisiblemente se le infundía en el alma. Otras veces
tenía aquellos ímpetus y no la visión. En realidad, ni el ángel tenía
cuerpo, ni el dardo era dardo, ni el fuego fuego, ni la herida herida. Todo
esto sólo eran formas sensibles con que la imaginación traducía grandezas
inefables".(idem,pg 507)
76 Así relata la misma Santa Teresa el episodio
de la Transverberación: "Veía un ángel cabe mí hacia el lado izquierdo en
forma corporal. No era grande sino pequeño, hermoso mucho, el rostro tan
encendido que parecía de los ángeles muy subidos que parecen todos se
abrasan -deben ser de los querubines, que los nombres no me los dicen-.
Veíale en las manos un dardo de oro largo y al fin del hierro que parecía
tener un poco de fuego; éste me parecía meter por el corazón algunas veces y
que me llegaba a las entrañas; al sacarle me parecía las llevaba consigo y
que me dejaba toda abrasada en amor grande de Dios. Era tan grande el dolor,
que me hacía dar aquellos quejidos, y tan excesiva la suavidad que me pone
este grandísimo dolor, que no hay desear que se quite ni se contenta el alma
con menos que Dios. No es dolor corporal sino espiritual, aunque no deja de
participar el cuerpo algo y aun harto. Es un requiebro tan suave que pasa
entre el alma y Dios, que suplico yo a su bondad le dé a gustar a quien
pensare que miento... Los días que duraba esto anduve como embobada; no
quisiera ver ni hablar sino abrazarme con mi pena" (Libro de la Vida 29,
13-14)
77 Decreto dado el 11 de diciembre de 1733.
78 Este sencilla argumento del P. Loyola, que
tiene fuerza en sí mismo, la tenía aún más en aquella época en que las
reliquias eran sumamente apreciadas, buscadas y valoradas. Sólo hay que
recordar cómo en todos los Colegios de jesuitas y en sus iglesias solía
haber un "Relicario", algunos de gran belleza y con reliquias sumamente
apreciadas (pensemos en el famoso relicario de Villagarcía, donde fue
estudiante y novicio el P. Bernardo de Hoyos; en el de Medina del Campo,
donde Hoyos estudió la filosofía; en el de San Ambrosio de Valladolid, donde
estudió la teología; por no hablar del famoso relicario del Colegio de San
Ignacio e iglesia de San Miguel, donde comenzó Bernardo a hacer su Tercera
Probación y donde fue enterrado).
79 Veneramos un Corazón "vivo" - dice el P.
Loyola. El Corazón de Jesús está entrañablemente unido a la Eucaristía en la
espiritualidad del P. Bernardo de Hoyos, es el Corazón "eucarístico" de
Jesús. Esta estrechísima unión con la Eucaristía está en la fuente misma de
la devoción al Corazón de Jesús, tal como el Señor se la hace vivir a Santa
Margarita, a quien recomendará la comunión lo más frecuente posible. Es
curioso observar cómo todos los grandes devotos y apóstoles del Corazón de
Jesús han sido almas profundamente enamoradas de la Eucaristía, que pasaban
largos ratos ante el sagrario. Aquí aparece cómo el Corazón de Cristo que
adoramos en la Eucaristía es el Corazón vivo del Cristo glorioso, aunque
este aspecto "glorioso" no aparece sino raras veces en los escritos del P.
Hoyos. Se vivía entonces una espiritualidad cuyos rasgos más importantes (no
exclusivos) era, sobre todo, la reparación, el consuelo, la compañía, el
desagravio de un Corazón que no hallaba respuesta a su grande amor a
los hombres.